POEMAS DE MONTSERRAT ÁLVAREZ PARA NO PERDER.
Los relojes se han roto
En estos días de paro armado y carestía,
días de microbuses atropellados y de comensales
engullidos,
cuando hay tanta cerveza por beber,
en estos días, digo, en estos días,
la sangre y la cerveza derramadas
se suben a la frente con más sed.
En estos días en los que la muerte
es un adorno más para la vida,
las horas del futuro se han venido al presente;
los relojes se han roto, o se los han robado.
Ars poética
La poesía debe ser como el amor,
asunto raro de bichos raros de largos dedos
sensitivos
La poesía debe ser como el amor,
refinada y violenta
y que haga daño y muerda
sin llegar a romperse
ni a romper
Pero a veces la poesía debe llegar más lejos
que el amor
y más lejos que todo
Y romper cosas
En Lima
En Lima no existen los perros anónimos
Todos sabemos sus nombres, sus caras y sus sonrisas
Los locos son nuestros camaradas en las calles de Lima
Caminan a nuestro lado, y hombro con hombro, y diente
con diente
En Lima hay un callado policía en cada esquina
y nadie sabe lo que alberga en su negro corazón secreto
En Lima muchos sabemos que las cosas también se
mueren,
que se extingue humildemente su pobre vida servil de cosas
En Lima todos sabemos que otros van a morirse mucho
antes que nosotros,
y que con sus ojos en los nuestros dirán:
“Hasta nunca”
En Lima los gallos cantan demasiado temprano, y bajo las
veredas hay ocultas
sábanas heladas como la noche de los hermosos cuerpos
solitarios
y las nubes son cúpulas de mármol en el horizonte
de los días de invierno
En Lima todos sabemos del sonido preciso del rechinar
de dientes, y hemos nacido cobardes hasta la
médula de los huesos
En Lima los microbuses llegan siempre cuando ya es
tarde y traen historia de fracasos en cada letra de
su recorrido
y nosotros nos sentamos para olvidar los paraderos y
meditamos en silencio y sin mirarnos a la cara,
porque en Lima
cada uno es poeta, y baila con su sombra como
única pareja, y prepara en secreto su voz de
medianoche.
Anacreóntica
El dulce licor que duerme en las cavas,
antes de convertirse en palabras sagradas
o en juegos de amor perversos,
de intolerable voluptuosidad,
antes de convertirse en electricidad en la garganta
del rey o el pordiosero,
sueña con grandes deleites y misterios,
con banquetes y desenfrenadas poesías,
con mares, con crepúsculos, con dientes y con lenguas
En el secreto abismo subterráneo acaricia su sexo
de fluida e insondable perfección
como un silente océano de fuego
El dulce licor que duerme en las cavas
alberga las palabras de un diablo cruel y alegre,
y por eso, en el hombre que lo beba,
hará nacer un ansia de intrépidos placeres
Del antiguo demonio que lo puebla
florecerá la risa depravada en el vientre
del más pobre y cobarde bebedor,
llenando hasta los bordes su trémula consciencia
como canto nocturno que se alce en las entrañas
de la tierra, o maldita y prohibida ceremonia
llena de blasfemias bellas y terribles
Y a nadie negará el dulce licor albergue
en su sombrío palacio: iguales ante él serán
buenos y malos, míseros y ricos, necios y sabios
–pues, como la Muerte, a nadie desdeña–
El dulce licor que duerme en las cavas
y sueña con carcajadas, con máscaras y con guerras,
conocerá glorias y desdichas, llantos, triunfos y risas
A muchos míseros regalará el don de quemar sus vidas
tan insensiblemente, de tan veloz manera,
que un día en su corazón confundirán
su última copa con aquella primera
que tomaran tanto tiempo ha
Nacerá el dulce licor imbuido de negra potencia
Erguido emergerá de su honda caverna,
desplegando sus alas hacia la implorante avidez de la tierra
Al mundo entregará en cándidos chorros
el prodigio recóndito del alma
que le insuflara ángel o demonio
para hacer
oro del estiércol y estiércol del oro
Le buscará aquel que nada teme, y también el cobarde
recurrirá a su magia revestida
por jaula de cristal, y al último,
al leproso,
al idiota, al ruin, al loco, al peor
