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fin de semana de acción
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un fin de semana a pura violencia y traseros gigantes
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findesemanadeaccion · 2 years ago
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Cutre - capítulos 3 y 4
Capítulo 3
Y ahora la historia puede ser contada, y debe ser contada, ahora puede revelarse la verdad sobre ese día misterioso y lejano en el que las autoridades encontraron a una persona de muy corta edad caminando por el desierto hirviente, con la sangre que me cubría todo el cuerpo.
Las autoridades dijeron “¿quién sos? ¿De dónde venís? ¿Qué tragedia ha ocurrido?”. Pero no pudo responderles. Su cara ensangrentada solo pudo quedárseles mirando sin pestañear, porque estaba en medio de una condición médica conocida como shock, la misma condición que debe atravesar la atormentada niña de la película Them!, que se llama así porque eso era todo lo que podía gritar cuando la encontraron caminando por el desierto, ¡ellos, ellos!, porque su mente había implosionado por aquello que había visto. Todo lo que podía decir era “¡ellos, ellos, ellos!”. Por eso no podía darles a las autoridades  ninguna información sobre por qué había sido la única superviviente y todos los demás se hallaban desparramados por ahí en pedazos. ¿Qué fuerzas desconocidas habían llevado a cabo este terrible ataque? Them! es una gran película. A veces la pasan en Cine de medianoche, por canal 7. Si ves en la TV Guía que la van a dar, deberías mirarla, porque te da algunas ideas que podrían serte de utilidad si alguna vez te encontrás en la situación de tener que enfrentar a las autoridades en medio del desierto y estás cubierto de sangre que no es, de hecho, tuya.
Y ahora la historia puede ser contada. Y debe ser contada. En este libro, será finalmente revelada la verdad sobre los horribles asesinatos y después la persona que lo escribe deberá morir. Y la gente podrá ponerse triste por eso y desear que hubiera más libros de Roberta Rohbeson, pero, tristemente, será demasiado tarde. Solo saldrá un único número para Roberta Rohbeson en el sistema decimal de Dewey. Tristemente, solo uno. Y si alguna vez encuentran su cuerpo, y si se le concede un deseo final, ese número es el que quiere grabado en su lápida.
Después de que las autoridades nos encontraron, a mí y a Cookie vagando sin rumbo, y después de que pusieron papel de diario sobre el asiento trasero del patrullero y nos hicieron subir, nuestra foto salió en la portada de la mañana siguiente de un periódico de Las Vegas. La foto de Cookie y mía. Nos veíamos muy mal, repugnantes. El titular me llamaba “una criatura misteriosa” (énfasis en “criatura”) y la bajada hablaba sobre mi impactante condición y mi amnesia y hacía un pedido a cualquiera que me reconociera, cualquiera en el mundo. En la foto se puede ver mi versión de ese entonces, una versión con el pelo muy muy corto, rapado como en los varones y con los brazos y las piernas tan flacos y con mi expresión muy paralizada, sosteniendo a Cookie entre los brazos de palitos. Y aunque la mayor parte de la sangre ya se había limpiado, igual lucíamos bastante convincentes, porque el fotógrafo del periódico le había dicho a la mujer del hogar cristiano que por favor nos dejara algo de sangre encima, no toda la sangre, pero un poco, por favor, porque en la sangre estaba el drama y el morbo, pero tampoco podía ser mucha porque esas cosas te destruyen el apetito, y el periódico salía por la mañana para ser leído con el desayuno. 
Así que la señora del hogar cristiano nos llevó con Cookie al patio trasero de cemento, todo cemento pero pintado de verde, e hizo caras de repulsión ante nuestra condición y también ante las familias de moscas revoloteantes que se habían convertido en nuestras devotas seguidoras, y desenrolló la manguera del jardín y dijo “párense acá” y después “sacate los zapatos y dejalos ahí”, y cuando la realidad de mi versión desnuda se le reveló, se volvió loca. Cuando resultó que yo era una chica, esa fue una sorpresa que nadie se esperó.
Y es que a mí el padre me había enseñado bien. A pesar de todo,  se encargó de pasarme su sabiduría: sin importar qué, siempre estate preparado para lo inesperado. Y, de ser posible, sé vos lo inesperado.
Capítulo 4
Y ahora, unas palabras de nuestro auspiciante: ¿ya conocés a Vicky Talluso? De hecho, si estás cansado de tu vida, si querés que tu vida pase a ser magnífica de manera instantánea, deberías conocer a Vicky Talluso. Cuando estás alrededor de Vicky Talluso, las cosas pasan. Cosas increíbles. Conocés gente increíble. Tenés revelaciones. Huís de los policías.
La conocí en el colegio en el día de mi quinto aniversario de la Masacre del Buen Capitán. El interés público había, finalmente, decaído, con sus brazos cruzados como un vampiro en el ataúd. Ya no le importaba a nadie quién lo había hecho. A nadie ya le importaba si alguna vez contaba la historia o no. Yo había estado esperando este momento, pero cuando finalmente llegó, fue un poco decepcionante. En cada uno de los aniversarios anteriores, siempre alguien nos llamaba, alguien del periódico de Las Vegas, un periodista que le preguntaba a la madre “¿y? ¿ya se acuerda de algo? ¿habló?” Y a la madre, entonces, le daban su chance de hacerse pública, que era lo que ella más quería. Pero ese año, el teléfono no sonó y la madre me empezó a mirar con un poquito más de recelo en sus ojos, como si estuviera tomando una decisión importante.
Yo esperaba sentir alivio en el momento en que la historia muriera. Esperaba sentir orgullo. El padre siempre hablaba del valor de ser capaz de cerrar la boca cuando realmente importaba. Yo cerré la mía por cinco años. Le tomó cinco años al desfile de interés público para, finalmente, superar la situación. Pensé que me iba a sentir feliz cuando sucediera. No me imaginaba que iba a dejar una calle vacía detrás mío. No había pensado en los restos de basura del carnaval que harían espirales alrededor de mí.
Nunca lo encontraron. No encontraron su cuerpo, pero yo creía que todavía debía seguir ahí. Que si yo realmente quería, podía tomar el dinero que me había escondido y comprarme un pasaje de Trailways para ir a corroborar que estuviera muerto. Ver si estaba petrificado, igual que el hombre charqui disecado, Sylvester, de La Vieja Tienda de Curiosidades, al que exhiben al lado de cabezas reducidas reales con los ojos y los labios sellados. O tal vez ya fuera un esqueleto, blanqueado y con toda la carne consumida, como el hueso que exhibían en la Tienda de Curiosidades y que debajo tenía escrito “PENE DE BALLENA”. La Vieja Tienda de Curiosidades es un buen lugar a donde ir cuando te quedaste con la espina de saber en qué se ha convertido la persona a la que acuchillaste y dejaste para secar al sol.
En este quinto aniversario, yo estaba pensando cuál era el sentido. Si todo podría llegar a terminar con este mismo sentimiento de nada. Si es que no había mucho más que la mirada estrábica de la madre, ¿cuál era el sentido de haber zafado del castigo? El padre me hubiera dicho que era idiota por estar haciéndome esta pregunta. Hubiera dicho: “Clyde, a veces no estoy tan seguro de que seas mi hijo.”
