El poniente, el lucero de la tarde
y para mí una clara llamada. Acaso la escollera
no haga gemir al agua, cuando emprenda
mar adentro mi ruta,
y haya sólo el reflujo que parece dormido,
demasiado turgente para rumor o espuma,
cuando lo que sorbía del fondo ilimitado
regresa ya a su centro.
Doblando la escollera | Alfred Tennyson
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