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Día 106

No te voy a mentir, he querido escribirte otra carta pero siento que no lo mereces. Te las he escrito en mi cabeza, pero no puedo evitar sentir tanta rabia. Pero ya se ha convertido en una rabia resignada, una vieja y harta rabia, de esas que se sientan en el balcón a ver a la gente pasar.

¿Qué te cuento? Que he soñado contigo, seguro lo sabes. Que he escuchado hablar de ti. Que te he maldecido bailando con extraños. Que desearía encontrarte en la calle para solo mirarte pasar y evitarte la mirada, que supieras que eres ya como un extraño para mi... para que al fin dejes de estar en mi cabeza. Que a veces pienso en dónde estaríamos si no se hubiera ido todo a la mierda. Que me imagino si quizás hubiéramos pasado la navidad juntos... sin duda para estas fechas ya estaríamos juntos y odiándonos.

¿Qué mierdas me hiciste? ¿Por qué todo empezó con esa pesadilla en la que desperté gritando? ¿Por qué no te vas y me dejas avanzar?

Quisiera deshacerme de ese salto cuántico que dimos en ese avión, quién te dio el derecho de besarme allí?

Desearía jamás haberte conocido

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¿Quién diría que en realidad nunca le tuve miedo a que me olvidaras... si no que más bien ese miedo era a la facilidad que tengo yo de olvidar?

Ojalá se hablara de lo peligroso de olvidar con el corazón que rellena esos vacíos con lo que le conviene.

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Día 4 de simulacro

A veces creo que elegiste este camino solo para que lo nuestro quedara inconcluso. Para que tuvieras algo de qué escribir. Qué ruin de tu parte… dejarme allí sola porque sabes que soy suficientemente fuerte para sobrevivir a esta ola que me está ahogando.

Prometiste muchas cosas… mentiste todo el tiempo.

Y ahora me quedo yo con la mirada condescendiente de la gente. Me quedo con ese cepillo que te compré. Me quedo con ese horrible collar que ni siquiera me gustó. Me quedo con tu olor persiguiéndome en las mañanas. Me quedo sola sin nadie que me recuerde que debo levantar la cabeza. Quería estar sola… pero sola con tu compañía, no sola con tu recuerdo.

Jamás te perdonaré ese acto tan ruin.

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Día 3 de simulacro

El día de hoy ha sido más fácil odiarte. Odiarte por haber decidido soltarnos. Todo el día sentí tanta rabia hacia ti que llegó un punto en el que sentí náuseas. Pero al mismo tiempo no dejé de verte en todas partes, es como si tu presencia me siguiera… ya no quiero verte. Aléjate por favor y bórrate de mi memoria.

Todo el día mantuve la cabeza en alto: “una reina nunca agacha la mirada” te escuchaba decirme al oído.

Una reina nunca mira hacia atrás y aún así aquí estoy��� día 3 llorándole en silencio a esa persona que tanta rabia me da. Tengo la sospecha de que mi almohada terminará por fundirse con el mar de tantas lágrimas.

“Una reina no llora” te imagino diciéndome. ¿Una reina? ¿Una reina de qué?

Callate! Yo convierto esta cama en mar si quiero… pero tú… ¿flotarías en mi inmensidad?

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Día 2 de simulacro.

Hoy me dieron la noticia. Te vas de la ciudad, regresas a la playa. Tengo una extraña sensación. Sé que esa decisión no la estás tomando por ti... espero seas feliz y encuentres el amor en todos los que te rodeen. Porque mereces todo el amor del mundo... quise yo dártelo pero al parecer hay amores que llegan a destiempo. Así que sólo me queda el consuelo de pensar que la vida te recompensará con ese amor repartido en cada museo que visites, en cada película que veas, en cada paisaje que camines, en cada sonrisa que compartas.

Ya no me puedo enojar contigo, sentí rabia al saber la noticia pero saber que le siguen días sin ti en esta ciudad me hace olvidar lo demás.

Los días son largos sin escuchar de ti, pero las noches son aún peores. Me queda utilizar el silencio de la noche para llenarlo con recuerdos tuyos. Recuerdo tu voz, recuerdo tus historias, recuerdo tus besos.

Lloro un poco, no te mentiré... lloro y dejo que tu voz dentro de la noche sea la que me arrulle.

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Esta es la primera de las muchas o quizás pocas cartas que te escribiré. Creo que me acostumbré a ti demasiado rápido, me acostumbré a nuestras charlas, casi diría que me hice adicta a ellas. Así que volcaré aquí esas palabras que palpitan pendientes en mi boca.

En esta corta historia tuvimos dos falsas despedidas, bien dicen que la tercera es la vencida.

Este simulacro es mi corazón negándose a estar roto, es mi corazón con la esperanza de que de verdad sucederá eso que dijiste y que en unos meses recibiré esa llamada tuya.

Me niego a creer que no son tus manos las que me están tocando, se ha convertido en una agonía abrir los ojos al sentir caricias. Busco tu olor, pero no lo encuentro, busco tus ojos pero no son los que me miran.

Me niego creer que esas cosas que nos prometimos eran solo nuestra alma tomando su último respiro antes de la real despedida.

¿Sentirás acaso tú lo mismo?

Duermo con el collar que me diste aferrándome a esas palabras.

No puedo dejar de pensar en el estúpido terapeuta que te dijo que esto solo era un amor de verano, tenía razón. ¿Tenía razón?