locodemierdx - Tumblr blog

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Estamos juntos justo en el momento del antes y no del después, porque en el después las cosas se rompen, la gente se va, la esperanza se agota y el miedo nos invade.

Pero en el antes, estamos juntos a pesar de las pocas probabilidades, rodeados de esperanza, creyendo en sueños imposibles, aferrándonos a la inmortalidad, a lo seguro y eterno.

En el antes me amarás por siempre aunque sea mentira, en el antes tu corazón será mi inspiración  y tus brazos mi refugio.

En el antes sonreirás al verme y me mirarás como si jamás te fueras a aburrir de mi.

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Imagino que hace unos años el entusiasmo de llenar esa pared con nuestras fotos no hubiera cabido en nuestros cuerpos.

Suena triste ¿cierto? es como si nosotros, ellos, nunca hubieran existido y el amor de ese entonces se hubiera esfumado.

¿En qué momento dejaron de haber besos por la mañana y al despedirnos? ¿En qué momento las palabras dulces fueron cambiadas por insultos disparados al azar?

¿En qué momento el amor empezó a sentirse como dolor?

¿En qué momento dejamos de crear recuerdos?

Se supone que la efervescencia del ayer no era real pero y que tal si esto tampoco es real.

¿Es posible que el amor sea diferente a esto?

¿Y si es mejor? ¿Nos lo perderemos por seguir atados a costa de todo? ¿Incluso de nuestra felicidad?

Nunca se trató de llenar una pared con fotos, era disfrutar un presente que dejó de sentirse pleno cuando nuestras mentiras y engaños rompieron nuestras fantasías haciéndonos pisar abruptamente la realidad.

Y la realidad es que esto es real mientras uno sea prisionero del otro, mientras finjamos que estar juntos no es doloroso, mientras se ignore aquello que nos daña e hizo daño.

Pero al final, cuando tú volteas hacia la pared y mis ojos miran fijamente hacia el techo antes de dormir, intento adivinar el inevitable desenlace de una historia que no durará otros siete años.

Porque siendo sinceros, tú jamás aceptas y yo nunca olvido.

Jamás te disculpas y yo jamás perdono.

¿Qué tanto vale la pena seguir sufriendo? ¿Mi salud mental? ¿Tú tranquilidad?

Ya basta de este bodrio llamado "amor".

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¿Será que el otoño aparte del frío trae también la tristeza?

¿Será que sólo me encuentro entre calles vacías empapadas por la lluvia otoñal?

¿Será que mi alma tan solo vibra en medio de la dureza del amor?

Y si todo esto es cierto ¿A qué se debe esa sintonía con la melancolía?

¿Por qué ando tan lejos de la felicidad?

¿Por qué siempre vuelvo a este lugar lleno de desesperanza?

¿Por qué siempre canciones tristes? ¿Por qué solo escritos melancólicos? ¿Por qué solo amores a medias? ¿Por qué solo conformarse?

¿Por qué elegir el abandono como único estilo de vida?

¿Por qué siempre el miedo y negatividad?

¿Por qué la inseguridad? ¿Por qué solo la fealdad?

¿Por qué siempre el dolor?

¿Por qué?

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Estoy cansado de lo normal, cansado de sentir que hasta la tranquilidad es inalcanzable, cansado de que mi felicidad esté puesta en gente irresponsable, cansado de ser yo, cansado de ser atormentado por un pasado que no me pertenece, cansado de estar en un futuro que ni siquiera he vivido.

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No hay buenos recuerdos a los que escapar cuando me siento de esta manera.

Hola, querida depresión, te habías tardado mucho en volver.

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¿Y qué pasaría si volvemos a esas tardes revolcándonos entre las nubes dibujadas por el incienso olor a lavanda? ¿Qué hay de malo con nuestra endemoniada toxicidad? ¿Qué hay de malo con esa adicción a perderte una y otra vez?

¿Qué pasa si soy un adicto al dolor de un corazón roto?

Siendo sinceros, tú y yo no ardemos en medio de la calma.

No funcionamos en medio de la aburrida normalidad de las relaciones "sanas".

Quizá la idea de que no estamos destinados a durar es lo que vuelve esta historia emocionante.