Él me llamaba Clyde. Él quería tener un hijo para pasarle su sabiduría. Y que yo hubiera nacido mujer era solo un tecnicismo. El mundo fluía mejor una vez que entendías lo que estabas destinado a vivir y lo que no. “Clyde,” dijo él, “el hombre promedio piensa que al mundo hay que atreverse a tomarlo por las bolas. Y por eso, el hombre promedio nunca va a sacar ventaja de nada. Porque trata de agarrar todo por las pelotas, cuando lo único que necesita es un besito y unas caricias. Cuando puedas, fijate de hacerlo con un toro, comprobalo vos mismo.”
El padre venía de una línea de gente de la carne. Generaciones de ellos que podían ser rastreados hasta la época de los monos. “El mono con más carne gana,” decía el padre.
—Creía que comían fruta nada más, —le dije.
—No, no. Fijate los dientes, los colmillos esos. Te vas a enterar el día que te muerdan con uno de esos. La gente de la carne lo maneja todo, Clyde. Desde siempre y para siempre.
Está en mi sangre. Yo lo sé. Persona de la carne. Provoco desastres con un cuchillo y no hay nada que pueda hacer, excepto tratar de mantener la boca cerrada y que no se me note.
Vicky Talluso se me acercaba a través de la pista de atletismo y caminaba muy rápido. La realidad es que no la conocía, pero estaba en una de mis clases y la había visto por los pasillos. Era difícil no notarla. Tenía rasgos extravagantes, usaba mucho maquillaje y ropa muy brillante y tenía un olor a goma chamuscada que trataba de cubrir con Chantilly Houbigant para mujeres. La gente se alejaba de ella automáticamente. Nadie podía soportar mirarla. En la marina, eso se llama camuflaje disruptivo. Fue en la marina que se dieron cuenta de que podías pintar lo que sea con las confusiones más horrorosas y así disgustar la mirada al punto de que los ojos se volvían incapaces de ver. El camuflaje disruptivo es bien de la marina. El padre era bien de la marina. “Marino hasta el final, Clyde. Cada centímetro de mi cuerpo hasta la punta del pito.”
Era la hora del almuerzo y yo me había sentado en mi lugar usual, sobre la hierba del terraplén que estaba cerca de la pista de atletismo. Pasaba el tiempo ahí. Para algunas personas, me estaba escondiendo. Mi escuela es un lugar violento. La gente necesita otra gente para noquear o darle una piña en la boca del estómago. Y por alguna razón, yo resalto demasiado.
Durante mis primeros días sobre la hierba, nadie me molestaba, ni siquiera se percataban de mí. Y entonces, Vicky Talluso vino caminando hacia mí, mirándome fijo, con sus impactantes botas hasta la rodilla de vinilo amarillo y taco alto y con sus revulsivas medias violetas y un vestido-remera psicodélico, rosa y naranja con cuello verde. Su pelo largo se balanceaba y sobre él descansaba un sombrero de esos que usan los rastafaris, hecho de terciopelo rojo. Se movía de una manera tan segura y veloz que me estaba asustando y me ponía de los nervios. No se me ocurría ninguna explicación para que una persona como ella se moviera tan rápido hacia una persona como yo. Porque soy su opuesto en cada aspecto. A diferencia de ella, yo tengo menos detalles que una sombra.
Empecé a arrancar el pasto y las hojas con nerviosismo e hice una pila con todo eso y cuando ella ya estaba muy cerca, empecé a mirar fijamente el montoncito, de una manera muy seria, como si fuera un proyecto para la clase de ciencia, pero su cara ya había aparecido como un destello en mi campo de visión. Tenía unos ojos levemente saltones y se había puesto una sombra violeta alrededor de ellos, junto con el rímel, y tenía una nariz larga que se levantaba por la mitad y una capa gruesa de labial mate que cubría sus agrietados labios y los labios los tenía hacia delante porque sus colmillos torcidos sobresalían, un defecto que tenía su extraño encanto. Uno de sus tantos encantadores defectos.
Olí el chantilly y después el olor a goma chamuscada y eso me generó preguntas. ¿Qué era lo que hacía que una persona oliera así? Más tarde me enteraría de que el olor venía de la crema depiladora que ella usaba constantemente por ser una persona demasiado peluda. Naturalmente peluda por todas partes, sus pestañas eran increíblemente largas, pero también lo eran los pelos de sus brazos. Y los de la ceja derecha. La otra ceja le faltaba. Me di cuenta enseguida. Arriba de su ojo izquierdo estaba toda pelada y la piel tenía una costra.
—Hey, —dijo. No le respondí. —Hey, sorda, —dijo, —vos. Me llegó tu mensaje, —se sentó cerca mío y empezó a arrancar pasto y a tirarlo sobre mi pila, —recibí tu mensaje esta mañana y la respuesta es que sí.
—¿Qué mensaje?
—Vos sos Roberta, ¿o no?
—Sí.
—Sssssssí, —estaba imitando mi forma habitual de decir esa palabra. La madre se volvía loca si Julie o yo decíamos “seee”, porque solo los idiotas decían “seee”. Ella quería que dijéramos “sí” de la manera más clara posible. Que la “s” estuviera clara. No quería que la conocieran como madre de dos idiotas.
—Ssssssí, —dijo Vicky Talluso, —Está muy piola eso. Sssssí.
Arrancaba el pasto de una manera vigorosa, con raíz y todo. Arrancaba incluso terrones de tierra y me di cuenta de que sus manos eran muy cortas y anchas y sus uñas eran muy chiquitas y anchas con esmalte plateado incrustado en capas agrietadas.
—Tenés P.E., ¿no? —dijo.
La miré de reojo.
—Tenés P.E., percepción extrasensorial, hiciste contacto con una entidad desgraciada, ¿no? Estabas jugando a la ouija esta mañana.
Sacudí la cabeza. Vio que le estaba mirando su ceja faltante. Se veía inflamada. Un poco costrosa. Me hizo pensar en Demodex, la criatura de la sarna.
—¿Vivís con perros? —dije.
—Se dice “tenés”, “¿tenés perros?” —dijo, — Tampoco es que me importe, pero se dice así, “tenés”. Esta mañana me llamaste por la ouija y te dije que nos encontráramos acá porque hay algo que me tenés que dar. Solo que no sabés lo que es. Y vos dijiste que necesitabas que viniera hasta vos y te dijera qué es lo que me tenés que dar.
Hice que no con la cabeza.
—Sssssí, —dijo ella, —¿Tenés un cigarrillo?
Volví a sacudir la cabeza y ella arrancó un pedazo de pasto que estaba conectado a una raíz enorme y lo tiró. 
—Odio este lugar, —dijo, —odio esta escuela. Odio este mundo. Odio este universo. ¿Tenés un cigarrillo o no?
—No.
—¿Y esta mañana no estabas tratando de contactarme?
—No.
—Mentirosa. No es que me importe, pero sos una mentirosa.
Sacó de su cartera un estuche plano de metal que dejó escapar un sonido de despegue cuando lo abrió.  En su interior, detrás de una barrita de filigrana, había tres cigarrillos. 
—Los últimos, ¿fumás?
—Sí. 
