lightnusscitas
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Citas Y Emociones
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Largas o cortas, todas me han movido el corazón y/o la razón.
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lightnusscitas · 11 years ago
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Suponga usted una cabeza muy grande, especialmente desarrollada en el occipucio; orejas rebatibles, para aislarse de cualquier ruido en las horas de trabajo; frente surcada por canales profundos; nariz chata, porque la constante proximidad de la mesa donde escribieren concluiría por retraer ese órgano tan sensible; boca en forma de trompa, especialmente útil para fumar sin que el humo molestase a los ojos y para sorber café sin abandonar la escritura; dientes atrofiados por la escasa alimentación, pero cuatro largos y fuertes colmillos con orificio de salida para un veneno mortal para sus congéneres los demás escritores; brazos cortos y de escasa musculatura; dedos torcidos y deformados por el uso constante de la pluma o de la máquina de escribir; uñas aceradas para rascar más eficazmente la cabeza en los instantes de las ideas difíciles, de los atascos penosos; el estómago, como un huevo; pies prensiles, en algunos casos, aptos para manejar una estilográfica… Esto, en cuanto al físico. Su psicología habría de ser ciertamente curiosa: incapacidad para regirse, semejanza casi completa con los morfinómanos, confusión entre lo real y lo soñado, atrofia del sentido de propiedad, por desuso… Sería temerario que estos seres anduviesen solos por la calle.
Fernández Flórez, Wenceslao. “Pérez Zúñiga o la perseverancia”. En Pérez Zúñiga, Juan. Verde y con pintas. Madrid: Atlántida (La Novela de Hoy 294), 1927. 4-5. Citado pro Patricio Pron en http://www.elboomeran.com/blog/539/patricio-pron/400/
(via librodecitas)
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lightnusscitas · 11 years ago
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-Indulto para Peppino! -Exclamó Andrés, saliendo por completo del estado de sopor en que parecía hallarse-. ¿Por qué indulto para él y no para mí? Debíamos morir los dos, se me había prometido que moriría antes que yo. No tiene derecho a hacerme morir solo. ¡No quiero morir solo, no quiero! Y se soltó de los brazos de los sacerdotes, retorciéndose, aullando, rugiendo y haciendo esfuerzos insensatos para romper las cuerdas que le ataban las manos. El verdugo hizo una seña a los dos ayudantes que saltaron desde el cadalso y se apoderaron del condenado. -¿Qué ocurre? -preguntó Franz al conde. Porque como todo se decía en dialecto romano, no había entendido bien. -¿Qué pasa? -dijo el conde-. ¿No ha comprendido? Esa humana criatura que va a morir está furiosa porque su semejante no muere al mismo tiempo, y si se lo dejase lo desgarraría con las uñas y con los dientes antes que dejarlo gozar de la vida, de la que él va a ser privado. ¡Hombres, hombres! Raza de cocodrilos, como dice Carlos Moor -exclamó el conde, extendiendo sus puños hacia la multitud-; ¡qué bien los conozco y qué dignos son los unos de los otros!. Andrés, en efecto, y los ayudantes del verdugo, se revolcaban en el suelo; y el condenado continuaba gritando: "¡Debe morir, quiero que muera! ¡No se me puede matar a mí solo!". -Mire, mire -continuó el conde agarrando a cada uno de los jóvenes de la mano-, mire, porque a fe mía, es curioso. He aquí a un hombre que estaba resignado con su suerte, que iba al cadalso a morir como un cobarde, es cierto, pero iba a morir sin resistencia y sin hacer ninguna recriminación. ¿Sabe qué lo animaba y daba valor? ¿Sabe qúe lo hacía aguardar el suplicio con resignación? ¡Era que otro compartiese sus angustias y que muriese como él y antes que él! Conduce dos carneros o dos bueyes al matadero y haz comprender