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Las notas de Fiorella
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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Ser la hija de mi madre
A continuación, no se leerá una justificación y/o un descargo (¿o si lo es?), es simplemente una redacción de cómo es ser la hija de mi madre.
¿Ser la hija de mi madre? Debería comenzar esto con una descripción de quién soy yo hoy, con 21 años. Pero para llegar a eso, tendría que revelar cómo es que empecé a describirme qué es ser la hija de mi madre. 
26 de Mayo del 2020, la revelación en una siesta. Lo que quiero decir es que, no es una típica siesta. Es ese momento de la tarde, justo después de almorzar, donde subo a mi habitación y cierro las cortinas. Ya el cuarto se queda en una oscuridad rosada, porque mis cortinas son fucsias, y la luz refleja la apariencia de un telo—No, nunca fui (hasta la fecha) a un telo. Pero, en todo caso, una escucha… ¿vió?—. Yo ya sé (porque lo sé, una sabe) que no voy a dormir un carajo. Solamente me acuesto, me pongo el antifaz y me pongo a charlar conmigo misma. Es hermoso, una excusa muy entretenida. 
Y ahí estamos, mis siete personalidades y yo charlando una con todas, todas con ninguna. Hablando de temas varios, y no sé cómo corno, es que llegué a hablarme de quién soy yo. Es decir, con los años aprendí a reconocerme. Cuando piba, me daba vergüenza (hasta creía pecar de vanidosa). Pero, quiero que se tome esto simplemente como es: una descripción literal de mi misma. A ver, no me voy a poner quisquillosa y contar cómo soy físicamente. Porque, ok, ¿a quién le importa eso? Quiero creer que hemos evolucionado como sociedad, y que no importa el físico delante de la mente de la mujer que está escribiendo esto—Já. No, es que sin querer me salió un buen chiste. De nada, mis lectores, por hacerlos reír con mi ilusión—. Soy, soy… ¿soy? ¿Cuánto se puede repetir la palabra hasta que pierda absoluto sentido? Es divertido, ya ni deben entender de qué va toda esta parafernalia. 
Soy Elena. Me voy cambiar el nombre, porque así es más fácil hablar de mi misma—Che, pero ¿eso no es negarse a uno mismo? (¿Ven lo que les digo? Mis siete personalidades hablando al mismo tiempo)—. Elena es graciosa, es triste (¿soy o estoy?), es glotona, es inteligente, es práctica, es sumamente romántica (pero, ya tengo mis vapuleos, no soy tan empedernida); tiene la capacidad de hablar de absolutamente de todo, hasta de lo que no sabe. Claro, es que me recibí de opinóloga en la Universidad de Massachussets. Soy leal, digo es. Elena es leal. Elena prefiere lo salado ante que lo dulce. Le encanta dibujar, pintar, escribir, coser, en otras palabras, el arte. Elena disfruta de su gata, aunque ahora está en una fase—adoro esa frase “está en una fase”, ¿una fase de qué? Acepten que quieren matar a sus hijxs, y listo—. Elena puede quedarse hablando hasta las 8am sin ningún problema. Bueno, tal vez cuando despierte no entienda nada y sufra de apoplejía cerebral. En fin, detalles. 
Según mi opinión formada de: tuits, libros de Nietzsche, libros en general, quince años de educación argentina (primaria y secundaria), cuatro años (y contando) de universidad pública, filosofía berreta con amigotes de noche, entorno socioeconómico, música consumida, personas que entraron y salieron de mi vida. Puedo atinar a decir que los seres humanos tendemos a etiquetarnos y a cumplir una etiqueta impuesta. YA SÉ QUE NO DESCUBRÍ NADA, solamente lo escribo para no olvidarme. Mi reflexión es la siguiente, ¿el ser humano etiqueta solamente como un esquema de organización? Es decir, si vamos a un hipermercado, solemos encontrar los productos fácilmente porque están etiquetados y hay instrucciones para dar con cada uno de ellos—Ah, panificados. Sí, allá están los lácteos. ¿Vinos? Ah, ese pasillo y a la derecha, gracias—. Pero con las personas en sus roles sociales, ¿pasa lo mismo? ¿Somos simplemente una góndola de hipermercado donde alguien nos puede encontrar y consumir? Y si es así, nosotros haríamos lo mismo con el resto del mundo. Así que, no nos sintamos víctimas. Solamente somos. A mis 12 años me etiquetaron como “gorda (insértese mi apellido)”. Y ahí mi rol impuesto, no solo que era gorda, sino que era traga, tenía rulos, y para mayor espanto, hacía teatro. Esto último a nadie le importaba en ese entonces, pero me gusta recordármelo a mi misma. No encastraba en el esquema organizacional hegemónico-social  de lxs adolescentes argentinxs. 
