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Historias mínimas
167 posts
Lecturas (desordenadas). Notas al margen. Historias mínimas.
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gabrielaread · 6 years ago
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El otro día un amigo (medio extranjero, medio dominicano) se quejaba de que en Santo Domingo no había nada que hacer fuera de la Zona Colonial. Esa conversación me retrotrajo a mis lecturas más recientes: #FrankBáez, en su Splent de Santo Domingo, donde unos jóvenes esperan una nave espacial en una ciudad donde no ocurre nada. #JuanDicent en Summertime, cuando un personaje expresa que si no fuera por el Malecón y por la Zona Colonial nos suicidaríamos antes de los 25..., entre otros autores que recogen ese sentimiento de asfixia en una ciudad que a pesar de su desarrollo urbano sigue siendo soñolienta, ofrece pocas opciones y, en cambio, mucho caos a quienes la habitan. Hoy he vuelto a recordar la conversación al finalizar el libro “Los tres salen por el Ozama”, de Vicenç Riera Llorca (un exiliado republicano que estuvo en el país en los años 40), un libro que leí con la ilusión de encontrar referencias a un faro de hierro que existió en la ciudad (y no, el faro no aparece). En la novela me encontré con las imágenes de ese Santo Domingo bucólico y aldeano de los años 40. Una ciudad asfixiante, no solo por el clima político de la época, sino por sus propias limitaciones sociales y culturales. El libro de Riera parece un manual de prejuicios, pero hay que observar que se trata de la mirada limitada y deprimida del europeo blanco, así que para quitarme ese malestar he recurrido a las fotografías de Kurt Schnitzer (Conrado), un exiliado judío que retrató la ciudad por esas mismas fechas. Lo cierto es que leer “Los tres parten por el Ozama” es casi como ver las fotografías de Conrado y al decir esto estoy señalando también un aspecto positivo y rescatable de un libro que, si bien no me trajo el faro, me colocó ante imágenes que agradezco inscribir en mi memoria. Todas las fotografías de Conrado que coloco en el post son imágenes que se describen también la novela. #HistoriasMínimas #ArchivoConrado #literatura #libros #leoycomparto #exiliorepublicano #SantoDomingo https://www.instagram.com/p/Btjz9jaBIaT/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=oftafw7afbum
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gabrielaread · 6 years ago
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Diría que estoy recordando a Hilma Contreras porque falleció un día como hoy en San Francisco de Macorís, su ciudad natal. Pero lo cierto es que sus cuentos se materializan a diario en las mujeres que conozco. Es difícil no reconocerse en su narrativa poblada de mujeres que esperan, mujeres que se incendian. Mujeres que se reintegran a sí mismas en el silencio, en la oscuridad. Uno de mis fragmentos favoritos de Contreras presenta a una mujer que se reencuentra consigo cuando cae la noche. La noche es tal vez el único momento que tenemos para nosotras mismas. "Estaba sumergida en su silencio como un baño de frescura sin límites. Un silencio viviente, de pensamiento fecundo, que se escucha a sí mismo cuando los demás se han marchado al fondo del primer sueño. Era la hora en que le gustaba descubrirse en su relación con el Universo, sin interferencias de ninguna clase. La hora en la que se reintegraba". (La espera, Hilma Contreras). Este cuento la convierte en bandera del feminismo dominicano, de acuerdo a la poeta Jeannette Miller, por presentar a dos mujeres lesbianas, toda una hazaña para la época y también por ser Hilma una mujer de 74 años en ese momento. Pero mucho antes que ese cuento, y también después, dio vida a personajes femeninos increíbles: poderosos y transgresores. Mujeres negras, de clase baja que luchan con fiereza para sobrevivir a la pobreza, que se sobreponen a la violencia machista y hacen justicia por sus propias manos; que se adueñan de su sexualidad y salen en busca de su propio placer, mujeres que no pretenden ser buenas, o que son profundamente humanas, con sus matices y defectos, que lavan sus angustias con una ducha de agua fría o que no se deciden a amar porque no tienen fuerzas para enfrentarse a la sociedad o a la presión de clase. “Hazme sobrevivir a través de TODAS. No quiero otra inmortalidad”, escribe Hilma Contreras en su diario íntimo a quien fuera su gran amor, Segundo Serrano Poncela. Pero lo cierto es que ella  se ganó la inmortalidad a pulso propio, a través de sus personajes. #HistoriasMínimas #HilmaContreras #literaturadominicana #libros #literatura https://www.instagram.com/p/Bspn6EeB3Gj/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=bkfpln3itw1f
