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#capitán américa drabble
nekoannie-chan · 4 years
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Pastel de aniversario
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Pareja: Steve Rogers X Lectora.
Palabras: 100 palabras
N/A: Es mi entrada para Happy Go Writing 100 Word Drabble Challenge, con la frase de Steve Rogers #9:
“¿Por qué estás cubierta de harina?”
No doy ningún permiso para que mis fics sean publicados en otra plataforma o idioma (yo traduzco mi propio trabajo) o el uso de mis gráficos (mis separadores de texto también están incluidos), los cuales hice exclusivamente para mis fics, por favor respeta mi trabajo y no lo robes. Aquí en la plataforma hay personas que hacen separadores de texto para que cualquiera los pueda usar, los míos no son públicos, por favor busca los de dichas personas. La única excepción serían los regalos que he hecho ya que ahora pertenecen a alguien más. Si encuentras alguno de mis trabajos en una plataforma diferente y no es alguna de mis cuentas, por favor avísame. Los reblogs y comentarios están bien.
DISCLAIMER: Los personajes de Marvel no me pertenecen (desafortunadamente), exceptuando por los personajes originales y la historia.
Otros lugares donde publico: Wattpad, Ao3, ffnet.
Si te gusto por favor vota, comenta y rebloguea. 
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Hoy es tu aniversario con Steve, ustedes dos habían planeado algo especial para celebrar.
Steve llegaría en la noche, el día anterior había tenido una misión de última hora y te prometió que regresaría a tiempo.
Sabías que él amaba tus pasteles caseros, así que decidiste cocinar uno, se suponía que sería fácil…pero nunca esperaste que cierta visita fuera a arruinar todo.
—Bucky… ¿Por qué trajiste una cabra a mi casa?
—Ella no quería estar sola.
Fue un desastre absoluto…tu cocina estaba completamente destruida…
— ¿Por qué estás cubierta de harina?—Steve te preguntó.
—Es una larga, larga historia, Steve—respondiste.
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jpysuperro · 7 years
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Culpas.
Wade lloraba desesperado mientras murmuraba lo mucho que lo amaba, el castaño se estaba desangrando muy rápido y la ayuda estaba tardando demasiado.
─Petey perdóname. ─ El arácnido nunca se imaginó escuchar la voz del mercenario tan rota. ─ Todo esto es mi culpa si yo... ─ Fue callado por el castaño
─ Es culpa de ambos. ─ Dijo con dificultad le dolía hablar pero lo que más le pesaba era que él nunca fue totalmente honesto con su pareja, tal vez si meses antes hubiera sido sincero con la persona que más ama no estaría al borde de la muerte en estos instantes. ─ Lamento no habértelo dicho antes. ─
─Todo estará bien Baby-Boy lo prometo. ─
¿Por qué terminaron así? Simple Deadpool creía que salía con un adorable nerd de preparatoria no con un chico que en secreto era nada menos que el asombroso hombre araña. Deadpool enamoro a Peter siendo Wade Willson y el día que le confeso que lo amaba le revelo que era el mercenario bocazas ese mismo instante pensó en confesarle que él también tenía una identidad secreta pero las palabras nunca salieron de su boca solamente se quedó callado.
Meses más pasaron hasta que llegó el momento donde Deadpool fue contratado para terminar con el hombre araña pero a pesar de que al héroe le tenía un poco de estima no pudo evitar aceptar el trabajo, le pagarían demasiado por la cabeza del arácnido con el dinero planeaba comprar una casa y un costoso anillo de compromiso para Peter. Él sabía que aún tenía poco tiempo con el castaño pero ambos sentían que debían de estar juntos la mayor parte del tiempo.
Deadpool hirió de gravedad a Peter mientras luchaban y cuando el mercenario se preparaba para cortarle la cabeza con una de sus katanas el chico se arrancó la máscara con la esperanza de que Wade se detuviera a tiempo y así sucedió pero la herida anterior fue demasiado para el castaño.
La ayuda llego pero fue demasiado tarde en los brazos de Wade estaba el cuerpo inerte del castaño, los vengadores habían llegado a ¨rescatar al hombre araña¨ pero no fueron suficientemente rápidos le fueron indiferentes al dolor del mercenario a excepto el par de líderes del equipo que conocían un poco la relación que tenían ellos en secreto.
