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quiero-leer-en-paz · 15 days
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My Year of Rest and Relaxation (2018), Ottessa Moshfegh
Otra instancia en la que fui influenciada por TikTok, lo admito. Todas #LasChicas estaban leyendo y recomendando este libro, juraban que era lo mejor que habían leído en años, que ellas eran esa protagonista que necesitaba dormir por un año.
Mi primer acercamiento a Moshfegh fue a través de Nostalgia de otro mundo (2017), una colección de cuentos. Al tercero cuento más o menos, lo abandoné porque no me gustaba la traducción (cosa que confirmé cuando leí este libro en inglés). Igualmente me llevé una buena idea de la preferencia de Moshfegh por los personajes decadentes y bizarros. Eso se traslada a My Year…, la protagonista anónima (una chica en sus veinte, linda, con plata) representa un proceso de degradación bastante importante. ¿Qué pasa cuando lo tenés todo pero no querés nada? La insatisfacción y la indiferencia son los humores fundamentales de este personaje protagónico.
Todo el fenómeno que produjo en redes me resulta conflictivo. Por un lado, entiendo el éxito crítico del libro en tanto sátira de toda una clase acomodada. No siento que me haya cambiado la vida como tantas personas expresaron en TikTok. La apatía de la narradora está muy bien construida y, después de un rato, yo también la sentía mientras leía. La protagonista en sí está muy bien construida, es realmente detestable. Y por eso me es tan problemático ver a tantas chicas en redes diciendo “she’s literally me!!”. Creo que ahí hay una lectura medio superficial del texto, que se queda con lo estético y no logra ver la impronta satírica que lo atraviesa (es mi impresión al menos).
Por otro lado, me encontré identificándome más de lo que esperaba. Primero porque amo dormir. Es mi primer remedio, mi primera solución para el malestar, es la forma que tiene mi cuerpo de procesar el cansancio y el estrés. Durante mis últimas semanas de la carrera, dormí siestas de entre 2-3 horas casi todos los días. Entiendo la tentación de querer dormir un año entero con la esperanza de que eso te arregle la vida o te permita empezar desde cero. Me identifiqué con esa misma apatía y su tendencia al autoaislamiento. Reconocí en mí la insatisfacción y el vacío sobre el que estaba leyendo. A mí también me encanta ver película tras película hasta el hartazgo. Hasta ahí llegan las coincidencias, creo.
Pero, lejos de ponerme contenta por verme en esta protagonista, intenté pensar obsesivamente en todas las cosas que nos diferencian: tengo una buena familia, buenos amigos, una hermosa relación, cosas que me entusiasman. Acaso vi en este libro lo que podría llegar a ser de mí si me dejara consumir por la indiferencia.
He visto que este libro queda metido en un grupo de libros que incluye otros como La campana de cristal o Lolita o Jane Eyre (ver meme) bajo nombres del estilo “hot girl books”. Entiendo en parte el criterio: protagonistas femeninas atormentadas por algo o alguien, no comprendidas por quienes las rodean y su sociedad. Personalmente no pondría My Year… junto a esos otros libro en mi ranking. Los otros tres son gigantes de la literatura, cada uno ocupa su lugar en mi corazón y en el canon. Tal vez el libro de Moshfegh es demasiado reciente, lo tengo demasiado cerca para dimensionarlo apropiadamente. El tiempo dirá si se vuelve un clásico o no logra trascender la tendencia y la romantización.
Ahora me voy a dormir una siesta (de las saludables).
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quiero-leer-en-paz · 17 days
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Mandíbula (2018), Mónica Ojeda
Me enteré de este libro por TikTok o BookTook o como prefieran decirle. La sinopsis me atrapó al instante y, después de meses sin conseguirlo, logré comprarlo con mi plata de chica grande y trabajadora. Quedó varios meses más en un estante, con otros tantos libros que quería leer una vez que terminara la carrera. El atractivo, para mí, estaba en la trama turbia que me habían vendido: una profesora de lengua y literatura secuestra a una alumna que la estuvo atormentando. Después de cinco años leyendo clásicos y más clásicos, quería algo nuevo, contemporáneo y visceral.
