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Me ahogo en un mar de lágrimas, sin pertenecer a ningún lado, sin tener ningún escape ni cobijo. Estoy sola.
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A veces tengo unas ganas enormes de desaparecer, mientras escucho los gritos lejanos de mis papas diciéndome que soy mala persona porque no llame un día, porque subí mucho la música. Soy la peor persona del mundo para ellos, ¿pero en que los deja a ellos que me criaron?
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Y de repente empecé a salir con el, y la vida empezó a verse de mil colores, como el atardecer.
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La verdad es que creo fielmente que uno nunca muere. No se puede mientras existas dentro de un otro. Con el paso del tiempo he ido observando que todos estamos conformados de pedazos de las personas que nos criaron o que vivieron con nosotros. Con su presencia nos regalan experiencias, y en el caso de la familia, aprendizaje y manías.
Por eso este último tiempo me he estado observando, me intento mirar desde afuera para encontrar pedazos de ti en mi. Y los he ido encontrando, son grandes pedazos. Desde mi imaginación y facilidad para hablar, hasta el recibimiento cálido que le doy a las personas. Existes en mi y yo existo en ti. Somos eternos.
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En momentos como estos, en donde me encuentro sola, con pena y con ganas de un abrazo, te pienso y te extraño. Sé que tu te darías cuenta, y también sé que yo te lo diría y estarías acá sin importar que. Al final, es el cotidiano, el abrazo, la compañía, el calor humano, lo que extrañamos al final del día.
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No debería haber permitido que se metiera en mi corazón lo suficiente como para romperlo cuando se fuera.
— Babi PM
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No mentiré, no tengo ganas de nada. No tengo ganas ni de levantarme. Hay días que todo lo encuentro sin sentido, sobre todo cuando voy a verlo, es como si mi vida hubiera entrado en una mala película dramática.
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Y es que, cómo aprendemos a vivir sin tu presencia. De haber sabido que las festividades pasadas iban a ser las últimas, me habría quedado, habría ido y te hubiera abrazado fuerte y deseado que nunca te vayas.
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¿Cómo digo adiós? No soy capaz de hacerlo. Me siento al lado de tu cama mientras me intentas sonreír, y yo solo siento mi corazón romperse. Miro para atrás y me dan ganas de regañarme cuando era adolescente. Debí sacarme esas fotos, debi darte ese abrazo, debí salir corriendo cuando me abrías los brazos y gritabas mi nombre con alegría porque me estabas recibiendo.
Ahora te miro postrado en cama, reducido a un viejito que no puede ponerse su propia ropa, con ojos de susto y cansancio. Lo único que quiero es que te pares de ahí, me abraces y digas mi nombre con la alegría de antes. Vuelve porfavor. Te lo fuego. Vuelve.
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Esta agonía de verte desaparecer de a poco. Siento que todos estamos muriendo de a poco contigo.
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Y cuando me ofreciste pasar a la casa un rato, te dije que no y pediste el auto, mi corazón dolió un poco. Solo quería que me vieras a los ojos y pudieras ver lo tristes que estaban. Pero, ¿cómo vas a saber si recién nos estamos conociendo? ¿cómo vas a saber si no te lo pido?
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Me encantaría tener la habilidad para pedir un abrazo cuando lo necesito. Me acostumbré tanto a dármelo yo misma este último tiempo que ya no sé como pedirlo. - la gata negra indómita
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