silentrvbellion
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Anya.
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“I have to find another path. Divine my own future. One uniquely mine. Not a page from someone else's book. Not a fate that begins and ends on page one.”
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silentrvbellion · 5 days ago
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silentrvbellion · 5 days ago
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silentrvbellion · 13 days ago
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El día que todo cambió.
Era diciembre y la temperatura en Italia era tan fría algunas noches, que agradeció regresar a casa. Cuando se metió en el avión (durante nueve horas), lo hizo con el corazón pesado por la despedida, pero lleno de promesas. La próxima vez que Giulia y ella se vieran, sería febrero. Febrero, fecha ya marcada en el calendario. Celebrarían San Valentín juntas, y probablemente terminara escribiendo una canción sobre lo mucho que agradecía su existencia. 
Siempre que escribía de su mejor amiga usaba un seudónimo, por petición de la chica. No le importaba hacerlo, igual que con su familia. Se moría por verlos a todos, en concreto a su padre. El vuelo se le hizo eterno, incluso aunque estuviera utilizando el jet privado de Alaric. Nunca lo admitiría en voz alta, pero esos eran el tipo de privilegios que le gustaban.
Aprovechó para dormir, para escribir, para jugar con sus acuarelas nuevas y simplemente desear que el viaje terminase. Debía estar acostumbrada, con la popularidad que había adquirido en los últimos años, pero nunca terminaría de hacerlo. Al fin y al cabo, no había nacido con esa cantidad de dinero.
El viaje llegó a su final mucho más tarde de lo que a ella le habría gustado, y eso que iban más rápido que un avión, y que no habían hecho escalas. Mientras bajaba del jet y recogía sus maletas, el cansancio, el jet lag y una extraña sensación se asentaron de golpe en sus hombros. El coche de Alaric esperaba junto con su mayordomo, Edward, que le dedicó una sonrisa mientras metía las maletas en el maletero.
Alaric Lowell esperaba fuera del coche, y se aproximó a rodearla con los brazos con una sonrisa tan diminuta que podría haber sido su imaginación. 
—¿Qué tal el viaje?
—El avión agotador, el viaje en sí, maravilloso.
Los dos entraron en la parte trasera del coche, se abrocharon los cinturones y pusieron rumbo a la ciudad. Edward no había necesitado preguntar a dónde se dirigían, pues iba a ir directa a casa. Echaba de menos a su padre, su habitación, el olor de su colonia, de su barrio y a Paws. Cerró los ojos durante el viaje, pero no se permitió quedarse dormida, aunque el traqueteo era relajador. 
En un intento desesperado por mantenerse despierta, entabló conversación con su tío. Sobre la empresa, sobre los chicos, sobre esa mujer con la que se rumoreaba que se había estado viendo a escondidas. Las revistas de cotilleos de Nueva York estaban encantadas con la vida privada de cada uno de los miembros de la familia Lowell, incluyendo la del más pequeño, y las diseccionaba a más no poder.
Las respuestas que obtuvo fueron, en su mayoría, satisfactorias. Como de costumbre, Alaric ignoró la pregunta sobre su vida romántica. Anya chasqueó la lengua contra el paladar y suspiró derrotada. Pero, cuando las preguntas se volvieron en su contra y fue su turno de recibir un interrogatorio, que no respondiera no le parecía tan frustrante.
La sonrisa sabihonda del hombre a su lado le hizo poner los ojos en blanco. Había sido a propósito, claro. Le devolvió el gesto y pasó a observar la ventanilla. La ciudad pasaba con rapidez. Edificios, negocios, parques, peatones, conductores. Eran pequeñas motas de polvo que a ella le gustaba aplastar imaginariamente, deseosa de retornar al hogar.