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gabrielaread · 7 years ago
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Una noche, viajando hacia mi pueblo, apretujados (porque era la última guagua y no teníamos opción) en el asiento del medio se sentó un joven y más adelante una anciana.  Al rato la vi posar su mano sobre la espalda del joven como cuando intentas confortar a alguien, solo que eran dos desconocidos. Oh dios, ese movimiento tan simple. Hace once años y lo recuerdo por lo mucho que me conmovió ese pequeño gesto, amoroso e íntimo. Anoche le comentaba a alguien: me interesa lo minúsculo. La poesía presente en lo cotidiano. Y esta persona me decía: ¿pero qué? En la tarde había leído un cuento de Hilma Contreras llamado El cumpleaños de Vitalina y se lo puse de ejemplo. Al principio de la historia la protagonista llega a su casa desafiando nuestro sol del mediodía. “Todo reverbera”, escribe Contreras. Vitalina lleva encima el disgusto de un día más en la oficina. Se desnuda y se da un baño. Con el baño, se libera del tedio. Se purifica. Es el tipo de cosas que me conmueve: encontrar belleza en alguna cosa simple que hacemos a diario. He visto esa reverberación del mediodía. He llegado cada día a casa con el tedio de la oficina. Me he bañado al menos  10 mil veces desde que tengo trabajo. Nunca se me ocurrió ver poesía ahí. No es el sol. No es el baño. No es el tedio. Es la mirada que se posa sobre las cosas, como la mano de esa anciana en la espalda del joven desconocido.  Foto: @naveganteurbano    #HistoriasMínimas #HilmaContreras #literatura #libros #literaturadominicana  (en Santo Domingo, Dominican Republic) https://www.instagram.com/p/Bqft7FXhGs0/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=1w4ieoakafnt8
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gabrielaread · 7 years ago
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Me hacía ilusión, para algo que estoy escribiendo, encontrar la referencia en algún libro a una columna jónica ubicada en el Malecón (Paseo Billini esquina c/Sánchez, apenas unos metros después de D’Luis Parrillada). Antes de conocer su historia me fascinaba pasar y verlo como un poste solitario que alguien simplemente olvidó allí.   (Y no se trata de un olvido imposible, eh! También en el malecón, casi frente a Casa Mobel, hay una columna cuyo estilo no logro determinar y que dejo en la tercera foto. Su incongruencia me fascina, por lo disruptiva. De seguro no conmemora nada).   Pero la columna que me ilusiona no es una estructura cualquiera, sino un monumento funerario que honra la valentía y la solidaridad de un grupo de hombres que desde la orilla vieron zozobrar una barca (el balandra Aurora) y se echaron al mar a tratar de rescatar a los tripulantes. Naúfragos y parte de los rescatistas murieron bajo el peso del oleaje caribeño. La columna lleva allí 108 años y siempre que paso miro para cerciorarme de que sigue allí. .   La otra noche, no buscando eso si no otra cosa, leí un cuento de Antonio Lockward Artiles llamado La casa marina, y casi grito de emoción al encontrar este párrafo:   «A solo unos centenares de pasos, vimos el hueco marino con su cadáver pequeño. Y más acá, un monumento a José Cuevas, Casimiro Almonte, Eusebio Lugo, José Maíz, Miguel A. Veloz, Miguel Pérez y Juan Ramos Mendía:   "Al ver la nave zozobrar perdida / un noble rasgo le costó la vida".   ¿Cómo seguir así, entre monumentos funerarios? Y te retiras para alejar el monumento».   Estos pequeños hallazgos hacen arder mi corazón de lectora. Fotos: @imagenesdominicanas (las dos primeras)  #HistoriasMínimas #libros #literatura #balandraaurora  #literaturadominicana #antoniolockardartiles #malecón #malecóndesantodomingo #maleconsd (en Luis Parrillada En El Malecon) https://www.instagram.com/p/BpxMuUSBDAr/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=1l76vqlrxqj0k
