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Era un día tranquilo en Destello de Hada, un pequeño pueblo qué sé perdía dentro de un bosque lleno de misterios.

Paz despertó tarde como de costumbre pero no se preocupó, era fin de semana. Se estiró sin levantarse y dejó escapar un bostezo prolongado. Miró por la ventana y vio un hermoso cielo azul más allá del cristal, con un par de nubes vagando por allí.

—Buenos días —Dijo una voz gentil.

Al voltear hacia la puerta de la habitación, vio la silueta de una mujer joven y de cabello azulado platinado. Vestía un largo camisón oscuro y en las manos tenía un pequeño plato con un par de galletas.

—Buenos días —Repondió con una sonrisa—. ¿Hora de desayunar?

—Hora de desayunar.

Y la mujer caminó hasta la cama, se puso una galleta entre los dientes y tras dejar el plato un lado, trepó hacia Paz hasta quedar encimada, con sus caras a centímetros de la otra.

Paz rio elocuentemente y mordió la galleta al tiempo que rosaban sus labios.

—Delicioso desayuno.

—Lo sé.

Y rieron juntas. Una mañana cualquiera y tranquila en Destello de Hada. Solo ellas dos, un dragón volando sobre la casa y una orden de caballeros asustada por la misma criatura.

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For your 200 followers drabble request, could you do one set where Dipper and Pacifica are newly weds, and for the first time she has someone there to love and comfort her when house sounds won’t let her sleep? 🥰

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Pacifica startled awake to the sounds of creaks and groans. It’s just the house settling… she thought to herself, but her heart continued to pound, mind racing back to long nights spent in her elaborate yet empty bedroom back at Northwest Manor. Like all children, the mysterious moans of the house (which, in the Northwests’ case, were actually from ghosts) frightened her straight into her parents’ room. But Preston and Priscilla, muttering words no small child should hear, would summon the nanny and banish her back to her room. Eventually they had their little daughter’s door locked so she couldn’t disturb them any longer, leaving her alone with her tears. The ghosts of the manor must have pitied her, because despite losing a staff member almost weekly to supernatural harassment, she was never bothered.

All the same, she would have given anything for someone to protect her from those bumps in the night.

A rustling beside her reminded Pacifica she no longer faced the night alone. “What’s up, Paz?” her new husband mumbled sleepily.

“Nothing…” she rolled over to face him and nuzzled up under his chin. “Just thinking about how lucky I am I married a ghost hunter.”