—Sssssé. Está muy piola eso. ¿Te importa si te lo robo? Sssssé. Así es como lo voy a decir de ahora en más. Sssssé. Sssssé.
Me ofreció un cigarrillo. Lo tomé. Lo tomé porque el padre me había dicho que cuando alguien te ofrece algo, incluyendo una nueva identidad, siempre tenés que tomarlo y fijarte a dónde te lleva. Una vez él había terminado en un campamento nudista de esa manera.
Sacó un encendedor con las siglas USN grabadas en él. Grande y pintado de plateado. Edición especial. Hecho para gente en climas ventosos. Lo soplabas y no se apagaba. 
—¿Tu padre es marino? —dije.
—¿Mi padre? —hizo un resoplido. —Ni a palos.
Ahí, sobre la hierba, exhalamos al aire algunos humos rancios marca Newport.  Sentí una extraña electricidad de solo estar al lado de ella. En parte, me impulsaba a irme de ahí y, en parte, era también lo que hacía que me quedara. Entonces, sonó el primer timbre y nadie se dio por enterado. El almuerzo había terminado. Teníamos cinco minutos para llegar al aula. 
—No hay necesidad de mentirme, —dijo. Un humo azul le salió por la nariz.
—Ok, —dije. Era lo que un marino diría. Lo que el padre me dijo que hiciera. Siempre estar de acuerdo. Ver lo que la otra persona tiene en mente.
—Entonces sí me contactaste.
—Sí.
—Sssssí.
Cinco años es demasiado tiempo para andar por la vida obedeciendo, sin hablar y teniendo una vida aburrida. Quizás sí la había contactado. O quizás lo había hecho mi entidad desgraciada, sea lo que sea que eso signifique. Quizás era tiempo de, finalmente, contar la historia y quizás Vicky Talluso era la persona perfecta a la que contársela.
Sonó el segundo timbre. Vicky estaba masticando pasto, lo machacaba con los paletas primero y después lo masticaba, literalmente, hasta que le quedaba una pelota.
—Roberta, Roberta, ey.
Levanté la mirada y tenía la boca abierta, sacó la lengua y me mostró una pelota negra y húmeda de pasto de cerca de cinco centímetros.
—¡Puaj, Vicky!
—¿Qué?
Vio la perturbación en mi cara. Capaz ella era más de la marina que yo. 
—¿Sabés qué es lo bueno de esto, de masticar pasto?
Negué con la cabeza.
—La leche está hecha solo de eso. De pasto masticado y nada más. El pasto es la entidad desgraciada de la leche. ¿Entendés? No vamos a entrar, ¿no? Nos rateamos juntas.
Agarró su cartera y se levantó. Algunas nubes detrás de ella estaban haciendo eso de súbitamente verse empañadas, con bordes blancos que resplandecían.
—Roberta.
—¿Qué?
Me mostró la bola de pasto de nuevo.
¿Fui yo o fue Clyde quien se levantó y la siguió cuando salió corriendo?
¿Era Clyde la entidad desgraciada de la que hablaba? ¿O era yo?
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findesemanadeaccion · 2 years ago
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Cutre, de Lynda Barry
Capítulo 1
Cuando nos mudamos acá, la madre agarró la cruz de cristal azul que pendía sobre su lecho y la colgó de un clavo en la nueva habitación que compartiría con mi hermana. La verdad, es una cruz que nunca me agradó. Jesús parece embrujado. Es de un tipo de material que refleja la luz. En medio de la completa oscuridad de la noche, te empieza a brillar con una luz verde y con los brazos extendidos como si estuviera en medio de un ballet muy trágico. Algunas noches, mirarlo me da tanto miedo que apenas puedo moverme y empiezo a rezar por protección. Pero cuando lo que te da miedo es Jesús, ¿a quién se supone que le rezás?
Capítulo 2
Érase una cutre vez en una calle cutre al costado de una colina cutre en la parte más cutre de un pueblo cútrido, en una cutre provincia, país, mundo, sistema solar, universo. Érase una cutre vez, detrás del aserradero cutre que se llama El Gato Negro, en una cutre calle de barro, burbujeante de olores muy raros que se elevan como el genio maligno de una lámpara a través de una cutre lluvia oscura, hasta la luz amarillenta de la ventana de la habitación cutre de arriba de una cutre casa alquilada donde una chica cutre está sentada en una cama cutre enfrente de su cutre hermana a quien VOY A MATAR SI TOCÁS ESTO, JULIE, Y SI LO HACÉS JURO QUE TE VOY A MATAR, SIN PIEDAD, NO HAY PERDÓN CUANDO SE TRATA DE LA PROPIEDAD PRIVADA, ¡TE HABLO A VOS, JULIE, A VOS! La chica cutre se llama Roberta y estaba escribiendo este cutre libro de su cutre vida y el nombre del libro era Cutre.
Cutre, por Roberta Rohbeson, quien está cumpliendo un castigo impuesto por su madre hasta el 8 de septiembre de 1972. Solo le quedan once meses y cinco días más.
Cutre. Famoso libro famosamente escrito por Roberta Rohbeson quien ni siquiera puede CONCENTRARSE PARA ESCRIBIR porque la hermana NO se calla, NO se calla, NO SE CALLA y Roberta está a punto de partirle la cabeza a su hermana menor SI NO SE CALLA Y—
Ahora es más tarde.
Ahora Roberta acaba de volver de haberse metido en serios problemas por tirarle la botella de removedor de esmalte a su hermana. Roberta le estaba apuntando al BRAZO, pero terminó en la CABEZA de la hermana por accidente. Roberta intentaba explicarle a la madre que había sido un ACCIDENTE, ¡UN ACCIDENTE! Pero la madre ya nunca le cree nada de lo que dice a Roberta desde aquella vez que la madre fue llamada de la sala de urgencias del hospital en el que se encontraba quien escribió este libro, en un estado de intoxicación grave y la madre empezó a gritar “¿¿¡¡DROGAS, DROGAS, DROGAS!!??” y los cables de su cuello sobresalían de una manera exagerada y otros tuvieron que retenerla para evitar que matara a quien escribió este libro, y los policías no paraban de pegar sus perturbadoras cabezas a la cara de quien escribió este libro y el aliento que tenían era extraño y no paraban de decir “¿de dónde sacaste la sustancia, Roberta, quién te dio la sustancia, Roberta, la sustancia, de dónde la sacaste, Roberta?”
Y en el compartimento de al lado, Vicky Talluso, drogada y amarrada a la camilla, gritaba “¡NI PIENSES EN VENDERME, ROBERTA! ¡SI BOTONEÁS, TE JURO QUE TE MATO!”
Pero quien escribió este libro no quería vender a nadie. Todo lo que quería era dar un fantástico mensaje de Verdad más Amor Mágico igual Libertad, pero este era obviamente un mensaje que ni la policía ni la madre podían comprender.
Y a la sala de cirugía habían entrado precipitadamente al chico que le gustaba a Roberta, quien también estaba intoxicado y con hemorragias internas, y la situación para el chico que le gustaba no se veía nada bien y la policía me preguntaba si yo tenía alguna información, si sabía cómo se había caído, por cuánto tiempo había estado ahí tendido, sobre los cortes me preguntaba, las heridas de arma blanca, sobre su condición médica hereditaria, si sabía dónde estaban sus padres, si tenía alguna otra información más allá del dato de que era el amor de mi vida.
