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Mékiam RPG
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Mékiam RPG es un foro semiprivado basado en pokémon pero con una ambientación mayoritariamente original.
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mekiampokemon · 3 years ago
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The sedulous The awkward The innocent The wanderer The dreamer
by: Misha Fowler
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mekiampokemon · 3 years ago
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The empty The broken The angry The lonely
Cuando una persona se marcha, muchos son los que sufren. Tras que Misha Fowler dejase la comodidad de su casa, sus amigos y familiares quedaron atrás. Rotos por la pérdida y las consecuencias de que un joven diese la espalda a la legalidad en Mekiam
by: Misha Fowler
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mekiampokemon · 3 years ago
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Se busca a estos individuos.
Prófugos del gobierno, altamente peligrosos. Probablemente vayan armados. Si te los encuentras en cualquier punto de la región, se ruega avisar a la comisaría Nadzor más cercana.
by Adler Von Lenz
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mekiampokemon · 3 years ago
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¡Damos la bienvenida a nuestra familia a un montón de personajes nuevos!
Gracias por contar una vez más con nosotros, espero que Mekiam sea de vuestro agrado <3
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mekiampokemon · 3 years ago
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Hace meses que se desconoce el paradero real de Lyonel Villefort. Solo unos pocos —privilegiados— conocen sus verdaderas intenciones, y han aceptado el riesgo que supone su actual misión. Apeados a lo que consideran el verdadero nadzorismo y a los ideales del actual Jefe de ciencias del Clan. UN NUEVO OBJETIVO. Cinco personas han sido elegidas para proporcionar información directa a Villefort. Dispuestas a enfrentarse a las posibles consecuencias de ser descubiertos y tildados de traidores
¡Abrimos nueva búsqueda y promoción!
Promoción válida hasta el 2 de marzo, con los beneficios propios de cada grupo además de la obtención de 3 EVOLUTIONBALL GRATIS, aplicables a la montaña Ferroviaria.
Para más información, visita este enlace.
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mekiampokemon · 4 years ago
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¡Nuevo anuncio!
1. ¡Saludos Mekiemses! Tenemos una nueva lotería navideña hasta mañana, ¡para todos los personajes del foro!
2. Ven a Mekiam y haz tu propia lista de propósitos navideños, con todo lo que esperas conseguir este 2022. 
3. Por último, pero no menos importante: premios navideños para todo aquel que quiera mostrar en Discord las decoraciones navideñas de este fin de año.
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mekiampokemon · 4 years ago
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Teaser MékiamRPG | verano/invierno 2021
Créditos: Los vídeos usados pertenecen a sus respectivos autores.
La canción usada es:  Wolf in Sheep's Clothing; Set It Of
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mekiampokemon · 4 years ago
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¡Damos la bienvenida a Dante M. Dumort y Ronnie Anderson!
Gracias a ambos por tomar las búsquedas de los Indultados, espero que vuestra estancia en MekiamRPG sea de lo mejorcito!!
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mekiampokemon · 4 years ago
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Antes de la llegada de Galar a Mekiam, mucha gente había sido inculpada por delitos que no habían cometido. O simplemente por haber dejado entrever en sus vidas una posición contraria a los ideales del régimen de gobierno de Mekiam. No pocos fueron los que terminaron escondiéndose para evitar la prisión.
Otros no tuvieron tanta suerte. Por unos motivos o por otros, hay quien tuvo que pasar meses o años bajo la atenta mirada de los soldados Nadzor. Gracias a la llegada de Galar a la región, algunas de estas personas tienen la suerte de haber recuperado sus vidas.
Galar ofreció la liberación y el indulto total a muchos, pero solo unos pocos se vieron capaces de aceptar las condiciones que el gobierno extranjero impuso. En algún momento serían requeridos pero, ¿quién sabría cuándo?
Beneficios por la toma de personaje:  250P€ DE BASE (valor por 5 superballs de la tienda de Mekiam). Más información en el siguiente enlace.
Promoción válida hasta el 30/11.
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mekiampokemon · 4 years ago
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¡Nuevo anuncio!
1. La MT18: La mansión de los acertijos ha abierto. ¿Serás capaz de entrar y salir de la mansión?
2. Un nuevo concurso pokémon, Liga Mixta, ha abierto sus puertas. ¿Te unes a animar a uno de nuestros coordinadores?
3. Todos los RI ambientados en Halloween han sido publicados en nuestro Tumblr y las recompensas han sido entregadas. Muchas gracias a todos los que han participado en nuestro evento especial del mes de Octubre.
4. Tenemos nuevo secretario del Staff
5. Abrimos una vez más promociones en Mekiam. La búsqueda de los indultados de Galar está abierta, con nuevos personajes, y pronto estará disponible la información en nuestro Tumblr.
6. Por el contrario, la promoción general del foro ha cerrado hasta nuevo aviso.
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mekiampokemon · 4 years ago
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La Mansión Drusterm para amigos inimaginables
Autor:  Thomas D. Trainor 
Era el segundo día de Tommy en el misterioso Pueblo Umbrío, y aún persistía esa extraña sensación en todo su cuerpo que le prohibía el hecho de sentirse a gusto en ese lugar. Quizás era cuestión de las miradas de la gente, de cómo se quedaban viéndolo y juzgándolo por tratarse de alguien proveniente de la capital, o tal vez por cuestiones relacionadas con el hecho de que la gran mayor��a lo ignoraban y le enseñaban que la educación y la cortesía no era algo que se aprendía en todas las casas. Sin duda alguna la vida que se manejaba en aquel pueblo era muy diferente a toda la que Tommy había llegado experimentar, pero muy a pesar que iba más allá de sus costumbres, el de cabellos castaños no paraba de apostar por él, dejando que el optimismo y el interés fuesen sus motores principales, ya que la paga que recibiría tras culminar con sus labores, tendría un par de ceros extras al final del cheque. El coordinador había llegado al pueblo ofreciendo sus servicios como profesor de danza. Un extra que podía conseguir gracias a su reconocimiento y a su título, y a la colaboración de un par de contactos suyos. En esa ocasión, la misión de Tommy no era otra que enseñarle a un pequeño grupo de niñas una coreografía destinada a un evento que su escuela dirigiría hacia el próximo día de los muertos. Algo curioso, si le preguntaban a Tommy, pero que no iba fuera de la imagen tétrica y extraña que arropaba a toda la escuela que se ubicaba afuera del pueblo. —Buenas tardes —soltó el coordinador por costumbre mientras se dirigía hacia el bosque, ya siendo el tercer día consecutivo en que pasaba por esa misma calle y veía a las mismas personas, sin embargo, el tiempo no parecía dictar nada en lo que respectaba a los saludos, ya que simplemente continuaban ignorándolo; inclusive, en ocasiones provocaban que Tommy se sintiera fatal, pues este podía llegar a notar como parecía que los mismos aceleraban, incluso cuando no hacían ni contacto visual con él. El pueblo sin duda alguna continuaba apático al bailarín, pero Tommy ya estaba decidido a terminar con su trabajo, así que cada vez que recibía algún tipo de desprecio, se lo sacudía y continuaba con su camino. Total, dentro de poco estaría de regreso a casa. Para esa tarde los planes del proveniente de Alfa se concentraban en el ensayo mayor de toda la jornada. Ya llevaban cinco días preparando pasos por separado y calentando, así que era el momento de ensamblar gran parte de lo que iban a presentar, para así darle el visto bueno e identificar debilidades; algo rutinario para Tommy, pero que en esta ocasión le daba cierta desconfianza, pues temas como el escenario, los trajes y demás, continuaban siendo un misterio para él, cuando se suponía sería el responsable de casi todo el espectáculo. —¡Profesor Tommy! ¿Cómo está? ¿Qué tal estuvo su mañana? —saludó una pequeña niña, pálida como una hoja y con unas ojeras que al coordinador le habían preocupado desde el primer día. —Rosaline —El de cabellos oscuros no dudó en responderle—. Todo bien. Aún aprendiendo sobre el pueblo y su gente. Lo disfruto mucho —mintió—. ¿Tu cómo has estado? ¿Qué tal los ensayos con tus compañeras? La joven Rosaline era la única en todo el instituto, o mejor dicho en todo el pueblo, que se había comprometido en realidad con hacer sentir a Tommy como bienvenido. De hecho, en los últimos ocho días había sido la única en responderle y en mantener una conversación, sin dejarlo e ignorarlo en menos de cuatro segundos. Tommy la veía como un rayo de sol en toda la penumbra de pueblo, muy a pesar de que su apariencia le causara bastante preocupación y no tuviese nada de radiante en relación con la comparación. —Las chicas están emocionadas —dijo riendo, aunque el coordinador dudó de sus palabras—. Jamás habíamos estado tan preparadas para el baile de bienvenida a los muertos. De seguro todo queda mejor que nunca y se quedan a pasar un par de días más. ¡Quizás meses! —soltó. —De seguro les gusta mucho, si —añadió Tommy fingiendo una sonrisa, sin poder evitar que un picor recorriera su cuerpo cuando la otra mencionó la palabra “bienvenida”—. Probablemente sea lo más bonito que han hecho por alguien que no es de aquí, ¿cierto? —soltó con ligeros tonos de envidia, siguiéndole el juego y con cero ganas de entender por qué tanto entusiasmo con una fecha más que con sus verdaderos