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#Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires
diarioelcentinela · 2 years
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la feria de los libros que resisten y elogian el paso del tiempo
la feria de los libros que resisten y elogian el paso del tiempo
Algunos de los tesoros que convocan a los bibliófilos. Con la participación de una veintena de libreros expositores, la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires inaugura este miércoles una nueva edición hasta el domingo próximo en el palacio La Prensa: una vidriera de libros venerables de los siglos XVI al XX, grabados, mapas, fotografías, libros de artista y afiches, entre otras rarezas,…
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agendaculturaldelima · 3 months
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 #EspacioAtemporal #Fotografia
🖼 “FIN DEL MUNDO // ADRIFT IN BLUE” 📷🗻🥶🐧👀
💥 La exposición nos lleva en un viaje visual y sensorial a través de Tierra del Fuego, donde la realidad y la espiritualidad se entrelazan, donde el autor captura la esencia de este lugar remoto y hostil, explorando desde antiguas cartografías hasta las impresiones de los exploradores que llegaron en busca de conquista y fortuna.
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📖 Las fotografías de archivo intervenidas nos recuerdan la tragedia y la resistencia de las comunidades originarias, revelando la aculturación y la modificación de sus estilos de vida. Una invitación a explorar la narrativa de Tierra del Fuego, donde la historia, la cultura y la naturaleza se encuentran en el extremo más austral del mundo habitable. Acompáñanos y sé testigo de este diálogo entre lo antiguo y lo moderno, lo real y lo imaginado.🌊⛴📸❄️
👥 Artista: Nicolás Janowski (Argentina)
© Producción: ICPNA Cultural.
▶️ Publicación Impresa: https://vimeo.com/226138552
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📌 INAUGURACIÓN:Jueves 04 de Julio
🕖 7:00pm.
🏡 Espacio ICPNA San Miguel (av. La Marina 2469 – San Miguel)
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👪 Visitas:
📆 Martes a Sábado 🕚 11:00am a 8:00pm.  
🚶‍♀️🚶‍♂️ Ingreso libre
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📝 CV.- (Argentina, 1980): fotógrafo, antropólogo y curador, que recibe el Premio Repsol LimaPhoto (2014) y finalista de los premios internacionales Burn for emerging Photographer de la Fundación Magnum y el tercer premio PhotoVisura. En el año 2015, la Revista Time Magazine lo destaca como uno de los nueve fotógrafos a seguir en Argentina. Aparte de su trabajo como artista visual, se encarga de actividades relacionadas como ser el Curador adjunto y coordinador del programa educacional de FOLA (Fototeca Latinoamericana de Buenos Aires) y Senior Editor en PHMuseum, una plataforma en línea para la difusión de la fotografía contemporánea. Como docente e investigador ha impartido workshops en distintos centros de referencia latinoamericanos como el Master del Centro de la imagen de Lima (Perú) y en el Festival Paraty em Foco (Brasil), siendo jurado para la fundación García Márquez para el nuevo periodismo iberoamericano (Colombia), el premio FELIFA de la Feria De Libros de Autor (Argentina), el Premio Joven de PHMuseum (Inglaterra) y el premio Fotoperiodismo por la Paz Juan Antonio Serrano (Ecuador). En el 2016 fue uno de los nominadores de 10×10 CLAP Latin America Photobook.
🌐 Web: http://nicolasjanowski.com/
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quiero-leer-en-paz · 4 months
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La canción de Aquiles (2011), Madeline Miller
Como siempre, llego tarde al baile. Trece años tarde a la publicación (en ese momento estaba en quinto grado, así que no me culpo) y unos sólidos dos, tres años a su estallido de popularidad en las redes. Pero bueno, ¡llegué al fin!
Miller ha logrado que esta historia trágica, cuyo final inevitable conocía de entrada, me doliera como no me había dolido leyendo a Homero. Me cuesta conectar emocionalmente con los antiguos, pero me encontré gritándole al libro cada vez que me chocaba con la ironía dramática (ej.: ver foto). No llegué a llorar, pero no lo interpreto como signo de fracaso porque no soy de llorar mucho con los libros; me encariñé igual con los personajes. Aquiles en particular me sorprendió. Tal vez esperaba que Miller cayera en el cliché del héroe griego, el Aquiles Fuerte y Enojado que conocemos. Me alegra que no haya sido así. Aquiles es franco, transparente, amable y humilde. Su ira es el punto de llegada, no el de partida, y el camino hacia allí se siente justificado. Cuando llegó el momento de que apareciera el héroe clásico, no lo reconocí del todo como el Aquiles que había llegado a conocer. Gracias a la gentileza que Miller le concede, su crueldad es más terrible.
También se valora el aporte a la personalidad de Patroclo, que acá se vuelve una persona un tanto más compleja. Curiosamente, aun siendo el narrador y protagonista de la novela, en cuando aparece Aquiles sentí que Patroclo se volvía un personaje secundario. Testigo, pareja, acompañante. Al final, un literal espíritu que solo puede observar. No sé si habrá sido intencional o no. Es la canción de Aquiles al fin y al cabo. Me quedé con ganas de un poco más de su parte. Más bien, de un poco menos de pasividad. La escena de su lucha en la guerra, haciéndose pasar por Aquiles, me resultó mucho más atractiva que varias otras partes, no porque fuera un momento de acción, sino porque Patroclo se volvió el centro de su propia historia.
Tuve sentimientos encontrados respecto a las mujeres de esta novela. Tetis y Deidamia son resentidas, manipuldoras, crueles. Hay atisbos de complejidad que podrían explorarse pero no lo fueron, recién en el último capítulo vemos a una Tetis un poco más humana. Briseida es la única que tiene algo de dimensión, me gustó mucho el personaje que armó la autora. Entiendo que el punto de vista de la narración limita estas construcciones, Patroclo tiene su propia forma de ver a estas mujeres. Pero cuando logra ser más “objetivo” al describir a los múltiples hombres y reyes, bien observador como es, no logra lo mismo con las mujeres. Este detalle, porque realmente no arruinó mi lectura ni mucho menos, solo me da más ganas de leer Circe para ver qué pasa cuando esta autora escribe desde la voz de una mujer.
Creo que toda persona que leyó alguna vez la Ilíada sabe, quiera reconocerlo o no, que la ira de Aquiles nunca fue Completamente Heterosexual(TM) como la crítica y la tradición tanto insistieron. Ni cuando Agamenón le faltó el respeto a su honor tuvo Aquiles una reacción tan pasionalmente violenta como cuando su ““mejor amigo”” murió en batalla, en parte por su culpa. Ya era hora de que ese hecho saliera de las sombras del fanfiction y los foros de Tumblr. No soy de usar muchas palabras anacrónicas para describir literatura clásica pero…. they were always gay!!!!!!! And lovers!!!!!!
Para quienes quieran aventurarse en el mundo de las reescrituras/reinterpretaciones de los mitos, recomiendo que vean o escuchen (legal o ilegalmente) el musical Hadestown, basado en el mito de Orfeo y Eurídice. Teatro de calidad, música de calidad, una interpretación tan actual como atemporal. Es el mito que más me ha cautivado desde la infancia y me encanta verlo tener su momento de gloria en un medio que tanto disfruto como el teatro musical.
Nota personal: llegué a este libro gracias al hecho de que trabajé en la Feria del Libro de Buenos Aires de este año. Fueron tres semanas de cansancio, pero agradezco profundamente la oportunidad que tuve. Conocí otro lado de este mundo que tanto me apasiona y, en especial, conocí a personas hermosas que espero volver a cruzarme en la vida (profesional y personal) :)
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Historia de los Temazcales en el noroeste de la cuenca de México
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María de la Asunción García Samper
Elvia Martínez Contreras.
Centro de Estudios Mesoamericanos. A. C.
Patronato Amigos de Teclo. A.
En la región noroeste de la cuenca de México existe las evidencias Arqueológicas e Históricas de la presencia del temazcal, y en estos lugares como los municipios de Tecamac, Nextlalpan, Acolman, Teotihuacan, Ecatepec, los arqueólogos los han reportado en sus informes técnicos de exploración arqueológica. (Figura 1)
En la misma sierra de Guadalupe existe un temascal muy antiguo dentro una cueva de la cual salía un venero de agua caliente casi cerca de la cima existe una espaciosa cueva que funcionó como temazcal en la época prehispánica, aún en el año de 1992 cuando subimos el cerro vimos que a la entrada de la cueva existía una piedra triangular grande y tenía cerca de la punta un Petrograbado de una vulva femenina, salía en medio de la misma cueva emergía un chorro de agua caliente que llenaba el piso de piedra de la misma cueva y creaba un ambiente de vapor y siguiendo la línea de las paredes de este lugar unas piedras que pudieron servir para sentarse a las personas que así lo hicieron el agua les cubría hasta la cintura. (García Samper, María de la Asuncion y Elvia Martínez Contreras, “Nuestra madrecita Tonantzint Tlalli Coaticlue-La Chicomecoatl-Mayahuel-la Cihuacoatl la tierra mujer preciosa”, Centro de Estudios Mesoamericanos. A. C. publicado también en el periódico el Mexiquense hoy 2020). ((Figura 2)
Este santuario al culto a la montaña sagrada femenina contiene una serie de símbolos los cuales representan vulvas abiertas esperando el semen de la lluvia para ser fertilizadas, existen también otros petrograbados como el falo, la lagartija, la serpiente, el jaguar o monstruo de la tierra “Cipactli” como símbolo nocturno, Piedras preciosas o chalchihuis, hombres cazando o danzando, representaciones del dios Tláloc, además de otros símbolos relacionados con la fertilidad, la tierra, el rayo y el agua.
La palabra temazcal viene del idioma náhuatl “temazcalli” cuya traducción al español es: casa donde se suda, siendo de: “temas”, sudor, y “calli”, casa hace referencia a un ritual ancestral y a un baño de vapor empleado en la medicina tradicional y la cotidianidad de los pueblos hídricos originarios del noroeste de la cuenca de México.
