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El problema de perder la rutina
Cuesta la falta de “normalidad”, tanto que a cualquier oportunidad que tenemos ahora de recuperar la antes tan repugnante cotidianeidad, aprovechamos al máximo y lo veo en la frontera norte del país con la reapertura de comercios en el estado de Texas. Si tan poco deseable nos parecía tener una rutina, —¿cuántas veces no nos quisieron ligar con la frase “no me gusta la rutina”?—, ¿por qué buscamos que vuelva a la brevedad posible? Ya escribí aquí sobre lo que provoca la incertidumbre en nosotros, y aunque la cuestión rutinaria no se aleja del deseo de saber qué hacer, el problema parece mucho más complejo.
Expertos de la salud mental, —al menos con los que yo me he consultado— recalcan que hay una importancia significativa en tener hábitos rutinarios, como horarios establecidos para comer, dormir, trabajar y el tiempo de ocio. Todo esto parece sencillo, tomando en cuenta que la mayoría de nuestras actividades pueden ser realizadas desde casa, pero entonces, ¿por qué nos enfocamos en querer salir?
Hace poco, acompañé a mi madre a hacer algunos deberes, protegidos con cubreboca y tomando las medidas de precaución establecidas para no contagiarnos del despreciable bicho, y una vez terminado lo que teníamos qué hacer, le pedí que tomara la ruta larga de regreso a casa, y así sentir que podía estar lejos de la misma un tiempo más. El ser humano, acostumbrado a poder hacer lo que le pegue en gana, se encuentra ahora en un momento en el que cuidarse parece ser abandonar la cotidianeidad, pero en realidad no es así, sino más bien buscamos volver a nuestra vida social.
Vemos que se diferencia abismalmente convivir en persona a hacerlo a través de pantallas, y tal vez ésto no sea solo cuestión de que podemos seguir con nuestras actividades de forma remota gracias al Internet y las maravillas tecnológicas, sino que las formas digitales no bastan para nuestra necesidad de tener algo de contacto humano, de cercanía. Lo mismo sucede con nuestro deseo innato de formar comunidad, y en éste está la respuesta a mis preguntas.
Extrañamos sentirnos en comunidad, porque nos hace bien como personas. De ahora en adelante, cuando, como últimamente repetimos, «todo esto pase», enfoquémonos en buscar crear comunidades de empatía y crecimiento para con los demás, y tal vez así la situación de haber estado encerrados en casa unos meses nos habrá dejado una enseñanza valiosa para las siguientes generaciones.
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La dificultad como fuente de oportunidad
La historia del éxito está llena de oportunidad. Si alguien aprende una habilidad y la perfecciona, entonces significa que tuvo los medios para poder hacerlo; cierto talento nato es necesario, por supuesto, pero si no pones a correr un motor, entonces no avanza. He estado pensando en esto mientras me encuentro encerrado en casa, y en parte es gracias a que he estado leyendo Outliers, de Malcolm Gladwell. Una oportunidad desaprovechada no solo es un desperdicio, sino una falta hacia nosotros mismos y nuestra comunidad.
No entendamos oportunidad como la puerta que se aparece ante nosotros como el genio de la lámpara a Aladdin; hacerlo así significa entonces que solo un puñado de afortunados ha tenido oportunidades en su vida, cuando esto no es cierto. Oportunidad es, en términos simples, el hecho de que puedas leer esto, porque entonces significa que cuentas con el suficiente dinero para tener un dispositivo que te conecte a Internet, y ello implica que tienes servicio de electricidad cerca de ti, por lo que vives en una comunidad organizada y tienes a tu disposición personas que te rodean. Lo anterior parece obvio una vez que lo has leído, pero en sí mismo parece futil el hecho de poder leer en una pantalla, cuando no lo es, y qué error es darlo por sentado.