Mientras tanto, de vuelta al rancho donde quien escribió este libro estaba recibiendo los gritos de la madre por accidentalmente partirle la cabeza a JULIE SU HERMANA IDIOTA con el removedor de esmalte, UN ACCIDENTE, quien escribió este libro se había sentado de una manera muy rígida en una silla de la cocina y miraba fijamente los bloques de mugre sobre el piso. La madre es lo que se dice un personaje principal. La madre es muy personaje principal que dice que vivo para atormentarla, que solamente le tiré el removedor de esmalte a la cabeza a Julie porque quería atormentarla, que dice que la razón por la que hago cualquier cosa es para atormentarla.
Ahora necesitás conocer el escenario de estos sucesos. Primero, la casa. La dirección. Crawford Este 1619. Una casa alquilada en una hilera de casas alquiladas todas iguales, todas horripilantes sobre un camino sin salida entre el aserradero El Gato Negro y el barranco que funcionaba como basural ilegal.  La gente le ha estado tirando colchones viejos, hornos oxidados y perros muertos desde que recuerdo, aún cuando han clavado un enorme cartel que dice ¡NO ARROJAR BASURA! ¡SERÁ SANCIONADO! Pero durante toda nuestra vida en este lugar, nunca he visto a nadie que fuera sancionado ni una vez. No creo que ni siquiera exista  en algún lugar de este mundo una persona ocupada en sancionar.
En el basural hay un hombre desnudo que se agazapa entre las pilas de basura y su nombre es el viejo Red y tiene una piel muy amarillenta, como un pollo que se quemó en el freezer, y su motivación en la vida es salir repentinamente corriendo afuera y hacer una exhibición de dos segundos de su pene y meterse adentro de nuevo. La gente dice que, en realidad, es un hombre de negocios, un ejecutivo de Boeing, de muy alto cargo. Nunca he visto al viejo Red, pero creo en él. Ha habido noches en las que he escuchado el sonido vagabundo de su yodel solitario.
Nuestra casa está inclinada. Por ejemplo, si dejás un frasco en el piso de la cocina, empieza a rodar muy rápido. La parte de atrás de la casa se incrusta directamente en la tierra de la colina, y el frente está apoyado sobre unos viejos soportes de madera que se hunden y hay unas rayas grises costrosas sobre la pintura beige y pedazos húmedos de moho creciendo por todo el techo y hay una antena de televisión rota que se mueve con el viento y hace sonidos que perturbarían hasta la persona más valiente.
Hay muchos árboles detrás de la casa, en su mayoría arces y pinos y un montón de olores asquerosos que vienen del basural y más olores asquerosos que vienen del barro frente a nuestra casa y durante el día hay un sonido de un parlante del aserradero que llama a un tal Mike. Mike a la puerta de entrada. Mike, tenés una llamada en la línea tres. Mike al muelle de carga. Y yo me he quedado observando desde mi ventana para descubrir cuál es Mike, cuál de todos esos hombres sentados en sus toros, insertando esos dientes planos de Drácula debajo de las cargas de madera, es Mike. Pero cada vez que llaman a Mike, un tipo diferente entra al edificio. Tal vez todos son Mike.
En nuestro patio de atrás hay un barril de petróleo todo oxidado enganchado a la casa y un poste para colgar la ropa con un agujero en el metal que se llama “llanto”. Está ahí para el drenaje y la ventilación, pero a veces también atrapa las corrientes de aire y emite un triste y solitario “uuuuuuuuu–uuuuuuuuu”. Y también está el “uuuuuuuuu–uuuuuuuuu” de los trenes que pasan del otro lado de la colina, y una vez, cuando estaba en el patio de atrás, oí al poste de la ropa y al tren hacer “uuuuuuuuu–uuuuuuuuu” al mismo tiempo y mis ojos se humedecieron instantáneamente, por qué razón yo no lo sé.
No hay vereda en nuestra calle. Solo barro y barro y barro. La madre dice que algo anda mal en el suelo. Burbujea. Julie dice que un hombre encogido habita el barro y que ella vio su cara elevarse por sobre la superficie y que vio el blanco de sus ojos abrirse sólo para ella, y que vio sus labios barrosos y sus dientes extraños y que él trata de hablarle pero ella siempre sale corriendo antes de que él pueda entregar su mensaje. Julie no es del tipo de personas que se inventa las cosas y ella jura que todo esto del hombre encogido es verdad.
—Julie, dejá de mentir, —le dije.
—Roberta, no estoy mintiendo, —me dijo.
—Si estás diciendo la verdad, entonces pinchate con este alfiler en la mano.
Julie se clavó todo el alfiler hasta la cabeza. Ella es así, tiene ese estilo de hacer las cosas. Y desde entonces, me ha estado perturbando la posibilidad de que exista un hombre encogido que emerge de la tierra, porque la forma en que Julie hizo lo del alfiler fue muy sincera.
Crawford Este es la calle de la gente basura. Dientes que faltan. Pelos grasosos de dos colores en las mujeres y pelos grasosos normales en los hombres. La gente viene solo en dos tamaños: muy gordo o muy flaco. Y todos ellos están rotos y todos ellos están tirando bocanadas de humo constantemente. Yo también fumo a veces. Y Julie también. Es muy difícil no fumar acá. 
Hay un montón de autos muertos estacionados a los costados y algunos están repletos de basura al punto de que hace presión sobre las ventanillas de vidrio y un moho verde le crece encima. La madera de los portales de las casas está podrida. Las puertas se cierran a los portazos y el griterío es constante dentro de las casas y es constante fuera de las casas y a dos puertas de la mía hay dos chicas con cara de pescado que simplemente se paran en el barro y hacen torneos de quién puede gritar más fuerte.
Y la gente constantemente se está cayendo. Se cae todo el tiempo. En los patios, en el barro de la calle, de los autos, por las escaleras de las casas, y hace dos noches el tipo de los calzoncillos caídos de la casa de al lado estaba en el portal de su casa gritando “¡YO SOY lo que SOY y eso es TODO LO QUE SOY y LO SOY!” y después se cayó por la baranda a un arbusto.
El dueño, el propietario de todas las casas, es Harmong. El señor Harmong es el más infeliz y roñoso de todos los miserables que con su cara de chancho fraudulenta se dedican a alquilar casas para alimentar sus culos mantecosos. De todos los tiempos. Pesa como treinta millones de kilos y tiene que caminar con un bastón de metal de cuatro patas para evitar tropezarse con su propia grasa personal, que además lo hace jadear y ahogarse. En la piel de la cara parece que le hubieran pasado un antigrasas rosado y seboso. Harmong quiere que le paguen el alquiler en su exacta mano el primer día de cada mes, que es la tarea que la madre me encarga a mí, mientras ella se encierra en el baño hasta que el señor Harmong se haya ido.
