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EL IMPERIO ROMANO
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Se llama Imperio Romano a la etapa de la historia romana, en la que Roma fue gobernada por emperadores. Fuentes: mihistoriauniversal.com Wikipedia.com y Biografiasyvidas.com
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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(Muhammad, Mohammed o Mahomet; La Meca, h. 575 - Medina, 632) Profeta árabe, fundador de la religión musulmana. La biografía de Mahoma, de la que se conocen muy pocos datos seguros, nos ha llegado envuelta en la leyenda. Su nombre primitivo fue probablemente Ahmad; nació en una familia pobre de la noble tribu de Quraish (acontecimiento que los musulmanes celebran con la fiesta del Mawlud). A los seis años quedó huérfano y fue recogido por su tío Abú Talib, al que acompañó en sus viajes de comercio. A los veinticinco años Mahoma se casó con la rica viuda Jadicha, de quien era criado; Jadicha le dio una hija, Fátima, además de una posición social más desahogada como un comerciante respetado en la ciudad. Conoció, si bien superficialmente, las dos grandes religiones monoteístas de su época a través de las pequeñas comunidades cristiana y judía que habitaban en La Meca y quizá también por sus viajes de negocios. Tan escasa cultura (pues probablemente era analfabeto) no le impediría crear una religión que había de servir de base para toda una cultura de difusión universal. A los cuarenta años Mahoma comenzó a retirarse al desierto y a permanecer días enteros en una cueva del monte Hira, en donde creyó recibir la revelación de Dios -Alá-, que le hablaba a través del arcángel Gabriel y le comunicaba el secreto de la verdadera fe. Animado por su esposa Jadicha, comenzó a predicar en su ciudad natal, presentándose como continuador de los grandes profetas monoteístas anteriores, Abraham, Moisés y Jesucristo. Por entonces Mahoma se limitaba a predicar la vuelta a la religión de Abraham. Mahoma consiguió sus primeros adeptos entre las masas urbanas más pobres, al tiempo que se enemistaba con los ricos. Cuando sus seguidores se hicieron numerosos, las autoridades empezaron a verle como una amenaza contra el orden establecido; se le acusó de impostor y comenzaron las persecuciones. Una parte de sus seguidores huyeron a Abisinia, en donde recibieron la protección del negus cristiano. Pero las amenazas a la seguridad de Mahoma llegaron hasta tal punto que, después de la muerte de Jadicha y de Abú Talib en el 619, decidió huir a Medina el 16 de julio del año 622. Se considera el momento de esa huida -la Hégira- como fecha fundacional de la era islámica. En Medina, Mahoma tomó contacto con la comunidad judía, que le rechazó por su errónea interpretación de las Escrituras. Comprendió entonces que su predicación no conducía a la religión de Abraham, sino que constituía una nueva fe; de entonces data el cambio de la orientación de la oración, de Jerusalén a La Meca. Combinando la persuasión con la fuerza, Mahoma se fue rodeando de seguidores, que empezaron a practicar las razias contra caravanas y poblaciones del entorno como medio de vida. Estas escaramuzas (Badr, Uhud), elevadas a la categoría de batallas por la historia oficial, fueron descubriendo a los musulmanes la «guerra santa», el uso de la fuerza para someter y convertir a los infieles. En Medina, Mahoma se convirtió en un caudillo no sólo religioso, sino también político y militar. Los enfrentamientos entre Medina y La Meca culminaron con la conquista de esta última ciudad por los mahometanos en el 630, fruto de la presión militar, de la negociación política y de convenientes enlaces matrimoniales (Mahoma se casó hasta con doce mujeres, nueve de ellas al mismo tiempo). El santuario de la Kaaba, piedra negra venerada en La Meca, fue inmediatamente consagrado a Alá. Poco antes de morir, Mahoma realizó una peregrinación de Medina a La Meca, que ha servido de modelo para este rito que todo musulmán debe realizar una vez en su vida. Mahoma fue personalmente el creador de la teología islámica, que quedó reflejada en el Corán, único libro sagrado de los musulmanes; es una colección de sentencias que se suponen inspiradas por Alá y que fueron recogidas en vida del profeta y recopiladas hacia el 650. En los dos últimos años de la vida de Mahoma el Islam se extendió al resto de Arabia, unificando a las diversas tribus paganas que habitaban aquel territorio. Eran un conjunto de tribus semíticas politeístas, cuyo continuo estado de guerra entre clanes les había impedido hasta entonces tener protagonismo alguno en la historia. A pesar de haber nacido en una región atrasada y marginal del planeta, y de proceder él mismo de un ambiente modesto, Mahoma convirtió a las belicosas tribus árabes en un pueblo unido y las embarcó en una expansión sin precedentes. Al morir Mahoma sin heredero varón, estallaron las disputas por la sucesión, que recayó en el suegro del profeta, Abú Bakr, convertido así en el primer califa o sucesor.