Cuando nos fuimos de vacaciones con mi familia, yo una flamante Licenciada en Letras, me llevé este libro. Me lo leí en tres días, no pude parar. La premisa inicial que me llevó a buscarlo pasó a un segundo plano porque, a medida que avanzaban las páginas, me encontré con algo mucho más colosal.
Mandíbula es una historia de terror. Pero no porque una maestra esté secuestrando a su alumna, o al menos no por eso solo. Es la exploración de un terror particularmente femenino. El que se presenta en las relaciones madre-hija/amiga-amiga/maestra-alumna. El que aparece con los cambios del cuerpo, el descubrimiento del yo y del mundo, de la sexualidad, de los vínculos que se complejizan. El mundo que contienen estas páginas es marcadamente femenino. Cada mujer es diferente, compleja y “fucked up” a su modo.
Los ejes más importantes son las relaciones entre Fernanda, la protagonista, y su mejor amiga Annelise, y entre “miss Clara” y su madre. Ahí vive el terror que se puede dar en todo vínculo femenino, y es la mezcla fatal que determina la causalidad de la trama.
Ojeda logra retratar muy bien algo que yo misma viví: la adolescencia en Internet. Logra una verosimilitud que no he visto a otros lograr. Su uso de los términos virtuales, las palabras en inglés mechadas con el español, el mundo de las creepypasta, todo. Se nota que ella misma lo vivió y maneja el vocabulario. Se aprecia mucho desde el otro lado de la página.
Como me encanta lo comparativo, de nuevo traigo una asociación a otro texto. Algo en esta lectura (ejem, el canibalismo, ejem) me lleva al cuento “Carne” de Mariana Enríquez, incluido en el volumen Los peligros de fumar en la cama (2009). Este también consigue retratar muy bien la adolescencia y su vínculo con la cultura del fanatismo, llevado a su punto más extremo. Las hormonas, la idolatría, el dar la vida y el cuerpo por lo que se ama. Motivos muy adolescentes en mi opinión (lo digo como alguien que fue intensamente directioner entre el 2013 y el 2017). El canibalismo es, acaso, el acto de unión/integración más extremo y efectivo.
They are just girls!!!
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quiero-leer-en-paz · 22 days
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Sed (2019), Amélie Nothomb
Cada vez que agarro un libro de Nothomb pienso que está loca. ¿Cómo que es la historia del juicio, crucifixión y resurrección de Jesús contado desde el punto de vista de Jesús? No soy una persona religiosa, pero hasta a mí me resulta arriesgado. Hay tantos peligros posibles. Caer en la doctrina, caer en la escandalización innecesaria, caer en clichés. En cambio, me encontré con una joya.
El Jesús que pinta Nothomb tiene una humanidad genuina, poco artificial o forzada como podría suceder. Como cualquiera de nosotros, duda de sí mismo, se enoja, ama, tiene sed. Gracias a su relación con María Magdalena (que en manos de otro autor podría haber sido un elemento de shock por el shock mismo nada más), el lector puede encontrar hermosas reflexiones sobre lo que es amar y ser amado. Más de un pasaje (como el de la foto más abajo) me dejó pensando sobre la vida y mis creencias.
De nuevo, no soy una persona religiosa. La historia de Jesús me interpela desde un punto de vista casi que literario. Me parece una historia increíble, de las más importantes e influyentes en la historia de la humanidad. Para los que comparten mi experiencia, Sed es una reinterpretación brillante, compleja y astuta. Para los creyentes, me parece que puede ser un punto de partida para explorar el lado humano de ese dios que eligió volverse hombre.
De Nothomb también leí hace tiempo La metafísica de los tubos (2000). Debería hacer una relectura; no recuerdo demasiado sobre la trama, pero sí recuerdo la experiencia de lectura. Lo que en un principio me parecía una extravagancia se convirtió en un texto divertido, punzante, bizarro en el mejor sentido. “Sí,” pensé “esta mujer está loca porque es una genia”.
