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Our story is about a town, a small town, and the people who live in the town. From a distance, it presents itself like so many other small towns all over the world Safe. Decent. Innocent. Get closer, though, and you start seeing the shadows underneath. The name of our town is Riverdale.
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CHARACTER AESTHETICS → Josephine Penelope Hemingway
Are you insane like me? Been in pain like me? Bought a hundred dollar bottle of champagne like me? Just to pour that motherfucker down the drain like me? Would you use your water bill to dry the stain like me? ... And all the people say You can't wake up, this is not a dream You're part of a machine, you are not a human being With your face all made up, living on a screen Low on self esteem, so you run on gasoline
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“When I was a child, I spoke as a child, I understood as a child, I thought as a child; but when I became a man, I put away childish things.”
— Corinthians 13:11
Era víspera de navidad, se había bebido cuatro u seis vasos de whiskey, y lo siguiente que recuerda es que estaba aparcando la camioneta frente a una bonita capilla cristiana dentro del pueblo y que el Padre tenía un fuerte acento irlandés y un extraño sentido del humor para ser un Padre. Hablaron un rato, no mucho. Le citó una frase de Corintios y le dejó solo luego de una charla en la que el cazador apenas participo. Numair no era cristiano – ni si quiera estaba seguro de creer en Dios. Sus creencias eran conflictivas, esa era la verdad. Porque de no creer en Dios, estaría negando su naturaleza, pero por otro lado no podía creer en una deidad que le importaba un cuerno sus creaciones y que se excusaba tras todo el rollo del ‘libre albedrío’. Así que, técnicamente, creía en Dios, pero no confiaba en él. De cuando en cuando pensaba que, si alguna vez se lo cruzaba, le daría una paliza para recordar. Porque sí, de cuando en cuando también se creía capaz de patearle el culo a Dios y salir caminando para contarlo. Así era él, siempre lo había sido. En Betel le habían obligado a estudiar la historia de su gente, los Calebitas. Tuvo que aprenderse los detalles de la leyenda de cómo aquellos espías habían entrado a las tierras de los hijos de Anak en la forma de sus tótems, de cómo Joshua y Caleb confiaron en Dios y de cómo vagaron 40 años por el desierto antes de ser recompensados. Recuerda la moraleja; la fidelidad de Joshua y Caleb a Dios, cuando los otros decidieron dudar, puede llegar a bendecirlos de maneras increíbles y que estas bendiciones duraran generaciones y generaciones... Así le llamaban – bendiciones. Joshua y Caleb habían logrado entrar a la tierra prometida por confiar ciegamente en el Señor, y Numair, y sus hermanos, y muchas otras personas más en la tierra, ahora cargaban con esa “bendición”. No podía convertirse en su tótem como sus antepasados lo habían hecho, como Josie era capaz. El linaje estaba sucio, su gente se había mezclado con humanos en el pasado y ahora, los calebitas de su generación, solo conservaban algunas características de sus animales – buena visión, buen olfato, buen oído, fuerza, rapidez. No era algo malo, no era algo que le molestase a nadie, Numair estaba seguro de eso. El problema venía con el simple hecho de que, ser Calebita, te convertía automáticamente en un soldado. Un guerrero de un Dios en el que no confiabas y al que le sacarías los ojos de tener la oportunidad. Habían pasado 39 años desde que Caladh había nacido, y a esas alturas suponía que al llegar a los 40, no vería un cambio, ni ninguna tierra prometida con bendiciones. Por supuesto que no iba a quejarse ni a hacer pataletas por ello, ese no era su estilo. Había sido un buen guerrero, pero había preferido ser un buen hombre – había huido, abandonado su misión, su familia, y ahora estaba pagando el precio de su error, pero se le hacía difícil aceptar ese precio cuando la gente que había sufrido los efecto colaterales era justamente la gente que más quería. El sonido de la puerta le hizo voltear para ver de quien se trataba, pero enseguida volvió la vista al frente cuando descubrió que solo era una pequeña anciana con ropas viejas. Había tomado asiento en la primera fila y había estado allí, simplemente observando lo que tenía delante en infinito silencio. Con las manos juntas y el entrecejo arrugado de forma inconsciente, nadando entre recuerdo y disfrutando del silencio. No fue hasta entonces que recordó por qué estaba ahí. Carraspeó ligeramente y bajó la vista a sus manos. —I'm not a man of prayers... —susurró, asegurandose de que nadie más que quien debía, lo oyera. —God knows I'm not a man who would come to this but, I'm running out of options, I... —tragó saliva espesamente. —I fucked it up. I fucked it up big time and I need to fix this. I’m sure you already know what’s