Text
Silence - Capítulo 8
Mi cuerpo se recuperaba con bastante rapidez del ataque de Dabria, pero aún no me permitía conducir. Me senté en la acera junto al auto, esperando volver a la normalidad.
En mi cerebro aún se reproducía la imagen de Dabria quemándose, y algo en mi interior me decía que se me estaba escapando alguna cosa, como si todo en esa escena estuviese mal.
Cerré mis ojos por un momento, tratando de descifrar lo que quería decirme la intuición.
—Vaya, vaya… Nos encontramos de nuevo, amigo.
Su voz. Oh, dios, su maldita voz. Ni siquiera me molesté en abrir mis ojos.
— ¿Qué demonios quieres, Gabe? ¿Quieres que destroce tu cuerpo nuevamente?
Soltó una risotada.
—No creo que puedas hacer eso nunca más. Tengo refuerzos Jev, y tu reputación se ha ido al caño. —se sentó a mi lado y pasó su brazo sobre mis hombros. Sus “refuerzos” nos dejaron a solas y fueron a parar al otro lado de la calle—Hoy es tu día de suerte. Falta poco para el Jeshvan, y adivina qué, estoy dispuesto a cederte a un chiquillo al que buscaré hoy si me respondes unas cuantas preguntas.
—No soy el maldito Google—le espeté, tirando su brazo lejos y levantándome.
Abrí la puerta de la Tahoe.
—Entonces… ¿No te interesa juramentar a un Nephil de la Mano Negra?
Mis manos se quedaron petrificadas, al igual que mi cuerpo. Me giré muy lentamente hacia él, con las palabras de Rafael retumbando en mi cerebro.
— ¿Qué nephil? —inquirí, sin ocultar mi interés. Por su puesto, él lo interpretó de otra manera. Su sonrisa se hizo verdaderamente enorme.
—Bah. Eso no tiene importancia, lo que importa es que pertenece a ese endemoniado clan. ¿Supiste lo de Flash? Lo acabaron, esos desgraciados.
Flash era un caído que te conseguía lo que le pidieras en cuestión de unas pocas horas. Tenía demasiados contactos.
—No. —me limité a responder.
Su mirada pareció perderse en un amargo recuerdo.
—El muy maldito le arrancó las piernas. Lo ha dejado inválido.
Parpadeé extrañado.
—¿No intentaron regenerarlo?
Él me miró, lleno de ira, pero no hacia mí.
—Fue a cuchillazos, empapado en Devilcraft.
Devilcraft. Lo registré en mi mente.
—No lo sabía.
Él asintió, lleno de tristeza. Supuse que aún no lo superaba, aún menos porque Flash era su hermano. Suspiré y regresé a sentarme a su lado.
— ¿Qué querías preguntarme?
Él se mantuvo en silencio varios segundos, y luego dijo:
—Estoy buscando a Rixon. Hace bastante tiempo que no lo veo, ¿Puedes decirme dónde encontrarlo?
Parpadeé sin entender.
— ¿Rixon? ¿Para qué lo buscas?
—Un viejo amigo me contó que la Mano Negra fue el vasallo que le juramentó. Necesito que me diga dónde puedo encontrarlo.
—La única manera que tienes de preguntarle eso a Rixon es que allá arriba quemen tu pluma.
Me miró sorprendido, con los ojos abiertos de par en par.
—No me digas qué…
—Está en el infierno, Gabe. Me traicionó.
Soltó una risotada.
—Es importante saber que las leyendas se mantienen intactas. —Murmuró, y se puso de pié rápidamente—Ésta noche estaré rondando el 7-Eleven cerca de Coopersmith’s. Tengo el ojo sobre un chico que recién cumple 16 años, ¿te apuntas?
Me levanté rápidamente y me sacudí el pantalón.
—Tengo otros planes, Gabe.
— ¿Estás seguro?
—Que sí, maldita sea, lárgate.
Refunfuño. Me subí al coche rápidamente porque ya estaba despertando su carácter. No tenía ganas de perder el tiempo con sus niñerías. Necesitaba encontrar toda la información posible acerca del Devilcraft; mi instinto me decía que era la misma sustancia que empapaba la cuerda con la que me ató Dabria.
Necesitaba averiguar eso ahora.
20 notes
·
View notes
Text
Silence - Capítulo 6
Dabria reposaba tranquilamente sobre la puerta de la tahoe. Yo mantenía mis manos dentro de mis bolsillos. Sentía que en cualquier momento podría arrancarle la cabeza.
—Sabes que pueden enviarte al infierno si te descubren, ¿no?
Se encogió de hombros.
—Lo tengo bastante presente. Pero no es eso lo que me preocupa ahora. —Dio un paso en mi dirección y retrocedí. Me preocupaba lo que pudiera estar tramando—Hank está recolectando nefilims. Muchos de ellos. Trama algo bastante gordo, y divertido, a algunos ojos. Ahora bien, para cerrar el maravilloso plan, necesito que me des tu cadena de arcángel.
Casi se me escapa una carcajada.
—¿Mi cadena? —Dije entre risas— ¿Quieres robarte mi cadena de arcángel? ¿Estás demente?
Sus ojos brillaron con desprecio.
—No he venido a ser amable, Jev. Los tiempos en los que era condescendiente contigo se han acabado.
—No me digas—murmuré.
Se llevó las manos a la parte baja de su espalda, y sacó una delgada cuerda azul de ella.
—Voy a arrastrarte hasta el mismísimo infierno y de vuelta para conseguirla.
Las luces de la calle se apagaron, y de inmediato me puse alerta. ¿Era una trampa y había caído? No podía creerlo.
Dabria agitó la cuerda antes de que pudiera reaccionar y se enrolló a mí alrededor. De haber sido una cuerda normal, la había destruido en cuestión de segundos. Pero no lo era.
Estaba untada con alguna sustancia que a la larga se veía pegajosa. No podía sentir plenamente sus efectos, pero mi cuerpo se estaba quemando. Mientras más presión hacía Dabria en la cuerda, más rápido comenzaban a profundizarse las quemadas.
—Dime donde está la maldita cadena, Jev. ¡No me hagas matarte!
Sonreí con ironía, observando cómo, por primera vez, alguien tenía el verdadero ingenio para matarme.
— ¿Quién te ha dado esta idea? —pregunté, verdaderamente curioso. Era cuestión de tiempo que me destrozara por completo.
—Se me ha ocurrido mientras venía hacia acá.
— ¿Has venido sola?
—Sí. Quería sorprender a Hank llevándole la cadena con una sonrisa en el rostro y mirando con decepción a todos sus trabajadores inútiles.
—Parece que tienes todo muy bien planeado—dije.
Se encogió de hombros.
—Las mujeres solemos ser muy inteligentes. Ahora bien, ¿tus últimas palabras? ¿”La cadena está en…”?
Sonreí. Verdaderamente sonreí.
—Detrás de ti.
Dabria volteó rápidamente y al percatarse de la situación, aflojó la cuerda que me envolvía. Caí al suelo de rodillas, sin poder moverme para levantarme. Odiaba este cuerpo a sobremanera.
Detrás de ella se encontraba Rafael, sosteniendo una pluma en su mano izquierda y un encendedor con una flamante llama encendida en su mano derecha.
—Estuve esperando pacientemente para hacer esto—dijo él, con su voz áspera y ruda.
—Señor…—no dijo nada más. Soltó la cuerda por completo y comenzó a correr. Pero Rafael estaba decidido, así que encendió la pluma. Él la miraba ardiendo en su mano; yo, por el contrario, miraba a Dabria, quemarse hasta los cimientos hasta que desapareció.
Las personas del Salón de Bo comenzaban a salir y a preguntarse por qué demonios no había luz. Rafael me habló sin siquiera mirarme.
—Sígueme.
Carraspeé.
—No puedo. Tengo un pequeño problemita acá.