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gabrielaread · 7 years ago
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La vida de oficina es triste. Intento llegar a una conclusión contraria y no logro. Un día veo salir a una chica de una oficina en Gazcue. Observo su cansancio apenas un martes. Su lucha contra la lluvia frente a la calle inundada. El intento por proteger el pelo, su inversión en salón de belleza de fin de semana que debe durar al menos hasta el viernes. Los tacones en las manos.    En otra ocasión voy caminando por la Lincoln y veo a otra oficinista y a su compañera. Del brazo lleva una bolsa. También la lonchera del almuerzo. La sombrilla. La pesada cartera. Los papeles del trabajo que se lleva a casa. O tal vez unos análisis médicos.  No hay manera de que aquello no me produzca tristeza: la sujeción al horario, la defensa del sistema, el Over que describe Marrero Aristy cuando habla del batey y que a mí me parece tan extrapolable: "para sostenerse empleados no tienen otra garantía que la de su servilismo", dice.  Pienso en personajes de libros que son oficinistas. Macabea (La hora de la estrella, Clarice Lispector) mecanografiando cartas, equivocándose una y otra vez. Néstor Luciano Morera (El violín de la Adúltera, Andrés L. Mateo), escribiendo un diario en el que disecciona a sus compañeros de oficina mientra recibe notas anónimas en papeles azules. Las empleadas de oficinas públicas que te dicen el "vuelva usted mañana" de Mariano José de Larra. Josef K. enfrentándose al proceso kafkiano fuera de su trabajo. Yo misma enfrentándome a "los procesos" EN el trabajo.  William Faulkner, en una entrevista, reconociendo que: "Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas, día tras día, es trabajar. No se puede comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas... lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar. Y esa es la razón de que el hombre se haga tan desdichado e infeliz a sí mismo y a todos los demás". Vuelvo a la chica de Gazcue, un martes cualquiera, un martes de lluvia. Esa chica cansada y triste. Trato de imaginar su día y al hacerlo, repaso mi propio día.  #HistoriasMínimas #libros #literatura #oficina #aboutschmidt #alexanderpayne (en Gascue, Distrito Nacional, Dominican Republic) https://www.instagram.com/p/BnkMdVkHb51/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=1pa1q2884eb1b
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gabrielaread · 7 years ago
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"El café es la atención que uno tiene con los visitantes. No siempre hay comida para brindar", me dijo doña Olinda, la esposa de un caficultor de Maguana Arriba. Pero en su casa, ciertamente, había abundancia de generosidad. En el camino de regreso a la ciudad, yo iba pensando en esa característica de nuestros campesinos. Venía pensando específicamente en la generosidad como un atributo indígena (allí en San Juan de la Maguana, donde todavía hay muchos vestigios de la cultura taína) y recordando que así lo recoge Hugo Tolentino Dipp en su "Itinerario histórico de la gastronomía dominicana" al citar las cartas de los relatores de Indias, donde se habla de los banquetes que ofrecían a los colonizadores como muestra de amistad (al principio, luego como estrategia de conciliación de intereses). En Maguana, doña Olida me brindó un café, un desayuno de guineo, papas y chuletas; una mano de guineos maduros, un moro con bacalao para el almuerzo, una funda llena de mangos para el camino, un conejo pelao para comer al día siguiente, y sobre todo, humor y risa abundante. Yo solo le obsequié un jarrito... #HistoriasMínimas #HugoTolentinoDipp #gastronomíadominicana #cafédominicano #camposdominicanos #puercatierra #Maguana #SanJuandelaMaguana (en Maguana, San Juan, Dominican Republic)
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gabrielaread · 7 years ago
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Café amargo
Habíamos ido hasta allí porque nos prometieron una velada alegre. Después de todo, se trata de A., la mujer cuyas ocurrencias mantiene en alto el ánimo del caserío, cuando terminan las jornadas de trabajar la tierra. Cada noche hombres, mujeres y niños pasan por su casa para verla tostar el café, pilarlo, colarlo y brindarlo a los concurrentes en medio de toda clase de cuentos y expresiones graciosas. 
