Fotografías mías y poemas de diferentes autores. Rosemarie Navarro [email protected]
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“ Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios. Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres, y jugaría con más niños, si tuviera otra vez vida por delante. Pero ya ven, tengo 85 años... y sé que me estoy muriendo.”
Poema atribuido a Jorge Luis Borges pero cuya autoría sería de Don Herold o Nadine Stair
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Hola Rose, mira pasaba por aquí, y mientras leía pues inevitablemente uno siempre compara lo que ve con lo que hace. Tú en que tipo de relación te englobas, en la posesiva o en la consentidora?, y otra duda que me surge de toda esta lectura, es porque casi todo lo que has publicado va sobre parejas, es un reclamos para que tus futuras parejas te entiendan, o es recordatorio para ti misma, para no caer enerrores del pasado. Me gusto mucho el articulo sobre la palabra amor. ;)
¿Quién eres? :/ Yo intento no ser posesiva ni consentidora, pero todavía me queda mucho por hacer. No sé por qué no me sale a qué blog te diriges pero si he publicado mucho sobre parejas será porque es un tema importante de la vida, el amor lo es, aunque pocos lo conozcan de verdad y la mayoría a medias tintas. No suelo pensar en futuras parejas jajajaa.
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“ Qué no daría yo por la memoria de una calle de tierra con tapias bajas y de un alto jinete llenando el alba (largo y raído el poncho) en uno de los días de la llanura, en un día sin fecha. Qué no daría yo por la memoria de mi madre mirando la mañana en la estancia de Santa Irene, sin saber que su nombre iba a ser Borges. Qué no daría yo por la memoria de haber combatido en Cepeda y de haber visto a Estanislao del Campo saludando la primer bala con la alegría del coraje. Qué no daría yo por la memoria de un portón de quinta secreta que mi padre empujaba cada noche antes de perderse en el sueño y que empujó por última vez el 14 de febrero del 38. Qué no daría yo por la memoria de las barcas de Hengist, zarpando de la arena de Dinamarca para debelar una isla que aún no era Inglaterra. Qué no daría yo por la memoria (la tuve y la he perdido) de una tela de oro de Turner, vasta como la música. Qué no daría yo por la memoria de haber oído a Sócrates que, en la tarde la cicuta, examinó serenamente el problema de la inmortalidad, alternando los mitos y las razones mientras la muerte azul iba subiendo desde los pies ya fríos. Qué no daría yo por la memoria de que me hubieras dicho que me querías y de no haber dormido hasta la aurora, desgarrado y feliz.”
Jorge Luis Borges
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“¿No es más bella la vida de mi corazón desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más cuando yo era más arrogante y arisco, más locuaz y más vacío? ¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza, las almas serviles sólo respetan lo violento. Únicamente creen en lo divino aquellos que también lo son.”
Poema “El consenso público” de Friedrich Hölderlin
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¿Me pregunta usted, señora, si me burlo? ¿No puede usted creer que un hombre no haya sentido jamás amor? Pues bien: no, no he amado nunca, nunca. ¿De qué depende eso? No lo sé... Pero no he sentido jamás ese estado de embriaguez del corazón que llaman amor. Jamás he vivido en ese ensueño, en esa locura, en esa exaltación a que nos lanza la imagen de una mujer, ni me vi nunca perseguido, obsesionado, calenturiento, embebecido por la esperanza o la posesión de un ser convertido de pronto para mí en el más deseable de todos los encantos, en la más hermosa de todas las criaturas, más interesante que todo el universo. En mi vida he llorado ni he sufrido por ninguna de ustedes. Tampoco he pasado las noches en vela pensando en una mujer. No conozco ese despertar que su pensamiento y su recuerdo iluminan. No conozco tampoco la excitación enloquecedora del deseo, cuando se le espera, y la divina melancolía sentimental, cuando ella ha huido, dejando en el cuarto un perfume sutil de violeta y de carne.
Jamás he amado.
Muy a menudo me he preguntado a qué es esto debido y, verdaderamente, no lo sé muy bien. Aunque llegué a encontrar varias razones, se refieren a la metafísica, y no sé si las apreciará usted.
Analizo demasiado a las mujeres para dejarme dominar por sus encantos. Pido a usted mil perdones por esta confesión que explicaré. Hay en toda criatura dos naturalezas diferentes: una moral y otra física.
