Tumgik
#⠀⠀ Atrapada Contigo Bajo El Cielo Azul
aurascoral · 7 months
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Heaven is a Place on Earth 𒋲
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6x06: “EL ARCANGEL”.
{NUEVA YORK –  DICIEMBRE, 2020} 💬: “Nos vemos en la entrada del parque, tengamos nuestra carrera y vamos a conocernos mejor”. Aquel fue el mensaje que Michael le envío a Emma para confirmar su encuentro. Aunque fuese como fuese él se aseguraría de conseguir un momento con ella. La había estado observando durante un tiempo y notó en ella esa chispa que necesitaba de su lado, esas ganas de ser siempre la mejor y dar todo de sí por conseguir la excelencia, algo que el arcángel valoraba completamente, incluso eran características que tomó en cuenta cuando decidió hacerse con el recipiente mortal que ocupaba en esa ocasión. Esperó lo justo y necesario, medido al milímetro todo, citó a la chica a una hora en punto y en el momento exacto que el reloj marcaba esa hora el arcángel hizo acto de presencia en la entrada del parque, una entrada bastante notoria en favor de que la rubia pudiera empezar a descubrir quién o qué era él, esa sería la primera prueba que Michael tenía para Emma. Había un clima perfecto pero cuando Michael decidió ir las nubes se ennegrecieron y el cielo se encapotó como pocas veces, en ese instante un trueno potente resonó, un trueno que anunciaba la llegada del arcángel en medio de la pasajera "tormenta" apareció con una sonrisa justo al lado de la rubia, no caminó hacia ella, solo apareció alegre y le saludó amablemente. —Hola, guapa. ¿Estás lista? — Iba vestido con un traje de vestir, hasta zapatos de gala llevaba, no estaba preparado para correr, al menos no a los ojos de un mortal. Pero eso no era todo lo raro, a medida que Michael sonreía hacia Emma la tormenta iba desapareciendo hasta que de la nada el sol volvió a salir y el cielo se despejó. —Hay un clima maravilloso para correr hasta la cima, ¿No crees? —. Emma tuvo que hacer un mini viaje a través de un portal para llegar a la ciudad de NY. El clima había cambiado drásticamente de un lugar a otro, pero iba bien preparada ante los cambios constantes. Llevaba unas leggins apegados a sus piernas largas y delgadas, junto a un top deportivo del mismo color. De todas formas, sabía que el calor llegaría a su cuerpo en cuánto comenzara a correr. Llegó mucho antes de lo planeado, pero lo agradeció para así poder quitar los nervios de encima. Emma no era de las que se encontraba así como así con alguien, siempre había sido precavida y lo cierto es que nunca se había dado el tiempo tampoco, siempre encerrada entrenando y trabajando, pero estaba cansada de desperdiciar su vida solo en eso. Quería sociabilizar, reír, divertirse y Michael fue una de las primeras personas que le dio la confianza para hacerlo. Además, tenían en común el gusto por el ejercicio, ¿Qué mejor? Se hizo una cola de caballo en su larga cabellera y se sentó en una de las bancas mientras observaba a un par de personas cruzar por allí y otras tantas correr como ellos planeaban hacerlo. Su bolsillo vibró y Emma le echó un vistazo comprobando que se trataba de Michael. Se colgó una mini mochila en su espalda y emprendió rumbo hacia la entrada, la que no estaba demasiado lejos. Llegó sin saber muy bien si estaba a tiempo o era demasiado tarde, pero a su alrededor no lo divisaba o ella suponía que lo reconocería de inmediato, pero no fue así. Puso su móvil en modo "silencio" justo cuando la pantalla se oscureció sobre sus ojos, lo que llamó su atención. Miró al cielo y suspiró al ver que parecía querer cambiar y, aunque el clima mencionaba que estaría despejado, parecía que los planes de correr o estaban cancelados o serían dos personas corriendo bajo la lluvia y los truenos. Escuchó la voz de un hombre y sus ojos fueron en dirección al sonido de la voz. Su sonrisa se ensanchó al reconocerlo tal y como esperaba, incluso mejor, se atrevía a pensar. De pronto, al observarlo mejor no pudo evitar fruncir el ceño, confundida. — Espera... — fue lo primero que quiso decir. ¿Habían cambiado los planes y no se había dado cuenta? Cuando quiso decirle, el sonido de los pájaros y la luz del sol golpeó de frente sus ojos, despistándola. ¿Ya no iba a llover? Negó con la cabeza para sí misma y trató de concentrarse en Michael, queriendo no parecer una tonta ya que no había dicho una palabra. — Hey, ho...ola. — logró decir. — ¿Planeas... correr así? ¿Hay alguna fiesta en la cima y no me ha llegado invitación? — bromeó, tratando de darle un ligero ambiente a la situación y de paso, obtener información. —La fiesta la podemos tener aquí mismo si quieres, pero luego de nuestra carrera, no necesitas invitación, sería una fiesta entre nosotros nada más.— Comentó amable a la rubia. Se notaba que iba dispuesta a mandarse un maratón completo si era necesario, eso le hablaba de una mujer preparada, justo como a él le gustaba que fuese la gente. Miró su reloj unos instantes y volvió la mirada a la chica. —¿No te agrada mi traje? El azul es mi color preferido, hace juego con mis ojos y creo que en general me sienta bien, ¿Verdad que sí?— Comentó en tono de broma entre algunas risas casuales para mantener el ambiente animado con la rubia, en ese momento sonó la alarma del reloj y un fugaz brillo azulado emanó de los ojos de Michael. —Vamos.— Le guiñó el ojo a la muchacha y en un abrir y cerrar de ojos desapareció del lugar y se materializó unos cincuenta metros adelante en el camino. —¡Por aquí, Emma! No te quedes atrás o tendré que regresar por ti.— De nuevo aquel brillo azulado en los ojos del arcángel que incluso a esa distancia la rubia seguramente podría observar, pero en ese momento el tiempo pareció detenerse para todo el mundo, para todo el mundo menos para ellos dos, porque Michael empezó a caminar de regreso hacia Emma, la miraba contento y le sonreía, y a medida que se acercaba a ella el tiempo iba retomando su velocidad normal, hasta que finalmente al llegar al lado de ella ya todo se sentía tranquilo y como si nada hubiese pasado. —Vamos.— Repitió la palabra y esa vez comenzó a caminar hacia adelante a paso tranquilo esperando a ver qué hacia ella. Soltó una carcajada ante su comentario. El chico tenía bastante personalidad, ¿Y lo culpaba? Cualquiera con su apariencia la tendría.
