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No hay nada de malo en extrañar.

No hay nada de malo en extrañar, me repito mientras el pecho me arde.

Porque si extraño es porque lo quise, porque de verdad soñé con quedarme en su mundo, con que fueran sus brazos mi refugio, con que sus ojos fueran los que me acompañaran en la construcción de una vida.

Pero el destino no quiso, o él no quiso, y eso duele como mil cuchillos a la vez.

No hay nada de malo en extrañar, pero cada vez que lo hago también me obligo a soltar.

Le deseo, aunque queme, que encuentre la paz que no supo buscar conmigo, que halle en otros brazos lo que no supo sostener en los míos.

No puedo hacer que se quede, no puedo rogarle al amor que me mire si ya cerró los ojos.

No puedo forzar a quien juega con mi herida a que de pronto decida curarla.

Lo único que puedo hacer es ponerle corazón a mi propio andar, aunque el suyo me haya dejado vacía.

Y si eso no basta, si todo lo que di no fue suficiente, debo entender con lágrimas y con rabia, que así también el amor revela su verdad: que no era para mí lo que tanto me aferré a creer.

Y aunque duela, aunque sangre, sé que extrañar no me hace débil, me recuerda que amé de verdad.

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A ti, sombra anónima.

Muchas veces escribiste desde la oscuridad, amparada en anónimos, disfrazando tu voz tras la pantalla.

Me decías que él se reía de mí, que se acostaba contigo, que juntos se divertían viéndome la cara de idiota.

Te disfrazaste de amigo/a, me ofreciste "ayuda" con veneno en las palabras: "quiero decirte de él", "quiero abrirte los ojos".

Me enviaste fotos borrosas, videos, frases hirientes, me insististe en que él buscaba tu cuerpo mientras yo lloraba el nuestro.

Nunca supe quién eras. Quizá fuiste una mujer. Quizá varias. Quizá fuiste él mismo, su familia, un amigo disfrazado.

Pero ya no importa.

A ti te hablo, sombra que jugó con mi dolor: no guardo rencor. Ya tuve suficiente infierno para cargar con el tuyo.

Solo te pido paz.

Quédate con lo que crees haber ganado, con su piel vacía, con su mentira que también un día te herirá.

Si tu adicción es él, abrázala.

Si tu enfermedad es amarlo, cárgala.

Yo ya descubrí la verdad: él no lo vale.

Ni como hombre, ni como padre, ni como amor.

Así que te lo regalo. Entero. Sin condiciones.

Pero déjame en paz, porque yo, aunque rota, ya camino hacia la vida.

Y tú, con tu sombra y tu anónimo, te quedas abrazando la basura que yo ya solté.

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A lo que se perdió.

Tengo cenizas en el pecho, cicatrices que aún sangran, y un eco que repite: ¿cómo se puede amar tanto y recibir tan poco?

Tú, que juraste estar, te agotaste en el instante más sagrado, cuando dentro de mí latía una esperanza frágil, cuando bastaba una caricia tuya para sostenerme en pie.

No fue así, preferiste el exilio de mi dolor, preferiste vestirte con otras manos, mentirte con otros cuerpos, divertirte bajo otras sábanas, mientras yo me deshacía entre lágrimas y agonía.

Perdimos un hijo, y aún así me culpaste, me abandonaste, como si hubiera elegido el naufragio, como si mi llanto no bastara para probar que estaba hecha pedazos.

Yo clamaba, grité hasta romper la garganta, y tú callaste, dejándome sola con el frío de mi vientre vacío.

¿Cómo se puede ignorar tanto dolor? ¿Cómo se puede pisotear a la mujer que se desangraba por dar vida, a la que te amó incluso cuando el amor dolía, a la que soportó los gritos, tus ausencias, tus migajas?

Tu indiferencia es mi condena, tu traición, mi epitafio.

No solo perdí a mi hijo, también perdí a su padre. Y esa doble ausencia me quiebra el alma como un cristal maldito.

Escucha bien: puedes huir de mis lágrimas, puedes esconderte en otras camas, pero el eco de mi dolor te seguirá como un espectro.

Porque nadie escapa de la mujer a la que dejó sola en el infierno.

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El disfraz del lobo.

Parecías un cordero, manso, vulnerable, pero eras un lobo paciente, calculaste bien mis pasos, esperando el momento exacto para morderme el alma.

Te aprovechaste de mi inocencia, de un amor que lo entregaba todo, te escudaste en tus años, en tu experiencia, para reducirme a polvo, para jugar conmigo como un niño cruel que rompe su propio juguete.