Para amar tendría que descubrir, entre esas dos naturalezas, una armonía que no hallé jamás. Siempre una de las dos hállase a mayor altura que la otra; unas veces la naturaleza física, y otras la moral.
La inteligencia que tenemos el derecho de exigir a una mujer para amarla no tiene nada de común con la inteligencia viril. Es más y es menos. Es menester que una mujer tenga el entendimiento franco, delicado, sensible, fino, impresionable. No necesita dominio ni iniciativa en el pensamiento, pero es menester que tenga bondad, elegancia, ternura, coquetería y esa facultad de asimilación que en poco tiempo la hace semejante al hombre, cuya vida comparte. Su primerísima cualidad debe ser la sutileza, ese delicado sentido que es para el alma lo que el tacto es para el cuerpo. La revelan mil cosas insignificantes: los contornos, los ángulos y las formas en el orden intelectual.
Las mujeres bonitas, en general, no tienen una inteligencia en consonancia con su persona. A mí, el menor defecto de concordia me hiere la vista al primer momento. Esto no tiene importancia en la amistad, que es un pacto en el cual se transige con los defectos y las cualidades. Se puede, al juzgar a un amigo o a una amiga, dándose cuenta de sus buenas condiciones, prescindir de las malas y apreciar con exactitud su valor, abandonándose a una simpatía íntima, profunda y encantadora.
Para amar, hay que ser ciego, entregarse completamente, no ver nada, no razonar, no comprender. Hay que hallarse dispuesto a adorar las debilidades tanto como las bellezas y, para esto, renunciar a todo juicio, a toda reflexión, a toda perspicacia.
Soy incapaz de cegarme hasta ese punto y muy rebelde a la seducción no razonada.
Pero no es esto todo. Tengo tan elevado concepto de la armonía, que nada realizará nunca mi ideal. ¡Va usted a tacharme de loco! Escúcheme. Una mujer, a mi juicio, puede tener un alma deliciosa y un cuerpo encantador, sin que su alma y su cuerpo estén perfectamente de acuerdo. Quiero decir que las personas que tienen la nariz de una forma especial no pueden pensar de cierto modo. Los gruesos no tienen el derecho de usar las mismas palabras que los delgados. Señora: usted, que tiene los ojos azules, no puede observar la existencia, juzgar las cosas y los acontecimientos como si tuviera los ojos negros. Los matices de su mirada deben corresponder fatalmente con los matices de su pensamiento. Para comprender todo esto tengo el olfato de un perro perdiguero. Ríase si le place, pero es tal como lo digo. Creí, sin embargo, haber amado un día durante una hora. Me dejé dominar tontamente por la influencia de las circunstancias que nos rodeaban. Me había dejado seducir por un espejismo boreal. ¿Quiere usted que le refiera esta historia?
Una noche me tropecé con una encantadora personita, muy exaltada, la cual, para satisfacer una fantasía poética, quería pasar la noche conmigo en una lancha, en medio del río; yo hubiera preferido un cuarto y una cama, pero, a pesar de todo, acepté la barca y el río.
Estábamos en el mes de junio. Mi amiga había escogido una noche de luna para dar rienda suelta a su exaltación.
Comimos en un ventorrillo, a la orilla del agua, y a las diez nos embarcamos. La aventura me parecía estúpida; pero como mi compañera me gustaba, no me enfadé. Sentándome en el banco frente a ella, cogí los remos y partimos.
No podía negar que el espectáculo era encantador. Bordeábamos una isla montañosa, llena de ruiseñores, y la corriente nos impulsaba rápidamente por el agua, cubierta de reflejos plateados. Por doquiera oíamos el grito monótono y claro de los sapos; croaban las ranas en las orillas, y los rumores del agua corriente formaban alrededor nuestro un sonido confuso, casi imperceptible, inquietante, que nos daba una vaga sensación de miedo misterioso.
El encanto de las noches cálidas y de las aguas brillantes con el reflejo de la luna nos invadía.
Daba gusto vivir y, navegando de aquel modo, soñar y sentir al lado de una mujer tierna y hermosa.
