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#GenracionDel98
rosebudblog · 10 months
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LA GENERACION DEL 98 Y EL CINE
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El desgraciado siglo XIX español – mucho peor que el XX – tuvo como colofón el desastre de la perdida de las últimas colonias americanas y asiáticas de las que disponía nuestro país en una guerra desequilibrada con el naciente poderío de los Estados Unidos. Si a eso se le une la frustración nacional ante una situación política que, aunque había conseguido estabilidad, estaba basada en la corrupción del régimen de la Restauración y con una muy mala e injusta situación social, era normal que surgieran voces pidiendo una regeneración nacional. Era por tanto también normal que un grupo de escritores e intelectuales que todavía eran jóvenes en aquellos años, se unieran de forma espontánea para denunciar la situación, bien en ensayos o en obras de ficción. Todos ellos formaron lo que se llamó la Generación del 98. En 1913 Azorín fue el primero que acuñó esa denominación.
Como en todas las asociaciones no vinculadas a ningún documento fundacional existen dudas sobre los integrantes de la misma. Es interesante señalar la definición que Ortega y Gasset hace de “generación” en 1923: “Una generación es una variedad humana, en el sentido riguroso que dan a este término los naturalistas. Los miembros de ella vienen al mundo dotados de ciertos caracteres típicos, que les prestan fisonomía común, diferenciándolos de la generación anterior. Dentro de ese marco de identidad pueden ser los individuos del más diverso temple, hasta el punto de que, habiendo de vivir los unos junto a los otros, a fuer de contemporáneos, se sienten a veces como antagonistas”. Si nos atenemos a esa definición podemos seleccionar a los integrantes del 98 por encima de algunas listas cuando menos dudosas. El canon podría corresponder a: Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Pío Baroja, Ricardo Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado, Francisco Villaespesa y Gabriel y Galán
En un sentido estricto no se puede aceptar a los Hermanos Álvarez Quintero, a Carlos Arniches, a Blasco Ibáñez o a Jacinto Benavente como en algunas listas aparecen, aunque es necesario señalar que las obras de estos autores han sido llevadas al cine en una cantidad mucho mayor que los que se aceptan canónicamente como del 98 (en el caso de Arniches con unas 40 películas).
Posiblemente haya sido Rafael Utrera quien mejor ha estudiado la relación entre el cine y los escritores de la Generación del 98 (Modernismo y 98 frente a Cinematógrafo; 8 calas cinematográficas en la literatura de la Generación del 98). Otro estudioso del tema como José Antonio Pérez Millán nos acercó en su día a los temas y autores de esa generación que habían sido llevados al cine (La Generación del 98 y el cine español).
Mientras que los representantes de la generación del 27 se encontraron ante el hecho cierto de una cinematografía bien asentada en la sociedad y convertida ya en espectáculo de masas (según Molina Foix los del 27 se rindieron a la “magia del cine), para los representantes del 98 el cinematógrafo no pasaba de ser un invento científico (recordemos que para los propios Lumiére a su invento no le veían mayor utilidad que la puramente científica) y les dolía que en algunas ocasiones se comenzara a comparar el cine con el teatro. A pesar de ello hubo en el 98 algún ferviente defensor y aficionado al cine en contraposición con la mayoría de los opuestos a esa innovación técnica a la que le negaban toda proyección artística.
Azorín fue, sin duda, el más cercano al cine, desde sus artículos iniciales hasta su conversión en un asiduo espectador en el Madrid de las sesiones dobles. Azorín incorpora el ensayo cinematográfico a la literatura del 98 y hace de la “cinografía” un medio para modernizar el teatro. En el otro extremo podemos situar a Unamuno y a uno de los Machado.
Unamuno ve aspectos negativos en el cine por su influencia en la juventud y la moralidad. Por otro lado, su trayectoria estuvo siempre marcado por el enfrentamiento entre naturaleza y civilización (“Que inventen ellos”) hasta el punto de ser reticente al uso de la máquina de escribir. Por tanto, no es de extrañar que se sintiese ajeno y hasta asustado ante el nuevo medio de comunicación. No obstante, dedicó un par de artículos al cine en sendas diatribas con Ortega y Gasset.
Unamuno no creía que su obra fuese objeto de llevarse a la pantalla; decía que “peliculear” una novela no sería otra cosa que despellejarla: “Yo he escrito algunas novelas y cuentos y dramas que no creo que tengan nada de peliculables; pero si algún cinematografista se le ocurriera sacar de alguno de ellos una película -que yo no iría a ver-, no creería que me debía más que un pintor que hiciese un cuadro representando a uno de sus personajes o escenas”. El bueno de don Miguel no podía sospechar que tras su muerte cinco de sus libros serían llevados al cine.
