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Surcos

He sentido con punzadas de ira

el dolor de ver en el suelo mi corazón roto.

He tenido que atravesar el dolor,

cuando me desgarraba,

porque no hay camino por donde huir de él.

He visto mi mundo caer y desmoronarse,

mi espíritu arder hasta consumirse,

y he llorado hasta dudar

si aún quedaba algo en mí que fuese capaz de amar.

He estado de rodillas, rogando: ser vista, amada, llegar al santuario de mi soledad y no sentirme atrapada.

Y también, he entregado mi alma a personas que no supieron sostenerla sin quebrarla.

He soñado con momentos en los que podía escucharme decir las palabras mágicas necesarias para sentir paz.

Y he querido creer que este dolor me ha enseñado, para no volver a caminar los surcos hondos que yo misma he labrado, repitiendo, una y otra vez, la misma tragedia en cuerpos distintos, buscando otro final.

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cuando se elige a alguien, se renuncia al resto.

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Random AF ( y sin tildes)

Ya no tengo la cabeza llena de verdades amargas.

Finalmente, puedo decir que en el silencio he encontrado calma.

Ya no hay razón para odiar(me).

No hay obstáculos que me impidan

avanzar todo lo que no pude.

Ya no soy la misma, deje atrás un cascaron.

Me gustaría decir que lo extraño, pero no es cierto.

Por fin salí a ver el cielo, y era profundamente azul.

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Antes

Puedo decir que ya no duele tanto recordar

esas decisiones pasadas

malas

que me mantenían mirando hacia atrás

Tal vez ya soy capaz de perdonar

a quien era antes y lo que hacía

desesperada porque querer amar

Y espero no caer, nunca más,

en las compulsiones que se caen

cuando el dolor es lo único en que se puede pensar

Ser capaz de mirar hacia dentro, 

y no tener que endurecerme o ignorar

mis varios pecados para en las mañanas poderme levantar

Que lo que hice no me defina

que ya no de miedo vivir

y que ya no duela recordar

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no vuelvas

no estés

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Fiebre de Viernes por la noche

Hoy es viernes y duele el corazón.

Hay un apartamento vacío,

una estufa encendida,

y el piso está enlodado de desilusión.

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Soledad

Ojalá supiese como irme, 

como extruir mi alma de lo que me hace daño

como no tener miedo a extrañar, 

y al silencio y la soledad.

Ojalá fuese valiente,

y no tuviera miedo a cortar lazos que quemen puentes.

Ojalá supiese como olvidar,

como no sentir,

como hacer para por lo menos fingir que nunca quise, amé u odié.

Ojalá algún día aprenda a no querer a quien se me cruce,

a no regalar mi alma de manera indiscriminada,

a cerrarme más, a enamorarme menos.

A poder separar las emociones de mi vida y poder guardarlas bajo llave en algún rincón polvoso y a no llenar de ansiedad de separación cada momento de ocio.

Ojalá algún día pueda no necesitar de quien no me merece, solo porque no hay nada mejor, 

y poder curar estas heridas, en sola, sola soledad.

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Lo que la naturaleza no te da, Ingeniería Química no te lo presta

(Nota: Posteado un año después de graduarme)

En mi primer día en la facultad de ingeniería, justo antes de entrar al edificio, recuerdo haber visto el rótulo en letras grandes: "FACULTAD DE INGENIERÍA" en la fachada del edificio, y que por andarlo viendo, pensado en que seria de mí los siguientes años, me tropecé con una gradita que hay a la altura de la fuente.  

Creo que eso es muy representativo de mí; a veces por andar con la vista arriba en el aire, me tropiezo con las realidades de suelos irregulares y caminos difíciles. Es para mí muy fácil perderme en fantasías de grandeza, pero es igualmente fácil para mí, después del primer tropiezo, ir con la cabeza gacha: solo viendo el suelo por demasiado miedo a seguir tropezando. 

La universidad no fue la excepción; las personas que me mantuvieron más centradas fueron mis amigos. En la carrera conocí a amigos de verdad, que realmente me aceptaban y me querían, con los que no tenía que fingir ni esconder nada. Sin proponérselo me terapearon y me ayudaron quererme y a creer en mí. Sola, hubiese sido muy fácil rendirme después de quedarme en una clase por primera vez, pero ellos nunca me juzgaron por equivocarme, y tampoco me regañaron por no darme cuenta que estaba siendo demasiado dramática y muy estricta conmigo misma por fallar en lograr algo. Fueron pacientes, y amables y creyeron lo mejor de mí, y me dejaron madurar a mi propio ritmo. No estaría por ponerme una toga y birrete si no fuese por ellos. 