La última vez que estuvo acá, sus dedos como pinzas me atraparon la mano, sacó sus labios de chancho para afuera y me preguntó si ya estaba grandecita como para tener un novio. Le dije que no. Él dijo que más me valía que no se enterara de que algún tipo me andaba atrás, porque tenía gente espiándonos. Dice que tiene gente que nos espía hasta al último de nosotros. El tipo de los calzoncillos flojos es el jefe de sus espías. Siempre dando vueltas por la entrada de su casa en sus estirados paños menores y mirando para nuestro lado.
Del interior de la casa no hay mucho para decir. El piso de abajo es una sola habitación. Está el área de la cocina y está el área del living. Está el televisor de la madre y el sillón de la madre y la lámpara de la madre. Todo nuevo. Todo caro. Regalos de gente agradecida del hospital. La madre es enfermera del Hospital para Veteranos. 
En el living, hay una alfombra mugrosa a la que el señor Harmong le puso clavos para evitar que alguien la robara y algunos de los clavos se las han arreglado para sacar sus cabezas sobre la superficie y Julie y yo nos enganchamos los pies con ellos más de una vez. Tengo una especie de piedra que me traje para bajarles a golpes las cabezas, pero no se quieren quedar abajo. Hasta los clavos están tratando de escapar de este lugar.
La otra cosa que vale la pena mencionar es una caldera a gas, grande y marrón, con ductos dentados y cubiertos con cinta y marcas chamuscadas que sobresalen en un costado, causadas por lo que se conoce como acumulación de gases. Cuando la caldera está andando, a veces dispara unas llamas anaranjadas a la habitación. Supuestamente, no es peligroso. El señor Harmong dice que no hay nada de lo que preocuparse. Dice que si se sale de control, que le tiremos un poco de bicarbonato de sodio.
El área de la cocina era donde la madre me estaba gritando. Las paredes parecen de terciopelo gris por las capas de grasa y polvo. Hay telarañas que cuelgan y se balancean. La heladera es muy ruidosa y pierde agua y sufre sacudidas. La última cosa para mencionar es la mesa de la cocina, con unos falsos patrones de madera que parecen cobrar vida cuando estás puesto de alguna sustancia; podés ver cabezas que se mueven, que te hacen que sí, te dan algún consejo. Y aunque la persona que escribió este libro no había consumido ninguna sustancia al momento de recibir los gritos, por el rabillo del ojo, todavía podía ver a las cabezas con vida, que se movían debajo de la superficie de plástico de la tabla. Es que, al parecer, una vez que tu mente se expande, es muy difícil reducirla de nuevo a su tamaño habitual.
Desde el otro rabillo del ojo, podía ver a Julie, sentada en la parte más alta de las escaleras y sonriendo porque estaba feliz de que la madre le gritara quien escribió este libro. Julie estaba a punto de estallar de la risa de la escena porque JULIE ES MALVADA, ES UNA PERSONA MALVADA.
Quien escribió este libro se había sentado de una manera muy derecha, con el camisón floreado azul que tenía una rajadura debajo del brazo, causada por la insistencia de quien escribió este libro de sentarse con las rodillas arriba y obligar al camisón a tironear por culpa de las rodillas, cosa que, esta persona sabe, solo puede causar una rajadura, pero igual lo hace porque NO TIENE RESPETO por nada NI GRATITUD porque piensa QUE EL MUNDO GIRA ALREDEDOR DE ELLA, además es estúpida, idiota y estúpida porque anda en patas, qué pasaría si pisara una aguja, alguna aguja de bordado de la madre que ha quedado en el piso, qué pasaría si pisara una aguja y se le metiera derechito en el pie y Roberta no lo sintiera y la aguja siguiera subiendo y subiendo a través de las venas que conducen hasta el corazón y entonces la aguja LA APUÑALARA EN EL CORAZÓN y Roberta se MURIERA, y sería MUY DOLOROSO, todo esto de acuerdo con la madre enfermera, experta médica en Formas absurdas de estirar la pata. Fue la madre la que había robado el Diccionario médico de Steadman: Edición Dorada Aniversario, aunque tenía un cartel rojo que decía PROPIEDAD DEL HOSPITAL, NO SACAR. Un libro del que la persona que escribió este se ha enamorado y que lee por las noches, durante las horas solitarias.
La madre gritaba que había conocido mucha gente que había muerto de la Puñalada Ascendente de la Aguja Desapercibida, o PAAD, había sido testigo de casos como estos muchas veces y ni una sola persona HABÍA SOBREVIVIDO.
Y la persona que escribió este libro mantenía la rigidez de su cuerpo, aunque mientras le hablaban pensaba SÍ, CLARO, SÍ, CLARO, como si no me fuera a dar cuenta de que me está subiendo una aguja por el pie. Como si no tuviera suficiente información biológica sobre las venas para saber que una aguja nunca podría llegar hasta el corazón, ¡CLARO, CLARO, CLARO QUE SÍ!
Pero Roberta mantuvo la boca cerrada y los ojos en el piso, aunque continuó su examen de los pedazos de mugre en el piso. No emitió sonido mientras su madre verseaba con toda esa información médica falsa a lo largo de terribles explosiones de mal aliento.
Roberta tiene un olfato  muy sensible.
Una vez, en los viejos tiempos de Roberta, hubo una perra llamada Cookie. Y la madre también estaba todo el tiempo gritándole a ella por todo, fumaba y le gritaba porque Cookie tenía problemas incurables en la piel causados por Demodex, la criatura de la sarna, y a Cookie siempre le picaba y se andaba rascando y todo el pelo se le pudría a pedazos y el húmedo y perturbador cuero cabelludo perruno empezaba a entreverse y el sonido de los mordiscos la ponía a la madre de los nervios, por lo que le tiraba cosas a la perra y le gritaba “¡ME PERJUDICÁS!” Y la madre entonces dijo que Cookie se tenía que ir y Roberta le suplicó, le suplicó que no, pero todo lo que la madre hizo fue esperar a que Roberta se fuera al colegio y, cuando volvió a casa, no había más Cookie. En cambio, había una bolsa de estrellitas de chocolate blanco, salidas de una famosa confitería al lado del puente Aurora. El famoso puente donde la gente se deshacía de cosas o se tiraba a sí misma. Y la madre tenía marcas de mordidas en la mano y le dijo a Roberta: “agarrate unas estrellitas”.
—¿Dónde está Cookie?
—Ni idea, —dijo.
Y Roberta se paró en la entrada y la llamó y la llamó hasta que la madre la entró a rastras y le gritó: “¿QUERÉS LLAMAR A LA PERRITA? ¡TOMÁ, LLAMALA!” Y entonces agarró el teléfono y le golpeó a Roberta la cara con el tubo. La nariz rota. Nariz de boxeador. Uno de mis rasgos distintivos. Mi olfato se volvió muy sensible desde entonces.
Todavía no mencioné el verdadero misterio de esta historia: la asquerosa y sangrienta escena en un estacionamiento al borde del área restringida del estado de Nevada, conocida como Dreamland. Un lugar real. La masacre del motel del Buen Capitán. Sólo dos sobrevivientes de los que se tenga registro. Una era Cookie. Y después estoy yo. Tal vez hayas visto fotos en el diario. Fue bastante conocida. Pero me estoy adelantando, porque todavía me falta mencionar al padre.