a uno de ellos que su compañero no morirá y el otro balará de alegría y el buey mugirá con placer. Pero el hombre, el hombre que Dios ha hecho a su imagen y semejanza, el hombre a quien ha impuesto como primera, como única, como suprema ley el amor al prójimo, el hombre a quien Dios ha concedido voz para expresar su pensamiento, ¿qué dirá cuando se entere de que su camarada está salvado? Una blasfemia. ¡Honor al hombre, obra maestra de la naturaleza y rey de la creación! Y el conde lanzó una carcajada, una risa terrible que demostraba que debía haber sufrido horriblemente para llegar a reír así. Entre tanto, la lucha continuaba y era algo espantoso de ver. Los dos ayudantes llevaban a Andrés al cadalso. La muchedumbre había tomado partido contra él y veinte mil voces gritaban al unísono: "¡Mátenlo, mátenlo!". Franz se echó hacia atrás, pero el conde lo tenía asido por el brazo y lo retuvo en la ventana. -¿Qué tiene? -le dijo-. ¿Siente piedad? Si oyese ladrar a un perro rabioso, agarraría su fusil, saldría a la calle y lo mataría sin misericordia, acabando con el perro que, en definitiva, no sería culpable sino de haberse dejado morder por otro perro. ¡Y tiene piedad de un hombre al que no ha mordido otro hombre y que, sin embargo, ha matado a su bienhechor y que ahora, no pudiendo matar porque tiene las manos atadas, quiere de todas maneras ver morir a su compañero de cautiverio, a su camarada de infortunio! No, no. Mire, mire. El consejo había resultado casi inútil. Franz estaba fascinado por el horrible espectáculo. Los dos ayudantes habían conducido al condenado al cadalso y una vez allí, a pesar de sus esfuerzos, sus mordiscos y sus gritos, lo habían hecho poner de rodillas. Mientras tanto, el verdugo se había colocado a su lado con la maza en alto; entonces a un signo suyo, los ayudantes se apartaron. El condenado quiso levantarse, pero antes de que tuviera tiempo para ello, la maza lo abatió de un golpe en la cabeza; se oyó un ruido sordo y seco, y el reo cayó como un buey, con la cara contra el suelo; y después, de otro golpe, quedó de espaldas. En aquel momento el verdugo dejó la maza, sacó el cuchillo del cinto y de un solo golpe le abrió la garganta, y subiendo de pie sobre su vientre, empezó a pisotearlo. A cada empuje, un chorro de sangre salía del cuello del condenado. En ese momento, Franz no pudo soportar más, se volvió hacia atrás y fue a echarse en un sillón, medio desvanecido. Alberto, con los ojos cerrados, permaneció de pie, pero agarrado a los bordes de la ventana. El conde había quedado de pie y triunfante como un ángel malvado.
El Conde de Montecristo
Alexandre Dumas
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lightnusscitas · 11 years ago
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Hay en todas las cosas un ritmo que es parte de nuestro universo. Hay simetría, elegancia y gracia... esas cualidades a las que se acoge el verdadero artista. Uno puede encontrar este ritmo en la sucesión de las estaciones, en la forma en que la arena modela una cresta, en las ramas de un arbusto creosota o en el diseño de sus hojas. Intentamos copiar este ritmo en nuestras vidas y en nuestra sociedad, buscando la medida y la cadencia que reconfortan. Y sin embargo, es posible ver un peligro en el descubrimiento de la perfección ultima. Esta claro que el ultimo esquema contiene en si mismo su propia fijeza. En esta perfección, todo conduce hacia la muerte.
Frases escogidas de Muad`dib
Dune
Frank Herbert
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lightnusscitas · 11 years ago
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Cuando yo soy mas débil que tu, te pido la libertad porque es algo que esta de acuerdo con tus principios; cuando soy mas fuerte que tu, te quito tu libertad porque es algo que esta de acuerdo con mis principios.