Pero en el fondo, lo sé: eres solo un niño lastimado, un niño que nunca aprendió a amar, que huye como alguna vez lo dejaron, que repite su herida en cada mujer que tiene la desgracia de quedarse a tu lado.

Juegas a fingir amor, a prometer eternidades, pero no conoces su peso, no entiendes su raíz.

Solo sabes destruir, solo sabes buscar quién cuide tu desastre mientras vas dejando ruinas detrás de ti.

No te importó mi dolor, ni el grito de mi cuerpo, ni la pérdida que nos arrancó la vida. Solo tu supuesta herida, tu ego herido, tu sombra infinita.

Y así, entre tu mentira y mi entrega, perdí un hijo, perdí un amor, y quedé con este hueco abierto en el pecho.

Un hueco donde resuena tu nombre como maldición, como recuerdo del lobo disfrazado de cordero que devoró mi inocencia y huyó, dejándome sola en el campo arrasado de lo que fuimos.

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Hoy mamá dijo algo muy cierto, y por dios que me quebró:

"Si yo no me he atrevido a lastimarte hija, ¿por qué permites que alguien más lo haga?"

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Duerme...

Duerme, pirañita mía, aunque nunca alcancé a tenerte en mis brazos.

Cierro los ojos y te imagino aquí, pequeño, tibio, respirando a mi lado.

Duerme, que yo velo por ti, aunque el mundo me lo haya impedido.

Mi voz es tu cobija, mi corazón tu cuna, mi alma tu refugio eterno.

Quisiera besarte la frente, sentir tu risa como un río, hacerte trompetillas hasta que tus ojitos brillen.

Quisiera calmar tus miedos, alimentar tus días, mostrarte que mi amor podía bastar, aunque él no estuviera, aunque la vida me dejara sola.

Pirañita mía, mi sueño más breve, mi amor más eterno: te fuiste tan pronto, y aun así dejaste en mí la huella más profunda.

Duérmete, pirañita, en mis recuerdos, en mis suspiros, en mis anhelos, duérmete en las canciones que nunca llegaste a escuchar, en las lágrimas que cayeron por ti, en este amor maldito y bendito que me quema y me sostiene al mismo tiempo.

Siempre serás mío, aunque no estés, aunque seas solo un destello, aunque vivas únicamente en mi pecho y mis recuerdos.

Duerme, pirañita mía, duerme en mí, porque yo jamás dejaré de arrullarte.

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Pirañita.

Un destello nació en mi pecho, una chispa que soñaba con abrir el mundo.

La luz era frágil, apenas un susurro, y sin embargo ya tejía universos en mi mente: nombres que no se dirían, manos que no tocarían, suspiros que se perderían en la noche.

El viento me hablaba de abandono, y el fuego en mi sangre ardía solo.

Alguien se fue, dejando silencios densos, y yo quedé sola, en un tiempo detenido entre llanto y furia.

Mi cuerpo gritaba, como si supiera que no bastaría la ilusión, que la falta de cuidado, el peso de mi dolor, las noches sin descanso y la soledad habían abierto una grieta en la vida que crecía dentro de mí.

Pensé que podría sostenerlo, que mi amor sería suficiente para lo imposible, pero el vacío me arrancó la chispa, dejando cenizas en lugar de promesas.

Dos ausencias convergieron: una tan tenue que no respiró, otra tan cerca que eligió no quedarse.

Quedé entre sombras y recuerdos, con el eco de lo que pudo ser, con un corazón hecho trizas, destrozado por lo que no tuve y lo que no llegó a mí.

Te llevaste la luz antes de nacer, y dejaste conmigo el incendio de un amor y un sueño que no se alcanzaron.

Aún así, entre las ruinas, mi pirañita, mi amor arde con un fuego imposible de extinguir, quemando todo lo que quedaba de mi alma y dejando solo la memoria de lo que fuimos y lo que soñé.

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🕊️...

Era apenas un destello, una chispa diminuta encendida en mi interior.

No tenía forma todavía, y sin embargo yo ya veía un universo entero: un nombre susurrado en secreto, unas manos pequeñas buscándome en la noche, un llanto que yo prometía calmar con ternura.

Soñaba con la soledad, pero contigo dentro, llenando cada rincón vacío de mi alma.

Y creí que el destino me regalaría un plus: un hombre que caminaría conmigo, que abrazaría mi ilusión y cuidaría de ambos.

Pero los perdí a los dos.