En Carrizal la luz eléctrica es tan insignificante que alumbra menos que una vela. Pero la puerta de la casa de A. proyectaba luz hacia el patio. Era el televisor, por donde pasaban la fiesta de Telemicro. Me sorprendió que una energía tan escasa pudiera encender una pantalla. 
 A esa hora las sillas de cuero de chivo dispersas en el patio estaban estaban todas vacías. Era muy tarde: las 11 de la noche. En el campo, las noches son largas como el cansancio, pero hay tan poco que hacer que la gente se acuesta temprano. No obstante, A. nos esperaba para tostarnos café. Había dado su palabra. 
 No sé si era su cansancio o mi pregunta desafortunada, pero aquella noche A. no estaba particularmente ocurrente. Para romper el hielo le había preguntado por sus hijos, cuántos había tenido. "Tuve 6 y una pérdida. Pero Dios me los mató", me contestó. 
- ¡Por Dios, no diga eso! le dijo mi acompañante, persignándose. 
- Es verdad. Se los llevó a todos menos a una. 
Me quedé muda. Su esposo rompió el silencio: 6 hijxs criadxs, dos de ellxs mellizas. La vida se los llevó. Accidentes, enfermedades, lo que sea. Solo le quedaba una. Se había graduado de profesora y vivía en la ciudad. Mientras A. tostaba el café y había que sacarle las palabras, me pregunté si los chistes que la hacían famosa eran su manera de sobrevivir a su tragedia. Me pregunté si era posible sobreponerse a algo así. Su esposo cubría sus silencios haciendo sus propias historias. Contaba cómo cazaba aves imitando sus sonidos, y el resto de los asistentes se moría de risa con sus ocurrencias.
 #HistoriasMínimas #PuercaTierra #cafédominicano #café
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gabrielaread · 7 years ago
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Kenscoff una noche 
En Semana Santa estuve en Haití. Una de las promesas del viaje era visitar Kenscoff. Me puse contenta. En ese momento me di cuenta de que hacía once años de mi primera visita. De mi encuentro con Marceau, el artesano de las postales. ¿Encontraría a Marceau? ¿Conocería su verdadero nombre, en lugar del nombre de creí escuchar, el falso recuerdo? 
Fuimos subiendo las montañas al atardecer. El sol se ocultaba no tan lejos y era hermoso cómo se reflejaba sobre las paredes de las casas en las montañas. No intenté hacer ninguna foto. Poco antes había pasado por el consulado dominicano y un recuerdo triste me nubló el corazón. Los gritos de esa noche después del terremoto. Yo mirando las estrellas en la cama de la camioneta. La tierra estremeciéndose. Los gritos.  
Llegamos hasta aquella galería de arte en Kenscoff y al quedarme sola en la terraza escuché otros sonidos que me tranquilizaron. Se veían las estrellas, tal como aquella noche, y también la luna. A lo lejos, un pájaro cantaba, tal vez nervioso por nuestra presencia. Y se escuchaban los grillos y era todo tan natural. Más tarde buscaría a Marceau y tendría alguna historia para contar. Una historia llena de hermosas casualidades. 
En el lugar donde está el mirador las cosas habían cambiado. Pusieron un restaurante elegante. Hay un guardián y un puesto de artesanía, un único puesto, que no ofrece nada interesante. Les enseñé las postales de Marceau cuya foto guardaba en el celular. Pregunté si conocían quién las hacía. Les dije que tenía más de 30 años vendiendo en aquel lugar, que lo había conocido hacía 11 años. Que si lo viera ahora mismo podría reconocerlo. Pero nunca habían escuchado de él. Alguien del grupo me dijo: Tal vez murió en el terremoto. Ni siquiera se me había ocurrido. 
 Me dediqué a ver la ciudad de Puerto Príncipe desde el mirador. De noche no era lo mismo. Algunas zonas iluminadas y algunas manchas oscuras aquí y allá. A lo lejos el vacío absoluto, la total oscuridad: la del mar que bordea la capital haitiana. 
