En estos días de confinamiento podes hacer un recorrido virtual por el museo de la memoria del en honor a las víctimas de la represión de Ortega y Murillo de abril 2018 en Nicaragua
En abril 2018 las y los jóvenes fueron derribando uno a uno los "árboles de la vida" mejor conocidos como Chayo palos, figuras que representaban el poder de la vicepresidenta de Daniel Ortega y esposa de este. Aún quedan unos cuantos, que también caerán como la dictadura de los Ortega Murillo
Abril en Managua. Cuando vimos los árboles moverse.
Francisco Javier Sancho Mas
Primero fueron los árboles del bosque. Las noticias del incendio en la reserva Indio Maíz. Yo estaba en España, a pocos días de viajar a Nicaragua. Y antes íbamos a asistir al primer premio Cervantes que se daba a la literatura centroamericana. Las imágenes de la universidad de Alcalá, en la patria cervantina, se me habían quedado grabadas desde niño. Veía con mi padre los premios Cervantes como si fuera la investidura de los caballeros andantes, que para mí eran las mujeres y hombres de letras.
Pero entonces Nicaragua empezó a arder. Primero la tierra como el preludio del incendio humano que vendría después. Se quemaba Indio Maíz, y la sangre joven del país también ardía ante la lentitud e inoperancia de una dictadura más acostumbrada a la intriga, a la violencia y a la publicidad engañosa. Y a los jóvenes, en las calles, se unieron los mayores. Pero tras ellos corrieron ladrones armados con palos y con cascos de motocicleta. Golpeaban a todos. Robaban carteras. Fue cuando la cámara de algunos empezó a mostrar lo que ocurría, sin engaños. La violencia, como siempre, fue la primera respuesta del régimen. Y entonces, los primeros muertos, cuando aún podíamos recordar sus nombres, antes de que se nos perdiese la cuenta de ellos y de los desaparecidos.
La universidad de Alcalá era una vela, de un día de luto. Y al poco, me vi en Nicaragua junto a varios de los míos. Y vi los árboles derribados, las enormes locuras de metal. Y vi el azul y blanco en todas las puertas del barrio, y del otro barrio, y del otro y del otro. Y vi las frases, las miradas, un país nuevo que casi había empezado. ¿Pero cuándo? Y los muchachos en la universidad dispuestos a morir por un ideal que no se paga, como el Quijote de Cervantes. Y al poco me vi en la marcha del día de las madres. Bajo los disparos, cuerpo a tierra, refugiado en Catedral, temblando sí, como las primeras horas de una mañana en un bosque húmedo, como el primer día de algo, de un mundo, que aún tarda en llegar. Pero reconozco ese friito, el miedo de las primeras cosas, el dolor incluso de todos los que perdimos. Llegará, sin duda. Los árboles ya se han movido.
Perpleja me quedé al ver como se ensañaron con quienes protestaban en Camino de Oriente ese 18 de abril de 2018. La rabia llegó enseguida al ver que las turbas orteguistas a punta de tubos, piedras y garrotes la emprendieron contra quienes protestaban pacíficamente. Por unos segundos, me quedé sin respiración al ver que como a un colega periodista le arrebataron su teléfono móvil desde el cual transmitía la manifestación, y le golpearon fuertemente en la cabeza, ahí nomás cayó desmayado. También a la activista de derechos humanos Ana Quirós, quien resultó con heridas en la cabeza y dedos fracturados. Al resto de periodistas y personas que protestaban les robaron sus equipos como cámaras fotográficas, de vídeo y teléfonos celulares
Fueron días con emociones fuertes. Dormía poco, lloraba, me indignaba, tuve miedo y mucha impotencia al ver en la carne de los estudiantes universitarios las balas de los paramilitares y las turbas orteguistas. Desde el exterior me agrupé con diversas personas para denunciar la represión y graves violaciones de derechos humanos que aún persiste en Nicaragua, pero la llama de la esperanza sigue viva aunque no se pueda salir a las calles a protestar sea por la represión o la pandemia de la Covid19. Resistir es también desobedecer a los llamados del régimen a sus actividades públicas o hacer vida normal.
A dos años de abril de 2018, la lucha continúa. Seguiré exigiendo justicia y esclarecimiento de los asesinatos de los autores intelectuales y materiales, y reparación a las víctimas.
En esta rebelión de abril de 2018 la solidaridad española ha gritado presente! Ellos son una brigada de médicos que solían operar voluntariamente a personas de las zonas más empobrecidas de Nicaragua
Llevo en el extranjero muchos años, así que no estuve atrincherada ni en los tranques. Pero mi gente si.
Tengo una bombilla de uno de los chayopalos que me trajeron como un trofeo. Cayeron los palos, y caerá el régimen también. Nunca voy a olvidar la alegría infinita que sentí cuando los vi caer.
Me recordó tanto a lo que ahora se conoce como "el día de la alegría", en aquel malecón abarrotado de gente mientras el caballo del tirano caía al suelo.
No olvidaremos el fuego que se nos prendió dentro. Ese fuego, esa fuerza de lucha sigue encendida.