turistas. —Ay, Tommy, no seas tonto —respondió Rosaline, acomodando los ganchos de su peinado mientras giraba los ojos—. Todos son de aquí, todos siempre han sido de aquí —rio un poco antes de echar a correr, dirigiéndose hacia la enorme reja negra que cuidaba y avisaba sobre los parámetros de la escuela. —Solo serán un par de días más —dijo el coordinador para sí mismo luego de un largo suspiro, dudando en si saludar o no a una de las profesoras que no paraba de verlo desde una ventana del segundo piso del edificio—. Solo serán un par de días —repitió cual mantra, decidiendo solo continuar con su camino hacia su trabajo, que era lo que verdaderamente le competía. El ensayo tomó su tiempo y se alargó precisamente lo mismo que Tommy había pronosticado. Las chicas habían mejorado mucho en estos últimos diez días, tanto, que hacían sentir al coordinador un tanto orgulloso, e incluso le hacían olvidar todo lo malo en relación al pasado y la actitud del pueblo para consigo. Ya pronto su trabajo estaría hecho, así que en menos de lo que canta un gallo, probablemente podría estar de vuelta en su muy cómodo departamento. —Señor, Thomas, ¿se quedará a dormir hoy? —preguntó Dorothea, una de las encargadas del orfanato—. Hemos preparado un banquete para festejar el día, y tenemos su habitación lista, como siempre. —Pues… —Tommy tomó su tiempo para pensarlo, mientras jugaba con la pokebola de Dewott que no había sacado en ningún momento de su mochila—. La semana pasada la cena estuvo deliciosa, así que es difícil decir que no. —¡Perfecto! —soltó Dorothea, mostrando una sonrisa de satisfacción—. La noche será estupenda. No olvide darse un baño, recuerde que a Madame Rosaline no le gustan las irregularidades frente la mesa. No queremos repetir lo que pasó hace dos semanas, ¿o sí? Tommy sintió como si aquellas palabras consiguieran taladrarle el alma. Incluso su espalda se sintió cansada apenas las escuchó, haciendo prácticamente que este tuviese todas las necesidades de darse el baño en cuestión. Esa noche la habitación del bailarín se encontraba impoluta y reluciente, como siempre. Su cama la habían adornado con sus mejores sabanas y sus cuadros y medallas adornaban las paredes, justo como a él le gustaba. La cereza del pastel, para sentirse completamente feliz en ese momento, era que su baño con burbujas y sales estuviese preparado, y así era. Dorothea le había servido siempre como su única mayordoma, ¿y cómo no mantenerla? Tommy ya era incapaz de imaginarse la vida sin ella. Desde luego, se trataba de la mujer que le había enseñado todo. —Cuando inicie mi viaje sin duda tengo que llevarla conmigo —bromeó acomodando su ropa sobre la cama, dejando caer inconscientemente la pokebola de Dewott en el piso. La esféricas se abrió y dio paso al pokémon de Tommy, quien a primera instancia miró con extrañeza el lugar y luego buscó esconderse detrás de sus piernas. Aún tras la evolución, el de tipo agua continuaba conservando un poco de su personalidad infantil, propia de su etapa de Oshawott. —¿Y tu de donde has salido? —preguntó el coordinador, sonriendo ante su primer encuentro con la criatura. Luca miró con extrañeza a su entrenador, tomándole tiempo, pero percatándose al fin de la situación poco común en la que se encontraban. El de tipo agua saltó entre el aparatoso lugar y buscó en la mochila de su dueño como si intentara buscar las respuestas a todo lo que estaba pasando. —¡Hey! —soltó Tommy llamando la atención—. No ensucies, que son las cosas que tengo preparadas para cuando inicie mi viaje. Luego de aquellas palabras, fue el de piel azul quien fijó su mirada sobre la de su dueño, la cual le resultó completamente irreconocible. En el semblante del pokémon podía notarse la preocupación que este sentía y en la del coordinador la confusión que a este arropaba, pero antes de que alguno pudiera hacer algo para romper el silencio que había logrado forjarse, una voz, áspera y sinuosa, fue la que logró interrumpir la atención de ambos. —Hora de la cena —escuchó Tommy, sin siquiera detectar como la tonalidad espectral poco a poco iba dándole paso a la cálida y falsa voz de Dorothea—. No dejen que se enfríe, sino los muertos se la comerán —terminó amigablemente, aunque consiguiendo arrancar un largo escalofrío que recorrió el cuerpo de Tommy de arriba abajo. Una vez el coordinador volvió en sí, o a lo que él reconocía como toda su vida viviendo en esa mansión, tomó sus cosas, se acomodó el cabello frente a un espejo bien estilizado con mármol y oro, y se marchó de la habitación sin decir nada más, apenas y conservando una pequeña imagen de la silueta del pokémon con el que acababa de cruzarse. La mesa del comedor se extendía por todo lo largo de la habitación principal. Un único candelabro con tonos dorados era el que relucía como siempre sobre ella, impartiendo su luz sobre todos los participantes de la cena. Alrededor, solo había tres puestos servidos, dignos de la casa, muy a pesar que el resto de las niñas, las que solían visitar la mansión por las mañanas, aun se encontraran allí, paradas como estatua de espaldas a la pared de la entrada.   —¿Todo bien, hijo? Pensé que no llegarías a tiempo para disfrutar de la comida cuando aún está fresca —mencionó la mujer más alta, justo en la cabeza de la mesa. —Me he perdido un poco por las escaleras —Se excusó Tommy sonriendo forzadamente, conservando una mirada perdida mientras un dolor abisal empezaba a extendérsele desde la boca de su estómago hasta la garganta. —Te ves un poco enfermo —comentó nuevamente la figura femenina, esta vez dejando ver sus dientes tan afilados como los colmillos de un seviper—. Vamos —su voz, por primera vez para Tommy, se escuchó grave e inentendible por unos instantes—. Come y sírvete más, de seguro eso te calma el dolor. Para el final de aquella oración, la voz de lo que fuera que estuviese a frente de Tommy ya variaba y se ondulaba, casi como si no pudiese mantener más la farsa que se había montado. En los ojos de la criatura con colmillos infinitos se podía ver el hambre, las ansias y el deseo que tenía porque el coordinador hiciese lo que esta le estaba ordenando. Sin embargo, eran esos mismos ojos rojos como una furia los que mantenían paralizado al bailarín, el cual había empezado a temblar, sin comprender muy bien lo que estaba pasando. —¡Dorothea! —soltó en un tono calmado, pero autoritario, la silueta de una mujer reluciente, con rasgos puntiagudos y con un ligero toque oscuro debajo de sus ojos—. Tommy, siéntate con calma, cariño. Cenemos como familia —indicó con una sonrisa, tomando esta segunda su puesto en el lado opuesto al de la otra. —Rosaline, ¿Có-como has estado? —inquirió Tommy buscando finalmente su puesto en la mesa, justo al medio de ambas—. No te veía desde hace años… tu viaje, ¡Sí, tu viaje! ¿Cómo ha estado tu viaje? —preguntó algo mareado, costándole cada palabra y pensamiento en ese momento. —Estupendo, cariño. ¿No has leído el periódico últimamente? Participé en un concurso hace semanas y arrasé como bailarina. No te imaginas la cantidad de entrevistas que me han hecho estos últimos días. En ese momento, Tommy sintió como si la nada comenzase a inundarle el alma. Como si se estuviese ahogando cada vez más en su delirio y como si las ganas por continuar se le fuesen apagando poco a poco. —Yo quisiera ser como tu cuando sea grande —soltó el niño coordinador con emoción, acomodando las mangas de su traje las cuales le quedaban demasiado grandes para su edad—. Quiero cumplir mis 18 para viajar por el mundo y conocer todo Mékiam. Ese es mi sueño. Ser como tú. El dolor en ese momento se hizo más fuerte, amplificándose en su pecho y ahora haciéndole sentir como si le faltase el aire. Una y otra vez el coordinador podía sentir como si se ahogara hasta la muerte. —Pero tu sueño siempre será quedarte aquí, ¿no? Quedarte en la mansión y acompañarnos por el resto de la eternidad. No puedes volver a irte. Esta vez las voces no vinieron de un solo sitio. La boca de Dorothea, la de Rosaline e incluso las de las muñecas de arcilla pegadas en la pared se habían mezclado en unísono para penetrar y rasgar los oídos de Thomas desde adentro hacia afuera. —Yo…yo… —tartamudeó el coordinador intentando recordar palabras, pero aquello resultó ser una tarea casi imposible, pues Tommy jamás había aprendido a hablar. Aún no había tenido tiempo para hacerlo, ya que ni siquiera se había independizado de las manos de Dorothea, quien como siempre, se encontraba sosteniéndolo con sus enormes garras de oscuridad y lo miraba con sus ojos rojos infinitamente penetrantes. Justo como un depredador que atesora a su presa. —Tranquilo —Su voz nuevamente fue una combinación de muchas, ya aislada de cualquier mota de humanidad que esta hubiese estado fingiendo—. Muy pronto seremos uno y estaremos juntos para siempre. La bienvenida estará completa —sonrió la criatura de una forma tan espeluznante, que no dejó fuera de apreciación ninguno de sus afilados e infinitos dientes. Su boca poco a poco empezó a abrirse, multiplicando sus cuchillas para que llenaran espacio mientras poco a poco conducía al pequeño Tommy dentro de ella. La luz se apagó por unos instantes en la cabeza del coordinador, dejándolo a merced de la oscuridad, el miedo y el dolor. El pequeño Tommy de apenas un par de meses lloró cual bebé, mientras su cabeza se encargaba de repetirle, con aquella voz sobrenatural, que jamás vería cumplidos sus sueños. Que estaba acabado. Que estaba a punto de morir. Que sería un niño para siempre. Pero de repente, la luz volvió en sí de un solo golpe, fuerte y potente luego de que un corte preciso picara y separara las garras de la criatura de su cuerpo, provocando que esta chillara e hiciera temblar toda la mansión con su lamento. Tommy cayó al piso y el golpe que se dio contra este fue lo primero que alertó a sus sentidos para que poco a poco empezaran a despertarse. —¡NO PUEDEN MARCHARSE! ¡USTEDES PERTENECEN AQUÍ! El rugir de la bestia terminó por desafiar y romper toda la realidad que los rodeaba. De un momento a otro la mansión quedó envuelta en