La historia de la humanidad se llena de oportunidades, aprovechadas y desaprovechadas y esto es lógico puesto que tomar una decisión es un acto de rechazo al resto de las posibilidades, y por esto agradezco que hayas accedido a seguir leyéndome hasta este punto, no solo porque ayudas a que crezca mi ego, tema del que escribiré después, sino porque mi deseo es que al leer esta reflexión, puedas ver que estamos llenos de oportunidades, aún cuando vivimos una pandemia.
Hasta hace poco, vivía lejos de casa de mis padres, y por la situación actual, he vuelto a vivir con mi familia, y aunque esto me costara trabajo personalmente al principio, por el hecho de que es difícil readaptarte a una dinámica de grupo que habías olvidado, hoy en día esto es una oportunidad más; me ha tocado aprender que la dificultad es la mayor fuente de oportunidad, solamente hay que detenerse a mirar detenidamente dónde se encuentra ésta.
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Sentirnos comunidad nos salvará
En el cine, una de las emociones que más incomoda es la incertidumbre; quizá por esto las películas más populares son aquellas en las que tenemos la seguridad de que al final la heroína o el héroe resultarán victoriosos sobre todo aquello que el guionista les hizo pasar. Reconforta saber que ante nuestros ojos se desarrolla una historia predecible. Por otro lado, una trama así suele aburrir y se convierte en lo que ponemos mientras hacemos otra tarea como ver nuestro celular o escribir sobre salud mental en tiempos de una pandemia.
El mensaje que hemos entregado deliberadamente ha sido que “todo pasará”, pero a veces me parece que no tenemos una idea clara de qué es “todo” ni tenemos la seguridad de que “pasará”. Lo que vivir una pandemia me demuestra es la futilidad de nuestros planes, y que vivir nuestro tiempo presente es la mejor alternativa que tenemos ante una situación generalizada de incertidumbre, por más incómodo que esto resulte en un principio.
Si en el presente nos construimos una jaula, entonces parece descabellado querer vivirlo, pero por otra parte, entender que estar presentes en este momento parece ser lo más conveniente. Estar presente me es tan sencillo como experimentar solamente aquello que está a un metro de distancia mío, y entonces por un momento me olvido de la cantidad de información que está al alcance de una pantalla sobre el COVID-19; paradójicamente, en tiempos en los que conviene experimentar al mundo solamente desde una pantalla, me veo en la necesidad de estar más alejado de las mismas.
Estar en contacto con quienes la turbulencia de la vida cotidiana ha hecho que me aleje también ha sido una buena forma de buscar un pretexto para hablar con “mi verdadera red social”, como diría un profesor que estimo. Lo que estamos experimentando es una oportunidad para entender el verdadero valor de la comunidad para el tejido social y para nuestra salud mental.
El único apunte que tengo sobre esta pandemia es que cuando me he sentido mejor en la misma es cuando me permito olvidarme por un momento que vivimos un momento histórico que nos tiene en la constante incertidumbre, y sabiendo que este es el tipo de historia que vale la pena contar, cada vez me convenzo más de que es mejor que las contemos juntos, en comunidad.
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Por mientras
Desde el norte de México, la cuarentena huele a carne asada, todos los días parece que hay una razón para prender el asador y tal vez ésta sea que estamos acostumbrados a hacerlo los domingos, y en un momento en el que todos los días son domingo, por mientras, se justifica.
«Todos los días son domingo, güey», me dice un buen amigo mientras hablamos por videollamada. En parte tiene razón, la semana sigue pasando con su correspondiente nomenclatura, pero para algunos, el día se encierra en las paredes de nuestro hogar y con ello, parece que el tiempo también se queda dentro para no pasar.
«Tiempo» y «encierro» son los dos conceptos que más resuenan en el colectivo desde que comenzó esta cuarentena en México hace un mes, y hace sentido que sea así, ya que cada vez que uno despierta encerrado en casa, parece que es un día más de disponerse a la rutina y lo hace más pesado no poder salir por la puerta sin que uno se envuelva en el temor de contagiarse de COVID-19; de esta forma, parece que el tiempo no pasa y nadie nos recuerda que siguen girando las manecillas, solamente lo hemos dejado de sentir.