Como me suele pasar, esta lectura evocó otras. Me llevó a otro libro hermoso que leí hace unos años, allá por épocas de pandemia y cuarentena: En el nombre de la madre (2006), de Erri de Luca. El libro narra la historia de la inmaculada concepción y el nacimiento de Jesús desde la perspectiva de María. Ambos relatos son reescrituras o reinterpretaciones de dos momentos de la misma historia: el comienzo y el final de la vida de Cristo. En el nombre de la madre se ubica en el lugar de quien le dio la vida, mientras que en Sed el hombre mismo toma la palabra para cerrarla. Entre las cosas en común más destacables encuentro la ternura de los dos libros, que consiguen darle algo de humanidad a dos figuras que solemos olvidar que también fueron simples personas. En su último momento de vida, más que otra cosa, Dios tuvo sed.
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quiero-leer-en-paz · 23 days
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La campana de cristal (1963), Sylvia Plath
Qué libro. Clásico indiscutido. De esos que, cuando los leés, lográs entender por qué es tan admirado. Tengo poco para decir que no se haya dicho ya. El verdadero: “Qué mujer”.
Debi admitir que tuve varios problemas con la traducción. Leía siendo consciente de que el texto estaba traducido. Pensaba: “Ojalá estuviera leyendo esto en inglés”. No me pareció una buena señal, definitivamente voy a intentar conseguir una copia en inglés para disfrutar de toda la riqueza original de la prosa de Plath.
Así y todo, me gustó mucho la lectura. Por cuestiones de la vida personal, me sentí demasiado identificada con Esther (salvando importantes distancias, por supuesto). Desde su descripción física hasta su elección de carrera y ambiciones literarias, sus preocupaciones, su desorientación. Yo también me siento ante ese árbol de higos, cada uno representando un futuro igual de interesante y posible, paralizada porque no sé cuál elegir, queriendo comerlos todos. Tiene algo de reconfortante saber que en los años ‘50, en la otra punta del continente, ser una chica atravesando los 20 y el camino hacia la adultez podía ser una experiencia igual de tumultuosa que ahora.
Más allá de lo que me toca en lo personal, es sin duda un libro magistral. Un interesantísimo e íntimo estudio sobre lo que significaba ser mujer (y mujer deprimida) en la cultura plástica de los años ‘50 norteamericanos. Esther es una mujer que quiere “los mejor de los dos mundos” en un contexto que no se lo permite, que no la entiende y que acaba por enloquecerla. El final ambiguo deja la puerta abierta a la posibilidad de una mejora, acaso a la felicidad. Pero también es posible que una Esther nunca pudiera encontrar realmente su lugar en ese mundo y siguiera los pasos de su creadora. Será el lector quien se decida por una u otra. En mi mente conviven las dos.
Acompañé esta lectura con la relectura de otro texto: el prólogo de El dios salvaje (1971), de Al Alvarez, un ensayo sobre el suicidio. En ese prólogo, Alvarez rememora el breve tiempo en el que conoció a Plath, durante sus tres últimos años de vida. Una relación no muy cercana pero de mucho respeto mutuo. Ella valoraba enormemente la opinión de Alvarez como crítico. Él supo reconocer el genio poético de Plath, aunque fue (acaso intencionalmente) ciego al creciente malestar de la escritora. El autor se opone por completo al mito de la poeta maldita y suicida, cosa que comparto. Sylvia Plath fue una persona en constante conflicto consigo mismo, con la vida y con la muerte. Su novela, con tantos rasgos autobiográficos, es testimonio de su vivacidad y ambición por una vida completa. Su suicidio, por cautivante que sea, es un mero detalle ante la grandeza de su genio. “Así como el suicidio no añade a la poesía nada de nada, el mito de Sylvia como víctima pasiva es una perversión total de la mujer que ella era. […] La pena no es que haya un mito de Sylvia Plath; es que el mito no sea, simplemente, el de una poeta de talento enorme a quien la muerte le llegó por descuido, por error, y demasiado pronto”, afirma Alvarez. No puedo más que darle la razón.
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