Por lo general en la región del noroeste de la cuenca de México se acostumbró construir la arquitectura de sus Temazcales de piedra o de adobe, pero sabemos que en un inicio se utilizaron las cuevas con brotes de agua caliente y de alli aprendieron los sistemas actuales de calentar piedras y regar agua sobre ellas, bueno también sabemos que también se construían con enramadas y cubriendo tanto las paredes como los techos con pencas de maguey. (Figura 3).
Toci (en náhuatl, 'nuestra abuela'), nombrada también como Teteo Innan, “La madre de los dioses”, Tlalli Iyollo, "Corazón de la Tierra", Yoaltícitl, "médica nocturna" y Temazcalteci, "abuela de los baños de vapor", es la diosa de los médicos, parteras, temazcales, yerberas, adivinos. (García Samper, María de la Asuncion y Elvia Martínez Contreras, “Nuestra madrecita Tonantzint Tlalli Coaticlue-La Chicomecoatl-Mayahuel-la Cihuacoatl la tierra mujer preciosa”, Centro de Estudios Mesoamericanos. A. C. publicado también en el periódico el Mexiquense hoy 2020 (figura 4)
Toci era la diosa de los médicos y cirujanos y representaba la medicina asociada a los temazcales y con una doble función que eran las parturientas y la guerra.(Sahagún, Fray Bernardino de, c Historia General de las cosas de Nueva España", Libro primero del Tomo I capítulos I-XX del de " (c.1499-1590), obra monumental en la que trabajó durante treinta años, escrita en castellano y en náhuatl y que también es conocida como el Códice Florentino por el manuscrito conservado en la Biblioteca Medicea-Laurenciana de Florencia).
Y vemos que el temazcal tiene la forma del vientre materno. Es conocida la estrecha relación entre el temascal y los cuidados de la mujer durante el embarazo y parto, de la que derivan múltiples ritos ceremoniales asociados con deidades femeninas que actuaban como protectoras.
Para ello se preparaba el inicio del baño con una ceremonia mientras comenzaba la combustión de la leña en el hornillo lo que el fuego ya listo y calientes las piedras procedían a cerrar este hornillo que por lo general era de barro y piedras, siendo el elemento central del temascal es la sala de vapor, donde los se colocan enfermos o parturientas para beneficiarse de la elevada concentración de calor. Se trata de una estancia de dimensiones reducidas, ya que la dificultad de reunir las condiciones adecuadas de temperatura aumenta a medida que lo hace el área que delimitan sus muros. Entraba la Ticci o comadrona con la parturienta o con los enfermos y se colocaban algunos sobre las banquetas alrededor de los muros del temazcal o acostados sobre petates descansando su cabeza sobre hojas de maguey.
Entonces los ayudantes de la Ticci regaban el agua sobre las piedras las cuales estaban a alta temperatura soltando un vapor al principio ligero, pero poco a poco más denso, por lo general como acontece en algunas parteras de la cuenca de México hoy en día se les daba en un jarrito o taza un vinito o te de hiervas y además se les daban manojos de hiervas medicinales los cuales se mojaban en agua fresca y se golpeaban la espalda y los mulos y partes del cuerpo como parte del ritual. Con oraciones y sortilegios las rezanderas pedían clemencia para los enfermos y las parturientas a los dioses y diosas.
Composición morfológica y arquitectónica del Temazcal: En el siglo XVI, Alonso de Molina lo definía, en su Vocabulario en lengua castellana y mexicana, como «casilla como estufa, adonde se bañan y sudan».( Molina, Alonso de (1880). B. G. Teubner, ed. Vocabulario de la lengua mexicana. Liepzig. p. 465. Internet Archive.) Y lo describe de la siguiente manera:[]
• “El cuarto de baño, que en lo general no debe sobrepasar un metro y medio de alto y en promedio dos metros de largo. Pueden ser cuadrados o redondos.
• El tlexictli u hornilla, que es donde se coloca la leña que calentará el temazcal a través de una pared hecha de piedras y que, al mismo tiempo, impide el paso del humo al cuarto de baño.
• La entrada al cuarto de baño.
• Finalmente, una Atlachinoli u hoguera donde se calentará agua, que puede o no contener infusiones medicinales.”
La arquitectura de un temazcal en el noroeste de la cuenca de México como es Tecamac, Xaltocan-Nextlalpan, Acolman, Ecatepec y Coacalco por lo general tiene un domo en forma de Iglú revestido de piedras de cantera unidas con barro y los muros también, la entrada tiene un dintel de piedra y es baja el acceso al interior.
Fueron reportados esta clase de temazcales en los hallazgos arqueológicos del sitio de Agua Tibia en Guatemala.( Mastarredona Desantes, Nuria, La Arquitectura del baño de vapor en la cultura Maya. Universitat Politècnica de Valènci 1980). También se reporta un posible temascal de adobe localizado en la Joya de Cerén, en una aldea abandonada en forma precipitada por sus habitantes al entrar en erupción el volcán Loma Caldera, lo cual provocó que quedara enterrada bajo las cenizas, hasta ser descubierta en 1976. (Mastarredona Desantes, Nuria, La Arquitectura del baño de vapor en la cultura Maya. Universitat Politècnica de Valènci1980).
El techo del temazcal formado por un domo con morfología y estructura reticulada en forma de Iglú, son las formas actuales de los temazcales, sabemos que la mayoría en la época prehispánica fueron de techos planos, aunque también existían estos domos ya que forma la cueva o el útero de la madre tierra.
Hornillo El lugar donde se prende el fuego, y a partir del cual se generará el calor suficiente para calentar las piedras y producir así el vapor de agua. En la arquitectura prehispánica se acostumbró construir el hornillo en el interior de la sala de vapor. En algunas ocasiones se les colocaban aberturas para permitir circular el aire como ventilador.
Generación de vapor El vapor necesario se produce mediante el vertido de agua sobre unas piedras o pantallas de piedra volcánica calentadas previamente con un intenso fuego.
Los materiales constructivos para elaborar estos temazcales fueron en diferentes épocas en que se disponía en los grupos de la sierra y lugares áridos de los techos y pencas de maguey revistiendo el temazcal sobre un enramado de varas entretejidas, en otros tiempos u ocasiones en que existía la piedra, el barro o bien del tezontle o en su caso se contaba con ladrillo o adobes o piedra caliza. Y como mortero el barro que en las lagos y ríos o arroyos abundaba.
Cuando la construcción del temazcal se termina, se procede a bautizarlo con pulque y una ceremonia de inauguración de la misma forma en que se le pone un nombre. Al terminar la ceremonia se comparte entre todos los integrantes la ofrenda. Nuestros ancestros agradecen a Toci, la señora de los temazcales, y se da por terminada la ceremonia.
Es una práctica milenaria utilizada por nuestros antepasados para mantener sano y fuerte el cuerpo, sin embargo fue hasta 1985 en la segunda feria nacional de la planta medicinal en Amatlán de Quetzalcóatl Morelos que se sometió a consejo ante los guardianes de la tradición la pregunta; de sí este conocimiento debía ser enseñado y compartido al público en general, muchos venerables ancianos guardianes de la tradición y guías votaron para que no se abriera el conocimiento al público en general por temor a que se distorsionara o se le perdiera el respeto a tan importante tradición (como ha pasado en algunos pueblos). Sin embargo, una gran mayoría voto a favor y así fue el resurgimiento del temazcal.
Cada vez más personas se interesan en el Temazcal por sus amplios beneficios terapéuticos, de la misma manera que instituciones académicas como la Universidad de Chapingo que ha incorporado a su programa universitario de medicina tradicional y terapéutica naturista el curso de Temazcal para profesionales de la salud. (Lagos, Anna (8 de febrero de 2020). «Viaje a una ‘casa de baño con fuego’ en Tenochtitlan». El País. ISSN 1134-6582. Consultado el 9 de febrero de 2020).
[]Bibliografía.
-García Samper, María de la Asuncion y Elvia Martínez Contreras, “Nuestra madrecita Tonantzint Tlalli Coaticlue-La Chicomecoatl-Mayahuel-la Cihuacoatl la tierra mujer preciosa”, Centro de Estudios Mesoamericanos. QA. C. publicado también en el periódico el Mexiquense hoy.
--Lagos, Anna «Viaje a una ‘casa de baño con fuego’ en Tenochtitlan». El País. ISSN 1134-6582. Consultado el 9 de febrero de 2020.
-Mastarredona Desantes, Nuria, La Arquitectura del baño de vapor en la cultura Maya. Universitat Politècnica de Valènci). 1980.
-Molina, Alonso de (1880). B. G. Teubner, ed. Vocabulario de la lengua mexicana. Liepzig. p. 465. Internet Archive.
-Sahagún, Fray Bernardino de, c Historia General de las cosas de Nueva España", Libro primero del Tomo I capítulos I-XX del de " (c.1499-1590), obra monumental en la que trabajó durante treinta años, escrita en castellano y en náhuatl y que también es conocida como el Códice Florentino por el manuscrito conservado en la Biblioteca Medicea-Laurenciana de Florencia.
(Fotos de la fototeca del INAH y de la colección de María de la Asunción García Samper).
https://elmexiquensehoy.blogspot.com/2020/05/historia-de-los-temazcales-en-el.html?m=1
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vansargentina · 6 years
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Falu Carolei, entrevistado por Michael Hsiung
Influenciado por Thrasher, la revista Surfer y los cómics, los dibujos, murales e ilustraciones del artista de Buenos Aires Falu Carolei son, en muchos sentidos, tributos al skate, al surf, al tatuaje y a la cultura del graffiti; todas cosas que, en definitiva, le abrieron la mente. 
Mientras pensaba que su amor por el dibujo nunca se convertiría en una carrera, Falu encontró un hogar para su trabajo en Vans Argentina, donde durante los últimos cuatro años estuvo realizando murales y obras de arte impresionantes. Estamos entusiasmados por conversar con él sobre sus influencias, su viaje artístico y lo que hizo durante el 2018.