Él se volteó exasperado y se percató del estado serio de mi piel. Se acercó a mí, sacando una pequeña botella de sus alas. La acercó a mi boca y me hizo beberla. Luego de unos eternos segundos, las heridas comenzaron a sanar. No muy rápidamente, pero podía levantarme.
—Debo admitir que me resulta bastante placentero verte de rodillas. Hoy, finalmente, se ha cumplido uno de mis grandes deseos.
—Si eso fue un chiste, déjame decirte que falta bastante más humor.
—Bien sabes que nunca he sido gracioso.
Suspiré. Sí, bien que lo sabía.
—Nazarach me contó que te habías dejado arrancar las alas. Me parece que esa decisión, más que ninguna otra, demuestra que estás completamente loco. Siempre he sabido que te faltaba una tuerca en el cerebro, pero eso sobrepasó los límites de mis ideales.
— ¿Has venido a burlarte de mí? ¿O a decirme algo importante?
—En realidad, ninguna de las dos. Estaba persiguiendo a Dabria. Desde hace tiempo que allá arriba sospechamos del uso de la magia negra para fines despreciables. Así que la he perseguido desde entonces, especialmente luego de saber que se formaba parte del grupo de Barnabas.
— ¿Por qué nadie me había informado de nada?
—No confío en ti.
—Qué novedad.
—Ni que lo menciones. Regresa a tu casa, y reúne más información importante. Si nos ayudas a solucionar toda la guerra que se avecina antes de que comience, entonces será la primera vez que confíe en un traidor.
6 notes
·
View notes
Text
Silence - Capítulo 5
Era un poco desesperante esta situación; todavía tenía el olor de Nora aferrado en mi olfato. No entendía cómo demonios había logrado comunicarse conmigo, pero no podía pensar en eso ahora mismo. Lo único que me preocupaba era que la había visto. La había visto y se habían desatado mis malditas ganas de besarla, de abrazarla, de protegerla, de estar con ella en todo momento.
Ahora si estaba seguro que iba a volverme loco.
Y lo que era peor aún, por alguna estúpida razón sentía la necesidad de ayudar a Nanaka, la arcángel que Hank mantenía prisionera.
Necesitaba liberar un poco de tensión, así que tomé las llaves del Jeep y conduje hasta el salón de Bo. Mi cordura apenas y se mantenía a flote entre una humarada de pensamientos: “¿Cómo me encontró Nora? ¿Cómo libero a Nanaka?” Pero lo que más se repetía era “Nora, Nora, Nora”…
Cuando me estacioné a un par de metros de la puerta de entrada, visualicé una Tahoe blanca aparcada justo frente a la mía. Me quedé allí sentado, observándola un rato. Las palabras de Nora flotaron en mi cabeza, sobresaliendo de la humarada de pensamientos: <<Te veo en todas partes, tengo recuerdos del color negro: el color de tus ojos, de tu pelo>>.
Me bajé del Jeep casi inmediatamente luego de razonar sobre esa frase. Necesitaba esa Tahoe. Tenía que cambiar mi manera de vestir, y hasta la de transportarme. Tenía que dejar atrás lo que era ahora mismo. Todo para que ella no volviera a recordarme, para que no regresara a mí.
—Necesito saber quién es el dueño de aquella camioneta—Le dije al portero, señalando a la Tahoe. —¿Puedes decirme?
Introduje un billete de cien dólares en el bolsillo de su chaqueta antes de que respondiera. Se quedó observándola por un momento y luego me respondió.
—Rowen Smiths, sótano, el tipo que lleva una gorra de béisbol roja.
— ¿Póker o billar?
—Billar.
Excelente. No dije nada más, me adentré en el lugar y bajé las escaleras. Me quedé de pie en el centro del lugar y comencé a buscar con la mirada una gorra roja que sobresaliera.
Había como diez. ¿Era una especie de moda? Alguien tropezó conmigo. Me giré muy lentamente, sintiendo como una tormenta se abría paso para salir a la superficie de mí, entonces lo vi.
Gorra roja, rostro marcado con una cicatriz que se había llevado su ojo izquierdo y una decepcionante actitud de buscapleitos. Y digo decepcionante porque, perro que ladra no muerde.
— ¿Rowen Smiths?
—Tú debes ser Patshh—Dijo con burla. —Jimmy me ha dicho que me buscabas. ¿Qué quieres?
Me crucé de brazos. Rápido y directo. Me gusta.
—Tahoe.
Enarcó sus cejas poco poblabas.
—¿Y qué me das si yo gano?
—Commander.
—¿Color? ¿Estado? ¿Defectos?
—Negro, nuevo, ninguno.
—Hecho. —Se acomodó su gorra y se llevó la cerveza a la boca— ¡Atención tomo el mundo! —Comenzó a gritar— ¡Sean testigos de cómo este idiota pierde un Commander!
***
— ¡Oye, Bo! —grité sobre la música— ¿Puedo guardar aquí mi Commander por un par de noches? Ahora mismo no tengo chofer para él.
Señalé con mis dedos la Tahoe dando a entender “Tengo un juguete nuevo”. Rowen me miraba con desprecio, con muchísimo desprecio. Sobre todo después de darle un par de golpes cuando intentó escapar con mi coche.
—Cien dólares por noche.
—Hecho.
—Y con adelanto.
Refunfuñé, pero saqué trescientos dólares de mi billetera.
—Aquí tienes las primeras tres noches, no sé dentro de cuánto tiempo vuelva, pero sabes que te pagaré.
Asintió, y me hizo una seña de despedida.
Di media vuelta en dirección a donde estaba aparcado el Jeep y la Tahoe, y me paralicé. Le entregué las llaves del Jeep a un chiquillo que iba a conducirlo hasta el estacionamiento del lugar y me acerqué con paso cauteloso a ella.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—He escuchado que Celiane te anda revoloteando de nuevo.
—Tus informantes están algo desorientados.
Enarcó sus cejas.
— ¿Me dices que mienten?
Suspiré.
—Dime qué estás haciendo aquí, Dabria.
Soltó una risa ligera, demasiado falsa para ser cortés.
—Tienes un humor de maravilla, como siempre—Se puso seria de nuevo—Aunque no lo creas, nos encontramos por pura casualidad. Estoy viniendo aquí muy seguido.
Bufé.
—Sabías desde tiempos inmemorables que suelo venir a este sitio…
—He escuchado que te arrancaron las alas—Dijo de pronto—No podía creerlo cuando lo escuché. Mira todo lo que te ha causado esa chiquilla—sus ojos brillaron llenos de veneno.
—Ella no tiene nada que ver con eso.
Su turno de bufar.
—No me mientas, sé exactamente qué está sucediendo.
Se asomó una sonrisa a mis labios.
— ¿Y qué se supone que está sucediendo, según tú?
Ella también comenzó a reír.
—Sé lo de Nora, sus “Vacaciones”, su falta de memoria. Y sé lo de Nanaka.
Mi sonrisa desapareció.
— ¿Cómo sabes todo eso?
—Mi querido Jev, ¿Quién crees que les dijo cómo podrían atraparla?
5 notes
·
View notes
Note
Mañana♥️♥️
Hay alguien aquí?...🥺🥺
Aquí eeestoooy♥
7 notes
·
View notes
Text
Silence - Capítulo 4
Desde que salí de la cueva en la que se encontraba Hank, sentía una especie de vibración en la cabeza. No podría decir si se trataba de la voz de la arcángel que aún resonaba en mi memoria, o era alguna otra cosa. Lo primero lo dudaba, pero lo segundo me confundía. Las vibraciones sólo se sentían cuando algún ángel quería comunicarse a través del sueño, según lo que sabía. Y no imaginaba a nadie tratando de decirme algo por esa “vía”. Otra alternativa sería tener jaqueca pero, eso sería más improbable aún. De hecho, casi imposible.
Así que al llegar a casa, me desnudé y entré al balo a darme una ducha. Recosté la frente en la fría baldosa de la pared frente a mí, sintiendo el agua caer sobre mi cabeza y descender por mi cuerpo y suspiré, sintiendo cada vez más fuerte la vibración. Puse más presión a la salida del agua y cerré mis ojos, esperando que la maldita vibración pasara, porque era un poco molesto.
