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#No esperes que el 'bienestar' simplemente llegue
estefanyailen · 5 months
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El bienestar no es fruto del azar.
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pamaruis · 6 years
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El amante, de Marguerite Duras
p 54 - 59, Ed. de Minuit
Extracto traducido por Isabel Rubio Marín.
Le digo que venga, que debe volver a tomarme. Viene. Huele bien a cigarrillo inglés, a perfume caro, huele a miel, su piel ha acabado por tomar el olor de la seda, el afrutado del tusor de seda, el del oro, es deseable. Le cuento ese deseo de él. Me dice que espere todavía. Me habla, me dice que supo de inmediato, desde el cruce del río, que yo sería así desde mi primer amante, que amaría el amor, dice que ya sabe que lo engañaré y también que engañaré a todos los hombres con los que esté. Dice que, en cuanto a él, fue el instrumento de su propia desdicha. Estoy feliz por todo lo que me anuncia y se lo digo. Se pone brutal, su sentimiento es desesperado, se lanza sobre mí, me come los senos de niña, grita, insulta. Cierro los ojos muy fuerte por el placer. Pienso: tiene la costumbre, es lo que hace en la vida, el amor, solo eso. Las manos son expertas, maravillosas, perfectas. Tengo mucha suerte, está claro, es como un oficio que él tendría, sin saberlo tendría el saber exacto de lo que hay que hacer, de lo que hay que decir. Me trata de puta, de asquerosa, me dice que soy su único amor, y es eso lo que debe decir y es eso lo que se dice cuando uno deja que el decir suceda, cuando uno deja al cuerpo hacer y buscar y encontrar y tomar lo que quiere, y allí todo es bueno, no hay desperdicio, los desperdicios están recubiertos, todo va en el torrente, en la fuerza del deseo.
    El ruido de la ciudad está tan cercano, tan cerca, que se oye la fricción contra la madera de las persianas. Se oye como si atravesaran la habitación. Acaricio su cuerpo en ese ruido, en ese pasaje. El mar, la inmensidad que se agrupa, se aleja, regresa.
Le había pedido que lo hiciera otra vez y otra vez. Que me lo hiciera. Lo había hecho. Lo había hecho en la untuosidad de la sangre. Y eso en efecto había estado como para morirse. Y estuvo para morirse.
    Prendió un cigarrillo y me lo dió y muy suave contra mi boca me habló. Yo también le hablé muy suave.
Como él no lo sabe por él, lo digo yo, en su lugar, porque no sabe que lleva en él una elegancia cardinal, lo digo por él.
    Es la noche la que llega ahora. Me dice que recordaré toda la vida esta tarde, incluso cuando haya olvidado hasta su cara, su nombre. Pregunto si me acordaré de la casa. Me dice: mírala bien. La miro. Digo que parece cualquier parte. Me dice que así es, sí, como en cualquier parte.
Vuelvo a ver el rostro, y me acuerdo del nombre. Veo todavía las paredes blanqueadas, el estor de lona que da sobre la chimenea, la otra puerta en arcada que lleva a la otra habitación y a un jardín a cielo abierto —las plantas se murieron del calor— rodeado de balaustradas azules como en la gran villa de Sadec de terrazas escalonadas que da sobre el Mekong.
Es un lugar de angustia, naufragado. Me pide que le diga en qué pienso. Le digo que pienso en mi madre, que me matará si se entera de la verdad. Veo que hace un esfuerzo y luego lo dice, dice que comprende lo que quiere decir mi madre, dice: el deshonor. Dice que él no podría soportar la idea en el caso del matrimonio. Lo miro. Me mira de vuelta, se disculpa con dignidad. Dice: yo soy un chino. Nos sonreímos. Le pregunto si es común estar tristes como lo estamos. Me dice que es porque hicimos el amor durante el día, en el momento de la culminación del calor. Dice que después siempre es terrible. Dice que esto pasará con la noche, tan pronto llegue. Le digo que no es solo porque fuera durante el día, que se equivoca, que estoy en una tristeza que esperaba y que no viene sino de mí. Que siempre he estado triste. Que veo esta tristeza también en las fotos en las que soy muy pequeña. Que hoy a esta tristeza, reconociéndola como siendo esa que siempre tuve, podría casi darle mi nombre de lo mucho que se me parece. Hoy le digo que es un bienestar esta tristeza, el de finalmente haber caído en una desgracia que mi mamá me anuncia desde siempre cuando grita en el desierto de su vida. Le digo: no entiendo muy bien lo que ella dice pero sé que esta habitación era lo que yo esperaba. Hablo sin esperar una respuesta. Le digo que mi madre grita lo que cree como los enviados de Dios. Grita que no hay que esperar nada, nunca, ni de ninguna persona, ni de ningún  Estado, ni de ningún Dios. Me mira hablar, no me quita los ojos de encima, mira mi boca cuando hablo, estoy desnuda, me acaricia, puede ser que no escuche, no sé. Digo que no hago ningún mal donde encuentro una cuestión personal. Le cuento cómo era simplemente tan difícil comer, vestirse, vivir en concreto, solo con el salario de mi mamá. Tengo cada vez más dificultad para hablar. Dice: ¿cómo hacían? Le digo que estábamos afuera, que la miseria había hecho que se derrumbaran los muros de la familia y que nos habíamos visto fuera de la casa, cada uno haciendo lo que quería. Desvergonzados estábamos. Es así como que estoy aquí contigo. Está sobre mí, se zambulle de nuevo. Nos quedamos así, clavados, gimiendo con el clamor de la ciudad todavía exterior. Lo oímos todavía. Y luego no lo oímos más.