"¿Será hasta mañana?"

"¿Te veré al despertar?"

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La felicidad atrapada en cápsulas de sertralina y la fugacidad de un orgasmo.

La soledad reflejada en un interminable playlist de Lana, tres cigarrillos de mariguana y una pantalla color rojo.

Relaciones significativas transformadas en números de teléfono y cuentas de redes sociales bloqueadas.

Juventud perdida en la búsqueda  constante de un padre en diversos hombres, atracción ilícita, pornografía insulsa y citas vacías.

¿Realmente valió la pena sobrevivir?

Vivir a costa de sobrevivir.

Evitar para no caer.

Caer para luchar por levantarse.

Levantarse para volver a caer.

Amar para sufrir.

Sufrir para sentir dolor.

¿Y el dolor? Para sentirse vivo

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Y derrepente me encuentro en una montaña rusa que cruza los rieles cuesta arriba y llena mi espíritu de adrenalina, desenfreno y un optimismo irreal.

No diré que es una sensación desagradable porque mentiría, pero asusta.

Asusta sentir derrepente que las ganas de vivir al máximo si existen, que la realidad tiene un sabor a fantasía. Asusta creer en la ilusión de un amor verdadero y en la realización de todos los sueños.

¿Hasta cuándo tendré que lidiar con estos bandos opuestos?¿Hasta cuándo esta intensidad con pizcas de delirio?

Los paisajes desde aquí lucen paradisíacos y la mentira de la inmortalidad se siente tan real...

Así transcurre la vida, saltando de un extremo a otro, nadando a las profundidades del océano para volver a la superficie.

Una y otra vez, entre píldoras, sesiones de terapia y ejercicios de introspección recostado en un diván.

Tan cerca y a la vez tan lejos del mundo.

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Flores amarillas. ¿Flores amarillas?

Hace unos días mientras navegaba en las redes, me topé con unas publicaciones marketeras un poco extrañas.

Un nuevo pretexto para gastar dinero… si, las flores amarillas.

Supuestamente el regalar estas flores es una forma de hacerle saber a otra persona que deseas pasar una vida con ella y nada más que eso, suena bonito, pero no lo es, o eso creo yo.

Tras haber estado en una relación no muy saludable por poco más de seis años llegué a la conclusión que las palabras o detalles se los lleva el viento.

Con ello, no quiero decir que sea desagradable recibir un detalle así, pero pienso que las acciones, el compromiso abarcan más que flores cuya vida se reduce a un par de días en un florero.

Y me pregunto ¿sirven de algo las promesas? ¿A cuántos de nosotros nos prometieron amarnos por siempre? ¿a cuántos nos juraron no lastimarnos? ¿qué hay de esas amistades que no acabarían nunca? ¿Entonces esas no eran promesas? ¿algo de eso era real?

Es probable que esto suene algo intenso, pero soy de esas personas que intentan llegar hasta el final y creo, que en lo que a relaciones humanas se refiere, exijo y doy más de lo que el mundo actual tiene para dar.

Y no, no exagero. Pienso que en la actualidad actuamos como si las personas fueran descartables y reemplazables. Y es cierto, nadie es imprescindible, pero eso no quiere que debamos de ser menos considerados con el resto.

Sería mentir si decimos que el rechazo y la poca responsabilidad afectiva no duelen, porque duelen y mucho.

Duele darte cuenta de que quizá el mundo no es tan agradable como lo imaginaste de niño, duele darse cuenta de que los cielos no siempre serán azules, duelen las despedidas, duele el fracaso, duelen las mentiras, duele el desamor.

Vivir duele y a pesar de ello causamos más dolor.

¿Por qué? Eso me pregunto yo. ¿Por qué lo causamos? ¿por qué lo permitimos? ¿y hasta cuando normalizaremos las relaciones construidas sobre palabrería insulsa?

Supongo que este escrito estará lleno de preguntas sin respuesta, ya que simplemente es una conversación conmigo mismo.

Así que bienvenidos a la oscuridad de mi mente. Así piensa un depresivo y amargado. De esta manera sangra un corazón roto, así se ve el mundo después de abrir los ojos. ¿demasiado escéptico? Demasiado.