Y así, con mis ojos cerrados, me vi sumergido hacia el fondo de un túnel en el que no avistaba salida alguna, hasta que una luz se extendió sobre mi cabeza, dejándome ver una puerta roja y un poco vieja.
Me di cuenta que me había puesto unos tejanos y que la toalla colgaba de mi hombro, iba descalzo y tenía el pecho desnudo. Me di cuenta que era un sueño en el segundo que giré la manija de la puerta para abrirla. Y entonces me quedé congelado.
La miré sorprendido, y ella me devolvió la mirada de la misma manera. En los primeros diez segundos, nadie dijo nada, por lo que me sentí desconfiado. ¿Era realmente ella, o algún nefilim idiota me estaba jugando una mala broma? Si esto era obra de Hank, le arrancaría las piernas en lo que me librara.
—¿Qué estás haciendo aquí? —dije en voz baja.
Parecía nerviosa, desorientada, y un poco asustada. Quería acercarme a ella, maldición quería estrecharla entre mis brazos y no soltarla nunca más…
—Dímelo tú.
¿Estábamos solos? Giré la cabeza y recorrí el túnel con la mirada. Sí, realmente estábamos solos. ¿Cómo había llegado ella hasta aquí?
—Esto es un sueño. Lo comprendes, ¿Verdad?
—En ese caso, ¿Quién temes que me haya seguido?
Bueno, ella tenía un punto.
—No puedes estar aquí.
No cuando tenía tantas ganas de estar con ella.
—Al parecer, he descubierto un modo de comunicarme contigo—dijo en tono tenso y glacial—Supongo que lo único que puedo decir es que esperé un recibimiento más alegre. Tú tienes todas las respuestas, ¿Verdad?
Maldita sea, quería gritarle tantas cosas. Me cubrí loa boca con mis dedos y me limité a observarla fijamente.
—Tengo la esperanza de mantenerte con vida.
Estaba confundida, podía verlo en su rostro, se reflejaba en ella; así como las miles de emociones que la embargaban en este momento.
—¿Por qué no logro recordar nada? —Pude escuchar su nudo en la garganta aún cuando ella tragaba para disolverlo—¿Por qué no recuerdo cómo o cuándo… o por qué te fuiste? ¿Por qué no trataste de encontrarme? ¿Qué me ocurrió? ¿Qué nos pasó a nosotros dos?
Cerré mis ojos, llenándome de frustración y me llevé las manos a la nuca. Suspiré, conteniendo las ganas de gritar. No podía estar frente a ella de esta manera… Ponía en peligro mi autocontrol.
—¿Por qué me abandonaste?
Abrí los ojos a causa de la sorpresa y instintivamente me enderecé.
— ¿De verdad crees que te abandoné?
—¿Qué se supone que deba creer? Desapareciste durante meses y ahora, que finalmente te encuentro, casi no puedes ni siquiera verme a los ojos.
—Hice lo único que podía hacer. Renuncié a ti para salvarte la vida—Apretaba y aflojaba la mandíbula. Creo que iba a explotar—No fue una decisión fácil pero fue la correcta.
—¿Renunciaste a mí, así, sin más? ¿Cuánto te tardó tomar la decisión? ¿Tres segundos?
Me contuve de bufar. Recordar aquel momento me congelaba la sangre.
—Sí, ese era el tiempo del que disponía, más o menos.
Su rostro se iluminó como si hubiese obtenido una respuesta.
—¿Alguien te obligó a abandonarme? ¿Eso es lo que me estás diciendo?
Mierda.
—¿Quién te obligó a marcharte? ¿Quién te daba tanto miedo? El Patch que yo conocía no huía de nadie—Comenzó a alzar la voz—Hubiera luchado por ti, Patch. ¡Yo hubiera luchado!
—Y hubieses perdido—dije, cansado—Estábamos rodeados. Él amenazó con matarte y hubiera cumplido su esa amenaza. Te había atrapado, y eso significa que también me había atrapado a mí.
—¿Él? ¿Quién es él?
No podía contestarle eso.
—¿Acaso intentaste encontrarme? ¿O te resultó fácil renunciar a mí? —Su voz era entrecortada.
Me quité la toalla del hombro y la arrojé con fuerza. Maldita sea, maldito sea Hank, malditos sean todos. Maldito el momento en que me hizo renunciar a ella.
—No debes permanecer aquí—dije en tono brusco—Debes dejar de buscarme. Has de centrarte en tu propia vida y hacerte a la idea tanto como puedas. No por mí—añadí, porque sabía cuáles serían sus palabras—sino por ti. He hecho todo lo posible por mantenerlo alejado de ti, y seguiré haciéndolo… pero necesito tu ayuda.
—¿Así como yo necesito la tuya? —replicó—Te necesito ahora, Patch. Necesito que vuelvas. Estoy perdida y asustada. ¿Sabes que no logro recordar nada? —Y entonces fue como si un bombillo iluminara su cabeza—Claro que lo sabes. —dijo en tono amargo—Por eso no has ido en mi búsqueda. Sabes que no puedo recordarte y eso te saca de un problema. Nunca creí que elegirías lo más fácil. —¿Lo más fácil? Eso desearía—Bueno, yo no te he olvidado, Patch. Te veo en todas partes, tengo recuerdos del color negro: el color de tus ojos, de tu pelo. Siento tu roce, recuerdo como me abrazabas…—se detuvo. Supuse que la embargaba la misma emoción que me embargaba a mí.
—Es mejor que permanezcas en la ignorancia—dije, en tono rotundo—Es la peor explicación que te he dado, pero por tu propia seguridad, hay cosas que no debes saber.
Soltó una carcajada angustiada.
—¿Así que se acabó?
Esa pregunta tenía más efecto en mí que toda esta situación. Quería decirle que no, que eso nunca, que ya encontraría una manera de librarme de Hank y entonces, finalmente, podríamos estar juntos. Cerré la distancia entre nosotros guiándome por un impulso. Quería atraerla a mis brazos y acariciarle, pero me detuve, manteniéndome bajo control.
Apoyé el codo en la viga de la puerta, justo por encima de su oreja. Ella olía tan devastadoramente familiar, el perfume embriagador trayendo de vuelta una avalancha de recuerdos tan agradables, que sólo hicieron que el momento actual fuera mucho más difícil de soportar. Se apoderó de mí el deseo de tocarla, más fuerte que nunca. Trazar mis manos sobre su piel, acariciar con mi boca su cuello, decirle al oído palabras íntimas que pertenecían sólo a ella. La quería cerca, tan cerca, sin pensar en dejarla ir.
—Esto no ha acabado—dijo ella—Después de todo lo que hemos vivido juntos, no tienes derecho de pasar de mí. No te perdonaré tan fácilmente.
—Quiero protegerte—dije en voz baja, ¿No podía entender eso?
Estaba tan cerca de ella… No podía escapar, ni apartarme nunca. Nos unía algo más poderoso que todo el miedo, la ira y el odio que nos mantenía ahora alejados. Pero encontraría la manera… Siempre encuentro una forma.
—Pero no lo hiciste.
LA sujeté de la barbilla con gran ternura, como si se tratara de una muñequita de porcelana que con cualquier roce pudiera romperse.
—¿De verdad crees eso?
Trató de zafarse, pero no con la suficiente insistencia.
—No sé qué pensar. Lo comprendes, ¿Verdad?
—Mi historia es larga, y en gran parte no es buena. No puedo borrarla, pero estoy decidido a no cometer otro error. No, dado lo que está en juego, dado que se trata de ti. Todo esto responde a un plan, pero llevará tiempo.
Esta vez si la estreché entre mis brazos, sin cavilaciones, sin espacio para réplicas o para seguridades. Le quité el cabello de la frente y entonces ella comenzó a sollozar, sus lágrimas calientes mojando mi pecho.