de todos, a aquel de quien no se cuidan
ni los cielos ni la tierra, y sólo a él,
al que nada posea, ni siquiera
la mirada de otro mortal, ni pueda
ya caer,
obsequiará el más raro y secreto de los cielos
–ese horrible misterio que unge al triste mendigo
con la invisible gloria del abismo
Compañeras
La amenaza del amanecer
nos persigue, a mí y a esta mujer
Pende como una espada de Damocles
sobre nuestros pescuezos
Huimos de un bar a otro, de una sombra a otra
Esta mujer –no sé si ya lo dije–
está ebria,
completamente ebria,
y yo también
Tiene la borrachera de la locura metida en sus venas negras,
y me la ha contagiado,
aunque no siempre lo lamento
–luz subterránea–
Ríe, llora, folla
Abre su vagina a cuanta verga
pasa ante sus narices
Yo sé de su tristeza
De ella dicen: la Noche,
la Noche eterna
Cuidado
Afuera el canto del gallo enciende la madrugada
como un río de sangre de neón encabritado
Afuera la oscura atmósfera se sobresalta se agita
hendida por el silbido simultáneo de las fábricas
rasgado agudamente su tejido / por los primeros ómnibus del día
convulso su silencio trasnochado / por los potentes gritos de las aves
Afuera los perrosparias enderezan su osamenta mirando los muladares
siendo pateados sus huesos por matronas putrefactas que a toda costa defienden
su kioskito, sus mesitas, su espeso hedor perezoso
de pescado corrupto refrito en grasa rancia,
alegre desayuno de estómagos paupérrimos
También yo he despertado para siempre,
después de un sueño revelador, señores míos,
con los ojos tan abiertos que ya nunca podré cerrarlos
con los cabellos tan erizados como el lomo de un gato enfurecido
con los senos erguidísimos como cúpulas-estandartes
con la hipertensión necesaria para enfrentar 70 inviernos juntos
Aspiro la verdad que ha horadado mi frente la bebo a grandes tragos
Huid de mí los que vivís en el engaño
de las paredes protectoras cubiertas con bellos cuadros
de las palabras rimbombantes sin consecuencias peligrosas
Cuidado
ahora me revuelvo contra todos vosotros
contra el oprobio y la vergüenza de ser como vosotros
con los dientes famélicos del perro muerdo la gruesa pierna que lo ultraja
Cuidado
ahora me levanto, apartando las sábanas;
con mi cuerpo blanquísimo y desnudo
rompiendo la penumbra de mi cuarto cerrado con tres llaves,
Voy a abrir las ventanas y las puertas
Voy a abrir las ventanas y las puertas
El profesor Bernheim
Había un profesor llamado Bernheim
Le gustaba mostrar a sus alumnos
─entre ellos se sentaba el joven Freud─
un raro experimento:
hipnotizaba a un hombre
para que hiciera algo sin sentido
media hora después
La clase continuaba
y al llegar el momento
el hombre obedecía
la orden del profesor
pero justificándose
mediante alguna excusa racional
Podía tratarse de una excusa tonta
Lo importante es que fuese racional
Para ti la razón es sólo eso
Nunca irás más allá
Funcionas racionalmente y te crees cuerdo
Imaginas que ves cosas reales
porque las ves con los ojos abiertos
y a cada paso tuerces el destino
cumpliendo las palabras sin sentido
de tu profesor Bernheim
Era un experimento fascinante
pero dejaba a todos una extraña inquietud
y el mismo profesor sentía un breve espanto
que los aplausos pronto
lograban disipar
Para ti la razón es sólo esto
Soñar que estás despierto
Vivir fotocopiando gestos huecos
como un hipnotizado
y abrir los ojos el tiempo de un suspiro
tu suspiro final
Escucha
Escucha, pues es conveniente,
lógico y de sentido común
que en nada consideres mis poemas
ni mis transidas horas
Un poeta es la sombra de una sombra
Nada es excepto un sueño
A veces se arrastra por los edificios de oficinas
como corrector de textos, lustrabotas o portero
Las musas le visitan a horas inadecuadas,
haciéndole perder más de un empleo
Tropieza en las aceras, derrama las salsas, se mancha
de vino y de café, mastica
con la boca abierta, es monstruosamente necio
e indeciblemente perverso
Fuma y bebe en exceso
¡Es exageradamente torpe, amigo mío!