En México, poder encerrarse en casa propia a realizar nuestros estudios y trabajos desde casa es un privilegio, así como seguramente lo es en el resto del mundo, pero cómo nos encanta flagelarnos para sentirnos especiales; encerrarnos es también hacerlo dentro de nuestra propia consciencia y colgarnos una etiqueta de empatía por quienes la esencia de sus empleos les impide quedarse en casa a ver Netflix.
«Cuidado, porque el bicho ese ya hasta anda en el aire», dicen las tías y como ese tipo de datos falsos hay multitud en las redes sociales. El encierro nos ha puesto creativos y es tal la creatividad que por mientras nos ponemos a compartir hechos fantásticos sobre el virus, que si se propaga por el aire, que sí hay medicamentos que pueden impedir que nos contagiemos y cada mañana nos convertimos en expertos en epidemiología y por mientras yo sigo encerrado, esperando a que deje de ser domingo.
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El desierto del «vato ranchero»
«Físicamente habitamos un espacio, pero, sentimentalmente,somos habitados por una memoria.» José Saramago, Carta de amor a Lisboa.
Era marzo del 2008, yo me encontraba sentado con mi madre y sus amigas en una mesa del área infantil del Carl’s Jr. que estaba cerca del Colegio Americano, escuela que me instruyó desde que estaba en el jardín de niños y hasta que finalicé mi secundaria. Mis amigos jugaban en el área de juegos y yo había bajado para tomar refresco, de la mesa se alcanzaba a ver la Avenida Paseo Triunfo de la República, la calle de mayor tránsito en Cd. Juárez. Debieron ser las cuatro de la tarde cuando avisé a mi madre que había soldados pasando por la calle. Yo no lo tenía muy claro entonces, pero era el ejército nacional, que había llegado al desierto fronterizo para ocuparse del Operativo Conjunto Chihuahua.[1]
De esta forma, se militarizaba al desierto que me vio nacer, y desde mis ojos infantiles yo no sabía mucho de lo que estaba sucediendo, consecuencia de la rotunda prohibición de ver los noticieros que me habían impuesto mis padres desde que tenía memoria. Al crecer lo comprendí, pero más allá de eso, me cuestioné cómo era posible que una ciudad que había sido inmortalizada por Juan Gabriel en sus canciones, cuna de Germán Valdés «Tin Tan» y que hasta había sido el escenario del divorcio de Marilyn Monroe, había llegado a ser el mismo lugar donde todos los días leía, a escondidas de mis padres, titulares noticiosos como «Matan a dos escoltas frente al Teresiano».[2]
Para entender la situación de violencia en Cd. Juárez parece valioso señalar que la investigadora Myrna Pastrana dice al respecto «ni por asomo percibimos que estábamos parados sobre un barril de pólvora que tarde o temprano estallaría»[3]. El desierto juarense gozaba de la posición geográfica que lo colocaba como el paso del mundo latinoamericano al mundo desarrollado, nuestro vecino al norte que trajo con sus pasos agigantados de industrialización lo que en Juárez se conoció como «la maquila», del término ‘maquiladora’, y con ello una buena oportunidad laboral para quienes buscaran una calidad de vida que no podían conseguir en los estados al sur del país.[4]
Para fortuna de las mujeres, las maquiladoras les ofrecían trabajos con la facilidad de atender a sus hijos, además de que no requerían mucho esfuerzo físico y el salario era digno; esta situación llevó a que las mujeres de Juárez comenzaran a adquirir la idea de que «en una casa donde la mujer no se mueve, no hay futuro»[5]. Esto, aunado a la importancia que había adquirido Cd. Juárez en la década de los sesenta y setenta como una de las ciudades más importantes de México para entretenerse, trajo prosperidad a los hogares juarenses; había trabajo para quien lo pidiera, y facilidad para desarrollar prósperos negocios propios. [6]