—Si te pierdo a ti, lo pierdo todo. —Y no había certeza más cierta que esa.
—¿De quién tienes tanto miedo?
Yo apoyé mis manos en sus hombros y me incliné, colocando mi frente contra la de ella. No podía responder a eso. Y ella no podía volver, ni recordarme, mientras buscaba una solución. Conteniendo las ganas de besarla, suspiré, sabiendo qué era lo que tenía que hacer ahora.
—Eres mía, Ángel. Y no dejaré que nada cambie eso. Tienes razón: esto no ha acabado. Sólo es el principio y nada de lo que nos espera será fácil.
Entonces hablé en su mente, ordenándole: >>No recordarás este sueño, y no regresarás aquí. No sé cómo me encontraste, pero he de asegurarme de que no vuelvas a hacerlo. Borraré tu recuerdo de este sueño. Por tu propia seguridad, es la última vez que me verás.<<
Ella se alejó asustada, pero para el momento en que abrió su boca para protestar, ya se había desvanecido.
6 notes
·
View notes
Text
Silence - Capítulo 3
A la mañana siguiente, seguía sin respuesta. Ambas líneas tenían excelentes vigilantes. Cualquier movimiento en falso y seguro me descubrirían. Por supuesto, debía ser mucho más inteligente que ellos.
Mi teléfono sonó mientras estaba en la ducha, así que al momento de cogerlo llené el suelo de agua, que resbalaba por mi cuerpo desnudo. Imaginé quien era antes de ver el número en la pantalla.
— ¿Qué quieres?
—Buenos días, colega. —Dijo con voz burlona— ¿Cómo has pasado la noche?
Traté de no ponerme de mal humor, aunque era bastante difícil dado los tiempos.
—Escucha, el sólo escucharte me dan ganas de acelerar la fecha de tu muerte, así que no me vengas con ironías, ¿De acuerdo? Dime la razón por la que llamas, y dilo rápido.
Suspiró.
—Siempre de malas, ¿No es así? —Entonces su voz se tornó seria—Necesito que vengas a los edificios comerciales al sur de coldwater, en la zona industrial.
Le iba a decir que en estos momentos podría ir a joder a su madre, pero seguramente ella ya estaba muerta. Lástima.
—No tienes opción.
Y colgó.
Me quedé observándome en el espejo fijo a los ojos, para no perder la cordura y lanzar el teléfono contra la pared. Aun chorreando agua, salí del baño con pasos lentos hasta la habitación para ponerme algo de ropa. Un jean negro y una camiseta del mismo color, mi chaqueta de cuero también negra y, debido al sol que de seguro estaba haciendo fuera, mis lentes oscuros.
Mientras tomaba las llaves del Jeep que reposaban en el mesón de la cocina, me quedé observando los gabinetes, la nevera y los cajones de frutas. Me había dado el placer de llenar todo de comida el verano pasado, cuando me decidí en traer a Nora a casa. Sabría que ella nunca iba a salir de aquí.
Con el inquietante nudo en el estómago y con mis puños apretados salí al Delphic, subí al Jeep y aceleré a la dirección que me habían indicado.
***
Estacioné el Jeep detrás de uno de los edificios y me encaminé al lugar. Dos nephil me esperaban en la puerta principal. Supuse que me iban a dar el privilegio de la escolta. Que considerados de su parte.
Uno de ellos me quiso poner el brazo en el hombro, en plan “Obedece”, el otro tenía una sonrisa de insuficiencia en su rostro. Antes de que su mano me tocara, tomé su muñeca y la retorcí, escuchando con gran satisfacción el crujido de sus huesos al romperse.
—Nunca, jamás, intentes ponerme una mano encima de nuevo—Le dije con tono bajo y amenazador. Miré al otro tipo—Lo mismo va para ti.
Nos adentramos en el lugar. Me llevaron por un pasillo oscuro en cuyo final se encontraban unas escaleras. Los tipos me dieron la señal de que bajara, pero ninguno me tocó. Sonreí con suficiencia. Bajé las escaleras con paso firme pero cauteloso, no sabía lo que me esperaba.
Lo primero que supe fue que se trataba de una especie de sótano, en el almacén. Contaba con muy poca luz, pero podía ver algunos detalles: Paredes llenas de grafitis, olor a moho y a humedad, y calor, mucho calor.
Hank me esperaba sentado sobre lo que parecía una caja en medio del lugar, que estaba cubierta con una lona negra. Podía escuchar los crujidos de ésta cuando algo, sea lo que fuese que estuviese en su interior, se movía.
Sólo esperaba que no fuera lo que estaba imaginando.
—Has llegado pronto—dijo él.
—Las ventajas de tener un Commander.
No sonrió.
— ¿Qué tal tu noche?
Sabía a qué se refería. Podía imaginármelo, maldita sea.
— ¿Por qué no me preguntas directamente, y sin rodeos, qué fue lo que me dijo el arcángel?
La lona debajo de él volvió a estremecerse. Algo susurraba.
Hank le dio una patada a la caja.
—Está bien, olvidé lo directo que eres. Habla.
Me crucé de brazos.
— ¿Qué te hace pensar que te lo diría?
—Tenemos un trato.
Bufé.
—En nuestro “trato” no caben esos detalles. Yo en ningún momento te dije que te daría información de los arcángeles.
Comenzó a frustrarse.
—Mira, como no me digas de qué estuvieron hablando anoche…
—Ni siquiera intentes amenazarme. No servirá, ni aunque involucres a Nora. —Mi turno de ponerme amenazador—Como me entere de que le has puesto de nuevo la mano encima, ya sea con uno de esos secuestros tuyos, llamaré a la legión de arcángeles para que vengan y te incendien el culo, ¿Me entiendes? Hicimos un negocio: Te doy la información pertinente de los ángeles caídos y tú dejas en paz a Nora. Por supuesto, yo no vuelvo a aparecer en su vida, pero eso no quiere decir que la dejaré sola. No malinterpretes mis palabras, Hank, y no me tomes por idiota.
Por supuesto, sabía que dada mi amenaza él pensaría en un escondite dónde los arcángeles no pudieran encontrarlo, así como una nueva forma de mantenerme atado. Pero no se lo iba a permitir. Ya Nora estaba en libertad, por lo que tenía uno o dos días para buscarle un custodio poderoso mientras solucionaba este lío. No iba a dejarla sola nunca, conociendo sus niveles de atracción del peligro.
—Hacer eso implica que te envíen al infierno, lo sabes ¿Verdad?
Me encogí de hombros.
—Estoy al tanto de ello. Pero no me importaría quemarme en el infierno si estás ahí haciéndome compañía.
Sus puños se apretaron.
—Tengo a Nora en constante vigilancia, una llamada ahora mismo y la sacarían de su habitación sin dejar rastros.
Maldita sea, y yo que me había dado dos días de plazo.
—Un movimiento por tu parte ahora mismo, y te dejaría con el cuerpo destrozado. —Siseé. Una luz brilló en mi cabeza al volver a ver la lona temblar, así que vi mi oportunidad. — ¿Desde cuándo tienes a esta arcángel?
Su rostro apenas y mostró un poco de sorpresa.
—Vaya, vaya… Así que eso te ha dicho el ángel. ¿Le has dicho que la tengo yo?
—No.
La lona se estremeció de nuevo, y más susurros salieron de ella. Sólo que ésta vez sonaban un poco más fuerte.
—El poderoso y avaricioso siempre traicionará su sangre, poniendo en riesgo el equilibrio del planeta sólo para mantener el equilibrio de sí mismo.
Hank volvió a patear la caja, luego se bajó de ella y se agachó un poco para sujetar la lona con sus dedos.
—Apuesto a que no lo tenías muy claro. “¿Cómo pude secuestrar a un arcángel tan poderoso?”
—Usaste mis alas, ¿No es así?
Usar las alas de un caído que antes fue poderoso contra un ángel era algo que no se veía siempre, ya que al caer, tus alas quedan en el cielo. El efecto es como un sedante, al usarlas como estacas en tus cicatrices o entre tus alas, te ponen somnoliento. Pierdes fuerzas, tu cuerpo no reacciona.
