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Vagabundo soluciona pandemia mundial
Una modesta proposición a las acertadas acciones del aparato estatal, científico, médico, empresarial, militar, psiquiátrico y demás instituciones, que a través de sus inmaculadas herramientas y misteriosas leyes sólo veladas a personal profesional y capacitado, llevan a cabo la erradicación de una oscura pandemia que asola al mundo. Saben, yo soy un simple vagabundo que ha vivido muchos años de una lejana herencia, esta simple dicha me permitió dedicarme durante decadas a observar el pintorezco comportamiento humano; desde el sutil movimiento de manos del almacenero tomando el vuelto del viejo borracho a la tierna amistad de los rusos y estadounidenses dentro de la estación espacial internacional. De la agobiante espera del docente bulboso sobre la parada del colectivo a las noticias periodísticas de las guerras por el control del estrecho de Ormuz. He visto a tiempo completo el lozano nacimiento de un sueño convertirse en ideología hasta el entumecimiento, puedo decirles con exactitud atómica en qué momento el jazmín ofrecerá al olfato humano su dulce perfume. Muchos creen que tengo más de cien años y otros apenas me dan veinticinco, nadie, a pesar de mis signos, sabe con exactitud mi posición económica, unos me creen acomodado, mas otros, infortunado. Cada vez que me expreso, el gentío construye a mi alrededor un muro de silencio, querido amigo, dicen que es el precio que pagan los creadores, mas que vulgar altanería considerarme tal cosa ¿no es acaso como masturbarse el ego en público? Un acto tan grotesco sólo puede expulsar y acabar resbaladizas superficialidades pronto a caer al suelo. Pero crear, amigo mío, es dejar de escribir poemas de amor con la enciclopedia de palabras en la mano ¿El amor? Ese es otro cantar... Ya basta de hablar de mí mismo, yo, yo, yo, hoy, frente a un catastrófico asunto colectivo todo el gentío retuerce la cuerda del yo-yo pretendiendo quedar cerca del pulgar de quien mueve los hilos; artistas cantando a la esperanza, intelectuales hablando sobre Napoleón y los ochenta kilómetros a Moscú, médicos en televisión postulando discursos higiénicos del siglo XVIII, burocrátas de oficinas haciendo el pavo en los balcones, militantes políticos preguntándose con que zapatos se vistió el presidente y si puede prosternarse a besarlos. Pero quien, verdaderamente le ha puesto cara a dicho problema y está oculto en un rincón donde las cámaras televisivas no llegan. Sencillo, la eterna cucaracha que ni los meteoritos, ni las bombas atómicas, ni el genocida silencio de la clase media ha podido matar jamás, su sólo nombrar causa nauseas: el negro de mierda, el drogadicto, el inmigrante, el indio sucio, la puta, el travesaño, el puto, el enfermito mental, el pobre, el villero, la mujer, el hombre loco, el viejo loco, los viejos soretes, las viejas y sus sucias pretensiones de vivir con dignidad. Saben, yo comence diciendo que tenía una modesta proposición, y ahora que lo recuerdo, es un hermoso e ilustrativo título de un brevísimo ensayo de un grandísimo sublime e inmenso escritor, olvidado por todos los idiotas que se dedican a las letras, él ha sido muchos de esos epítetos, a saber; pobre, inmigrante, hombre loco, viejo loco y algunas pestilentes lenguas dicen que puto. él era Jonathan Swift y en 1730 soluciona de modo brillante un problema que aquejaba a los campesinos irlandeses, que se encontraban en la espantosa situación entre darle de comer a sus hijos o pagar el alquiler de sus tierras. Su modesta proposición ante el problema de que los campesinos amaran mucho, por ende crearan mucho, podrían a modo de pago entregar a sus hijos para que los terratenientes se los coman, los campesinos tenían una boca menos que alimentar y los terratenientes comían rosados cuerpecitos humanos. Fin del problema, ¡Elegante y sencilla elocuencia! ¿Por qué no nos comemos a los pobres? ¿Por qué no devoramos al desempleado, pero ojo, cuidándonos, no saliendo de casa, llamando a un mister-glovo que todo lo puede desde esquivar balazos a inmunidad de virus y bacterias. Que alegre fiesta estoy contemplando, todos juntos en un festín, con saluditos de codo y a distancia prudencial, devorando al indio tehuelche y de paso violando y degollando alguna mujerzuela. ¿Cómo carajos puede continuar impasible, imperturbable, el pueblo frente a tamaño genocidio? ¿Cómo puede el docente de guardapolvo blanco jugar a la continuidad pedagógica por whatsapp con chicos que encuentran amor, paz y contención y libertad sólo en la escuela porque en sus casas lo muelen a golpes, algún director asesoró por lo menos, a esos niños con un teléfono contra la violencia familiar? ¡Que hipocresía, que mundo de mierda! Nosotros aquí, solucionando individual y pasivamente problemas de carácter colectivo, mientras el motor no se detiene, nunca se detiene, nunca se detuvo. El desempleo avanza, Las deforestaciones avanzan, las venenosas fumigaciones avanzan, la trata de blanca avanza, la xenofobia avanza, el fascismo avanza, la dictadura del capital se impone, y el desierto... "el desierto avanza... ". Nosotros, toditos, quietos. No, que no me dejen mentir, estar quietos y verdaderamente quietos sería un acto heroico, pero ya estamos manoteando el tablero con los guantes de latex para seguir reordenando y salvando otra vez el viejo mundo, ahorita un poquito más viejo, más en retroceso. Había otro loco, muy loco y de lenguaje hermético, un francés, un tal Deleuze, él decía “El objetivo último de la literatura es poner de manifiesto en el delirio de la creación, un estado de salud, o esta invención de un pueblo, es decir una posibilidad de vida. Escribir por ese pueblo que falta”. Pero yo, amigo y amiga mía estoy ya muy cansado de escribir, he dejado ya todo el líquido de mis articulaciones por ese pueblo que falta, que esta ausente. He fantaseado con el ser y la muerte, me he dejado seducir hasta en lo más pornográfico y degenerado en la busqueda del ser y de esa muerte a través del lenguaje, hoy veo muy claro que la verdad no está en el intelecto, en continuar jugando hasta irritarme los sesos por esa jugada que ponga en jaque al rey, sino que eternamente y siempre estuvo en el sensato y fácil acto de patear el tablero y crear un mundo nuevo. Los saluda amablemente, un simple vagabundo.
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