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Cuneto a mi dislexia
Yo no sé hablar, yo sé mirar. Pongo los ojos en tu rostro y con los labios cerrados te digo: "Cuéntame". Mientras me hablas esa melodía de palabras entra a mi cabeza y se convierte en pinceladas que pintan tu paisaje. Quién eres?, un bosque?, una montaña?, un desierto? A la historia de tu mamá le voy a poner un colibrí, tal vez un par de rocas. Y ese dolorcito en tu corazón lo haré una laguna estancada. Con una hoja cayendo de un árbol, dos. Tratas de ser educada y me devuelves una pregunta. Aquí vamos. Espera, dame unos segundos, tengo que diluir este paisaje en tinta, tinta que pueda escribir una palabra: "Sí", "no", "marica", "entiendo". Pero lo que quiero decir es más complejo es que "el turco", digo "el truco es", ser excep-cio-nal-mente, indenme, indemne, imdenme? Era Adriana o Andrea?, tu mejor amiga de toda la vida. No me mires así, te juro que tienes toda mi atención. Atrapé hasta el más mínimo detalle con mis propias manos. Te entiendo, entiendo todo. Lo que pasa es que sólo yo puedo leer mi caligrafía.
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— ¿Es mi impresión, o la bailarina te está mirando? — Creí que también era mi impresión... ¿Una impresión compartida, se convierte en la realidad?
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Un día me levanté y...
Yo tenía un amor por ahí, pero no recuerdo en cuál cajón lo dejé. Entonces decido darme el privilegio de la pausa. Me acomodo en el piso, me quito los zapatos y dejo que en el silencio eventualmente la verdad me sea revelada:
Empiezo a ver a lo lejos una ventana llena de sol, que me invita a asomarme. siento la tibieza, la brisa. Luego veo una brasa prendida, hipnótica y chispeante. Me recorre un deseo intenso pero combatible de soplar el rojo vivo.
Que rara se siente la palabra 'amor' a esta edad, al decirla siento que me engaño, al decirla siento que te engaño. Pero si dios no es amor, no vale la pena que exista. En ese caso decido poner mi mente a la altura de mi corazón y naufrago dicho sentimiento como un mar abierto en la oscuridad, justo cuando veo que mi única salida es saltar, confío que en algún momento me saldrán branquias.
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Singularidad
Una noche me acechó una sombra pero como reconocí en ella una figura bajé la guardia y me acerqué siento que el universo se contrae el tiempo se me escurre me traga un agujero y la soledad ya no me importa ahora a parpadeos la sueño me sigue mirando cuando cierro los ojos está en todas partes menos aquí la enfrento con suspiros desde otra dimensión yo vivo siempre en la noche en una eterna cabina de ecos la noche vuelve cada noche a oscurecer mis pupilas mi corazón se inquieta el vacío me invade todo se vuelve más simple sonrío y noto que no tengo sombra

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Ni un sólo celular a la vista, sólo gente viviendo el momento.
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Fernando está caminando
Uno no siempre se muere como quisiera
"Lo que siente la mano lo que carga que sostiene no es mi frente mi piel mi inteligencia es el hueso gentil la calavera con sus tibios disfraces con sus órbitas por el momento llenas con la suelta mandíbula que un día remedará la risa ese día en que deje tirados por ahí mi esqueleto liviano mi cráneo regular y quede yo mis labios y mis pies mi pelo mis mejillas mis ojos mi color y todo lo que fui lentamente obviamente pudriéndose pudriéndose volviéndose ceniza." -Idea Vilariño
______________________________________________________________ En la vida, solo tenemos dos certezas: la muerte y los impuestos. Y sin embargo, ¿por qué nos enfocamos en evadir más la primera idea que la segunda ;) ?. Según la visión occidental judeocristiana en la que hemos sido educados, entre las dos, la muerte es la única que se ve como una desgracia.
La muerte rara vez se propone como un tema de conversación cuando estamos entre familiares o amigos (aunque personalmente el tema me parece perfecto para un cumpleaños). Sin embargo, extrañamente todos en algún momento hemos pensado una forma de morir ideal: ¿A tus 95 años mientras duermes? ¿Rodeado de tus seres queridos y mascotas?. Pero ¿Qué pasa si no mueres así? ¿Qué pasa si la muerte llega en un momento de tu vida con proyectos sin terminar, con tu país favorito sin conocer, lejos de tus seres queridos, o incluso en malos términos con ellos?
Mi padre siempre quiso jubilarse prematuramente para poder pasar su vejez en el campo (su lugar favorito), y morir de viejo junto a mi madre rodeado de naturaleza y serenidad. Pero la realidad es que: uno no siempre se muere como quisiera. Mi padre, por el contrario, murió solo en una camilla dentro de la zona roja de la UCI, con una sensación de ansiedad y falta de aire, en un cuerpo deformado, un dolor constante y sin ver un solo centavo de su pensión. Ya que el sistema, al que rara vez le interesan las personas, le negó su evidente invalidez hasta el último minuto para poder sacarle rendimiento a su dinero pensional.
¿Y si en vez de fantasear con nuestra muerte ideal, decidiéramos, planificáramos y nos preparáramos para nuestra muerte real? Todos vamos a morir pero no por eso tenemos que alargar nuestra existencia a cualquier costo ¿Por qué el estado y la iglesia tienen la potestad de decidir la forma en la que todos debemos morir?
"Mi cuerpo es mío" es una frase que encierra nuestra capacidad de tener autoridad y control sobre nuestro cuerpo, nuestra vida y por ende sobre nuestra muerte. Esto evidentemente va más allá de despenalizar el aborto, y lamentablemente su aceptación aún se siente lejos. ¿Por qué incomoda tanto cuando una persona, especialmente si es mujer, quiere adueñarse de su ser y de su deseo?. Cuando nos sentimos libres, nada nos detiene, y en el camino contagiamos. La incomodidad radica en que: cuando llueve, todo se moja. Y en este planeta sobran los 'Gremlins'.
Podríamos afrontar nuestra muerte con paz, esperanza y libertad. Pero en cambio, nos obligan a mantenernos conectados, aún sin esperanza de mejora a: quimioterapias, condensadores de oxígeno, camas de hospital, intervenciones quirúrgicas, exámenes dolorosos, medicamentos, medicamentos para los efectos secundarios de los medicamentos y opioides para olvidar todo lo anterior. Todo esto con la finalidad de mantenerte respirando, continuar tu desgaste y sobretodo tu gasto. La eutanasia nunca se ha tratado sobre vivir o morir, sino sobre morir en agonía o en conciliación. Más allá de poner sobre la mesa el qué, se propone el cómo. Tal vez si mi padre no hubiera pensado que su única opción era luchar hasta el último segundo, soportando el dolor diario y rezando mil rosarios hasta que las palabras ya no tuvieran sentido, tal vez, sólo tal vez no hubiera muerto como él soñaba, pero sí como él quería. Y tal vez, solo tal vez, a mí no me pesarían tanto el pecho, los recuerdos y las lágrimas.
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