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LA DESIGUALDAD DE GÉNERO EN LA POLÍTICA JAPONESA, ¿COSA DEL PASADO?
Introducción
La desigualdad de género es un problema a nivel global, aunque con distintos matices en cada país. Diversas organizaciones internacionales han propuesto soluciones o han recomendado qué postura deben tomar los Estados y sus respectivos gobiernos para incluir dentro de sus políticas la brecha de género; no obstante, esta no es solamente una cuestión política, sino que está presente en todas las demás esferas: social, cultural, económica, etc.
Japón es uno de los países con más desigualdad de género hasta la fecha. El Foro Económico Mundial publicó el 17 de diciembre de 2019 los resultados del Índice Global de Brecha de Género, dicho país se situó en el lugar 121 de los 153 países que forman parte; en este índice, se analizan estadísticas respecto a: la participación económica y las oportunidades, el empoderamiento político, el logro académico y la salud y la supervivencia (Nippon.com, 2020).
La brecha de género en Japón es algo que ha estado presente durante años, corresponde a un contexto histórico, social y cultural que en una sociedad conservadora como la japonesa es difícil romper con el status quo, aunque esto no ha sido impedimento para que ciertas agrupaciones de mujeres japonesas tomen posturas políticas y aboguen por sus derechos; así mismo, han creado espacios para que sus voces se hagan escuchar respecto a sus demandas y sobre todo, romper con los estándares impuestos para ellas.
El presente trabajo tiene por objetivo realizar una breve reflexión del lugar que ocupa la mujer japonesa en el ámbito político, sus demandas dentro de la Dieta japonesa y su lucha por ser parte de la esfera pública. Dicho texto se dividirá en tres subtemas, en el primero se abordará el concepto de desigualdad de género y lo que implica para la mujer; en el segundo estará el contexto histórico del rol de la mujer japonesa y la última parte hablará de su participación en la política.
I. Desigualdad de género
La desigualdad de género es un problema que se ha manifestado en diversos ámbitos por muchos años y persiste hasta la actualidad. Dicho problema posee diferentes vertientes manifestadas en limitantes para determinado género (en especial para el sexo femenino), ya que la desigualdad tiende a ser jerárquica e implica relaciones de poder. El Glosario de género realizado por el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) define “desigualdad de género” como:
“Distancia y/o asimetría social entre mujeres y hombres. Históricamente, las mujeres han estado relegadas a la esfera privada y los hombres, a la esfera pública. Esta situación ha derivado en que las mujeres tengan un limitado acceso a la riqueza, a los cargos de toma de decisión, a un empleo remunerado en igualdad a los hombres, y que sean tratadas de forma discriminatoria. (...) La desigualdad de género se relaciona con factores económicos, sociales, políticos y culturales (...)” (2007, p. 52)
En este sentido, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres expresó que la desigualdad de género es uno de los mayores retos hoy en día ya que, a nivel internacional la situación de las mujeres ha empeorado respecto a la de los hombres solo por el hecho de ser mujeres (Naciones Unidas, 2020). Con ello, se subraya que la representación política es la prueba más clara de disparidad de género dado que en los parlamentos de todo el mundo, las mujeres son minoría.
La mujer al ser subsumida en la esfera privada, los roles que deben ejercer -según las normas sociales- se reducen a ser ama de casa, cuidar a los hijos y atender a su marido; por otro lado, la esfera privada en donde se encuentran los hombres, están los roles que consisten en liderar y tomar decisiones tanto dentro como fuera de casa. Fue a partir del periodo de posguerra con el famoso “We can do it” (Fernández A., La Vanguardia, 2018), en donde la mujer comenzó a tomar lugar en aspectos generales -pero no en la misma medida- y Japón no fue la excepción.