Tú, que partiste antes de llegar, dejándome los brazos vacíos y el alma destrozada.

Y él, que aunque podía quedarse, eligió alejarse, volviendo aún más frío el silencio.

Doble orfandad: la del hijo que nunca respiró, y la del amor que dejó de respirar conmigo.

Quedé partida, entre la cuna invisible y el lecho vacío, entre un sueño interrumpido y un amor que no supo sostenerme.

Hay dolores que no se nombran, que viven en lo no dicho, en las lágrimas que caen de madrugada, en la eternidad de un suspiro que nunca fue.

Te amé en tu fugacidad, más de lo que se puede amar en toda una vida.

Y ahora cargo la ausencia de ambos: la tuya, hijo, inevitable, y la suya, tan cruelmente elegida.

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El fin de nuestro viaje.

Considero que la manera correcta de terminar un amor como el nuestro es frente a frente, con honestidad y respeto. Mi intención no es herirnos, sino compartirte mi decisión y lo que me ha llevado a tomarla.

Quiero que sepas, ante todo, que te amo y que agradezco profundamente haberte conocido. Caminar a tu lado durante casi dos años ha sido un regalo que valoro mucho. Gracias por todo lo que me diste, por tus esfuerzos y por las experiencias compartidas. Siempre fui consciente de tus actos y estoy profundamente agradecida por ellos.

Durante este último mes, he reflexionado mucho sobre nosotros y sobre lo que espero para mi futuro. Te reitero que te amo y que valoro todo lo que vivimos juntos. Sin embargo, también he cargado con heridas a lo largo de nuestra relación. Si en algún momento fui inconstante o dudé, fue porque siempre tuve la esperanza de un cambio, de sentirme comprendida plenamente.

Hice todo lo que estuvo en mis manos para salvar esta relación. Me esforcé, crecí y superé muchos miedos, especialmente mi temor al compromiso. No solo lo enfrenté, sino que tomé acción y trabajé constantemente por nuestro amor. Aunque no siempre se notó o no lo expresé de la mejor manera, mis sacrificios –físicos, mentales y emocionales– fueron reales y significativos.

Sin embargo, hubo momentos en los que me sentí incomprendida y vulnerable. Algunas cosas que viví me hicieron sentir insegura, y aunque intenté mantenerme fuerte, hoy entiendo que merezco paz, apoyo y respeto para mis sueños. He llegado a un punto en el que valoro profundamente mi estabilidad emocional, y no quiero seguir en una dinámica que me haga dudar de mi lugar o mi valor.

Por eso, después de mucho pensar, he llegado a la conclusión de que no veo un futuro estable a tu lado. Esto no significa que no valore lo que hemos tenido, sino que reconozco que ambos merecemos buscar caminos que nos lleven a nuestra felicidad individual. No puedo seguir luchando sola, porque ya lo hice durante mucho tiempo, y al final me he dado cuenta de que necesito priorizarme a mí misma y mi bienestar.

No quiero que esto termine de una manera dolorosa o conflictiva. Deseo que podamos cerrar este capítulo con respeto y gratitud. Te deseo lo mejor en tu vida y espero que encuentres lo que buscas. Ambos merecemos seguir adelante por caminos diferentes, pero con la frente en alto y en paz.

Gracias por todo.

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#Borrador 25.

¿Qué te hice para merecer esto?

Cada noche me lo pregunto, no logro conciliar el sueño, fumo más de lo habitual, estoy pero no estoy, solo miro puntos fijos o me rompo a llorar.

Me pregunto cada vez qué hice para merecer esto, para merecer tu trato, tu indiferencia.

Me pregunto si de verdad fue el no lograr acompañarte o qué existía realmente detrás.

Me pregunto si mi silencio te abrumó, aunque creí que mis acciones ayudaban.

Me pregunto si mi depresión y ansiedad fueron demasiado para ti, si de verdad no disfrutabas el tiempo a mi lado.

Me pregunto si fue porque no elaboré aquel "estoy cansada de nosotros".

Me pregunto si mis caricias, mis besos, mi cuerpo, mis miradas ya no eran suficientes para ti.

Me pregunto si era simplemente mi personalidad espontánea.

Me pregunto si te abrumó el compromiso, el buscar casarnos en un año para vivir juntos, para comenzar nuestro hogar y nuestra familia.

Me pregunto si solo ya no me amabas o realmente no lo hacías.

Me pregunto qué fue... Porque de verdad no lo entiendo.