Como dijo Pastrana, estábamos sobre un barril de pólvora, mismo que explotó en enero de 1993, cuando los juarenses despertaron con la noticia de que habían encontrado a «una joven de apenas dieciséis años que, en el sexto mes de embarazo, había sido violada, mutilada y estrangulada»[7]. Este desafortunado evento llevó a una espiral de inseguridad en la que se dieron 850 casos de personas desaparecidas en Cd. Juárez entre 1993 y 2009, mujeres jóvenes y adolescentes en su mayoría.[8] Fue durante este periodo de tiempo en el que sucederían distintos eventos violentos en el espacio que antes había traído prosperidad a distintas familias que Juárez había recibido con los brazos abiertos; parecía cruel broma el hecho de que varias de estas familias que habían llegado esperanzadas tuvieran que regresar a sus pueblos veracruzanos, duranguenses y coahuilenses por el alto nivel de inseguridad que se presentaba en la Ciudad.[9]
No es sorpresa que haya sido así. Lo que a principios del milenio comenzó con las conocidas «Muertas de Juárez» tiempo después llevó a que personas involucradas en las administraciones municipales pasadas de Juárez fueran detenidas traficando drogas a El Paso, e incluso a amenazas de parte de los criminales a los policías con las llamadas «narcomantas», palabra que es parte del argot juarense desde el 2008[10]. Comenzaron a asesinar a policías y hasta la prensa llegó a comentar que «ya las funerarias en Juárez parecían estaciones policiacas de tanto agente en cada velorio»[11]. El problema se hizo más grave cuando en Juárez se pasó de pensar que mataban a quienes estaban involucrados con el narcotráfico al hecho de saber de cuenta propia que estaban matando a personas que se ganaban la vida de forma honesta, el «de seguro andaba chueco» dejó de ser un consuelo para quienes pensaban que al no involucrarse estaban exentos de las ejecuciones.
Como se mencionó antes, llegó el ejército a la Ciudad, y con ellos también una ligera esperanza de que la situación mejoraría, pero bastaron unos días para que fueran parte el paisaje urbano y tiempo después también llegó la Policía Federal a asistir a la que ya para ese entonces se conocía como «la ciudad más peligrosa del mundo», con 2,400 ejecutados en el 2009. Aunado a los asesinatos que eran el desayuno informativo de cada día para los juarenses, el cobro de una «cuota», es decir, un derecho de piso para mantener un negocio seguro de los maleantes, hizo que muchos doctores, abogados, comunicadores y demás profesionistas tuvieran que abandonar Ciudad Juárez para irse a vivir a El Paso, Texas, ciudad que irónicamente es conocida como una de las más seguras de Estados Unidos.[12]
El caso de homicidio a un reportero que el escritor del presente ensayo tiene más presente es el de José Armando Rodríguez Carreón, quien era el encargado de cubrir la información policiaca para El Diario de Juárez[13]. De esta forma vi cómo una de las niñas que iba conmigo a la catequesis, y a cuyos abuelos mi madre saludaba con gusto en la iglesia a la que asistíamos, había perdido su padre. Una vez más, sin comprender lo que realmente sucedía en Ciudad Juárez, podía percibir que vivíamos en una situación en la que no podía parecerme normal que a las siete de la noche hubiera toque de queda.
La intención de relatar estos casos violentos, que no son sino un rápido reconteo de lo sucedido en la época más violenta de Cd. Juárez, es contrastar al mismo tiempo con aquello que hace a esta ciudad un estandarte cultural de México. Habrá que recordar lo escrito por Octavio Paz en El laberinto de la soledad, libro en el que contiene un ensayo titulado ‘El pachuco y otros extremos’, en el que da un acercamiento a la mexicanidad que se vive en la frontera cuando nos habla del pachuco, figura del folklor juarense, como una manifestación de la mexicanidad que aun «joven, creyente, celosa y desconfiada», se presenta en el sur de Estados Unidos como respuesta a la dificultad para integrarse a una cultura que se ha creado por sí misma: la del estadounidense.[14] El fronterizo se encuentra entre estos dos mundos, y ha tenido que adoptar una mexicanidad propia, y lo que es peor para el juarense: se ha visto envuelto en un tiempo de prosperidad que todo le dio, y al mismo tiempo, se vio atacado por una plaga que todo le quiso quitar.
