Tumgik
#el síndrome de la chica afortunada
whlml · 4 years
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Always You, a good morning call fanfiction.
https://archiveofourown.org/works/17353352
Ha pasado ya un largo tiempo desde que se graduó de la preparatoria, tanto que  Daichi  piensa que ahora es un hombre completamente diferente, suponiendo que siquiera fuese un hombre en ese entonces. Pero es irónico que, ahora que se siente diferente, que lo es, el pasado siga llegando a él con la misma facilidad que lo hacía cuando tenía los diecisiete, atrapándolo durante las noches, cuando al fin duerme, para darle sueños  —recuerdos — que constantemente intenta olvidar y que solo consiguen que se levante de madrugada con, de nuevo, el nombre de Nao atrapado entre sus labios resecos.  
Esto le pasó durante mucho tiempo en la escuela, solo que él ya no es ese chico o, al menos, espera no serlo.  
Si hubiese alguien que le preguntara al respecto, es probable que él  dijese  que ya era algo superado. Lo había repetido tantas veces para otros y para sí mismo que esperaba que, con un poco de suerte, tal vez ya fuera algo real.  
Por fortuna, casi todos sus conocidos pensaban eso, con excepción de su mejor amigo,  Eita . Él por experiencia propia sabía que un profundo amor como el suyo, uno que se construyó por más de diez años en silencio, no se desvanecía con solamente eliminar un número de teléfono, el cual patéticamente seguía grabado en su memoria. Los viejos hábitos y los recuerdos todavía permanecen porque tristemente no existe ningún botón para  borrar  que te libre de ellos y del dolor traen consigo.  
Sinceramente, incluso él mismo se encontraba patético.  
No podía recordar casi  nada  sin pensar en Nao, ya que no era una exageración decir que la había amado toda su vida, pero jamás la presionó o le insistió, él no era así y no habría soportado pensar en que le estaba imponiendo sus sentimientos. Siempre pensó que, con el tiempo, como sucedía en todas esas novelas románticas que leían sus compañeras, ella  naturalmente  se enamoraría de él y que vería todos esos pequeños detalles que eran solo para ella: notaría el  cómo  se encontraba instintivamente mirando los escaparates de las tiendas cuando se acercaba su cumpleaños o el cómo siempre estaría dispuesto a ayudarle con una sonrisa, sin importar lo cansado que estuviera o las cosas que tuviera pendientes.  
Pensaba en eso con bastante frecuencia cuando se encontraba en la preparatoria, imaginando esa bonita relación que podrían tener cuando sus clases estaban siendo demasiado aburridas y aprovechaba para fantasear. Imaginaba esas citas que tendrían, las cuales él planearía con mucho cuidado y a las cuales Nao siempre llevaría algún dulce casero que de seguro hizo la noche anterior, ya que, sin importar el paso del tiempo, Nao siempre sería la chica olvidadiza de la que se enamoró en el campo.  
El saber que ella se encontraba viviendo con  Uehara   Hisashi , que lo  amaba , prácticamente hizo pedazos todas sus ilusiones. Las  vio   literalmente destrozarse frente a sus ojos.  
“ Cobarde .” se dijo. “ Esto te pasa por ser un maldito cobarde. Si hubieras actuado antes, si le hubieras dicho de  tus sentimientos  antes... ”  
Podía recordarse a sí mismo sintiendo que sus piernas dejarían de funcionar, dejándole tirado en el piso, tal como sus sentimientos, y que una mano invisible le estuviese oprimiendo la garganta, pero que a pesar de todo eso sonrió. En la escuela, donde tantas chicas se le confesaron y a las que rechazó por ese amor que solo entonces supo que era unilateral, se limitó a actuar con normalidad: siguió sonriendo, actuando con amabilidad y diligencia. Nadie pareció notar el  cómo , a pesar de su sonrisa, por dentro se encontraba temblorosamente intentando mantener unidos los pedazos rotos de sí mismo con pegamento.  
“ Tal como Nao cuando, por insistir en jugar con la pelota dentro de casa, acabó rompiendo el jarrón de su abuela y fue corriendo a su casa por ayuda, con su rostro usualmente sonriente lleno de lágrimas y sus manos lastimadas.”  
Acabó por negar con la cabeza, deteniendo el curso de sus pensamientos. Cualquier referencia a Nao, cualquier recuerdo del pasado y de esas emociones tenía que  desaparecer ,  debían  de volver a ese rincón de su mente donde no lo molestaran, donde, de preferencia, lo dejaran en paz.  
—Mierda. —Murmuró cuando, cansado de sí mismo o de la migraña que presentía, decidió mirar el reloj que, en números rojos quizás demasiado brillantes, marcaba la hora. —Y tengo que ir a trabajar...  