Emma relajó los hombros y asintió con la cabeza justo antes de hablar. — Prefiero una fiesta con conocidos, en este caso "semi conocido"... — dijo, haciendo las comillas con sus dedos para enfatizar la palabra.— ...que gente por conocer, — agregó, risueña. — Me agrada, me agrada, — quiso aclararle de inmediato en cuanto a su atuendo. Tenía razón, sus ojos se hacían aún más llamativos con ese color, pero no lo asumió en voz alta. No le quería dar esa satisfacción. — Te queda muy bien, pero esos zapatos te harán doler los pies en la subida, — trató de aclararle, pero era muy tarde para que se fuera a cambiar de ropa, así que daba igual qué estuviera usando, ya era demasiado tarde y dejó ir el tema. Echó a correr de inmediato ya que siempre estuvo lista para comenzar pero tras un pestañeo mientras avanzaba, Michael desapareció del par de pasos que llevaba adelantado y de pronto, estaba mucho más avanzado de lo que esperaba. Su cuerpo se congeló al notar el destello de sus ojos azulados a lo lejos. Aquello no era normal, no era un azul humano, pensó. Miró hacia su alrededor comprobando la cantidad de gente que pudiera ser testigo de lo que podía pasar si ella encaraba a lo que sea que estuviera junto con ella. No, era demasiada gente por la cual dar explicaciones luego a la Clave, tenía que llevarlo a un lugar privado, donde pudiera hacer todo lo posible por hacerlo hablar y sacarle información, así que fingió no haber notado nada y simplemente sonrió y aceleró el paso lo más que pudo, dejándolo atrás claramente gracias a que él estaba de manera pasiva, pero corrió todo lo que pudo cerro arriba, saliéndose del sendero marcado y fue perdiéndose entre los árboles, esperando con esperanza encontrarse en un claro donde poder detenerse para atraparlo. Le gustó la forma en la que la chica encaró la situación, fue hábil evaluando su entorno y se preocupó por intentar llevar una posible confrontación a un terreno sin testigos ni bajas. No podía negar que por dentro se estaba muriendo de risa por la sorpresa que la mujer iba a llevarse si es que él decidía confesarle quien era en ese día. —Oye, estás haciendo trampa, el camino a la cima de la colina no es por allá. ¿A dónde quieres llevarme? ¿Piensas aprovecharte de mí?— Preguntó con un claro tono coqueto a la vez que bromista, aunque eso era lo último que estaba pensando en ese momento. Lo curioso de la situación es que por más que la muchacha corría él iba caminando de manera normal y siempre estaba justo a su costado, no se alejaba, iba codo a codo con ella. —Dime algo, Emma, ¿Dónde aprendiste a correr así? Lo tuyo no es simple velocidad, tienes una forma de moverte muy bien definida, tu mirada no está al frente nada más, miras todo el entorno, estás lista para reaccionar a lo que sea y como sea, aunque... ¿Qué haces cuando las cosas que te pasan no están en tu protocolo habitual?— Para ese momento poco se ocultaba, total no había gente que pudiera verlos, y si lo hubiera fácilmente podría borrarles la memoria para evitar problemas. —No importa que tan lejos corras ni qué tan rápido vayas, no vencerás, hoy no, Emma, no a alguien como yo — . Miraba poco para atrás pero podía sentir por el volumen de la voz de Michael que no iba más que a un par de centímetros de ella y que su voz no se sentía ni en lo más mínimo desgastada con el paso de los segundos que iban cerro arriba. Su corazón latía a mil por hora. ¿Cómo es que no había pensado en la posibilidad de que algo así pasara? Estaba metida en mil líos y cualquiera de ellos podía tenerla atrapada ahora. No estaba del todo preparada, pero debía ser lista para poder ir un paso adelante de lo que fuera la persona con la cual estaba hablando. — Quizás estoy pensando en qué hacer contigo una vez que mis pies se detengan, — respondió con un tono coqueto y a la vez irónico ya que iba en otro sentido, pero quería hacerlo pensar que era de la forma en la que él esperaba. Necesitaba un poco de energía, activar sus runas para ir mucho más rápida. Tenía más resistencia que cualquier ser humano, pero su dosis se acabaría en cualquier momento y allí sí que estaría en desventaja. Que Michael notara su capacidad diferente para correr e incluso su forma de actuar la atrapó con la guardia baja. No sabía con certeza si ya sabía lo que era ella porque parecía que si o simplemente estaba lanzando información al azar para ver si acertaba. Estaban en medio de árboles y oscuridad, pero ya no había tiempo que perder. Dio un salto sobre una roca y giró velozmente para saltar sobre Michael. Con una mano lo empujó bruscamente contra un árbol y mientras hacia eso, con la otra hacia aparecer mágicamente su espada, Cortana y con ella lo apuntó por lo largo