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(Muhammad, Mohammed o Mahomet; La Meca, h. 575 - Medina, 632) Profeta árabe, fundador de la religión musulmana. La biografía de Mahoma, de la que se conocen muy pocos datos seguros, nos ha llegado envuelta en la leyenda. Su nombre primitivo fue probablemente Ahmad; nació en una familia pobre de la noble tribu de Quraish (acontecimiento que los musulmanes celebran con la fiesta del Mawlud). A los seis años quedó huérfano y fue recogido por su tío Abú Talib, al que acompañó en sus viajes de comercio. A los veinticinco años Mahoma se casó con la rica viuda Jadicha, de quien era criado; Jadicha le dio una hija, Fátima, además de una posición social más desahogada como un comerciante respetado en la ciudad. Conoció, si bien superficialmente, las dos grandes religiones monoteístas de su época a través de las pequeñas comunidades cristiana y judía que habitaban en La Meca y quizá también por sus viajes de negocios. Tan escasa cultura (pues probablemente era analfabeto) no le impediría crear una religión que había de servir de base para toda una cultura de difusión universal. A los cuarenta años Mahoma comenzó a retirarse al desierto y a permanecer días enteros en una cueva del monte Hira, en donde creyó recibir la revelación de Dios -Alá-, que le hablaba a través del arcángel Gabriel y le comunicaba el secreto de la verdadera fe. Animado por su esposa Jadicha, comenzó a predicar en su ciudad natal, presentándose como continuador de los grandes profetas monoteístas anteriores, Abraham, Moisés y Jesucristo. Por entonces Mahoma se limitaba a predicar la vuelta a la religión de Abraham. Mahoma consiguió sus primeros adeptos entre las masas urbanas más pobres, al tiempo que se enemistaba con los ricos. Cuando sus seguidores se hicieron numerosos, las autoridades empezaron a verle como una amenaza contra el orden establecido; se le acusó de impostor y comenzaron las persecuciones. Una parte de sus seguidores huyeron a Abisinia, en donde recibieron la protección del negus cristiano. Pero las amenazas a la seguridad de Mahoma llegaron hasta tal punto que, después de la muerte de Jadicha y de Abú Talib en el 619, decidió huir a Medina el 16 de julio del año 622. Se considera el momento de esa huida -la Hégira- como fecha fundacional de la era islámica. En Medina, Mahoma tomó contacto con la comunidad judía, que le rechazó por su errónea interpretación de las Escrituras. Comprendió entonces que su predicación no conducía a la religión de Abraham, sino que constituía una nueva fe; de entonces data el cambio de la orientación de la oración, de Jerusalén a La Meca. Combinando la persuasión con la fuerza, Mahoma se fue rodeando de seguidores, que empezaron a practicar las razias contra caravanas y poblaciones del entorno como medio de vida. Estas escaramuzas (Badr, Uhud), elevadas a la categoría de batallas por la historia oficial, fueron descubriendo a los musulmanes la «guerra santa», el uso de la fuerza para someter y convertir a los infieles. En Medina, Mahoma se convirtió en un caudillo no sólo religioso, sino también político y militar. Los enfrentamientos entre Medina y La Meca culminaron con la conquista de esta última ciudad por los mahometanos en el 630, fruto de la presión militar, de la negociación política y de convenientes enlaces matrimoniales (Mahoma se casó hasta con doce mujeres, nueve de ellas al mismo tiempo). El santuario de la Kaaba, piedra negra venerada en La Meca, fue inmediatamente consagrado a Alá. Poco antes de morir, Mahoma realizó una peregrinación de Medina a La Meca, que ha servido de modelo para este rito que todo musulmán debe realizar una vez en su vida. Mahoma fue personalmente el creador de la teología islámica, que quedó reflejada en el Corán, único libro sagrado de los musulmanes; es una colección de sentencias que se suponen inspiradas por Alá y que fueron recogidas en vida del profeta y recopiladas hacia el 650.
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(Muhammad, Mohammed o Mahomet; La Meca, h. 575 - Medina, 632) Profeta árabe, fundador de la religión musulmana. La biografía de Mahoma, de la que se conocen muy pocos datos seguros, nos ha llegado envuelta en la leyenda. Su nombre primitivo fue probablemente Ahmad; nació en una familia pobre de la noble tribu de Quraish (acontecimiento que los musulmanes celebran con la fiesta del Mawlud). A los seis años quedó huérfano y fue recogido por su tío Abú Talib, al que acompañó en sus viajes de comercio. A los veinticinco años Mahoma se casó con la rica viuda Jadicha, de quien era criado; Jadicha le dio una hija, Fátima, además de una posición social más desahogada como un comerciante respetado en la ciudad. Conoció, si bien superficialmente, las dos grandes religiones monoteístas de su época a través de las pequeñas comunidades cristiana y judía que habitaban en La Meca y quizá también por sus viajes de negocios. Tan escasa cultura (pues probablemente era analfabeto) no le impediría crear una religión que había de servir de base para toda una cultura de difusión universal. A los cuarenta años Mahoma comenzó a retirarse al desierto y a permanecer días enteros en una cueva del monte Hira, en donde creyó recibir la revelación de Dios -Alá-, que le hablaba a través del arcángel Gabriel y le comunicaba el secreto de la verdadera fe. Animado por su esposa Jadicha, comenzó a predicar en su ciudad natal, presentándose como continuador de los grandes profetas monoteístas anteriores, Abraham, Moisés y Jesucristo. Por entonces Mahoma se limitaba a predicar la vuelta a la religión de Abraham. Mahoma consiguió sus primeros adeptos entre las masas urbanas más