-Falu, antes que nada contame un poco de vos y dónde vivís actualmente...
-Mi nombre es Falu Carolei, tengo 32 años y vivo en Lanús (Buenos Aires, Argentina), donde tengo tengo mi estudio / casa. Allí paso la mayor parte de mi tiempo; crecí inmerso en la cultura del skate, como se puede ver en mis dibujos.
-¿Cómo te interesaste por el dibujo? ¿Quiénes fueron algunas de tus primeras influencias artísticas?
-Dibujo desde que puedo recordar. Cuando comencé a patinar, arranqué una página de una Thrasher que tenía un dibujo de Rick Griffin y lo pegué en una pared de mi habitación, lo miré todos los días durante mucho tiempo. Con los años descubrí que era Murphy, el personaje que Rick dibujó para la revista Surfer. Pasaron muchos años y sigue siendo una de mis mayores influencias. También leí muchos cómics de Quino, un gran artista argentino.
-¿Cómo le describirías tus dibujos e ilustraciones a alguien?
-Mis dibujos son un homenaje a toda la cultura que me abrió la mente y me hizo pensar de manera diferente: el skate, el rock, el surf, el tatuaje y el graffiti.
Soy un buscador de antigüedades: cómics y libros antiguos, patinetas de los años 70 y vinilos viejos ¡Creo que eso también se puede ver en mi trabajo!
-¿Cuándo empezaste a verte creando arte como una carrera? ¿Cuándo empezó a despegar?
-Nunca lo vi como una carrera, lo hago por diversión, como una necesidad del cuerpo y la mente para expresarme; todo lo demás sucedió solo. El año pasado publiqué mi primer libro con ilustraciones, tal vez de ahí me empezaron a tomar más en serio, pero para mí sigue siendo el mismo juego.
-Hiciste muchas ilustraciones y murales para Vans Argentina... ¿Podés contarnos un poco sobre cómo te involucraste? ¿Cuál fue el primer mural que recordás haber pintado para Vans?
-Siempre usé Vans, me gusta su cultura desde que era un niño. Cuando Vans apareció en Argentina, me llamaron porque estaba involucrado en la escena del skate. El primer trabajo fue un mural en un Bowl de 4 metros de profundidad para un campeonato llamado Authentic Bowl Sessions. Tenemos una buena relación, ya pasaron 4 años desde entonces y todavía estoy trabajando para la marca.
-Cuando estás trabajando en una ilustración o un mural... ¿Cómo es el proceso?
-Siempre paso unos días pensando en tener una gran idea genial . Esa idea nunca aparece, así que empiezo a hacer calaveras en motocicletas, skaters  y chicas en hot rods jaja. Muchos bocetos, miro algunos libros antiguos para paletas de colores o fondos. Es el mismo proceso para los murales, en la computadora o en un lienzo, la única diferencia es que en los murales el sol te quema cabeza y el viento y la lluvia te congelan.
-Cuando no estás pintando cosas y trabajando en ilustraciones... ¿Cómo es un día típico en el estudio?
-Cuando no estoy trabajando, siempre tengo una idea para hacer: un fanzine, una escultura, pintar un cuadro... Si es un buen día, voy a patinar con amigos o me voy a alguna feria a buscar cosas viejas y hermosas.
-¿Cuáles son tus herramientas y materiales de arte esenciales?
-Wacom, Computadora, café, lápiz y aerosol.
-Actualmente vivís en Buenos Aires, Argentina... ¿Cómo influyó este entorno o esa ciudad en tu trabajo? ¿Cuáles son las mejores cosas de vivir ahí?
-En Buenos Aires hay una gran cantidad de arte en las calles que quedaron de otros tiempos: viejos carteles, logotipos antiguos y dibujos perdidos por los barrios porteños que son geniales, voy prestando mucha atención a esas cosas.
Hoy en día hay una escena artística muy buenas, y tengo muchos amigos que hacen cosas geniales. Voy mucho a muestras de arte; muchas veces ayuda en el armado u organización de las mismas. Buenos Aires tiene mucha cultura visual y musical.
-¿Cuál fue la última aventura que apareció en una de tus ilustraciones?
-Hace unos meses estuve en Venice, California, surcando y patinando todos los días, de ahí proviene la inspiración de Vans Comic, Vol.1...  ¡Es un cómic donde el personaje está patinando y de repente salta del pier para surfear una ola!
-¿Qué consejo le darías a alguien que quiera seguir tus pasos y dedicarse al arte?
-Nadie puede dar consejos... No hay hombre que sea tan viejo.
Recomiendo tomarse el tiempo para ver los trabajos de los maestros Robert Williams, Jim Phillips, Rick Griffin y Coop, entre otros. Hay mucha información en sus dibujos, cada obra de ellos es una escuela de arte.
-¿Cuál es tu mejor consejo de Art School que te gustaría compartir con la gente?
-Pequeños detalles hacen la diferencia.
-¿Cuál fue tu mayor desafío profesional y cómo lo superaste?
-Cuando tuve que pintar un bowl de 4 metros de profundidad y 30 metros de largo. Con mi amigo Joel Menazzi hicimos una calavera gigante que cubría toda la rampa, no usamos un dron para hacerlo, solo lo marcamos a mano alzada, sin saber si lo estábamos haciendo bien. Tres días después de terminarlo, tomaron una foto con un drone y pudimos ver que estaba perfecta... ¡Fue una locura!
-¿Cuál es tu modelo favorito de VANS?
¡Las Authentic siempre! De la línea Classics.
-Cuando no estás haciendo y creando arte para vos o para Vans... ¿Cómo te desconectás?
-Me divierto con amigos, patino todo el año y surfeo en verano. También disfruto de las cosas simples, que son las mejores, como por ejemplo pasar tiempo en casa con mi mujer y mi perro, escuchando música o mirando un libro.
-¿Qué te depara el fin de año?
-Seguir buscando patinetas antiguas o alguna remera de rock vintage para mi colección. Seguir dibujando y pintando. Soy positivo, se vienen épocas muy buenas. Abrí hace poco una galería de arte con un amigo en un galpón donde también hay una rampa y un bar (sigan a @galeriabunker), así que va a ser un verano muy divertido.
Entrevista: cortesía Michael Hsiung Fotos e ilustaciones: cortesía Falu Carolei
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unpezenelhielo · 6 years
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Un pez en el hielo
1                  
     Emilio Renzi estaba en la terraza de un bar en la plaza Carlo Felice, frente a la estación de Turín, a la mañana temprano, cuando la vio. No podía ser. Inés estaba ahí, en una mesa cercana, con el tipo de pelo blanco. Con el canalla de pelo blanco que la había traído a Europa. Llevaba el vestido azul que Emilio le había regalado y sonreía, hermosísima, en la claridad del verano.        Ella lo descubrió a su vez, incrédula y un poco irritada, como si pensara que Emilio la estaba siguiendo. Y la estaba siguiendo, claro, con la imaginación, desde la tarde en que Inés lo dejó y se fue para siempre aunque él le había dicho «quedate, casémonos».        Habían pasado varios meses y ahora Emilio estaba en Italia con una beca para estudiar la obra de Pavese. Había buscado un pretexto para escapar de Buenos Aires, para dejar de pensar en ella y poder olvidarla, y sin embargo, ahora la tenía enfrente, sentada bajo la sombra de las sombrillas de colores. Lo que tememos más secretamente siempre ocurre. ¿Qué hacía ella en Turín?        Como si le leyera el pensamiento, la muchacha le hizo un gesto de pregunta y después se levantó y fue para el bar, y antes de entrar en el salón se dio vuelta para mirarlo y movió la cara con una expresión de fastidio que le conocía bien.        Emilio la siguió y entró en el local. No la vio. Los baños estaban abajo, junto a los teléfonos. Había una escalera y después un pasillo que se perdía en la oscuridad. Tampoco estaba ahí. Salió del salón y volvió al calor sofocante de la calle. Todo parecía un sueño. Ni ella ni el hombre de pelo blanco estaban en el bar. Se habían ido precipitadamente, tal vez pensaron que él podía crearle problemas. ¿Le habría dicho ella la verdad al hombre de pelo blanco? Ese que está en el costado es Emilio y me viene siguiendo desde Buenos Aires…        La mesa vacía, el dinero apoyado en un platito de metal. Dos cervezas. Ella no tomaba cerveza cuando vivía con él. Y menos a la mañana. En el piso había un boleto de tren. Ferrovia Nazionale. Roma-Turín. ¿Habían venido en tren? ¿Por qué entonces había un solo pasaje?        Sabía lo que estaba pasando pero no lograba calmarse. Encontraba conocidos por todos lados. Al llegar a Italia había visto de pronto a Roberto Rossi, un amigo de La Plata, en una calle de Roma. Era increíble que estuviera en Italia y lo fue a saludar, feliz de verlo. Rossi iba conversando animadamente con un señor mayor. Emilio se adelantó, pero no era él. Gran confusión, explicaciones, rápidas disculpas.        Dos días después, en el tren que lo trajo a Turín, vio a otro amigo que salía del vagón comedor, era Mario. Emilio se levantó sonriendo y Mario pasó por el pasillo como si él fuera invisible. Empezó a creer que teníamos un doble en el otro continente, el mundo era un espejo, y todo estaba duplicado pero fuera de lugar.        Una mujer igual a Inés con el hombre de pelo blanco era demasiada coincidencia. Los dos dobles iguales en el otro lado del mundo. No podía ser, desvariaba. Atacado por un impulso mimético, veía todo repetido, construía réplicas. Hacía días que no hablaba con nadie. Quizás era eso. O quizás tenía razón y pronto iba a encontrar a alguien que era él mismo (pelo crespo, anteojos, cara de sonámbulo) y entonces… ya sabía lo que les pasaba a los que encontraban a su doppelgaenger.        Volvió a sentarse a la mesa. Buscó su cuaderno de tapas negras. Tenía que olvidar y concentrarse en su trabajo.        Enfrente estaba el hotel Roma, en ese lugar hacía justo veinte años se había matado Cesare Pavese. Abrió el mapa del Piamonte y volvió a ubicar Santo Stefano Belbo, el pueblo estaba a unos noventa kilómetros, en la región de las Langhe. Belbo era el nombre del río que atravesaba el pueblo. Pavese había nacido ahí en 1908, se mató a los cuarenta y dos años. Emilio hizo cuentas. «Me quedan quince años… no, quince no, dieciséis», calculó. «Muchísimo tiempo». Empezó a tomar notas. Estaba trabajando sobre el Diario de Pavese.        