la misma oscuridad que formaba el cuerpo de aquella criatura, quien observaba con ojos de matanza al pokémon de tipo agua: el responsable de salvar a Tommy en el ultimo segundo. —¡NO SE IRÁN! —gritó agarrando tamaño, haciendo cada vez más grande sus piernas y brazos, perdiendo así el poco rastro de humanidad que le quedaba. Tommy en ese momento podía sentir como sus manos temblaban y como su estomago se encontraba en una situación tan alarmante, que probablemente empezaría a comerse a sí mismo para llenar la falta de alimentos que este tenía. A su frente, Luca se preparaba para defenderlo, pero el coordinador no sabía qué tanto podrían hacer ellos dos contra aquella criatura desconocida. Otro grito proveniente de la que alguna vez fue Dorothea fue lo que dio inicio a una lluvia de bolas de sombra en dirección al coordinador y su pokémon. Las figuras de arcilla, aquellas que habían simulado ser las niñas de la clase de Tommy, ahora mostraban su verdadero cuerpo de Banette sin ningún tipo de problemas frente a ellos. —¡TU DEBES QUEDARTE Y ASI TODOS PODRÁN VOLVER! —soltó de nuevo la criatura entre gritos inentendibles y superpuestos, una combinación de rugidos y voces que parecían venir de una multitud de personas. Dewott tomó sus dos conchas y procedió a enfrentarse a todas las bolas de sombra que viajaron hacia ellos. El pokémon, sin importar nada de lo que pasaba, y las veces en que resultaba ser golpeado, no se permitió en ningún momento desistir a su determinación por proteger a Tommy a toda costa. —¡¿De qué estas hablando?! —gritó Tommy confundido, solo queriendo que aquellas criaturas se concentrasen en él y no en Luca. —¡TODOS SE QUEDAN! —rugió mientras su cuerpo crecía y empezaba a vibrar, haciendo cada vez más difícil que alguien pudiese entender qué figura tenía—. ÉL NO PUEDE IRSE. LA BIENVENIDA ES PARA ÉL. Otro grito, desgarrador y en sufrimiento más que los otros, llevaron a la cabeza de Tommy una multitud de imágenes que el coordinador no pudo terminar de entender. Imágenes de la mansión reluciente, de la fotografía familiar, de amor, y finalmente de muerte… todas asociadas al que parecía ser el hijo menor de la que alguna vez fue Dorothea. El hermano pequeño de Rosaline. —¡YO NO SOY ÉL! —gritó Tommy llenando los espacios que le faltaban con sus suposiciones, mientras caía de vuelta al suelo lleno de oscuridad, debido a que su estómago había decidido vaciarse. El coordinador estaba llegando a su límite.   —THO-THOMAS MI-MI… ¡ERES MI HIJO! —volvió a rugir la sombra, enfurecida y ahora saltando sobre sus cuatro enormes extremidades para alcanzar al coordinador y su pokémon. La boca infinita nuevamente empezó a abrirse mientras avanzaba. Filas de colmillos podían verse saboreando la carne de la vida, cada uno más puntiagudo que el siguiente y todos perfectamente funcionales como un arma letal. Tommy se vio muerto por segunda vez esa noche, sin embargo, cuando abrió sus ojos, luego de haberse entregado, solo pudo sentir lo mojado de su ropa y el aliento cansado de su pokémon a su lado. Su Dewott lo había salvado nuevamente, esta vez usando un Aqua Jet. La pared contra la que chocó la criatura pronto empezó a caer. La oscuridad mientras retrocedía de esta dejaba en evidencia lo vieja y mohosa que se encontraba la misma. Ya no existían detalles blancos y dorados, sino más bien oscuros y agrietados por toda la estructura.   Thomas aprovechó el momento para volver su mirada hacia la antigua posición de los Banettes, ¿por qué no habían seguido atacando? Se preguntó, pero pronto pudo darse cuenta de que ninguno seguía allí. Ni ellos ni las figuras de arcillas que habían estado interpretando ser sus estudiantes. —¡NOOOOO! —rugió la bestia en desenfreno, vibrando más mientras su propia transformación era la razón por la cual partes del piso de arriba empezaban a caerse también. Se podía apreciar que la criatura había conseguido desestabilizarse. Sin aliento, Tommy solo alcanzó a apuntar la apertura que ahora se abría para ellos detrás de la criatura. No había sol afuera, pero el hecho de pensar en salir de esas cuatro paredes le resultaba suficiente victoria por los momentos. —Si eres más rápido, podemos escapar por ahí —dijo Tommy, lamentando el hecho de no conocer muy bien las fortalezas y debilidades de su pokémon en ese momento—. Esperemos a que repita lo mismo de hace un segundo —explicó, sintiendo como apostaba su vida en aquel ultimo movimiento que dependería únicamente de Luca—. Confió en ti. —¡TENEMOS QUE ESTAR JUNTOS! —soltó la sombra, liberando una ola de energía oscura que terminó por levantar la poca oscuridad sobrenatural que quedaba, dejando todo el edificio abandonado a apreciación de todos los presentes. El encuentro final se decidió en cuestión de segundos. La criatura repitió su movimiento, esta vez con la diferencia de que el techo, o lo poco que quedaba de este, se venía sobre ellos. Dewott se cubrió de agua y concentró su fuerza, esperando, y en cuanto pudo presentir que era el momento indicado, se expulsó junto con Tommy hacia la abertura que había dejado la bestia en la pared. —¡SON MIOS! —exclamó entre gritos girando sobre si, extendiendo sus garras para alcanzarlos, pero poco a poco estas fueron desapareciendo a medida que salían por la abertura que Tommy y Luca acababan de cruzar. La bestia gritó herida cuando la luz de la luna hizo contacto con ella, e inmediatamente empezó a soltar una cantidad inmunda de palabras desconocidas para el coordinador y su criatura. Cuando Tommy volvió a verla, no quedaba rastros de nada más que del derrumbe y los escombros de una construcción muy antigua. Pero entonces… —¡MIOS! —La voz surgió de la nada aprovechando que el pokémon y su entrenador habían bajado la guardia—. TENDRIAMOS QUE ESTAR SIEMPRE JUNTOS. —Se trataba de Rosaline, la niña pequeña que Thomas había conocido primero, sin embargo, su tono iba más apegado al de la bestia, que al propio de su cuerpo—. SI NO PUEDES QUEDARTE, POR LO MENOS LLEVANOS CONTIGO —soltó cual lamento, mientras aprovechaba para clavar sus pequeñas garras en la muñeca de Tommy y así hacerlo sangrar. El coordinador aún se encontraba débil, no pudo dar respuestas, pero antes de poder tan siquiera necesitarlas, las cuchillas de Luca fueron las que se encargaron de separar de raíz, nuevamente, a la sombra de su entrenador, terminando por hacer que la primera gritara de dolor y desapareciera nuevamente en la oscuridad.
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mekiampokemon · 4 years ago
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Thriller Night
Autor: Cassandra Pierce
Como de costumbre la noche ofrecía un silencio apaciguador a Cassandra, por alguna extraña razón no podía conciliar el sueño al despertarse en la madrugada y decidió irse caminando hasta el lago, tendió una manta sobre la cual se acostó mirando al cielo cuyas estrellas no eran lo suficientemente visibles para armar una constelación.   En el agua nadaba su querida Milotic, la llevo consigo para tener algo de compañía dejando descansar a los otros pokémon, su novio se encontraba fuera de casa hasta mediados de la mañana así que ella podría estar ausente sin preocuparlo.   Milotic intentaba arrullar a su entrenadora con un suave canto, sin embargo no hacía efecto como en otras ocasiones — es muy lindo, pero simplemente no tengo sueño, nos quedaremos un poco más y luego volveremos a casa, estoy bien solo es insomnio — le decía Cass con una sonrisa, hasta que le pareció escuchar unos gruñidos casi como un susurro y se levanta un poco apoyándose en sus brazos — ¿Milotic? ¿Estás bien? — no la veía por lo que fue acercándose más al agua hasta observar su propio reflejo. Parpadeó un par de veces cuando una extraña figura se refleja detrás de ella y un gruñido se escucha casi como si lo tuviera al lado. Trago en seco girando su cabeza, pero no había nada… Luego su corazón dio un brinco volviendo la vista al frente de inmediato por unos chapoteos, era Milotic que la miraba ladeando su cabeza al asomarse por encima del agua.   Cassandra bajó la cabeza suspirando — eres tú… me asustaste… ¿Estabas gruñendo? — la pokémon negaba y luego la vista de ambas se dirigió a unos destellos de luz en el agua, se encendían y apagaban además estaban empezando a alejarse — ¿Lumineon? — preguntó al aire muy extrañada, es muy raro verlos en aguas que no sean del océano. Sin embargo algo de esas luces le atraía y quiso investigar de que se trataba. Se sentó en la montura de Milotic apresurándole para que no se les escapara, fueron avanzando adentrándose por un camino de una corriente que atravesaba parte de un bosque cercano. Al mirar el reloj en su muñeca pasadas las tres de la madrugada unas gotas le hicieron mirar el cielo nuevamente, una llovizna suave resonaba y otra vez un gruñido se escuchaba, Cass veía algunos pokémon nocturnos con prisa para resguardarse de las gotas frías, ella se bajó la capucha de su suéter dejando que el agua corriera por su cabeza relajándose. Determinada en descubrir lo que había no retrocedía — vamos hasta allá, se ve muy… brillante — musitó a Milotic llegando hasta una orilla. La castaña se preguntaba a qué se debía tanta luz ¿Era un punto de convergencia de cardumen de Lumineon? ¿Quizás otros pokémon? Cuando fue dando unos pasos por la tierra húmeda lo siguiente que vio no parecía real en absoluto, un Feraligtr un poco más grande de su tamaño normal, sin embargo eso no fue lo más notable… Parecía un monstruo… Era traslúcido y el azul de su piel brillaba como luces de neón. El pokémon se giró mirándola soltando un rugido que le estremeció hasta los huesos, las aletas dorsales también eran brillantes siendo un rojo casi como la sangre igual que en la cola y otras rayas del mismo color dándole un aspecto extremadamente espeluznante, fiero e intimidante. — Es… ¿Real? — se preguntaba titubeante al verlo, la respuesta fue el crujido del tronco que apretó Feraligtr y como sus garras dejaron una profunda rasgadura marcando un árbol en el que se apoyó, otro gutural rugido mostrando sus enormes dientes paralizaron a