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Depresión, trabajo y vida

Hoy quería levantarme temprano, hacer todo el trabajo que deseaba, hacer un almuerzo, sin embargo no ha sido ni de cerca así, es como ayer que quería levantarme para hacer ejercicio pero me quede acostada sin hacer nada. Que pasa que una parte de mi tiene entusiasmo por salir adelante y seguir lo que quiero, etc., pero no me voy a engañar, estoy tan cansada. Los pensamientos suicidas siguen y cada vez hacen más eco en mi cabeza, las ganas de no querer levantarme de la cama, de no sentirme suficiente. 

La depresión siento que me ha llevado a ser adicta al trabajo, me siento plena y suficiente cuando realizo una tarea, siento que soy importante, que soy necesaria, y es que realmente nos encanta sentirnos así.

Quería escribir algo más, realmente, pero simplemente las palabras dejaron de recorrer mis dedos.

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Lo que fue mi primer mes trabajando

(Esto lo escribí en otra plataforma hace cinco meses, lo eliminaré de allí pero no quería perder lo que ya había escrito así que lo posteo acá) 

Ayer hace un mes empecé a trabajar en una empresa, de hecho varias, pero déjenme explicar primero. Todo empieza hace un tiempo cuando  por la situación económica en la que me encontraba decidí dejar de estudiar para conseguir un empleo, sólo vivo con mi madre y ella quedo sin trabajo, sin nadie que nos amparara y con las deudas cada vez haciéndose más grandes me salí de la universidad para trabajar, no fue nada lamentable ya que en pleno segundo ciclo supe que lo que estaba estudiando no era lo que quería hacer de por vida. Comencé a buscar trabajo pero nada salía, me azoto la realidad, si no tienes una referencia no puedes encontrar trabajo fácil; sentía que empezaba a recaer en hábitos viejos hasta que me dieron la oportunidad de ser profesora de inglés, lo cuál me tenía muy nerviosa pero a la vez muy entusiasmada, pero llego la pandemia y los centros educativos de todo mi país cerraron,  mi frustración se hizo mayor así que dejé de buscar empleo, vivía de lo poco que ganaba mi madre y sentía que no saldría de esa.

Un tiempo después me llama mi pareja y me comenta que en la empresa de su madre están buscando un "auxiliar administrativo", su madre lleva muchos años trabajando para ellos así que es muy querida. Por supuesto al borde de la locura en las cuatro paredes en las que vivía y viendo como empezaba a escasear hasta el arroz acepté ir a la entrevista, no estaba en posición de negarme. Me contrataron y comencé a laborar en un puesto que no me gusta, en un área que no quiero y con personas que muchas veces no soporto.

El primer día si que fue un día curioso porque me pusieron más trabajo del que me imaginé, era corte y se debían hacer facturas de clientes así que tuve que aprender todo de manera rápida, increíblemente rápida, me gustaría conocer un adjetivo para decir que definiera algo que es más rápido que la palabra rápido. El caso fue que tenía mucho por hacer, pero a la semana de haber entrado se presento una de las chicas que trabajaba antes en la empresa, estaba buscando trabajo y la aceptaron.

A lo largo de este mes ha sido una gran colaboración pero en momentos se torna un gran estorbo, siento una relación de amor y odio por mi compañera, si bien es muy amable y siempre me explica las cosas con lujo de detalles, tiene una manera de trabajar que no va conmigo. En cuanto a la empresa, que termin�� siendo un conglomerado de empresas que está completamente desorganizado, no tienen políticas y han estado haciendo lo que quieren porque todo es a criterios, no se saben donde están los documentos y no se tiene un seguimiento de los casos.

Sin embargo y aunque he contado muy poco ha servido infinitamente para desahogarme. No me siento de maravilla pero a mi anterior trabajo, me siento muy bien, no hay nadie que me este mirando toda la jornada ya que terminé siendo la recepcionista/asistente así que me siento más libre. Hay mucho por hacer que termina haciendo que mis días se pasen rápido, y mi jefa confía, o bueno eso creo, en mí.

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Mi cerebro, un mal amigo

Desde depresión hasta trastorno de personalidad, mi cerebro ha sido un mal amigo.

Recuerdo hace unos años como solía poder ver anime por días enteros sin que me importará, ahora no puedo soportar ni un capitulo, porque si ya lo he visto me aburre porque ya lo he visto, y si no lo he visto no lo quiero ver por la ansiedad que me da el no saber que va a pasar. Mi cerebro ya no funciona como antes, antes reíamos y gozábamos de la vida sin realmente darnos cuenta de que eso acabaría un día. Ahora 18 de las 24 horas esto en modo automático, y las horas restantes estoy odiándome por haber estado en modo automático,

Y por ahora dejo esto inconcluso porque no sé ni a donde quiero llegar escribiendo esto.

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Los nuevos veinte

A casi un mes de cumplir mis veinte he tenido bastantes realizaciones, y no es como si no las hubiera tenido antes, porque si, sino que al contar las experiencias de mi vida parecen casi ajenas, como si otra persona me hubiera obligado a ver horas y horas de una mala tragicomedia y ahora están implantadas esas imágenes y sensaciones en mi cerebro.