El coche fue reduciendo la velocidad según se iban acercando a su calle, y ella estaba más que lista para quitarse el cinturón y coger sus maletas. Había comprado un montón de cosas para todos, incluyendo ropa para ella y souvenirs para sus mánagers. Cuando al fin doblaron en una esquina, la emoción pudo con ella y se reacomodó en su asiento, pero la imagen que vio la dejó fría.
—Pero, ¿qué…? Para el coche, para el coche.
Frente a la puerta de su hogar, varios policías sacaban cajas marrones llenas de papeles, y su padre observaba al lado de la puerta, con las manos a la espalda y esta recta. Anya frunció el ceño mientras Edward obedecía las indicaciones de Alaric, y se desabrochó el cinturón. 
Incluso antes de que el coche se detuviera, ella ya estaba bajándose. Fue corriendo hacia Grigory, esperando que le dijera que aquello era un malentendido, pero no la permitieron que cerrara la distancia entre ambos. Uno de los policías uniformados —uno de los compañeros de su padre, de los hombres que la habían visto madurar y dar el estirón, que habían tomado té de mentira con ella, visto partidos en su casa— se interpuso con una disculpa, y si el shock había tardado en manifestarse en el rostro de la muchacha, lo cierto es que ahora por fin lo hizo.
Como un golpe de realidad, la disculpa del hombre, apenas un «lo siento, Anya» cimentó sus pies al pavimento y la convirtió en una extraña. Su padre habló, probablemente saliendo en su propia defensa, pero ella no era capaz de observar nada. No podía, estaba congelada. Para cuando al fin reaccionó, lanzándose contra el coche en el que acababan de encerrar al único hogar que había conocido en toda su vida, este ya estaba arrancando.
Y ella se quedó ahí, acompañada de Alaric y de Edward, justo cuando el cielo decidía que era adecuado comenzar a resquebrajarse sobre ellos. Meses más tarde, no recordaría la lluvia, ni el resfriado, tampoco el rostro de alegría de Silas por tenerla en casa, pero sí las tres palabras.
Lo siento, Anya. Como si no se pudiera haber evitado, como si no mereciera más explicaciones. Lo siento. Como si no fueran las palabras más vacías que había escuchado nunca, ¡como si los estuvieran obligando a detener a su padre! ¡Como si la lealtad no significara nada! Y tampoco la culpa, que brilló por su ausencia cuando le dieron a otro el puesto que Grigory Zaytsev había ocupado.
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silentrvbellion · 21 days ago
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"Out of all the ways to lose a person, death is the kindest."
Me llamo Jace. Bueno, Jonathan Christopher Stern, pero nadie me llama así. Jace es más corto. Nací en Serbia, vete tú a saber dónde, un 21 de noviembre de 2003. Mi madre solía decir —las pocas veces que me dirigía la palabra— que fue la noche más fría del año, y que yo debía haber sido un regalo de los dioses. Já. Nunca me hablaron de mis abuelos, que llevaban muertos unos años, ni de mis tíos si es que existían. Soy [Una pausa, corta. Parece pensárselo mejor.] Era hijo único, pero ni Adrijana ni Miroslav tuvieron más hijos. 
[Desenfoca la mirada. Suspira. El silencio se extiende unos segundos, después se echa atrás en su asiento. La silla cruje, el escenario: un almacén polvoriento. En pantalla se aprecia un colchón roñoso en el suelo y cartones en las ventanas. Se aclara la garganta.]
Se mudaron a los Estados Unidos buscando una vida mejor, y vaya que si se la dieron. Abrieron una pastelería en Queens, y al principio iba todo bien, o eso decía Miroslav entre whisky y cerveza. Tenían que pagarle un impuesto a la mafia de turno, los Zhakarov. Por protección, decían ellos, pero si no creas un peligro, no tienes que proteger a nadie de nada. El caso es que terminaron por casi sofocarlos, subiendo y subiendo los impuestos hasta que tuvieron que cerrar.