pobres, al tiempo que se enemistaba con los ricos. Cuando sus seguidores se hicieron numerosos, las autoridades empezaron a verle como una amenaza contra el orden establecido; se le acusó de impostor y comenzaron las persecuciones. Una parte de sus seguidores huyeron a Abisinia, en donde recibieron la protección del negus cristiano. Pero las amenazas a la seguridad de Mahoma llegaron hasta tal punto que, después de la muerte de Jadicha y de Abú Talib en el 619, decidió huir a Medina el 16 de julio del año 622. Se considera el momento de esa huida -la Hégira- como fecha fundacional de la era islámica. En Medina, Mahoma tomó contacto con la comunidad judía, que le rechazó por su errónea interpretación de las Escrituras. Comprendió entonces que su predicación no conducía a la religión de Abraham, sino que constituía una nueva fe; de entonces data el cambio de la orientación de la oración, de Jerusalén a La Meca. Combinando la persuasión con la fuerza, Mahoma se fue rodeando de seguidores, que empezaron a practicar las razias contra caravanas y poblaciones del entorno como medio de vida. Estas escaramuzas (Badr, Uhud), elevadas a la categoría de batallas por la historia oficial, fueron descubriendo a los musulmanes la «guerra santa», el uso de la fuerza para someter y convertir a los infieles. En Medina, Mahoma se convirtió en un caudillo no sólo religioso, sino también político y militar. Los enfrentamientos entre Medina y La Meca culminaron con la conquista de esta última ciudad por los mahometanos en el 630, fruto de la presión militar, de la negociación política y de convenientes enlaces matrimoniales (Mahoma se casó hasta con doce mujeres, nueve de ellas al mismo tiempo). El santuario de la Kaaba, piedra negra venerada en La Meca, fue inmediatamente consagrado a Alá. Poco antes de morir, Mahoma realizó una peregrinación de Medina a La Meca, que ha servido de modelo para este rito que todo musulmán debe realizar una vez en su vida. Mahoma fue personalmente el creador de la teología islámica, que quedó reflejada en el Corán, único libro sagrado de los musulmanes; es una colección de sentencias que se suponen inspiradas por Alá y que fueron recogidas en vida del profeta y recopiladas hacia el 650. En los dos últimos años de la vida de Mahoma el Islam se extendió al resto de Arabia, unificando a las diversas tribus paganas que habitaban aquel territorio. Eran un conjunto de tribus semíticas politeístas, cuyo continuo estado de guerra entre clanes les había impedido hasta entonces tener protagonismo alguno en la historia. A pesar de haber nacido en una región atrasada y marginal del planeta, y de proceder él mismo de un ambiente modesto, Mahoma convirtió a las belicosas tribus árabes en un pueblo unido y las embarcó en una expansión sin precedentes. Al morir Mahoma sin heredero varón, estallaron las disputas por la sucesión, que recayó en el suegro del profeta, Abú Bakr, convertido así en el primer califa o sucesor.
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El Culto Privado Estaba destinado a los dioses familiares, administrados por os padres de familia en sus hogares. Los Manes o almas de los antepasados, que velaban por la continuidad y prosperidad de sus descendiente. Los Lares o dioses protectores del hogar Los Penates o genios que hacían posible el abastecimiento familiar.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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CLASES DE CULTOS El Culto Público Los sacerdotes celebraban el culto a los dioses en nombre de la ciudad. A cada dios se le destino un templo, con sacerdotes particulares. Sus principales dioses fueron: Jupiter, dios del cielo y de los fenómenos celestes. Era considerado el más poderoso de todos. Marte, dios del ejército. Juno, dios de las puertas de la ciudad y de las viviendas. Juno, diosa protectora de las madres. Ceres, diosa de la cosecha. Diana, diosa de la naturaleza salvaje y de la caza. Minerva, diosa de la inteligencia y la técnica. Mercurio, dios del comercio. Venus, diosa de la belleza, fecundidad y del amor. Vulcano, dios del fuego, los metales y de los herreros. Neptuno, dios del mar.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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FLORECIMIENTO CULTURAL Se denomina Siglo de Augusto al florecimiento cultural que tuvo Roma durante el gobierno de Augusto (27 a.C. al 14 d.C.).Los escritores y artistas exaltaron las virtudes antiguas, la religión tradicional y sus costumbres. Bajo este periodo de paz, los arquitectos y artistas transformaron Roma, conviertiéndola en una ciudad imponente.Todo esto fue posible al gobierno de Augusto y el apoyo de los protectores de la cultura, como Agripa y Mecenas. Augusto declaro alguna vez encontre una ciudad de ladrillo y dejo una ciudad de marmol. El siglo de Augusto en Roma ha sido comparada con el Siglo de Pericles en Grecia. Las culturas grecolatinas, en su conjunto constituyen la Cultura Clásica de la Antigüedad.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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Reformas en el Aspecto Político El Emperador era la máxima autoridad política, religiosa y militar en el Impero Romano. El Senado le concedió todas las atribuciones. El Senado acataba las ordenes del Emperador, Se les gana o se les extermina era lo que solía decir Augusto. El año 28 d.C. purgó a los indignos y se nombró Principe del Senado. Para garantizar una eficaz administración, algunas provincias fueron cedidas a los Senadores. A estas se les llamó Provincias Senatoriales. Las Prefecturas eran las instituciones encargadas de velar por el bienestar de la población.