 (En Kenskoff, Ouest, Haiti)
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gabrielaread · 7 years ago
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Periolibros
Hablando el otro día con un amigo recordamos los periolibros, esas ediciones fasciculares de grandes libros que salían en periódicos de nuestros respectivos países (eran una iniciativa de la Unesco y el Fondo de Cultura Económica). Esas ediciones contribuyeron a mi  temprana formación como lectora (así conocí a Cortázar, a Lispector, a Arreola, a Monterroso...). Pensar en ello me acercó a otro recuerdo: mi contacto temprano con los periódicos. 
De pronto me vi a mí misma atravesando el pueblo para buscarlo. Pensé que no era un recuerdo tan lejano, pero ¿sabes? Realmente hace más de 20 años de eso. En casa siempre hubo tradición de leer el periódico. No podíamos comprarlo todos los días y se eligió hacerlo  los sábados, que era cuando venían los suplementos literarios. Por ese entonces (si no me engaña mi propio recuerdo) al pueblo solo llegaban 20 ejemplares: algunos 10 para personas que estaban suscritas y otros 10 para los primeros que iban buscarlos. El señor que los vendía vivía bastante distante de la casa, era como ir de un extremo a otro del pueblo. Al mismo tiempo era una lotería adquirirlo, pues si no iba temprano otra persona se había llevado el último. Con el tiempo nos suscribimos y el señor llevaba el periódico a casa, pero por ese entonces ya no venían más los suplementos, sino revistas para mujeres. 
#HistoriasMínimas 
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gabrielaread · 7 years ago
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Diálogo de oficina  
 Acabo de resolver lo de tu postre, me dijo una compañera de trabajo.  - Ah, dámelo ahora.  - ¡Pero no has almorzado!  -¿Acaso no has leído lo que dice Cortázar? ¿Que la gente que come postre después del almuerzo es la misma que necesita exprimir la pasta de dientes  desde abajo? No soy de esas, dame mi postre.   
 Confesión  
 Soy peor que esa gente. Soy de las que exprime el tubo por el medio, pero cuando termino lo aliso para que quede exactamente como vino de la tienda, y cada mañana me irrito un mundo cuando la encuentro exprimida por el medio, (que es exactamente lo que hace mi hijo cada día), tremendo desbarajuste. Soy una hipócrita de la pasta de dientes estrujada por el medio.  
 Crisis  
 Hace años que esa frase de Rayuela me irrita. Realmente dice de esta forma (y no tiene nada que ver con el postre, sino con las dictaduras de la razón):  "...y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo del dentífrico".  Pero lo que realmente me ha hecho entrar en crisis fue encontrar esta otra frase en  El Perseguidor:  
  "El tubo del dentífrico por la mañana, a eso le llaman Dios". 
 Quiero llorar porque para mí la pasta de dientes es Dios, efectivamente, y porque Cortázar nunca se casaría conmigo. Ni yo con él. Es evidente que no alisaba el tubo dentrífico después de usarlo (como hago yo) y estas son diferencias irreconciliables.  
 Cortázar. Mi amor. #nuncaporelmediosiemprepordebajo #diferenciasirreconciliables
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gabrielaread · 7 years ago
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El método Hemingway 
Recientemente, en un taller para periodistas, la sesión sobre cómo organizar la historia al momento de escribirla inició con un ejercicio: debíamos decir en una palabra cómo nos sentíamos en ese momento frente a la página en blanco. Solo conozco dos periodistas que no hacen un trauma en ese momento. Yo soy de las que hace trauma, por supuesto, pero mi trauma no comienza en el momento en que me siento a escribir, sino mucho antes. Porque la historia se va configurando poco a poco en mi cabeza, a medida que voy acumulando datos y se va escribiendo de manera invisible en una página también invisible que tengo en el cerebro. Lo cierto es que sentarme a escribir no es lo traumático, sino la resolución del trauma, pues antes de ello, doy mil ochocientas vueltas, me leo una novela, me pongo a buscar datos sobre algún otro tema inútil que no le sirve a nadie, me dedico a ensayar recetas, así sea algún plato búlgaro o de algún otro país cuya existencia ya ni recordaba, etc. Etc. 
