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Incluso a él le sorprendió que rechazara tomar alcohol, así mismo el motivo que dio, pero pronto le ignoró en favor de no ofenderla con su sorpresa. No era gran cosa, igual, seguramente no era la primera vez que optaba pasar de ello. Caminó con solo un poco más de prisa que los pasos ajenos, queriendo ser quien abriera la puerta para permitir el paso ajeno antes suyo. “¿Iremos por el café primero?” Cuestionó, asumiendo que sería con él con quien visitaría el río nuevamente. Por lo menos, deseaba que no le estuviera contando de futuros planes con alguien más. 

“Es muy temprano para eso” Respondió, sorprendentemente refiriéndose a la segunda opción; para ella nunca era temprano para beber. Pero, en aquella ocasión, y con la situación en la que había estado hacía unos minutos, creyó que un café sería la mejor opción. Apretando los labios se encaminó a la salida, ignorando todas las miradas que aún estaban posadas en ella y su atuendo vulgar. “Hace mucho que no voy a La Nonette” Comentó, con las manos en sus bolsillos de nuevo y la cabeza baja como pocas veces; sus ánimos no estaban a tope en ese momento como para ir con la frente en alto. 

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Ya que estaba ahí decidió probar su suerte, aunque esperando de pocos a inexistentes resultados por lo torpe que era en aquellos temas. Tras darle miles de vueltas, decidió que solo iría al punto, musitando sus plegarias de la manera más sincera que pudo. “Por favor, cuida de ella.” No dijo nada más, no pidió otra cosa, siendo ésto tan significante para él que le costó no suspirar con cierto sentimiento. Esperó no haber sido escuchado, alzando la vista para comprobar si alguien le prestaba atención alguna, y aliviándose cuando no fue así; Aún, logró percibir a la figura femenina que ya conocía casi perfectamente caminando hacia él. Eso le trajo ciertos recuerdos, variando desde sus visitas al bar hasta a le joven que conoció donde mismo. Asintió sin siquiera contemplarlo, levantándose de su asiento. “¿Café o algo que te provoque dolor de cabeza por la mañana?”

“Bendíceme, Padre, porque he pecado. Nunca me he confesado” Fueron las palabras que resonaron en los labios de la rubia una vez el sacerdote se encontró del otro lado de la rejilla; no era la mejor de las creyentes, pero creía que si confesaba sus pecados al menos podría liberarse del peso muerto que eran para ella. “He vendido mi cuerpo para sobrevivir, he engañado a mi jefe para escapar, he tomado dinero de un buen hombre para recuperarme y he roto el corazón de a quien he amado” Confesó, ya que no sentía que debía aclarar que había tenido relaciones antes de una unión sentimental asegurada. Se quedó en silencio, escuchando todo lo que el contrario le dijo, asintiendo con la cabeza y repitiendo una oración a pedido del sacerdote. Eso fue todo, corto y claro, no esperaba pasarse mucho tiempo allí de todos modos. “¿Quieres tomar algo?” Le preguntó a Ryan una vez se acercó a él nuevamente.

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Estaba desconcertado aún por la elección de la chica por venir aquí, pero aquello no le impedía reciprocar las malas miradas dirigidas a la misma, dirigiéndolas a cada uno juzgándole. Detestaba que le estuvieran tratando así sin siquiera conocerla, viendo injustos los prejuicios que tenían ya. Se podía decir que conservaba ese instinto protector por ella, queriendo cuidarla de todo presente y futuro mal que pudiera perjudicarla en lo más mínimo, aunque bien sabía que la rubia era fuerte por sí sola. Presentó una leve inclinación al único adulto que no les miraba con disgusto, sintiéndose fuera de lugar en aquel ambiente. Optó por sentarse y no interrumpir a la otra, dejándola tener la paz que necesitara. Pero, como siempre, ella se movía con mayor rapidez que él, pronto levantándose y marchándose tras solo haberle tiempo para asentir. Si ahí lo quería, ahí se quedaría. Agachó su cabeza, el ceño fruncido, preguntándose de qué cosas hablaría ella ahí, jugando con las yemas de sus dedos mientras le esperaba.