A Julie le quedó un moretón en la cabeza por el removedor de esmalte y la madre la hizo bajar para que yo pudiera tocarlo y tener dimensión total de mi terrible personalidad y tal vez fue un poco desconsiderado de mi parte el presionar tan fuerte como pude sobre el moretón. Pero hay algo que se llama odio en este mundo. Los hippies estaban tratando de curarlo, pero no creo que sean capaces. Ningún hippie podría en este momento hacerme decirle “paz” a mi hermana, quien se encuentra en la cama, fingiendo que duerme. Está haciendo su mejor imitación de las formaciones del sueño, como que le cuelgue la mitad de la boca, las respiraciones largas y los leves movimientos oculares debajo de los párpados cerrados. Y debo decir que es bastante convincente. Julie es una idiota y la odio, pero es muy talentosa para algunas cosas. Fingir cosas.
Me siento un poco mal por haberle roto la cabeza. Me siento un poco mal por muchas cosas que hice. Pero no me siento mal por haberlo matado. Porque fui yo quien lo mató. Y no pido perdón por todo eso. Fue una buena idea y siento orgullo por ella.
Verdad más Amor Mágico igual Libertad. Quien escribió este libro sabe que todos estos son muchos detalles que recordar para tu comprensión lectora, pero quiere despejar el quién, qué, cuándo, dónde y cómo de esta historia ya desde el vamos, para así llegar de una vez a por qué. La difícil pregunta de por qué se convirtió en lo que es y cómo fue que terminó de la manera en que terminó.
Cuando la pregunta es difícil, la respuesta va a ser difícil.
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findesemanadeaccion · 4 years ago
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El gobierno de esta localidad electrodependiente, en medio de la profunda crisis energética, descubrió la manera equitativa de cortarnos la luz para salvar vida. Dicen que si todo marcha bien, al final vamos a poder derrochar un poquito. Nos cortan la luz con el nuevo sistema cada diez minutos por veinte segundos y toda la familia nos hacemos los vivos gritando wooooo que es nuestra manera de esquivar la responsabilidad que tenemos en el cambio climático, la tajada de segundos que nos toca. Empezaron llamando a todos los celulares y preguntaban si había electricidad en casa. Cuando decíamos que no estábamos adivinaban a qué hora poder cortarnos la luz sin costo político. Pero ya no, la situación es grave y algunos dicen que crítica. Todavía no me familiaricé con este modo de vida. Cortan la luz y para mí luce como los falsos principios de las canciones, ese estilo de discurso frágil que queda cuando la gente anhela sobre el estéreo la canción que está buscando. La rutina viene siendo eso, un taxista cambiando de canción en un compilado que puso y que le grabó la señora en la clase de tic, lo guarda en la guantera como la joya. Los cortes de luz se parecen a pestañear y los días y las noches parecen una frecuencia de los cortes de luz. Una tirada de días sin aniversarios, o el aniversario eterno de que hace un día. En esta efeméride eterna, los barrios desaparecen. Las manzanas titilantes adentro de los barrios del universo parece: las galaxias. El interin es un video de los años solares. Vivimos en la foto de la era geológica, tenemos la casa en las tomas falsas que se interrumpen cuando una voz dice no, pará, estoy grabando.
El abuelo aprovechó para mostrarnos su mundo: a él ya le venían cortando la luz de sus ojos personalmente, y esto fue como acomodar el sueño, dice, le permitió planear por anticipado sus momentos de vigencia, y otros no: de melancolía; matizar el alzheimer; “hoy voy a ser lúcido, hoy voy a ser abatido”. Nosotros por nuestra parte hemos dejado de contar las veces y cuando nos despertamos siempre decimos “soñé con lo que ya tengo” o no decimos nada. Por lo demás, no tenemos tiempo para las cosas sin color, es decir lo abstracto, por lo que ya no nos damos cuenta de historias clave como el destino. De todas formas, mamá si se organiza bien vuelve del trabajo el mismo día: el edificio es monstruoso y bajar se lo tienen que proponer como objetivo y sacarlo por oficina de entrada, bajar es uno de los temas del momento siempre junto con “el tiempo”. Nos desborda la alegría. Los viejitos a los que iba a ayudar en el asilo, que por siempre nos habían pedido de vernos saltar, nos dejan saltando solos porque se desconectan con cada corte y hasta que reinician comentamos cosas de jóvenes. Yo en realidad digo boludeces. Por suerte una batería de emergencia ayuda a los viejitos con lo básico de la vida, corazón, pulmón etcétera. Simplemente yacen los cuerpos de los viejitos cada uno al lado de su fantasma. Los villanos están dejando de lado la intriga y se muestran como exagerados con la pronunciación desde el momento cero, sin la capacidad de modular su excentricidad para jugar con los sentimientos protagonistas (está el caso del señor pelador de pollitos que no llegó a pelar ninguno etc). Abandonamos las conversaciones de largo aliento para dedicarnos a los chismes y los anticipados momentos de revelación (que antes únicamente los merodeábamos) dónde yo me enteré de muchas muertes del barrio, incluso la de mi abuelo. Por suerte es navidad, época de confusión natural y estamos volviendo del corte dentro de todo con dignidad como nos enseñaron, abriendo una sidra y retomando algún poema de becker que decimos que estuvimos discutiendo durante el corte. De afuera lucimos como las fiestas y damos familieros y comfort pero adentro somos solo más o menos, como una ilusión. El interior es grande y solitario, como una tarántula plateada. Yo disfruto escuchando como me atraviesan mis pensamientos y me gusta desaparecer. Soy como Marlene Dietrich, de capricornio.
Mamá entra y sale de escena y al principio nos pareció solo una inquietud nuestra pero después lo elaboramos y cada vez que aparece tiene menos pelo. Le preguntamos la edad y ella se pone colorada, hace lo mismo que cuando se la preguntamos de chicos. Ese día dejamos de hacer caso y empezamos a tener un poco de intimidad, y mamá también se encerró en su pieza. Y después nos cortan la luz.
Al regreso del corte, mamá, una morosa incobrable, empieza a desestabilizar la noción de que estamos re de la fiesta, porque puede jurar que un poco de la comida que hay en la mesa empezó a tener mal sabor. Pasamos el trago amargo pero ni siquiera podemos terminar la frase que la birra está caliente. En otras palabras, está faltando refrigeración en general y se nos produce una aspereza en la garganta y una revelación: hace por lo menos una semana que debemos estar festejando navidad. Me siento excesivo pero pienso que debe ser la costumbre de estar viviendo con ropa de vestir, ropa de navidad. Ramona sugiere desde su ignorancia que nos habremos perdido los fuegos. Salimos al jardín de enfrente convocados por la época donde estaban durmiendo unos senadores y entonces vemos, más allá de los senadores, toda gente con características, todos con ropa de fiesta. Nadie había contemplado gastos de los que estaban ahí afuera, vestidos para las fiestas, es decir, todos un poquito más arriba de su conciencia de clase que tenían en la cabeza. La calle aparecía llena de profesionales y de gente en su mejor momento no necesariamente en fila pero con un sentido de acumulación como en la especie. Estaban todos expuestos y, exclusivamente basándonos en su ropa, tenían algo en lo que eran buenos, había médicos especialistas, ganadores y los que de verdad habían salido primeros, solo algunos no tenían nada que debían ser los mejores amigos de los protagonistas. Era la primera noche que se sabía quiénes eran los desconocidos y dónde ubicarlos. Médicos, especialistas, ganadores, egresados, se veían mucho las caras y las características. Sus pantalones, sus formas de caminar y ellos. Todos estábamos ilusionados y las personas que se habían puesto algún brillito, cuando venía el corte de luz no desaparecían. Mucho adorno chiquito como de bautismo, cuánto color, dijo mamá, la capital de la provincia. Todos con la ropa del día de su muerte y también nosotros.
uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
Vinimos los zombis. Cuando vinimos los zombis nos reconocieron a la mayoría, nos reconocieron de toke, perfecto de las películas, por eso lo primero que tendieron a hacer fue asentir. A diferencia de las películas nos llamaron Los Zombis. Lo único distinto era que los zombis sí saboreábamos y que teníamos una experiencia de lo cotidiano. Igual, no nos trataron como personas. O sea, al principio si, pero después definitivamente no: trajeron unos tanques. Errábamos, sin sentido del tiempo, un poco agachados para guiarnos por las vibraciones de la tierra, buscando en las corrientes de aire un sistema subterráneo de cuevas que nos alertara de una montaña. Un día por fin aparecieron los tanques provinciales de la gendarmería nuclear pero eran contra nosotros. Yo tenía mucho cine y había escrito una monografía sobre el origen de los muertos vivos en la zona del Caribe en la que revelaba varias cosas, por eso lo primero que hice fue no continuar con mi personalidad. Para sobrevivir en un país así lo que se necesita es tener una marca en la cara y un arma característica. Deambulo con la dificultad de que siguen cortando la luz, pero reconociendo los límites del antiguo trazado de la ciudad en los perros que todavía se asoman a las rejas ladrando y que me parecen muy de una época. Ellos son daltónicos. Pienso, la civilización era un tour: las direcciones que siempre las interpretábamos como encrucijada ahora dicen para donde hay que ir. El mundo tiene dirección. De camino a las colinas, que es la opción para huir de la maquinaria represiva, donde hay todo lo que se necesita, madera, piedra, alimento y no se si oro, un grupo que identificamos simplemente como vándalos nos invitó a una pandilla. Nos dijeron que se llamaban los errantes. Yo les dije cómo me llamaba yo y agregué soy como Marlene Dietrich, de capricornio. Les encantó y les pareció que a grandes rasgos compartía sus valores. Muchos son conocidos de un antro gay pero con barba que están re grandes, aunque ya una vez en el pasado habíamos dicho que estaban re grandes. Nos dan a elegir entre nuestra historia y otra cosa y elegimos la otra. Pedí un arma pero solo porque me sentí en el compromiso y el peso del fierro me la bajó, sentí ese frío como cuando los pensamientos no pueden pasar por el tejido cerebral muerto, cuando se escucha el ruido del que están hechos justo antes de la parálisis. Ilusionados con sobrevivir, ya con las armas nos escabullimos a las colinas para convertirnos en lugareños que asaltaban personajes y demás viajeros sin ningún motivo específico más que la sociedad, sin solución de continuidad entre nosotros y la comunidad más que la especie. Generábamos un forcejeo con turistas y cuando lograban reducirnos fingíamos estar por decir una frase misteriosamente incompleta antes de morir para aprovechar el momento de incertidumbre y liquidarlos. Asaltamos unos muy buenos, tersos, al principio pero después nos convertimos, como debe ser, en una leyenda, una inquietante explicación de indicios  vagos que conformaron la vida de otros. Los que piensan en nosotros tienen una idea muy general de una pesadilla que estamos viviendo, como los noticieros de la mañana rodean el tema de las fiestas electrónicas. Pensamos como atacamos: sólo en comunidad. Nos estamos manejando con lo básico para vivir: raparnos, dejar atrás, soltar el cobre antes de la explosión, no desaprovechar las vitaminas del sol, que todo lo que tiene centro se puede matar. Cuando subimos la parte empinada de la colina siempre nos empieza a latir con fuerza el corazón, como si estuviéramos acercándonos. Para contar también lo bueno: a veces desde las colinas, la parte alta de la ciudad, vemos nuestro antiguo pueblo que sigue respirando en intervalos con cortes de electricidad intermitente cada diez minutos. Nos gusta: se parece a los días, los días desde el espacio. Nos dijeron que las fuerzas represivas habían recuperado la situación de los zombis antes de que se desfigurara el rol del estado pero no podemos volver: somos una amenaza. Nos quedamos al margen, donde pertenecemos y parecemos una raza alienígena vestida con los trajes de los humanos que colonizaron. Yo, por mi parte, con solo escuchar respirar disfruto. Yo soy de capricornio, como Marlene Dietrich.
Una hermosa canción sobre un apocalipsis zombi la tenemos pegada desde ayer o desde el viernes:
Aca corriendo asustados a cada lugar que llegamos / con tanto miedo de que aparezcan. / Seeee, corriendo asustados, qué voy a hacer / si se conviritó y viene por vos
Acá corriendo asustados, sintiéndonos bajón, / corriendo tan asustados como vos lo deseás. / Corriendo asustados, con susto de perder. / Si él se convirtió, te elegirías a vos?
De un momento a otro estaba ahí adelante / confiado, alerta y con la frente en alto, / mi corazón crujía, quién de nosotros sería, / entonces nos dimos vuelta y nos fuimos a pie, tranca.
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findesemanadeaccion · 4 years ago
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La famosa
Cuando fui famosa fuimos al restaurante de lolo que ahí trabaja mi enemiga y le hicimos un lío tremendo a ella, le confundíamos la línea de gaseosas que deseábamos con la que tenían. Después me di cuenta de que esto se parecía mucho al principio de una película y que no era precisamente a mí a la que le hacían planos cortos y le ponían voz en off para llevar el calvario por dentro. Así que nos fuimos antes de consumir. No se preocupen, de esto me di cuenta solo porque fui famosa.
Crecí en una casa con mi abuela que me gritaba si no podía apagar la tele, no puedo ver nada de la trama porque me tapa el ego de los artistas decía. De esta manera la televisión estuvo más que nada apagada. Aprendí a leer los labios con botox de las consagradas con la pantalla que pedía mute y yo le metía. En esta etapa que es importante para aprender el sentido común y las decisiones más frecuentes perdí mi oportunidad de asociarme con los protagonistas, personajes universales y buenos sin carácter. Sin embargo me acercaba a la pantalla y experimentaba la constancia de las personas normales. Una vez fui lúcida con un manual de microondas y me pareció que no tenía personalidad ni oportunidades. Trataba de descubrir el plano que nos agarraba porque solo en esos ángulos está definido lo que nos va a pasar. Si te enfocan de cara o sos la protagonista o algo planeás. Creía que el maullido era de la tele. Salía a la calle algunas veces y confundía a los desconocidos con sospechosos.