El otro día conocí el método Hemingway para darse ánimos en ese momento. El propio autor lo narra en “París era una fiesta”: 
«De pie, miraba los tejados de París y pensaba: "No te preocupes. Hasta ahora has escrito y seguirás escribiendo. Lo único que tienes que hacer es escribir una frase verídica. Escribe una frase tan verídica como sepas".» 
En esa misma página, Hemingway también aporta otro ejercicio esencial para mantener la pluma en forma: escribir siempre, siempre.
«En aquel cuarto tomé la decisión de escribir un cuento sobre cada cosa que me fuera familiar. Tenía esa intención presente siempre que escribía, y me daba una disciplina buena y severa». Y si lo ilustro con esta foto es porque el momento que describo es siempre una batalla... con una misma. 
 #HistoriasMínimas 
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gabrielaread · 7 years ago
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Cuando me hablan del futuro, siempre pienso en los estudios sobre el impacto de calentamiento global en la isla, que proyectan que la temperatura aumentará hasta 6 grados para 2050. Escenario pavoroso para este cuerpo de foca capuchina perdida en el Caribe que padece el rigor de temperaturas de 32 y 34 grados como si me estuvieran quemando viva. Para estos días calurosos también pienso en los relatos del calor en los libros que he leído. Pienso en #CarsonMcCullers y el Sur de Estados Unidos y en un cuento de una vecindad donde todos escuchan a alguien tocar un piano mientras sudan horrorosamente. Pienso en "la carretera está muerta", de #JuanBosch (tema para otro post); pienso en personajes consumiendo sopas al mediodía, mientras afuera el sol resplandece y reblandece el asfalto. Pienso, por supuesto, en #GabrielGarcíaMárquez y en sacerdotes  que intentan sobrevivir al calor bajo su sotana. Trataré de hacer una selección de estas lecturas para los próximos días. Recientemente me topé con una reseña de "Absalón, Absalón!", la novela de #WilliamFaulkner. En ésta viene un fragmento en el que Faulkner relata la costumbre de convocar la penumbra en los días calurosos (ver la segunda imagen de este post). Ese texto me trajo a la memoria otro texto de un autor que siempre reconoció la influencia de Faulkner en sus  novelas: Gabriel García Márquez. Desde que leí El amor en los tiempos del cólera, hará ya tantos años, no hay manera en que no me sienta culpable al abrir ventanas durante el día, pensando: "Estoy dejando que entre el calor, recuerda el método de Juvenal Urbino". (Ver imagen 3 de este post). ¡Ah, la calor! PD: El video es como estaré yo, muerta de calor, en el año 2050. (En realidad es Vanessa Redgrave, en La balada del café triste (1991), basada en la novela de McCullers. #HistoriasMínimas #literatura #libros #calor #verano
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gabrielaread · 7 years ago
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¿Pero será posible que algún día deje de leer a Clarice Lispector como quien lee un libro sagrado que te dicta cómo vivir y cómo sentir la vida? ¿Será posible que cuando lea sus textos no quiera subrayarlo todo y compartirlo con el resto del mundo? ¿Será posible que deje de pensar que soy uno de sus personajes, o que cuando escribe de sí misma realmente está escribiendo acerca de mí? ¿Será posible que algún día pueda yo escribir un poquitito como ella? ¿Será posible que un día sus escritos no me interpelen o me sepan a nada, como me ha pasado con otros libros a lo largo de los años? ¿Será posible que yo alcance ese nivel de sensibilidad ante lo cotidiano? ¿Será posible que logre capturar un poco de la maravilla de lo minúsculo, que pueda traducirlo en palabras o incluso reconocer que no siempre es posible, de la misma forma en que ella lo hacía? Esta soy yo leyendo "Aprendiendo a vivir", una selección de crónicas de Clarice publicadas en un periódico entre 1967 y 1973. Digo que son las #HistoriasMínimas de Lispector. Inciso I. Lispector hablando del primer libro "de cada una de sus vidas": En una librería, el día en que cobra su primer salario, hojeando cada uno de los libros. "Y de repente, uno de los libros que abrí contenía frases tan diferentes que seguí leyendo ahí mismo, presa. Emocionada, pensaba: ¡este libro soy yo! Y, conteniendo un estremecimiento de profunda emoción, lo compré". Inciso II. Yo misma, recientemente en la librería con el libro de Lispector en la mano. Presa, emocionada. Profundamente emocionada. Ahora vuelva al primer párrafo de este texto. #ClariceLispector #literatura #libros #leoycomparto #aprendiendoavivir #libros #instabook #bookstagram