Parece que la situación de violencia de Juárez es algún tipo de castigo divino, aunque un análisis histórico nos demostraría que fueron las condiciones de prosperidad del siglo XX, así como su calidad de frontera con Estados Unidos las que llevaron a que el crimen organizado clavara su ojo en este pedazo de tierra desértica. Ya lo dice Myrna Pastrana: «Estábamos y estamos orgullosos como buenos norteños de lo ganado y adquirido gracias al esfuerzo personal»[15] y cómo va a ser de otra forma si Cd. Juárez es cuna del pachuco, el «burrito», la margarita y muchas otras tradiciones que han sumado al folklor mexicano. Cómo no sentirnos orgullosos si «éramos primeros en construcción de casas y en tener el más alto porcentaje de adquisición de computadoras por casa habitación»[16].
Qué desafortunado parece que al pueblo juarense le tocara el maltrato brutal a sus mujeres, la ilusión de una oportunidad de vida que no pudo ser concretada, la militarización de las calles y el deshonroso título de ser «la ciudad más peligrosa del mundo», y parece desafortunado porque los juarenses son personas nobles dentro de todo, y tal vez sea consecuencia de las terribles causas mencionadas anteriormente, pero es innegable que en una ciudad donde se ayuda a recoger lo que puede ser llevado como «rapiña»[17], hay gente que está dispuesta a salir adelante.
«Cuando termine la pesadilla, habrá que comenzar desde el principio tal y como lo hicieron los que llegaron primero»[18], y esto no puede ser más cierto, porque a diez años de lo que fue un episodio de terror en la historia juarense, hemos visto hoy en día cómo realmente es la sociedad de este noble cacho del desierto quien está haciendo que la prosperidad les llegue de nuevo. No puede ser de otra manera.
Bibliografía
(IMPRESOS)
Pastrana, Myrna. 2011. Cuando las banquetas fueron nuestras. Ficticia Editorial. DF, México.
Paz, Octavio. 1999. El laberinto de la soledad, Postdata, Vuelta a El laberinto de la soledad. Fondo de Cultura Económica. DF, México.
(ELECTRÓNICOS)
Carmona, Blanca. “Dan 30 años de cárcel por homicidio de ‘El Choco’”. (Nota). El Diario de Juárez. 2016.
http://diario.mx/Local/2016-11-11_18f7b8f5/dan-30-anos-de-carcel-por-homicidio-de-el-choco/
Jueves 7 de marzo del 2019.
El Diario de Juárez. “Latas de cerveza se le caen a repartidor y en vez de rapiña, obtiene ayuda”. (Nota). 2019.
https://diario.mx/juarez/latas-de-cerveza-se-le-caen-a-repartidor-y-en-vez-de-rapina-obtiene-ayuda-20190307-1486955/
Jueves 7 de marzo del 2019.
[1] Pastrana, Myrna. 2011. Cuando las banquetas fueron nuestras. Ficticia Editorial. DF, México. Pág. 33.
[2] Ibídem. Pág. 63.
[3] Ibídem. Pág. 14.
[4] Ídem.
[5] Pastrana, Myrna. 2011. Cuando las banquetas fueron nuestras. Ficticia Editorial. DF, México. Pág. 50.
[6] Ibídem. Pág. 68.
[7] Ibídem. Pág. 14.
[8] Ibídem. Pág. 15.
[9] Ibídem. Pág. 51.
[10] Ibídem. Pág. 31.
[11] Ibídem. Pág. 32.
[12] Ibídem. Pág. 35.
[13] Carmona, Blanca. “Dan 30 años de cárcel por homicidio de ‘El Choco’”. (Nota). El Diario de Juárez. 2016.
http://diario.mx/Local/2016-11-11_18f7b8f5/dan-30-anos-de-carcel-por-homicidio-de-el-choco/
Jueves 7 de marzo del 2019.