Cassandra, los alaridos de Milotic eran ignorados por la criatura que solo se enfocaba en la humana que tenía como objetivo. Al observar detenidamente el pecho del Feraligtr, tenía una enorme cicatriz horizontal… Tal como es descrito en una leyenda que pocos conocen. Unos decían que era un rumor, otros que era para evitar la crueldad con los pokémon, no obstante algunos testigos defendían firmemente su existencia, los escépticos creían que eran disparates y las muertes a según por ese fantasma tenían explicación médica. Cuenta la leyenda de una chica y un chico trastornados, estaban obsesionados con poseer el mismo poder que un pokémon. La joven pareja con 15 años mataron brutalmente a sus dos pokémon, para arrancarles el corazón y comerlo de acuerdo a un ritual que supuestamente les cedería toda la magia empoderada que anhelaban. El Feraligtr era de la chica, mientras que el chico tenía un Eevee ya que así podría transformar su poder al de las otras evoluciones a las que Eevee podía alcanzar, un anciano fue testigo de todo el horror y los maldijo apuntando con su dedo — ¡no pueden ir contra la naturaleza! ¡Malditos sean y su crimen los acechará hasta la muerte, Yveltal no les des piedad! — dicen que su clamor sincero fue escuchado, liberando el espíritu del pokémon cuyo sufrimiento fue mayor. Las lágrimas nublaban la vista del anciano al ver los cadáveres de las criaturas, en un intento de proteger sus almas les hizo un circulo de sal alrededor, ignorando las burlas e insultos de los jovencitos, con pesar se retiro cuando amenazaron su vida. A los tres días en la orilla de un río encontraron los cuerpos sin vida de la pareja, un sórdido rugido se escuchó cuando se los llevaron y los rumores decían que los mató la maldición del anciano, de lo contrario ¿Por qué repentinamente murieron de un infarto ambos? Dos personas afirmaron seis meses después haber visto un Feraligtr, era espantoso. Mató del susto a un criador que torturaba a sus pokémon, de igual manera unos pocos decían que les perdonó la vida y fungía de guía para las almas perdidas de esas criaturas, se le veía por el agua y sus rugidos indicaban su presencia.   Cassandra recordó esa leyenda sintiendo un escalofrío bajaba por su espalda cuando Feraligtr se le iba acercando gruñendo apoyándose en sus cuatro patas, otro rugido le estremeció y finalmente se pudo mover retrocediendo de a poco hasta chocar su espalda contra un árbol, mientras un rayo de hielo de Milotic traspasó la figura del pokémon que acorraló a la temblorosa castaña. Ella cerró los ojos cuando Feraligtr rozaba su hocico con las mejillas de Cassandra, se sentía un frío distinto al de las gotas de agua de la llovizna — Cassie es linda ¡Ella no! — dijo una vocecita cuyo dueño aterrizó en la cabeza de Cass y luego como si flotara lentamente descendió hasta el suelo — los otros te esperan, anda vamos a casa — apuntaba su manita a la brillante luz que aún estaba a unos metros de donde vino Feraligtr. Al abrir los ojos la castaña aún tenía enfrente al fantasma azul, sin embargo se alejó un poco y bajó la mirada cuando la llaman saludando con una manita — no estés triste, yo también te extraño, los esperaremos — palabras de consuelo cuando Gible la vió caer sobre sus rodillas, Cassandra lloraba con la respiración entrecortada sin poder hablar sollozando ¿Estaba soñando? ¿Cómo es que podía entenderlo? Y la mayor incógnita ¿Por qué no la odiaba si lo dejó morir?. El pequeño dragón también era traslúcido, le colocó su baya favorita en medio de ambas manos de Cass, no podía dejar de mirarlo y vagamente intento acariciarlo… No lo tocaba, pero podía sentirlo — ¿me perdonas? Por no haberte salvado… yo… hice mucho daño a otros… — se encogía de hombros todavía llorando.     — Tenía que irme, ya no era el mismo y dolía, no fuiste tú — se eleva colocando una manita cerca del corazón de ella — si lo escuchas todo estará bien — luego se alejo flotando yéndose con Feraligtr a la luz, otras figuras de pokémon aparecían siendo una familiar para la castaña. Ahora comprendía porque se refirió en plural Gible al darle un asentimiento Gardier y ella alzaba una mano despidiéndolos — adiós, bebito guerrero y caballero — musitó cegándose por un destello que le hizo perder el conocimiento.   Despertó cuando Milotic frotaba su rostro contra la mejilla de ella, se encontraba de nuevo en la orilla del lago sobre su manta, estaba empapada pese a que ya no llovía y al ver la hora casi eran las seis de la mañana. Al sentarse cayó de su pecho una baya, Cass sonreía a la par que se le escapaban unas lágrimas, fuera o no un sueño no tenía dudas en el fondo de su corazón que Gible en espíritu sí la visitó. Volvió a su hogar e inevitablemente se durmió apenas estuvo en la cama, tenía una agradable sensación de paz y después le contaría a Alistair, de Gible… de Gardier… Quizás le ayude un poco a su novio, porque su querido mejor amigo Gardier lo podría visitar también.
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mekiampokemon · 4 years ago
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Temporada de brujas
Autor: Ricky Mercer
  Ricky apagó el cigarrillo contra el capó del jeep que había conseguido prestado para hacer de escolta desde los límites de Sandúl con el Gran Desierto de Avaz y hacia Pueblo Oasis. El prófugo miró la inmensidad frente a él, recostado de la puerta del carro mientras que los dos hombres que debía llevar solo discutían sobre un cuento tan o más viejo que Terraria. —¡Yo la vi llevárselo! Lo juro por el cadáver de mi hija y de tu madre que en paz descanse —refutó un hombre bajo y más viejo que el otro y quien había pagado la sesión de “expedición-cazería”. Ricky solamente había aceptado ser el chofer de aquella locura porque le habían dado un buen pago por adelantado. —Las brujas tienen hambre de nuevo… —aseveró en voz baja, en un tono lastimero y, quizás, al borde del llanto. Ricky bufó al solo recuerdo de una historia que en algún momento creyó sobre las desalmadas brujas de la arena… El frío estaba empezando a hacer efecto en su cuerpo y se cruzó de brazos, tratando de no prestar atención a la pelea de ambos en el fondo. Minutos antes, el viejo le hizo detener el carro tratando de recordar la zona exacta donde había visto a su nieto por última vez. Ni los Nadzor o los Blazers del Desierto le habían hecho caso cuando el hombre les había ido a rogar que buscaran a su nieto. ¿Las brujas que tenían que ver en todo esto? Ellas son una de las tantas variantes de criaturas, entes o miedos “ficticios” que se les contaban a los niños para que nunca intentaran adentrarse en los peligros de la arena. Ricky Mercer, siguiendo el patrón de cualquier niño del este, creció con las historias de las lastimeras brujas del desierto que él solo consideraba como otro cuento misógino infantil más. Nada nuevo en Mékiam. La historia más completa describía en rimas a mujeres que habían nacido con el favor del desierto, otorgado como un regalo divino del pokémon creador para proteger las tierras áridas de los invasores. En aquel entonces (al menos en la versión “este-centrista” del cuento), el Gran Desierto de Avaz ocupaba toda Mékiam. Ni Estival, Ni Glacenor, ni nada más que arena de esquina a esquina. Ellas, las elegidas por el dios para salvaguardar su creación y a las criaturas de la arena, podían las dunas y las tormentas de arena con el simple movimiento de un un artefacto muy parecido a un abanico de mano. Algunos decían que eran mujeres hermosas, otros que eran viejas ermitañas y algunos pocos aseguraban que no eran más altas que cualquier niña de 6 años. Con el paso del tiempo y del hombre moderno, los palacios y las murallas se alzaron en Mékiam. El desierto se vio desprovisto de sus oasis, la arena fue exiliada al Distrito Este y se cuenta que las mujeres cayeron en una locura carnívora. Juraron no solo derramar la sangre de los descendientes de quienes las encerraron, sino devorar por completo la identidad de los invasores entre las dunas. Sin embargo, dejarían pasar a aquellos que si contaban con un pokémon nacido de Avaz como compañero, a esos no los considerarían como extranjeros. —Déjense de tonterías y solo soy su chofer, no su niñera —dijo el hombre, ya hartándose de la espera, pues el pensar en su primer Pokémon, en su Gligar, le traía un sabor mucho peor que el cigarrillo barato que acababa de terminarse—. ¿Qué esperaba hacer? ¿Dibujar un pentagrama en el suelo para llamarlas? Si no nos vamos ya, no llegaremos hasta Oasis hasta la mañana —mintió, sabiendo que la gente pudiente ni sabía cuánto demoraba cruzar. Luego de algunas miradas, los tres hombres se montaron al carro para el viaje de Sandúl a Oasis por entre el desierto. Poco a poco dejaban atrás una ciudad que ve miles perecer en la pobreza cada día, un niño más o uno menos era una cifra que pasaba cruelmente desapercibida para el ciudadano común. Sandúl es y seguirá siendo un reino carnívoro donde se gesta lo peor entre el calor, el hambre y el olvido. Ricky sí sospechaba que el muchacho extraviado en cuestión debería pertenecer a la zona más rica de la ciudad, ¿qué lo había llevado hasta las afueras? ¿Por qué querían viajar hasta Oasis? Por la mitad del camino en silencio, Ricky solo se limitó en manejar, tratando de esquivar las interrogantes. Viajar por la madrugada era un alivio, al menos lo sería si el carro se mantuviera en silencio todo el camino. Sin embargo, cerca de la mitad del camino, el viejo comenzó a hablar de nuevo, luego de haber estado el último rato mirando hacia la ventana. Ricky lo había visto por el retrovisor un par de veces y era como si el hombre mirara a Avaz en los ojos y en el fondo le intranquilizaba. —¿Por qué no crees en ellas? —preguntó el mayor, con una voz apagada. —Es lo mismo que con las sirenas, probablemente vieron un pokémon perdido o extinto, qué se yo —dijo de forma escueta Ricky, porque verdaderamente no le había dado mucho pensamiento a aquello. El otro hombre, el más joven que podía tener alrededor de unos 30 años seguía inusualmente callado. Asumía era el hermano del susodicho