Decidió levantarse cuando notó cuan molestas le resultaban las  sabanas  de satín, que ahora estaban empapadas de sudor, pegadas a su piel. Se fue hacia la sala con la computadora bajo su brazo y la encendió sobre la mesa del comedor, decidido a avanzar en su trabajo, ya que probablemente no conseguiría  conciliar  el sueño en las dos horas que restaban hasta que sonara la alarma de su celular. Podía parecerle estúpido a la mayoría de sus conocidos, en especial a  Eita , pero a  Daichi  en verdad le parecía relajante el centrarse en los números, generalmente exactos, y le daba el suficiente consuelo cuando sus pensamientos, especialmente después de sueños como esos, no podían.  
Jamás le hablaba a nadie sobre ellos, nunca mencionaba que, al igual que un cliché, la protagonista de todos esos era Nao, pero no esa que vio la última vez, sino la que él recordaba: aquella de la sonrisa simple, pero  encantadora  y con esa torpeza que, aunque para otros era irritante, él siempre encontraría adorable porque era tan suya, tan propia, que no podía evitar amarla como hacía con cada parte de Nao.  
Está bien, lo aceptaba,  tal vez  aún estuviera un poco enamorado de ella.  
En disentimiento con lo que pensaban todos sus familiares, su tiempo en la universidad fue bastante difícil, en especial su primer año. Cambió a último momento sus planes y postuló a la Universidad de Kioto, donde afortunadamente también entraron varios amigos , y por primera vez  Daichi  realmente decidió pensar solo en sí mismo. Se olvidó de sus padres, de las promesas que había hecho con la familia de Nao e hizo lo que era mejor para él. Fue doloroso alejarse, pero no estaba dispuesto a quedarse ahí, con ella, con todos esos recuerdos, y acabó por intentar tener una vida universitaria lo más tranquila posible. Se quedó en los dormitorios, entró a la Asociación de estudiantes en representación de los de primer año e incluso consiguió una novia, Erika, quien estuvo dispuesta a intentarlo con él a pesar de sus sentimientos por Nao.  
En un comienzo todo parecía marchar bien, sentía que todo al fin estaba teniendo orden, hasta que cada uno de los avances que había hecho en Kioto se fue abajo en cuando volvió a ver a Nao. Se encontraron, hablaron e incluso le comentó que ahora tenía una novia, pensando que finalmente había conseguido dejar todo atrás. Tristemente no fue así.  
Las pesadillas continuaron, esta vez con más fuerza. Si antes las tenía ocasionalmente, en especial cuando estaba estresado por los proyectos que tenía que entregar y le entraba nostalgia al pensar que antes todo era más fácil, ahora se volvieron constantes,  teniéndolas  casi a diario.  
Pocas semanas después de eso fue que Erika le terminó. Ella no parecía estar enojada o molesta, sino que simplemente le invitó a un café que frecuentaban y le dijo que la relación ya no estaba funcionando, que ninguna que tuviera iba a funcionar mientras siguiese tan aferrado a Nao. Le deseó lo mejor y que ojalá que esa persona a que tanto amaba — a quien, agregó entre risas, ella consideraba alguien ridículamente afortunada por tener a alguien tan perfecto tras ella — correspondiera finalmente sus sentimientos, ya que él se merecía la oportunidad de ser feliz.  
—Esto no es nada personal, Shinozaka-kun. —Le dijo, sosteniendo sus manos con cariño. —Pero quiero que entiendas que también esto es difícil para mí. No puedo estar contigo mientras sigas pensando en otra persona, creo que ambos nos merecemos algo mejor que eso.  
—Lo lamento. —Se había disculpado, ¿Qué más se suponía que hiciera en ese momento? —En serio, Erika. Lamento mucho todo esto, el que perdieras el tiempo y...  
— Está  bien. —Erika le sonrió. —Nadie  elige  a quien amar, Daichi.  
Esa fue la primera y la última vez en que ella le llamó por su nombre de pila, como una forma de despedida y para cerrar ese ciclo. Luego de eso él también acabó por irse a su dormitorio, sintiéndose estúpido por pensar que esa ruptura fue de hecho bastante simple y que, de haberse encontrado con Nao en esa situación, lo más probable es que ella, siendo la sentimentalista que lloraba con los dramas y animes que se emitían por televisión, hubiera roto en llanto mientras que, hipando, no habría dejado de disculparse mientras lo llamaba “ Dai -chan ”    con ese tierno tono de voz que, a pesar de los años, prácticamente no había cambiado desde que abandonaron una de las zonas rurales de Japón.  
Quizás en verdad tuviera lo que su madre llamaba “El síndrome Nao” porque, sin importar el tiempo, parecía que siempre sería solamente ella.
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