“Ew” Hizo una mueca; no le molestaban la mayoría de los insectos ni animales, ya que se había cruzado con más de uno cuando trabajaba en las calles de la capital surcoreana. Pero las cucarachas… simplemente no eran de su agrado para nada. Tomó una bocanada y se adentró a la catedral, juntando los dos lados de su chaqueta y sosteniéndolos uno sobre el otro con sus brazos cruzados para que no se viese la prenda de vestir que llevaba debajo, la cual mostraba más de lo que la iglesia seguro permitiría. Se acercó a los asientos sin decir una palabra, arrodillándose y juntando sus manos antes de decir una oración; la escena parecía extraña, una ex-prostituta rezando por una mejor vida. Aquello parecían pensar los creyentes del lugar que la miraron como si fuese el mismísimo diablo; su atuendo, del mismo estilo que cuando trabajaba vendiendo su cuerpo, no le ayudaba. Se levantó, volviendo junto al chico y tomándolo de la muñeca sin darse cuenta. “Espérame aquí” Le murmuró antes de soltarle y dirigirse al confesonario.

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Negó con un pequeño sacudir de su cabeza, quizás demasiado violento para su pobre equilibro, puesto que terminó con un diminuto mareo. En cuestión de segundos pasaría, igualmente. “Nope. Las cucarachas quizás lo hagan, creo que llegué a ver sobre unas sobreviviendo a bombas.” ¿Habían sido bombas o misiles? ¿Fuegos? Supuso que sería igual, algo que comúnmente mataría a un ser humano. Estando ya acostumbrado a las calles, no se percató del momento en que llegaron hasta escuchar el pequeño golpe que hicieron las zapatillas al caer sobre el asfalto, volteándose al mismo momento que ella. Se obligó a ignorar la pequeña voltereta que hizo su corazón al verla sonreír de tal manera, asintiendo como quien no quiere la cosa. “Sí, seguro.” Y sin más, nuevamente le siguió.

Lo observó con la cabeza ladeada, sin detener su andar, escuchando atentamente su respuesta. “¿Eso quiere decir que sobrevivirán cuando venga el fin del mundo?” Arrugó el entrecejo, mostrándose realmente curiosa al respecto. Terminó bajando la vista a sus pies, los cuales caminaban uno frente al otro como si de pasos de una modelo en una pasarela se tratasen; nunca le había llamado la atención aquella carrera, pero un buen equilibrio sería clave si alguna vez conseguía dedicarse al baile. Estaba tan ensimismada con su andar que no notó el silencio de su camino hasta la catedral (la cual no quedaba demasiado lejos de todos modos). Con un pequeño salto subió el primer escalón, girándose para ver a Ryan. “¿Vienes?” Alzó una ceja, una sonrisa ladina de travesura, típica de ella, se trazó en su rostro.

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“Se creó esa idea a partir de un dicho, el cual no recuerdo muy bien. Se continuó creyéndolo porque pueden sobrevivir caídas de grandes distancias, como las de de un edificio durante un terremoto.” Le respondió cuanto sabía sin siquiera dudarlo, queriendo satisfacer las dudas que pudiera tener, por alguna razón que no quería reconocer. Se extrañó por sus palabras, mirándole por unos segundos con sorpresa. Sin embargo, como era común para él, no le cuestionó, aceptando la destinación y echando a andar para allí.

“¿Y entonces para qué sirven?” Esta vez, la pregunta iba en serio; a veces resultaba tan curiosa como una niña, producto de haber estado tanto tiempo como una, perdida en las calles de Seúl. Puso las manos en los bolsillos de su abrigo, dando un par de pasos más largos para poder alcanzarlo como se debía sin tropezarse con sus propios zapatos. Un ‘a casa’ casi escapa de sus labios, respuesta automática que le había quedado de cuando todavía salían. “A la catedral” Fue lo primero que salió de sus labios, respuesta que le sorprendió hasta a ella misma.

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En el pequeño estudio al que sometió a la criatura mientras le observaba, pudo concluir un par de cosas. Una, era tan flojo como se veía. “Si es tan ágil como es gordo, podrá. Por lo menos tiene más posibilidades de bajar por sí solo de las que tengo yo de subir por él y no caerme.”

*¿Uh?* debido al volumen bajo, las palabras tardaron en llegar a los oídos de la castaña. Pero en cuanto lo hicieron sonrió de manera divertida. *¿Tú crees que pueda bajarse de ahí?*

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Aquello le provocó una pequeña risa, negando con diversión por sus palabras. “Dudo que le sirvan para algo así, Hannah.” Sus caminar carecía de prisa alguna, poco faltándole para detenerse a contemplar el pintoresco paisaje que lo rodeaba. “¿Quieres ir a algún lado?”