Mi adorado padre decidió buscar consuelo en el culo de una botella y mi madre en su cama. Que la vida le pesaba, decía. [Ríe irónicamente.] Supongo que ser un niño que necesitaba comida e ir al colegio era una gran carga. [Chasquea la lengua contra el paladar.] Así fue cómo empecé a buscarme la vida, y cómo una cosa llevó a la otra y crecí en las calles, robando a los tiburones mientras intentaba que no me comieran vivo, trapicheando, dejando la escuela de lado. El murciélago siempre me fascinó, me parecía un símbolo de esperanza. Siempre protegiendo a la gente, sin mancharse las manos de sangre. [Su tono es amargo, su mirada soñadora. Se encoge de hombros.] Así que un día decidí robarle las ruedas del coche. Batman no se toma bien que le roben, ¿sabéis? Recuerdo distinguir la furia en su mirada, y algo más.
Pensaba que iba a llevarme con la policía, y en su lugar, me llevó hasta mi verdadero hogar. Muchos me conocéis, incluso debéis estar sorprendidos. “Jace, tú estás muerto”. Sí, lo sé. Me han llorado en todas las televisiones, me perdí mi propio funeral, pero dicen que fue una fiesta. Probablemente cosa de Silas, o de Xavier. De Anya seguro que no. El caso es que acabé siendo entrenado para formar parte del gremio de ladrones, en el que al final entré, por supuesto, pero el problema era que, legalmente, seguía viviendo con los Stern.
Recuerdo volver a casa un día, después de varios fuera, y no encontrarlos. No había nada, ni una sola nota. [Frunce el ceño.] No se llevaron nada, y la entrada no estaba forzada. Nunca más supe de ellos. Durante una temporada, me negué a abrir la boca. Así fue como terminé en la mansión Lowell, bajo la protección de Alaric. Por suerte, y también por desgracia, solo que me negué a adoptar su apellido. Pero eso ya lo sabéis, sale en internet. Toda mi puta vida, plasmada en revistas de cotilleos solo por ser hijo adoptivo de quién soy. [Se lleva el pulgar a la boca, y se muerde la uña. Parece descontento.] El hijo pródigo, me llaman, el rebelde. Jesús, que solo soy una persona con fallos, como todo el mundo. Y ninguna familia es perfecta, no creáis que Anya es perfecta.
[Suspira.] Os estaréis preguntando cómo es que sigo vivo, después de todo ese asunto del accidente… Bueno, digamos que no es que Batman me protegiera demasiado bien. Tampoco Alaric. Mucha mierda, muchos enemigos. Y lo pagué yo, que solo buscaba ser el mejor Robin hasta la fecha, que admiraba a mi padre tanto como a mi mentor. Yo, que apenas comenzaba a vivir. Yo, que no he sido vengado. [Sacude la cabeza.]
Aún no entiendo cómo volví, pero lo que tengo claro es esto: Jace Stern-Lowell está muerto. Red Hood vive.
Nombre: -
Apellidos: -
Alias: Red Hood.
Edad: Se estima que entre 22-27.
Ocupación: Vigilante.
Antecedentes penales: Extorsión, homicidio, hurto, secuestro, tortura, delitos contra la propiedad intelectual, tráfico de estupefacientes.
Observaciones: Comportamiento errático y violento, mayormente en la capital del Estado.
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silentrvbellion · 21 days ago
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Curiosity often leads to trouble.
Nombre completo: Anastasia Zaytseva Lowell.
Fecha y lugar de nacimiento: 18/04/1999, Perth, Australia.
Ocupación: Cantautora y compositora. Vigilante conocida como Batgirl desde hace algunos meses.
Especie: Humana.
Familiares: Grigory Zaytsev (padre biológico), Naomi Hartley (madre biológica). 
Alaric Lowell (1981), Jace Stern (2001), Xavier Lowell (2003) y Silas Lowell (2009). Los Lowell son amigos de su familia, Alaric es considerado su segundo padre y los chicos sus hermanos/primos.