del filo de la hoja contra la garganta. — Demando que me digas qué eres y que quieres de mi. Si sabes que atacar a un nefilim está en contra de los acuerdos, ¿no? Tengo derecho a cortarte la cabeza y me excusaré en que intentaste atacarme, — le dijo entre dientes y lo fulminó con la mirada. Emma era veloz y aprovechó eso para sacar una estela del borde de su leggins y manteniéndolo con fuerza contra el árbol, con la mano libre se activó la runa de la fuerza que estaba más a mano, al menos con esa se podía defender un poco antes de que pudiera activar el resto. Ciertamente la reacción de la mujer no la esperaba, o al menos no así de esa forma tan abrupta. Se mantuvo calmado y apacible cuando la mujer lo puso contra el árbol y le amenazó de aquella manera, tal vez a ella no le pareciera pero Michael iba con toda la buena intención del mundo de conocerla y pensaba demostrárselo. —¿Todavía tiene luz celestial? Vaya, Raziel sí que cargó bien esas... Baratijas...—Dijo con asombro al ver la estela de la muchacha, y como si nada dio un par de pasos hacia adelante, parecía que la espada lo iba a atravesar, pero no fue el caso, la luz de la espada se apagó, al igual que la estela de la chica y las runas en el cuerpo de la mujer ardieron con intensidad, prácticamente quemando la piel femenina hasta que de la nada desaparecieron por completo. —¿Tienes idea de dónde provienen esas armas? ¿Sabes que alimenta tus runas? ¿Crees que tienes el control por ponerte encima un poco de polvo celestial?— Hablaba con seguridad y un tono que emanaba autoridad solo de escucharle. —Eres una Nephilim, una raza que para purgar el pecado de su existencia quedó condenada a mantener eternamente el equilibrio en el mundo humano. Tú, Emma, no tienes la más mínima autoridad para "demandar" nada de mí. —Iba avanzando paso a paso a cada palabra que le decía. Se le notaba tranquilo pero desprendía un aire de peligro inminente parecía que en cualquier momento podría hacer arder la tierra bajo sus pies. Le quitó la espada a la mujer y en cuanto el arma tuvo contacto con Michael recobró el filo y su brillo fue tan intenso que parecía una estrella resplandeciente en medio de la noche más oscura.  Se alejó un par de pasos de ella y realizó algunos movimientos con la espada, aunque por error alcanzó a tocar un árbol, y aquel pobre árbol termino cayendo de plano al piso. —Mierda...— Dijo soltando una ligera risa por aquel pequeño "error" y luego le devolvió la espada a la mujer. —Te la devuelvo, es muy pequeña para mi gusto, yo soy más de usar lanzas.— Dejó con aquella frase una pista de quién era, y en el momento en el que le entrego la espada a la mujer ese contacto hizo que sus runas volvieran a aparecer y su efecto regresara, pero estaban brillantes, con una luz dorada emanando de ellas, y la sensación que dejaba era que estaban más puras. —No soy tu enemigo Emma, aunque a ti pueda parecerte que sí, vengo aquí en son de paz, una paz que he intentado mantener desde el inicio de la creación. — La chica abrió los ojos ante su respuesta y al ver como la espada se apagaba, lo dejó caer al piso. Nunca había visto que sus armas más valoradas no reaccionaran. No cuadraba con nada, no tenía sentido. Emma se retorció pero no gritó cuando las runas comenzaron a quemarle. Le dolían, por primera vez le dolía de una forma que jamás lo había hecho y el pánico recorrió su cuerpo. Fue ella ahora la que comenzó a dar pasos hacia atrás, no sin antes recoger a Cortana, buscando alejarse. No le daba la cabeza para responderle, ¿Y qué más daba? El hombre parecía tenerlo claro todo, sabía de lo que hablaba. Su mano tembló cuando Cortana se alejó de sus manos y simplemente lo observó como lo usaba y brillaba en sus manos. No entendía, Cortana siempre respondía simplemente a ella y ahora parecía haber abandonado de dueño tan fácilmente. En su mente sólo había una respuesta, pero no estaba entre sus opciones. Era una locura. Nadie había podido tener contacto con un arcángel en toda la historia. Ni siquiera pudo reír cuando el árbol cayó al piso e hizo retumbar la tierra bajo sus pies. Sus ojos no dejaban de mirar su espada y recién pudo respirar cuando se la regresó, a la que abrazó estúpidamente sin darse cuenta de que se había cortado el brazo en el proceso. — Mierda, — se quejó entre dientes, pero solo se concentró en colgarla a su espalda como hacia normalmente. Miró sus brazos y vio sus runas transparentes aparecer. Había agarrado la estela para activar la runa de sanación, pero extrañamente sus runas estaban todas activadas y su cuerpo estaba rodeado de una sensación maravillosa, como si todo el poder de cada una de ellas estuviera activada a la vez. Era imposible, no lo había