Solo quien lleva un diario puede leer el diario que escriben otros. Tachó la última frase y escribió: Solo quien lleva un diario puede entender el diario que llevan otros. Leyó la frase y la tachó otra vez y al lado escribió: Solo quien escribe un diario puede entender el diario que escriben otros. Pavese había escrito uno de los mejores diarios que se había escrito nunca… porque se había matado.        No conocía ningún novelista que hubiera matado a nadie. Era raro. Un escritor de novelas que se hubiera convertido en un criminal. No había ninguno. ¿No había ninguno? El novelista como asesino. Los suicidas son asesinos tímidos.        Pensaba en el suicidio de Pavese como en un crimen que era preciso descifrar. Había pistas, indicios, testimonios múltiples. No había un criminal, solo había extraños acontecimientos que esperaban una explicación. Pagaría a un asesino mi peso en oro para que me matara en la noche, había escrito Pavese.        Miró el hotel, enfrente. Una muchacha se asomó por la ventana del tercer piso y miró indiferente hacia abajo. Era igual a Inés. ¿Era igual a Inés? Todas las mujeres eran iguales entre sí. Las mujeres son el pueblo enemigo, como el pueblo alemán. (Eso era de Pavese). Estaba desesperado. No era la repetición, sino la réplica, lo que dominaba la vida. El predestinado, el que repite. La condena a lo idéntico. Cuando vemos que hacemos siempre lo mismo desde siempre no podemos ya pensar en el pasado sin rencor.        La pérdida era lo más atroz que le podía pasar a alguien. Ser abandonado, saber que la persona que uno ama está con otro. Oh, tú, ten piedad. Verla con otro. Ese es el estado de ánimo en el que se comenten los delitos.        Había reconstruido el itinerario final de Pavese. Preparó la valija que usaba para sus viajes breves y solo se llevó con él el manuscrito del Diario y los Diálogos con Leucó, su libro preferido. Abandonó para siempre la casa de la vía Lamarmora donde vivía con su hermana, se despidió con un simple saludo de Ernestina, que lo había criado, bajó la escalera y se fue para tomar el tren en la Porta Nuova, pero en lugar de ir a la estación se dirigió al Albergo Roma.        Pidió una pieza con teléfono, le dieron la 23 en el segundo piso. Una habitación sencilla, con una cama y una mesa y un sillón rojo. Desde la ventana veía el bar donde ahora estaba sentado Renzi y más atrás la recova y la estación.        En el hotel, hacia las seis de la tarde Pavese le escribió la última carta a su hermana, que estaba de vacaciones en la playa de Serralunga. Era una carta triste y era un adiós.        Me he acomodado en un hotel que me cuesta muy poco y duermo perfectamente. Las camisas y los trajes me los limpian en el hotel. No es necesario que regreses el lunes 21. Yo estoy bien, como un pez en el hielo. Dentro del sobre puso cincuenta mil liras.        Esa misma tarde una amiga de Pavese, Bona, lo encontró por casualidad en la vía Po. Estaban en plena Feria d’agosto, la ciudad vacía, como ahora. Con la mirada ardiente, Pavese caminaba a grandes pasos y parecía afiebrado. Bona tuvo que seguirlo hasta el cercano café Florio. Estaba enamorado de una actriz norteamericana y ella lo había abandonado. No podía dejar de pensar en esa mujer. La veía en todos lados. Pavese le dijo que estaba en Turín de incógnito, que quería descansar, nadie tenía que saber que lo había visto. Estuvo firme y sosegado, implacable y exacto. Fueron luego a cenar a una cervecería a la orilla del Po. Charlaron con serenidad, de cosas sin importancia. De pronto, mirando el agua oscura del río, observó que no le habría gustado ahogarse. «Mejor el veneno», dijo. Se separaron hacia medianoche.        Luego, presumiblemente, Pavese había rondando la ciudad vacía hasta que al fin había vuelto a subir al hotel tarde en la noche. El recepcionista lo había visto entrar y Pavese le había pedido que no lo molestaran. La luz estuvo encendida toda la noche. A la madrugada del 18 de agosto, escribió la última página de su diario.        Lo que tememos más secretamente siempre ocurre. Escribo: oh, tú, ten piedad. ¿Y luego? Basta un poco de coraje. Cuanto más determinado y preciso el dolor, más se debate el instinto de vida, y cae la idea del suicidio. Al pensar en ello, parecía fácil. Sin embargo mujeres frágiles lo han hecho. Se requiere humildad, no orgullo. Todo esto da asco.        Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.        El Diario terminaba ahí. Todo estaba decidido.        Y sin embargo Pavese pasó una semana antes de matarse. Se suicidó recién el sábado 26 de agosto. Renzi estaba conmovido con esos días finales. Pavese solo en la ciudad vacía. Busca la fuerza para matarse. ¿Qué hizo? Vivió todavía ocho días más, aunque para sí mismo ya era un muerto. El condenado. El muerto vivo.        ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir, inmóvil, el pez en el hielo? Los ojos atentos a la blancura transparente; la inmovilidad total.      
2                  
     El tren estaba casi vacío. Renzi se sentó en un costado, junto a la ventanilla, y viajó por el Piamonte mirando el paisaje. Las Langhe de Pavese eran estas. En los poemas parecían más bellas, más exóticas. El diablo en las colinas. Se parecía a Tandil, a las sierras de Tandil donde Emilio había veraneado en la niñez. Así son los paisajes de la literatura, pensó. Ruinas de la infancia. En La luna y las fogatas el protagonista volvía después de años de ausencia y recorría estos mismos pueblos. En los viejos tiempos, decíamos la colina, como quien dice el mar o la selva. No era un lugar como los otros, era una forma de la realidad, un modo de vivir.        La luz del mediodía le daba a las colinas un aire fantasmal, parecían transparentes de tan claras. Hill like white elephants. Los terrenos cultivados y las casas amarillas entre los árboles y el suave declive de los senderos y los cercos de ligustro estaban ahí desde siempre. Los viñedos eran tan antiguos como el dialecto del Piamonte.        Un hombre parado al sol en mangas de camisa y con un sombrero negro miró pasar el tren. Era su tío Nazareno. La mirada tranquila, el cigarro Avanti apagado entre los labios, los bigotes amarillos por el tabaco, la piel curtida. Claro que su tío Nazareno había muerto cuando Emilio tenía diez años. (Hacía un rato, antes de subir al tren, había visto desde lejos a Pancho Alfaro, junto a un quisco, en el andén 12).        Estaba tan solo que todo le parecía familiar. La desesperación amorosa como vocación de similitud. Lo que se ha perdido es único y entonces el mundo se puebla de réplicas. Lo que falta se convierte en una repetición vacía. Por eso los amantes abandonados piensan en el suicidio. El único acto unívoco que puede terminar con la repetición. Oh, tú, ten piedad. Habría que unir la idea fija con la repetición. Pensar siempre en lo mismo es ver todo igual.        El tren repechaba lento la colina y los valles abajo se iluminaban con el aire claro del verano.        Renzi abrió su cuaderno de notas. El Diario de Pavese empezaba y terminaba con dos grandes crisis. Las mujeres eran el pretexto.        La primera, en 1936. Eran los años del fascismo, en Turín las redadas de opositores a Mussolini se multiplicaban. Pavese estaba comprometido con la muchacha de la voz ronca (la donna dalla voce rauca de los poemas), Tina, una militante comunista; ya había sido arrestada y condenada años antes y estaba siendo vigilada. Entonces le pidió a Pavese que diera su dirección para recibir correspondencia clandestina. Pavese aceptó de inmediato. Fue descubierto, su casa allanada, las cartas lo comprometieron pero desde luego Pavese se hizo cargo de todo y jamás nombró a la mujer. Fue encarcelado, sometido a proceso y luego confinado en Brancaleone, en Calabria. Allí empezó a escribir el Diario. Pasó tres años aislado sin poder comunicarse con Tina para no comprometerla. De ella no pudo tener nunca noticias directas. Solo supo que estaba a salvo y eso lo tranquilizaba. Por fin la condena de Pavese fue conmutada y pudo regresar a Turín. Cuando llegó se enteró de que Tina —un mes atrás— se había casado con otro. Cuando un hombre se encuentra en mi estado no le queda sino hacer examen de conciencia. Ahora que he llegado a la plena abyección ¿en qué pienso? Pienso qué hermoso sería que esta abyección fuera también material, que tuviese por ejemplo los zapatos rotos. Escribo Tina, ten piedad ¿y luego?        El tren avanzaba entre los montes. Le interesaba estudiar los modos en que el lenguaje era llevado al límite en las dos grandes crisis de la vida de Pavese. Las notas del diario entre noviembre de 1937 y marzo de 1938, y luego las notas de la primavera y el verano de 1950. Estilísticamente la respuesta era la misma. Estar afuera de la vida. No dejar nada. (Solo un Diario). Pero estar fuera de la vida era estar muerto.        «En el fondo tú escribes para estar como muerto, para hablar desde afuera del tiempo, para convertirte para todos en un recuerdo». In fondo, tu scrivi per essere come morto. Estar afuera de la vida. Kafka pensaba algo parecido.        Renzi recordó una cita de Kafka y la buscó en su cuaderno. Aquel que no haya logrado alguna forma de acuerdo con la vida, necesitará de una de sus manos para alejar de sí en lo posible la desesperación que le causa su destino —y no logrará gran cosa con ello— pero con la otra mano podrá anotar lo que vea bajo aquellas ruinas, pues verá otras cosas, más cosas que los demás, ya que estará muerto en vida y será el sobreviviente real.        Era una nota del Diario del 19 de octubre de 1921. Kafka había sido capaz de escribir desde la tierra de los muertos. Todo estaba en «El cazador Gracchus», el relato más extraordinario de Kafka. Nadie leerá lo que estoy escribiendo, escribe Gracchus, el eterno fantasma que vive entre los hombres. Y ya sabemos que Gracchus es el nombre alemán de Kafka. El muerto vivo. El sobreviviente real.        