up, so… Come on, man... Samael. Give me a hand here —alzó la vista e hizo una pausa antes de continuar. —I'm begging you. La puerta volvió a abrirse. Numair volteó, esperando encontrarse al arcángel, pero sus hombros volvieron a caer en decepción cuando vio la figura de Billie acercándose a paso lento. —Are you following me? —cuestionó cuando tomó asiento a su lado. Su voz era un susurro ronco. —No —contesto ella. —Bueno, si… Josie me dijo que sueles hacer cosas estúpidas cuando estas… ¿Cómo decirlo? Encerrado. Estaba preocupada, dijo que te siguiera. —¿Y tú haces todo lo que ella te dice? —Creí que eras judío —comentó Billie, ignorando por completo su comentario. —¿Qué? —Creí que eras judío. La mayoría de los calebitas lo son. —¿Tu lo eres? —Nah —meneó la cabeza. —Las religiones no van bien conmigo. —Ya… Conmigo tampoco. —¿Qué haces aquí entonces? Caladh alzó sus orbes celestes a la gran cruz en donde se encontraba una escultura de Jesús y torció una pequeña sonrisa que Billie inspeccionó, sonriendo también, como si aquel gesto le hubiera contagiado. —¿Qué? —Josie tiene razón —murmuró él. —Hago cosas estúpidas cuando estoy encerrado. Billie rió, una risa suave, dulce. Una risa honesta. —Vamos —le animó. —Josie ha estado trabajando toda la tarde en la cena solo porque Thomas le dijo que él si festejaba la navidad allá en Nueva Orleans y se va a enojar si no apareces. —Lo hacía por él y por la familia de mi mujer —agregó Caladh casualmente, tan casualmente que tuvo que explicarlo mejor. —Las navidades. En mi familia no la festejamos, aunque mamá siempre insistía en que cenemos todos juntos, como ella solía hacer con su familia antes de casarse con papá. —¿Era cazadora? Tu madre. Numair meneó la cabeza. —No como nosotros, al menos. Sabía cómo funcionaba un arma y tenía la puntería de un águila —Billie arrugó el ceño, pero continuó sonriendo. Numair se percató de su confusión y enseguida se corrigió. —Solíamos salir a cazar ciervos para las grandes fiestas —dijo. —Era más barato de ese modo. —Creí que los Lyons eran ricos —acotó la mujer. No había malicia en su voz, simplemente una honesta observación. —Ricos son los reyes —contestó el. —Nosotros no somos reyes. Nunca lo fuimos. —Los leones son los reyes de la selva —los ojos de Billie viajaron al retablo y los de Numair a ella, como si de alguna forma lo que acababa de decir hubiera causado algo en él. —Hakuna matata, pal. Entonces, la expresión reflexiva y absorta de ambos cazadores se torció a una sonrisa que pronto esfumaron, bajando la mirada al mismo tiempo, sabiendo que aquello era básicamente una falta de respeto para el resto de las pocas personas que se encontraban allí. —What do you know? He can laugh —comentó al aire en un susurro, como si lo hiciera a un publico invisible. —Anyway, I was just checking on you. Cats hide when they are sick or dying, they go away, and I don’t really know you, but I had a cat once and I you're acting like a dying cat —sus ojos se habia alzado al altar, pero poco a poco volvio a posarlos en el perfil del cazador. Su rostro parecía impenetrable, inverosímil, como el de un acusado en un juicio que lo llevaría, irónicamente, a la pena de muerte. Estaba triste y enojado e increíblemente frustrado, no había que ser psíquica para saberlo – Billie lo veía en su rostro, estaba todo allí, solo había que saber leerlo. —Now… —carraspeó. —We should get going. Josie is already going to be mad when she realizes you’re drunk, I don’t need her to be mad for us being late. —Aye aye, captain —respondió Numair, incorporándose lentamente, como si cada uno de sus músculos le doliese. —Hope you like roast turkey. Numair reflexionó un instante. —With roast potatoes? Cuando llegaron a la casa de Josie, Numair se sorprendió al ver la motocicleta de Loan. A su lado, una impecable Chevrolet Truck de los 80 relucía bajo la luz de la luna. Billie parecía tan confundida como él, pero no dijeron nada, simplemente continuaron su camino hacia la entrada y una vez hubieron cruzado la puerta, sus preguntas encontraron respuestas. Loan reía a carcajadas con un vaso de whiskey en las manos y parecía haber estado disfrutado honestamente de la charla que mantenía con un hombre, hasta que vio entrar a Caladh por la puerta. Entonces, dejo el vaso sobre la mesa y se incorporó. El segundo hombre se volteó y lo miró con ojos curiosos mientras Loan le proporcionaba un abrazo fraternal, uno que Numair no dudo en devolver. Le hacía falta, y agradecía al tiempo por haberle enseñado a Loan cuando necesitaba un abrazo. —What are you doing here? —preguntó Numair, confundido. —I’m here for Christmas, boy! —expresó en un tono cantarín. —Josie me invito —sus pequeños ojos marrones se posaron en la muchacha detrás del calebita y volvió a sonreír. —Awrite. —Hey —saludó Billie, más incómoda que divertida. Para su suerte, Josie enseguida cruzó por la puerta de la cocina luciendo una resplandeciente sonrisa