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gabrielaread · 7 years ago
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¿Por fin tiempo suficiente? Ayer fui a la librería a buscar un libro para un amigo y me puse muy contenta porque me encontré con un poemario de José Mármol que tenía ganas de tener y por el que estuve preguntando recientemente a mis amigos lectores. Cuando ilustramos al poeta en @ficcionesparallevar, lo hicimos basándonos en ese poemario a sugerencia de un amigo, así que tenía muchas ganas de leerlo. Fue pura casualidad que lo encontrara, porque es un libro de 1984, pero el que me traje a casa es una reedición del año 2016 (que desconocía que se había hecho). Solo había dos ejemplares en la librería, así que igual pude no haberlo encontrado y haber estado ahí en el momento correcto me alegró la tarde. Apuré mi salida de la librería para no comprar otras cosas. No porque no quisiera, sino porque no podía. Al llegar a casa, tenía los dos libros en la mano y no sabía por cuál empezar. Luego miré a mi alrededor y vi muchos otros libros recién adquiridos y no tanto que tampoco comencé. Cuando pienso en mis limitaciones económicas puedo encontrar algunas respuestas y una de ellas es gastar en libros el dinero que no tengo. Suena romántico e intelectual y hasta genial si se quiere. Pero en términos prácticos no lo es tanto, sobre todo si compro más libros que la capacidad que tengo de leerlos en términos de tiempo. Lo confieso: soy acumuladora compulsiva de libros. Cuando pienso en ello, suelo justificarme diciendo que me estoy preparando para el apocalipsis de los libros. O para mi desempleo, o mi retiro en una casita en Macasías, dentro de 15 años más. Los leeré todos, estoy segura. A menos que me sobrevenga la muerte o me siente sobre mis lentes (esos que todavía no uso) y me quede cegata y entonces no haya manera. Ok. Lo he entendido. Explicándolo ya tengo mi respuesta: el tiempo es ahora. #HistoriasMínimas #LaDimensiónDesconocida #TheTwilightZone #TimeEnoughAtLast #libros #lectura #bookstagram #books #literatura
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gabrielaread · 7 years ago
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Los aguacates de Sylvia 🥑🥑🥑 Estamos en esa época del año en que se juntan el mango temprano y el aguacate tardío (lo que a estas alturas es toda una incorrección, puesto que ahora, contrario a mis años de infancia, aparece aguacate todo el año). Este junte grandioso me permite hacer una de mis ensaladas favoritas: con rúcula y cebolla. ¡Qué delicia! Pero si lo menciono es solo porque ayer alguien me dijo: ¡Dios mío, estás obsesionada con el aguacate! Solo porque le estaba pasando fotos de los murales de ese pueblito colombiano llamado Nemocón que me gustó tanto, y mientras lo hacía, recordé que allí había comprado un aguacate. Como una cosa me lleva a la otra, pronto recordé algo que quería rescatar hace tiempo. Una lectura, por supuesto. Esther Greenwood, el personaje de Sylvia Plath, en La Campana de Cristal, admitiendo que el aguacate es su fruta favorita. Y aportando unas extrañas combinaciones de aguacate con... jalea de uva o relleno de ensalada de cangrejo. Eso para aquellos que piensan que la combinación de aguacate y mango es extraña o asquerosa (y créanme que no lo es en absoluto!). "El aguacate es mi fruta favorita. Todos los domingos mi abuelo acostumbraba traerme un aguacate escondido en su maleta bajo seis camisas sucias y el suplemento dominical. Me enseñó a comer aguacates derritiendo jalea de uvas y condimento francés juntos en una sartén y llenando luego la parte interior del aguacate con la salsa de color granate. Sentí nostalgia de aquella salsa". Yo también siento nostalgia del aguacate en determinada época del año. Específicamente en esa época en que la unidad se pone a 100 pesos (US$2) y me niego a comprarlo. Y ahora, solo por divertirme, una galería que ilustra este post: 1) @lerylaurapina comprando aguacate en Nemocón 2) Los textos de Sylvia Plath mencionando al aguacate 3) La extraña receta que en el libro intoxicó a todos (pero que verdaderamente existe) y 4) Las paredes de Nemocón que me gustaron tanto, solo por no dejar. 🥑🥑🥑 #HistoriasMínimas (en Nemocón)