Nadie leerá lo que estoy escribiendo. Esa certidumbre era única. Kafka le había ordenado a Dora Diamant que quemara sus manuscritos y tendido en un sofá la había mirado quemarlos. Los cuadernos de sus últimos años. De todo eso solo se había salvado La madriguera, que no tiene final y es el último relato de Kafka.        El que hace ese gesto extremo, pensó Renzi, no necesita matarse. Hace ese gesto para no matarse. Imposible para Kafka decir basta de palabras, no escribiré más. Decía sigo escribiendo pero destruiré lo que haya escrito y volveré a escribir y nadie me leerá.        Ahí estaba la carta de Max Brod a Martin Buber. Era del 25 de enero de 1925: «En el último año de su vida [Kafka] le pidió a su amiga Dora Diamant que echara a la estufa unos veinte cuadernos gruesos. Él yacía en la cama y contemplaba cómo se quemaban sus originales». ¿La eligió para eso? ¿Para esa escena? As Kafka lay watching from the bed, Dora lit the match and touched it to the pages, dropping them into the basin as they caught fire. «I respected his wish, and when he lay ill, I burnt things of his before his eyes» (Kafka’s Last Love. The Mystery of Dora Diamant).        Dora Diamant: la incendiaria, la lectora-incendiaria, la que cumple el deseo de Kafka en su sentido más puro. Unos veinte cuadernos gruesos.        ¿Y La madriguera? «Las hojas finales fueron quemadas por Dora, que sin embargo logró rescatar parte del manuscrito».        Renzi estaba releyendo esas viejas notas que ahora le parecían íntimamente ligadas a su hipótesis sobre el final de Pavese. La literatura, las mujeres y la muerte.        En todo caso Kafka decía que no podía escribir… pero siempre volvía a empezar. En cambio Pavese había ordenado sus papeles, pensaba que en su oficio era un rey. (Kafka, en cambio, se veía a sí mismo como un sirviente). Si Pavese hubiera escrito sobre ese estado se habría salvado… Pero hay que ser Kafka o ser Roberto Arlt. Escritor fracasado. (Un pleonasmo).        Pavese entonces había sobrevivido varios días. Cuando tendría que haber empezado a escribir, dejó de escribir. Sostenerse en esa zona gris. Un pez en el hielo. Soy un muerto aparente.        Si pudiera encontrar los rastros de esa semana. Pavese había escrito una carta, sí, un texto único. Y estaban las cenizas de papeles quemados que encontraron en el hotel. ¿Qué serían? Si hubiera seguido ese camino… Estaba esa carta, un texto extraordinario que le escribió a su amigo Davide Lajolo momentos antes de matarse.        El lunes 28 Lajolo recibe un expreso cuando ya ha aparecido la noticia del suicidio de Pavese en La Stampa. La carta está fechada en Turín, el 25 de agosto.        En vista que de mis amores se habla desde los Alpes al cabo Passero, solo te diré que como Cortés he quemado las naves. No sé si encontraré el tesoro de Moctezuma, pero sé que en el altiplano de Tenochtitlán se hacen sacrificios humanos. Hace muchos años que no pensaba en estas cosas. Escribía. Ya no escribiré más. Con la misma terquedad, con la misma estoica voluntad de las Langhe, haré mi viaje al reino de los muertos. Como siempre, lo había previsto todo hace cinco años. Cuanto menos hables de este asunto con la «gente», más te lo voy a agradecer. Tú sabes lo que debes hacer. Chau para siempre, tu Cesare.        Sacrificios humanos. Escribió la carta y luego entró en la tierra de los muertos.        El domingo 27 de agosto, a las 8:30 de la noche, un camarero preocupado por el cliente que no se ha hecho ver en toda el día golpea dos o tres veces la puerta del cuarto. No recibe respuesta y fuerza la entrada. Cesare Pavese está muerto. Yace vestido, tendido sobre la cama. Se ha quitado únicamente los zapatos. Sobre la cómoda, frascos de somníferos. Había cenizas en la ventana. Unos papeles quemados.        Se había quitado solo los zapatos.      
3                  
     La estación de Santo Stefano Belbo era triste y tranquila. Estaba igual a como Pavese la había visto de chico. S. Stefano Belbo, leyó Renzi al fondo del andén. Una estación de pueblo. Paseó un poco por el lugar. Entró en un bar oscurecido y fresco y pidió una grapa. Luego volvió a salir al calor de la tarde. Subió por un camino que se perdía entre los álamos. Al fondo, había una casa de alto, con rejas. Esposizione Cesare Pavese. «El poeta Cesare Pavese nació aquí».        Tocó el timbre y el cuidador tardó en aparecer. No parecía haber muchos visitantes. Algunas salas estaban en reparaciones, había habido una inundación, muchos materiales se habían perdido. Había varias salas con manuscritos y fotos. En uno de los cuartos laterales habían reconstruido el escritorio de Pavese. La mesa de trabajo contra la ventana que daba a las colinas, varios diccionarios, una Remington, una novela de Scott Fitzgerald. (Era Tender Is the Night). Había un par de anteojos de marco negro, un lápiz Faber número 2, una lámpara rota, los restos muertos de una vida.        En una vitrina estaban los originales del Diario. Eso era lo que había venido a ver. Hojas escritas con su letra microscópica, tarjetas, el revés de páginas traducidas. Textos y fechas, párrafos tachados. Los días acumulados de una vida estaban ahí.        En una página puesta a modo de portada, Pavese había escrito con lápiz azul: Il Mestiere di Vivere. Diario 1935-1950. Era el mismo tipo de papel que había usado para escribir la última página.        Primera vez que hago el balance de un año todavía no terminado. En mi oficio soy rey. En diez años lo he hecho todo. ¡Si pienso en las dudas que tenía entonces! Y casi al final de la página, escrita con la misma letra firme y serena, la sentencia. Este es el balance de un año no terminado, que no terminaré.        Había dejado el Diario perfectamente ordenado, listo para ser publicado. Si lo hubiera quemado no se hubiera matado. (Tal vez).        En realidad lo había escrito para que ella lo leyera…        «¿Por qué escribir estas cosas, que ella leerá y acaso la decidan a intervenir, a dar un giro?». Debemos pensar que hasta la última página del Diario debe haber sido escrita bajo la obsesión de que la amada lo leería («que lo sepa, que lo sepa», escribió el 27 de mayo de 1950). Y no puede obviarse la penúltima entrada, del 16 de agosto, que está dirigida a ella: «Querida, acaso tú eres de verdad la mejor, la verdadera. Pero ya no tengo tiempo de decírtelo, de hacértelo saber. Y además, aunque pudiese, queda la prueba, la prueba, el fracaso».        Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.        Había una serie de libros que reproducían en su forma esa tensión imposible. La tumba sin sosiego de Connolly, El ángel subterráneo de Kerouac. Eran como cartas, notas personales, libros sin forma. Una mujer real está detrás de la escritura. «Si esta muchacha infiel me olvidara, no tendría a nadie para quien escribir», decía Connolly.        Quienes entendían a las mujeres escribían libros muy elegantes: Flaubert, Henry James. Quienes no las entendían, escribían libros caóticos: Joyce, Malcolm Lowry. Había que hacer una teoría sobre esa relación. Kerouac había escrito su confesión en una noche y Pavese su libro a lo largo de treinta años, pero la cuestión era la misma. Connolly: un verano en Londres. Todo era una cuestión de intensidad. De metamorfosis.        Los libros escritos por amor a una mujer, durante el amor o después del amor. Se podría hacer una cartografía. Los que no pueden separarse de una mujer (F. Scott Fitzgerald) y escriben sobre ella. Los que se separan de todas las mujeres (Kafka) y no escriben sobre ellas en absoluto. Los que son abandonados (Pavese) y le escriben a ella. Transformaciones de Beatrice.        Entender a las mujeres. Pavese era incapaz. Pero había sospechado algo. Renzi recordó una observación muy sagaz en el principio mismo de El oficio de vivir y la leyó ahora en el manuscrito, en la vitrina.        «2/Octubre/1936. Estoy desolado por haber descuidado siempre hasta ahora las formas, las maneras, por no haberme hecho un estilo de comportamiento. ¿Por qué las mujeres en general tienen mejores maneras que los hombres? Porque deben esperarlo todo de su efecto formal, mientras los hombres lo esperan todo del contenido de sus actos. Hay que volverse más mujer».        Si se hubiera vuelto más mujer se habría salvado. Buscaba la forma en la vida. Así se entiende el título del diario (y su fracaso). Solo había aprendido a escribir.        —¿Ve esta foto?, esa es Constance Dowling, Connie, la bella, la actriz norteamericana, the last love. Por ella se mató.        La voz venía de atrás y Renzi se dio vuelta. El hombre que le había hablado miraba intensamente la foto, inclinado, con las manos en la espalda y los anteojos sobre la frente. Parecía miope. Era flaco, con cara seca, vestido con un perramus blanco.        En la pared se veía el retrato en blanco y negro de una muchacha en una pose muy estudiada y luego una instantánea de Pavese con la misma muchacha, en la terraza de un hotel en la montañas.        —Morir por una actriz y encima norteamericana —dijo el hombre y sonrió con un gesto de maldad—. Pavese se enamoró perdidamente de Connie. Pasaron unos días en un hotel en los Alpes, de ahí es esta foto. Pero ella se volvió a Los Ángeles y se casó con otro. Murió en un accidente un par de años después, ya ve, si se hubiera quedado con Pavese quizás se hubiera salvado… y él también. Aunque no podía estar con una mujer. ¿Pero matarse por eso? Por ese problemita ridículo… todos tenemos algún problemita ridículo.        El hombre hablaba un italiano extraño que Renzi comprendía perfectamente. Siempre entendía mejor una lengua extraña cuando la hablaba un extranjero. Parecía polaco, un conde polaco (como todos los polacos en el exilio, según Dostoievski).        