que delataba que había estado bebiendo mientras cocinaba. Numair correspondió su abrazo forzando una pequeña sonrisa. Entonces, el hombre desconocido se puso de pie y camino hacia ellos con el vaso en la mano y una sonrisa amable en el rostro. Todos sonreían demasiado, Numair había vuelto a pensar que definitivamente no encajaba ahí. O al menos no cargaba con el suficiente espíritu navideño para aunque sea intentar encajar solo por esa noche. —This is my husband —les presento Josie, tomando al hombre del brazo. ���Nathaniel. —Call me Nathan, or Nate. You must be Caladh —estiró la mano y estrechó la del cazador. —Oh, man. You’re definitely a Lyon. You look so much like your mother, though. —He does, doesn’t he? —Josie le estudió el rostro, asintiendo. De repente, Num se sintió como un mono en un laboratorio, pero no dijo nada. —He’s really handsome. —Where is Thomas? —preguntó de repente el calebita, en un fiero intento de salir de aquel incomodo momento. Sus ojos celestes recorrieron la sala. —Oh, he’s okay, don’t worry —le calmó Josie, marchándose nuevamente hacia la cocina. Continuó hablando desde allá, asomándose de vez en cuando por la abertura de la barra. —Está en el establo. —Pasa mucho tiempo allí. —Y tú pasas mucho tiempo fuera. O bebiendo. De repente, Billie y Nate se sintieron lo suficientemente incomodos como para decidir que era mejor alejarse y fingir que no oían lo que Josie decía. Numair apretó los labios, sintiendo la dura acusación sacudiéndole desde dentro, pero se calmó cuando Loan le palmeó la espalda. Josie volvió con una bandeja que contenía pavo asado con diferentes tipos de verduras decorándolo. Y por supuesto, papas asadas. —Es un niño —dijo mientras lo colocaba sobre la mesa. —Y creo que está de más recordarte que cada uno guarda luto de forma diferente —se paró frente a él y colocó ambas manos sobre su pecho. Le miró, una mirada cálida, suave, y luego acarició su mejilla. —Ve a buscarlo. Numair negó con la cabeza. —No —sentenció. —Es tu hijo, Numair. —Si voy a buscarlo, no vendrá y habrás hecho todo esto para nada. Es mi hijo, lo conozco. —¿Estas… —Yo iré por el —Billie se paró del sofá de un salto, interrumpiéndolos. Pasó por detrás del cazador y mientras lo hacía, le dedicó una mirada a Josie. —Ya vuelvo. Caladh la siguió con la mirada casi de forma inconsciente, y entonces volvió a ver a Josie. Chasqueó la lengua al darse cuenta como su suave expresión se había transformado en una indiscutiblemente dura. De repente, pensó en Creasy y en que estaría haciendo aquella noche, pero disperso las ideas tomando el vaso medio vacío de Loan y llevándoselo a los labios. Creasy estaba en todo su derecho al enojarse. También Oliphant, Thomas, y el resto de sus hermanos si alguna vez se enteraban de lo sucedido, pero eso no significaba que no le doliera. Eran su familia después de todo, eran todo lo que tenía… Y ahora no tenía mucho. La cena transcurrió como lo esperaba. Thomas estuvo tan silencioso como su padre, pero le vio sonreír dos o tres veces con los comentarios de Loan y Nate. Una sonrisa que había echado tanto de menos y que ahora le parecía tan extraña y familiar a la vez. Parecía mentira cuando había crecido en aquellos meses, pero era real. Cuando todo hubo acabado, alrededor de las dos de la madrugada, cuando todos se fueron a dormir, luego de que Loan le diera un discurso sobre tomar responsabilidad sobre sí mismo y sus acciones en el pórtico, Numair se quedó despierto en el sofá viendo las imágenes que el televisor le ofrecía. Una película de Tarantino se reproducía en mute mientras él intentaba concentrarse en lo que sucedía, fallando en cada tentativa y dándole un trago al whiskey como premio de consolación. Aquello se había convertido en una rutina que, sorprendentemente, no parecía agobiarle sino todo lo contrario. No obstante, no encontraba paz en ello – era momento para reflexionar, momentos que llegaban sin ser llamados y le quitaban el sueño. —Cowboys and booze? Thought you were from Scotland, that’s very redneck of you, man —la voz de Billie le hizo dar un salto, pero pudo disimularlo bastante bien, pasándose una mano por el rostro para despejarse. La sintió sentarse a su lado, pero sus ojos no se despegaron del televisor. Sabía que, de hacerlo, tendría problemas para enfocar su rostro y si bien tenía práctica ocultando su ebriedad cuando debía hacerlo, ya que la mayoría de las veces no se preocupaba por hacerlo, no se sentía con ganas de hacer el intento u presenciar aquella mirada de lástima que en más de una ocasión se había posado en la expresión de Creasy. Sin embargo, sabía que ahí estaba, podía sentirla palpitar en el silencio, podía sentir la mirada de la mujer. —Are you okay? —preguntó de repente, rompiendo el silencio. Caladh negó con la cabeza, bajando la vista. Fue un movimiento torpe, como si intentara esconder algo. Se sorprendió de sí mismo cuando se dio cuenta que había sido honesta