─ ¿Que haremos con él? ─Pregunto Natasha observando al mercenario que no dejaba de aferrarse a Peter a pesar que los demás intentaban separarlo
─La culpa será suficiente castigo para él. ─respondió el capitán américa con tristeza, el sabía que ambos de verdad se amaban.
Tiempo después Wade logro convencer a la muerte de dejarlo buscar a Peter en el más allá solo para verlo una vez más...
Espero les haya gustado este pequeño drabble :3 los quiere JoyPoison y su perro...
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Estoy en la llama con mis autorretos. Después de años de sequía creativa, todo parece haber venido de golpe. No lo quiero decir muy alto, por si acaso mi cerebro decide volver a llevarse esta magnífica inspiración. Esta vez me he servido de ella para escribir un drabble protagonizado por Peggy y Steve. El escenario es decididamente AU: Steve es el gradullón post-suero, pero no hay superhéroes ni poderes, Bucky todavía anda por ahí... En fin, el tema de este drabble me pareció muy complicado de utilizar como argumento, así que le he dado una nueva vida. Espero que os guste.
Fandom: Capitán América
Pareja: Steve y Peggy  [AU: Sin elementos superheroicos]
Trigger Warning?: No
26. Immortal Laughter
El póster que anunciaba la película Risa inmortal logró que Peggy se detuviese en seco en la calle. Le pareció oír un juramento ahogado a su espalda, pero lo ignoró deliberadamente: el póster de la esperada “comedia del año” atrapó toda su atención. Peggy esbozó una sonrisa: entre los rostros de los actores representados en el cartel se encontraba el retrato de su amiga Angie Martinelli. Peggy había acudido a un par de representaciones de la desconocida obra teatral por la que Angie había dejado su empleo como camarera, pero le había perdido la pista tras un viaje a Inglaterra para conocer al recién nacido de su prima Maud y poner a la familia al tanto de sus andanzas después de tres años en lo que a Peggy le seguía pareciendo la otra esquina del mundo. A su regreso había hallado el teatro cerrado y a Angie ausente en la cafetería donde había trabajado; Peggy no volvió a tener noticias suyas hasta que la vio en un papel de extra sin frase en cierto drama bélico. Fue una aparición tan fugaz que creyó haberla imaginado, pero dos años más tarde, viendo aquel póster, quedaba claro que la carrera de Angie en el mundo de la interpretación se dirigía en la dirección con la que la joven había soñado y sobre la que había parloteado sin cesar mientras servía cafés en pleno Manhattan.
Peggy no lograba pensar en una manera mejor de celebrarlo que viendo la película.
La siguiente sesión estaba a punto de empezar. Al entrar en el amplio recibidor del cine, una pareja casi se chocó con ella mientras anudaba la tira que aseguraba su paraguas. El agua que se escurría del mismo formó un pequeño círculo húmedo en la mullida alfombra del recibidor. Una fila de espectadores esperaba entrar en la sala. Peggy se acercó a la taquilla:
-¿Podría darme una entrada para Risa inmortal, por favor?
-Lo siento, señorita -respondió la cajera desde el otro lado del mostrador-. Están agotadas.
-Oh –Peggy sintió como si se desinflara. Resultaba un tanto decepcionante.
Miró la fila de espectadores. Los neoyorquinos charlaban con aquella inagotable energía que les caracterizaba. Casi al final de la fila se situaban dos soldados exhibiendo una serie de condecoraciones en sus flamantes uniformes. Uno de ellos, rubio y fornido, cruzó la mirada con ella y le dedicó una sonrisa. El otro soldado, de cabello castaño y engominado que se tocaba la cabeza con una gorra levemente ladeada, siguió la mirada de su amigo y enarcó una ceja apreciativa. Peggy le sostuvo la mirada, sin esforzarse por parecer coqueta; se dirigió a la cajera para darle las gracias por su tiempo y se encaminó a la salida del cine. Al pasar junto a los soldados, el de cabello oscuro le preguntó:
-¿No ha conseguido una entrada, señorita?
-Me temo que no –contestó Peggy-. Están agotadas.
-Qué casualidad -comentó el soldado con gesto divertido-, precisamente le comentaba a mi amigo, el Mayor Steven Rogers, que acabo de acordarme de que tengo algo que hacer y no podré ver la película con él. ¿Quizá querría usted utilizar mi entrada y obsequiar a mi amigo con el placer de su compañía?
Peggy advirtió por el rabillo del ojo que el Mayor Rogers –alto, musculoso y sin duda imponente- se estaba ruborizando como un colegial. Era adorable.