Nada tiene para darte, excepto
ciertos paganos esplendores de edades más luminosas, tal vez,
de cuando la luz de los astros
atravesaba los vitrales del Medievo
o de cuando en los bosques de Grecia
aún resonaba la lira de Orfeo
y, por supuesto,
más de un problema, y nada de dinero
Fórmula de la felicidad
«Vivere, Galio frater, omnes beate volunt».
Séneca.
Será preciso no poseer mirada
Será preciso callar cuanto se pueda
Ciertas palabras desembocan siempre
en lo que la palabra no domina
Os mantendréis derechos en la ruta
Evitaréis mirar a los costados
La disciplina os será necesaria
sólo hasta ser moldeados por el hábito
Haréis uso de voces astringentes
Comprenderéis que nada es importante
Os deberéis mover a vuestras anchas
como en estado de apacible alerta
Seréis inteligentes como nadie
a fin de no ceder ilusamente
a los engañabobos y promesas
de cuanto ofrezca mucha intensidad
La mucha intensidad en el placer,
igual que en el dolor, es enemiga
de la felicidad inteligente
Falsas son las ofertas de su terrible dicha
Si la Vida os dirige una mirada
demasiado directa y penetrante,
desviaréis los ojos cortésmente
diciendo «Señorita, estoy casado»
Y si en la calle os interpelara
alguien a quien quisierais llamar prójimo,
desconfiad enseguida: es vuestro corazón,
no ese hombre ni el mundo, quien flaquea
Después todo os será fácil e inevitable
Cuanto os resultase arduo en un comienzo
os hará sonreír condescendientes
ante el tonto que fuisteis, y que ya no seréis
Será preciso creer lo que convenga
y desterrar lo contraproducente
Método y seriedad en esta práctica
harán del ser feliz algo automático
Si las ideas poco convenientes
intentan seduciros con sus mañas,
considerad que lo único sensato
es usar las ideas, no servirlas
Los engranajes de la maquinaria
de la felicidad mecanizada,
cuando correctamente programados,
borran del operario lo falible
Será preciso no albergar espíritu
Será preciso no alimentar un alma
Dormiréis mucho más de ocho horas diarias
De hecho, será preciso, a todos los efectos,
que no volváis a despertar jamás
Poema nostálgico para N. B.
Llegabas con el rostro agrio y desagradable
de quien juzga y condena al rebaño –¡nosotros!–
de ignorantes henchidos de indigesto saber
(quizá era exasperante, en realidad:
tanta ciencia, y tan poca)
«Extraño personaje», según me dije a veces
por aquel tiempo, en medio
de las categorías y los diálogos,
para entretener mis fatídicos ocios
La atmósfera era gris en el rumiar de los minutos
y dabas manotazos de ahogado en el tedio:
«¿Qué opinan de esto? ¿Qué piensan de aquello?»
Digo mal: en verdad, no te aburrías
¡Tanto desdén y, sin embargo, tanta fe!
Esto era de lo más curioso
Y así pasaste, como pasa el tiempo
–el pequeño, prodigioso enigma
de otra vida humana–, por mi vida
Contemplé este fugaz tránsito tuyo
con indiferencia en su momento
y sin embargo
Y, sin embargo, ahora he recordado
He recordado, por feliz asociación de ideas,
lo que posiblemente no recordarás nunca:
tantas insólitas posibilidades
¿Y si hubiera hecho esto?
¿Y si hubiera dicho aquello?
¿Y si te hubiera confiado…?
¿Y si…? ¿Y si…?