con ella, y entonces volvió a mirar la caja boba, como si el tema hubiera quedado en el pasado, pero la mano de Billie enseguida le arrebató la botella con cuidado y la dejó sobre la pequeña mesa frente al sofá. Enseguida volvió a mirarlo y vio cómo, con la mirada perdida, el cazador intentaba mirarla de vuelta. La mano de Billie se alzó y acarició la mejilla del cazador, quien respondió el mimo como lo haría un felino, rebuscando el contacto humano, pidiendo por más. Sus ojos se cerraron con un rictus de congoja y entonces la cazadora se acomodó en su lugar, sentándose como era debido. Numair alzó los ojos y tomó su mano, aquella con la que le acariciaba, y le miró en silencio. Ese silencio inmutable que lo caracterizaba tanto esos días. —I know it’s hard to believe this… —dijo ella. —I do. But It’s gonna be okay. Give it time. Thomas, he… You’re his father. He loves you no matter what, I truly believe he’s just having a hard time trying to figure all this out. This is a whole new life for him. I’m trying to put myself in his shoes and It must be terrifying. Hell, I was so frightened when I found out about… About all of this. I was sixteen at the time. Try to remember how were you at that age. I didn’t let anybody through and I was mad at everything —hizo una pausa. —He’s a kid. Kids… They don’t understand logic. —I know that —asintió él. —However, he does have a good point, doesn’t he? He’s a smart kid —una sonrisa amarga crispó sus labios, pero enseguida se perdió entre las intermitentes sombras de la T.V. —I couldn’t protect him, or my wife. And I killed my brother. A few years back I deserted my family and tried to forget who I was, I tried to live a normal apple pie life and everything went to shit here. Everyone thought I was dead, my mother killed herself, my niece got kidnapped, my nephew was executed by the same demon who took Thomas and killed my wife and my little brother, the little brother I killed to get back my son, was left alone... —se encogió de hombros. —I've always tried to be a good man. Always, Billie. Always trying to do the right thing doing my job or living a normal life. But I’ve come to a point where I realized that, sometimes, things don't turn out the way you want, no matter how hard you try. And it's... It's really undeceiving realizing that. —You need to stop with the self-pity —dijo Billie. Su voz seguia siendo un susurro en el aire, pero su tono ahora era más duro que antes. —That won’t get you anywhere, man. Neither will drinking like a goddamn fish —con el ceño fruncido, probablemente desconcertado y ofendido, Numair intento interrumpirla, pero Billie enseguida reclamó su turno para hablar. —No, you listen to me. You think you got it bad? I lost my whole family just a few months back and I'm not weeping like a little baby, drinking my weight in alcohol, am I? Pick yourself up and learn from your mistakes, Numair. Do something about what’s bothering you and, for the love of God, trim your beard. You look like a blonde-Scottish-Chewbacca. Caladh la observo confundido. En otra ocasión, se habría irritado por tanta dosis de honestidad en tan poco tiempo viniendo de prácticamente una desconocida que apenas se cruzaba a la hora del desayuno, pero tal vez haya sido por el alcohol, o el cansancio, porque permaneció en silencio, simplemente observándola, estudiando vagamente sus facciones. Era curioso – se veía como una muchacha dulce, pero sus palabras eran demasiado duras para su rostro. Se puso de pie y volvió a tomar la botella de whiskey. Se la llevó a los labios sin despegar la vista de los ojos claros de Billie. Estaba retándola en una actitud sumamente infantil que a Billie le obligó a rodar los ojos y a ponerse de pie, indignada. —Really? —espetó entre dientes. Alzó la mano y le arrebató bruscamente la botella, escondiéndola de la vista del cazador a sus espaldas. Él sonrió. Una sonrisa socarrona con aquel tinte tan característico de los ebrios, y Billie no tuvo más opción que sonreírle en respuesta, resignada. Bajó la mirada y cuando volvió a mirarlo, sus labios estaban tensos. Le recordaba a su padre, y aquello no le gustaba. No tenía lugar allí, pero al menos mientras vivieran bajo el mismo techo, intentaría que Thomas no pasara por lo mismo que había tenido que pasar ella. Numair podría ser un alcohólico, pero al menos no dejaba que su hijo lo viera en aquellos estados, lo cual le daba un poco de esperanza. De hecho, había notado en más de una ocasión que se esforzaba para ocultar la resaca. No se sentía orgulloso de su forma de lidiar con los problemas, pero era la única forma en la que podía hacerlo. Aparentemente, era la única forma en la que los cazadores lidiaban con los problemas. Ella misma formaba parte de ello en ocasiones. —You have a son —volvió a susurrar. —Stop acting like a dying cat. Grow up.
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X. Children and fools tell the truth.