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gabrielaread · 7 years ago
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En “Lejana”, de Julio Cortázar, éste derriba las nociones de territorio que separan a Alina, la protagonista, de aquella mujer lejana que es ella misma, en otro lugar, al mismo tiempo. Hacia el final de la historia, ambas se reencuentran en un puente y se funden en un abrazo. El territorio de cada una desaparece. Deja de existir el lado de acá y el lado de allá. Por momentos así, como ese abrazo en el puente, es que amo profundamente los libros.   Este cuento me viene a la cabeza cada tanto y me vino a la cabeza recientemente cuando @danny_alveal_aravena, a quien pertenece esta magnífica fotografía, me pidió que escribiera un texto para él. En la foto posa un chico de Les Cayes, Haití, años después de que la muerte viniera por su madre y un tiempo después de que su padre se convirtiera en un migrante económico a seis mil kilómetros de su tierra natal. Su historia es la historia de muchos otros. En la actualidad, la globalización construye nuevos significados para la palabra territorio, a menudo vinculada a las nociones de espacio. Pero si un territorio es el reordenamiento del espacio, ¿acaso no reordenan el espacio los afectos? Y si estos afectos trascienden el propio terruño, ¿entonces no estamos hablando de otra forma de entender el territorio?   La fotografía da cuenta de ello. Cuando el chico sostiene en sus manos la fotografía que su padre le ha mandado por el celular, ¿dónde está su padre en esos momentos? ¿Cerca o lejos? ¿En su terruño natal o a seis mil kilómetros? ¿Acaso se encuentra lejano o acaba de cruzar un puente, como Alina, la protagonista del cuento de Cortázar?   En las familias binacionales, la noción del territorio se resignifica y se extiende, en este caso, a miles de kilómetros, porque no está ligada a al reordenamiento del espacio, sino que se construye a partir de la necesidad del otro.  Entonces el territorio no es ese lugar donde pisas, sino aquel lugar donde amas. Ese lugar que no está en ningún sitio, sino en todas partes, incluso en tu propia mano, cuando sostienes un celular, para llamar o para ver la fotografía del otro, de la otra. #HistoriasMínimas #LesCayes #territorio #Haití #JulioCortázar
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gabrielaread · 7 years ago
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"A estas horas, aquí" Porque incluso cuando soy incapaz de aprenderme un poema de memoria, puedo reconocer en el aire, en el ambiente, en mi habitación esta noche, y algunas otras noches, el sentimiento que embargaba a Jaime Sabines cuando escribió "A estas horas, aquí". Lo sé porque yo misma lo experimento esta noche y muchas otras noches, incluso cuando mi memoria es incapaz de reproducir los versos del poema. Ahora, por ejemplo, mientras llueve y pienso en el cielo de México que no conozco, pero que se me hace tan cercano. Miro por la ventana el cielo de Santo Domingo, mi propio cielo. Lo pienso antes y después de la lluvia, exactamente como el cielo mexicano: “[…]oscuro, lleno de gatos, con estrellas miedosas y con el aire apretado. Y luego: “(Anoche, sin embargo, había llovido y era fresco, amoroso, delgado.) ” . Al rato dejo de pensar en el cielo y repaso mi habitación y pienso en mi misma en relación al poema. No tengo "hambre de amor", pero no quiero pasar todas las noches embrocado mirándome los brazos, o, apagada la luz, trazando líneas con la luz del cigarro. Leer, o recordar, o sentirme tufos de literato, o esperar algo. […] Y pienso en esa calle por la que definitivamente no transito, la del poema. Y en esa otra calle, la faulkneriana. Una calle que no es una calle, sino una soledad. Y vuelvo a Sabines, y espero. Espero que pase algo. #HistoriasMínimas #JaimeSabines #México #Poesía #poema #literatura #libros #leoycomparto #leerycompartir #leoyrecomiendo
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