II. La desigualdad de género en Japón: un vistazo histórico.
En el período Nara (710-794) los hombres comenzaron a tener más relevancia en la aristocracia y a la mujer se le quitó el derecho a la sucesión dentro de la familia. Relacionado a lo anterior, se desarrolló el sistema ie(1) que consistió en una jerarquización dentro de la familia, en donde el jefe era el padre y el rol de la mujer se limitó a ser ama de casa, una buena esposa y cuidar a los hijos. Por supuesto, dicho sistema implicaba que la mujer desde niña se preparaba para ejercer el rol establecido y así poder contraer matrimonio con un hombre de buena familia (Bhappu, A., 2000. p. 81).
A partir de la época Edo (1603-1868) la influencia del Confucianismo en Japón provocó que las mujeres quedasen aún más sumergidas en la esfera privada (Henshall, K., 1999, p. 65). Los preceptos confucianos y las reformas políticas de períodos anteriores -tales como el sistema ie- repercutieron y ensancharon la brecha de género en Japón. La época Meiji marcó un antes y un después en el archipiélago nipón debido a la entrada de los ideales occidentales (Henshall, K., 1999, p. 78).
Hubo cambios en el sistema educativo, económico, político e incluso dentro del tejido social japonés; sin embargo, en materia de desigualdad de género no fue así, ya que la mujer aún se limitaba a ser buena madre y esposa. El verdadero cambio llegó con el periodo de posguerra y la ocupación estadounidense: la creación de la constitución de 1946 que en uno de sus artículos garantiza que los derechos para mujeres y hombres son los mismos.
El Japón moderno ha pasado por constantes cambios; sin embargo, en el tema de la desigualdad de género y cómo abordarlo para proponer soluciones se encuentra bastante atrasado y eso repercute en la participación de la mujer en la política; como ya se mencionó anteriormente, los valores e ideales que aún persisten en la sociedad japonesa se relacionan directamente con su pasado -como los valores confucianos y del periodo Edo-.
II. Participación de la mujer en la política japonesa.
Las mujeres no tuvieron acceso al sufragio universal hasta 1946 y desde entonces han luchado por tener mayor participación dentro de la política, incluso simbólica dentro del parlamento. La representación femenina en el gobierno central y los gobiernos locales ha sido escasa; respecto al gabinete, no fue sino hasta 1960 que Masa Nayakama(2) fue la primera mujer nombrada ministra del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar y tan sólo dieciocho mujeres ocuparon cargos en el gabinete entre 1960 y 2001. Una de las principales razones es la baja proporción de japonesas en la dieta, ya que un escaño en el parlamento es un requisito para poder aspirar a un puesto ministerial (Iwanaga, K., 2008, p. 102).
A pesar de que la participación femenina en la Dieta japonesa ha sido poca, fue a partir del periodo de posguerra donde las mujeres comenzaron su lucha por inmiscuirse en la política y ocupar cargos públicos importantes, Fusae Ichikawa(3) y Masa Nayakama pertenecieron a la primera generación de mujeres ocupando cargos políticos. El número de mujeres en los gabinetes se incrementó después de 2001, cuando el Primer Ministro Koizumi nombró a diez mujeres ministras (Iwanaga, K., 2008, p. 102).
“Desde entonces y hasta 2005, este número no se superó y la proporción de legisladoras en la Cámara Baja osciló entre el 1,4 y 7,3 por ciento; en la Cámara Alta las mujeres tuvieron una proporción que varió entre 4,8 al 17,5 por cierto” (Iwanaga, K., 2008, p. 105). El hecho de que la Cámara Baja tenga menos representación femenina que en la Cámara Alta se debe a que la primera ostenta el mayor número de tareas importantes -como la elección del Primer Ministro-; “(...) este patrón es la llamada “Ley de hierro de la política”- “cuanto más poder, menos mujeres” (Iwanaga, K., 2008, p. 105).
Fusae Ota, fue la primera gobernadora de Japón, específicamente de Osaka -la segunda prefectura más poblada después de Tokio-. Respecto a la proporción de mujeres alcalde, el avance es más lento; para 2004 había siete gobernadoras en la ciudad (1%), seis alcaldesas (0,3%) y una “alcaldesa de aldea” (0.2%) (Iwanaga, K., 2008, p. 107).
