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#frigorífico Swift
elcorreografico · 1 year
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Se instalará 1 frigorífico en el Polígono Industrial de Berisso
#Comercio #Insdustria #Berisso | Se instalará 1 #frigorífico en el #PolígonoIndustrialdeBerisso
Se instalará un frigorífico en el Polígono Industrial de Berisso y el intendente Fabián Cagliardi mantuvo una reunión con el propietario del Matadero y Frigorífico TCB Transporte de Cargas Berisso S.A., Horacio Adrián Blanco, y la subsecretaria de Industrias, PyMEs y Cooperativas de la provincia de Buenos Aires, Mariela Bembi. La oportunidad en que se presentó el proyecto de construcción de una…
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cchiroque · 10 months
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RECUERDO DE UN INMORTAL: Hugo Blanco (1934-1923). QEPD Y DDG.
FALLECIÓ HOY 25 DE JUNIO DEL 2023.
GLORIA ETERNA A UN GRAN REVOLUCIONARIO.
ACTO PRIMERO
Imposible entrevistarlo. Esta muy mayor, pronto cumplirá 88 años y hace veinte tuvo dos accidentes cerebro-vasculares que no lo postraron de milagro, argumenta su hija María, con una cortesía casi nórdica. Cuelgo el teléfono. Recuerdo habérmelo cruzado poco antes de aquel ictus, por el año dos mil uno en la calle Ruinas del Cuzco. Le sonreí, me sonrió y levantó su sombrero con una caballerosidad andina. El mechón blanco que le sombreaba la frente, se había expandido a toda su cabeza y barba, y estaba más delgado. A los pocos días me lo volví a encontrar en El Extra de la calle Espaderos, que por entonces era el café de los ajedrecistas Cuzqueños. Se sentó en la mesa de a lado, pidió un mate de coca y tropezó con mi mirada. Hola, me dijo, yo creo que te conozco, pero no sé de dónde. Fue hace mucho tiempo y ya no importa, señalé con ironía. Tu cara me parece conocida, añadió como si intentara remover el polvo del olvido. Juguemos una partidita, propuso. Unas chispas se encendieron en sus pupilas mientras pedía al dependiente que nos acercara un tablero y unas fichas incásicas. Pero soy malo en el ajedrez, añadí al tiempo que me concedió las piezas blancas. Eso lo comprobaremos sobre los escaques, sentenció. Hace años que no juego. Casi sin pensar saqué el peón de mi reina y lo adelanté dos casillas. Él respondió con el movimiento del peón de su rey, pero me sorprendió que solo lo avanzara un escaque.
A decir verdad, yo estaba en otra cosa. Trataba de recordar la trayectoria del hombre que tenía al frente, las viejas conversaciones que había mantenido con él, la vez que lo entrevisté en el Congreso cuando era un diputado díscolo y rebelde:
Me fui a la Argentina en plena dictadura de Odría con la idea de ser agrónomo, ya que por entonces el Cuzco estaba más cerca de Buenos Aires que de Lima, y me inscribí en la universidad de La Plata. La verdad es que me sentía un poco solo y comencé a ir a las reuniones del Centro de Estudiantes Peruanos donde me encontré con otros descosidos como yo. Creo que fue Carlos Owen el que me conectó con un pequeño partido llamado POR que tenía como principal dirigente a Hugo Bressano, más conocido como Nahuel Moreno. Debo decir que más parecía un intelectual que un hombre de pueblo, aunque tenía cierto aire legendario: había mantenido viva la llama de León Trotski desde los años cuarenta.
Por entonces se hablaba mucho de la dictadura del proletariado, pero casi todos los militantes del POR provenían de la clase media. Hay que ir en pos del movimiento obrero, exclamó Nahuel con énfasis en aquella primera reunión a la que me invitaron: ¡A las fábricas, para acabar con el fatal verbalismo de la pequeña burguesía! Así que decidimos convertirnos en obreros y hacer entrismo en el peronismo, sumergirnos en sus organizaciones de base, ganarnos a sus dirigencias intermedias. No había otra manera de actuar porque por entonces el vertical partido de Perón, tenía el monopolio de los sindicatos. Así, que de la noche a la mañana me vi trabajando en los frigoríficos Armour y Swift de Berisso.