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Eneas y Dido (1747), de Pompeo Batoni Al principio, Eneas logra huir del desastre de Troya llevando sobre los hombros a su anciano padre, Anguises, y a su hijo Ascanio de la mano; reúne una flota y zarpa con los supervivientes troyanos rumbo a Tracia, Creta, Epiro y Sicilia, antes de abordar las costas de África. Luego relata los amores de la reina de Cartago, Dido, con Eneas, y el suicidio de ella tras la partida del héroe. Tras un interludio, la última parte narra la llegada de Eneas a Italia, y la guerra que sostiene con Turno, rey de los rútulos; la victoria le otorga la mano de Lavinia, princesa del Lacio. Según Virgilio, el linaje romano procede del hijo de Eneas, Ascanio, que habría fundado la ciudad de Roma. El modelo homérico está presente tanto a nivel formal como temático, aunque es visible también la influencia del poeta griego Apolonio de Rodas y de poetas romanos como Ennio y Lucrecio.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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(Publio Virgilio Marón, en latín Publius Vergilius Maro; Andes, hoy Pietole, actual Italia, 70 a.C. - Brindisi, id., 19 a.C.) Poeta latino. Aunque hijo de padres modestos, Virgilio estudió retórica y lengua y filosofía griegas en Cremona, Milán, Roma y Nápoles. Virgilio Si bien no intervino de modo directo en la vida política, desde muy pronto Virgilio disfrutó del apoyo de mecenas y amigos, como Cayo Mecenas, el poeta Horacio e incluso Octavio (el futuro emperador Augusto), en parte propiciado por el éxito de su primera obra mayor, las Bucólicas, en las que desarrolla muchos temas de la tradición pastoril, tomados sobre todo de los Idilios de Teócrito, aunque introdujo numerosas alusiones a personajes y situaciones de su época. Incitado por sus protectores, escribió las Geórgicas, en apoyo de la política imperial de relanzar la agricultura en Italia; en las Geórgicas, Virgilio recrea la belleza de la vida campesina y sus distintos aspectos: labranza, ganadería y apicultura. La vertiente pública de la poesía de Virgilio llegó a su cima cuando afrontó la tarea de escribir un ambicioso poema patriótico a imagen de las grandes epopeyas de Homero: la Eneida, que debía cantar las virtudes del pueblo romano y cimentar una mitología propia para la nación. Para ello escogió la conocida figura legendaria del héroe troyano Eneas. Durante otros doce años trabajó en la composición de esta obra maestra, un poema épico compuesto de doce cantos que toma el nombre de su protagonista. Eneas y Dido (1747), de Pompeo Batoni Al principio, Eneas logra huir del desastre de Troya llevando sobre los hombros a su anciano padre, Anguises, y a su hijo Ascanio de la mano; reúne una flota y zarpa con los supervivientes troyanos rumbo a Tracia, Creta, Epiro y Sicilia, antes de abordar las costas de África. Luego relata los amores de la reina de Cartago, Dido, con Eneas, y el suicidio de ella tras la partida del héroe. Tras un interludio, la última parte narra la llegada de Eneas a Italia, y la guerra que sostiene con Turno, rey de los rútulos; la victoria le otorga la mano de Lavinia, princesa del Lacio. Según Virgilio, el linaje romano procede del hijo de Eneas, Ascanio, que habría fundado la ciudad de Roma. El modelo homérico está presente tanto a nivel formal como temático, aunque es visible también la influencia del poeta griego Apolonio de Rodas y de poetas romanos como Ennio y Lucrecio. El verso de Virgilio en la Eneida fue considerado en su propia época, y a partir de entonces, como modelo de perfección literaria tanto por su equilibrio métrico como por su musicalidad. Sin embargo, el poeta no pudo terminar su obra, pues en el 19 a.C. emprendió un viaje por Grecia y Asia con la intención de corroborar sobre el terreno las referencias paisajísticas y geográficas de su obra maestra, práticamente finalizada para entonces, y para profundizar en el estudio de la filosofía. Durante el viaje enfermó gravemente, y en su lecho de muerte pidió a sus amigos Vario y Plocio que destruyeran la Eneida, por considerarla imperfecta, ruego que no fue atendido por orden de Augusto. Se atribuye asimismo a Virgilio la composición de un conjunto de obras menores de carácter épico, elegíaco y didáctico, conocido como el Appendix vergiliana, que quizás podrían ser obras de juventud, aunque no está bien dilucidada su autoría. El renombre de que gozó fue enorme no sólo en su época, sino a lo largo de toda la Edad Media, que le consideró como un cristiano anticipado; incluso se llegó a ver en una de sus Bucólicas una profecía de la llegada del Mesías. En su Divina Comedia, Dante lo convirtió en su guía a través del Infierno y el Purgatorio, y lo consideró su maestro.