Los Machado sostuvieron posturas encontradas con respecto al cine como en tantas otras cosas (aunque esto no es del todo cierto al menos en lo político, contra lo que se nos ha hecho creer).
Mientras que Manuel fue un defensor del cine, al menos hasta bien entrado el sonoro, Antonio despotricó de forma estentórea contra el cinematógrafo tanto por voz propia como por su alter ego, Juan de Mairena. Manuel defiende el cinematógrafo como espectáculo y como documento histórico, considerándolo un medio con capacidad de expresión propia. Tanto en su poesía (“En el cinematógrafo de mi memoria tengo…”) como en sus artículos habla y defiende el cine a lo largo de la etapa muda. En los últimos años del cine silente y sobre todo a raíz de la llegada del sonoro, Manuel se va desencantando y alejando del cine. En un reportaje de 1933 sobre el teatro en el que entrevistan a ambos hermanos aparece una mención sobre el cine en estos términos: “La acción, en verdad, ha sido casi expulsada de la pantalla, donde alcanza su máxima expresión y, digámoslo también, su reducción al absurdo, a la ñoñez puramente cinética. (...) El cine nos enseña cómo el hombre que entra por una chimenea sale por un balcón y se zambulle después en un estanque; lo cual no tiene para nosotros más interés que una bola de billar rebotando en las bandas de la mesa”. 
La respuesta es evidente que debía pertenecer más a Antonio que a Manuel pues el autor de Campos de Castilla se mostró desde sus inicios beligerante frente al cine con términos muy duros, desde “ese invento de Satanás” o más delicados como "el movimiento no es estéticamente nada", bien fuera en palabras suyas o por medio de Juan de Mairena. Antonio tuvo también sus sombras totalitarias y cinéfobas cuando afirmó que “el día en que haya en Europa dictadores con sentido común, se llenarán los presidios de cineastas”. Una opinión que luego matizó diciendo que “esto era un decir, claro está, de Juan de Mairena para impresionar a sus alumnos”.
Tampoco podía pensar don Antonio que varias de sus obras escritas al alimón con su hermano iban a ser llevadas al cine tras la muerte de ambos.
Al contradictorio don Pío Baroja lo encontramos en un terreno intermedio entre los autores que expresaron filia o fobia con respecto al cine, pero la peculiar trayectoria de este autor, su gran legado literario y alguna de las películas basadas en sus obras, me hacen detenerme con más profundidad en el escritor vasco como ya vimos en otro capítulo.
Es curioso que los dramas de la Generación del 98 no serían buscados por el cine hasta bien pasada la muerte de todos los autores (salvo en el caso de Pio Baroja). De los escritores señalados en este capítulo se pueden destacar las siguientes versiones de sus obras:
-AZORÍN: 
La guerrilla (1973, Rafael Gil)
-PIO BAROJA: 
Al Hollywood madrileño (1927, Manuel M. Sobrevila)
Zalacaín el aventurero (1929, Francisco Camacho)
Las inquietudes de Shanti Andía (1946, Arturo Ruiz Castillo) 
Zalacaín el aventurero (1954, Juan de Orduña) 
La busca (1964, Angelino Fons)
-RICARDO BAROJA: 
La nao Capitana (1947, Florián Rey)
-MANUEL y ANTONIO MACHADO: 
La Lola se va a los puertos (1947, Juan de Orduña)
La duquesa de Benamejí (1949, Luis Lucia)
La laguna negra (1952, Arturo Ruiz Castillo)
La Lola se va a los puertos (1993, Josefina Molina)
 -UNAMUNO: 
Abel Sánchez (1946, Carlos Serrano de Osma)
La tía Tula (1964, Miguel Picazo)
Nada menos que todo un hombre (1971, Rafael Gil)
Las cuatro novias de Augusto Pérez (1975, José Jara)
Acto de posesión (1977, Javier Aguirre) 
 -VALLE INCLÁN: 
Sonatas (1958, Juan A. Bardem)                                                             Flor de santidad (1972, Adolfo Marsillach)
Beatriz (1976, Gonzalo Suárez)
Luces de bohemia (1985, Miguel Ángel Trujillo)
Divinas palabras (1987, José Luis García Sánchez)
Tirano Banderas (1993, José Luis García Sánchez).
6/12/2023
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