Louis Veuillot
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lightnusscitas · 11 years ago
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Si puedes ver una cosa completa, siempre te parece hermosa. Los planetas, las vidas... Pero de cerca, un mundo es tierra y piedras. Y día a día, la vida es un trabajo duro, te cansas, te pierdes. Necesitas distancia, intervalo. Para ver qué hermosa es la vida, hay que contemplarla desde la altura de la muerte.
Los Desposeídos
Ursula K. Le Guin
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lightnusscitas · 11 years ago
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Tú pensabas, de niño, que es mago aquel que puede hacer cualquier cosa. Eso pensé yo, alguna vez. Y todos nosotros. Y la verdad es que a medida que un hombre adquiere más poder y sabiduría, se le estrecha el camino, hasta que al fin no elige, y hace pura y simplemente lo que tiene que hacer...
Un Mago de Terramar
Ursula K. Le Guin
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lightnusscitas · 11 years ago
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En el globo del ojo colisionan la visión y la percepción, la creación y la reflexión. Las esferas oculares de Jano son una mágica puerta giratoria en donde el espíritu creador se encuentra a sí mismo en el creado. El ojo que mira el Universo es el ojo del propio Universo.
Nueve de Diamantes
Maya
Jostein Gaarder
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lightnusscitas · 11 years ago
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Con el traje puesto, ordené la extensión de la silla. Me detuve un instante a contemplar el equipo de inmersión. Me había sentido tan orgulloso cuando pude comprármelo… Pero con el paso de los meses había llegado a verlo como lo que era: un artilugio muy sofisticado con el cual engañar mis sentidos que me permitía vivir en un mundo que no existía. Cada uno de sus componentes era un barrote de la celda donde voluntariamente me había encerrado a mí mismo. Ahí, de pie, iluminado por la luz mortecina de los fluorescentes de mi minúsculo apartamento, no había modo de escapar a la verdad: En la vida real, yo no era más que un ermitaño antisocial. Un recluso. Un geek pálido y obsesionado con la cultura pop. Un agorafóbico sin amigos, sin verdaderos contactos humanos. Era sólo otra alma triste, perdida y solitaria, que malgastaba su vida en un videojuego mitificado.
Ready Player One
Ernest Cline
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lightnusscitas · 11 years ago
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Pues se dice que después de la partida de los Valar, hubo silencio, y durante toda una edad Ilúvatar estuvo solo, pensando. Luego habló y dijo: –¡He aquí que amo a la Tierra, que será la mansión de los Quendi y los Atani! Pero los Quendi serán los más hermosos de todas las criaturas terrenas, y tendrán y concebirán y producirán más belleza que todos mis Hijos, y de ellos será la mayor buenaventura en este mundo. Pero a los Atani les daré un nuevo don. Por tanto quiso que los corazones de los Hombres buscaran siempre más allá y no encontraran reposo en el mundo; pero tendrían en cambio el poder de modelar sus propias vidas, entre las fuerzas y los azares mundanos, más allá de la Música de los Ainur, que es como el destino para toda otra criatura; y por obra de los Hombres todo habría de completarse, en forma y acto, hasta en lo último y lo más pequeño.
El Silmarillion
J. R. R. Tolkien
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lightnusscitas · 11 years ago
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Experimentaba la sensación de que me estaba difuminando por los bordes y fundiéndome con mi disfraz, hasta que la máscara de goma de felicidad se fundiría también con mis facciones verdaderas y me convertiría en aquello que fingía ser, llevaría a los niños al fútbol, compraría flores cuando bebiera demasiadas cervezas, compararía detergentes y recortaría gastos en lugar de desposeer a los perversos de su piel innecesaria. Eran unos pensamientos muy deprimentes, y me habría puesto triste si el timbre de la puerta no hubiera sonado justo a tiempo.