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La poesía Publio Virgilio Marón llamado Cisne de Mantua, fue el más grande poeta latino. Protegiendo de Augusto y Mecenas, quienes lo inspiraron para que cantaran un himno a la patria latina, fue el autor de tres poemas importantes: La Eneida, en la que canta los orígenes de Roma. El personaje principal es el héroe troyano Eneas. Es una epopeya nacional, que ensalza la gloria de Roma y de Augusto, descendientes de Eneas y su misión imperial. Las Bucolicas o Eglogas en la que canta la vida del campo y del hogar y las Las Geórgicas, poema en el que exalta las faenas agrícolas, olvidadas por el ejercicio de las armas. Horacio, poeta latino. Al igual que Virgilio, fue amigo y protegido de Mecenas. Es el poeta del amor y la felicidad; de los placeres de la amistad. Escribió las Odas, obra importante en la que canta la grandeza de la Roma de Augusto, las virtudes de los antepasados y la paz de la vida de campo. También escribió otros poemas las Satiras y las Epistolas. Publio Ovidio Nasón, fue un versista. Sus obras fueron El arte de Amar, que consiste en un código del amor camal; Las Heroídas, carta de versos escritas por las heroínas mitológicas a sus amantes; La Metamorfosis en cuyos versos canta la historia de los dioses y de los héroes de los tiempos fabulosos; Los Fastos y Los Tristes en la que refleja sus propios sentimientos.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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La Historia Tito Livio, es considerado como el mejor historiador romano. Nació en Padua. Escribió su magistral obra titulada Historia de Roma en la que narra los orígenes de Roma, los episodios y acciones de los personajes que determinaron los éxitos y fracasos de Roma. Publio Cornelio Tácito, historiador romano. Escribió Historias y Los Anales concibiendo la historia como una intriga política: Germania y Comentarios sobre las Guerras Civiles. Plutarco era historiador y moralista griego, nacido en Queronea. Fue autor de Vidas Paralelas, en las que hace un estudio magistral de la vida y obras de personajes ilustres de Grecia y Roma. En Obras Morales sintetiza los conocimientos de su época
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(Queronea, hoy desaparecida, actual Grecia, h. 50-id., h. 120) Historiador griego. A los veinte años se desplazó a Atenas para estudiar matemáticas y filosofía. Fue discípulo del filósofo Ammonio Saccas. Aunque viajó por casi todo el Imperio, la mayor parte de su vida residió en Queronea, donde desempeñó numerosos cargos públicos. Estuvo vinculado a la Academia platónica de Atenas, y fue sacerdote de Apolo en Delfos. Plutarco Debe su fama a Vidas paralelas, una serie de biografías de ilustres personajes griegos y romanos, agrupados en parejas a fin de establecer una comparación entre figuras de una y de otra cultura. Se conservan 22 Vidas, que constituyen una importante fuente de información sobre la Antigüedad por la gran cantidad de anécdotas y detalles históricos que contienen. La sobriedad del relato y el sentido dramático de la obra ha sido fuente de inspiración de grandes escritores, entre ellos William Shakespeare. El resto de sus escritos, agrupados bajo el título de Obras morales (78 tratados, recopilaciones o biografías dedicadas a temas muy diversos, escritos en distintas épocas), recogen serias discusiones filosóficas de raíz platónica y diatribas de carácter retórico. Más moralista que filósofo e historiador, fue uno de los últimos grandes representantes del helenismo cuando éste llegaba a su fin.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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Publio Cornelio Tácito Historiador romano Se cree que nació 55 d.C., en Galia o en Roma. Parece ser que fue cuestor en el 79, pretor en el 88 y cónsul sufecto en el 97, procónsul de Asia en los años 112 y 113. Su obra más antigua es el Dialogus de oratoribus (Diálogo de los oradores), que escribió hacia el 81. En De vita Iulii Agricolae (Vida de Agrícola, hacia el 98), expone la vida de su suegro, el político y general romano Cneo Julio Agrícola. Al escribir la vita de Agrícola, el autor funde con maestría modelos y géneros diversos, moviéndose entre la laudatio y el panfleto político, entre la monografía y un ensayo acerca de la virtus. Tácito quiere aclarar su propia situación y no tanto la del biografiado, por lo que encontramos la alabanza de la moderatio como norma de la vida, tratando por un lado de no rebelarse y por otro de no aparecer sumisos a la tiranía. Germania (escrita hacia el 98), es la única monografía etnográfica de la antigüedad dedicada a un pueblo extranjero que se ha conservado, describe con evidente tono moralizador el peculiar carácter de dicho pueblo e intenta explicar por qué motivo Germania todavía no había sido conquistada. En el Diálogo de los oradores, un tratado en el que encontramos una clara influencia ciceroniana, incluido en el estilo, y donde el autor se suma a la discusión acerca de la decadencia de la oratoria en la época del momento, se estudian los lazos existentes entre la libertad política y la labor intelectual. Las Historiae (Historias), se cree que lo escribió entre el 104 y el 109. Es la historia del Imperio romano desde el 69 d.C. hasta el asesinato del emperador Domiciano en el 96. De la obra original, posiblemente compuesta por catorce libros, sólo se conservan los cuatro primeros y parte del quinto. Los últimos años de su vida los dedicó a la redacción de trabajos históricos, de los cuales se conservan menos de la mitad. Su trabajo más destacado, el llamado Annales (escrita sobre 115 o 117), presenta la vigorosa penetración del psicólogo, para dejar un relato patético y vigoroso de los años más oscuros de la historia de Roma. Los crímenes de Tiberio, los excesos de Mesalina, las locuras de Nerón, las intrigas familiares, las delaciones, los suicidios, las vilezas.