7 años atrás. Podía olerla. Estaba en todas partes, rodeándolo. Le costaba respirar. Todo lo que podía hacer era inhalarla, era su oxigeno ahora, todo lo que quería hacer era respirarla, y en cierto modo, era todo lo que hacía. Incluso estando dormido, Numair era capaz de detectar el aroma que el cuerpo de Kaleera desprendía, como un perfume embriagador que no hacía más que atraparlo, confinándolo y encerrándolo entre paredes que prometían ser su refugio, su fortaleza. Había huido de Escocia luego de que su hermano mayor muriera en un dudoso accidente de tránsito y su padre fuera ejecutado frente a sus ojos. No había razones claras para su huida, solo razones confusas alimentadas de impulsos y cólera y desesperación y algo que crecía en su pecho que le arrebataba las sonrisas y las remplazaba por palabras hirientes y labios tensos. Había cambiado mucho desde entonces, ya no era el muchacho que había roto cien corazones en Betel. Ya no era el renombrado y tan conocido cazador de quien alguna vez se había sentido tan orgulloso, ya ni si quiera era Caladh Lyon. Allí, en Nueva Orleans, quien pronto se convertiría en su mujer lo conocía por un nombre completamente distinto, el cual iba atado a una historia cuidadosamente armada a base de la veracidad: era Daryl Barbara, de Escocia. Estudiante de zoología y amante de los grandes felinos. —Babe? —la voz de Kaleera lo sacó de sus pensamientos, obligándolo a abrir vagamente los ojos. Esbozó una sonrisa adormilada al encontrarse con su rostro, tan hermosa como siempre. —Morning —contestó con pereza. —Morning —saludó ella. Su mano acarició su pecho durante unos segundos antes de que Numair la atrapara y le regalara un beso. Estaba a punto de dirigir sus labios a los suyos cuando una tercera presencia irrumpió violentamente en la habitación y sin decir nada, se trepó a la cama y de un saltó se acomodó encima del pecho del hombre. Kaleera estalló en una carcajada cuando vio como el aire que los pulmones de Numair guardaban se le escapaban en un quejido. —Hey —le saludó. —Hi —respondió el niño. Llevaba una espantosa máscara de plástico que solo dejaba ver sus ojos, verdes como los de su madre. El calebita tuvo que ajustar la vista para darse cuenta que se trataba de un payaso con una sonrisa demencial, y entonces, habló. —Is that your new mask? —Yeah. —I love it, it’s really creepy. —I know, right. —Yeah —asintió —, good stuff. —Thanks —la mirada del niño se dirigió a su madre. —Hi, mom. —Hello, honey. Kaleera, que había aprovechado aquella pequeña charla para desperezarse, estiró el brazo y despeinó el cabello castaño del niño antes de incorporarse de la cama. —¿Has ido al trabajo hoy, papá? —Sí, me levanté a las 5 —desvió la mirada hacia un costado observando el reloj despertador. —Joder, es casi mediodía. Como si tuviera un resorte en la espalda, Numair se levantó de un salto, tirando a su hijo a un lado y haciéndolo rebotar sobre el colchón. Pudo oírlo bufar mientras se colocaba los pantalones y abrió el guardarropa. A continuación, tomo una camisa y se la colocó. —¿Puedo ir contigo? —pregunto Thomas mientras se quitaba la máscara. —¿De qué hablas? Numair observó a su hijo por encima del hombro. —Quiero ir contigo al trabajo. —No funciona así, Thomas. Debes ir a la escuela. —La maestra Ferguson no irá hoy —explicó el niño, tirándose bruscamente hacia atrás. Su cabeza se hundió en la almohada y sus ojos se alzaron al techo. —Y mamá tiene que trabajar hasta no sé qué hora. Me aburro en la casa de los abuelos —volvió a sentarse energéticamente luciendo la mejor cara de perro apaleado que fue capaz de poner. —Por favor. —¿Quieres que me despidan? —Numair parecía divertido. —En realidad quiero que me contraten —confesó emocionado. —Cuando sea grande quiero ser como tú, quiero entrenar bestias y saberlo todo sobre ellas. El calebita soltó una risa que cualquier adulto reconocería como amarga, pero Thomas le miró con aquel brillo de ilusión que solo un niño de 7 años podía desprender. —No son bestias —le explico, acercándose a la cama y colocando una mano sobre su cabeza para moverla de un lado a otro. —Y no lo sé todo. —Pues yo creo que sabes bastante —concluyó Thomas, zafándose del agarre de su padre. — ¿Tu papá te ha enseñado lo que sabes? Tú deberías enseñarme a mí. —No —contestó Numair. —He ido a la escuela para aprender lo que sé. —¿Y qué te ha enseñado tu papá? —curioseó el pequeño. Numair sonrió con cierta melancolía. —Tú me enseñaste que los avestruces puedes rugir como leones y que la edad de los leones se puede adivinar por su melena. —Cuanto más oscura, más viejo —agregó Num, asintiendo. —Yes! —exclamó el niño. —Puedo ir a adivinar la edad de los leones. No molestare, lo prometo. Ni si quiera notaras que estoy ahí. Numair ya lo había decidido, pero solo por crear tensión y un largo momento de suspenso, le observo apretando los labios fingiendo una impecable duda mientras murmuraba “hmmm, no lo sé, no lo sé”. Thomas, que parecía haber practicado aquella mueca de gatito en la lluvia frente al espejo antes de irrumpir en la habitación, estaba removiéndose en su lugar ansioso. —Vale —dijo Numair al fin, acción que resultó con Thomas saltándole encima y prendiéndose como una alimaña al cuello mientras reía histéricamente. Una curiosa risa difónica que además de ser aturdidora al encontrarse su boca tan cerca de su oído, era innegablemente contagiosa.