nieto perdido. —Entonces tampoco nos crees y mi nieto sigue perdido —dijo, no tan desilusionado como se esperó el prófugo. Aquella respuesta le hizo meditar un poco y también le causó algo de cortocircuito. —Claro que no, no solo porque haya tomado un cuento infantil como base para afrontar la muerte de su nieto, sino porque dentro de ella misma no tiene sentido —dijo, algo exasperado y sin tacto, pero siguió manejando igualmente. Llevaban varios kilómetros sin toparse con otro carro, a excepción de uno que iba algunos metros más adelante que el suyo—. Soy de Sandúl, he escuchado ese y otro montón de cuentos más —agregó. Por un momento pensó que eso bastaría para explicarse por sí mismo. Ricky decidió entonces rebasar el otro carro, para ver si apuraban el paso. —El cuento de las brujas funciona como una paradoja, y es más, nunca se dice se comen o que se raptan a alguien, al menos no literalmente —era la gente que les había apodado como carnívoras con el tiempo o eso entendía Ricky del cuento. —Hacen algo mucho peor —contestó el viejo, a lo que Ricky asintió pro el retrovisor. —Lo peor que le puedes hacer a un extranjero es quitarle su identidad, así es. Es decir que nadie recuerda que murieron —dijo, haciendo una breve pausa—, pero si eso pasa, nadie podrá recordar el cuento porque nadie recuerda que alguien desapareció —trató de continuar Ricky, viendo de reojo al retrovisor de vez en cuando, el viejo había pasado de mirarlo, a mirar nuevamente al desierto— si el cuento fuera verdad usted tampoco podría recordar a su nieto, ¿no es así? —preguntó de vuelta. Como el hombre no le dijo nada de vuelta, Ricky pensó que había ganado el argumento y el resto de su paga. En su creencia de victoria, el castaño volvió a asomarse al retrovisor y creyó haber visto una Mismagius sentada justo al lado del viejo, en el asiento trasero. —¡JODER! —dijo entonces moviendo el timón hacia la izquierda por la impresión, para darse cuenta que del otro lado un camión les cegó con una luz fuerte y Ricky volvió a su carril, con el corazón el mano, pensando que moriría de la forma más estúpida por un susto. Volvió a mirar hacia atrás, y ahí estaba el señor, calmado, mirando hacia Avaz, como si nada hubiese pasado. ¿Acaso se había imaginado todo? Por alguna razón, tuvo miedo de preguntar —Supongo que tienes razón, al menos no si eso es lo que ellas quieren —dijo antes de que el resto del camino se mantuviera en un silencio sepulcral, de donde Ricky no quito la mirada del camino, ni el pie del acelerador. Cuando llegaron a Oasis, el viejo le indicó dónde dejarlo. Por primera vez desde la mitad del viaje, Ricky miró hacia el asiento del copiloto y su sangre se congeló, que ahora se encontraba vacío. ¿Desde hace cuánto no estaba el otro nieto del señor a su lado? ¿Se lo había imaginado? Ricky sintió su propia sangre helarse, el corazón acelerado y la propia inhabilidad de hablar o replicar. Se sentía acorralado, como quien trata de pedir ayuda en arena movediza. —Gracias por traerme, ahora que me he quedado solo, solo me queda la casa que compré en Oasis cuando nos mudamos a Mékiam. Seguro vendrán por mi pronto —contó el señor, con una voz amable, antes de bajar el carro—, no mires hacia atrás hasta salir de Oasis. Y así lo hizo, Ricky no miró hacia atrás, pero no recordaba por qué, ni quién se lo había dicho.
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mekiampokemon · 4 years ago
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The day will come
Autor:  Kyra Vollmond
Cuando abres los ojos la luz blanca te ciega durante un momento. Despacio, con dificultad, puedes abrir los ojos parpadeando varias veces por segundo, mientras lágrimas que no controlas  se deslizan por tus mejillas sucias. No sabes cuánto tiempo llevas ahí, ni cuánto has pasado inconsciente. Lo último que recuerdas es correr por el bosque perseguido unos houndoom con las fauces abiertas y babeantes. Seguramente ese dolor que sientes en las piernas son las secuelas de sus mordiscos, pero todavía no puedes enfocar la vista lo suficiente. Entre la luz blanca que empiezas a distinguir hay puntos negros parpadeantes que desaparecen con lentitud. El suelo, como las paredes, es de azulejos blancos cuya pulcritud grita que los limpian con lejía cada poco tiempo. Sin embargo, las juntas de yeso están enrojecidas, pues por mucho que se froten es imposible quitar de ahí el escarlata de la sangre. —¿Estás despierto? —una voz cantarina de mujer llega a tus oídos como si te hablase desde muy lejos. Escuchas metal contra metal, o tal vez es metal contra los azulejos. Eres incapaz de discernirlo—. ¡Estás despierto! La felicidad con la que esas palabras son pronunciadas se contrapone por mucho a tu situación. Intentas mover las manos, sólo para confirmar que están firmemente atadas a la rígida y fría silla de metal en la que estás sentado. Tus pies también, y la silla parece firmemente anclada al suelo, porque por mucho que tironeas y te revuelves no consigues ni tirarla, ni moverla ni un centímetro, y el nudo de las cuerdas, que a juzgar por el daño que te estás haciendo son de plástico, tampoco se afloja. —¿Has terminado? ¿Podemos hablar ya? —la voz aflautada te habla de nuevo. Por fin levantas la mirada y exploras la habitación con la vista. Delante de ti hay una silla parecida a la tuya, en un estado algo menos deplorable y que no está anclada al suelo, y apoyada en ella con solo una rodilla se alza una mujer alta, que desde tu posición parece más alta todavía. Es delgada, de piel oscura y pelo muy rizado recogido en una coleta alta. En una situación normal, tal vez podrías enfrentarla en un cuerpo a cuerpo. Su sonrisa, sin embargo, te produce escalofríos—. ¿Por qué no empezamos con tu nombre? Te niegas a hablar. Conforme más se aclara tu cabeza y la conciencia vuelve a tu cuerpo, recuerdas tu situación. Tienes información, información sobre gente a la que el Clan metería al Agujero (o, peor, a dos metros bajo tierra) si se enterasen de dónde están o quiénes son. Por eso te han perseguido y por eso te han detenido, y por eso está ahora en una sala blanca cegadora con una mujer con cara de estar disfrutando lo que va a hacerte. Y sabes que no va a ser agradable. —De acuerdo, si quieres jugar así —suspira ella, dándole vueltas entre los dedos a un cuchillo de pequeñas dimensiones, probablemente el causante del ruido metálico de hacía unos minutos—. Por comodidad te llamaré Rigoberto, ¿te parece? Muy bien, Rigoberto. Te explicaré cómo vamos a hacer esto. Yo te hago una pregunta, tú la respondes. ¿Qué pasa si no la respondes? Te corto un dedo. ¿Qué pasa si creo que mientes? Te corto un dedo. ¿Qué pasa si te quedas sin dedos? Pues seguimos hacia arriba. ¿Entendido? Debiste imaginar que esa era la primera pregunta cuando la repitió, pero no respondes. Ni siquiera te dignas a asentir con la cabeza, y de repente un dolor agudo te atraviesa el dedo meñique de la mano derecha. Intentas apartarla pero está fuertemente amarrada al reposabrazos de la silla. Y no quieres mirar, pero lo haces. Donde debía estar tu dedo ahora sólo hay un muñón y un círculo de sangre roja que no para de fluir. Te duele, te duele tanto que quieres gritar, pero tu garganta parece estar inflamada y de ella no sale más que un gemido agónico. Miras a la mujer con ojos aterrados. Tiene el dedo entre los suyos y con la sangre que aún queda en él está escribiendo algo en la pared. Son tres nombres. Helen, Caroline y Nadia. Los nombres de tus hijas. Los nombres de las niñas que te esperan en casa, en Ciudad Alfa, ignorantes como su madre de lo que haces cuando te vas por "viajes de negocios". Son tres niñas preciosas, que no llega ninguna a los diez años. Quieres verlas crecer, crecer felices. Por eso haces lo que haces, ¿no? Por un mundo mejor. —¿Entendido, Rigoberto? Asientes tan rápido con la cabeza que el cuello te cruje y el dolor se sube hasta la frente, pero lo ignoras. Ahora tienes que elegir, traicionar a los compañeros, la gente que ha confiado su vida en tus manos, o arriesgar la integridad de tu familia. Parece una decisión fácil, pero no lo es en absoluto. —Muy bien. Empecemos con algo fácil: ¿a dónde ibas cuando te hemos arrestado? ¿A dónde ibas? ¿Lo sabes siquiera? Intentas pensar, pero todo lo que te viene a la cabeza una y otra vez son los rostros de tus hijas, y los de niños cuyos padres morirán si hablas. No eres el único que está en una situación de vida o muerte. Tus opciones son escasas, y ninguna de ellas tiene un final feliz. Además, ya sabes cómo funciona esto. Nada de lo que digas va a satisfacer a la mujer que tienes delante. Así que empiezas a gritar. En la pequeña sala, el grito parece retumbar en todas partes y aumentar de volumen. La mujer frunce el ceño y te mira con cara de asco, pero poco a poco su expresión se transforma en una sonrisa, que da paso a una carcajada. Una carcajada que poco a poco silencia tu grito. ¿Por qué se ríe? ¿Está loca? —¡Qué gracioso eres, Rigoberto! ¿Te gusta gritar? ¿¡Te gusta!? ¡A mí también! —su gritó es más agudo que el tuyo y parece perforarte los tímpanos—. ¿Sabes quiénes gritan mucho? Las niñas cuando les cortas esas tiernas orejitas suyas. —No... —la voz te sale débil, apenas un hilo—. Por favor, no... —¡No te escucho, Rigoberto! ¿¡Qué dices!? —¡NO LES HAGAS NADA! —Eso, Rigoberto, lo piensas antes de gritar. Mira, a mí me encanta gritar, pero no me gusta tanto que lo hagas tú. ¿Sabes escribir, Rigoberto? —Atinas a asentir, sabiendo las consecuencias si no respondes—. Perfecto. —La pierdes de vista un segundo, y cuando vuelve se pone delante y te golpea con la bota en el pecho, manteniéndote fijo en la silla. En la mano tiene una aguja curva e hijo transparente—. Piensa en tus hijas y en si las quieres mantener enteras y estate quieto, ¿de acuerdo? Quieres gritar pero te fuerzas a no hacerlo. Tampoco va a servir de nada, nadie va a ayudarte allí. Te lo has buscado, el estar solo mientras eres torturado hasta la muerte. Elegiste el bando equivocado, y eso sólo pesa sobre tu conciencia. Cierras los ojos. Es más fácil no ver