Las Leyes para la paridad de género en la política son tardías, a finales de 2017 sólo 264 de los 2.614 miembros de las asambleas de las prefecturas de todo Japón eran mujeres, apenas el 1%; la capital del país, Tokio, es la única región en la que más del 20% de los parlamentarios son mujeres (36 de 126 miembros), le sigue Kioto con 19% (11 de 58 miembros) y Shiga con un 16,7% (7 de 42 miembros). Por otro lado, hay prefecturas en donde la tasa de inclusión femenina es menor al 5%; por ejemplo, Saga, Kagawa y Yamanashi (Nippon.com, 2018).
El partido político de oposición, Partido Comunista de Japón cuenta con más inclusión femenina entre sus filas políticas, con un 53,69%, en contraparte se encuentra el Partido Liberal Democrático -el más poderoso de Japón- que sólo cuenta con 3, 08% de mujeres (Nippon.com, 2018). La acciones del gobierno respecto a la brecha de género es de doble sentido, partiendo de que las mujeres constituyen la mitad de la población y poco más del 43% de la fuerza laboral, por ello, incentivar su participación en el ámbito político es esencial (Caspistrán, M., 2015-2016, p. 168).
Dentro del terreno político, las mujeres podrían atender y abarcar temas como la licencia de maternidad, la disparidad salarial y el cuidado de los hijos y abogar por estos. El gobierno optó por un instrumento que le permitiese solucionar las dos problemáticas de interés: la desigualdad de género y el decrecimiento económico: las Abenomics y Womenomics, esta última dejó en claro que el verdadero interés del gobierno era que la mujer fungiese como soporte económico en función de una igualdad de género en el campo de trabajo, dejando de lado la verdadera lucha en pro de los derechos femeninos (Caspistrán, M., 2015-2016, p. 168).
El gobierno sólo se limitó a atender la igualdad de género en el ámbito económico, y no por completo, ya que la brecha salarial aún persiste en la sociedad japonesa, así como los roles de género tradicionales. Las mujeres están expuestas a una serie de obstáculos dentro de la política: desinterés político, comentarios machistas y/o sexistas, que su función o propuestas se minimicen o la oposición de aspirar a una candidatura; tal como lo señala Azucena Miriam, “El problema en Japón no sólo se trata de la mujer en los espacios políticos, sino en los estereotipos de género que siguen dictando que la mujer no pertenece a dicho ámbito” (2015-2016, p.167).
La realidad es que las mujeres constituyen la mitad del electorado y su porcentaje de participación es ligeramente superior en comparación con los hombres en las elecciones desde 1969. No obstante, concorde a Sherry Martin, los votantes japoneses hicieron historia al votar por Yuriko Koike(4) en el año 2016 como la primera gobernadora mujer de Tokio (Martin, S., 2019, p. 215), quien también desempeñó el puesto por primera vez de Ministro de Defensa en Japón en el año 2007.
Si bien, pudo llegar a este punto, Koike tuvo que enfrentarse a casi 5 cambios de partidos políticos a lo largo de su carrera e incluso se presentó a dichas elecciones de forma independiente. Asimismo, tuvo que librar una ardua y sexista campaña en su contra durante las mismas ya que, al no tener el PLD mayor popularidad en las encuestas, el exgobernador Shintaro Ishihara exclamó ante los votantes: “No le podemos dejar Tokio a una mujer con demasiado maquillaje” (BBC, 2016).
De acuerdo con Mikiko Eto y respecto al breve panorama que hemos esbozado, se señala que existen múltiples factores que intervienen en la representación de las mujeres en la política, estos son: el sistema electoral propio de Japón, la cultura sociopolítica, las cuotas electorales de género y las actitudes respecto a su representación, destacando en ello la gran influencia histórica que han tenido las movilizaciones de las mujeres en sí, para exigir medidas que mejoren su representación (Eto, M., 2010, 179).
En primera instancia, la problemática respecto al sistema electoral reside en la época en que fue implementado, puesto que se pensaba que la política era un asunto que debe ser atendido solo por los hombres, por ende, partiendo del hecho de que en las candidaturas los puestos suelen ser designados por méritos y trayectoria política, la situación se torna ventajosa para titulares y sucesores varones (Eto, M., 2010, 185).