Sonrió.
—Muy bien, que listo. —Dijo, y levantó la lona.
La arcángel estaba encorvada sobre sus rodillas, completamente desnuda, con una pluma negra incrustada entre sus alas doradas. Su cabello estaba humedecido con una sustancia pegajosa que parecía ser sangre, sus manos se mantenían aferradas a los barrotes y sus pies, llenos de heridas por el maltrato del suelo, estaban descalzos.
— ¿Por qué la mantienes así? —Pregunté.
Se encogió de hombros.
—Es una manera de torturarla. No quiere contarme nada. Además, sus heridas sanan demasiado rápido. Lo cual es otro motivo por el que te llamé. Necesito tu cadena de arcángel.
— ¿Qué te hace pensar que la tengo?
— ¿Vas a negármelo?
Me encogí de hombros.
—Los arcángeles me la quitaron al caer.
—Mis fuentes me dijeron que te vieron con ella el verano pasado.
—Mienten.
—También se la vieron a Nora.
—Ella no la tiene.
Sus ojos brillaron.
— ¡Ajá! Es decir, que la tienes tú. Necesito que la traigas cuanto antes.
—La perdí.
Suspiró, frustrado.
— ¡Pues encuéntrala!
Sonreí.
—Si te la doy, no te daré la información de los ángeles caídos.
Frunció el ceño y se cruzó de brazo.
— ¿Es una amenaza?
—Es un trueque. Es una cosa, o es otra.
—Necesito las dos.
—Pues buena suerte al encontrar la cadena. Yo no la tengo.
—No me hagas mandar a revisar tu casa, Patch.
Ahora sí sonreí verdaderamente.
—Pues buena suerte con eso, de verdad. —Miré al arcángel. Para mi sorpresa, ella me devolvía la mirada desde abajo. Sus ojos grises, fríos como el hielo, me pedían a gritos que la ayudara.
>>No se la entregues. No pongas más en peligro este equilibrio. No traiciones más de lo que ya has traicionado<<Susurró en mi cabeza. Aunque me sorprendí, no me inmuté.
—Me marcho—anuncié, caminando hacia las escaleras de nuevo.
—Te daré tiempo para pensarlo—dijo Hank detrás de mí.
—No esperes demasiado, la respuesta será la misma.
Y antes de salir de ese sótano, ella volvió a susurrar en mi mente:
>>Por favor, no se la entregues<<
4 notes
·
View notes
Note
Gracias por actualizar, mañana podrás publicar el resto por fa ?!... gracias 🥺🤍
Hoy subiré 1 cap más :3
1 note
·
View note
Text
Les confieso, ayer no subí capítulo como dije porque llegó mi cuñada a visitarme.
Trajo un par de botellas de vino y nos pusimos a tomar. Quedé fuera de servicio toda la tarde, y ya en la noche lo que hice fue dormirme:c Loshiento:C Ya las recompensé subiendo 3 caps jiji
1 note
·
View note
Text
Silence - Capítulo 2
Estacioné el Jeep unos metros más debajo de la casa de Nora, y decidí hacer el resto del recorrido a pie. La noche ya había caído, así que para mí sería fácil esconderme. La noche era silenciosa, así que escalé el árbol que estaba frente a su ventana y me mantuve allí un buen rato, hasta que la vi entrar.
Se lanzó sobre su cama y abrazó su almohada, clavando la vista en un collage de imágenes clavadas con chinchetas en un trozo de corcho que se sujetaba a la pared. Su rostro parecía confundido, también un poco asustado, como si pensara que no estaba a salvo.
Conociéndola, tal vez estaba en lo cierto.
En el momento en que se levantó de la cama para bajar, un ángel aterrizó en su tejado con los brazos cruzados. Esto sería interesante.
—Hola, Nathanael.
Nathanael era el arcángel que encabezaba al grupo de los siete en estos momentos. Se podría decir que era la máxima autoridad.
— ¿Qué has hecho esta vez, Jev? —Exigió saber. Su rostro frío me dejaba saber que no estaba dispuesto a escuchar bromas de mal gusto de mi parte.
— ¿Por qué siempre soy yo el que tiene que hacer algo?
Lo miré con hielo en mis ojos. Su mirada no se movió en ningún instante.
—Dada tu reputación, lo he supuesto. ¿Dónde están tus alas?
Me encogí de hombros.
—En algún lugar lejos de aquí, como trofeo, lo más seguro.
Frunció el ceño.
—No estoy para bromas, Jev.
Como lo supuse. Suspiré.
—Me las han arrancado, ¿No es obvio?
Frunció los labios, desplegó las alas y se abalanzó sobre mí; me sujetó de un brazo y nos elevamos un poco. Me dejó caer sobre el Jeep, lejos de la casa de Nora. Maldición.
— ¿Por qué dejaste que lo hicieran?
— ¿Qué te hace pensar que me “dejé”?
—Porque nadie tendría la fuerza para quitarte las alas si te opones así sea una milésima, ni siquiera yo.
Lo miré fijo sin apartar la mirada.
—Tú sabes por qué lo hice.
Creo que prefirió ignorar mi respuesta.
—Iremos al cielo, debes poner la denuncia. Los ángeles de la muerte se encargaran de buscar al culpable, te volverán a crecer en un par de años, si entrenas con nosotros de nuevo. Recuperarás tu cargo y…
—No quiero volver al cielo, Nathan.
Mi rápida interrupción lo dejó en silencio unos segundos. Pero no se veía reflejada la sorpresa en su rostro.
—No preguntaré el por qué.
—Sólo porque ya lo sabes.
Comenzó a caminar de un lado para otro.
—No puedo permitir que te saltes tu castigo, aprovechándote de las ganas de alguien más para humillarte. No es propio de ti, Jev.
—Sabes por qué lo hice. Lo sabes todo desde la última vez que nos vimos, en el gimnasio.
—Bueno, debo admitir que estoy sorprendido. Lo que nunca se me hubiese podido ocurrir en esta tierra es que te enamoraras de alguien.
— ¿De una humana?
—No, no sólo de alguien humano. Sino, simplemente de alguien. Te conozco de hace siglos, Jev. Desde que estabas gobernando. Tu actitud con las mujeres era fría e indiferente. Nadie parecía calentar tu alma.
—Ella no sólo la calentó, la ha llevado al infierno.
Miró hacia las nubes en una fracción de segundo y luego me dio la espalda, desplegando sus alas nuevamente. Sentí su desesperación incluso aunque intentó ocultarla.
—La verdad es, que no he venido aquí sólo por el tema de tus alas. Necesito tu ayuda.
— ¿Qué ha pasado?
—Nanaka ha desaparecido. Un ángel custodio le llevó un informe hace unos días, al parecer existe un grupo de ángeles caídos que molestan y abusan de algunos humanos. Ella descendió para poner orden, y no ha regresado. El ángel custodio responsable del informe, fue encontrado sin alas y decapitado en el fondo de una laguna en las afueras. —Suspiró, casi sin inmutarse, pero podía sentir su enojo a flor de piel— No entiendo que está sucediendo. Nanaka es poderosa, podría haber derrotado a esos caídos en un santiamén. A menos que…
Toda esta historia me daba mala espina, maldita sea. Sólo esperaba que Hank no esté abusando de nuestro trato, porque encontraría la manera de matarlo antes del plazo que tenía estimado.
—A menos que, no sean caídos—murmuré, terminando la frase por él.
Asintió.
—Ésta organización no se mueve como normalmente lo haría un caído. Tú sabes que hemos llevado el registro de sus ataques desde tiempos inmemoriales, tú mismo realizaste algunos castigos y dictaste un par de sentencias. Deberías entender de lo que hablo.
—Lo entiendo, tampoco creo que sean caídos. De ser así, ya te habrían mandado alguna parte de su cuerpo, un mensaje.