Se han alzado los militares, oímos por radio Splendid. Inmediatamente hicimos una asamblea y el grito fue unánime: Vamos a defender a Perón. Fuimos de los primeros en llegar a Plaza de Mayo, a pie, en tren, en camiones, y allí estábamos cuando la fuerza aérea comenzó a bombardearnos. Corrimos. Conté más de cien cadáveres regados en las calles, los gritos de los heridos se ahogaban por el ruido de los proyectiles que caían de los cielos. Los peronistas enfurecidos y con sed de venganza, asaltaron las armerías, iglesias, lanzaron molotov contra los periódicos golpistas y hasta le prendieron fuego al arzobispado. Conjuramos la intentona, pero los militares argentinos aprendieron la lección. El siguiente golpe, en septiembre del mismo año, no se inició en Buenos Aires sino en Córdoba, en el interior del país. Perón entonces dijo por la misma radio Splendid: “la obligación de los obreros es ir a trabajar, no como esos comunistas que meses atrás quemaron templos y tomaron las armas”. Nos decepcionó a todos. A los minutos el presidente dimitió y huyó del país sin dar combate.
A continuación, trasladé mi peón de la reina dos posiciones mientras él movió el caballo de su rey. Me tocaba nuevamente e hice una jugada casi simétrica.
A principios de 1958 Nahuel Moreno me pidió que retornara para integrarme al POR peruano , que tenía sus raíces en el GOM, el primer grupo trotskista fundado allá por el lejano 1943. Cómo son las casualidades, justo cuando entré a laburar a una fábrica de fideos y me disponía a organizar mi primer sindicato, Pedro Candela me pasó la voz de que en el Parque Universitario había una protesta estudiantil. Es contra la visita de Nixon a San Marcos, me advirtió. Cuando llegamos la movilización ya se estaba saliendo de madre. Unas diez mil personas lo esperaban en los alrededores y ni bien avistamos el descapotable blanco del vicepresidente yanqui una lluvia de piedras y huevos inundó el cielo. Nixon insistió en recorrer a pie la distancia que lo separaba de la puerta de Letras, pero los estudiantes se plantaron y alguno le arrojó un escupitajo. Creo que el autor del suculento pollo fue Alfonso Barrantes, ríe. En ese momento el servicio secreto protegió y se lo llevaron chutando. Finalmente se refugió en el hotel Bolívar donde se alojaba, pero la noticia ya había saltado por el mundo. La imagen del gobierno de Prado había quedado por los suelos. Estas son maniobras del comunismo internacional, gritó en sus titulares Pedro Beltrán desde La Prensa, poco antes de que se desatase una feroz cacería, por lo que debí correr a esconderme.
Mi fotografía circulaba en los periódicos y ya estaba fichado por la dirección de gobierno como uno de los agitadores de la protesta, así que no se me ocurrió mejor idea que venirme al Cuzco. Aquí en mi tierra natal no perdí mi tiempo. Ayudé a organizarse a los canillitas y al tiempo me eligieron delegado ante la Federación de Trabajadores del Cuzco. Allí no me miraban bien porque habían averiguado que yo era trotskista y debemos recordar que la capital de los incas era el coto privado del Partido Comunista. Me acusaban de ser divisionista de la unidad obrera y cuando el director del periódico El Sol me hizo detener en la comisaría, la Federación dirigida por Emiliano Huamantica no movió un dedo. Tuve que hacer mi primera huelga de hambre para que me soltaran, y no sería la última.
El precoz enroque corto de mi oponente me desconcertó. Mejoró notablemente su posición y por arte de magia pasó a la ofensiva con las negras. ¿Qué has hecho? pregunté maravillado. Una defensa Nimzo-quechua, dijo parpadeando los ojos con malicia. ¿La defensa Nimzo-india, dirás? Claro, esa misma, pero estamos en el Cuzco, señaló con una sonrisa insistente. Lleva ese nombre en honor del maestro ruso Aron Nimzowitsch que la practicó allá por 1920, y desde entonces la han usado muchos. Hasta Bobby Fischer frente a Spassky durante el campeonato del siglo.
En el calabozo me encontré con un dirigente de Chaupimayo, al que conocía de vista, llamado Andrés Gonzáles. Ni hagas tanta huelga que a ti te van a soltar pronto porque no hay orden de juez, nosotros si estamos jodidos, me dijo en quechua. Efectivamente me liberaron a las pocas horas y antes de recoger un par de libros, mi ajedrez y mi poncho, le dije que me gustaría ayudarlo en Chaupimayo. Consultó con los otros dirigentes presos y agradeció mi gesto: Anda a la hacienda Santa Rosa y habla con mi gente que puede asustarse y retroceder, pues ese hacendado es bien salvaje.