¿demasiado auténtico? Lo suficiente como para no caerte bien.

¿demasiado melancólico? Demasiado.

Hace algunos años regalaba claveles, hoy regalo tiempo. Tiempo y suculentas. Tiempo y vida.

¿Por qué regalaría flores que se marchitarían? ¿A caso no es subastar una vida por una sonrisa? ¿eso no es regalar muerte? ¿por qué no una maceta con alguna suculenta? El que la planta viva es equivalente a la importancia y agradecimiento que la persona le tenga a esos actos de amor desenfrenado.

Si la planta muere, bueno, ahí tienes tu respuesta. ¿tiene algún sentido dejarse arrastrar por la presión social de tener que comprar algo por el inicio de la primavera? ¿tiene algún sentido vivir?

Sí, lo sé… esto ya se está poniendo algo oscuro. Supongo que es la falta de serotonina en mí. Quizá es el exceso de amargura y decepciones. Quizá es la falta de fe en la humanidad o simplemente un corazón que sigue herido y latiendo solo porque sí.

Amar sin miedo es la respuesta, la pregunta es ¿después de todo podré amar sin miedo?

¿podré regalar flores amarillas sin preguntarme si valdrá la pena?

¿flores amarillas o suculentas? He ahí la cuestión.

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“En cuanto a parejas se refiere, y a pesar de los muchos capítulos en mi vida que les he dedicado, nunca nadie ha podido llegarle a él ni a los talones. Nunca esas historias han sido lo suficientemente grandes, como para enterrarlo del todo. Sí, a veces se va, llega un tiempo en que me paso la vida sin dedicarle un sólo pensamiento, pero así como se va tan de repente, justo así regresa, tal vez por un sueño, tal vez algún comentario, pero siempre a pesar del paso del tiempo existe algo que me termina regresando a él. No sé, quiero creer que siempre una espera que de sus parejas nuevas alguna supere a ese mítico primer amor, yo siempre así lo he pensado, pero simplemente no pasa. Claro que existe amor, claro que existe esa chispa, esas clarísimas mariposas en el estomago, pero siempre termina faltando algo… ¿complicidad? ¿conexión? Creo jamás lo sabré. Es lo malo, después de que llega un gran amor, no siempre es fácil lograr superar todas esas expectativas que nos quedan. Y sí, yo sigo buscando un amor igual de grande, o incluso que llegue a ser mayor, aún no pierdo las esperanzas, del todo.”

— (via huelesalluvia)

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Me gusta coleccionar momentos para la eternidad, porque tengo la creencia de que lo bueno dura poco y las cosas siempre pueden empeorar.

Momentos para la eternidad, como esa charla con mi abuela sobre plantas, amor y pérdida. Como esas noches escuchando el corazón de mi perra mientras la casa estaba en silencio y todos durmiendo en su habitación.

O esa taza de café mientras mis abuelos hablaban de la vida comparándola a  uno de esos viajes que son agotadores pero satisfactorios.

Como Florencio y ese brillo en sus ojos mientras recita sus monólogos sobre la cocina y habla de sus sueños.

Como mi mamá y ese orgullo en su mirada tras terminar una de sus decoraciones o Nato y esas charlas de infancia mientras fumamos un porro.

Karen y esas llamadas eternas que terminan en carcajadas y conversaciones sobre los ex.

Las salidas con Lizeth, nuestra botella de vino, el sunset y la espiritualidad que emana de su ser.

Las encuestas de Belén, caminatas, el sarcasmo y nuestro humor negro.

Momentos para la eternidad.

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Entre las calles aún resuenan nuestras risas al unísono y esos besos que nos dábamos al despedirnos siguen escritos en el paradero donde tomabas el autobús.

Nuestros asientos en la parte trasera siguen ahí, lado a lado.

Extraño la avena con melocotón y supe que sí te terminó gustando el sushi.

Esos tatuajes aún siguen en mi piel pero no importan tanto como los besos que dejaste en ella.

Y sí, el incienso aún me hace acordar a ti y las veces en que lo comprábamos con las cosas del mercado... creo que más que el olor es pensar en aquello lo que hace que mi ansiedad disminuya.