Esa toga y ese birrete son un disfraz extraño. Es raro sentir que 8 años de vida, vida plena, terminan en una tarima y con la entrega de un pedazo de cartón. Y se siente más raro al recordando todo lo que pasó, darte cuenta de lo que realmente aprendiste, y que eso es más real y profundo que lo que un pedazo de cartón podría  si quiera llegar a representar. 

 Estar en la UNAH, que es una universidad pública, me hizo apreciar la oportunidades que tuve, tan distintas a las de muchos en el país. Me hizo poder conocer personas de lugares muy distintos al que yo crecí, para bien o para mal. Me hizo darme cuenta que soy capaz de más de lo que pensé, y que yo solita puedo ser mi peor enemiga. Y que la realidad de Honduras, es dolorosa y fraccionada, y que hay tanto por lo que luchar, pero más que huelgas y peleas, importa más empezar a construir y reconstruir. 

 Sobre estudiar ingeniería química en sí, tengo sentimientos encontrados. Creo que quise estudiar algo difícil para pensar que si lo lograba, era porque significaba que yo era capaz (algo sobre lo cual yo ya tenía mis dudas desde mucho antes). No es que no había amor a la química, no es que no sentía fascinación por la termodinámica y por todo lo que se puede lograr si eres lo suficientemente loco y valiente para querer transformar algo burdo y crudo en algo útil y refinado. Hay algo de magia en transformar plástico en tela, jugo en alcohol y aceite en jabón tanto en laboratorio como en un plantel industrial. Pero ver esa magia es algo visceral, lo sientes o no. 

 Yo sí lo siento, y creo que la mayoría lo sentimos, pero llenar el camino de dificultades gratuitas, no es necesario. Puede espantar a los débiles de voluntad, que no soportarían 5 años de desvelos y muchas veces de hostilidad sin razón. Pero termina quebrando hasta la voluntad de los fuertes corazón, que no merecen estancarse años en la universidad por arbitrariedades. Que esas personas que actuaron como una piedra en el camino sepan que el espíritu humano es fuerte y se sobrepone y sana, pero ojalá reflexionen también, y sanen ellos mismos. 

 Aún sin esos obstáculos es un reto sobrevivir hasta este punto, y eso me lleva a la lección más importante que aprendí y la que me llevo con todo y su verdad amarga: lo que la naturaleza no te da, ingeniería química no te lo presta. Puedes ser muy inteligente, muy carismático, un astro para exponer, un experto en redactar informes, pero la constancia y disciplina para seguir adelante, si no la cultivaste, si no te dedicas a forjarla, nadie te la va a dar. Nadie va ir a tus clases por ti, nadie responderá tus dudas si no te pones a evaluar que es lo que piensas, nadie se va a desvelar, nadie va perseverar por ti. No hay de donde sacar fiada disciplina, y no hay a quien robarle empeño. Debe venir de ti.

 Y saber eso te lleva a darte cuenta de todo tu potencial, pero también te deja dolorosamente consciente que tú eres el único responsable de ello. El mundo no tiene la obligación de ser justo, ni la gente de ser amable, y tampoco tú de ser todo lo que puedes ser, pero te das cuenta que vivir sin intentarlo, bajo la sombra de la excusa de que no está en ti, no es vivir. 

 Estudiar esto me cambió. Me hizo incómodamente consciente de mis defectos, a tal punto que tuve que elegir que cambiar y con cuales vivir. No sé si me hizo una mejor persona, pero me hizo entender ser  una mejor persona siempre es una elección. 

 Y ahora que me despido de esa etapa de mi vida, solo siento alivio. Necesitaba que terminara. Que lo malo se quede enterrado en la autónoma, y ojalá que lo bueno que queda sea lo que me dé fortaleza para seguir adelante. La vida no te presta perseverancia, tú perseveras.

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Espacio Negativo

Mis manos abiertas,

vacías,

ya no contienen más que el fantasma de pantallas.

Se mueven nerviosas, buscando algo que sostener.

Mis manos conocieron asperezas,

y se volvieron ásperas en turno,

y se aferraron a los problemas,

hincando las uñas en las palmas,

yo viéndolos escurrirse como arena.

Quiero recordar si alguna vez algo construyeron,

si no solo permití que el ocio las dejara quietas.

Que alguna vez sostuvieron frágil belleza  entre sus dedos,

y no la lastimaron.

Recordar que no solo conocen el silencio.

Que en su cuenca pueden resguardar del viento tenues llamas.

Que están abiertas, para recibir. Que están vacías, para abarcar.

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Costos

Pelearás contra el miedo, el hambre y el sueño, pero ese es el precio que se paga por cambiar.

Sentirás la lluvia y el viento mientras tu orgullo herido calienta tus noches,    pero es lo que se sufre si buscas algo con sinceridad.