el momento en que la aguja atraviesa tu labio inferior para unirlo con el superior. ~~~~~~ —Kyra, por favor. —La voz de su hermano desde la puerta cortó toda la tensión del ambiente. —Nooooo —gimió uno de sus sobrinos con un puchero en el rostro—. ¿Qué pasó con el hombre, tía Kyra? —Se murió —resumió Kyra, poniéndose de pie y dejando la calidad de la tupida alfombra de pelo que su hermano tenía frente a la chimenea—. Lo siento, niños, el muermo de vuestro padre no quiere que os cuente estas cosas. Entre lamentos de los pequeños y peticiones algo escabrosas de que siguiera con la historia, Kyra se dirigió hasta la puerta donde estaba su hermano con una sonrisa vacía. —No son cosas que los niños deberían oír. —Es Halloween, Tommy. Sácate el palo del culo al menos una vez al año, ¿quieres? —sonrió, haciendo que su hermano pusiera los ojos en blanco. —¿Te quedarás a dormir? —No, tengo mejores sitios en los que estar. Me encantan tus hijos, Tommy, pero no quiero verte la cara más de lo necesario. Con eso como despedida, puso rumbo a la entrada de la mansión. El más mayor de sus hermanos se había quedado con el imperio comercial de su padre después de la detención de éste y estaba sacando grandes provechos al negocio familiar. ¿De forma legal? No, pero no transportaba rebeldes, algo que Kyra tenía más que controlado. La droga le daba completamente igual. Recogió el casco y se lo puso camino a la moto, aparcada en la entrada del jardín. Era la noche de los muertos, la noche de brujas, y el lugar estaba adornado para los niños con calabazas, fantasmas colgantes y telarañas falsas. Kyra sintió un escalofrío al salir y volteó. No había nada tras ella, pero la sensación de que muchas personas la observaban era más fuerte que nunca. —¡No os tengo miedo! —les gritó, abrochándose el casco—. Sé que algún día me vais a llevar con vosotros, pero para entonces, espero que seáis muchos, muchos más. Como si allí realmente hubiera fantasmas (tal vez el de Rigoberto), un sonido a medio camino entre un chirrido y un gruñido desgarró el aire. Una de las ventanas iluminadas del segundo piso se abrió, y su sobrino más mayor sacó la cabeza por ella. —¿Tía? ¿Qué ha sido eso? —preguntó a voz en grito. Kyra se rio mientras arrancaba la moto. —Un dinosaurio, cielo. —Sonrió, terminando de abrocharse el casco y bajando la visera—. Un dinosaurio.
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mekiampokemon · 4 years ago
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Roberto (or Astaroth, pt. 2)
Autor: Blake Halloran
Faltaban apenas dos minutos para que el reloj tocase las doce de la noche y Blake no conseguía pegar ojo. Cada sonido de la casa a la que, tras muchos meses, se había acostumbrado, parecía multiplicarse en el silencio de la noche. A lo lejos escuchaba cómo el agua de la pequeña cascada caía sobre el estanque no tan pequeño y, mucho más cerca, el tic-tac del reloj, puntual cada segundo. Cerró los ojos otra vez, intentando llamar al sueño a su cama, sin éxito. Abrió los ojos y sintió que el corazón se le paraba. Fuera, en el jardín, había una figura de un hombre mirándolo fijamente. Cerró los ojos de nuevo y, cuando los abrió, ya no estaba ahí. El reloj acababa de dar las doce. —Demasiadas películas de fantasmas he visto hoy. —Claro, era el Día de los Muertos, cuando en Mekflix subían todo un catálogo de películas de terror y sobrenaturales nuevas, algunas bastante malas, pero lo suficientemente buenas como para que a lo mejor le estuviera costando un poco conciliar el sueño y tuviera visiones de fantasmas a través de la ventana—. Si hay algún fantasma aquí, que haga una señal —dijo con burla al aire, volviendo a cerrar los ojos. El corazón se le paró por segunda vez en cinco minutos (eso no podía ser sano, la verdad) cuando escuchó el golpeteo de unos nudillos contra el cristal. Temblando, abrió los ojos para ver la misma figura, en el mismo lugar que antes, pero un poco más cerca. Todas las películas de terror que había visto en su vida (y eran muchas) y su propio sentido común le decían que era una mala idea levantarse y acercarse a la ventana, pero en ese momento Blake entendió un poco a la gente  de las películas que gritaba "¿Hola?" cuando escuchaba un ruido extraño en su casa. Era como si una fuerza superior le estuviera diciendo que tenía que arriesgar su vida. Porque, por el momento, el fantasma estaba tranquilito ahí fuera. Quizás no podía entrar, y Blake estaba a punto de condenarse a sí mismo. Era experto en eso, de todas formas. Cuando se acercó pudo ver mejor lo que antes sólo había sido una silueta. Era un hombre un poco más mayor que él, y si no fuese porque su sentido de la moda era de los años treinta y tenía un tono verdoso por todo el cuerpo y la piel semitransparente, Blake hubiera pensado que estaba vivo. Cerró las cortinas y las volvió a abrir, e hizo lo mismo con sus ojos, pero esa vez el espectro no desapareció como antes. Pensó abrir la ventana, pero si lo iba a encarar mejor hacerlo en igualdad de condiciones, ¿no? Se puso una chaqueta gruesa y unas zapatillas y salió por la puerta lateral hacia el jardín trasero. Lo que, tal vez, más le extrañaba, era que ninguno de los pokémon parecía alterado por la presencia de un fantasma. Y sí, Blake estaba convencido de que era un fantasma. Nunca había sido un escéptico, incluso si sus encuentros con lo paranormal habían sido más bien escasos. Con pasos cautelosos dio la vuelta a la casa hasta llegar a la pared de su dormitorio. El fantasma no se había movido de allí, y cuando entró en su rango de visión se giró para mirarlo. ¿Qué se le decía a un fantasma? ¿Hola? —Hola —probó. Mala idea. Aunque seguramente cualquier cosa hubiera provocado la misma reacción. Blake puso las manos frente a él, tratando de resistir el golpe, pero el fantasma arremetió contra él y consiguió tirarlo al suelo de espaldas, sacándole un gruñido de dolor. Sin embargo, no hizo nada más, así que Blake retiró los brazos de su rostro y miró alrededor, viéndolo a su lado, de pie, quieto. —¿Y ya? ¿Eso es todo? —¿Qué más quieres que haga? —respondió de forma totalmente inesperada y que a Blake le arrancó un bote del susto. Tenía la voz normal; un poco más aguda de lo que esperaba, tal vez—. ¿Que entre en tu casa, mate a todos tus amigos, te meta en una pokéball y luego le diga a tu casero que "ya está su huerto bien, señor"? —chasqueó la lengua, molesto—. Ah no, que tú no tienes amigos, perdón. Blake se quedó un segundo procesando las palabras que acababa de escuchar. Le tomó un rato más largo del que le gustaría admitir si alguien le preguntaba. —¿Astaroth? —preguntó dudoso. —Qué Astaroth ni qué ocho cuartos. Me llamo Roberto, gilipollas. —¿Roberto? —Sí, Roberto, hijo, Roberto. A lo mejor te sorprende que tenga nombre de verdad y todo. —No, no, no es eso. —¿De verdad estaba hablando con su gourgeist? Bueno, con el fantasma que lo habitaba. Era surrealista—. Pero se supone que no son nombres... humanos. —Ah, tengo cara de pokémon ahora para ti, ¿no? ¿Eres ciego o tonto, niño? —suspiró—. Roberto era el nombre que me puso mi bendita madre, que en paz descanse, antes de que tus amigos de morado me fusilasen. ¿Tienes un cigarro? —¿Puedes fumar? —Puedo fingirlo. —No tengo. —Entonces para qué preguntas. Un silencio algo tengo se formó entre ellos. Blake aprovecho para levantarse y sacudirse la tierra de la ropa ante el escrutinio de Astaroth. Roberto. Lo que fuese. —¿Puedo preguntar por qué has decidido aparecerte hoy? —Iluso, que crees que lo he decidido yo —gruñó—. Esta noche mágica es la única que puedo salir del cacho calabaza ese en el que estoy metido, pero oooh, como siempre me tenías en la pokéball pues no había tenido la oportunidad de presentarme. —Blake buscó con preocupación a Astaroth. El cuerpo del gourgeist estaba aparentemente dormido en su rincón de siempre, encima de la tierra blanda y rica en nutrientes que Blake le compraba—. No te preocupes, estoy bien, pero mientras mi alma está aquí todo lo que mi cuerpo puede hacer es dormir. Es un poco tierno que te preocupes por mí a estas alturas. Una vez pasado el susto inicial y el shock de saber con quién estaba hablando, Blake comenzó a sentirse mal. La culpa que cargaba siempre se hacía en ocasiones más liviana cuando veía que, ahora, los pokémon que vivían con él eran un poco más felices que antes, pero en ese momento le volvió más pesada que nunca. Si Astaroth estaba allí, hablando con él, significaba que todos (o gran parte) de los gourgeist y pumpkaboo que había tenido que capturar o eliminar aquella noche también tenían alma de persona. No por eso hacía peor lo que había hecho, pero Roberto seguramente los conocía y los había visto morir, a sus manos. Eso, además de su evidente ideología, explicaba que Blake hubiera tardado tanto en hacer que le hiciera un mínimo de caso. —Lo siento. Sé que no arregla nada, pero siento lo que hice. —Lo sé —respondió el fantasma para su sorpresa. Tenía cara de amargado pero a Blake le pareció ver un amago de sonrisa—. No lo estás haciendo mal, chaval. Sigue así. Blake iba a darle las gracias después del shock inicial cuando Roberto desapareció en una nube de humo verdoso. Donde antes había estado sólo quedó el vacío de la noche, y unos metros más allá, Astaroth se revolvió donde estaba durmiendo. Blake se acercó a él y le retiró un poco de la tierra que tenía sobre el talló. El pokémon abrió un ojo, lo miró, y volvió a cerrarlo tranquilamente para dormir. No había miedo ni rencor en su mirada, solo pura calma. Blake se puso en pie de nuevo y entró en la casa, todavía dudando si lo que acababa de ocurrir había sido real o no. Se quitó la chaqueta y dejó las zapatillas en la entrada, sintiendo el sueño por primera vez esa noche escalarle hasta los ojos y comenzar a cerrárselos. Se tiró en la cama, serpentenado dentro de las mantas. Fuera, una suave llovizna comenzó a empapar el lugar y escuchó los pasos suaves de Gaddhara correr desde fuera hasta el interior, arremolinándose en el suelo junto a su cama para dormir seca. Sus hombros se sentían mucho más ligeros ahora.