En mis recuerdos contigo siempre es verano y siempre sonríes frente al océano en la playa donde corríamos tras las gaviotas.

Y a veces, cuando estoy a solas, te escucho en el baño con Joanne sonando de fondo y olvido apagar la luz pensando que volverás al final a la cama.

Supongo que esto es el amor después del amor.

Pero somos eternos, vivimos en los jóvenes que aún van despacio y disfrutan del romance o en aquellos que se toman de la mano en el cine.

Estamos en las sonrisas que salen entre los besos.

Estamos en los recuerdos en común, en las noches de invierno,en las playas bañadas por la neblina, en las calles vacías.

Vivimos atrapados entre la nostalgia y la melancolía.

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Creo que perder una conexión importante con alguien importante cambia tu perspectiva sobre las relaciones humanas por completo. Me refiero al hecho de conocer a alguien con quien experimentas lo peor y mejor de la vida y luego, derrepente, despiertas un día para darte cuenta que el mundo que creaste con ese alguien ya no existe.

Entonces no solo se pierde lo que había, sino lo que hubiera sido. Las miles de posibilidades, caminos, dichas y desdichas; todo se multiplica por cero.

¿Y qué hay después de eso? Sí, nadie es indispensable, pero hay algo que se va con cada persona que llega para irse. Hay algo que te quitan para no regresarte jamás.

¿Y sin ese algo somos más tristes o maduros? ¿Es la madurez relativa a la tristeza? No lo sé, lo que sé es que con cada circunstancia dolorosa te permites menos entregarte a la ilusión de que probablemente las cosas sean reales. Y sin la ilusión, sin esas imposibles posibilidades la vida es más normal pero menos... no lo sé con exactitud, solo sé que ya no se siente como solía sentirse.

Veo en los ojos de las personas esa herida que deja la ausencia, la promesas no cumplidas, el desamor y la realidad. ¿Qué hago para no perder la poca ilusión que me queda? Aún no lo sé, ¿lo sabré? Eso espero.

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La vida como la conocemos cambia constantemente.

Cambia cuando perdemos a alguien, cuando nos rompen el corazón, cuando algo inesperado pasa derrepente.

La vida como la conocemos suele ser triste y solitaria, suele ser confusa, suele ser extraña.

No sé si es la depresión o ese constante nudo en la garganta, no sé si es el mundo o aquello que me hace falta.

La vida como la conocía no es lo que solía conocer, ahora son cuatro paredes un ruido que no cesa y no me permite ser.

A.S

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Necesito ir a un lugar, uno donde el mar me cubra pero no no me ahogue.

Donde el viento llene de aire mis pulmones pero no enfríe mi piel.

Necesito ir a un lugar, donde la comida me alimente pero no me engorde.

Donde el amor inspire y no duela.

Donde la soledad sea mi refugio y  no un mecanismo de defensa.

Donde la felicidad no sea eterna pero tampoco escasa.

Donde morir sea comenzar de nuevo y no mi mayor miedo.

Necesito ir a un lugar, uno de donde ya no busque escapar.

A.S.

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Reprimir las emociones, evitar sentir, no mostrarse vulnerable... en la actualidad es algo que se ve a diario. Supongo, que si has salido con alguien  que no estaba listo podrías afirmar que sentiste eso alguna vez. Se siente como atravesar una puerta cerrada y sí, es doloroso y agotador.

Yo evité sentir por un tiempo, probablemete era los chicos equivocados, los besos equivocados, la falta de química o la clara falta de interés en el otro. Y pasa, que crees no poder sentir algo así hasta que lo sientes.

La primera vez que vi esa emoción, esa chispa, esa risa incapaz de ocultar tras ver a tu persona favorita... no fue en los ojos de mi madre por ver a mi padre. Fue en los ojos de mi abuela tras ver a su eterno enamorado, mi abuelo Ernesto.

Habrá sido en algún momento de mi vida donde sentía curiosidad por explorar más allá de las palabras, donde quería observar o sentir esa electricidad que todo el mundo busca pero casi nadie encuentra.

Y estaba en ella, en Nena al ver acercarse a lo lejos a Ernesto.