[14] Paz, Octavio. 1999. El laberinto de la soledad, Postdata, Vuelta a El laberinto de la soledad. Fondo de Cultura Económica. DF, México. Págs. 11-32.
[15] Pastrana, Myrna. 2011. Cuando las banquetas fueron nuestras. Ficticia Editorial. DF, México. Pág. 74.
[16] Ídem.
[17] El Diario de Juárez. “Latas de cerveza se le caen a repartidor y en vez de rapiña, obtiene ayuda”. (Nota). 2019.
https://diario.mx/juarez/latas-de-cerveza-se-le-caen-a-repartidor-y-en-vez-de-rapina-obtiene-ayuda-20190307-1486955/
Jueves 7 de marzo del 2019.
[18] Pastrana, Myrna. 2011. Cuando las banquetas fueron nuestras. Ficticia Editorial. DF, México. Pág. 12.
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Sobre la importancia de decir "buenos días"
Todo lo que diremos en nuestra vida ya ha sido dicho. Umberto Eco señaló que la lengua tiene una cantidad limitada de combinaciones. Alguna vez le dije a alguien que si todo ya había sido dicho, entonces escogería bien lo que saldría de mi boca y de mi pluma, porque me había dado cuenta de que la importancia de las palabras estaba en las que dijéramos, y sobre todo, en cómo las decimos. Albus Dumbledore alguna vez dijo que las palabras son mágicas, y probablemente no haya cosa más cierta que esto que le leí al entrañable personaje mágico. En mi pasado le aprendí a un chamán que las palabras construyen nuestra realidad. En la teoría de los Lenguajes del Amor nos encontramos con que las palabras de apreciación son una de las más grandes formas de hacer sentir amado a alguien. Así, con todas estas teorías sabemos que las palabras impactan en nuestro presente: tan sencillo como entender que lo que decimos es lo que creemos. Ser de esos locos que van por la vida hablando solos quizá no sea algo tan malo; hay algo que aprenderles si van por la vida comunicándose. La idea de que conversar con uno es una pérdida de tiempo: la meditación, técnica milenaria para hacer más consciente al ser humano, consiste en una suerte de conversación hacia dentro, en el desarrollo de la relación de una persona con sí misma. Entonces, al saber el impacto que un "buen día" puede tener en alguien, tal vez podamos entender la relevancia que tiene perder el individualismo en nuestra sociedad; quizá al sabernos constructores sociales de la realidad sepamos que nuestra colaboración emancipada es tan importante como la de cualquiera. Que no nos dé miedo hablar, pero que esto no signifique que vayamos por la vida hablando a la ligera. Que el "te amo" no nos dé miedo, que decirle "buenos días" a todos se haga costumbre y por fin sepamos que lo que decimos en nuestro día a día construye cosas tan sencillas como nuestro humor. A través de las palabras nos convertimos en actor y factor social. Construimos aquello que conforma el status quo, que curiosamente es queja constante en nuestro día a día; entonces qué inocentes hemos sido si podemos cambiar todo con un simple "buenos días, ¿cómo va todo?" o diciendo "buen corte de cabello, ¿dónde te lo hiciste?". Aprendamos a hacer eso, y eventualmente nos daremos cuenta de que todo es exactamente como queremos que sea.
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Hola José Pablo, lo cierto es que yo siempre he sido una mujer tímida y callada, nunca me atrevo a decir lo que siento. La realidad es que tu bloge me ha hecho ver la vida de una manera distinta. Me siento identificada contigo, tienes un corazón inmenso. Yo también voy en la Anáhuac y te he visto por ahí, nunca me he atrevido a hablarte pero me encantaría, te mando muchos beso. Sigue con tu proyecto.
Hola, Anónima :) Ahora me encuentro fuera de la Ciudad, pero cuando volviera me encantaría que pasaras a saludar, verás que no hago nada. Me encanta que este pequeño proyecto te ayude de algo, últimamente he estado un poco despegado, pero volvemos con nuevas entradas que son como caldito de pollo para el corazón. Un abrazo cálido.