Che, cometí un error garrafal. No conté que no tengo padre ni hermano, onda, murieron. Fallecieron, así que ¡imagínense mi adolescencia! Un quilombo. Un quilombo para mi madre, ahí viene cómo es ser la hija de mi madre. ¿Cómo es ser hija de mi madre en la pre-adolescencia y adolescencia? Es lidiar con sentirse mayor, pero que tu mamá águila te haga dar cuenta que no, todavía te faltan unos añitos. Es una mamá que no te abraza cuando te rompen el corazón, sino que te grita desesperada para que le muestres las muñecas para cerciorarse que no te cortaste (como sí lo hacían en el entorno que me manejaba). Es hacerte notar que estás gorda: no comás de más, que ya tenés los cachetes súper inflados. No, vos no entendés, yo veo como sufrís cuando te probas la ropa y no te entra. Un día, en una sesión con mi psicólogo le dije: “una de las cosas que más le molesta mi mamá, es que yo no haya sido flaca”. ¿Es duro? Imaginense ser criada en un entorno donde, permanentemente te vigilan lo que comés. Duro, durísimo. No quiero caer en juzgar a mi viejita por hacerme eso, entiendo de donde nace y a donde va todo eso. Pero bueno, me crió lo suficientemente libre como para diferir con la estupidez que me decía. Sé que eso jamás quiero para mis hijxs—Sí, quiero ser madre—. 
Ser hija de mi madre es luchar contra los esquemas establecidos, hasta en tu propia casa. Es que un día, te despiertes y ya no te dé gracia que se critique a una persona por su físico. Hace poco, releí en un librazo que con una chica como Mary Elizabeth, no deberías decirle que se ve bonita, deberías decirle cuán lindo es su atuendo porque su atuendo es su opción mientras que su cara no lo es. Entonces, ya no me río si es gordx, ya no me río de las personas que no pueden elegir qué ropa usar. Y ni así. Entonces me comenzó a molestar que las cosas sean aceptadas sólo porque sí, ¿no hay una explicación? Qué fácil aceptar todo, no me gusta mucho lo fácil. Es como aprender a leer, ya no podés volver a atrás. Así que todos los días lucho contra las verdades inamovibles de mi madre. Eso es ser hija de mi madre, enseñarle aunque sea tu progenitora y te lo recuerde todo el tiempo. 
A los ocho años murió mi hermano, un año después murió mi padre. Ya para mi cumpleaños número 10, mi familia se acortó a dos integrantes. Los primeros días de las muertes, todo el mundo se acercaba. Después todo el mundo se alejó, para no molestar en el dolor. No tengo idea de cómo fueron esos años, empiezo a tener noción de mis recuerdos a partir de los últimos meses del 2010, donde ya tenía once. Pero me acuerdo el día que decidí volver a empezar terapia, fue después de mi cumpleaños número doce. Con mucho miedo me acerqué a mi mamá, porque no quería seguir aumentando la carga, pero ahí estaba ella y yo. Madre atravesaba una depresión, con medicación psiquiátrica y terapia. Al poco tiempo, empecé yo la mía. 
Elena es… es agresiva, su código de comunicación aprendido es provocación-reacción. Pero esto lo entendí hacia el final de mi terapia, ya para cuando estaba trabajando mi alta. Fueron ocho años donde escuché a mi mamá decirme que yo era violenta. Sos igual a tu papá, sos violenta, sos psicopatita como él. Ser violenta. Es el adjetivo más doloroso que yo acarreo de mi madre. Duele más que el que diga que soy gorda. Ser hija de mi madre es aceptar que nunca te vas a salir con la tuya, porque mi madre es Zapata, sino la gana la empata. 
Elena es agresiva, pero (siempre viene un pero) tengo una justificación—Sí, una justificación. No, no una explicación—. Se crió en un ambiente hostil. Porque su mamá se crió en un ambiente hostil. Porque la mamá de su mamá se crió (también) en un ambiente hostil. ¿Se entiende la cadena? Las cosas no son simplemente porque sí. No se puede solamente aceptar todo. Hay que entender los porqués, eso te ayuda a no repetir la historia. El primer paso, es darse cuenta. 
