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[M]Ariel y el Capitán
Ella toma el ascensor sin temor a que se caiga.
Tiene las medias incómodas asi que aprovecha ese momento de intimidad para levantarse la falda y acomodarlas. Se abre la puerta del ascensor. Mariel sale, y se cruza con dos damas que le dedican una mirada molesta.
Una mirada penetrante.
Una miradade reproche.
Esa mirada acusatoria: ¿Por qué te estoy viendo?¿Por qué nos hacés esto?
Esa mirada egoista de las personas que no entienden. Sin embargo Mariel levantó la nariz y siguió caminando porque no le importa.
Llegó al 5to C. Golpeó dos veces la puerta. El capitán abre la puerta y le regala una gran sonrisa. La deja pasar antes de darle un beso en la boca y otro beso en la frente.
-¡Mariel! -Le dice con voz profunda, con voz ronca de fumador- te preparé un poco de té pero también hay café ¿Qué querés?
Mariel se sienta y con una voz particular, que al capitán tanto le gustaba le responde que “quisiera té, con un poco de limón, quizás más tarde un café, un habano y ¿por qué no? Unos besos.
Por otro lado las damas que apresuradas recorrían el pasillo para encontrarse con el ascensor aún abierto, bajaron hasta planta baja y allí se reunieron con todos los del consorcio: como todos los jueves estaban reunidos esperando solucionar problemas, hablar de las cosas que sucedían en el edificio, sus preocupaciones y molestias.
Y obviamente, hablaron de Mariel y el Capitán.
Una vez que alguien los mencionó, una vez que alguien dijo “Mariel y el capitán” todos alzaron la vista, todos tenían algo para decir.
Sobre todo las damas.
Tan indignadas.
Tan molestas levantaron la voz, como nunca, y declaraban la situación como un escándalo, que había que hacer algo para detener tremenda falta a Dios, tremendos pecados; que no podian permitir que bajo su mismo techo Mariel y el Capitán se amaran…
Si es que es amor lo que esas dos personas hacían, según ellos sólo era una tontería, una degeneración, problemas mentales, pero amor no.
Cualquier cosa menos amor.
El consorcio caldeado por el calor del verano, por el calor del alcohol, y por el calor de saber que todos los demás de alguna forma estaban de acuerdo con esos deseos… tan viscerales y violentos, empezaron a planear…
Todos allí estaban de acuerdo con que algo debía terminar y ellos, ellos eran los adecuados para ponerle fin para siempre. Que de alguna forma, esta situación infernal, se hacía puesto en su camino para cumplir el deber de Dios.
Ella toma el ascensor, sin emor a que se caiga.
Escucha con mínima atención el correteo de los niños por los pasillos y sus madres gritando que presten particular atención con el ascensor. Un ascensor descuidado, que subía haciendo un ruido constante como si en cualquier momento se pudiera caer.
Y así fue.
Mariel sintió el mismo vértigo que sentía cuando al dormir, creia que caia al vacío.
Mariel no llegó a su destino.
Mariel cayó en su caja de metal.
Hacia el suelo.
Hacia el piso.
Luego de varios pisos Mariel cayó en silencio.
Porque sabía, sabía lo que estaba pensando.
Porque era sólo cuestión de tiempo.
Mariel alcanzó el piso y murió al instante.
Arriba, se escuchaban risas.
Risas nerviosas.
Risas que no eran felices, eran de victoria, de satisfacción.
Risas histéricas, porque habían matado.
Los asesinos corrieron llamando a otra reunión de consorcio.Y así fue como todas las damas aparecieron con sus mejores galas, peinados altos y las narices espolvoreadas. Todas sonrientes ¿Felices?
Algunas de ellas tomando sus faldas y pensando que eran las únicas que debían vestirlas. Los hombres invitados por el whiskey y la celebración las sacaron a bailar decididos a festejar la muerte de Mariel.
El capitán extrañado, asustado y sospechando busca a Mariel, con la música y los gritos de celebración musicalizando el momento como en una burda comedia. Las risas agudas de las damas como cuchillos sobre la mente.
El capitán encuentra a Mariel.
El capitán encuentra lo que fue de Mariel.
El capitán se espanta, se toma la cara tan fuerte que se lastima la piel con las uñas.
La música no cesa en el fondo, las risas parecen cada vez más cerca, enloqueciendolo.
El capitán se suicida y nadie escucha su dolor ni el ruido de la bala, la música está demasiado fuerte porque el consorcio está celebrando.
Celebra la muerte de Mariel y la desgracia del capitán.
Cuento corto inspirado en la canción “Mariel y el Capitan” (1972), originalmente titulada “Ariel y el Capitán” pero el nombre cambió por el contexto de dictadura.
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Hastío
Tengo ganas de arrancarme el corazón con las uñas. Dejar sin oxigeno todo mi cuerpo, y así, dejar de sentir. Ser una carcaza inerte como un vegetal deshidratado. Convertirme poco a poco en alimento para seres menos complejos.
Quisiera dejar de sentir y apagarme una vez más. Estoy harta de sentir. Estoy harta de no encontrar respuestas ni en mi propia mente.
Me ahogan las ideas.