–ved cuán singular es la existencia humana,
cuán rica en potencia y cuán pobre en acto–
Llegabas en un tosco blue-jean, siempre fumando
Un rostro desdeñoso, agrio, severo
Era imposible en él una sonrisa
En una tarde gris me preguntaste
–el pasillo bullía de alumnos liberados–
cuál era mi opinión sobre Aristóteles
Debes recordar esto
«Prefiero a su maestro», respondí
Y entonces sucedió algo extraño y perfecto
Dijiste: «Yo también», y sonreías
Y, ¿cómo te diré esto que te digo?
Nos separamos al llegar a la escalera
–la timidez, el hábito, el orgullo–
He recordado esa tarde gris de otoño
–(me molesta el banal encanto de esta frase)–
no tanto con nostalgia de esa tarde para sí (ríe
de mi jerga hegeliana, si quieres)
cuanto de lo que ella era en sí
antes de separarnos por distintos caminos al alcanzar la escalera
–tú al salón de profesores y yo a la hemeroteca–
Nos separamos –como lo hacen todos
permanentemente, en medio de las breves
horas de la vida–
al llegar a la escalera
Y antes del azar o de la volición de aquellos pasos,
esa tarde era en sí, y ya no es
–pues las circunstancias, al cambiar, destruyen
no tan sólo el ser en acto, sino también la potencia–,
otras tardes parecidas, o distintas
Era una tarde gris que ahora recuerdo
no tanto con nostalgia de lo que ella fue
cuanto de esas otras tardes que tú ignoras
porque sólo pudieron haber sido
Hago de ella un símbolo
de la extravagante condición humana,
que en cada realización de lo posible
genera lo imposible, aniquilando infinitos,
por siempre incógnitos mundos,
enterrando en el pasado inconquistables futuros
Tomates
¡Tomates! ¡Tomates! Hijos de la sangre
Grandes nabos, blancas
fibras de la luna
Espléndidos apios, locos de remate
Amo vuestra dulce vocación canora
de llenar de bocas más de mil y una
en la oscuridad de las altas horas
De verdes anhelos está llena mi alma
–de jugo de berros, de sangre de palta–
De los entremeses, los engañabobos,
la cola del pato, la boca del lobo,
el huevo del dodo y el del avestruz,
la vaca sagrada que hunde su testuz
en la fuente ansiada –la transustanciada
sangre de Jesús–
Abrid vuestras bocas hambrientas, hermanos,
al maná que blanco tiembla en vuestras manos
al maná de ciegos y de comedores,
al maná de cojos y devoradores
Abrid vuestras bocas hacia este futuro,
extended a él vuestros brazos duros,
que a nuestros estómagos enormes y magros
llegarán celestes, oleosos milagros
Tregua
En una tregua de la Eterna Lucha,
Satanás conversaba con un ángel
Servían de pretexto mil y una nimiedades
habituales entre seres que sostienen
una relación cordial, mas no demasiado estrecha
Ambas potencias se hallaban distraídas
en aquel momento de reposo,
por lo cual su mirada, de ordinario más atenta,
no advirtió la presencia de quien, por accidente,
pudo presenciar tan singular encuentro
(y que había sido hasta ahí llevado
merced a los grandes poderes del sueño)
–Era el tamaño del testigo humano,
dicho sea de paso y en descargo
del descuido de ambos interlocutores,
en relación al de éstos
igual que el de una pulga es al de un perro–
Decayó el diálogo en cierto momento
El Maligno se sumió en algún complejo enigma
Guardó el ángel discreto silencio
«No sé qué me sucede últimamente»,
confesó al fin Satán
Su acento reclamaba mayor intimidad
«De un tiempo a esta parte –prosiguió–,
la comisión del pecado me produce
cierta incomodidad inexplicable»
El ángel no parecía sorprendido
«Es natural –replicó–:
estás volviéndote viejo
Tu conciencia te pide el descanso
al que tiene derecho,
pues, débil ya, se ha vuelto
vulnerable a los remordimientos»
Interrogóle entonces Lucifer:
«¿Me vuelve menos malo la vejez?
¿Debe ser entonces, según tu concepto,
bueno envejecer?»
Y sonreía su terrible rostro
«No lo es», suspiró el ángel, «no lo es
Envejecer no es bueno para nadie
Ni para ustedes
Ni para nosotros»
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