Le dirás adiós a personas que consideraste amigos, y renunciarás a recuerdos de días mejores. Borrarás la nostalgia como quien lentamente deja que se marchiten las flores, y perdonarás traiciones, y tragarás rencores.

Olvidarás lo que pensaste que deberías ser, y abjurarás lo que alguna vez creíste amar, y destruirás lo que eras, piedra por piedra, sin saber si en los escombros quedará algo que se pueda rescatar.

Crecerás de nuevo, sabiéndote solo en ese camino, armado únicamente con fe y un destino, y al terminar , no dudarás, que ese fue el precio que pagaste por cambiar.

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Inicios

Crecí en una casa enorme, dilapidada, cuyo descuido solo reflejaba el estado mental de sus habitantes. Una de jardin grande, con rincones que parecian bosque virgen, aunque solo fuera en el pedacito de la esquina. Llena de cuartos cerrados con llave, que dentro contenían libros apilados en el suelo, en mesas, en libreros mal puestos, y apilados en torres precarias a un suspiro de derrumbarse. Donde las cosas desaparecen y aparecen sin explicación alguna unos tres años después. 

La casa era caos, era el mundo antes de darle orden. Y la gente en ella, cada una cargando su historia a cuestas, luchaba contra ese desorden primordial. La historia de ellos es la importante , porque no se puede entender a la gente rota sin entender la historia de la gente que los quebró. 

 Y que haya crecido ahí no excusa lo que he hecho, no realmente. Pero tal vez al explicar mi historia intento más ser comprendida que perdonada.

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Alguien me regaló mis penas en una caja,

para poder verlas,

para no perderlas.

Me han hecho un gran regalo;

ahora puedo sostener mi dolor en mis manos.

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Gajes del espíritu

Llevo la tristeza en el hombro. 

Ha sido mi fiel compañera, testigo de mi vida, juez de mis penas, y mala consejera. 

 Caminé encorvada por su peso; maldiciendo su existencia, rogando su partida, y temiendo a su ausencia. 

 Pero no se fue. 

Y entendí que nunca se irá. 

Que aún después de alzar su vuelo,  siempre regresaría a posarse en mi hombro, viendo hacia atrás. Y en vez de sufrir por sentir sus garras y por ahogar su canto melancólico, usé la fuerza que cargarla por tanto tiempo me ha dado para levantar la vista del suelo, y soñar mis propias melodías, porque también la tristeza tiene su lugar.

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Días mejores

Yo creo que a mí me hirieron, era yo muy suave. 

Pero después de algún punto fui yo quien se dejó herir, y no dejaba que se formaran callos en mí, pedazos fuertes e impenetrables 

 Y he ido por la vida con cicatrices, sintiéndome deforme y mutilada.

 Y mis heridas no cerraban.

 Con los recuerdos de abusos, con los ataques de odio, se hacían más profundas,

 y me latigaba pensando, ¿por qué no pueden sanar? 

 Solo empezaron a cerrar cuando me di cuenta que solo yo iba a poder sanarme.

Han empezado a cerrarse esas heridas, han empezado a cicatrizar. 

 Ya no son motivo de pena, estás heridas.

Son el suelo en el que crecerán días mejores.

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Evocador

Existen soplos apagados que alborotan los cabellos y levantan el polvo de la melancolía de los caminos

Recorren tu piel, desde tus la punta de tus dedos hasta tu coronilla y te causan escalofríos.

¿es el viento agitado o es tu propia añoranza?

Esas caricias invisibles que te dejan los labios entreabiertos y la boca seca, 

¿te recuerdan a alguien cubriendo tu cara de besos?

¿O solo a algún sueño atormentado?

Pero que estupidez, el viento no provoca.

Pero será mentiroso el que diga que un ráfaga en la cara, en un día fresco, no evoca.

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Ojalá supieses que eres inmortal.

Que son tus trazos indelebles en mi memoria los que te mantienen vivo

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Devoción

Yo no aprendí la disciplina, eso de rituales y rutinas es ajeno para mí.

No he volcado mi alma ni sacrificado mi tiempo durante días incontables en el altar del esfuerzo.

No le he rendido culto a ese dios de la perseverancia, pues mis empresas las construyo y mi olvido las destruye.

No conozco las ampollas, los desvelos, ni el desconsuelo, pero tampoco el suspiro de triunfo y culminación.

Le he huido a la responsabilidad del éxito, al dolor del fracaso; he fallado en encontrar el secreto en el cual gastar mis horas, mi fuerza y mi juventud.

Le aposté, ingenuamente, a las victorias fáciles y a su dulce y breve satisfacción.

Por eso, si algo he envidiado, con amarga convicción, es tener esa voluntad ferréa, de esas que sacude la tierra, de saberse dueños de sí mismos y capaces de creación.