No lo pensé mucho, puse una pocas pertenencias y una máquina de escribir en una bolsa de mercado y me tomé el tren a Quillabamba. En la estación de Chaullay me esperaba un campesino con una cabalgadura, que me condujo por unas endiabladas trochas en medio del monte. Cómo es el destino ¿no? Caí en la boca del lobo, más precisamente en la hacienda Santa Rosa, de Alfredo Romainville, famoso por su corpulencia y su trato despótico y feroz.
Lo primero que hice fue ponerme a estudiar la situación. Chaupimayo estaba en una zona casi inaccesible y el valle de La Convención era un caso peculiar. Aprovechando una ley que promovía los “denuncios de tierras de montaña”, los hacendados cuzqueños se hicieron de enormes extensiones que ancestralmente pertenecieron a piros y machiguengas. Pero como los nativos se adentraron en el bosque, desde los años treinta optaron por traer comuneros de las zonas altas con el sistema de enganche. Lo curioso es que dentro de su mentalidad medieval, no los asalariaron sino les “arrendaron” parcelas de dos o tres hectáreas, a cambio de trabajo gratuito o parte de la cosecha. De allí el nombre de arrendires. El resultado final fue que se reprodujeron las mismas relaciones feudales que se mantenían en los fundos de altura.
Solo en la provincia de La Convención había 140 haciendas, y en la de Paucartambo 169. La casta colonial encarnada por los La Torre, los Yábar, los Garmendia y los Romainville controlaba el 80 por ciento de las tierras cultivables del Cuzco, y sus propiedades no sólo eran desmesuradas sino sumamente improductivas. Habían concentrado la propiedad a través de la fuerza y la tinterillada, solo para resucitar el medievo.
Como ejemplo, las propiedades de los Romainville iban desde el río Vilcanota hasta el Apurímac, una superficie parecida a la extensión de toda Bélgica. Solamente Huadquiña tenía 140 mil hectáreas, y otro tanto Maranura, Santa Rosa y Chaullay, sin contar los fundos de la familia cerca del Cuzco como Angostura, y algunas propiedades más en la pampa de Anta.
Congeniamos rápido con los arrendires de Chaupimayo y hasta parcela me dieron. Me había convertido en allegado, y tenía un cafetal y un cocal ya productivos para trabajar, pero cada vez que tomaba mi corvo o mi lampa me decían: Anda nomás a escribir en la máquina tus documentos. Al final me la pasaba cuidando las chacras del puma y el majaz, con la máquina remington entre las piernas y redactando oficios o reclamaciones. Yo tenía dos ventajas, pues. Era letrado y hablaba bien el quechua. Lo había bebido de la teta materna en Huanoquite, un pueblo de Paruro donde me crie, y eso hacía que confiaran más en mí.
Vamos a organizarnos bien en sindicato, es la única forma de tener fuerza y liberar a los dirigentes presos, y haremos nuestro pliego de reclamos, dije en quechua en asamblea. Días después nos reunimos en secreto, lejos de la mirada del patrón y dijimos: Primero, hay que exigir precios justos para nuestro café. También hay que erradicar el trabajo gratuito, y el pongaje, intervino otro campesino. El Romainville no me deja tiempo para mi chacra, quiere que trabaje veinte días en sus campos, señaló un hombre esquelético masticando su coca. Además, nos impone precio de su capricho, añadió. Nuestros hijos se nos mueren, dijo una mujer. Ni postas, ni botiquines tenemos. Nos trata con palo, nos azota cuando no le gusta lo que hacemos, dijo un anciano.
Poco a poco nos fuimos organizando, vinieron más y más lugareños, así andrajosos, vestidos de harapos, humillados durante siglos. Los afiliados crecían como la espuma del río Urubamba, pero al regresar de un viaje a Lima caí nuevamente preso. Me había denunciado el tal Alfredo Romainville, y yo creí que era el fin de nuestra lucha. Así andaba meditabundo cuando me enteré que mismo día los campesinos de La Convención realizaron su primer paro, y sencillamente dejaron de aporcar las tierras del patrón. Mi carcelería se alargó dos meses, y tuve que recurrir otra vez a la huelga de hambre. Sería la segunda de mis inaniciones revolucionarias, ironiza.
Como Romainville no nos reconocía vino la huelga campesina. Los arrendires ya no íbamos a trabajar a las tierras del hacendado, y nos dedicábamos a nuestras propias chacras de ladera, donde el café y los cocales crecían mejor. La consecuencia fue que la mala hierba estropeaba los cultivos del hacendado, mientras nuestras economías florecían. Esta huelga era en la práctica una toma de tierras, una reforma agraria desde abajo, y esto lo entendimos desde el principio. Mas duraba la huelga, más se jodía el patrón.