Nos hospedamos en mar del plata en un hotel con gente muy mayor. Yo cuando digo viejo me refiero setenta, ochenta. Todas estas personas a duras penas podían sobrevivir y cuando solíamos volver al hotel porque caía el sol los diferentes días ellos por lo general se habían fallecido. En un restaurante, porque parece que uno choca y después se va a cenar, le decía a mi abuela que alguien católico ya debe tener la biblia como para regalársela y después no se vio que no hablé más: la vi pasar a gladys florimonte. Cuando terminó de salir del predio, se atenuó todo y el color del planeta era por primera vez fácil. La quiero como enemiga, me dije.
Mi primer papel fue en un documental: dos hermanas mellizas, a los treinta años una de ella está sana y la otra tiene esquizofrenia, esperan en el consultorio del médico  y se van a enterar cuál es cuál. A partir de ahí empecé a prestarme para más papeles. Hice sobre todo papeles de lasciva y de heredera impostora. Me volví parte de la cultura y mi nombre en un punto ya dejó de ser de vieja. Remonté una situación de recaída y mi regreso al maquillaje los dejó mudos. Hice playback en videos de fabiana cantilo. Esperé al lado de un teléfono de disco en un sillón azul como todas mis amigas que me llamaran de Carlos Paz. Mi mejor momento: escuchar mi voz doblada al polaco: una voz como que la habían desenterrado eligieron. Me elevé. Me hizo reflexionar sobre mi lugar en la cultura argentina: la abyecta, la que responde a los castings que piden una mujer caucásica fea. Por contrato no puedo interpretar abuelas sobrias y asexuadas y por mi contextura demasiado delgada en el futuro haré siempre de la periodista. Finalmente obtuve lo que deseaba: mi pelea con gladys. Fue el papel que más me requirió: yo cometía un error del pasado y metía a todos en la misma bolsa, la vinculaba a una familia oscura de esta, en otro tiempo, gran nación. Mis pruebas eran vagas pero se podían transmitir por cámara. Nos hicieron pantalla partida como que no nos podíamos ni ver y ella hablaba por medio de una imagen de su peor época. Gladys lloraba por comunicación telefónica con la declaración jurada en mano, invocando a todos sus parientes. Nos imitaban en magazines de la tarde y yo aprovechaba para chequear mi personaje y tal vez cambiar mi peinado. El día que llevó los papeles al tribunal le terminó chorreando la cabeza y sacaron una foto que la destruyó como si se hubiera quedado pelada. El último trabajo que le quedó fue en una radio de noche. Pensé hacer de ir a la salida a esperarla abajo del techito con anteojos de sol oscuros para no intimidarla. Causé el efecto contrario y me disparó con gas pimienta antes de decir a. Después de eso, todo el país  la dejó de ver con su aura. Caminaba por la calle como las diferentes personas, con una figura sosegada. Los artistas en cambio no tenemos sosiego.
Ahora que triunfé me siento atraída más que nunca por las pantallas, ceno sola una lata de cerveza brahma y veo el sitio resplandeciente de las figuras muy lentamente. Un poco de televisión internacional para desconectarme: yo no estoy ahí. Sobre mi cuerpo: mi figura está transformada al punto de parecer el alien que anida en este cuerpo terrestre. Del tema de mi alma, bueno, no pienso abordarlo acá, ustedes ya habrán vistos mis películas. Solo decir que es simple como el color y directa como la leyenda.
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findesemanadeaccion · 4 years ago
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Chico muerto resucitado muerto
Voy a ser directo: yo soy hijo de una resucitada. El día cuando la resucitaron a mi madre en la boca, yo también fui concebido por razones misteriológicas y, siendo rigurosos, nací a los dos años. ¿A los dos años de qué? Bueno...
Soy el nonato. Mamá se comió todas las flores de su funeral al que asistió como viva. Mis primeras palabras fueron decirle vampira: no, no, porque me sacaste la vida pero me diste la libertad, le aclaré. Yo no era de hablar, porque recién nacía, pero de alguna manera estaba familiarizado con estas palabras que decía y con las que digo ahora. Desde que la resucitaron a mi madre, no hemos estado dando señales, con ella, de poder morirnos. Nadie sabe si nos podemos morir. Rápidamente y como primera medida hicieron lo que se suele hacer en estos casos, nos medicalizaron. Soy hijo de una resucitada, me digo. Todo lo que hago, para el estado, es como si mi mamá lo estuviera contando en potencial. Todos ustedes son la opinión mayoritaria, yo soy la opinión contrafáctica. ¿No ven que mi DNI no dice? ¿No ven que soy puras especulaciones? ¿No ven que yo no hubiera nacido?
Ayer, cinco, la tía Amelia quiso que nos sacáramos una foto de todos los primos que sea hermosa, para mandar a parientes europeos. No los tenemos a los parientes europeos. No existen. Pero ella quería. Cuando llegué me había puesto una mantita en el pastito para que no me-eeeeeh manchara, porque daba por descontando que yo iba sentado. Todos mis demás primos parados, en la foto, se paraban como juncos, parecían unas estacas que mandaban señales al cielo, muy estacas. Yo tranca, más sentado. Le digo a Amelia "Amelia, pero va a parecer que yo... no sé al final". Amelia, mmm, no me contesta nada más me mira con un gesto y no me dice nada, ella no quiere discutir, es apolítica. Recién después miro al costado y veo que éramos dos para sentarnos con el primo que estuvo preso, que también lo querían bajar parece ser. Y ahí quedó una foto que era una obra de arte y que ahora me mandan a la clínica, me llega al celular. Este día ya van cuatro de clínica. En la foto, que es una obra de arte, lo quiero aclarar para que no piensen que estoy sesgado, el primo ex-preso y yo estamos sentados (dicho y hecho) y parece que estamos bajo tratamiento por la posición que tenemos en el suelo, que podría ser de sirenas. A mí de hecho me lo estaban haciendo, pero mi primo nada más había estado preso. En cambio el gordo Julián era el que más parado estaba de todos, parecía que todas las cosas del mundo estaban en alguna relación de grado de inclinación con respecto a él. Yo pensaba, en ese momento, ahí estaba, el gordo Julián, no se podía creer lo bien parado que estaba, lo bien que se había adaptado a su nuevo grupo en su nuevo colegio y como ahora se paraba exactamente derecho con unos como unos rollers que se había puesto para salir en la foto el hijo favorito de Amelia, ahí lookeado como con unos zancos, como unos aparatos ortopédicos para pararse. La tía Claudia grita: SE VAN A CAER, como discutiéndole algo a mi mamá que me veía en el mismo nivel que el ex-preso y eso la ponía incómoda. Del primo ex-preso, me olvidé el nombre. Me gustaría poder decirles todo bien detallado a ustedes que son ajenos a este mundo. Pero bueno, exactamente veinte días después va a llegar una carta, una respuesta supongo, de nuestros parientes italianos, todos varones, felicitándonos por la vida pero con un tono medio de condolencias por los sobrinos inválidos que teníamos que no sabían pararse. Dicho y hecho. Ese día que llega la carta yo voy a estar cinco en la clínica. Mi cuerpo bebe a sorbitos largos el contenido de las bolsas de la sangre donada por los que pueden producir de más, por la gente que aguanta, que alcanza el nivel y le sobra. Me digo a mi mismo: terminé pidiendo sangre.
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findesemanadeaccion · 4 years ago
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La frontera, de John Lindqvist
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