Los abrazos en mi familia rota son contados con la mano, no creo haber recibido mucho de ese tipo de cariño—Ahí es cuando entra en escena el diálogo guionado de mi mamá: “pero yo te demuestro amor de otra manera, nadie se la va a jugar como yo me la jugué por vos”—. Hace unos años que no le hago mis típicas cartas para sus cumpleaños. Ya no tengo ganas, creo que (aunque no me doy cuenta) sigo demasiado enojada con ella. Sí, sí. No tengo que juzgarla, pero la puta madre. No es fácil. Al menos, intento juzgarla lo menos posible. Ser hija de mi madre es cargarse muchas cosas al hombro que no son apropósito, pero (al fin y al cabo) cuentan. 
La negatividad de su dura vida, la pésima salud que no cuida, su adicción. Aprendí. Aprendí mucho. ¿Y saben cómo es que me di cuenta? Cuando lo consolaba a mi novio de aquel entonces, en vez de que él me consuele a mí. Él se angustiaba: ¿tuvo otra recaída? Me preguntaba.  Sí, pero así va a ser siempre, yo contestaba. Ser hija de mi madre es entender a los demás, no que ellos te entiendan a vos. 
Tenés que aprender a perdonar, le suelo decir a mi mamá. Ser hija de mi madre es saber que te va a gozar por las cosas que decís. Se me caga de risa en la cara, como si yo me creyera una especie de guía espiritual. Qué sé yo. En mi vida aprendí a perdonar errores dolorosos, pero más que nada, me aprendí a perdonar a mi misma. En esas siestas, cuando mis siete personalidades discuten entre sí, siempre aparecen flashes de errores que me arrepiento con el alma. Entonces, inhalo me perdono, exhalo culpa. Acepto el daño que hice, pero también acepto que me puedo (debo) perdonar. 
Ser hija de mi madre es que se enoje porque le comprás un regalo cuando no es una fecha especial. ¡Por qué gastás tu platita! Aplíquese a toda persona, no solamente a ella. Ahora compro regalos en secreto. Proyecta sus traumas en mí, porque ella siempre gastó mucha plata en los demás y nunca valoraron ningún esfuerzo. O sea, proyecta TODOS sus traumas en mí.
Ser hija de mi madre es tener mil millones de alertas contra los hombres, es sentirse traumada hasta con el amor paternal y fraternal. Tengo ojos por todos lados. Y si se me cierra alguno, ella abre los propios y me avisa que me cuide. 
Mi amiga me preguntó el otro día si creía en los reptilianos, a lo que contesté “me crié con mi madre, la pregunta es cómo no voy a creer”. Cuando te criás con mi mamá tenés dos camino viables, que te encanta que te hable y te cuente sus anécdotas (yo), o que te aburran y no te gusten (mi hermano). Criarse con mi mamá es que te hable de psicología, de rituales satánicos, de series, de películas, de extraterrestres. Chusmerío familiares, chusmerío de la farándula. Que tenga siempre un secreto de belleza bajo la manga, y también de plantas. Que sea médica recibida en la Universidad de Google y que consuma fake news, como si fuesen verdaderas. Sabe medicina alternativa, y se ha defendido más veces sola que con abogados. Siempre tiene un número telefónico a mano para quejarse. Su escritorio (en realidad) es un cuchitril mugriento, un centro de operaciones de la SIDE. Es más, seguro que le deben preguntar a ella cómo manejarla. Su comida tiene sazón, pero su repostería es simpática—como esxs novixs que llevás a presentar a tu familia: ¿Y? ¿Qué te pareció? Ah, es simpáticx. Por no decir que no cumple los cánones de belleza—. Tiene complejo de maestra de escuela, siempre anda acomodando las filas de los cajeros automáticos. Tiene el corazón más grande del mundo. Pero tan golpeado, que está metido adentro de un sarcófago bajo cien pisos de concreto en el sótano del paraíso. Tiene una fascinación por sus sobrinas, que hagan fila las conchudas esas. Es mi mamá. Y le vienen con esas pelotudeces de que ella es su mamá del corazón, va-yan-se-a-ca-gar. Ser hija de mi mamá es ser celosa, pero ir aprendiendo a manejarlo. 
Ya no compartimos juegos de mesas, pero sí los mejores recuerdos de ellos. Un paseo en nuestra peor época (económicamente), era ir los domingos a tomar un helado a Grido e ir al Batallón a jugar al Uno al lado del pantano.  Y cuando la cosa económica mejoró, ir al barrio chino todos los domingos a comer y comprar cosas absolutamente innecesarias. Todos los cumpleaños recibir el mejor regalo de parte de ella, y en verano ir de vacaciones juntas. Ya no nos aguantamos en las vacaciones, cabe aclarar. Ser hija de mi madre es ir haciéndole saber de a poco, que un día me voy a ir. Y que en mis planes, es hacerlo lo más pronto posible. 