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mekiampokemon · 4 years ago
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White Sands
Autor: Andrew Lakes
Cuando abrió los ojos, estaba en medio de un desierto de arena blanca. Arena que le arañaba el rostro y cada centímetro de su cuerpo que no estaba cubierto por ropa. Ropa que no llevaba la última que recordaba estar despierto, porque eso debía ser un sueño. ¿Cuándo había llevado esa ropa? Se puso en pie, tapándoselo los ojos y mirándose. De su cuello colgaba la acreditación que lo identificaba como estudiante de Comunicación Audiovisual y que había usado por primera y última vez en el Pokéathlon de Velocidad en el que había visto a Misha. Giró sobre sí mismo, buscando un sitio donde resguardarse de la arena sin encontrarlo. Todo lo que se extendía ante él era una inmensidad de arena blanca que no parecía tener fin nunca, y cuanto más tiempo permanecía en el mismo sitio, más se hundían sus pies. Levantó uno y luego otro, despacio, sintiendo que desplazaba kilos de arena con cada uno hasta que los pudo poner sobre la superficie, donde empezaron de nuevo a hundirse por la fuerza de la tormenta de arena. Supo que tenía que andar si no quería terminar sepultado, por lo que eligió una dirección al azar y empezó a caminar, tapándose el rostro con una mano. De nada servía para evitar la sensación de miles de pequeños cristales golpeándole la piel y rascando cada vez más hasta hacer herida. Por más que andaba, en lo que daba la vista no aparecía una montaña, una casa, nada que le permitiese resguardarse. Tras lo que le parecieron horas las piernas comenzaron a fallarle y terminó cayendo de rodillas. Sentía la piel en carne viva y cuando las heridas tocaron la arena fue como si le estuviesen marcando con un hierro ardiendo. La arena lo empezó a cubrir, poco a poco, hasta que lo sepultó por completo. Durante unos minutos, todo lo que escuchó fue el aullido del viento arrastrando la arena por encima de su cabeza. El dolor desapareció, el calor también, y sólo quedó paz. Hasta que una mano lo agarró del pie y tiró hacia abajo. Y luego otra, de su mano, y de repente estaban estirando para todos los lados de él en medio de un vacío oscuro lleno de risas burlescas y sonidos de papel arrugándose. La ropa se le hizo jirones en los extremos, y cuando el último sonido de tela rasgada se apagó, todo volvió a la calma. El negro a su alrededor poco a poco fue adquirieron color y forma. Bajo sus pies se extendía un suelo de madera clara. Estaba en una habitación grande de paredes claras y grandes ventanales con vistas a una extensa pradera verde. En el centro de la sala una chimenea que no hacía ruido ninguno. Todo estaba en el más absoluto de los silencios, sin el crepitar del fuego ni el sonido de sus pasos cuando empezó a moverse perturbando el aire que olía a limón, dama de medianoche y papel antiguo. Se acercó a la chimenea y se sentó delante. Hay una calma impresa en ese espacio que hacía que su corazón se relajase y su pecho se abriese absorbiendo más aire, ayudándole a olvidar lo mal que lo había pasado apenas unos minutos atrás. Las llamas tenían un efecto hipnotizante, danzando ante sus ojos. En ellas podía ver su reflejo y, a veces, sombras oscuras. Sombras que parecían emergidas del pasado y lo empujaban de nuevo a un lugar tan oscuro como aquel del que acababa de salir, y por mucho que Drew quería alejarse de ellas, una fuerza superior a él le tiraba hacia delante hasta que estuvo completamente dentro del fuego. No quemaba, pero toda la calma que había sentido hacía unos instantes se había esfumado. Ahora el aire olía a nieve y avanzar entre las llamas parecía ser como avanzar en un paisaje nevado: difícil, cansado y poco productivo. Las sombras que lo había arrastrado al fuego se evaporaron dejando tras de sí sólo humo y el sonido de unos pasos más pesados y rápidos. Drew se giró. Hordas de personas imposibles de reconocer lo perseguían, primero despacio pero cada vez más rápido. Se puso a correr sin darse cuenta, sintiendo de nuevo la arena del desierto levantándole la piel del rostro. Estaba solo, corriendo contracorriente sin un fin claro. Sabía que existía uno, pero no conseguía alcanzarlo, por más que corría y corría. Los pulmones empezaban a dolerle, las plantas de los pies le ardían. Quería rendirse pero había algo tirando de él. La visión, lejana, de una casa. Un sitio donde resguardarse de todo, al fin. —¿Misha? —jadeó. Aparecido de la nada, a escasos metros de aquella casa  —¿Cuándo había pasado a estar tan cerca?— estaba su mejor amigo. No lo miraba, ni siquiera parecía mirar a algún sitio en particular. Su mirada estaba perdida y su cuerpo, muerto. Drew buscó mirarlo a los ojos, sin éxito. Intentó empujarlo, pero era como una roca. Las sombras habían cesado en su persecución y estaban tan cerca, tan cerca de aquella casa que parecía su salvación, que el haberse detenido le estaba quemando la garganta. Quería llegar allí y, sin embargo, la sensación de que no lo iba a conseguir le estaba drenando todas las fuerzas. Vio a Misha abrir la boca, y sólo por eso supuso que las palabras que llegaron distorsionadas a sus oídos las pronunció él. T̶͔̞̭̥̦̽̐̇̾ë̸̜̟͍̋͂́̃͂̿̍͘͝ ̶̳͓͠͝l̵̬̯̠̫̼̖̬̺͖̠̦͎̊̓͑̽́̇͂̂̉͘͜ͅò̵̤̥̩̠̝̙̯̥ ̴̨̛̯̹̹̠͍͓̤̗̩̝͈̗̄͆̌̅̈́̀̇̑͋́̍͌͠͝h̸̹͚͛̓͑̌ą̸̡̛̗̳̺͙͕͆̆͊̎́̿͑̿̀̑̇͌̚͘ş̵̙͚̰̻̦̱̺̮̔͗̑̓̑̏̏͒̈̓̚ ̴̗͓͉̄̈͆͐͛́̓̑͊̂͐͌̀̑̃b̵̡̨̛̛̖͔̳̩̮̤͖̘͂̎̂͆̐̐̑̽̇̽̽͝͠ͅṳ̷̧̡̡̦̬̝̟̳̗͛͜s̸̨̨̨͎̘͔͇̘̹̤̘̦̰̬͗c̶̝͓̙̰̠͉̫̲̾̓̔͒̚a̵̩͓͉͍̣̱̠͊d̵̨̧̘̙̺̥̰̘̜͍̟̟̭͙͆̄̈͒͛̃͑̍̃͗͒̕͝ơ̷̧̞̙͇̲̥̘͐̀͌̔̉̊͗̈́͒͋͐
Como a cámara lenta, vio a Misha alzar una mano en la que sujetaba un arma y cómo la apuntaba directamente hacia él. Dio un paso atrás y alzó las manos. La voz no le salía y la respiración amenazaba mandarlo al suelo de una taquicardia. —Misha-Misha —consiguió pronunciar, con la boca seca—, ¿qué haces? El sonido del disparo lo acompañó incluso después de despertarse. El techo de su habitación, salpicado de pintura que brillaba en la oscuridad, lo recibió oscuro. El reloj sobre la mesita de noche marcaba las cuatro y cuarenta y tres de la mañana. Dejó caer la cabeza sobre la almohada y suspiró, buscando a Cam con la mirada. La mimikyu lo observaba desde los pies de la cama con el disfraz de cottonee que le había hecho hacía dos días y del que no se despegaba. Suspiró de nuevo y se llevó las manos al rostro. Sintió contra los dedos algo viscoso y cálido se levantó de un salto, asustando a Cam sin querer. A tientas, corrió al baño y encendió la luz, dejando sin saberlo una mancha escarlata en el interruptor y parte de la pared. Un reguero de sangre escarlata le caía desde el medio de la frente, rodeándole la nariz y atravesando los labios hasta perderse en el cuello y la camiseta que usaba para dormir cuando el frío comenzaba a colarse en los dormitorios de la universidad a pesar de la calefacción. El borde ya estaba granate de la sangre seca, y Drew se la quitó, prácticamente se la arrancó, usándola para limpiarse la cara, aunque consiguió poco más que esparcir la sangre por todo su rostro. El sabor del hierro le inundó la boca y le dio ganas de vomitar. —Es sólo un sueño —se repitió para convencerse a sí mismo, echándose agua a la cara y frotando la pastilla de jabón entre sus manos para lavarse. Se secó con la camiseta, sólo para no manchar la toalla también si no se había lavado bien. Cuando volvió a mirar su reflejo ya no había rojo en él—. Sólo un sueño, Drew. Es sólo un sueño. Con pasos temblorosos, volvió a la cama y se sentó en el borde. Miró la pokédex, que descansaba con la pantalla en negro sobre el escritorio, esperando un mensaje de Misha que sabía que iba a llegar. Un poco tarde, recordó que Misha, a todos los efectos, ya no estaba en su vida.