hecho. Sus ojos brillaron cuando su mirada se encontró con la suya. Se sentía flotando, como si Michael hubiese activado dentro de ella algo que la hacía sentir poderosa y en paz a la vez. — ¿Qué has hecho con mis runas? ¿Me... las has activado? — preguntó, revisando la herida ya sana completamente de una forma tan veloz que jamás le había ocurrido. Ni siquiera con su parabatai era tan rápido. — Eres un arcángel, solo alguien como tú puede... hacer todo eso y... lo que dijiste... tendría sentido. Pero ustedes no se comunican con nosotros. ¿Por qué estás aquí... conmigo? — preguntó, temerosa y a la vez, intrigada. Era todo un honor estar frente a uno de ellos. Solo tenían clases de la historia, pero siempre como parte de un mito. Saber que realmente se estaba comunicando con uno era... fascinante. —Bingo...— Dijo con una sonrisa cuando ella mencionó que era un arcángel, pensó que lo podría confundir con un ángel común, eso hubiera sido bastante ofensivo, ya le había pasado antes y a Michael no le gustaba en lo más mínimo. Se acercó a ver la herida de la jovencita y al ver que estaba bien la miró a los ojos y le guiñó el ojo. —Qué bien, tu runa de sanación funcionó, la anterior que tenías estaba un poco... Deforme, ¿Dónde aprendieron, enokiano? Lo que escriben parece más caligrafía de niño de kinder que de cazadores entrenados.— Negó con la cabeza y rodó los ojos para ir sobre aquel árbol caído y sentarse en él. —Estoy aquí contigo, Emma, porque hace un rato quedamos en hacer una carrera, y soy un hombre de palabra, vine a correr contigo.— Sabía perfectamente que esa no era la respuesta que ella buscaba, pero tampoco quería recargarla de información de golpe. —Mi nombre es Michael, y hablo en serio, bueno... Este... Hombre, bastante sexy y atractivo por cierto, si yo estuviera en el cuerpo de una mujer, como tú, no perdería la oportunidad de estar con él, ¿O debería decir conmigo? Rayos... Eso es bien turbio... Mejor olvidemos eso, ¿En qué estaba? Oh, sí...—. Se puso de pie nuevamente y se acercó a la rubia viéndola a los ojos mostrando un brillo celeste en los ojos. —Mi nombre es Miguel, conocido en la tierra como San Miguel Arcángel, La lanza del Señor, Michael, Mikael, Mikel, Miche, Mike, y no sé ya cuántos nombres más, soy el líder actual del ejército celestial y guardián encargado del trono de Dios.— Cada vez que dijo su nombre desde el cielo se desprendieron truenos y centellas como afirmando lo que decía, y aunque el ruido era atronador la sensación que dejaba en el ambiente era de regocijo. —Y estoy aquí porque la tierra no es la única en peligro Emma, los demonios y criaturas de sombras que cazas son solamente la punta del iceberg en la verdadera guerra que se está librando. Necesitamos todas las espadas que se puedan a sumar a nuestra causa, padre no está, y yo no voy a permitir que el cielo vaya a una guerra sin tener asegurada una victoria...— Su pecho se encogió y como nunca Emma sintió que le faltaban aire a sus pulmones. Su niña interior gritaba, él no estaba jugando. Lo era. Todas las clases a las que había asistido donde contaban la historia de los árcangeles habían dado sus frutos para sumar 1+1. — La... la runa me la hice a los 10 años cuando tuve mi ceremonia de Ascensión, es el dibujo de una niña, — intentó defenderse como si necesitase la aprobación de él. Tenía sentido que sus runas aún palpitaran brillantes sobre su piel y la hicieran sentir tan poderosa como nunca antes. Dejó su mochila en el piso y a Cortana para sentarse a su lado. Quería escucharlo, quería saberlo todo. No podía evitar sentirse única y especial. ¿Es que acaso dedicarse solo a entrenar había dado sus frutos? ¿No solo habían sido sus profesores los que la consideraban que era la mejor shadowhunter de su generación, sino había traspasado a generaciones más antiguas? Ladeó su rostro para observarlo y abrió la boca sorprendida al saber de que se trataba de Miguel. — No era necesario que me sedujeras con tu físico... digo, eres... tú, el real tú, — titubeó nerviosa y lo siguió  con la mirada cuando se puso de pie, pero ella permaneció sentada. Su descripción no era nada nuevo para ella, lo habían estudiado en su clase de ángeles. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando los truenos volvieron a invadir el cielo, pero a la vez una sensación de felicidad, una que no solía estar en su interior. — ¿Cómo que una guerra? — dijo, poniéndose de pie bruscamente. Aquella palabra le erizaba los cabellos. No le gustaba. Tenía que hacer algo o luchar hasta el final para evitarlo antes de que fuese demasiado tarde. — ¿En qué te puedo ayudar? — preguntó, decidida a obedecer sus indicaciones. Desde ese momento, era su guerrera. 