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Sobre que “”eres el porcentaje de las cinco personas con las que más te juntas””
¿Por qué profanar a la ortografía con mi título en comillas dobles? Sencillo, una vez escuché decir esto a un amigo que se estaba excusando de no salir de fiesta con nosotros una noche porque decía que esta no le iba a dejar algo bueno. Claro que cuando me dijo de esto me quedé pensando en que es idiota el pensar que son los demás los que nos construyen a nosotros, siendo que son nuestras percepciones de los demás lo que a fin de cuentas nos moldea como barro, pero al mismo tiempo es muy sabio pensar que si me junto con alguien que da malos pasos entonces yo voy a terminar de la misma manera. Quiero compartirles que en mi vida he logrado estar rodeado de personas que se interesan por hacer un bien común, muy probablemente eso me ha llevado a querer compartir en este blog lo que diecinueve años de experiencia me han enseñado porque así como a mí me han enseñado ahora yo quiero hacer algo por mi entorno.
Como mencioné anteriormente, tengo la oportunidad de estudiar lejos de casa y eso me ha llevado a tener nuevas oportunidades, el día de hoy quiero compartirles sobre un grupo de personas extraordinario que día con día me inspiran a ser la mejor versión de mí y quienes espero que en el futuro puedan conocer más a fondo a través de mis letras. Ellos son personas que tienen dotes de excelencia y liderazgo que he visto en muy pocas personas a lo largo de mi vida. Tan sencillo como el hecho de que llevan promedios excelentes en la escuela, también puedo perjurar que mis mejores fiestas han sido a su lado, que todos los días están haciendo proyectos en favor de la comunidad y que no les molesta despertarse crudos como el sushi un sábado en la mañana para hacer voluntariado. Es muy sencillo, si quieres cambiar tú, entonces cambia tu entorno porque así las interacciones que tendrás día a día serán muy distintas y el chip que traes dentro vibrará para ser algo más por el simple hecho de que tienes a lado a alguien que busca ser mejor que tú y que más que eso, busca que mejoren juntos. Así que sí, te darás cuenta de que sí eres el promedio de las personas con las que te juntas, ellas te inspiran a diario. En la foto que les comparto, se darán cuenta de que no solamente son cinco, esto me convierte en alguien muy afortunado. (Foto del 8 de abril del 2017).

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Sobre que no puedes compartir lo que no tienes
Digamos que yo le prometo a mi salón un convivio con pizza y refrescos por montones, que habrá música, juegos, una alberca, etc. Todos en mi salón se emocionan y van con la ilusión de que en pocos días tendremos un buen momento de convivencia. Lo que no saben es que yo no tengo dinero y esperaba que ellos pudieran cooperarme para hacer ese mismo convivio. Llega el día y como todo mundo pensaba que yo iba traer todo lo necesario ellos no llevan ni un peso para cooperar, así que no hay pizza, diversión ni nada. Esto obviamente lleva a que mis compañeros se sientan decepcionados conmigo y yo frustrado al haber quedado mal, lógicamente esto no me deja igual con mis compañeros.
Entendamos al amor de esta manera. Si yo prometo algo que sé que no tengo a alguien que lo espera de mí, yo al poder no proporcionarlo esta persona va a estar profundamente decepcionada de mí y se causarán conflictos. Entonces, ¿qué tengo que hacer para que estos problemas se eviten desde el inicio? La respuesta es bastante sencilla, ya que se trata entonces de tener el amor por mí mismo y así poder compartir algo que ya conozco. Pero, ¿qué pasa entonces si nunca he conocido el amor? Ese asunto ya parece más complicado y realmente no creo que estés preguntándote eso a ti mismo en ese momento porque normalmente vemos los defectos en los otros más fácilmente que en nosotros mismos, así que seguramente ahora estás recordando a algún ex-amor o una persona que piensas que no ha tenido encuentro cercano con el cariño. Es tu deber y el mío, entonces, el acercarte a esa persona (por obvias razones no estoy hablando de que vuelvas a hablarle a tu ex), pero entonces el querer compartir un saludo, una sonrisa o hasta el encendedor cuando alguien no trae para prender su cigarrillo te va a llevar a conocer un cariño desinteresado por los demás y eventualmente, con mucho trabajo, te verás con que ahora eres alguien que no espera nada de los demás para luego tener un amor incondicional por ti mismo y así poder compartirlo con quien será tu pareja en un futuro. A fin de cuentas, no se trata de llegar al convivio con las manos vacías. Les comparto una foto con el amor más puro y fuera de condiciones que he conocido, el de mi madre, la que me enseñó a nunca llegar con las manos vacías al convivio de la pizza. (Foto del 2002, tenía unos cinco años).