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mekiampokemon · 4 years ago
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Dark Waters
Autor: Misha Fowler
Cuando abrió los ojos, estaba en medio de un mar de aguas negras. Misha miró hacia abajo. El agua le cubría hasta los hombros y no le permitía ver más allá. Sus pies no tocaban un fondo, pero no se estaba moviendo para mantenerse a flote. Ni siquiera sentía que estaba mojado. Movió una mano bajo el agua. Era como hundirla en una mullida manta en invierno, suave y cálida en vez de fresca. Extendió ambas manos, buscando algo a lo que aferrarse, alguna forma de salir de allí, pero no había nada, por lo que dejó caer su peso muerto de nuevo. A su alrededor no había ninguna luz, ningún atisbo de tierra, y sobre su cabeza sólo una luna llena brillaba, dándole una idea de su situación. Debía estar teniendo una pesadilla. Probó a pellizcarse, pero no sirvió de nada. El dolor punzante se desvaneció de su brazo tan rápido como había llegado. Trató de nadar; tampoco se movía del sitio. Ni siquiera sentía que estaba nadando, sólo que estaba pataleando intentando colocarse la manta en el sofá de su casa sin conseguirlo del todo. Cuando se quedó quieto de nuevo el agua a su alrededor volvió a la calma que tiene el mar por la noche. Decidió entonces hundir la cabeza en el agua. Los ojos no le escocieron cuando los abrió, pero lo único que vio tras ellos fue el negro más puro. Lentamente, con un parpadeo casi imperceptible, una luz se distinguió lejos de él. Un silencio al que se había desacostumbrado y que hasta hacía unos segundos era ocupado por el arrullar del agua se instaló en sus oídos, y en un abrir y cerrar de ojos la luz lo engulló. Sintió que caía durante minutos interminables hasta golpearse contra algo duro. Con un gemido de dolor y sacudiendo la cabeza se levantó y miró a su alrededor. Sobre él, el manto de agua negra en el que había flotado hacía de cielo, y pequeños frillish brillantes hacían las veces de estrellas, opacando por completo la luna que Misha sabía que estaba más allá. A su alrededor, un único sendero de grava rodeado de árboles que habían muerto hacía mucho tiempo, como el peor de los videojuegos indie de terror. —¿Dónde estoy? —murmuró al aire, sin esperar una respuesta, pues no había nadie que pudiera responderle. Sin embargo, tras su pregunta un gruñido impregnó el aire. Misha ya no se sentía en una pesadilla, no se sentía en un sueño para nada. Todo aquello parecía demasiado real aunque sabía que no podía serlo, y estaba temblando. De entre los árboles surgió una especie de pancham de peluche harapiento que se movía erráticamente y le recordaba al que tenía de niño. Quiso correr hacia el otro lado pero no había salida. Sólo había un camino posible y estaba en la dirección de aquel ente desconocido que lanzaba gruñidos de vez en cuando. —Vale, si no lo ves es como si no estuviese —se dijo, tapándose los ojos con una mano y extendiendo la otra para no chocar con nada. Avanzó despacio, poniendo un pie delante del otro, sintiendo como el vello se le erizaba conforme más se acercaba al peluche fantasma—. Por favor, déjame pasar. Por favor, por favor... Un gruñido fue lo único que obtuvo por respuesta, pero nada más. Ni un toque. ni un aliento pestilente cerca, ni un grito repentino. Cuando abrió los ojos ya había pasado la zona en la que se encontraba el peluche, pero su error fue mirar atrás. Como si hubiera despertado de un trance, el fantasma  empezó a correr en su dirección y Misha tan sólo pudo correr, correr y correr hacia delante. Sin mirar si había alguna bifurcación, alguna otra opción, ni tan siquiera dónde pisaba. Todo lo que escuchaba era aquel gruñido y la grava crujiendo bajo sus pies hasta que tocó hierba con los dedos. ¿En qué momento había pasado a estar descalzo? Miró hacia atrás, buscando el monstruo que lo había perseguido sin encontrarlo. El pedregoso camino rodeado de árboles secos tampoco estaba. Ante él, detrás, y a todo su alrededor se extendía una planicie de hierba que olía a recién cortada y rocío matutino. Aún sin haber dónde esconderse en aquella inmensidad verde, Misha sintió que lo observaban. Y en medio de la hierba, solitaria, había una puerta que daba a ningún sitio. De color azul celeste y marco blanco como la nieve, el pomo plateado parecía invitar a Misha a abrirla. Avanzó unos escasos cinco pasos hasta tenerla delante y giró el picaporte. Al principio, al otro lado no vio nada más que la misma agua oscura en la que había flotado al principio, hasta que una figura empezó a emerger de ella, despacio. Misha no tardó en reconocer a Drew, y la visión de su mejor amigo (lo primero amable que veía desde que había comenzado aquella pesadilla) lo hizo dar otro paso. —¿Drewie? ¿Me oyes? Drew mantenía los ojos cerrados y los brazos a ambos lados del cuerpo, inertes. Misha lo sacudió ligeramente por los hombros, sin respuesta, y entonces de repente Drew lo tomó del rostro y tiró de él, llevándoselo al otro lado de la puerta, al agua. Sentía que le faltaba el aire pero nada tenía que ver con estar hundido, sino con Drew poniendo su mano sobre su boca y su nariz, impidiendo que respirase. Quiso gritar pero no podía. El agua se le metía en la garganta y le daba ganas de vomitar. Podía ver el rostro pálido y las cuencas hundidas de Drew a través del agua oscura, sin expresión ninguna mientras apretaba las manos sobre su rostro. Agitó los brazos en el agua, pero la sensación de estar atrapado en una tela era mayor que nunca, y por mucho que los movía, no conseguía alcanzar a su amigo. Una voz grave, desgarrada, apenas comprensible pareció salir de la boca de Drew únicamente porque Misha, con dificultad, lo vio moverla. A̶̡̛͔̹̥̘̻̭͖̲̒͂̆̍͊̆̏͛̕͝ş̶̛̼̙̟̮̮̥͎͔͙̦̞͔̥͖̅̓͐̓̔̑̀͆͐̿̈́̆͝͝į̶͈̪͙̝̯̪́̈́̋̏̈̔̓͑̾̓̐̇͝͝͝ ̵̢͓͎͇̫͉͍̹̓͗̉͂͘͝ͅş̸̡̥̬̼͍̭̯̟͎̥̗̀̑̈́͂̑e̵̢̼̭̙̩͖̻̘͔̲͌̈̎͋͛̽̈́̄̓̆̅̕̕ ̵̖̰͌͛̽̆͑̄̒̾̿͂̽͋͘͠͝s̵͎̩̪͖̻̘͙̻̬͌̌̉͛̈̀̎̔̎̈͐͂͘í̷̧̗̠̤͔͙̱̹̲͕̀͊͐͒̋̓̀͘̚e̷̻̤͓̅̾̽̇̉͑́̇̑͘n̸̛̰̼͆̇̑̐̇̓̐͗̾̚͠ṯ̷̡̡̛̭̱̬̝̠̱̯̯̠͚̠̒̓̏̈́̓̄́̑̎̅̐̕͠e̵̛̟̰̳̤͈̲̼̼̠͇̘͙̦̖̒̓̃̍̽̃͒͛̀̔̎̀
Misha sintió como poco a poco perdía las fuerzas, incapaz de respirar. Los ojos se le pusieron en blanco y lo poco que veía se emborronó por completo, hasta que la oscuridad lo engulló. Despertó sobresaltado, aspirando aire como si se lo fuesen a quitar. El corazón le latía a mil por hora y sentía que su alma acababa de regresar a su cuerpo, que era justo lo que había pasado aunque no lo supiese. La habitación estaba a oscuras y el sol ni siquiera amenazaba con salir todavía. Flotando a su lado, Blejan dormitaba intentando esconderse en la pared sin conseguirlo del todo. Cuando recuperó el aire y la visión de Drew intentando matarlo se fue un poco de su mente, chasqueó la lengua hacia el gastly. —¿Has sido tú? —Blejan miró a su alrededor y luego se intentó mirar a sí mismo. Negó con la cabeza, pero Misha puso los ojos en blanco, no creyéndoselo—. De acuerdo. Por favor, déjame dormir un poco más, ¿vale? Volvió a tumbarse, de espaldas al gastly, pero en cuando lo hizo el estómago le dio un vuelco y sintió líquido subirle por la garganta. Se levantó a toda prisa y corrió hasta el baño, llegando justo a tiempo para no vomitar un cantidad ingente de agua negra por todo el suelo. El baño se cubrió del tinte oscuro y salado, muy parecido a lo que había sentido en su sueño. Cerró los ojos con fuerza, convencido de que estaba viendo mal, pero al abrirlos el líquido de una consistencia similar a la brea seguía allí, escurriendo poco a poco por el váter. La boca le sabía amarga y, tratando de no pensar más, tiró de la cisterna y se lavó la boca durante más de diez minutos hasta quitar todo rastro de lo que acababa de pasar. Al volver a su habitación miró la pokédex encima de la mesita de noche. Algo le decía que Drew estaba despierto también. Sabía su número de memoria, podría escribirle. Tuvo la pokédex en la mano. No llegó a escribir nada.
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