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qironvg · 3 years
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Capítulo 17: 拿错剧本 Guión Equivocado 2
Sin embargo, lo más aterrador de Meng Mo era que se especializaba en invocar los más profundos terrores, iras, o amarguras del corazón humano. Si fuera Luo Binghe después de activar su modo-Dios, incluso diez mil Meng Mo’s juntos sólo equivaldría a unos pequeños trucos de salón. Pero el Luo Binghe de ahora, cuya sangre demoníaca aún no ha despertado, ya estaba atrapado dentro de un reino de los sueños y sus oscuros recuerdos. Lo único que podía sentir era la sensación de total impotencia.
De repente, la escena del callejón se volvió distorsionada y se transformó en otra escena.
Shen Qingqiu pensó: «¡Esto no es bueno, un segundo golpe mortal sin preparación!»
Esta vez era una pequeña cabaña destrozada; la cabaña solo tenía una cama, una mesita chueca con una lámpara de aceite encima, y una pequeña banqueta de madera.
En la cama yacía una anciana demacrada. Con mucho esfuerzo trató de sentarse, pero no lo logró. Un niño pequeño de no más de diez años con la cara tierna y suave la ayudó. Alrededor de su cuello aún llevaba el colgante de jade.
–Madre, ¿por qué estás levantándote otra vez? –dijo ansiosamente–. ¿No dijimos que está bien descansar?
–No soy útil estando acostada… sería mejor si me levanto a lavar ropa –contestó la mujer, tosiendo.
–Ya terminé de lavar; Madre, acuéstate y espera a que termine de hervir la medicina. Después de que te sientas mejor, podrás trabajar –dijo el pequeño Luo Binghe.
La cara de la mujer estaba gris, su enfermedad sin remedio, y con poco tiempo de vida. Sonrió y acarició la cabeza de Luo Binghe.
–Binghe es tan dulce.[1]
El pequeño Luo Binghe levantó su cara y forzó una sonrisa.
–Madre, ¿qué quieres comer?
–Estos días no tengo apetito –contestó la mujer. Hizo una pausa, luego dijo–. La última vez, el joven maestro de nuestra residencia derramó ese congee blanco, me gustaría probarlo. Me pregunto si todavía queda algo en las cocinas.
–¡Iré a preguntar! –dijo Luo Binghe, asintiendo vigorosamente con su cabeza.
–¡Solo pregunta! Si no hay, entonces haz algo ligero, como una sopa; mientras me llene el estómago, está bien. Absolutamente no le pidas al chef.
Luo Binghe prometió y corrió afuera como una ráfaga de viento. Después de acostarse un rato, la mujer sacó una aguja de debajo de la almohada y comenzó a coser.
La luz en la cabaña se hizo cada vez más tenue. Mientras la mente de Luo Binghe estaba confusa, estiró su brazo, intentando agarrar algo. Shen Qingqiu tomó su brazo con fuerza y dijo:
–¡Luo Binghe! ¡Mira bien, esa no es tu madre, y ya no eres ese niño débil incapaz de defenderse!
Una de las cosas más letales de este sueño, era que mientras más agitada la persona atrapada esté, más grande será el daño mental. Al igual que Luo Binghe en ese momento, su inestabilidad era una gran amenaza para su espíritu. Otra cosa que necesitas recordar era que las “personas” del sueño absolutamente no podían ser atacadas.
Cada “persona” en el reino de los sueños era construida de la propia mente y conciencia del soñador. Atacarlos sería como atacar a su propia mente. Ha habido mucha gente que, sin saber esto, atacaban a las personas en su reino de los sueños y entraban en coma. Si Luo Binghe cayera en coma, Shen Qingqiu también sería atrapado en su sueño con él.
La escena alrededor de ellos cambió erráticamente. Este sueño era una recolección de sus amarguras y traumas pasados de toda su vida. De repente, se transformó en un pequeño Luo Binghe rogándole al cocinero por un plato de congee para su madre, luego siendo burlado y ridiculizado por el joven maestro de la residencia. Se transformó de nuevo al momento en el que justo entraba a la cumbre Qing Jing, donde fue sometido al rencor de sus shixiongs, su figura frágil esforzándose a levantar una hacha vieja, cargando cubetas de agua por las largas escaleras, subiendo cada vez más despacio. Su único y preciado colgante de jade siendo robado…
Las escenas desordenadas amontonadas una tras la otra sin pausa. El Luo Binghe del presente ya no podía distinguir u oír nada, solo estas oscuras memorias e imágenes. En su mente, solo había desesperación, sufrimiento, impotencia, y la furia de esos tiempos, enredándose con locura en su mente y pecho.