Encontrábame algo conmovido, emocionado, embriagado por la claridad de la luna y con la obsesión de mi compañera. "Siéntese usted a mi lado", me dijo. Obedecí. Ella repuso: "Dígame versos". Pareciéndome demasiado, me negué a complacerla. Insistió. Decididamente le gustaban las cosas por todo lo alto; quería que se tocara la cuerda del sentimiento a toda orquesta, desde la luna hasta la rima. Acabé por ceder y le recité, por burla, una deliciosa composición de Luis Bouilhet, cuyas estrofas dicen:
Odio ante todo al lagrimoso vate que frente al estrellado firmamento musita un nombre, al que sin Lisa o Juana le parece vacío el universo.
¡Oh, qué graciosa gente la que cuelga faldas sobre la fronda de los llanos, y en la verde colina cofias blancas para que el mundo tenga algún encanto!
¿Qué sabe de la música divina, vibrante voz de la Natura eterna, quién no gusta de ir solo en las cañadas y al susurrar del bosque sueña en hembras?
Creí se enfadaría, mas no fue así. -¡Qué verdad es eso! -murmuró.
Quedeme estupefacto. ¿Habría comprendido?
Poco a poco nuestra barca se acercó a la orilla, penetrando bajo un sauce, que la detuvo. Cogiendo a mí compañera por el talle, acerqué con dulzura los labios a su cuello. Pero me rechazó con un movimiento irritado y brusco, diciendo:
-¡Suélteme! ¡Es usted un grosero!
Procuré atraerla. Ella se defendía y, agarrándose al árbol, por poco vamos al agua. Juzgué prudente desistir de mis pretensiones. Entonces ella dijo:
-Le ruego que siga remando. ¡Estoy tan bien aquí! ¡Sueño! ¡Es tan agradable!
Después, con un poco de ironía en el acento, añadió:
-¿Tan pronto ha olvidado usted los versos que acaba de recitar?
Era justo. Callé.
-Vamos, reme usted -me dijo, y cogí de nuevo los remos.
Empezaba a parecerme la noche muy larga, y ridícula mi actitud.
Mi compañera me preguntó:
-¿Quiere usted hacerme una promesa?
-Sí. ¿Cuál?
-Permanecer tranquilo y correcto, discretamente, mientras yo...
-¿Qué?
-Verá usted. Quisiera echarme en el fondo de la barca, a su lado, mirando las estrellas.
-Comprendo -exclamé.
-No, no comprende usted -replicó ella-. Vamos a echarnos uno al lado del otro; pero le prohíbo que me toque, que me abrace; en fin..., que..., que me acaricie...
Prometí. Entonces ella advirtió:
-Si hace usted un movimiento inconveniente, haré zozobrar la barca.
Y nos echamos en el suelo, uno al lado del otro. Los vagos balanceos de la canoa nos mecían. Los ligeros rumores de la noche, llegando más distintos al fondo de la embarcación, nos hacían vibrar, estremeciéndonos. ¡Sentía crecer en mí una extraña y punzante emoción, una ternura infinita, algo como una necesidad de abrir los brazos para estrechar en ellos alguna cosa, y el corazón para amar, de entregarme a alguien, de entregar mis pensamientos, mi cuerpo, mi vida, todo mi ser!
Mi compañera murmuró como en un sueño:
-¿En dónde estamos? ¿Dónde vamos que parece que abandono este mundo? ¡Qué dulzura más grande! ¡Oh! Si me amara usted... un poco.
El corazón me latía con violencia. Nada pude responder; me pareció que la amaba. No sentía ningún deseo violento. Estaba muy bien de aquel modo a su lado; me parecía suficiente aquello.
Y permanecimos largo rato, largo rato, inmóviles. Nos habíamos cogido una mano; una fuerza misteriosa nos contenía: una fuerza desconocida, superior, una alianza pura, íntima, absoluta de nuestros cuerpos que eran el uno del otro sin tocarse. ¿Qué significaba aquello? ¿Lo sé yo? ¿Amor quizá?
El día clareaba poco a poco. Eran las tres de la madrugada. Lentamente una inmensa claridad invadía el cielo. La canoa tropezó con algo. Me incorporé: habíamos llegado a un islote.
Permanecía en éxtasis, encantado. Frente a nosotros, en toda la extensión, el firmamento se iluminaba de un rojo violáceo, salpicado de nubes entrelazadas semejantes a un humo dorado. El río estaba de color purpúreo y tres casas de la orilla parecían arder.
Inclineme hacia mi compañera para decirle:
-Mire usted.