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Bang Bang Kiss Kiss
Todos los días se siente igual. Como si mañana no fuera a pasar.
Lunes, tengo los labios secos y agrietados. El cigarrillo me apesta los dedos y no me deja pensar. Una pitada tras de otra podría mentir pero prefiero seguir fumando una vez más y el tiempo pasa y no es necesario hablar. Tengo la boca ocupada besando la colilla una vez más en lugar de besarte a vos. ¿No es genial? Martes. Duraznos y manzanas verdes me esperan antes de llegar. Entierro mis dientes y se mojan mis labios, dulce como algunos recuerdos. Tengo la boca llena de sabores y recuerdo los tuyos y tu carne no vegetal. Tengo otra vez los sentidos atorados para no pensarte.
Miércoles, y las horas se complican. El café sólo me hace pensarte. Tengo los sentidos eléctricos, mis dedos largos se enroscan sobre la taza y los recuerdo sobre tu pelo. Tengo cada vez menos fuerza para esquivarte incluso en mi mente.
Jueves. Y me embriaga el sol sobre la cara, no puedo ver. La gente no me deja pasar y ahí está tu cara entre la gente invitándome a pasear. ¿Será que nunca me vas a abandonar?
Viernes. Es verano y el agua me llega hasta los ojos. Tengo frío pero no pienso parar. Cada momento se siente igual. Incluso ahora flotando sobre el agua y sin el peso de la tierra sobre mis pies. Flotando en la superficie estoy ¿Así se sentirá morir?
Sábado. Otro día recordandote. Los tragos me nublan las ideas, el hielo me congeló los labios. Ya no sé cómo olvidarte. Mis muñecas están atadas a tu lado como un castigo infernal. Al final sólo será cuestión de tiempo, ¿Verdad?
Domingo. Se terminó por fin. Hoy es el día en el que no hay vuelta atrás. Las yemas de los dedos sobre el metal. Toda mi palma contra el mango. El arma inerte me mira de frente como un cíclope. Los labios sobre su ojo. No hay vuelta atrás. Se escuchó un click. Un Bang. Y adiós.
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Las escondidas
Estoy escondida atrás de mis ideas y mi temor. Me oculto un poco más cada mañana para dejar de ser yo.
Tengo miedo de salir y recibir todas las balas de una. Todas merecidas.
bang bang
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Luces
Una cuna en tu sonrisa y volvés a sanarme. Las manos sobre tu pecho y mis caderas sobre las tuyas.
¿Te acordarás de mi? Tengo tu boca sobre la mía y tu aliento dulce sobre mi cara. Cuántas veces te voy a tener para mi.
Una, dos, tres, cientos. Todas las que sean necesarias para disfrutarte. Se aprieta mi carne contra vos, y me mirás con los ojos incendiados y siento que me derrito para vos.
Una vez más me ganaste y derrumbaste mis paredes, mi corazón se agita y nada tiene que ver con que no dejo de moverme sobre vos. Tengo los labios ardiendo y ahora vamos en tu auto. Rápido, puedo sentir cómo disfrutás mi risa y mis sonrisas porque te las dedico todas a vos. Después me llevás de la mano y las luces nos hacen ver hermosos, hermosos juntos. Despues giro y vos te reís y te mordés los labios. Me reclamás, yo te sonrío y espero, porque es la primera vez que me siento así, y acá estás para mi. Un rato más y tus manos hermosas vuelven a mi pecho y me río porque soy feliz y así se siente cada vez que decidís compartir conmigo. Tengo mi boca en tu espalda y tu olor me llena los pulmones. Quizás estoy flotando o quizás me estás acunando.
Volvés a llevarme y podría morir y soy feliz.
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Los días pasan y jamás volví. De alguna forma dejé lo que fui atrás. La ciudad tecnicolor, las luces de los barcos, Rosario nunca volvió a mis pies. Yo nunca volví a Rosario.
Todas las noches perdidas con los ojos en llamas y la boca reseca. Todos los amantes olvidados y las lágrimas resguardadas. Recuerdo a mis amigos corriendo atrás de mi, en ese taxi que me alejó de ellos definitivamente y en todos los sentidos. Nunca más encontré ese sabor.
Quizás fue la juventud, quizás es la nostalgia, todos los días te recuerdo con ese manto poco nítido de los recuerdos. Como una cinta vieja.
Estoy de nuevo pensando que estarías cerca. Quizás no debería engañarme más.
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Tiempo
Quisiera escribir, de amor, de dolor, de tristeza. Quisiera escribir sobre vos.
El dolor de esperar todos los días para darme cuenta al final que estoy sola de principio fin. De las columnas que sostienen mi vida y mi felicidad solo dependen de mi.
Y yo acá esperandote, nunca vas a mirar atrás, nunca va a volver a ser lo que fue, porque el tiempo pasa y es arrasador, nos arranca de a poco la cordura, nos desmorona contra el piso y cuando algo parece que brila sólo es el reflejo de algo que no existe.
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Fuego y humo.
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Me dijiste que sì, que no.
Me diste a elegir blanco o negro.
Me dejaste atrás y luego me empujaste.
En caída desapareciendo voy, como la lluvia de verano.
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