-Será un placer, señor…
-Barnes, señorita. Bucky Barnes, para servirla.
Ella alzó las cejas ante el diminutivo, pero se presentó con el suyo también:
-Peggy Carter. Permítame pagarle por su entrada, señor Barnes…
Se dispuso a buscar su monedero en el bolso, pero Bucky no lo permitió:
-De ninguna manera, señorita Carter, faltaría más. Hoy invito yo.
Peggy intercambió una mirada con el Mayor Rogers.
-Será mejor que no se lo discuta –recomendó. Parecía un poco menos turbado-. No tiene demasiadas oportunidades de ser un caballero.
Bucky le golpeó el hombro con gesto sarcástico. La fila empezó a avanzar y Peggy aceptó:
-Está bien. La próxima vez correrá por mi cuenta.
-Eso espero –contestó Bucky, despidiéndose con un breve toque en la visera de la gorra antes de marcharse.
Peggy ocupó el lugar que el soldado había dejado en la fila junto al Mayor Rogers, que comentó:
-Espero que Bucky no la haya incomodado, señorita Carter.
-En absoluto –negó ella.
Se quedaron en silencio durante unos instantes a medida que se acercaban a la sala. Estaba bastante claro que el Mayor Rogers era terriblemente tímido, así que Peggy tomó la iniciativa de romper el hielo:
-¿Sirvió usted en la guerra, Mayor?
-Sí, señorita Carter –explicó él-. En Europa. La primera vez que salía de Nueva York y lo hice para matar nazis. Aparte de eso, no gran cosa. Llovió mucho, eso lo recuerdo bien. Pensaba que en Francia siempre hace sol.
A Peggy no le cupo la menor duda de que había dado con un tema que interesaba al Mayor Rogers, aunque por sus frases entrecortadas podía deducir que seguía un tanto avergonzado. Peggy suspiró y comentó:
-Sí que llovió en el cuarenta y cuatro, sí. Yo también estuve en Francia aquel año.
El Mayor Rogers contempló a Peggy con renovado interés mientras la escoltaba a su asiento y la asistía en quitarse el abrigo, solícito. No se le había escapado la inflexión de su acento británico, que a los oídos de un chico de Brooklyn sonaba casi aristocrático. En el frente había escuchado que los ingleses incorporaban mujeres en su ejército y que éstas realizaban toda clase de tareas, incluido el espionaje. Había visto las fotografías de heroínas como Violette Szabo en un reportaje de Life, y no pudo evitar preguntarse si se había sentado al lado de una femme fatale inglesa, porque la verdad era que la idea no le molestaba en absoluto por diversas razones. El Mayor Rogers hojeó el programa de mano que les habían dado a la entrada de la sala y preguntó:
-¿Le gusta el cine?
Apenas hubo pronunciado aquellas palabras deseó golpearse la cabeza contra la columna. De haber estado presente, Bucky estaría riéndose tanto que tendría que abandonar la sala. ¿Podría haber hecho una pregunta más estúpida? ¡Estaban en un cine!
Peggy leyó su desesperación y respondió con naturalidad:
-Prefiero el teatro, pero sí, me gusta el cine. Sin embargo, los musicales no suelen entusiasmarme.
El Mayor echó una ojeada a la lista de canciones en el programa de Risa inmortal.
-¿Qué le ha llevado a escoger esta película, entonces? –Quiso saber.
-Una amiga mía actúa en ella –explicó Peggy.
Las luces habían empezado a atenuarse. Los murmullos de los espectadores se fueron apagando gradualmente.
-A lo mejor le resulta gracioso –él inclinó la cabeza hacia ella. En la penumbra se sintió menos azorado-, pero a mí sí que me gustan los musicales. Y deje eso de Mayor Rogers, por favor. Llámeme Steve.
-Sólo si usted me llama Peggy –replicó ella.
Se dio cuenta entonces de que sus rostros estaban tan cerca que parecían hallarse al borde de un beso. Peggy alzó los ojos y se topó con los de Steve imposiblemente cerca. Le pareció que alguien carraspeaba tras ellos: normalmente, las parejas que iban al cine a besuquearse tenían la decencia de ponerse en las filas de atrás.
El león de la Metro rugió en la pantalla; Steve y Peggy volvieron a colocarse en sus respectivos asientos. De repente a ninguno de los dos les parecía tan interesante la película.
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