Querido Dexter
Jeff Lindsay
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lightnusscitas · 11 years ago
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En este espantoso abismo, matriz de la naturaleza y tal vez tumba, no de mar, ni tierra, ni aire, ni fuego, sino de todos juntos en sus fecundadoras causas confusamente mezclados, y al que debe combatirse siempre, a menos que aquel que todo lo hace y puede ordene sus oscuras materias y cree más mundos, en este espantoso abismo, el cauteloso demonio se detuvo al borde del infierno y miró un momento, considerando su viaje...
El Paraíso Perdido
John Milton
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lightnusscitas · 11 years ago
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¿Cuánto tiempo tardarían en terminar? ¿Y cómo acabaría? ¿Oirían el gran estruendo de esas enormes piedras grises cuando cayeran? ¿El cielo se desgarraría como un pedazo de tela fina, derramando las monstruosidades que viven en la oscuridad del exotránsito? ¿Habría tiempo de gritar? ¿Habría una vida después de la vida, o el cielo y el infierno serían aniquilados por la caída de la Torre Oscura?
La Torre Oscura
Stephen King
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lightnusscitas · 11 years ago
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—La muerte no es lo peor que puede pasar —le respondió el hombre bondadoso—. Es Su regalo para nosotros, el fin de los anhelos y el dolor. El día en que nacemos, el Dios de Muchos Rostros nos envía a cada uno un ángel oscuro que recorre la vida a nuestro lado. Cuando nuestros pecados y sufrimientos son una carga demasiado grande, el ángel nos toma de la mano y nos lleva a las tierras de la noche, donde las estrellas brillan siempre. Los que vienen a beber de la copa negra están buscando a sus ángeles. Sí tienen miedo, las velas los tranquilizan. ¿En qué piensas cuando hueles nuestras velas, mi niña?
Festín de Cuervos
George R. R. Martin
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lightnusscitas · 11 years ago
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Soñaba con cambiar el mundo. Hasta que crecí lo suficiente para darme cuenta de que hace falta algo más que sueños para provocar cualquier tipo de impresión en los sucesos. Y un lector de libros no mueve a los hombres.
Maestro Cantor
Orson Scott Card
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lightnusscitas · 11 years ago
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Era uno de esos raros momentos de felicidad compartida, de satisfacción total. Esperábamos que lo ya maravilloso no hiciera más que mejorar con el paso del tiempo. Esos momentos son los más raros y frágiles del mundo. Debes apresar el día; no olvidar todas las vilezas y porquerías que has soportado para conseguir esta paz. Debes acordarte de disfrutar cada minuto, cada hora, porque, aunque creas que va a durar siempre, el mundo tiene otros planes. Quieres agradecer cada segundo precioso, pero, simplemente, no puedes hacerlo. Vivir la vida al máximo no es propio de la naturaleza humana. ¿No habéis notado que cantidades de dolor y alegría iguales parecen tener la misma duración? El dolor se prolonga hasta que te preguntas si la vida volverá a ser soportable de nuevo. Sin embargo, el placer, una vez alcanza su culminación, se agosta con más rapidez que una gardenia pisoteada, y tu memoria busca la dulce fragancia en vano.
Cuando Falla la Gravedad
George Alec Effinger
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lightnusscitas · 11 years ago
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Todos los hombres sabios temen tres cosas: la tormenta en el mar, la noche sin luna y la ira de un hombre apacible
El Nombre del Viento
Patrick Rothfuss
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lightnusscitas · 11 years ago
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Los desocupados captan más cosas y son más profundos que los atareados: ninguna empresa limita su horizonte; nacidos en un eterno domingo, miran y miran mirar. La pereza es un escepticismo fisiológico, la duda de la carne. En un mundo transido de ociosidad, serían los únicos en no hacerse asesinos. Pero no forman parte de la humanidad y, puesto que el sudor no es su fuerte, viven sin sufrir las consecuencias de la Vida y del Pecado. No haciendo el bien ni el mal, desdeñan —espectadores de la epilepsia humana— las semanas del tiempo, los esfuerzos que asfixian la conciencia.
Breviario de Podredumbre
Emile Michel Cioran
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