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Es curioso recordar cómo llegó a ese lugar, siguiendo una pista al ser el único que, de momento, ha descubierto que aquel cerebro minuciosamente cuidado no es que una copia sin algo especial. Conocer a Yohan y gente que lo rodea le ha brindado experiencias únicas, desde huir de un ataque hasta conocer el amor, aquel sentimiento que creyó que no encajaba con sus sueños, que solo lo iba a entorpecer o que simplemente, no existía una vida capaz de comprenderle. La idea de un hijo propio se instauró en su cabeza tras enterarse que alguien muy parecido a él podía concebirlos, aumentando más cuando la pequeña Sujin llegó al mundo y era la mezcla perfecta de sus padres, destacando los redondos ojos que heredó de Suyeong. Ha pensado cómo sería una versión más pequeña de Yohan entre sus brazos, alguien que a futuro le llame cada cinco segundos porque no puede hacer algo por su cuenta, alguien que juegue con Mei y Wabbit antes de ir a dormir y pedir un cuento o canción de cuna. Su envidia hacia aquellos con útero le ha vuelto más irritable, discutiendo con el menor a menudo por cosas sin sentido, frustrándose y encerrándose en el laboratorio, investigando si había una manera de tener uno dentro. Seungwon escucha el comentario sobre el actuar del pequeño, rodando los ojos porque sabe que para Yohan es un comportamiento sin sentido, ignorando el hecho que el miedo a las agujas es más común de lo que podía imaginar. Sigue enfocando en la pantalla frente a sus ojos, transcribiendo los resultados del paciente anterior para enfocarse en el niño, cuando una curiosa pregunta le hace sonreír levemente. “¿Ya te rindes? Eso fue rápido.” no duda en molestarlo como siempre, tecleando un poco más, guarda la información antes de colocarse a su lado. El mayor no es amable ni dulce con los demás, llegando a ser cruel y directo sin remordimientos, sin embargo una parte se ha suavizado con los más jóvenes producto del actual deseo que no puede cumplir, orillándolo a investigar cómo tratar con los mismos. Seungwon se agacha un poco para ver al pequeño asustado, saludándolo. “Si sales te daré un dulce por ser muy valiente, es importante que te vacunes y así puedas vivir muchos años más con tu familia.” Una vez preguntó a la chica de ojos modificados qué hacer para que los niños se sintieran cómodos aunque su propia presencia no sea del todo agradable, recibiendo como consejo de mantener golosinas. No tardó en ir al mercado y conseguir gomitas, sacando unas cuantas de su bata blanca y extenderlas al menor. "Te dará algunas ahora y el resto para después, lo prometo, cielo."

Los  suburbios  tenían  muchas  desventajas,  especialmente  médicas.  Aunque  las  “grandes  enfermedades”  del  mundo  pasado,  como  el  cáncer  y  el  sida  hayan  encontrado  su  cura  hace  muchos  años  atrás,  no  quería  decir  que  el  planeta  donde  vivían  y  las  condiciones  deplorables  de  vida  en  los  distritos  más  pobres,  no  diesen  más  enfermedades  y  problemas.  Resfriados  más  fuertes,  tipos  de  cáncer  más  agresivos  y  claro  estaba,  daños  irreparables  a  los  órganos  que  eran  la  moneda  de  cambio  en  aquel  mundo  de  oscuro  vibrar  y  un  sol  artificial  sobre  sus  cabezas.  “Cuida  a  tus  hijos,  aliméntalos  y  aséalos,  pueden  ser  tu  salida  de  la  pobreza”  son  dichos  que,  para  su  gusto,  son  desagradables  y  hablan  sobre  la  bajeza  del  mundo,  pero  que  también  eran  una  realidad  para  los  más  pobres  que  a  veces  no  tenían  mucho  que  comer  y  lo  más  valioso  que  tenían,  era  un  hijo  joven  y  sano.  Ser  piratas  les  daba  cierta  ventaja,  el  desmantelar  laboratorios  de  la  Ciudad  Luminosa,  les  proporcionaba  con  inyecciones  prehistóricas  de  aguja  y  jeringa,  como  también  cableado  que  podía  correr  antivirus  costosos  sobre  los  pobres,  material  para  arreglar  un  poco  lo  que  su  propia  gente  en  el  pasado  había  destruido  y  era  la  integridad  de  los  más  desfavorecidos.  Él  no  se  consideraba  un  alma  caritativa,  pero  con  Suyeong  y  la  revolución,  había  desarrollado  un  poco  de  corazón.  -  —Estas  siendo  irracional,  Jaeho  —  -su  voz  se  escucha  tranquila  como  siempre,  alzando  una  de  sus  cejas  ante  el  pequeño  que  estaba  escondido  debajo  de  la  camilla,  habiéndosele  escapado  de  entre  las  manos  y  una  inyección  no  hace  mucho.  Jaeho  le  saca  la  lengua,  haciendo  un  sonido  parecido  a  una  flatulencia,  rebelde,  aunque  sus  ojos  delataban  el  miedo  que  tenía.  -  —¿Te  importa  ayudarme  un  poco  aquí?  —  -el  más  alto  se  refiere  al  otro  doctor,  haciendo  un  gesto  con  la  cabeza.  Los  dos  eran  extraños,  por  no  decir  insensibles  a  muchos  de  los  malestares  de  las  personas  desfavorecidas,  no  obstante,  los  dos  buscaban  tener  lo  que  se  escondía  debajo  de  la  mesa,  un  niño.  Le  gusta  pensar  que  aquello  es  una  práctica,  una  pequeña  misión  antes  de  la  gran  batalla  real.  Yohan  sonríe  ligeramente,  interesado  en  como  se  desarrollaría  ese  pequeño  experimento.