Las variables socioeconómicas tales como el nivel de alfabetización en mujeres, su participación en la fuerza laboral y nivel educativo influyen y se encuentran en desventaja con respecto a los hombres, lo cual tiene un efecto en la representación política femenina (Iwanaga, K., 2008, p. 122). La alfabetización y el nivel educativo se relacionan directamente con el nivel profesional que la mujer alcanzará y en base a ello, se insertará en el campo laboral. Las que aspiran a un puesto importante -como un puesto político- se encontrarán con que esos puestos son en su gran mayoría ocupados por hombres.
En cuanto a las circunstancias sociopolíticas, la estructura cultural y social del país, afecta la presencia de las mujeres ya que siguen influyendo en la dinámica diaria, ejemplo de ello, Hideko Takeyasu menciona que algunas dificultades que presentan las candidaturas femeninas en elecciones locales son: la propia conciencia de las mujeres respecto a su rol establecido, la oposición familiar a su candidatura y los prejuicios de la comunidad (Eto, M., 2010, 186).
Por otro lado, respecto a las cuotas de género, si bien, también se caracterizan por ser medidas positivas para su inclusión dado que aluden a exhortar el aumento del número de mujeres como partícipes (Dalton, E., 2014, 48), de la misma forma se critica que el gobierno no ha tenido una postura homogénea, sumando la falta de interés para la actualización de leyes o instituciones que subsanen la situación en comparación con otros temas.
Ejemplo de ello, cuando en el año de 2017, la edil Yuka Ogata llevó a su hijo de siete meses a la Asamblea Municipal de Kumamoto para visibilizar las dificultades que enfrentan las madres para equilibrar la vida laboral y la crianza de los hijos ya que hay pocas guarderías, esta terminó siendo expulsada de la sesión (Público, 2019), lo cual pone en evidencia el rezago y atraso en el apoyo institucional.
Resaltando el entusiasmo de las mujeres aunado al acompañamiento internacional, como la Conferencia de Naciones Unidas en Beijing de 1995, vemos que generó un impulso por dar seguimiento al tema de la desigualdad de género en la política de Japón, ya que surgieron diversidad de grupos de mujeres que comenzaron a realizar estudios mediante tendencias internacionales para reivindicar su participación, (Eto, M., 2010, p. 190) sin embargo hoy en día en múltiples ocasiones no se considera el trabajo político de las mujeres que participan en la sociedad civil.
En mayo de 2018 entró en vigor la Ley para la Promoción de la Igualdad de Género en Política. Esta fue desarrollada por un grupo de mujeres civiles y reivindica la paridad de género; en este sentido los partidos que se mostraron más proactivos para las elecciones de la Cámara alta fueron: el Partido Democrático Constitucional de Japón que se fijó la meta de 40%, el Partido Comunista con 50% y el Partido Democrático del Pueblo, 30% (Nippon, 2019).
Si bien es un avance, como señala la Doctora Miura Mari esta ley no es más que un paso en el proceso de la participación de la mujer japonesa ya que como se ha visibilizado, se suman otros obstáculos a su participación tales como el acoso sexual y el sesgo mediático puesto que cuando se habla del tema, los medios frecuentemente no se enfocan en el trabajo político que realizan las mujeres sino en su aspecto o vida privada .
IV. Reflexiones finales
De manera superficial, al menos en la condición socioeconómica parece ser que Japón se presta al activismo político de la mujer; pero los análisis detallados contrastan mucho ya que las mujeres se encuentran en posiciones inferiores (secretarias o administradoras) o trabajos a tiempo parcial; mientras que los hombres se posicionan en puestos profesionales o gerenciales. Por ello, es importante que el gobierno atienda estas problemáticas a través de políticas públicas.