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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Patavium, hoy Padua, Italia, h. 64 a.C. - id., 17 d.C.) Historiador latino. Instalado en Roma probablemente a partir del año 30 a.C., se interesó por la retórica y escribió diálogos morales, que después dejó de lado para consagrarse a la redacción de una gran historia de Roma, Ab urbe condita libri (más conocida como las Décadas), que le valió el favor del emperador Augusto. Sólo se conservan 35 libros de los 142 que componían la obra, que cubre desde la fundación de la ciudad hasta el año 9 a.C. Pieza cumbre de la prosa latina del final del período clásico, para su composición se sirvió de archivos y de historiadores antiguos a los que rara vez cita (por lo que su obra carece de fiabilidad respecto a algunas épocas) e intercaló pequeñas reflexiones en medio de la narración, marcada por un tono épico y dramático. Livio concebía la historia desde un punto de vista moral, y, más que una obra científicamente construida, la suya es la aportación de un poeta que canta con entusiasmo el esplendor del pueblo romano. Muy admirado por sus contemporáneos, sirvió de modelo a historiadores posteriores e influyó en los poetas épicos. Tito Livio Descendiente de una familia acomodada, Tito Livio adquirió una buena formación cultural en Grecia, y estudió retórica y filosofía en Padua y más tarde en Roma. Su infancia coincidió con los últimos acontecimientos que precipitaron la crisis republicana hacia la monarquía cesariana; asumió la toga viril cuando Padua, junto con toda la Galia Cisalpina, fue incorporada por Augusto a los dominios de Roma. En adelante, el futuro historiador vería en Roma a la madre común. La "patavinitas" ("paduanidad" o peculiaridades propias de Padua) que en Tito Livio o más probablemente en su lenguaje vislumbraba Asinio Polión permite creer que su cultura debió de formarse sobre todo en la ciudad natal; en ella habría madurado el espíritu conservador debido al cual mantendría ciertas simpatías pompeyanas y afirmaría no saber si el nacimiento del César había de considerarse un bien o un mal para Roma. Con todo, tal inclinación conservadora, poco personal y todavía menos partidista, no fue sino consecuencia de una ética patriótica que le sitúa en la misma tradición de Horacio y Virgilio, como cantor de las antiguas glorias republicanas y, al mismo tiempo, de la paz restaurada por el príncipe. Livio fue amigo de Octavio Augusto, quien le llamaba "pompeyano" por el espacio que dedicó en su obra a las grandes figuras de la República. De su fama y prestigio dan cuenta Plinio el Joven y Plinio el Viejo, Séneca, Quintiliano, Marcial y Tácito. Se han perdido sus obras filosóficas, recordadas por Séneca, y la carta al hijo donde habla de Cicerón como modelo de oratoria. En su madurez, Livio vivió al margen de la política, dedicado a redactar, entre el 28 a.C. y el 17 d.C., su extensa obra histórica Ab urbe condita (Desde la fundación de la ciudad). En ella desarrolló la historia de Roma desde su fundación hasta el año 9 a.C. De los 142 libros que originalmente la componían sólo se han conservado los diez primeros, que abarcan desde Rómulo y el período de los siete reyes hasta el año 293 a.C., y los comprendidos entre el libro XXI y el XLV, que tratan sobre las campañas de Aníbal, la segunda guerra púnica, la tercera guerra macedónica y los sucesos ocurridos hasta el año 170 a.C. Livio ordenó la historia año por año, siguiendo la técnica analítica, y articulando el relato en bloques de cinco libros o "péntadas". Se basó en historiadores como Polibio de Megalópolis, utilizó numerosos recursos formales y de contenido, y usó la lengua latina posterior a Cicerón. Alternó, sin mezclarlos, hechos civiles de carácter político y social con episodios militares o diplomáticos, y aunque a menudo se valió de un estilo propangandístico y moralizante para exaltar el pasado de Roma, logró a lo largo de la obra una admirable unidad y una cuidada organización. Para conseguir viveza en la narración recurrió al relato, a los discursos, a la descripción de personajes y a determinados episodios dramáticos, logrando una magistral exposición de los hechos. Fue al parecer al día siguiente de la batalla de Actium, que devolvió la paz y concordia al imperio romano agitado por un siglo de guerras civiles, cuando Tito Livio concibió el proyecto de narrar la historia de Roma en una obra que por su amplitud de líneas, elevación de miras y nobleza de forma fuese digna de la grandeza del tema; de estas cualidades carecían las narraciones, por lo demás extensas, de los analistas de la época ciceroniana. En el 27 o 26 a. de C., Livio publicaba los primeros libros de su obra, que le granjearon la admiración universal; y ya después consagró a su gigantesco empeño el resto de su vida. Los 142 libros que llegó a componer constituyen la obra más voluminosa de toda la literatura latina. De la parte perdida de la obra se conservan poquísimos fragmentos, y, de todos los libros, los sumarios (Periochae) hechos bastante tarde, quizá sobre un epítome del siglo primero, del que se valieron escritores como Orosio y Floro. Livio, que tenía educación de retórico, como la mayoría de los historiadores romanos, estaba lejos de una concepción científica del trabajo historiográfico: su ideal no era la búsqueda ni la crítica de documentos, sino la fusión de la tradición literaria existente en una unidad armónica. Por esto el valor histórico de la narración de Livio depende del valor de las fuentes, que reelaboró