“No lo hará” Comentó, observando al felino antes de girarse sobre sus talones. “De todos modos, ¿no tienen nueve vidas?” Preguntó, casi retóricamente, mientras seguía los pasos del contrario; no sabía por qué, ni hacia dónde, probablemente sólo fuese por costumbre.

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No le agradó que el dueño tuviese tan poco cuidado de la mascota, pero prefirió guardarse el comentario. “Me parecía. No podía estar tan gordo y ser callejero.” Comentó más para sí mismo, diciéndolo en un tono bajo. 

*No realmente. Pero debe ser de alguien de esta calle porque siempre lo veo por aquí* hizo la cabeza de lado sin dejar de mirar al pequeño gato que estaba sobre el árbol. Se preguntaba cómo había llegado hasta allá arriba.

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Eso causó que sus mejillas cobraran un tono melón de inmediato, percatándose de ello por el repentino cambio de temperatura en sus pómulos. Seguro soltó una corta risa nerviosa por igual, al mismo tiempo que escondía su rostro al mirar hacia sus pies. Se obligó a volver a su previa seriedad para responder. “No quiero dejarlo ahí, mhn.”

“Obviamente un chico guapo como tú tendría novia” comentó como quien no quiere la cosa, mas sin ocultar cierta coquetería. No pudo evitarlo: estaba aburrida y sacar una reacción del varón le parecía más divertido que contemplar a un gato que no era suyo. “Es una lástima, yo tampoco puedo llevármelo. Ya tengo uno”

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Por la sorpresa generada a partir de la respuesta obtenida, siendo que no se había imaginado que el chico alto sería el dueño, sintió a sus cejas alzarse en reacción, una parte de sí alegrándose porque el felino no fuera a quedar ahí. Rápidamente, asintiendo, estiró una mano en busca de la mochila. “Sí, claro. ¿Escalarás por él?”

          ❛ Es mío❜ alzó la mano libre, sin quitarle la vista al animal que estaba encima del árbol. Sus intentos de encontrar una escalera fueron inútiles, así iba a terminar usando su último recurso: escalar. El problema era que no estaba seguro de que las ramas frágiles soportaran su peso. Pero por el gato persa asustado de allí arriba, cualquier cosa. ❛ ¿Puedes SOSTENER mi mochila?❜ 

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— Dejarlo vagar por ahí. No puedo cuidar de él, lamentablemente. No estoy seguro de que mi novia esté de acuerdo con tenerlo en casa. —Le apenaba responder aquello, siendo que de hecho se había preocupado por el pequeño. Una pequeña, ladeada sonrisa apareció ante las acciones del mencionado—.

“Parece algo perdido” comentó, pensativa. El felino actuaba desorientado, como si estuviese comenzando a conocer el ambiente que lo rodeaba mientras bajaba con recelo de las ramas del árbol. “¿Qué piensas hacer si el dueño no aparece?” preguntó, aún intentando recordar a quien pudiese pertenecer.

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—Abultó su labio inferior, resignándose con otro suspirar. Asintió, mirando al animal por unos segundos más antes de darse media vuelta, comenzando un andar lento en espera de que la chica se le uniese—. No me gustaría que se lastimara si se cae.

“¿Por qué?” Enarcó una ceja, mirándolo de reojo antes de volver la vista al minino. “Estoy segura que no se irá muy lejos de ahí.”

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El muchacho se volvió con una sonrisa, aliviado por las palabras que había pronunciado el joven. Asintió tras ellas, mostrando así que había escuchado—. Por lo menos ahora sé que hay alguien probablemente procupado por él.

“Sí” respondió, deteniéndose cerca del árbol. Se cruzó de brazos sobre el pecho y se mordió la pared interna de la mejilla, manteniendo la mirada fija en el felino. “Es de mi vecino, ayer me comentó que se había escapado de casa, pero no creí que terminaría tan lejos…” comentó más para sí mismo, su voz muriendo a medida que la oración llegaba a su fin. 

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—Abultó sus labios al mismo tiempo que se carcomía la mente pensando en una solución, o incluso buscando algo que indicase a quién le pertenecía la criatura. Con un gran suspiro, se dio por vencido—. Creo que esperaré un poco más en caso de que alguien venga por él.

Ladeó la cabeza, reconociendo al felino. No recordaba a quien perteneciese, mas estaba segura de que lo había visto antes en la casa de algún conocido. Una pista poco útil, tenía demasiados conocidos y conocidas. No lograba recordar el rostro del dueño con claridad, al menos no lo suficiente para darle un nombre. “Creo que lo conozco, pero no sabría como ubicar a su dueño” anunció.