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Sobre la zona de comfort
A mis tres años recuerdo que alguna vez tomé la decisión de abandonar mi salón de maternal para estar en el tiempo de receso de los de primer año de kínder, todo porque tenía una amiga con quien me gustaba compartir el refrigerio a esa hora. Ese mismo día me expulsaron de ese maternal, ya que eventualmente la maestra se dio cuenta de mi ausencia y yo, en mis mentiras inocentes, le dije que iba al baño. Resulta obvio que un niño de de tres años no podría mentirle a una maestra que ya andaba en sus treinta y tantos, por lo que cuando colmé su paciencia, ella me llevó a rastras hacia el salón que me correspondía. Al ser tomado por la fuerza, decidí recurrir a la violencia y comencé a patearla en la pierna para que me dejara ir y poder cumplir con mi gusto adquirido de compartir el sándwich de jamón y las salchichas rebanadas que mi mamá con amor me mandaba en mi lonchera de Jimmy Neutron. Ese día cuando mi mamá me recogió del maternal, la directora del pequeño colegio se acercó a ella y discretamente le recomendó no me trajera al día siguiente. Ni ningún otro. Tiempo después esta experiencia haría que no fuese posible para mí entrar a un renombrado colegio teresiano de Ciudad Juárez, mi ciudad natal, por lo que tuve que entrar a un colegio Montessori, donde además de aprender a convivir con los demás pude tomar la independencia que después me caracterizaría.
Esto definitivamente me construyó como soy actualmente, y después de algunas vueltas en el camino obtuve la oportunidad de estudiar en la Ciudad de México, capital de mi país, donde resido hoy en día. Bien dicen que salir de la zona de comfort no es nada fácil y que la vida comienza cuando sales de ella. Si me pongo a pensar en ello, me doy cuenta de que fácilmente podría estar manejando mi coche a diario si viviera donde nací, en vez de estar pagando seis pesos diarios para poder ir a la escuela en un camión que bien podría pasar por party bus, que podría cambiar los frijoles en lata y el atún preparado por las deliciosas comidas caseras de mi madre o haberme quedado en la acostumbrada vida con las personas acostumbradas, pero eso mismo habría hecho que hoy en día no estuviese consciente de que el hambre es pasajera, de que hay un ser supremo que ve por nosotros todos los días y que a fin de cuentas todo lo que importa es el instante que vivimos porque mañana no sabes si vas a tener un millón de dólares o apenas lo suficiente para comprarte una sopa instantánea. No es intención de este primer post el vanagloriarme, al contrario, yo quiero invitarte a que pienses cómo en tu rutina diaria puedes salir de esa misma zona de comfort. ¡Hey! Vete en camión al trabajo, toma una caminata a donde nunca has ido caminando o incluso comienza a saludar extraños porque la zona de la comodidad es peligrosa hasta para el alma y la rutina te atrofia los músculos. El objetivo de este blog es precisamente eso, quiero que al visitar acá puedas inspirarte a hacer cosas nuevas, a reinventarte y, primordialmente, a que salgas de la burbuja que te has creado. Para terminar este primer post, te comparto la última foto que le pude tomar al desierto que me vio nacer, el mismo día que me di cuenta de que estaba dejando atrás toda una vida de comodidades, ¿ves? Sí se puede. (Foto del 27 de Julio del 2016).

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