—Exactamente.
— ¿Qué necesitas de mí?
—He ordenado la constante supervisión de los nephilims de la ciudad. Todos ellos. Incluso cada integrante del grupo de los siete bajan de vez en cuando a hacer algunas rondas. Necesito que hagas lo mismo por mí. Serás recompensado.
Mierda. Hank podría ser descubierto en cualquier momento, y eso destruiría muchas cosas. Pondrían a Nora en peligro nuevamente.
—Supongo que no debería sorprenderme si me encuentro con Rafael o Uriel cruzando las calles. ¿Qué tipo de recompensa?
—No lo creo probable, pero no digo que sea imposible. —Se cruzó de brazos, y se giró para verme—Puedes decidirlo, estoy seguro que me sorprenderás con tu petición. Sin embargo, piénsatelo bien. Envía un custodio a mi departamento cuando lo hayas decidido.
Asentí, recostándome en el capó del Jeep.
— ¿Qué pasa si necesito más de un favor? En mi trabajo como detective, existirán algunos beneficios que deberás otorgarme.
—Lo hablaremos, a medida que se vayan presentando. —Desplegó sus alas hacia arriba para arremeter el vuelo—Una última cosa. Muy bien sabes que no te tengo aprecio, pero tampoco es que te odie. Siento que esto será una lucha fuerte. Cuídate, Jev.
Sus palabras no pudieron haberme sorprendido más.
—Siempre lo he hecho.
Me miró de refilón.
—Lo digo en serio. Siento que vas a pasar por cosas verdaderamente difíciles. Ten paciencia, y no te vuelvas loco.
—Creo que eso es un poco imposible.
Sonrió.
—Sí, yo también lo creo.
Y comenzó a volar.
Me quedé de pie luchando conmigo mismo en si ir de nuevo a ver a Nora, o regresar a casa.
Me decidí por lo segundo. Después de todo, tenía que mantener las distancias.
Al menos por ahora.
Y, por supuesto, tenía que pensar de qué manera me infiltraría en los dos bandos sin que me descubran, y causar que alguno de ellos, ángeles o nephilims, me enviaran al maldito infierno.
5 notes
·
View notes
Text
Silence - Capítulo 1
ACTUALMENTE
—Dijiste que ibas a liberarla hoy—Gruñí a través del teléfono.
Se escuchó un suspiro del otro lado de la línea.
—En estos últimos tres meses Patch, me he dado cuenta que tienes muy poca paciencia. —Si hubiese podido darle un puñetazo a través de la llamada, lo hubiese hecho gustoso—Mis hombres acaban de irse con ella, van a dejarla en el cementerio, cerca de la lápida de su padre.
Apreté mis puños.
—No fue ahí donde quedamos que la dejarías.
Pude imaginármelo encogiéndose de hombros. Sentí que mi enojo florecía, lo cual era bastante común en estos meses. Siempre andaba de mal humor.
—Puedes estar contento de que al fin la haya solt…
Colgué. No quería que mi enojo siguiera en aumento y me dieran ganas de ir a buscarlo antes de poner a Nora a salvo. Subí al Jeep rápidamente y aceleré en dirección al cementerio de ColdWater. En estos últimos tres meses, había estado investigando a los ángeles caídos para Hank. No sabía exactamente qué demonios era lo que necesitaba saber, por lo que siempre anduve divagando. Tampoco me encontraba muy deseoso de traicionar a los míos, pero si se trataba de Nora… En este tiempo que pasó no pude verla ni un segundo, ni siquiera de lejos, por lo que me encontraba algo emocionado mientras conducía. Sin embargo, sentía un sabor amargo en mi garganta porque no podía dejar que ella me observara a mí. Sin mis alas, era más complicado seguirla a todos lados, no quería que me pillara y se acercara a preguntarme por qué demonios tenía un Jeep Commander pegado a sus talones todo el tiempo. Quizá debería conseguir unos siete coches más, así nadie sospecharía nada.
Aparqué detrás del cementerio, por una vía solitaria que nadie usaba hace bastante tiempo. Me bajé y escalé la pared que obstaculizaba la vista para entrar. Luego comencé a recorrer el lugar con la vista. No habían llegado. Subí al árbol más cercano y me senté a esperar pacientemente. Fue alrededor de treinta y siete minutos después, que vi las luces de una camioneta. Comenzaron a escucharse los pasos y pude ver a un Nephilim joven que llevaba a Nora en brazos. Cruzaron a la derecha cerca de la estatua de un ángel, y un poco más allá, la depositó en una lápida con mucho cuidado. Dos de ellos miraban todo el tiempo alrededor, buscándome, porque sabían que yo estaba ahí.
— ¡Recuerda que ella no debe verte! —Gritó el que la llevaba en brazos. —Si destruyes todo lo que se ha construido hasta ahora, ella morirá.
No pude evitarlo. Mis instintos asesinos me empujaron al límite. Salí de las sombras y me detuve frente a ellos, tratando de no desviar mi vista al cuerpo cálido y somnoliento que se encontraba a mis pies.
— ¿Eso es una amenaza? —Pregunté, con mis ojos fijos en el que habló. Tenía una ligera sonrisa asomada en mis labios, una sonrisa pequeña que amenazaba con problemas, muchos problemas.
El chico, que quería ser valiente, se cruzó de brazos y me espetó: —Sí, lo es.
Mi sonrisa se amplió. De acuerdo, veámoslo de esta manera: Yo era un pobre e indefenso ángel caído que tenía un montón de ira acumulada, y él era el chico malo que andaba buscando problemas. Yo, muy generosamente le puedo compartir parte de los problemas que he prometido, así que sí, le di un puñetazo que lo tumbó al suelo, le sujeté un brazo y lo rompí en pedacitos, en el hombro, en el codo, en la muñeca, y los dedos. Creo que luego de eso pude respirar un poco mejor.
—Creo que deberías aprender a respetar a tus mayores, niño—dije burlonamente. Miré a los otros dos— Díganle a Hank que no voy a romper el trato, pero que tampoco crea que me tiene en la palma de su mano por eso. Voy a mantener a Nora vigilada, no sabrá de mí, y espero que tampoco sepa de él. Ahora, lárguense.
Los tres se fueron corriendo, y al llegar a la camioneta aceleraron, causando que los cauchos chirriaran contra el pavimento. Nora se removió a mis pies. El corazón se me volvió pura sangre, ardiendo entre deseos de besarla, abrazarla y tomarla entre mis brazos para llevármela lejos.
Pero maldita sea, no podía.
Lo único que le permití a mis impulsos fue acariciar su mejilla y rozar sus labios con las yemas de mis dedos. Mis labios ardieron en deseos de comerme su boca, pero me mordí y me escondí detrás de la estatua de ángel, mientras ella se removía inquieta. Era extraño mantenerse oculto y observarla… me recordaba un poco la época en la que no la conocía, y la investigaba, para matarla. Sonreí ante aquellos recuerdos… la manera en la que comenzó todo…
Nora se vio aturdida unos minutos, luego vio la lápida y comenzó a llorar. Imaginé que era la tumba de él que ella creía que era su padre. Pero yo me había enterado meses antes que su padre era Hank. Ella también lo sabía, o eso suponía. Mientras la observaba, pasó algo extraño. Miró directamente en mi dirección, y por una fracción de segundos pensé que me miraba directo a los ojos. Me había quedado inmóvil, pero luego comprendí que sólo observaba la estatua. Las lágrimas se derramaban por su mejilla, y mi mano ardía en deseos de secarlas. Luego sonrió, y no deseé nada en esta vida como que su sonrisa fuese para mí. Pero no lo era, ya no. Había renunciado a ella, a tocarla, a besarla, para mantenerla a salvo. Tenía que cumplir eso.
Un hombre con una linterna se acercaba a ella, así que me sentí un poco aliviado de que alguien pudiera iluminarle el camino de regreso a casa. Estuvieron hablando unos segundos, Nora se puso de pie y la expresión en su rostro me indicó que algo no andaba bien. ¿Qué sucedía?