“And Peter laughed, and when he did, all the Devils grinned, because Peter's laugh was a most contagious thing.” ―Brom, The Child Thief.
Las afueras de Glasgow, Escocia 19/12. Numair había llegado a la conclusión de que ir a la casa de Josie era una terrible idea cuando aparcó frente a su hogar y observó la construcción alzándose frente a él, amenazante, imponente. No estaba seguro de que era Josie suyo en cuestiones de parentesco, solo sabía que su padre le llamaba tía y que por consecuente, él y todos sus hermanos la conocían así: la tía Josie. Josie era una diferente clase de calebita. Era de las más antiguas que Numair había conocido, lo que significaba que podía transformarse en su tótem sin problema. Su sangre era lo suficientemente pura como para hacerlo a cualquier momento. Esto, por supuesto, representaba un gran poder. Josie Fogle una poderosa cazadora años atrás, pero los rumores decían que se había retirado y ahora vivía una vida tranquila – tranquila en lo que cabría esperar. Estaba allí porque no tenía adonde más ir. El departamento de Loan apenas tenía lugar para una persona más, sin mencionar que está en Aberdeen. Creasy, Oliphant, y Dana lo odiaban… Era justificable, desde luego. El mismo se odiaba, pero aun así tenía que dormir en algún lado, y el auto no era una opción viable ahora que tenía a Thomas de regreso. Lo que había hecho para regresarlo había sido una estupidez y ahora estaba pagando el precio de sus impulsos egoístas por recuperar a su hijo. Numair siempre había sido egoísta y siempre había estado consciente de ello, pero no con Thomas, no con Kaleera – aquella vida. Numair honestamente había creído que le estaba haciendo un favor al ocultarles toda aquella información, su identidad, su historia. Numar honestamente había creído que su egoísmo al anhelar una vida normal después de tanto caos estaba justificado y que mentir era sinónimo de proteger a quien se había convertido su esposa y a su sangre. Había creído que mantenerla al margen de aquel mundo los mantendría a salvo hasta que aquel mundo lo encontró y lo arrastró de vuelta, arrebatándole todos aquellos gustos que se había dado: su trabajo, sus amigos, su esposa, su hijo. Numair Lyon lo había perdido todo, pero aún le quedaba lo importante. Sus orbes celestes viajaron al niño que, con el ceño arrugado y una mano en su frente para que el sol no le molestase en los ojos, inspeccionaba la casa al lado de su padre. Había mucho de su madre en él, y tal vez era aquello lo que a Numair más le dolía. Era su viva imagen, lo que significaba que cada vez que le veía, veía a su esposa. —¿Vamos a entrar o qué? —se quejó el niño de repente, como si hubiera sentido la mirada de su padre y se sintiera como una rata de laboratorio. Avanzó subiendo los cuatro escalones que los separaban de la entrada y se volteó para recibir a Caladh, que enseguida se apuró a llamar a la puerta, golpeándola con los nudillos. Josie les recibió con grandes ojos. Observó al niño, pero no le dio mucha importancia. Su atención se centró en Numair. —I’m having a sixth sense moment here —murmuro. —You were dead. —Aparently not. —Santo Cielo, Caladh —Josie lo atrajo en un abrazo y a continuación le tomó el rostro. Si las cuentas no le fallaban, Numair Lyon tendría 40 años, pero estaba claro que se había congelado en los 30 y pico. —¿Has vuelto del infierno u has fingido tu muerte como Elvis y Hitler? —Eh… —el cazador se notaba incomodo, su hijo le miraba desconcertado. ¿De qué estaba hablando aquella mujer? —Este es mi hijo. Thomas. Los ojos de Josie bajaron al niño y sus manos soltaron las mejillas de Numair para agacharse a su altura. No era muy pequeño, pero aun así apenas le llegaba a la altura del pecho. Le dedicó una sonrisa. —Hey —saludó incomodó Thomas. —Hello, handsome —enseguida se enderezó y les invitó a pasar. La casa de Josie era acogedora. Considerablemente pequeña a comparación de la mansión, pero aun así eran similares en cuestión de atmosfera. Era un ambiente rustico, con colores oscuros pasteles, bordó, marrón… El fuego estaba prendido y había olor a café… Alguien en la cocina. —Billie, tenemos visita —le llamó Josie, asiéndose paso. Billie no tardó en aparecer. A diferencia de Josie, que tenía el aspecto de una ama de casa que jamás había matado gente para vivir, Billie lucía como la típica adolescente que te encuentras en los autobuses cuando alzas la mirada porque crees que hay alguien viéndote fijamente. Llevaba los ojos fuertemente delineados y el cabello largo y enrulado cubriéndola los hombros. Les miró sin molestarse en sonreír, cosa