libremente según sus exigencias artísticas, sin tener en cuenta su valor intrínseco. Allí donde descubría contradicciones o falsificaciones, indicaba las distintas opiniones ajenas o sus propias dudas, pero no entraba en discusiones, que habrían turbado la unidad artística de su obra o habrían retrasado su continuación. A las obras más antiguas, pero pobres de materiales, prefirió, pues, las producidas por la más reciente analítica, llenas de invenciones pero difusas, y pasó sin entretenerse sobre las épocas arcaicas. Los diez primeros libros de Ab urbe condita comprenden desde los orígenes hasta el año 293, mientras que los otros que han llegado hasta nosotros (del XXI al XLV, este último incompleto) van desde el 218 hasta 167; la narración va ampliándose más y más a medida que el autor se aproxima a su tiempo. Y esto se verificaba también en la parte ahora perdida, con real ventaja para el valor histórico del relato. Por lo demás, Livio no experimentaba por las edades más remotas la curiosidad del arqueólogo, sino más bien una sensación entre romántica y religiosa de admiración, que le hacía encontrar un arcano significado de amonestación en las leyendas sobre la infancia de un imperio amado por los dioses. La romántica contraposición de la vida heroica y sencilla de un Lacio remotísimo con las pompas y los vicios de su edad, junto con la firme convicción de un designio divino, infunde a su exposición de la historia arcaica una emoción poética tanto más comunicativa cuanto menos se expresa en efusiones retóricas; puede a lo sumo notarse algún eco de poesía en el léxico o en la gramática. Con sólo su propia emoción, Livio consiguió los medios para infundir una insuperable vitalidad artística a los héroes de la leyenda: Coriolano (Libro II), Cincinato (L. III), Camilo (L. V). Y también a las heroínas en las que se compendiaban las virtudes de una estirpe: Lucrecia (L. I), Clelia (L. II), Virginia (L. III). El autor no quiere recrear a estos y otros personajes prestándoles una individualidad personal, que forzosamente habría sido ficticia y nada convincente (como las prolijas y vacuas prosopopeyas de Dionisio de Halicarnaso), sino que, con el lenguaje que les presta, los reviste de una nobleza de sentimientos toda ella romana, que, si bien los hace algo impersonales, los eleva de la realidad cotidiana a la región de la poesía y la leyenda. Pero la parte más inspirada de toda la obra es la tercera década, dedicada a la guerra de Aníbal. Livio participa con intensa emoción en los dramáticos hechos de esta guerra: el historiador, que por su viva fe en el destino dominador de la ciudad no se para a buscar una causalidad terrena, ve cumplirse más claramente la voluntad divina en la heroica resistencia de Roma. Su lenguaje, siempre elevado, retrata hombres y acontecimientos en toda su grandeza. El paso de Aníbal a través de los Alpes helados, las grandes batallas en las que perecía la flor de la juventud de Italia, y el cambio gradual de las suertes hasta que, gracias al genio de Escipión, del repentino hundimiento del sueño de Aníbal salió la fortuna imperial de Roma, hallan en Livio un narrador apasionado que sin hechizo de artificios, con su misma sobriedad de expresión, arrastra al lector a compartir su fe en Roma. La emoción llega quizás a su punto culminante en la narración del primer gran éxito conseguido en Italia sobre los cartagineses en la batalla del Metauro. Con dramática rapidez, el escritor pasa de la temeraria marcha de Claudio Nerón a la expectación que se apodera de Roma, a la aglomeración del pueblo a lo largo de las calles recorridas en su fantástica marcha por los legionarios: votos, plegarias y loores expresan cuánta esperanza de salvación pone en ellos la patria. Y, después de la batalla, llegan a Roma las primeras noticias. El pueblo, desde la aurora al ocaso, durante días y días había permanecido en el Foro, ansioso de nuevas, y el Senado había aguardado, en sesión permanente en la Curia, el anuncio de la victoria después de tantas derrotas. La noticia del triunfo no fue creída en un primer momento, por lo que más ardientemente estalló luego al confirmarse la alegría y la gratitud hacia los dioses y los hombres que, por fin, recibían con la victoria el premio de tan largos y tenaces sufrimientos. En el campo enemigo, Aníbal, al serle presentada la cabeza cortada de su hermano Asdrúbal, tiene en su inmenso dolor el presentimiento de la catástrofe y exclama que reconoce el destino de Cartago. Desde aquí empieza, en efecto, el desquite romano, culminado en Zama. Si el relato de esta batalla, al igual que el de las precedentes, carece en Livio de brillantez e interés, debido ya sea a las fuentes, ya a la poca competencia del escritor en temas militares, el arte con que Livio hace sentir al lector la grandeza del momento que decide la historia del Mediterráneo y del mundo alcanza en compensación las más altas cimas de la fuerza dramática. El relato termina con la contraposición de la risa desesperada de Aníbal ante el ruin egoísmo de sus conciudadanos y el triunfo de Escipión; pero sobre el consuelo de este instante tan esperado proyectan una sombra las palabras de Aníbal a los cartagineses: "Ninguna gran ciudad puede descansar por mucho tiempo; si no tiene enemigos en el exterior, los encuentra dentro de sí misma, como los cuerpos más robustos, que mientras parecen protegidos contra toda fuerza exterior, son atacados por su propia vitalidad". Tal es el destino que aguarda a Roma cuando haya triunfado de todos los pueblos del Mediterráneo. La cuarta década comienza con un parangón famoso, en el que Livio se compara a sí mismo con el que, entrando en el mar, va avanzando hacia adentro; a cada paso que da, el agua va subiendo, lo que