Retrocedió un poco, y el hombre intentó abalanzarse, pero ella salió corriendo. Esto era malditamente genial. Acababan de dejarla en libertad y ya se estaba metiendo en líos. Chasqueé tres veces moviendo mi cabeza de un lado a otro con una sonrisa en los labios. Mi pobre Nora. Salté del árbol dispuesto a matar al tipo, quizá la situación fuese un poco seria, pero no dejaba de causarme gracia. Me alegraba saber que Nora siempre iba a necesitarme.
— ¡Nora! —gritó el hombre.
Les di alcance con facilidad, pero siempre me mantuve detrás de los árboles, siempre cuidándome de que la luz de la linterna no me diera. Él la cogió del hombro, e inmediatamente entré en el cuerpo de Nora. Aparté su mano con fuerza.
— ¡No me toques!
—Un momento. Te dije lo de la recompensa, y pienso obtenerla.
¿Recompensa? No sabía nada de eso. Él trató de cogerla del brazo de nuevo y a través de ella, le pegué una patada en la espinilla. Quizá fue muy fuerte, porque el hombre soltó un alarido.
Nora parpadeó sorprendida ante lo que ella pensaba que era su propia violencia; se detuvo a observar el lugar, con una mirada de terror en sus ojos, y tuve que impulsarla a seguir corriendo, antes de que llegaran más.
—Sí, es ella. Estoy seguro. Abandona el cementerio en dirección al sur.
La desvié al norte. Corrí junto a ella en silencio hasta que chocó contra la reja del cementerio. La evadió, cruzó la calle corriendo y apareció un coche de policía. Ella no quiso detenerse, incluso cuando dejé de presionarla. Continuó corriendo causando que el oficial se pegara a ella. Cuando se detuvo, muy cerca a la orilla del puente, tomó una rama bastante gruesa. El oficial bajó de la patrulla y se acercó cauteloso a ella, tratando de ignorar su arma.
—Soy yo, Nora—Ella se encogió al escuchar su nombre. ¿Lo conocía? — ¿Estás herida? —Nora no daba ninguna respuesta— He llamado a tu madre, se reunirá con nosotros en el hospital.
Ya me había alejado bastante mientras esos dos charlaban. Lo último que vi de Nora era que se desmayaba, y tuve que obligar a mis pies a caminar en línea recta para no correr y llevármela. Era desesperante ser yo en estos tiempos.
Corrí de regreso al Jeep y al subir, tomé el teléfono. Había un pequeño detalle que no se me había olvidado.
—Con que ofreciendo recompensas por encontrarla—murmuré, cuando él contestó.
Soltó una risa.
—Sabías que iban a ir por ella como lobos hambrientos. —Maldito sea.
—Sólo quería retar a tu autocontrol.
—De acuerdo, pero debes saber que esta es otra cosa que sumé a la lista. Algo me dice que tu muerte será dolorosa, y lenta, muy pero muy lenta.
4 notes
·
View notes
Note
No vallas a desaparecer por fa por lo menos dinos algo 🥺
Aquí estoooooooy:c
2 notes
·
View notes
Note
Mannnnn cuando vas a actualizar :////
Lo sientoooooooo ya actualicé jiji
2 notes
·
View notes
Text
Silence - Prólogo
TRES MESES ANTES
La noche se encontraba fría y silenciosa. Sobre mi cabeza se elevaba una delgada luna creciente, que a vista profunda parecía un párpado caído. Mi espalda reposaba sobre la lápida de Emma White. No sabía quién demonios era, pero supuse que no le molestaría servirme de apoyo en estos momentos.
Al igual que en los últimos tres días, sentía que mi cabeza iba a estallar de la preocupación, la ira y la culpa. ¿Dónde podría estar Nora? Había barrido la ciudad entera, y no pude dar con su paradero. Maldición.
Vi a Hank acercarse y me enderecé. Parecía disfrutar de mi facha devastadora. Apreté los puños.
—Luces un poco peor que desgastado, Patch… ¿lo estás? —Hank dijo, deteniéndose a unos pies de distancia.
Sonreí, pero no era agradable. Estaba pensando en las miles de maneras que tenía de separar la cabeza de su cuello.
—Y aquí estaba pensando que tal vez tendrías unas cuantas noches sin sueño. Después de todo, ella es tu propia carne y sangre. Por como luces, has tenido sueños de belleza. Rixon siempre dijo que eras un chico lindo. —Escupí.
Hank dejó pasar el insulto. Rixon era el ángel caído que solía poseer su cuerpo ada año durante el mes de Jeshvan, y él era tan bueno como la muerte. Con él fuera, no había nada más que quedara en el mundo que asustara a Hank.
— ¿Y bien? ¿Qué tienes para mí? Es mejor que sea bueno—Dijo.
—Fui a visitar tu casa, pero te escondiste con el rabo entre las piernas y llevaste a tu familia contigo. —Dije en voz suave, en el medio entre desprecio y… burla.
—Sí, pensé que tratarías algo imprudente. Ojo por ojo, ¿ese no es el credo de los ángeles?
Imaginé que él deseaba ver la desesperación y la sed de sangre que sentía por dentro, pero tenía que esperarse un momento. Sabía que había traído a sus hombres, Hank no era de los que se encontraba a solas con su propia muerte.
—Cortemos las cortesías. Dime que me trajiste algo útil—demandó.
Me encogí de hombros.
—Jugar con ratas me parece sin importancia aparente, al lado de encontrar donde has escondido a tu hija.
Los músculos en la mandíbula de Hank se tensaron.
—Ese no fue el trato.
—Conseguiré la información que necesitas —respondí, estando seguro que la única parte de mi cuerpo que reflejaba todo mi enojo era mis ojos negros—. Pero primero libera a Nora. Pon a tus hombres en el teléfono ahora.
—Necesito asegurarme de que cooperaras a largo término. La tendré hasta que lo haga bien en su lado del trato.
Resulta, que estoy acostumbrado a hacer las cosas a mí manera.
—No estoy aquí para negociar.
—No estás en posición de hacerlo —Hank alcanzó el bolsillo de su pecho y recuperó su móvil—. Estoy perdiendo la paciencia. Si me has hecho perder mi tiempo esta noche, va a ser una desagradable noche para tu novia. Una llamada, y ella se va…
Antes de que tuviera tiempo para cumplir su amenaza, estiré mi brazo para golpear su pecho con fuerza y lanzarlo al suelo. Todo el aire se escapó de Hank en un apuro. Su cabeza golpeó una de las lápidas, y corrí para ponerme sobre él.
—Así es como va a funcionar —siseé. Hank trató de emitir un grito, pero mi mano estaba cerrada en su garganta. Hank golpeó mi puño, pero el gesto fue sin sentido; yo era demasiado fuerte.
En un arrebato de desesperación, Hank invadió mi mente, desentrañando los hilos que forman mis pensamientos, concentrándose fijamente en redirigir mis intenciones, intentando redirigir mi motivación, al tiempo que susurraba un hipnótico:
Libera a Hank Millar, libéralo ahora.
—¿Un truco mental? —desdeñé, y casi reí a carcajadas—. No te molestes. Haz la llamada—ordené—. Si ella no sale libre en los próximos dos minutos, te mataré rápidamente. Más tarde que eso, y te haré pedazos, una pieza a la vez. Y créeme cuando digo que disfrutaré cada último grito que pronuncies.
—¡No puedes matarme! —Hank ahogó.
¿Estaba retándome? Apreté su hombro con fuerza, con tanta fuerza que terminé por desprenderle un trozo de piel. Él aulló, pero el sonido nunca pasó de sus labios. Su tráquea estaba aplastada bajo mis manos.
—Una pieza a la vez —siseé, sosteniendo la piel frente a él. —Llama a tu hombre.
—¡No puedo-hablar! —Hank gorgojeó.
