#Museo Soto Avendaño

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Exitosa Noche de los Museos en Jujuy

#Cultura #Turismo | Exitosa #NochedelosMuseos en #Jujuy

La 11º edición de la “Noche de los Museos“ se concretó durante la jornada del viernes 25 en diferentes espacios culturales de cada una de las cuatro regiones de Jujuy, en donde museos, salas y centros culturales públicos y privados, presentaron diferentes propuestas de manera gratuita para toda la comunidad.El secretario de cultura de la provincia, Luis Medina Zar, acompañado por las directoras…

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Glosolalia Remix: Invasión Total del Museo

Un proyecto presentado por: El Instituto Hemisférico, el MUAC y La Pocha Nostra.

Espacio: El Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC-UNAM, CDMX.

Descripción: Gómez-Peña, Balitronica, La Saula, Balitrónica y DJ Ricardiaco presentan fragmentos de sus colaboraciones binacionales con artistas y poetas de ambos lados de la frontera; un remix de performance ritual, spoken word, electrónica, video-arte e instalaciones performáticas.

Fecha: El martes, 11 de junio, 2019

Fotógrafo: Rob Evans

Participantes: El playlist del evento incluye a DJ Ricardiaco, Nayla Altamirano, La Cat, Julia Antivilo, Erika Bulle, Lukas Avendaño, Felipe Lechedevirgen Trimegisto, Adriana Butoi. Praba Pilar, Rojo Córdova, Logan Phillips, Levira Lecuona, Claudia Castelán, Itzell Sanchez, Jaja Rolim, Monserrant Solis, La Pachamami y Rebecca Soto.

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Conocés a Luis Ramoneda

“Yo nací, a la vida y al arte, acá, en esta casa de Humahuaca. Ya era Estudio Museo Ramoneda, fundado en el año 1936 por el pintor Francisco Ramoneda, mi padre y mi primer maestro. Mi madre, de familia salteña, era maestra de la Escuela Normal.

Mi padre llegó a Humahuaca desde Buenos Aires con una beca por haber ganado el Premio del Salón Nacional en 1927. Viajó en compañía de Soto Avendaño, que venía a hacer los estudios para el Monumento a los Héroes de la Independencia. Desde el principio se apasionó con el lugar y la montaña empezó a ser parte de él. Se enamoró de todo esto. Pensaba que para pintar el norte argentino había que establecerse acá, meterse en el espíritu de la gente. Hizo su vida así.

Fue una época fantástica, de un gran entusiasmo. Y yo viví todo eso. Él decía que hay que nacer todos los días de nuevo y todos los días mi casa era un evento constante. Se pintaba, se escuchaban óperas, los discos de pasta de Beethoven, Mozart, los acordes en el piano de los conciertos de Saint Saëns, como también el buen folclore.

Era el mundo y lo local. Yo estaba inmerso en ese mundo.

Cuando tenía 4 años, un día entré en el taller de mi padre y lo vi pintando. Ese día había empezado un boceto de la cabeza de un viejo. Yo veía que, de repente, en cuatro trazos, había logrado una expresión, una nariz, una boca. Me preguntaba cómo podía ser que surgiera eso, en pocos minutos, de la tela en blanco. Yo también quería pintar y cuando mi padre salió a hacer su caminata diaria, me metí en el taller, vi la paleta preparada, el óleo, los pinceles, los pomos de pintura… Agarré un pincel grueso, lo embadurné en la paleta y llené de trazos el trabajo que había empezado. ¡Sentí que era muy lindo pintar! Y seguí pintando.

Mi padre me incorporó al taller como aprendiz. Me explicó qué era ser un aprendiz, como en los talleres europeos. Me trajo una escoba, porque lo primero era barrer el taller. Me dio un caballete, pinceles, cajas de pinturas y cartones para pintar. Me dijo: “Vos pintá, pintá lo que se te ocurra”. Él me dejaba pintar y sobre lo que había pintado me hacia sus comentarios. Me explicaba qué pasaba con los distintos planos, la perspectiva, los colores cálidos, con la atmósfera de la Quebrada. Hablábamos del impresionismo, del cubismo, del expresionismo, y todo eso se iba reflejando en lo que yo hacía.

Así fue que un día, cuando desplegué todo, estaba este cuadro: Humahuaca, y cuando lo vio me dijo: “De este no te puedo decir nada, está bien”, y entonces él mismo le puso una varilla de marco y lo colgó en el museo.

Hice toda una trayectoria de pintura figurativa y naturalista pintando a plein air. Eso me dio la posibilidad de aprender el color mirando la naturaleza, frente al paisaje, donde la luz juega un papel fundamental para el descubrimiento de los múltiples matices que enriquecen la interpretación pictórica. Creo que es la mejor forma de aprender. Se aprende el color mirando la realidad, conociendo la naturaleza, porque en una arboleda no hay un solo verde, los hay distintos. Y eso, verlo en el abstracto de un taller, es difícil.

Siempre vuelvo a observar el paisaje. A veces tomo el ómnibus en la estación de Jujuy en un horario en el que no fui tantas veces. Para ver la montaña, que siempre es distinta. El componente de la luz es fenomenal. Mi obra se basa mucho en la luz. Me propuse también indagar en el espíritu de nuestra montaña, donde el relieve de la materia es la carne textural que liga las partes exteriores e interiores; las arterias pétreas que llevan la sangre se tornan corpóreas unas veces y otras simples, para albergar, en sus depresiones, el fuego y el juego permanente e insondable de la vida.

Es toda una vida vivida intensamente en el arte. En mi casa, en los almuerzos, se hablaba de pintura, de literatura, de las cosas que se hacen con pasión.

Hoy en día todo es muy materialista, se habla de televisores, heladeras y celulares. Se terminó el romanticismo, el idealismo. Es difícil a veces armar una conversación sobre la creación o el arte.

Yo pinto porque no puedo dejar de hacer algo que está en mis raíces. Si no encontrara placer en la realización de una obra, no pintaría.

Hay emoción en lo que uno hace y me parece que la pintura sin emoción no tiene sentido.

Encuentro, en determinados momentos, una alegría total”.

Conversación con Luis Ramoneda,  enero 2016.