Era polaco, pero no era conde.        —Solo soy un coleccionista polaco —dijo.        Había hecho un pequeño descubrimiento y quería integrarlo a la colección de Pavese. Por eso estaba ahí. Iba de museo en museo ofreciendo sus hallazgos. Hacía poco le había vendido la máquina de escribir de Ezra Pound al museo de Rapallo. El año anterior había conseguido el original de la pierna ortopédica que el vendedor de Biblias le robaba a la chica tullida en un cuento de Flannery O’Connor.        En este caso se trataba de algo muy especial. La presencia espectral de una mujer. El fantasma de la amada infiel. Una película. Black Angel, un film noir (así dijo) en el que aparecía Constance Dowling, joven y bellísima, en un papel breve pero extraordinario. Ella era el Ángel Negro, a beautiful hard-boiled blackmailer —agregó—, la mujer depravada a quien mataban en el filme con una bufanda blanca. Se podría ver eternamente a Connie en toda su juventud y su belleza en ese filme de 1946.        Dijo que estaba seguro de que Pavese tenía una copia de la película. Y que la miraba, en las tardes de verano, después de que ella lo había abandonado y se había ido a Los Ángeles para casarse con otro.        La historia estaba basada en una novela de Cornell Woolrich (del gran Cornell Woolrich, dijo). Y la había dirigido Roy William Neill, el mejor director de serie B de Hollywood, un irlandés genial, un gran desconocido. Fue su última película, la estrenó en agosto del ’46 y murió al mes siguiente.        Le parecía todo significativo y todo le parecía extraordinario, como si estuviera loco.        El principio del filme estaba centrado en Constance Dowling. Invierno en Nueva York. Un departamento de lujo. La muchacha tiene un litigio con la gobernanta, discuten por una bufanda blanca. Connie se queda sola. Hay una pecera con un pez oscuro que nada, solo, en el agua transparente. Afuera ha dejado de nevar. La muchacha saca la pecera al balcón para que el pez tenga unas horas de luz natural, luego entra en el cuarto pero deja la ventana abierta. Al final de la secuencia, cuando la policía entra en la casa, dos días después, encuentran a Connie estrangulada con la bufanda. La ventana está cerrada, el pez afuera en la pecera congelada. (Un pez inmóvil en un bloque de hielo). Y la muchacha muerta en el piso.        Pavese tenía la única copia completa de la película, sin los cortes que los distribuidores le habían hecho a la secuencia inicial. La versión comercial tiene 81 minutos —dijo el polaco con aire satisfecho— pero esta copia tiene 85 minutos.        Una pequeña diferencia. Pero eso es lo que le interesa a los coleccionistas. Las pequeñas diferencias. La desviación en la serie. El objeto único. Por ejemplo, la máquina de escribir de Pound tenía el teclado al revés porque Pound era zurdo. Seguramente esta única copia completa de la película era la de Connie. Y esa era la que él había conseguido.        —Es mi oficio —dijo—. Encontrar la diferencia.        Pavese había pasado dos días encerrado en la casa antes de matarse. ¿Miraba el filme? Siguieron charlando un rato, terminaron de recorrer la casa y Renzi decidió irse. Ya era tarde, tenía que volver a Turín. El polaco lo acompañó hasta la puerta.        —Hay un ómnibus que lo lleva a la estación, pasa cada media hora, en el cruce, ahí. —Señaló un camino cercano.        Se despidieron. Y el polaco se alejó hacia la casa, levemente inclinado, con las manos en la espalda. Qué extraño. Parecía vivir ahí. Solo, encerrado en la casa vacía. Como si fuera el guardián del museo. Un polaco. ¿Sería posible?        Renzi salió a la calle y subió el sendero en pendiente hacia la ruta que llevaba al pueblo. Era el fin de la tarde pero el calor no había cedido. Se paró en el cruce de caminos, bajo un árbol, a esperar. Las colinas eran las mismas que Pavese describía en sus libros. Suaves y claras, parecían desplazarse entre las nubes y los viñedos y las viejas casonas de tejas coloradas. Pasaban algunos coches por la carretera con los faros encendidos en el anochecer.        El día había sido tan intenso y tan raro. Por momentos había conseguido olvidar a Inés. ¿Y el polaco? Un coleccionista. Como yo, pensó. ¿De qué? De réplicas.        De pronto un auto cruzó frente a él y se detuvo un poco más adelante y retrocedió. Una mujer sacó la cabeza por la ventanilla.        —¿Qué hacés? Te llevamos.        Era Inés. Estaba ahí.        —Así que eras vos, nomás.        —Te vimos en el bar…        El hombre de pelo blanco sentado junto a ella fumaba, indiferente. Inés bajó del coche.        —¿Y qué hacés por acá?        De pronto Renzi se escuchó decir:        —Vine para olvidarte.        —Yo también vine para olvidarte —dijo ella y se empezó a reír—. Seguimos para el norte, si querés ir te llevamos.        —No —dijo Emilio y él también sonrió.        Se quedaron un momento callados. Por fin, Inés le rozó apenas la cara con los labios y se alejó. Después se dio vuelta antes de subir al auto y se miraron otra vez. El coche se perdió en una nube de polvo.
Ricardo Piglia
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ladedicatoria · 3 years
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Dedicado a mis amis, a este hermoso proyecto que es La Dedicatoria 
y a vos que estás leyendo. 
Música, poesía, performance e instalaciones, entre otros, fueron los atractivos del evento “Temporada Alta”  feria de arte de la cual fui parte, junto a La Imagen Accesible y otres artistas invitades, en Córdoba Capital.
El evento tuvo lugar del 16 al 18 de septiembre en La Rioja 566, Cba. En el espacio conocido como Hotel Inminente, estudio de artistas. Espacio independiente ubicado en un edificio fascinante que data de principios del siglo pasado y que, entre sus antiguos usos, se destaca haber sido convento y colegio estatal. En la última década estuvo deshabitado, por lo que hoy en día muestra señales del desuso y el paso del tiempo. Fue puesto en funcionamiento en 2018 por la Fundación de la galería El Gran Vidrio, quien desde un principio proyectó en el lugar talleres de artistas. Frente a la situación pandémica, y luego de la reactivación post-covid, se modificó la dinámica y comenzó a ser gestionado y financiado por les artistas que trabajan en el lugar, quienes se organizan de manera horizontal y colaborativa. Dividides en comisiones, se ocupan de llevar adelante la administración, mantenimiento y visibilización del lugar. El grupo es bastante grande y diverso, en el hotel trabajan alrededor de 30 artistas de diferentes ramas, quienes pagan un alquiler mensual accesible y se reúnen en asambleas donde debaten la toma de decisiones. El espacio también cuenta con una sala trastienda donde se exhiben y comercializan las obras producidas en el lugar.
En este lugar con una dinámica algo particular se llevó a cabo “Temporada alta” evento de federalismo y fernet donde compartir / ver / comprar-vender / imaginar arte en todos sus formatos. A él llegaron más de 20 proyectos de todo el país, cada cual con su propuesta particular, a quienes el hotel otorgó un espacio donde montar sus obras, convirtiendo cada aula/taller en una sala y al hotel en un gran museo. Abierto al público de 17 a 23 hs, el evento contó con un line-up amplio con activaciones permanentes, recitales de poesía, perfomances, presentaciones, djs, etc. 
De todos los proyectos que habitaron el evento destacaré la participación de La Imagen Accesible: proyecto mendocino de muestras itinerantes con más de 10 años de trayectoria (y contando), quien hizo temporada en el taller que comparten Simon Bussolari (@simon.simo.sim) y Elian Chali (@Elianchali), ubicado en el espacio que anteriormente funcionó como la capilla del convento. Curado por Facundo Diaz, La Imagen Accesible plantó altar, montó las obras de 11 artistas y encendió velas para invocar ángeles y algún que otro coleccionista de arte. La mística que guardan las paredes donde supo haber un altar religioso hizo que la sala quede envuelta en un silencio profundo, meditativo, con una calma contagiosa a pesar de haber música y un clima bastante contrario al de una misa en el resto del edificio. 
Les artistas presentes en esta edición viajaron desde distintos puntos del país para formar parte de la misa en Cordobita. Desde Tucumán, Mariana Ponce (@poncemariana) participó de esta edición con serigrafías en papel glacé de la serie Realismo moche; Camila Kaese (@CamiKaese) presentó obras digitales impresas sobre papel canson (s/t) y Sofia Casadey Bollati (@Soficasadey) intervino con una serie de dibujos realizados con arcilla sobre tela. De Misiones formó parte Nicolas Rodriguez Sosa (@NicoRodriguezSosa) con una serie de obras que remiten a paisajes fronterizos realizados con retazos de telas sintéticas, hilo encerado y madera, a su vez estuvo presentando la acción performática “Nada de esto es un desastre” en el patio del Hotel.
Desde Buenos Aires, el artista Uido (@bichitandaluz) con dibujos que relatan e imaginan mitologías, realizados con tinta sobre papel. Y desde Mendoza formaron parte Florencia Breccia (@Flor_breccia) con ediciones de “Pasaje”  libro de poemas dibujados impresos en serigrafía y dibujos/pinturas que pertenecen a la serie “Hacia un cuerpo pantano”;  Amira Yurie (@lamirayurie) participó con la serie titulada “Algunos espacios crecen tan rápido” compuesta por piezas dibujadas con tiza sobre cuerina; Libertad Aranguez (@liaranguez) presentó piezas de la serie “transgénica” obras realizadas con acrílicos sobre bastidores artesanales; Camila Carballar (@cami.lace) formó parte con el libro “sin título” realizado con técnica mixta y Facundo Diaz (@Facundo_diaz) estuvo participando con una serie de pinturas y ediciones de su poemario “Me despertó un trueno”.