Recuerdo cuando me gradué de la escuela, hace ya cuatro años, parece que hubieran sido menos, que creí que había superado lo más difícil, cuando tienes 16 y vez como todo el mundo te felicita porque vas a empezar “una nueva vida” sin embargo la mía no pudo ser más deplorable. Salía de un año en el que mi estabilidad mental había colapsado más de una vez, mi odio y rechazo hacia el mundo se había incrementado, las traiciones de amigos y lo que creía que sería mi despecho más grande no hacían más que emocionarme por la nueva etapa que se avecinaba. Sabía que la situación económica de mi casa no podría soportar la matricula de una universidad de prestigio, sin embargo apuntaba a que fuera aceptada fácilmente en una universidad pública, pero para mi sorpresa no fue así.

Por muchos años me habían dicho lo inteligente y madura que era, eso creo en mi un ego en el que me sentía invencible, el primer golpe a mis 16 desquebrajo más mi confianza en mi belleza corporal y mi valor como una mujer, hablando claramente sólo de lo fijo, pero esa parte que tenía confianza en mi conocimiento no se vio afectada, creía saber que era muy inteligente y “sólo me faltaba disciplina”. A mis 17 me di cuenta que no era así, luego de tomar varias pruebas para ingresar a la universidad y no poder, al contrario de mejorar, empeorar mi resultado, tuvo un efecto que nunca espere sentir, me sentía completamente inservible, como mujer, como hija, como sobrina, como un ser que necesitaba atenerse a las reglas de la sociedad. 

Intente estudiar inglés pensando, creyendo que al menos era buena en eso, que al menos en eso seguía siendo inteligente, para mi sorpresa el muro era muy alto y yo no tenía entrenamiento, le perdí el gusto a estudiar, no quería hacer nada, luego de tantos fracasos lo único que veía era oscuridad. Quizás si desde mi infancia no hubieran metido ese constante pensamiento de que yo era tan inteligente que era imposible que no pasará a la universidad que yo quisiera, no habría sentido esa sensación de ser completamente inútil.

Un año en el que no hice mucho, engordé, me veía al espejo y me odiaba, pero luego seguía haciendo la misma rutina, un año en el que me despertaba todos los días para ver anime o la película del momento, comía lo que se me daba la gana y no hacía nada más, ni siquiera ayudaba en las labores del hogar. Mi madre pensó que era una etapa, así que no se opuso.

Llegaron mis 18 y volví a estudiar inglés pero esta vez en una academia, no era lo que me gustaba pero quizás me hizo darme cuenta que no era la única que estaba luchando con su vida, que no era la única que sentía que no era suficiente, no tengo amigos de esa época, con la única chica que me hablaba me deje de hablar hace años.

Luego de pensarlo y la insistencia de mi mamá por estudiar entré a una institución que hasta ese entonces en mis ojos era deplorable, incluso me metí a lo primero que se me ocurrió, era una carrera “de hombres” por lo que al entrar y ver sólo 5 mujeres comparado con los 27 hombres que había me atemorizo, el narcisismo que recorre por mis venas no hace más que decirme que todo el mundo mira y critica mis defectos, al entrar sentía que todos veían lo gorda que era y en su interior les daba asco. Mirando en perspectiva es drástico el cambio que una persona puede ejercer en ti. En mis 15 creía que enamoraba a todo el mundo, tenía pretendientes y sentía que podía tener a quién quisiera, ahora en mis 18 creía que nadie estaría conmigo por fea y gorda.

Sin embargo no estaba preparada para el golpe, ninguno de esos hombres quiso tener nada conmigo, sé que puede sonar narcisista y lo es, pero esperaba que al menos uno de ellos intentará salir conmigo, pero no fue así, el único que yo creía que me ponía atención nunca lo hizo, creo que sólo se dejaba llevar.

Tenía que hacer mis practicas en una empresa, seguía con 18 años, desde el principio hasta el final lo odie, quizás no fuera tan malo pero simplemente no quería estar allí, fue doloroso, lloraba todos los días y sentía una inmensa decepción de mi misma. Cumplí mis 19 y al terminar las prácticas entre a la universidad, no la prestigiosa universidad, becada y con muchos amigos como lo imaginaba. Era una fundación universitaria y tenía dos compañeras y una muy buena amiga, que hasta el sol de hoy es mi adoración. 

Mi paso por la universidad no fue tan malo, pero tampoco fue bueno, me ayudo a darme cuenta que no tenía un rumbo en la vida, que no sabía que quería hacer, que no sabía que era lo que necesitaba.

Cumplí mis veinte y volví a estar sin universidad ni trabajo, una pandemia atacó al mundo. No sabía que hacer, escaseaba la comida en mi casa. Obtuve un trabajo.

Viendo hacia atrás sigue pareciendo un relato de un cuento pero es mi historia, sin embargo ni yo la conozco toda, he olvidado cosas, donde quedaron los recuerdos en los que me preocupaba sólo por entregar la tarea, donde quedaron las ganas. 

Estoy a casi un mes de cumplir veintiuno y ya no le encuentro lo divertido a ver anime o películas, ya no me interesa avanzar en inglés, ya no sé que quiero estudiar en la universidad. 

¿Qué por qué sigo? pregunta una voz en mi cabeza, conciencia le laman algunos, a mi me gusta decirle Patricia, porque ¿por qué no? quizás algún día este mejor.