La única forma de disipar la pesadilla era resolver los enredos de su propio corazón, entonces el sueño se rompería por sí mismo. Pero los puños de Luo Binghe estaban tan apretados que sus nudillos tronaron. Su respiración cada vez más inestable, sus ojos volviéndose un rojo anormal, una corriente apenas discernible de poder espiritual circulaba por todo su cuerpo, como si el deseo de atacar estuviera aumentando.
¡Shen Qingqiu pensó que estar tan cerca de él era demasiado peligroso!
–¡No ataques! ¡Incluso si atacas, el único herido serás tú!
Pero Luo Binghe ya no era capaz de oír sus palabras. ¡Levantó su mano derecha, y el poderoso poder espiritual surgió de su palma directamente hacia las personas riéndose en la ilusión!
Shen Qingqiu lloró dentro de su corazón. No importa lo doloroso que fuera, su cuerpo se movió rápidamente, poniéndose frente a las ilusiones y bloqueando la explosión de poder espiritual. Le golpeó en el abdomen bajo.
En ese instante, Shen Qingqiu sintió como si un elefante lo hubiera pisoteado, y su visión se volvió oscura. Si no estuvieran en el reino de los sueños, ya hubiera vomitado toda una fuente de sangre…
¡Como se esperaba del protagonista!
El rostro de Shen Qingqiu estaba cubierto de lágrimas. Luo Binghe era solo un joven discípulo, pero ya podía lanzar un ataque espiritual tan poderoso.
Con este ataque de Luo Binghe, la ilusión se rompió. Las personas y los objetos alrededor de ellos se destrozaron en miles de fragmentos como un cristal. El paisaje frente a ellos se transformó en un pedazo de bosque remoto y salvaje. El cielo estaba de un color azul oscuro, la solitaria luna dorada brillaba alto sobre sus cabezas.
La mente de Luo Binghe se aclaró inmediatamente. Primero, miró fijamente a Shen Qingqiu arrodillado en el suelo sin palabras. Luego, bajó la mirada a su propio puño, donde un poco de poder espiritual todavía fluía a través de la punta de sus dedos. Vagamente recordó lo que acababa de hacer, y su cara se puso pálida instantáneamente.
Luo Binghe se apresuró a su lado, ayudándolo a levantarse.
–¡Shizun! ¿Por qué, por qué no devolviste el golpe? –dijo preocupado y arrepentido.
Con el nivel de poder espiritual de Shen Qingqiu, él era totalmente capaz de devolverle el golpe, colisionando ambos su poder espiritual juntos directamente, con el más fuerte ganando.
Shen Qingqiu expresó sus sentimientos desde su corazón.
–Niño tonto –dijo débilmente–. El propósito principal era que no salieras herido. ¿Qué sentido tendría devolverte el golpe?
Al escuchar esa voz frágil, Luo Binghe quiso llevar un puño a su propio corazón y suicidarse.
–¡Pero ahora el herido es Shizun!
El incidente de los tres combates con el reino demoníaco todavía era reciente y Shizun ya se había lastimado por él de nuevo, esta vez por su propia mano.
Shen Qingqiu vió que el rostro de Luo Binghe se ensombrecía cada vez más en culpabilidad y miseria. No pudo soportarlo, y dijo intentando reconfortarlo:
–Tu cultivación no es tan fuerte como la mía. Incluso si me golpearas varias veces, no importa.
Luo Binghe prefería que Shen Qingqiu fuera como era antes, que lo golpeara brutalmente u se burlara de él. Incluso si fuera completamente ignorado y despreciado, su corazón se sentiría más cómodo. Pero al contrario, sus palabras y voz eran suaves y gentiles, y se quedó boquiabierto y sin palabras. Se sentía completamente impotente.
Después de una larga pausa, dijo en voz baja:
–Es toda mi culpa.
El joven Luo Binghe sí recorría el camino de un loto blanco sin cerebro; Shen Qingqiu pensó que había caído en un conflicto de complaciente y auto reflexión, y explicó con paciencia.
–No tiene nada que ver contigo. Los demonios son realmente impredecibles, e imposible de defenderse contra ellos. Sin embargo, si no quieres encontrarte con algo parecido en el futuro, sólo puedes volverte más fuerte.
Esas palabras vinieron de sus verdaderos sentimientos personales. Este era un mundo de inmortales y monstruos, donde el débil era la presa del fuerte. Volverse fuerte era la única forma de garantizar que no te volverías carne de cañón en este mundo.
Luo Binghe se conmovió, y sin decir nada levantó su cabeza y fijó los ojos en Shen Qingqiu.
El corazón de Shen Qingqiu latió con fuerza.
Esos ojos negros de Luo Binghe brillaban con una luz más resplandeciente que el reflejo de la luna y las estrellas.
¡Ese… ese tipo de mirada!
¡Ese tipo de expresión de protagonista, llena de “confianza resuelta” y “una ardiente convicción”!
¡¿Puede ser que… ya me he convertido en la estrella guía del protagonista?!