Me tocó una vida compleja, aunque llena de felicidad. Si bien fui muy triste, eso me ayudó a que mi sonrisa hoy día sea enorme. A que mi risa sea fácil y contagiosa. Mirarme al espejo y saber que no vas a encontrar nadie igual a mí, porque todxs somos únicxs. Pero que yo soy más única, aún. Que aunque a veces me siento una infradotada al lado de ciertas personas, sé que estas siempre me van a tomar como una par, y nunca como una menos. Y eso también es parte de ser hija de mi madre, saber que la información es poder. Todo lo que tengas en la cabeza, jamás nadie te lo va a poder robar. Que la vida es una mierda, pero hay que enfrentarla con una sonrisa y una coraza de leona. Protegiendo a los tuyos y a vos misma. Así que, ojalá tuviesen el placer de ser la hija de mi madre. Pero como no, porque ella ya tiene la menopausia, pueden volver a releer lo que escribí y así sentirse un rato dentro de mis zapatos.
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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19:50 2/4/2020
Es extraño y gracioso sentirse bien,
en este vacío
que es la eternidad 
en un cuarto de una casa que consta de dos pisos.
Tal vez,
ya no sea muy consciente
del día en que me encuentro
pero sí lo soy de mis sentimientos.
La desdicha que conllevo
me hace sonreír
encontrar nueva música
me hace sonreír
verla cada vez menos a mi madre
me hace sonreír
haberla visto a mi amiga
me hace sonreír
mirar el cielo
sentir la estela de un perfume,
apoyar mis manos en mi cara
y sentir el olor del jabón blanco,
recordar momentos del pasado
volver a leer ese libro de poesía
escribirle sms a mi ex
ignorar mails de mi ex
comenzar algo con mi actual,
mirar las flores
ver caer una hoja marchita
en este requecho de otoño,
escuchar a bocanadas el viento
que golpetea fuerte en mi ventana,
reencontrarme con mi ser más
triste
y poder volver a
escribir
me hace sonreír.
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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31032020_2
No puedo dejar de pensarte
ayer
cuando yo transitaba
las calles desoladas de la cuarentena
y apunto de cortar
vos parás en seco
y decís
con el sonido mécanico
de la voz que se escucha
a través del teléfono
te amo mucho.
No puedo dejar de pensarte
anteayer
cuando mi cabeza era
una maraña de peleas.
Y me decís que
ya no soy la misma,
que creés que es por el pelo
que no hace tanto
me lo he teñido.
Y te me proyectas en loop
con tus palabras escritas
en un sms
escuchándote en mi cerebro
"Me decís esas cosas
y me muero de ganas de volver
e intentarlo de nuevo".
No puedo dejar de pensarte
porque me escribís
que hubieras dejado de correr
un poco
para pasar más tiempo
conmigo.
No puedo dejar de pensarte
porque tengo
muchas ganas de insultarte.
De decirte
desgraciado egoísta,
cuando te necesité
nunca estuviste.
Y ahora,
que trato de recomponer
mi asquerosa vida
venís con tus
hijaputeses
a través de tus sms
¡Y no me dejás ir!
No puedo dejar de pensarte
porque te odio
y no te odio nada
porque te extraño
más que a todo.
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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31032020_1
Querido mundo
me la ponés difícil,
cuando dejás correr la tormenta
para abrir camino al cielo.
Que cuando miro las nubes
se ven reflejados mis ojos,
en el cristal sin antireflex
que llevo de anteojos.
Que parece una pintura,
olvidada en el techo
de una casa en La Pampa,
esos rayos de luz
con esos gritos de los pájaros.
Sentir los pies fríos,
mientras mi cuerpo arde
de la fiebre
que me da mi tristeza.
Escuchar el silencio
que solo es afónico,
pero es muy ruidozo
en el vacío de mi sordera.
Querido mundo
me la ponés difícil,
cuando todos mis pensamientos
se desviven en las ganas de
amar
que llevo
conmigo
desde siempre.
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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Cuando pensés que el dolor es muy grande, recordá esa canción que te hacía llorar y hoy sólo la cantás con una sonrisa
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lasnotasdefiorella · 5 years ago
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