Finalmente respecto al breve panorama que hemos esbozado a lo largo de este ensayo, consideramos que en efecto, el avance de Japón en temas de disparidad de género se ha quedado un poco rezagado, ya que aunque vemos propuestas como la del PLD para permitir observadoras en sus juntas o la reciente Ley para la Promoción de la Igualdad de Género, si bien reivindican maximizar la presencia de las mujeres en la escena política, la realidad es que el aumento de las mismas no significa necesariamente una presencia con poder real.
Lo anterior nos lleva a visibilizar que la brecha de género en Japón ha persistido durante años ya que intervienen múltiples factores culturales y sociales que se han arraigado a la sociedad y que al parecer, son difíciles de transformar. No obstante, también resaltamos el papel de las mujeres en la sociedad civil ya que si bien, generalmente no se reconoce su trabajo, estas se han congregado para la visibilización de la problemática de desigualdad en el país promoviendo la inclusión de medidas dentro del gobierno como la ley comentada anteriormente en beneficio de la participación política de la mujer.
Notas:
(1) Se traduce como “casa”, pero se relaciona con una casa física o el linaje familiar. El sistema ie consiste en la estructura tradicional de la familia japonesa. Se rige por un hogar patriarcal conformado por el padre (como el jefe de la familia), esposa e hijos; también se define por lo roles de género que el mismo sistema establece, la mujer se encarga de cocinar, limpiar y criar a los hijos y el hombre se dedica a proveer y trabajar como asalariado. Por otro lado, los primogénitos son los encargados de cuidar a sus padres una vez que estos envejecen y por ende, heredan los bienes de los mismos.
(2) Masa Nakayama fue una política del Partido Liberal Democrático. En 1947 fue elegida diputada de la Cámara de Representantes en el Kokkai, representando al segundo distrito de la Prefectura de Osaka y en 1960 se convirtió en la primera ministra de Salud y Bienestar.
(3) Fusae Ichikawa fue política y feminista que apoyó al movimiento del sufragio universal femenino en Japón a través de la organización que lideraba: 新 婦人 協会, Shin-fujin kyokai (La Asociación de las Nuevas Mujeres). Después de su regreso de Estados Unidos en 1924, fundó 日本婦人有権者同盟, Nippon fujin yūkensha dōmei (La Liga para el Sufragio Femenino de Japón). La corrupción en el gobierno japonés dio paso a la creación de la Asociación de Mujeres para Limpiar la Política de Tokio y a la Asociación Central para Limpiar Elecciones (1933) en la que Ichikawa fue elegida como una de las cinco mujeres miembros de la junta.
Ichikawa logró entrar a la Dieta en 1953 en representación de Tokio, fue reelegida dos veces, pero no pudo una tercera vez, así que abandonó el cargo el 1971; cuatro años después volvió a presentar su candidatura por peticiones y obtuvo un cuarto mandato en la Dieta y 1980 ocupó nuevamente el cargo.
(4) Yuriko Koike es una política japonesa que ingresó a la política con el apoyo del primer ministro Hosokawa Morihiro, es actual gobernadora en Tokio y su trascendencia ha llevado a que se piense en ella como una mujer política poderosa.
Fuentes:
Revistas electrónicas:
Bhappu., A.. (2000, abril 01). The Japanese Family: An Institutional Logic for Japanese Corporate Networks and Japanese Management. Academy of Management Review , Vol. 25, pp. 75-92.
Caspistrán, M. (septiembre, 2015- febrero, 2016). La participación política de la mujer en Japón La construcción de una imagen transformada de Japón mediante la igualdad de género. Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género, Vol. 23, pp. 159-176.
Dalton, E. 2014. Addressing the under-representation of women in politics: Japan’s conversations about gender quotas. The bulletin of Research Institute for Japanese Studies of Kanda University 6: 31-58.
Eto, M. 2010. Women and Representation in Japan. International Feminist Journal of Politics 12: 177-201.
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Henshall, K. (1999). Part Three: The Closed Country: The Tokugawa Period (1600-1868). En A History of Japan from stone age to superpower (pp.51-70). New York, Estados Unidos: Palgrave MacMillan.
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Páginas web:
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