Luo Binghe se arrodilló a su lado y dijo en una voz clara y fuerte.
–Entiendo.
«Espera, ¿qué entendiste esta vez? ¿Puedes parar de dejar tus frases a medias cada vez? ¡Dime el resto!»
No se dio cuenta que en esa oración Luo Binghe no usó “este discípulo” para referirse a sí mismo. Luo Binghe apretó su puño y pronunció cada palabra con seguridad:
–A partir de ahora… no dejaré que algo así una pase una segunda vez.
Dejar que Shizun proteja su cuerpo débil, dejar que Shizun se lastime por él…¡esas cosas no volverán a pasar!
Shen Qingqiu dió un “oh”.
…Qué está pasando. De repente tuvo un “el protagonista me está protegiendo; me siento tan seguro” tipo de sentimiento. ¿Qué estaba pasando exactamente?
“Seguro” mi culo, ¡esta es la persona que va a esculpirte en una vara humana en el futuro, piensa un poco!
Shen Qinqgiu estaba lleno de emociones complejas.
Mierda. Originalmente, la creencia de “hacerse fuerte para proteger a la gente importante” debería haberse desarrollado cuando el protagonista vió la bella, frágil y delicada figura de la protagonista femenina después de recibir una herida para ayudarlo. ¿Acaso el sistema…estaba poniéndole todas las escenas y trabajo de las protagonistas femeninas a él?
[1] 乖, literalmente: obediente, pero tiene connotaciones de lindo, dulce, adorable etc., se usa más con los niños chiquitos.
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neswina · 5 years
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A veces, cuando hay un día de esos de otoño en el que el cielo está límpido, el sol brilla y hasta el viento parece soplar de forma silenciosa, cuando todo está en calma, me gusta sentarme bajo el viejo olmo y recordar mi juventud. Especialmente, recordar cuando la conocí. Por aquél entonces no sabía nada de ella, pero cuando pasó por delante de la panadería, con cara de concentración y el pelo ondeando detrás de ella, marcó un antes y un después en mi vida. Aún no lo sabíamos, pero esa tarde clara y silenciosa cambió mi vida para siempre. Los recuerdos me llenan de nostalgia, pero también de alegría. Fueron buenos tiempos. —¿Estás volviendo a recordar el pasado, cariño? —su dulce voz me saca de mis pensamientos. No sé cuánto tiempo lleva Eurídice aquí, pero ya no estoy sola bajo el viejo olmo. —Son estos días, me recuerdan tanto a la primera vez que te vi… —Eso dices siempre. —Sonríe socarrona, escondiendo muchas palabras en esas comisuras—. Pero te has olvidado de nuestra cita. ¿No será que prefieres a la yo del pasado antes que a la yo de ahora? —¿Cita? —Sí, tonta. Hoy habíamos quedado en el mausoleo. Suerte que te conozco y sabía que estarías aquí, la verdad. No me permite responder porque me besa con la fuerza de mil soles, con la pasión de toda una vida queriendo a alguien y aún y así estando más enamorada que el primer día. Y, por supuesto, yo me pierdo en ese beso, tan dulce y delicado, tan firme y tranquilizante, tan pasional y emocionante. —Venga, Mercedes, vamos al mausoleo, que hoy está especialmente bonito, con todas las coronas de flores y las ofrendas —insiste, tirándome del brazo, y no me queda más que seguirla. Colina abajo, entre las hojas secas que se han caído y las tumbas, atravesamos el cementerio, desde el viejo olmo hasta el enorme mausoleo que hay en la zona oriental. En esta tranquila tarde, el mausoleo está completamente vacío, no hay ni un alma. El cementerio entero se viste de gala por estas fechas: familiares que nunca visitan las tumbas vuelven una vez al año para quitar las malas hierbas y dejar ofrendas, aficionados y seguidores se acercan a dejar sus ofrendas en las tumbas de famosos e importantes personajes históricos, familias enteras se congregan alrededor de las tumbas más recientes. Pero el mausoleo es el caso más especial. Lleno de figuras importantes y de familias adineradas, lo limpian a conciencia cada año justo a principios de la temporada y se pasan luego toda la época llenándolo de coronas de flores, ofrendas diarias de comida y, en el caso de antiguos artistas, una nueva guitarra o un nuevo set de pluma y tinta. A Eurídice le gusta mucho pasearse, contemplar las ofrendas. Es nuestra tradición anual. Aquí pasamos nuestra primera cita, aquél primer otoño; observando el mausoleo, fijándonos en todas las tumbas, paseando por el cementerio, sentándonos bajo el viejo olmo a comer unos panecillos que habíamos traído en una cesta. Fue aquél año en el que nos fijamos que siempre hay tumbas que pasan estas fechas sin pena ni gloria. No aquellas en el mausoleo, obviamente, pero sí otras repartidas por todo el cementerio. Tumbas que han sido olvidadas. Y fue entonces cuando empezamos a cuidar de esas tumbas. Paseando por el cementerio, limpiábamos todas las tumbas que no habían sido cuidadas esa vez y les poníamos flores, que yo recogía