Pero me callé de pronto enloquecido y solamente la vi a ella. También ella estaba bañada en la luz rosada, un rosa de carne mezclado con un poco del matiz del cielo. Sus cabellos eran de color de rosa, de color de rosa eran también sus ojos y sus dientes, su traje, sus encajes, su sonrisa. Todo era del color de rosa. Y tan enloquecido estaba que creí tener a la aurora ante mí.
Se levantó dulcemente tendiéndome sus labios. Inclineme hacia ellos, estremecido, delirante; sintiendo muy bien que iba a besar el cielo, la dicha, un sueño convertido en mujer, un ideal descendido a la humanidad.
Pero entonces ella me dijo:
-Tiene usted una oruga en el pelo.
¡Y por esto sonreía!
Me pareció que había recibido un fuerte golpe en la cabeza.
De pronto sentime como si hubiera perdido toda la esperanza que tenía en el mundo.
Esto es todo, señora. Es pueril, tonto, estúpido. Desde ese día creo que no amaré jamás... Pero... ¿quién sabe?
[El joven sobre cuyo cuerpo se halló esta carta fue sacado ayer del Río Sena, entre Bougival y Marly. Un marinero compasivo, que lo había registrado para saber su nombre, presentó el papel que acabamos de copiar.]
Guy de Maupassant
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Es tu sonrisa mortal, en mi mente, la aurora eterna de mi vida.
Que ni ella ni tú dejen de existir, porque ¡válgame!, sería un hombre sin dicha.
Tu sonrisa suspende el sórdido y monótono vaivén de la calle, que aunque se instaure en contra de mis voluntades, se hace insignificante contigo en casa;
y es allí cuando la sangre nueva me recorre y aviva mi pecho, y lo colma, lo rebosa;
y hace que la luna sea eterna, que tu cadera sea fuente, que la noche superpuesta sea fija, el frío su sufijo y tus brazos la fragua de mis esperas.
De verdad me cuido de tu partida, porque una meta se puede perder, porque un rosal se puede secar,
porque seguro tu sonrisa no sólo ha de tocarme a mí.
El mundo abolido de David Blanco. http://phillies-d.tumblr.com/post/110402443108/el-mundo-abolido
Disculpa la tardanza, no tenía fotos de sonrisas.
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Tarde o temprano
Homenaje a Nezahualcoyotl *
I No tenemos raíces en la tierra. No estaremos en ella para siempre: sólo un instante breve.
También se quiebra el jade y rompe el oro y hasta el plumaje de quetzal se desgarra.
No tendremos la vida para siempre: sólo un instante breve.
II En el libro del mundo Dios escribe con flores a los hombres y con cantos les da luz y tinieblas.
Después los va borrando: guerreros, príncipes, con tinta negra los revierte a la sombra
No somos reyes: somos figuras en un libro de estampas.
III Dios no fincó su hogar en parte alguna. Solo, en el fondo de su cielo hueco, está Dios inventando la palabra.
¿Alguien lo vio en la tierra?
Aquí se hastía, no es amigo de nadie.
Todos llegamos al lugar del misterio.
IV De cuatro en cuatro nos iremos muriendo aquí sobre la tierra.
Somos como pinturas que se borran, flores secas, plumajes apagados.
Ahora entiendo este misterio, este enigma: el poder y la gloria no son nada: con el jade y el oro bajaremos al lugar de los muertos.
De lo que ven mis ojos desde el trono no quedará ni el polvo en esta tierra.
Poema de José Emilio Pacheco
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No tomes muy en serio lo que te dice la memoria.
A lo mejor no hubo esa tarde. Quizá todo fue autoengaño. La gran pasión sólo existió en tu deseo.
Quién te dice que no te está contando ficciones para alargar la prórroga del fin y sugerir que todo esto tuvo al menos algún sentido.
Poema de José Emilio Pacheco
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Erosión Tu lento nombre cae como una gota de mi memoria resbala en los muros, en la tina, en el suelo.
Cuando se canse de caer te miraré sin piedad con mis ojos rotos, y el pecho abierto Volviéndote agua de mi olvido.
Como una piedra se deshace entre ríos de agua dulce, se convierte en arena y muere en la soledad de mis ojos.