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Es solo que no puedo terminar de procesar como la persona que me miraba a los ojos hace unas semanas diciendo que me amaba, que seguiríamos ahorrando para nuestra boda, con quien planeábamos nuestro futuro, de un día a otro se portó indiferente y no le importó soltarme así sin más.

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Odiarte.

Si alguna vez mencioné que te odiaría no lo decía en serio, no puedo llegar a odiarte porque agradezco todo lo que me entregaste, desde lo material, lo emocional y cada una de las enseñanzas que me estás dejando.

No puedo odiarte porque me dejaste grandes lecciones de vida, porque me hiciste reír, llorar, saltar de emoción, abrazaste mis heridas y mis momentos de locura, jugaste conmigo, bromeaste y te tiraste a mi lado.

No puedo odiarte porque a tu lado viví mis primeras veces en muchos sentidos, me enseñaste y de ahí aprendo a desechar y tomar experiencias que me servirán más adelante.

No puedo odiarte porque tus consejos me ayudarán en el futuro, porque me enseñaste a tener coraje, a defenderme.

No puedo odiarte porque gracias a ti descubrí que puedo amar de la manera más bonita, de una manera honesta y fiel.

No puedo odiarte porque gracias a que me decepcionaste he aprendido que debo seguir adelante, que pese a que te ame y tú no lo hagas las heridas se sanan de manera individual.

No puedo odiarte porque reconozco que estás muy herido y quizá, solo quizá nunca deseaste hacerme daño.

Así que, jamás podría asegurar que te odio.

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Lo repetía una y otra vez, que no confiara de más en las personas; claro que tenía razón, pero que doloroso que incluso no debía confiar en él.

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Te pido perdón.

Hoy quiero pedirte perdón por aquellas veces que te hice sentir insuficiente; aquellas veces que te pedí mirarte al espejo y decirte que no eras nada agradable, por compararte con cuerpos ajenos, con fantasmas, con todo el mundo.

Hoy quiero pedirte perdón por esas veces que te obligué a preguntarte qué te faltaba; por llevarte a tus límites de ansiedad, por hacerte llorar y gritar de dolor.

Hoy quiero pedirte perdón por obligarte a dañar tu cuerpo; de manera interna y externa por una relación que te afectaba demasiado.

Hoy quiero pedirte perdón por presionarte hasta enfermarte; por pedirte que en un sitio actuaras como un ama de casa, por pedirte que en el otro fueses buena hermana e hija, por pedirte que en otro fueras buena estudiante.

Hoy quiero pedirte perdón por obligarte a callar tus emociones con tal de no fallar a nadie, de no molestar, de no sonar patética.

Hoy quiero pedirte perdón por privarte de tus gustos; por obligarte a quedar en un sitio y no vivir tu juventud, por no permitirte ir a ver las películas que querías, por no ir a bailar, por no ir a esos museos que añoras.

Hoy quiero pedirte perdón por obligarte a dar todo de ti a una persona que jamás te amó, por entregarle tu cuerpo y alma, por hacerte creer que él era el amor de tu vida, te pido perdón por no abrirte los ojos a tiempo, te pido perdón por hacerte esforzar de más hasta el agotamiento, te pido perdón por hacerte llorar mientras le rogabas que se quedara, te pido perdón por dejarte destrozada.

Y es que hoy quiero pedirme perdón a mí misma, por haberme dejado a la deriva.

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Como un llaverito.

Resulta que idealice tanto nuestra relación, tus palabras "dulces" se enredaron en cada parte de mí, me convenciste de un futuro juntos, de un sentimiento mutuo, pero la realidad es que nunca hubo nada ahí.

Te agradó la manera tan fácil en la que lograste obtenerme, en la que no me opuse a tus condiciones, en la que puse mi cuerpo, mente y alma a tu plena disposición.

Hoy entiendo que nunca me amaste porque tú nunca sanaste un pasado tortuoso que en primer lugar nunca quisiste olvidar, hoy entiendo que solo esperabas a tocar fondo, era algo como "quiero ver hasta donde aguanto", sin importar que me llevabas contigo, hoy entiendo que tú "empatía" siempre fue falsa, que tus "te amo" nunca los sentiste, aquellos besos que siempre fueron con los ojos abiertos nunca los viviste.

Hoy entiendo que jamás me amaste y aunque aún deseo que vuelvas a mí y me ames un poco, entiendo que me amo mucho más a mí misma para jamás volver a un sitio en el que me tenías a tu disposición, como un llaverito...

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Y por favor recuerda:

No terminas de conocer a alguien hasta que miras cómo te trata cuando ya no te necesita.