La experiencia del espacio compartido entre tantas personas fue por demás abundante. Quiero destacar la importancia de que existan estos espacios de carácter federal y descentralizado, donde les artistas y colectivos pueden compartir y dar a conocer su perspectiva, las problemáticas que atraviesan en sus territorios y dialogar al respecto. Logré conectar con muchas personas y con artistas que seguía desde hace tiempo. En los patios, además de transcurrir el evento, se compartían birras, charlas, experiencias, técnicas, info, users de instagram.
En uno de mis recorridos, me detuve junto a la obra “Hasta que todo falle”, de Andrés Belfanti, artista que tiene su taller en Hotel Inminente, con quien conversé sobre su obra y a quien invité a que me cuente sobre la experiencia de trabajar en un lugar donde convergen tantas historias a la vez: “(El hotel) me permitió tener un espacio más grande donde trabajar, montar, y acumular materiales que utilizo pero sobre todo me permitió unificar esfuerzo. Cada une tiene su espacio donde produce y tiene su proyecto, y de repente podemos hacer actividades en conjunto, más grandes, uniendo y aprovechando los saberes de cada une, como pasó en Temporada Alta”.
Me habló de la importancia, tanto para el lugar como para quienes lo conforman, del compartir en comuna con un otre crítico y par: “Es enriquecedor, en tanto te ancla a la realidad. Cuando alguien pasa por tu taller o viceversa, te permite mostrar trabajos en proceso y dimensionarlos según une otre (...) no nos sumamos, nos multiplicamos porque los saberes/experiencias del otre te pueden ayudar un montón ya sea arreglando un enchufe, poniendo una ventana, una puerta, etc” Habló sobre trabajar en un espacio recuperado del abandono y como lo sobrellevan en conjunto: “El espacio necesita mucho mantenimiento, hay que trabajar activamente en él, cuidarlo (...) Todas las decisiones que tomamos son mediante asamblea, totalmente horizontal, donde todes tienen voz en el espacio del cual participan y se puede dialogar. Abordamos las complejidades que surgen en un grupo tan diverso, entendiendo, no sólo lo que decide la mayoría, sino que se dialoga y se trata que todes tengan la posibilidad de expresar sus deseos e inquietudes” También me confesó reflexiones, sensaciones y cuestionamientos que quedaron en quienes fueron anfitriones de la feria luego del evento: “Creo que estamos muy bien. Contentxs por lo que pasó en Temporada Alta, nos pareció hermoso poder reunir a tanta gente y recibir ayuda, también, de gente por fuera del Hotel. Poder visibilizar tantos proyectos en Córdoba me parece hasta histórico, por lo menos para el arte independiente y nos da una estructura, una base, el espacio para compartir y visibilizar”. 
Haber vivenciado el evento, y la experiencia del Hotel me hizo pensar en la urgencia de construir más y diversos espacios de manera colectiva. Estamos en un momento donde es vital el reencuentro con le otre y que, luego de atravesar una cuarentena estricta, tuvimos y tenemos la oportunidad de pausar, tomar distancia y replantearnos los espacios que queremos ocupar y construir desde el lugar de creadores/consumidores actives de cultura. Pienso en Mendoza, donde la falta de espacios es una problemática real sobre la que varies gestores actives de la ciudad venimos dialogando, siempre llegando a la conclusión de que la salida será colectiva. Para ello debemos tener en cuenta a le otre y contemplar la grupalidad, para primero abordar las problemáticas generales que nos interpelan como colectivo y desde allí hacia lo particular y personal. Buscar afianzar los lazos entre artistas, gestores y la comunidad con políticas activas pensadas de manera horizontal, en búsqueda de soluciones posibles.
Hotel Inminente es un gran ejemplo de que colectivamente se puede generar desde la equidad. Fue realmente una experiencia muy inspiradora, no solo la feria y la cantidad de cosas que había para descubrir y la gente por conocer, sino por el espacio y las vivencias que compartimos ese fin de semana. 
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mejorquedecir · 4 years
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Un mundo misterioso
Un mundo misterioso (film del 2011, de Rodrigo Moreno,) empieza con una escena en que Ana le pide a Boris, el protagonista de la película, que se tomen “un tiempo”. Boris, atónito y sorprendido, no entiende la consigna que disfraza una separación. “¿Cuánto es un tiempo?” pregunta él, pasmado. “Un tiempo, Boris, un tiempo”. Contesta ella sin más respuesta que la repetición. Boris se muda a un hotel de pasajeros y su vida entra en trance. Se compra un auto viejo, libros sin sentido; va a una fiesta, después a Uruguay. Vuelve en el día. Se sube a un colectivo, se baja para seguir una chica; se sube a otro para seguir a otra, termina en un café con ella. Perdido en el tiempo, desorientado en sus días, extraña a Ana.
En estas semanas de cuarentena no pude evitar sentirme un poco como Boris. El Estado me pide que me tome un tiempo de toda mi agenda de actividades. Que no vaya a trabajar ni a la facultad. Pero sigo haciendo esas cosas, solo que desde mi departamento. Hacemos, porque la propuesta es para el país entero. Una inyección de tiempo voluntario y obligatorio a la vez, en la que hay quienes se llenan de clases, charlas, cursos online y quienes apenas pueden con el día a día. Y aquí me encuentro, en el lugar en el que vivo hace 14 años pero que suele ser en el que menos tiempo paso: mi casa.
Mis casas
Mi casa queda en Parque Patricios. Me mudé aquí en el verano de 2007. Fue mi primera casa de soltera. En mi vida de menor, compartí casa con mi mamá en dos sedes. Una, en la casa donde nací en el Barrio Tobal, del kilómetro 33.5 de la ruta 200, que tenía un patio con pasto y quedaba en una calle de tierra. Y otra, donde viví hasta los 19 años, en la que tenía mi cuarto propio, una perra y un gato, en el centro de Merlo, conurbano bonaerense (amo decir eso: conurbano bonaerense. Suena a la vez a asalto con tiros en la madrugada y hojas de árboles desparramadas en la vereda en otoño).
Luego, ya de adulta, o por lo menos lanzada a la vida después de terminar la secundaria, en el 2001, viví compartiendo alquiler en Palermo, en un depto tipo ph, antiguo, de cuando Palermo no era Palermo con segundo nombre, sino Palermo y ya. Era un segundo piso por escalera, con techo de madera y un ventanal enorme. Mi vida de estudiante se rodeaba de la vida de un actor conflictuado y deprimido y un bandoneonista fumón, con una novia que gemía como una hiena.
De ahí me fui a vivir con el que era mi novio a su casa de Almagro. 2002. Casa, casa. Porque viste que casa puede tener dos significados, el de la propiedad donde se habita y el de la casa que se distingue de un departamento. Esta era una casa en un primer piso. En la planta baja vivía su mamá con mil gatos. Daba a una calle por la que pasaban mil colectivos y tenía una parada en la puerta, que tipo seis y media, siete, funcionaba como despertador. En esa casa crecí como adulta. Armamos la casa, en el sentido de comprar ollas y sillas, una heladera y un sillón. Anduve de trabajos de mierda en trabajos de mierda, hasta que entré a un trabajo de verdad, con horario, obra social, jubilación. Con mi primer sueldo compré un escritorio. Me gustaba Almagro.
Para separarme de ese novio, busqué alquiler un año entero. Sin éxito, miré mil avisos de departamentos, casas, péhaches. Las inmobiliarias no confiaban en mis recibos de sueldo como compromiso. Nota mental: nadie te alquila si no tenés una garantía de capital. La búsqueda de casa solo se compara con la búsqueda de trabajo. Llamar a una inmobiliaria y que te reboten de entrada por no tener garantía solo se asemeja a mandar un CV por correo electrónico y no tener respuesta alguna. ¡Pero si les juro que una persona honesta! Pago en término y soy impuntual pero trabajo hasta alcanzar cualquier objetivo. No hubo caso. Justo cuando me estaba por cansar, la madre de una amiga habilitó una piecita en la terraza de su casa de Boedo, sobre la calle Constitución. Ergo: enfrente veía la autopista. El sonido de los autos se puede parecer al sonido del mar, si te lo proponés y te mentalizás mucho. Pero más molesto era el calor que hacía en ese cuartito que en realidad era un espacio para guardar cosas. Ahí, con un placard cerrado, lleno de figuritas ochentosas, empecé el 2007 con una cama prestada y el escritorio mío. Decorada por una profesora universitaria de Trabajo Social, exiliada en México durante la dictadura, la casa era hermosa. Pero no pasaba mucho tiempo en ella. Varias noches por semana volvía a dormir a lo de mi ex novio o pasaba la noche en lo de alguna amiga. Tampoco duré mucho. Una compañera de trabajo había vendido su departamento en la zona del Botánico y había comprado dos en Parque Patricios. Otra, le habló de mí, de que estaba buscando departamento, que era buena piba, trabajadora: me lo alquiló sin garantía. A los dos meses y con ayuda de mi hermano y algunes amigues, me mudé sola.