y que Eurídice trenzaba, además de alguna ofrenda de alimento. Siempre nos entristecía cuando alguna nueva tumba se unía al repertorio, pero algunas veces teníamos suerte y era sólo una ocurrencia puntual, y al año siguiente volvían los familiares, agradecidos de que alguien hubiera cuidado de sus antepasados mientras ellos estaban fuera. Ahora ya no podemos hacerlo, tristemente. Muchas de las tumbas que nosotras cuidábamos han quedado atrapadas por la hiedra y el musgo, los nombres invisibles a través del verdor. Por eso ahora sólo vamos a ver el mausoleo, a ver las tumbas que han sido cuidadas. Pero soy incapaz de concentrarme en admirar las flores exóticas y las comidas elaboradas cuando sé que tantas tumbas han sido completamente olvidadas. Cuando sé que las nuestras se están deshaciendo en polvo poco a poco. —Mercedes, cariño. Deja de preocuparte. —Sabes que no puedo. —Nada de esto es tu culpa, en serio. —Es mi culpa que no estés en este maldito mausoleo, cómo quieres que no me preocupe. —Quiero que dejes de preocuparte porque esta conversación la tenemos cada año y, honestamente, no me parece que haber sido enterrada en este mausoleo y que me llenaran de regalos cada año compensara una vida sin ti. Me casé contigo porque quise, Mercedes. Y mi tumba me gusta, porque está junto a la tuya. Nuestros cuerpos duermen juntos y nuestros espíritus pasean juntos. Eso es lo que quiero, pero las flores me gustan tanto como me gustaban estando viva, cuando tomé esa decisión. Y quiero que respetes mi decisión y vengas conmigo a ver esta preciosa caléndula. —¿De todas las flores y te gusta la caléndula? —Es que mírala, tiene una perfección matemática que no tienen otras flores. —La verdad es que es bastante bonita, sí. A veces olvido que Eurídice eligió estar conmigo y a veces tiene que recordármelo. Pero viéndola pasear por el mausoleo, admirando los detalles más insignificantes, entiendo que quizá lo que le guste de esto no es tanto el concepto de las ofrendas, que ella no recibe, si no la cualidad artística de ellas. Quizá no le moleste no tener flores, lazos, comidas y los deberes de su nieto más joven describiendo las explosiones nucleares, siempre y cuando pueda observar la luz resplandeciendo sobre el nuevo set de copas que le han regalado a algún antiguo noble. —Quiero ir a ver nuestras tumbas. —¿Eh? —Quiero ir a verlas. Ahí es donde yacen nuestros cuerpos, juntos. Enterradas en matrimonio. Quiero ver nuestras tumbas. —Mercedes… ¿Estás segura? —Completamente. Tal y como esperaba, nuestras tumbas han sido abandonadas. Hacía mucho que yo no venía, aunque creo que a veces Eurídice viene sola. Tuvimos una buena vida. Éramos una pareja algo excéntrica, la panadera y la chica rica que abandonó a su familia por amor, pero nunca sufrimos mucho. Su familia la desheredó, pero el pueblo entero nos aceptaba. Me aceptaba. El verdadero golpe vino cuando morí, y el cura me enterró al lado de mi esposa. Bajo mi nombre de nacimiento. No me gusta venir aquí por eso, para no ver ese nombre que nunca me representó, pero en el fondo, son nuestros cuerpos los que reposan aquí abajo. Juntos, como debería ser. Acaricio la mano de Eurídice mientras observo la hiedra tapando nuestros nombres. El de Eurídice está bastante más a la vista, siendo más fácil de identificar. Probablemente sea porque, durante un tiempo tras mi muerte, alguno de sus sobrinos siguió encargándose de su tumba. Pero nadie se encargó de la mía, y gracias a ello el nombre ya casi no se ve. Con esfuerzo alguien podría identificar una E mayúscula al principio, y que mi nombre de pila terminaba en “io”. Pero ese nombre ya no es relevante. La hiedra lo cubre, nadie lo recuerda. —¿Sabes? Creo que me gusta que no haya nadie cuidando de mi tumba. FIN Este relato forma parte del Reto de Escritura #Origireto2019, organizado por Stiby, de Sólo un capítulo más, y Katty, de La Pluma Azul de KATTY. Este relato, de 1219 palabras, corresponde al objetivo 9, Utiliza un cementerio como escenario para un relato. Para esta historia se incluyen los objetos 15, una pluma, y 25, una explosión nuclear. Para Medallas, este relato está protagonizado por una mujer, y pasa el test de Bechdel, cumpliendo 11/6 para Feminista y 8/2 para Bechdel. Incluye a una protagonista trans y lesbiana, junto con otra lesbiana, por lo tanto siendo protagonizado por una persona no normativa, cumpliendo 9/3 para Interesante. Está escrito en primera persona y en presente, siendo 11/6 para Verbórrea Interminable con 9/2 para Presente. Podéis encontrar el resto de mis entradas para el #Origireto2019 aquí, y las de Neswina aquí. O, en su defecto, los de ambas aquí. Pegatina pendiente
http://trastabiladas.blogspot.com/2019/11/una-tarde-clara-y-silenciosa.html
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