hace cada vez más difícil su avance. De igual modo para el escritor, el material que le ofrecía la historia de Roma parecía aumentar continuamente, y más ahora que se disponía a narrar la conquista del mundo. En esta parte (en la que Livio, sobre las grandes guerras orientales, reproduce sustancialmente a Polibio, de quien conservamos extensos fragmentos) aparece a lo vivo su método de trabajo. Traduce la fuente con bastante fidelidad, enriqueciendo el relato con un bello ropaje de estilo que en vano había buscado Polibio. Pero es también notoria la preocupación de Livio por no ofuscar la visión de la grandeza romana. En efecto, no sólo omite todo lo que no atañe directamente a Roma, sino también los hechos, a veces bastante importantes para la comprensión histórica, por los que la conducta o los hombres de Roma podrían aparecer, en guerra o en política, mezquinos. Exceptuadas estas omisiones, la elaboración personal no es profunda. La excelencia de las fuentes disuadía ciertamente a Livio de modificar demasiado sus datos. Pero son excesivamente ligeros los discursos puestos, como en las otras partes de la obra, en boca de hombres de estado, generales, etc. En estos discursos libremente construidos no sólo hace Livio trabajo de retórico, sino que expresa en forma objetiva las condiciones en que se desarrollaron los hechos, ya que hace decir a los personajes aquello que la situación le parece cada vez exigir, con lo que da así a la narración un fundamento pragmático. Es de observar cómo, al lado de los grandes éxitos de la política y de las guerras externas, aparece siempre en mayor contraste la corrupción de costumbres, consecuencia de la misma prosperidad fruto de las conquistas. Livio, que desde el prólogo ha establecido la comparación entre la grandeza moral antigua y las miserias del presente, en el que los romanos no pueden soportar los males que los afligen ni sus remedios, siente con dolida intensidad, como efecto de su misma elevación moral, la doctrina ni original ni profunda que, indicando la razón de los cambios de los estados en los cambios de las costumbres, anunciaba para Roma una próxima decadencia, puesto que las riquezas de la conquista habían hecho olvidar, junto con la sobriedad, la disciplina y la devoción a la patria, el secreto de la victoria. Incluso la parte menos feliz de la obra de Livio, la narración de las más antiguas guerras, que las fuentes habían modelado sobre las luchas de los gracos, está animada por el presentimiento de la lejana catástrofe que precipitaría a Roma en las guerras civiles. Del mismo modo que en la parte correspondiente a la guerra de César y Pompeyo, hoy perdida, no temía expresarse en favor del segundo, Livio no podía simpatizar con los demagogos e innovadores al tratar de las luchas de clase. Pero ni aquí ni en ningún otro lugar puede sorprendérsele falseando deliberadamente los hechos; tan profundos y sinceros eran en Livio el entusiasmo y la fe en el destino de Roma. Su estilo, armonioso y fluido, sabe alejarse sin esfuerzo de toda monotonía, adaptándose mediante imperceptibles transiciones a las más diversas situaciones: ora nervioso y dramático, ora solemne, ora evocativo y escultórico, ora abundante, coloreado y pintoresco. La obra de Livio fue verdaderamente digna de la grandeza de Roma por el sentido religioso y el ethos que la anima, no menos que por sus bellezas artísticas y por su probidad histórica. Como historiador, Tito Livio aparece inserto hasta cierto punto en la tradición de los antiguos analistas, cuyos procedimientos repite en varias partes sumarias, en la división del relato por años, en la indiferencia respecto a los datos documentales, en la ingenua reconstitución de las fuentes y en su actitud frente a las leyendas; sin embargo, tales principios de cronista, en realidad sólo externos, provienen de una consideración ideal del Imperio romano como fruto de un proceso fatal cuya razón se halla en la religiosidad y el tradicionalismo del pueblo de Roma, fiel a sus dioses y celoso custodio del "mos maiorum", y en la fortaleza de su espíritu, sereno ante las adversidades y generoso en el uso de la buena fortuna. Así, la distribución por períodos queda superada por la concepción parabólica del curso de la historia de Roma con relación a sus costumbres, el punto culminante de la cual sitúa el autor en las guerras púnicas, en tanto que considera la expansión hacia Oriente como inicio de la decadencia y del relajamiento de la antigua severidad latina.
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juanguerreroutadeo-blog · 8 years ago
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La Filosofía En la Filosofía los romanos no estuvieron a la altura de los griegos; sin embargo destacaron en este campo: Lucio Séneca filosofo romano, nacido en Córdoba (España). Difundió el estoicismo en la alta clase romana. La escuela estoica inculcaba el dominio y la fortaleza ante la adversidad, el cumplimiento del deber y la honra a los dioses. He aquí un pensamiento célebre en sus Epistolas Morales: Propio es de ánimo superior, despreciar las grandes riquezas y preferir las medianas que a las excesivas. Fue ademas un escritor de tragedias entre las cuales destacan: Media, Edipo, Hécuba y Agamenón. Marco Aurelio emperador y filosofo romano, descendiente de una distinguida familia española. Su obra mas famosa Pensamientos, donde revela su exigencia para si mismo, su generosidad para con los demás y la serenidad ante la adversidad. Epicteto, filosofo, fue esclavo de Nerón. No escribió libro alguno. Su doctrina de carácter estoico, fue recogido por su discípulo Arriano, en dos libros titulados: Manual de Epicteto y Conversaciones de Epicteto.
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