"Es él, reconozco su manera de caminar" y no sé equivocaba, para todos podría ser cualquier extraño irreconocible a tres cuadras de años luz. Pero para Nena, para Nena era él. Y derrepente llegaba, con su camisa de seda y ese pantalón de vestir bien planchado, los zapatos betunados y lustrados a la perfección y el perfume que siempre utilizaba.

Pero lo curioso de esta historia no era el como aún seguian cuidando de su apariencia en cada cita aún casi 30 años después de conocerse. Sino en la chispa y complicidad que surgía al verse.

Nena, mi abuela, sonría desde las tres de la tarde cuando empezaba a planear esa escapada nocturna. Ese día, cocinaba de mejor humor, no renegaba tanto y cada vez que veía su nombre en una llamada entrante, sonreía como quinceañera.

¿Cómo sabíamos que era él? Bueno, era sencillo... ese día ella brillaba más que nunca y también decía esa frase que esperábamos con ansias: "Ernesto nos invita a comer pollo a la brasa". Así que no sólo ella esperaba la noche con impaciencia, también la esperábamos nosotros.

No lo sé, siempre me preguntaba si sería capaz de experimentar algo así. Y no les mentiré, la historia de este amor no ha sido perfecta. Pero esta es una de esas historias en las que no se ve el abandono y a aún en la complejidad de sus personalidades eligieron acompañase, soportarse o lo que sea que el amor signifique o cause en las personas.

Yo lo sentí alguna vez, esa sensación de pertenencia, de complicidad, esa electricidad que todos buscan. Sí, la sentí hasta que luego ya no.

Al crecer, entendí que no de cualquiera te aprender su caminar, su estilo, su olor, el tiempo que tarda en llegar o el paradero en el que se bajará. No cualquiera te hace sonreír como un niño tras una llamada sorpresa, no de cualquiera te aprendes su plato favorito, no de cualquiera cuidas en la enfermedad, no cualquiera te hace reír como Ernesto a Nena.

Ahora, tras algunos años, ya no tienen esas citas cada semana. Obviamente es el paso del tiempo, pero la energía no se destruye solo se transforma. Y el amor, es un tipo de energía.

Pero, ¿sabes? Aún cuando la rutina complicó las cosas, cuando la enfermedad tocó la puerta, cuando las deudas se convirtieron en grandes preocupaciones.

Así que esas citas nocturnas pasaron a una tarde de películas, a discusiones por las elecciones presidenciales. Esas citas pasaron a hablar de plantas, del trabajo, y cientos de charlas complejas, a un "Toma tu pastilla", o un "Cociné lo que te gusta".

Aún cuando lo difícil lo volvía insoportable, esa chispa, la electricidad los hacía inseparables.

Sí, el amor es complicado, pero creo y lo he visto en ellos... que siempre puedes encontrar razones para seguir luchando por quien a los setenta aún te hace sonreír como si tuvieras quince. Así como Ernesto lo hace con Nena.

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Mi horizonte es el mismo: el techo de mi habitación.

Día a día dibujo sobre él los miles de destinos que sé, no conoceré.

Escribo mis sueños, que se esculpen sobre mi almohada humedecida por mis lágrimas.

Mi sonido favorito es el silencio. No encajo y es probable que no lo haga nunca.

Vivo de los recuerdos, soy un náufrago  de la alegría, ahogado en el mar del sufrimiento.

Mi mejor amiga es la desesperanza y en lo que a mi respecta, respirar hasta me cansa.

No sé a que se refieren con avanzar, hace mucho que dejé de ver el sendero frente a mi, y desde ese entonces la vida ha perdido todo el sentido.

Y siendo sincero, mi estimado amigo.

Las ganas de vivir vuelven, pero con un porro encendido.

Así que mientras me sumerjo en ese océano repleto de tranquilidad, ese que ya conozco, sonrío, porque alucinando o no, esto se acerca a quien debería de ser.

Así que, me consuelo, seco mis lágrimas y me engaño: y mintiéndome frente al espejo susurro: está bien, he salido de peores. Pero no, ya he muerto varias veces, he caido y lo sigo haciendo. , no será por mucho tiempo.