>>Haz un juramento para liberarla ahora, y te dejaré hablar.<< dije en la cabeza de Hank. >>Estás cometiendo un error, chico<< Hank disparó de vuelta. Sus dedos rozaron su bolsillo, deslizándose dentro. Apretó un dispositivo que tenía en el bolsillo. Debí suponer que de esa manera llamaría a sus hombres. Maldito cobarde.
Hice un sonido gutural de impaciencia, le arranqué el dispositivo y lo arrojé en la neblina. >>Haz un juramento o tu brazo es el siguiente. <<
>>Mantendré el trato original<< Hank devolvió >>le perdonó la vida y renuncio a toda idea de vengar la muerte de Chauncey Langeais, si me traes la información que necesito. Hasta entonces, me comprometo a tratarla con compasión. <<
¿Compasión? Por favor. Golpeé la cabeza de Hank contra el suelo.
>>No la dejaré contigo cinco minutos más, y mucho menos por el tiempo que me llevará conseguir lo que quieres…<<
Él curvó sus labios y me miró.
>>Nunca olvidaré cuán fuerte ella gritó cuando la arrastré lejos. ¿Sabías que ella gritó tu nombre? Una y otra vez. Dijo que irías por ella. Eso fue los primeros días, por supuesto. Creo que finalmente está aceptando que no eres competencia para mí.<<
Maldito. Mil veces maldito. ¿Quería jugar sucio? ¿Le gustaba la agonía? Muy bien. Le daré agonía pura.
Un momento Hank estaba a punto de desmayarse por el dolor al rojo vivo de su cuerpo golpeado, y al siguiente estaba mirando mis puños, pintados con su sangre.
Un desafiante aullido salió del cuerpo de Hank. El dolor explotó dentro de él, casi noqueándolo inconsciente. Desde algún lugar distante, escuché los pies corriendo de sus hombres Nefilim.
—Sáquenlo-de-encima-de-mí —gruñó mientras rasgaba su cuerpo con dolorosa y placentera lentitud. Cada terminación nerviosa explotando con fuego. Calor y agonía brotaban por sus poros. Él miró su mano, pero no había carne, sólo hueso destrozado. Iba a destrozarlo en pedazos. Sus hombres trataban de apartarme, pero les costaba. La ira me dominaba. Iba a matar a este maldito imbécil y luego los cazaría a todos, uno por uno.
Hank soltó brutalmente:
—¡Blakely! ¡Quítenlo ahora!
No lo suficientemente rápido, fui arrastrado lejos. Hank tendido en el suelo, jadeando. Estaba mojado con sangre. Haciendo a un lado la mano que Blakely ofrecía, Hank con esfuerzo se puso de pie.
—¿Lo encerramos, señor?
Hank presionó un pañuelo contra su labio, el cual estaba abierto y colgaba de su rostro como un pulpo.
—No. No nos servirá encerrarlo. Dígale a Dabber que la chica no tendrá nada más que agua por cuarenta y ocho horas. —Su respiración era entrecortada—Si nuestro chico aquí no puede cooperar, ella paga.
Con un asentimiento, Blakely se fue de la escena, marcando en su móvil.
Hank escupió un diente ensangrentado, lo estudió detenidamente, luego lo metió en su bolsillo. Él puso sus ojos en mí, cuyo único signo exterior de furia vino en forma de puños.
—Otra vez, los términos de nuestro juramento, así no hay más malentendidos posteriores. Primero, te ganarás de nuevo la confidencialidad de un ángel caído, reincorporándose a sus filas…
—Te mataré —dije, con una calmada advertencia. Aunque estaba sostenido por cinco hombres, ya no luchaba. Me quedé sepulcralmente quieto, con una sed de venganza que punzaba en mi interior.
—…siguiendo, los espiarás y me reportarás sus negocios directamente a mí.
—Juro ahora —dije, mi respiración controlada pero elevada, ignorando sus palabras—, con todos estos hombres como testigos, no descansaré hasta que estés muerto.
—Una pérdida de aliento. No puedes matarme. ¿Tal vez usted se ha olvidado de que una Nefil reclama su derecho de nacimiento inmortal?
Un murmuro de diversión rodeó a sus hombres, pero Hank les hizo callar.
—Cuando determine que me ha dado información suficiente para exitosamente prevenir que los ángeles caídos posean cuerpos Nefilim para el próximo Jeshvan...
—Cada mano que ponga en ella la devolveré multiplicada por diez—continué.
La boca de Hank se retorció en una sugestión de sonrisa.
—Un sentimiento innecesario, ¿no crees? Para el momento que terminé con ella, no recordará tú nombre.
—Recuerda este momento —dije con vehemencia helada—. Volveré para asustarte.
—Suficiente de esto —Hank espetó, haciendo un gesto de disgusto y mirando hacia el coche—Llévenlo al Parque de Diversiones Delphic. Lo queremos entre los caídos tan pronto como sea posible.
Y así, para cerrar el juramento…
—Te daré mis alas.
Hanks se detuvo en su partida. Él ladró una risa.
—¿Qué?
—Haz un juramento para liberar a Nora ahora mismo, y son tuyas. —sonaba demacrado. Música para los oídos de Hank.
—¿Qué uso tendría con tus alas? —replicó sin gracia, pero sabía que había capturado su atención. Por lo que él sabía, ningún Nefil había rasgado nunca las alas de un ángel. Lo hacían entre su propia clase de vez en cuando, pero la de idea de un Nefil teniendo ese poder era la novedad. Bastante tentación.
Historias de su conquista pasarían por las casas de los Nefil cada noche.
—Estás pensando algo —dije, con una fatiga incrementada.
—Juraré liberarla antes de Jeshvan —Hank contrarrestó, suavizando toda la impaciencia de su voz, sabiendo que revelar su placer sería desastroso.
—No lo suficientemente bueno.
—Tus alas podrían ser un lindo trofeo, pero tengo una agenda más grande. La liberaré al final del verano, mi oferta final. —Él se volteó, caminando lejos, tragándose su codicioso entusiasmo.
Maldición.
—Hecho —dijé con una amplia resignación, y Hank dejó salir una lenta respiración.
Él se volteó.
—¿Cómo se hará?
—Tus hombres las sacaran.
Hank abrió su boca para discutir, pero lo interrumpí.
—Son lo suficientemente fuertes. Si no peleo, nueve o diez de ellos podrían hacerlo. Volveré a vivir debajo de Delphic y le haré saber a los arcángeles que me arrancaron las alas. Pero para este trabajo, no podemos tener ninguna conexión —advertí.
Sin demora, Hank lanzó unas cuantas gotas de sangre de su desfigurada mano al césped debajo de sus pies.
—Juro liberar a Nora antes de que el verano termine. Si rompo mi promesa, declaro que debo morir y retornar al polvo del cual fui creado.
Bien, aquí vamos.
Tiré de mi camisa por la cabeza y apoyé las manos sobre mis rodillas. Mi torso subía y bajaba con cada respiración.
—Manos a la obra—Dije.
A Hank le habría gustado hacer los honores, pero mi advertencia había ganado.
—Arranquen las alas del ángel y limpien cualquier desastre. Luego lleven su cuerpo a las puertas Delphic, donde va a asegurarse de ser encontrado. Y tengan cuidado de no ser vistos.
Y así, siendo estas sus últimas palabras, se marchó.
Sus hombres se marcharon minutos luego detrás de él, dejando dos enormes heridas abiertas en mi espalda. Con la sangre bañando mi espalda y cayendo al suelo, yo también dije unas últimas palabras:
>>Si no cumplo mi juramento, el fuego eterno será mi propio castigo<<
------------------------------
PD: Con “Fuego eterno” se refiere al infierno chicas. Espero que les haya gustado este primer cap^^
5 notes
·
View notes
Note
Mana vas a actualizar mañana la tercera parte ? :)))
Gn
Hoy♥️
4 notes
·
View notes
Text
Hoy les subo capítulo de Silence♥️ He tenido problemas con mi internet... Supuestamente hoy viene el técnico a repararlo.
2 notes
·
View notes