Historia: Al contrario que la mayoría de su familia adoptiva, su infancia no fue trágica, ni bizarra. Sí, su madre falleció por complicaciones en el parto, pero Grigory siempre la crió como lo que era: su bendición y lo mejor que le había pasado en la vida. A la niña no le faltó de nada, a pesar de la ausencia de Naomi, que había sido novia de su padre desde el instituto. El policía dedicaba todo su tiempo libre a su hija, apuntándole a los mejores colegios que se podía permitir mientras que, en su trabajo, se encargaba de dar caza a los criminales.
La pequeña familia terminó en Nueva York por un ascenso, y también porque era lo que Naomi y él llevaban discutiendo desde hacía décadas. Una forma de honrar los deseos de su madre, podría decirse. Mientras se adaptaban a la nueva ciudad, Grigory hizo migas con el millonario Alaric Lowell tras un par de encontronazos que no le serían revelados a su hija, como forma de mantener el anonimato de Batman. Esto hizo que la muchacha terminara también bajo su ala, y eventualmente pasara a formar parte de su familia.
Por suerte para ella y no tanto para su padre y su “tío”, la muchacha idolatraba a Batman. Le seguía los pasos, obsesionada por desenmascararlo solo para poder trabajar con él. Su padre trató de alejarla como buenamente pudo, igual que Alaric, pero no había límites para su obsesión. Se hizo conocida en redes por subir covers desde su habitación, eventualmente terminando en una discográfica, y utilizó su influencia para hablar de los vigilantes de su ciudad.
En un intento por conseguir que guardara silencio, Jace, para aquel entonces aún Robin, apareció en su ventana y la amenazó para que parase sin consentimiento de Alaric. No solo no funcionó, sino que la australiana reconoció sus gestos. Poco después, se enfrentaría a su tío y le exigía unas explicaciones que él no tenía por qué darle. Apenas era una adolescente cuando esto pasó, tendría quizás, 17 años. 
A medida que su fama crecía, decidió abandonar sus estudios para sacar su primer EP “minor” en 2019. Apoyada por su padre y Alaric, dos de sus mayores fans, olvidó todo el asunto de convertirse en la acompañante de Batman y Robin durante el tiempo suficiente como para que la paz le respirara en la nuca. Tuvo sus amoríos fallidos, amistades que no llegaban a buen puerto y experiencias desagradables, siempre luchando por salir airosa. 
Justo en internet conocería a Giulia Vittore, con quién iniciaría una amistad que la acompañaría en los momentos difíciles, y que además le enseñaría a hacer programación. Ambas pasarían días y semanas enteras hablando, hasta que eventualmente traspasaran la barrera virtual y comenzaran a viajar para verse. En uno de estos viajes, en 2024, al regresar a casa, Anya se vio enfrentada a una realidad que nunca había creído posible: su padre, encarcelado. De ese momento en adelante, la muchacha comenzó a vivir con los Lowell. 
Con el paso de los meses, ha ido creando un alter ego para descubrir la verdad de lo ocurrido con su padre y comenzado a hackear tanto a la policía como al gobierno, si es necesario. Cuando es Batgirl, utiliza un modulador de voz y una peluca pelirroja.
Otros datos:
Jace murió hace unos meses en un incidente potenciado por uno de los enemigos de Batman, y aún así, Anya se culpa casi a diario. Va una vez en semana al sitio donde murió y habla con él, le deja flores y se asegura de que su foto esté limpia y cuidada.
Actualmente está de gira para promocionar su último disco, y sufre de continuos ataques de pánico antes de subirse al escenario. Necesita medicarse y, también, terapia. Intenta mantenerse ocupada escribiendo o garabateando.
Tiene un lagarto llamado paws, un regalo de Silas hace unos meses, el mismo tiempo que lleva residiendo en Lowell Manor.
Visita a su padre cada vez que puede en la cárcel, pero cada vez las visitas son más y más cortas. 
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