Poema de Miguel Dueñas, su blog, miguelmduenas.blogspot.mx
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Me encantan tus fotos y más que le sumes poesía. Me encantaría que le pusieras foto a algún poema mío. Saludos desde México. 😁
Hola. Gracias, pues puedes mandarme una foto y la subiré, tenía esto un poco abandonado por no poder subir las fotos al ordenador pero ya lo estoy solucionando. Mi correo es [email protected]
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Gracias por seguirnos. Somos de Málaga y nos gusta la originalidad. ¿Te podemos ayudar o aportar algo? Un abrazo
Gracias, os sigo porque tengo ganas de volver a Andalucía, con que subáis fotos me vale. :)
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Buen blog!!!! Me gusta tu trabajo, enhorabuena!
Muchas gracias :)))
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Quién hubiera dicho que estos poemas de otros iban a ser míos
después de todo hay hombres que no fui y sin embargo quise ser sino por una vida al menos por un rato o por un parpadeo
en cambio hay hombres que fui y ya no soy ni puedo ser y esto no siempre es un avance a veces es una tristeza
hay deseos profundos y nonatos que prolongué como coordenadas hay fantasías que me prometí y desgraciadamente no he cumplido y otras que me cumplí sin prometérmelas
hay rostros de verdad que alumbraron mis fábulas rostros que no vi más pero siguieron vigilándome desde la letra en que los puse
hay fantasmas de carne otros de hueso también los hay de lumbre y corazón o sea cuerpos en pena almas en júbilo que vi o toqué o simplemente puse a secar a vivir a gozar a morirse
pero además está lo que advertí de lejos yo también escuché una paloma que era de otros diluvios yo también destrocé un paraíso que era de otras infancias yo también gemí un sueño que era de otros amores
así pues desde este misterioso confín de la existencia los otros me ampararon como árboles con nidos o sin nidos poco importa no me dieron envidia sino frutos esos otros están aquí sus poemas son mentiras de a puño son verdades piadosas están aquí rodeándome juzgándome con las pobres palabras que les di
hombres que miran tierra y cielo y a través de la niebla o sin sus anteojos también a mí me miran con la pobre mirada que les di son otros que están fuera de mi reino claro pero además estoy en ellos
a veces tienen lo que nunca tuve a veces aman lo que quise amar a veces odian lo que estoy odiando de pronto me parecen lejanos tan remotos que me dan vértigo y melancolía y los veo minados por un duelo sin llanto
y otras veces en cambio los presiento tan cerca que miro por sus ojos y toco por sus manos y cuando odian me agrego a su rencor y cuando aman me arrimo a su alegría
quién hubiera dicho que estos poemas míos iban a ser de otros.
Como árboles de Mario Benedetti.
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¡Azotadme! Aquí estoy, ¡azotadme! Merezco que me azoten. No lamí la rompiente, la sombra de las vacas, las espinas, la lluvia; con fervor, durante años; descalzo, estremecido, absorto, iluminado. No me postré ante el barro, ante el misterio intacto del polen, de la cama, del gusano, del pasto; por timidez, por miedo, por pudor, por cansancio. No adoré los pesebres, las ventanas heridas, los ojos de los burros, los manzanos, el alba; sin restricción, de hinojos, entregado, desnudo, con los poros erectos, con los brazos al viento, delirante, sombrío; en comunión de espanto, de humildad, de ignorancia, como hubiera deseado... ¡como hubiera deseado!
Oliverio Girondo
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El no el no inóvulo el no nonato el noo el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan y nooan y plurimono noan al morbo amorfo noo no démono no deo sin son sin sexo ni órbita el yerto inóseo noo en unisolo amódulo sin poros ya sin nódulo ni yo ni fosa ni hoyo el macro no ni polvo el no más nada todo el puro no sin no
Poema de Oliverio Girondo
Foto: Rosemarie Navarro
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Tú dices que amas la lluvia, sin embargo usas un paraguas cuando llueve.
Tú dices que amas el sol, pero siempre buscas una sombra cuando el sol brilla.
Tú dices que amas el viento, pero cierras las ventanas cuando el viento sopla.
Por eso tengo miedo, cuando dices que me amas.
.....
You say that you love rain, but you open your umbrella when it rains. You say that you love the sun, but you find a shadow spot when the sun shines. You say that you love the wind, but you close your windows when wind blows. This is why I am afraid, you say that you love me too.
by Qyazzirah Syeikh Ariffin
Foto: Rosemarie Navarro.
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Buenas, me encanto tu tumblr. Tenes facebook asi mantenemos contacto y charlamos?
Hola. Sí, soy Rosemarie Navarro, la única que vive en Madrid, creo. ¡Tienes buenas fotos!
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