Los besos sobre el cuerpo hacen llorar. Se diría que consolan. En la familia yo no lloro. Ese día en la habitación las lágrimas consolan del pasado y también del futuro. Le digo que de mi madre un día me separaré, que hasta por mi madre un día no tendré más amor. Lloro. Pone su cabeza sobre mí y llora de verme llorar. Le digo que en mi infancia la desgracia de mi madre ocupó el lugar del sueño. Que el sueño era mi madre y nunca los árboles de Navidad, siempre solo ella, sea la madre despellejada viva de la miseria o esa en todos sus estados que habla en el desierto, esa que busca la comida o que cuenta interminablemente lo que le sucedió a ella, Marie Legrand de Roubaix, habla de su inocencia, de sus economías, de su esperanza.
A través de las persianas llega la noche. El alboroto ha aumentado. Es más estrepitoso, menos sordo. Las farolas de bombillos enrojecidos se han encendido.
Salimos del apartamento de soltero. Volví a ponerme el sombrero de hombre con cinta negra,  los zapatos de oro, el rojo oscuro de los labios, el vestido de seda. Envejecí. Lo sé de golpe. Él lo ve, dice: estás cansada.
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Navidad de 2017, nuestra segunda navidad juntos y nuestro segundo mes de casados. 
Últimamente el tiempo no ha sido muy bueno con nosotros, sin embargo el amor ha seguido creciendo de la misma manera que acostumbra a hacer: sin detenerse, sin temor, sin tristezas y con mucha felicidad. ¿Por qué quiero empezar con esto? Bueno, supongo que lo sabes y te lo he dicho varias veces, y es que no quiero que sientas preocupación por tener que ausentarte. Comprendo bien que el tiempo sea difícil y que tengas ocupaciones, no tienes que estar triste por ello, tu amor merece toda mi paciencia y tú mereces que te espere porque simplemente eres maravilloso y eres lo que no podría encontrar en otro lugar. Debo admitir que siempre te extraño inmensamente y quizás llegue a sentirme triste porque ansío verte sonreír, escuchar tus historias y reírme de tus torpezas; pero luego llegas y me haces sonreír y creo que solo unos minutos de tu compañía son suficientes para hacerme ver que vale la pena esperar. ¿No crees que el amor que sabe entender es lo más hermoso que puede haber? Yo lo creo, sé que tú también me entiendes cuando no puedo estar o cuando me siento mal y es algo que aprecio mucho, una de las razones por las que seguir a tu lado sigue siendo mi deseo desde el primer día. 
Para la navidad el único regalo que quiero es verte sonreír, poder mirar esos hoyuelos de tu carita y poder besar tus labios. Soy afortunada porque estás a mi lado como mi esposo y es un deseo que puedo cumplir, créeme que siempre voy a asegurarme de que mantengas tu felicidad. 
Despertar y estar en tus brazos, verte dormir en mi pecho, tener tus caricias, tus besos, tu amor... Es el mejor regalo que he recibido en la vida y tú eres eso que siempre deseo y amo. ¡Gracias! Muchas gracias por hacerme ver que el amar a alguien significa un montón de cosas hermosas, de todas creo que la más importante para mi es que amar a alguien significa preocuparse por su bienestar, así sabes que tu amor será algo que haga bien y ayudará a tu persona especial a sentirse viva, a sentir ánimos para todas sus cosas. Y aquí estoy, aquí sigo, aquí me quedo. Contigo, a tu lado, con amor y muchos sueños por cumplir juntos. 
Te amo tanto. Te amo hasta el infinito y sí, mucho más allá porque mi amor por ti no tiene límites y crece todo el tiempo. 
Quiero que siempre seas feliz y podamos estar juntos, escaparnos en viajes, quedarnos un día en cama para descansar o hacer el amor con todo ese cariño que nos tenemos y hace que sea lo más hermoso que puedo vivir. 
Hoy, mañana y siempre te voy a amar, mi precioso esposo.  ♡  
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El egoísmo humano
Una amiga ha venido a mí a confiarme sus desgracias, "desahogarse" como comúnmente lo llamamos.
Entre risas y cosas me cuenta de manera dramática como ha sido descubierta en su infidelidad a la relación que tenía. Mi reacción en primera instancia no ha sido juzgarla ni nada por el estilo, porque la he entendido perfectamente en cuanto me ha explicado que ya no sentía cariño por aquel tipo y que sólo se mantenía con él por capricho; solo me he asegurado de que es consciente de lo que ha hecho y de que no se encuentre mal emocionalmente.
Realmente, el relato fue como para escena de novela, con drama a mil y cosas que realmente deseo que nunca me sucedan, pero he aprendido una cosa de todo eso, y es que los humanos siempre actuarán por conveniencia propia, aunque digan que aman perdidamente a alguien, lo hacen hasta inconscientemente. Es verdad que en una relación, nos preocupamos por el bienestar de la otra persona, pero habemos quienes somos tan egoístas que cuando sentimos que esto no es recíproco simplemente empezamos a preocuparnos más por nosotros mismos, aunque esto llegue a lastimar a la otra persona. En cierto modo, muchos de nosotros llegamos a ser cobardes, porque no expresamos del todo nuestra inconformidad con la otra persona y solo esperamos a que lo note. Y ahí empieza el problema.
Suena fácil decir que si alguien no te satisface solo te alejas y ya, pero al querer hacerlo realmente, no podemos, no soltamos y no sabemos ni porque pero queremos que esa persona siga atada a nosotros. Y empezamos a hacer las cosas mal y luego no sabemos ni remediarlo ni como librarnos de eso. Solo complicamos las cosas.
Al final, ella es consciente de lo mal que ha actuado y ha aceptado la consecuencia de sus actos. Y mi único consejo ha sido que espere a que venga el karma, porque de que el karma llega, llega. No es así?
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