Cuando lo vi por primera vez, este monoambiente me pareció horrible. Era un rectángulo insípido de piso de cemento y en un lugar rarísimo. Volví a verlo con una amiga que se encargó de entusiasmarme. “Boluda, está buenísimo”, dijo, y me convenció. Era febrero de 2007. Me mudé un viernes y al día siguiente lo pasé limpiándolo. ¿Qué se hace con una casa nueva, toda para mí? Improvisé una mesa con un tablón que había quedado tirado. Armé el dormitorio, el living, la cocina. Familia y amigues me regalaron cosas. Un equipo de audio, un juego de cubiertos, dibujos. No tenía heladera y cayó una de puro milagro. Fui equipándolo con objetos de amor y cosas encontradas. A partir de los 24 años, aprendí a administrar y mantener una casa. Hice compras desastrosas en el supermercado, hubo meses en los que no sé cómo llegué a fin de mes. Me administré mal, aprendí a hacerlo bien. Mejoré. Cambié lámparas, pinté muebles. Contraté electricistas, gasistas, plomeros. Desarrollé el precioso arte de estar sola. Compré cosas de adultos, como juegos de sábanas y una plancha bifera. Y cosas hermosas como discos y libros. Viví siete años así, hasta que en 2014 y luego de un año de novios, se mudó Ignacio, quien luego sería mi marido, a la que luego sería nuestra casa.
El barrio
Muchos barrios porteños tienen sus barrios internos. Pienso en la zona de calles circulares de Parque Chas, en el barrio Rawson en Agronomía, el barrio Chino de La Boca o la islas de Recoleta o de la Paternal. Parque Patricios también tiene sus islas, sus barrios, su zona de casas parecidas y calles similares. Y está esta manzana, la de mi edificio y otros cuatro más, donde funcionaba Selsa, una fábrica textil que quebró a comienzos de la década del 90. Está ubicada a dos cuadras de la esquina de Caseros y Entre Ríos. Algunos llaman a estos edificios “La fábrica”. Otros, les dicen “Little Lima”, porque luego de la convocatoria de acreedores, gran parte de la manzana que se convirtió en viviendas fue adquirida y/o ocupada por familias peruanas, de cuando Buenos Aires era un lugar más próspero que la tierra inca. Hay cinco edificios que eran parte de Selsa: uno da a la calle Finocchieto y su momento supo ser el hogar de artistas callejeros y payasos. El célebre Chacovachi tenía su base de operaciones ahí. Otro, el más serio de todos, da a la calle Juan Carlos Gómez. El año pasado salió en las noticias porque un tarado prendió fuego su casa y se incendió una docena de departamentos. Otros dos dan a la calle Uspallata. La misma de la nueva sede de la Jefatura de Gobierno. Y el último, está sobre la calle Santa Cruz y es el “okupado”. Lo llaman así porque las familias que viven allí no entraron en el plan de escrituración sino que tomaron la parte que era de oficinas del complejo fabril y con la prepotencia del trabajo de limpiar, sacar escombros y espantar ratas, se construyeron sus viviendas. Lo habitan unas 100 familias que formaron una cooperativa a la que llamaron Papa Francisco.
Esto queda enfrente al Parque Florentino Ameghino, que supo ser el cementerio del sur cuando hubo la fiebre amarilla. Diseñado por Carlos Thays, se llena de flores de jacarandáes todos los noviembres. El Hospital de Infectocontagiosas Francisco Muñiz y la ex Cárcel de Caseros son sus vecinos. El parque de 2 cuadras por 2 cuadras, está habitado por personas con barbijos desde siempre, travestis hermosas con acento salteño, runners y paseaperros. Niñes, los fines de semana en los juegos. No tiene feria ni vendedores. Es una joya verde a la que todavía nadie se le ocurrió enrejar.
El edificio
Mi edificio, uno de los de la calle Uspallata, es un gigante de cemento y ventanales fabriles. Supongo que como los otros, tiene la particularidad de que cada persona que compró un lote del gigante, podía elegir de cuántos módulos adueñarse. Entonces, hay departamentos que son seis veces el tamaño de otro. Ni hablar de que al interior todos son distintos. No hablo de subjetividades en la decoración sino de que ninguno tiene la cocina ni el baño ubicados en el mismo punto. El edificio es un lugar llamativo. Se entra por una puerta de vidrio que conduce a un hall de techo altísimo y lleva a un ascensor exagerado, en el que podría entrar un Fiat 600. Cada uno de sus cuatro pisos está pintado de colores diferentes y a su vez, cada puerta es distinta. Los pasillos son amplios y la vecindad, heterogénea.
Esa mixtura se siente en los olores de las cenas y almuerzos. Guisos y arroz chaufa; pizza y chipá, conquistan los lugares comunes a la hora en que el hambre ruge. Los sábados podés cruzarte en el ascensor con las familias que van a algún cumpleañitos con tortas gigantes en los brazos, las mujeres; zapatos lustrados los hombres y niñes con una camisa o un vestido un talle más grande. Los viernes los pibes se juntan en la vereda de enfrente – la de un galpón enorme que supo ser una fábrica de zapatillas de marca brasilera y ahora es una dependencia del gobierno porteño- a tomar cerveza del pico y escuchar cumbia con algún ampli conectado al celular hasta la madrugada.
Desde esos principios del edificio, en mi piso viven dos familias que cuando llegaron eran pequeñas y crecieron con el paso del tiempo. Los Rivero y los Águila. Taxista uno, albañil el otro; sus esposas son amas de casa. De sus hijes, vi cómo pasó la niñez y la adolescencia, hasta la maternidad temprana, que compartió panza con carpetas número 3. También hay dos vecinos que son hijos de padres presos en la dictadura, que pusieron en ladrillos de aquí el dinero con el que el Estado los indemnizó. Muches h.i.j.e.s hicieron lo propio en otros barrios porteños. Enfrente, vive un librero, Germán, con el que compartimos algunas recomendaciones de títulos. Al lado hay un departamento vacío. Vivía una pareja de viejites peruanes, pero se volvieron a vivir con sus hijos a Lima. Me caían bien. Una vez recibí una correspondencia para la señora. Era un ramo de flores, enorme, rosas, que le mandaron en el día de la madre, que en Perú se celebra en mayo. Y me lo agradeció con una fuentecita de arroz a lo pobre. Extraño el olor de esos platos. Se podían encontrar mil especias en cada comida. De los otros departamentos no sé mucho. Salvo de uno que creo que lo usan de Air Bnb, porque siempre hay chicos de veintis con acentos extranjeros y nunca están  mucho tiempo. No veo a estas personas hace semanas.
Solo los oigo salir y volver. O escucho a sus perros cuando los sacan a pasear y el operativo que hay que hacer al retorno. Pero la mayor parte del tiempo hay silencio. La semana pasada escuché que golpearon en la puerta de alguno. Desde adentro se oyó que preguntaban quién era y la respuesta me hizo reir: “Soy el coronaviru”.
Mi casa
Como dije, no paso mucho tiempo en mi casa. Trabajo y estudio y siempre tengo algo que hacer, así que suelo salir medianamente temprano y volver tarde. Los fines de semana también tengo alguna actividad o me veo con amigues. Con Ignacio nos gusta mucho salir, solemos pasarlo bastante afuera. Tal vez el domingo es el día de descansar, quedarnos en la cama, lavar ropa, ordenar algunas cosas, para en la semana volver al ruedo de ir a trabajar y a cursar.
Hasta esta cuarentena no pensé mi casa como un lugar donde estar sino donde quedarme. O viceversa. En el sentido de pasar la noche, comer, vestirme, un escritorio donde estudiar y nada más. Una casa sin compromiso. No la vi nunca como un lugar de esparcimiento o de relajo. Por mi casa paso, no estoy. Pero la cuarentena me obligó a pensar el espacio de otra manera. A ordenar los horarios de otro modo. Ahora mi ritmo no está marcado por el horario de entrada a mi trabajo sino por las cosas que tengo que hacer. Sigo trabajando y estudiando, pero a la vez pienso en cosas para hacer en la casa y hacerle a la casa y cómo habitarla.
Tengo, todavía, mi escritorio. No es el mismo que me compré con mi primer sueldo. Este es uno que compré cuando me casé, como si hubiese querido hacer un pacto con Virginia Woolf. Es mi rincón mágico. Espacio ordenado y creativo donde nacen mis proyectos, reposan mis cuadernos y lápices de colores, y me esperan algunos libros. Tengo una mesa de estudio, donde reina el caos de apuntes y las pilas de fotocopias. Hace poco regalamos el sillón. Era un futón que estaba para mirar algo en la compu o por si alguien se quedaba a dormir, pero ya no nos gustaba y los gatos lo habían ultrajado con sus uñas. Así que andamos con una renguera en esa tríada maldita marcada por los muebles silla, sillón y cama. Hay una mesa pegada a la mesada, en la cocina, pero ese es el territorio de mi marido. Estábamos pensando en cosas para hacer más amables los ratos hogareños cuando, por vueltas del universo o por error, nos llegó un libro de decoración de interior. Para aprovechar un descuento de una librería online, había encargado un libro de tejido y uno de brujería. El de tejido llegó bien. El de brujería fue reemplazado por uno que se llama Conquistá tu casa. Pienso que se trató de un hechizo atinado. No lo devolví.
Un mundo misterioso
Van más de cincuenta días de confinamiento. Cuando empezó el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio, pensé en qué iba a invertir ese caudal de tiempo. Lo de muchas personas: ordené, limpié y tiré. Organicé ropa, libros y estantes. Me anoté en cursos online. También hice cosas de mi proyecto independiente, una feria americana cuyos percheros monté en mi casa y que abro una vez al mes a quien quiera venir a ver y probar. Estudié sin mucho entusiasmo. Trabajé con menos ganas.  Dormí siestas sin alarma. Estuve con mis gates, les abracé y les charlé. Estuve conmigo. Me di cuenta cuánto me extrañaba. Puedo decir que estuve en mi casa, que era para mí eso. Un mundo misterioso.
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breakingbuzz · 4 years
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Alfredo Breitfeld, un anticuario de Buenos Aires que apostaba por el futuro de los libros
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By BY PENELOPE GREEN Como cada año, estaba decidido a asistir a una feria de libros antiguos en Nueva York. Comenzó a enfermarse cuando volaba a casa y murió a los 82 años a causa del nuevo coronavirus. Published: August 27, 2020 at 12:00PM from NYT en Español https://ift.tt/3llmU3L via
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