que a Numair no le molesto en absoluto. No se sentía con ánimos de forzar una sonrisa ante una extraña. —This is Numair and Thomas Lyon, sweetheart. Boys, this is Billie —les dijo. —Ellos… Los demonios… —el rostro de Josie se volvió sombrío de repente. —Ellos atraparon a su padre hace unas semanas. Es una calebita, es una de los nuestros. —Yeah, because that's defintitely what I said when I meet new people —se quejó la muchacha, dándole una dura mirada a Josie mientras esta se alejaba. Volvió a los Lyon cuando la mujer se fue de su vista y esta vez estiro la mano hacia Numair. —Nice to meet you —aseguró, esbozando una leve sonrisa luego le dio la mano a Thomas. —Tu padre… ¿Cuál era su nombre? —pregunto Numair. —Rufus White. Numair soltó una especie de quejido, de esos que sueltas cuando pierdes una partida de damas. Luego se pasó una mano por el rostro y murmuró algo parecido a un “oh Dios”. —¿Qué? —preguntó confundida Billie. —¿Lo conocias? —¿Qué si lo conocía? —una pequeña risita se formó en los labios de Numair recordando viejos momentos. —Habiamos formado un subgrupo de cazadores cuando asistíamos a Betel y tu viejo era uno de los que nos pasaba los casos. —El mundo sí que es pequeño, ¿eh? —Lo siento mucho. —Nah —la rubia meneó la cabeza. —Todos morimos alguna vez, ¿no? 22/12 Alrededor de tres días después del incidente, Numair había vuelto a su casa con el único propósito de castigarse a sí mismo, meditar, pensar en una solución. Visitó la parte trasera, donde el cuerpo de Kaleera descansaba bajo el viejo roble, y luego de una especie de confesión rutinaria, volvió a las ruinas. Entontró debajo de uno de los muebles de la sala tres portarretratos con fotos dentro que, sorprendentemente, se habían conservado lo bastante bien como para ser reconocibles las personas en las imágenes. Una de ellas era una foto clásica; Bartholomew y Constance posaban abrazados en el patio trasero. Detrás de ellos el enorme jardín de Barto jugaba su papel, creando una atmosfera de ensueños… Aquel jardín había muerto junto con su padre. Él había sido el único con ese don para la botánica, aunque sus hijos habían absorbido parte de su conocimiento, sabiendo y usando algunas de sus recetas que relacionaban la herbología. La segunda foto era una foto de Constance embarazada. Numair supuso que, por lo ridículo de su cabello y sus ropas, el que estaba adentro de aquella enorme panza no era ni más ni menos que el mayor de los hermanos y su primer hijo: Bartholomew Jr. La tercera foto le borró la sonrisa. Como si fuera un mal chiste, allí estaba Cuddy. Su primer día en Betel, probablemente. Sonreía incómodamente mientras posaba frente a la institución, que se alzaba imponente a sus espaldas. Numair había guardado aquellas fotos en su bolsillo y había vuelto a la casa de Josie, cociendo en su cabeza la idea de abandonar aquellas tierras y determinando que era lo mejor que podía hacer cada vez que avanzaba un kilómetros. Cuando llegó, colgó su chaleco y le habló a Thomas, quien al parecer había decidido no dirigirle ni la mirada ni la palabra. Josie había insistido en que era normal, y que eventualmente lo entendería, pero Numair difería: si era como él, y al parecer eran bastante parecidos, no sedería muy pronto. —Thomas —le llamó, deteniendo su paso hacia la puerta. —No nos quedaremos por mucho tiempo, ¿de acuerdo? Thomas volteo. —You’re damn right we won’t. I’m not going anywhere with you. —What did you just said? Thomas le ignoró. El duro tono de su padre que alguna vez le había congelado la sangre, ahora no le hacía ni cosquillas. —¿Crees que deberíamos llamar a los abuelos para avisarles que mamá ha muerto? —No creo que… —¿O deberíamos dejarlos pensar que se ha fugado contigo, con nosotros, y que les odia y por eso no les llamará nunca más? Numair le miró, frunciendo el ceño. A pesar de lo que Thomas se esperaba de aquella pregunta, su padre le miro más dolido que enojado. Santo cielo, era un niño… Era su hijo, claro, pero no había sido criado como él. Thomas no sabía cómo aquello funcionaba. El calebita pasó una mano por su rostro como intentando ahuyentar el sueño y suspiró. —¿Qué crees que es lo correcto? —curioseo. Su voz se oyó suave. Realmente le interesaba oír su opinión. —Creo que si matan a mi hija me gustaría saberlo —reveló Thomas. —¿Tu no? Sin embargo, el hombre no contestó. En su lugar, desvió la mirada como si la de un niño de doce años fuera lo suficientemente acusadora como para hacerlo flaquear. Y lo era. Desvío la mirada y la enfoco en los cuadros decorando la pared. —Estaré en el establo con Josie. —Thomas… —su voz lo retuvo una vez más, haciéndolo voltear sobre sus talones. Casi parecía que rodaría los ojos, aunque sabía que no debía hacerlo. Era su padre a pesar de los engaños y las muertes. —Lo siento —le dijo, pero no pudo mirarlo. —Sabes cuánto quería a tu madre, yo… —No —le interrumpió Thomas. —No… —Thomas, yo… —Papá —su voz se había alzado de forma inconsciente. Se movió inquieto en su lugar con el pecho inflado y los puños cerrados con fuerza. Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca si no salía de allí corriendo, sentía que iba a caerse de rodillas y llorar lo que no había llorado, pero se mantuvo firme. —No quiero hablar contigo de esto, no quiero hacerlo. Todo lo que ha sucedido, lo que ha sucedido con mamá, con Cuddy… Todo está en tus manos. Nos mentiste. —Lo hice para protegerlos. —Bullshit! —escupió Thomas con rabia. —You just wanted to hide there —Pudo sentir lo salado de las lágrimas escurriéndose dentro de su boca y enseguida alzo una mano para limpiarse bruscamente los ojos con la manga de su camisa. —You lied to us and now mom is dead because of you. Protect us? I guess that didn't work out as well as you planned. —I am sorry —murmuró Numair, su expresión severa revelaba que el hecho de que estuviera hablandole de esa manera no le agradaba en absoluto, pero sus ojos rezaban comprensión. Entendía que lo odiara, él también lo hacía, pero aquello dolía incluso más que la mirada de decepción de Oliphant, o la de Creasy. —But the truth is I can't go back time. I wish I could, but I can't, Thomas. I can't. So I'm trying to make this right... —¿Cómo es que intentas hacer lo correcto exactamente? ¿Arrastrándome contigo de nuevo? ¿Qué es lo que ocultas esta vez, papá? ¿Ah? ¿Qué es eso de tu muerte? Vinimos aqui por ti, me trajeron sin preguntarme si quería venir, sin saber nada de lo que sucedía. Mi vida, mis amigos estaban en America, no aqui —su labio inferior temblaba en un fiero intento de contener el llanto. Estaba frustrado, estaba triste, furioso. —I deserve to know! —rugió. Su padre se mantuvo inmóvil, apenas pestañando. Sus labios formaban una fina línea debajo de su barba rubia. Contener las emociones se le daba muchísimo mejor y no tenía a nadie a quien agradecerle excepto a la experiencia. —Lo que hiciste con Mo —dijo, dibujando una expresión de desprecio y congoja. —He kidnapped you, he helped Viserys. —No. He was good to me, he was my friend. He didn’t deserve to be left alone there. Se sentía atrapado dentro de la jaula en la que siempre había estado, solo que esta vez habían sacado la toalla que lo apartaba del mundo y podía ver todo con claridad. Cosas que le hacían preguntarse cuanto había sido una mentira, cosas que le rompían el corazón, cosas que creía jamás sería capaz de entender. Estaba aterrado. No quería todo aquello. De repente, se encontró anhelando la mentira en la que había estado viviendo, aunque consiente de que no había otra alternativa y de que todo estaba efectivamente sucediendo, dejó caer sus hombros, sus barreras y esta vez, el llanto fue sonoro. Una queja lastimosa que a Numair le arañaba el alma y le hacía pedazos el corazón. —Hey, hey —se levantó del sofá y se acercó. —Tommy —intentó abrazarlo, apartarlo de todo lo malo del mundo a pesar de saber que ya era demasiado tarde, pero Thomas le rechazó de un manotazo y se alejó. —I don’t need you to protect me anymore. I can take care of myself. You probably can’t even protect me anyway. You couldn’t even protect mom. Volvió a limpiarse las lágrimas con impotencia y sin decir más nada, si quiera mirarle, cruzó la puerta y se dirigió al establo, dejando a su padre parado en el medio de la sala, con la visión poco a poco empañándose y con la furia haciéndole cosquilla en la yema de los dedos. Apretó con fuerza los puños y estaba a punto de golpear la pared, pero una voz femenina lo sacó de su concentración y le obligó a bajar la vista, como si intentara ocultar el resultado de aquel altercado. —Kids these days, huh? —sonaba dubidativa. Sabía que no debía meterse, pero también entendía que dejar que aquel hombre aparcara los puños en lo primero que sus ojos encontrara no sería muy bonito, especialmente para Josie, que le fascinaba coleccionar todo tipo de antigüedades. —Is it true? —preguntó. Numair la miró por encima del hombro, sin voltearse. —What? —preguntó. —What he said. Lentamente, volvió la vista al frente. Thomas apenas iba llegando al establo, podía verlo por la ventana ubicada a un lado de la puerta. —I guess it is, yes.
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