Éramos un mal ejemplo. Los arrendires de las otras haciendas se comenzaron a pasar la voz: Hay que hacer como en Chaupimayo ¡Tierra o Muerte! Bajo un cobertizo de ramas y palmas, fueron llegando los delegados, los del sindicato de Masapata y Chancamayo siguieron nuestros pasos, y los de Maranura también. Al principio fuimos ocho sindicatos, luego se multiplicaron, veinte, treinta, al final pasaron de cincuenta. Necesitamos federación ahora, proclamaron todos.
Sólo muertos nos sacarán, gritábamos ante los policías de asalto que venían a resguardar las haciendas, pero más asustados estaban los patrones, antes señores de horca y cuchillo. Ya ni podían acudir a sus propias tierras. Hubo incluso casos curiosos. El hacendado de Paltaybamba viendo a las huestes campesinas desde el balcón de su desvencijado palacete, solo atinó a decir: “Me voy, me voy, la tierra es de ustedes. Solo quiero que me guarden en una habitación mis recuerdos familiares”. Los arrendires atrincherados accedieron. El hacendado se retiró acompañado de una banda de músicos, entre cohetes, cánticos y bailes.
De allí mi contrincante me obligó a cambiar su alfil por el caballo que defendía mi rey y me dobló los peones. En ocho jugadas había logrado conquistar el centro del tablero y tener el dominio absoluto del medio juego.
En enero de 1961 fundamos la Federación con casi 150 sindicatos afiliados, y me designaron secretario general. Los comunistas comenzaban a respetarme, aclara. Para el primero de mayo convocamos un mitin y el Cuzco de los gamonales tembló: Miles de labriegos con machetes en mano y portando antorchas ocuparon la ciudad y el 26 de julio se volvió a repetir el mismo escenario. El gobierno de Manuel Prado presionado por las circunstancias se vio obligado a abolir el trabajo gratuito, instaurar el salario mínimo, y cortar los juicios de desahucio contra sus arrendires. Pero ya era muy tarde. Miles de banderas peruanas bajaban de los cerros, izadas en largas cañas, y los ejércitos de huacchas que solo llevaban picos y azadas, ocuparon las haciendas fuera de los linderos del valle.
Paralelamente, un grupo de militantes del POR argentino de Nahuel Moreno llegó al Cuzco con la idea de apoyar al FIR, pues éramos partidos hermanos. Al frente de estos militantes gauchos estaba Daniel Pereyra, quien inconsultamente, y sin el aval de su jefe, planteó una estrategia de acciones armadas con el presunto objetivo de recaudar fondos para las luchas revolucionarias. De haberlo sabido yo me hubiera opuesto desde el principio, porque podía desencadenar una represión indiscriminada contra el movimiento de La Convención, pero ellos siguieron adelante. En diciembre de 1961 un comando asaltó el Banco Popular de Magdalena y en abril del año siguiente el mismo grupo tomó la sucursal del Banco de Crédito de Miraflores y obtuvo un millonario botín. Casi dos millones y medio de soles de la época, unos 100 mil dólares de los cuales no vimos un centavo. El comando fue capturado rápidamente y Pereyra detenido, junto con otros militantes, entre ellos el poeta y fundador del GOM, Leoncio Bueno y algunos estudiantes de la Universidad de Ingeniería. Errores de planeamiento, la impericia, y el azar complotaron contra ellos. De aquella aventura solo logró evadirse Pedro Candela, que llegó a Chaupimayo, flaco, hambriento y sin un chico en el bolsillo. Eran épocas difíciles, los terratenientes nos tenían amenazados con la policía, me había quedado aislado como consecuencia del funesto atraco a los bancos. Lo único que cabía era defenderse y esperar mejores tiempos, no quedaba de otra. Yo le estaba dando vueltas a unas brigadas de autodefensa y Candela vino en mi auxilio. Él además de obrero textil había sido militar y era diestro en el manejo de armas, de lo cual yo no tenía ni idea. Brigada Remigio Huamán se llamará, en honor de un compañero caído, propuso Andrés González. Todos asentimos.
La oligarquía retrocedió como un tigre herido, y llamó a sus mastines. Vino el golpe de 1962 y los militares optaron por el camino de dar palo y zanahoria. Se desató una feroz cacería policial contra nosotros los dirigentes, se extendió la presencia de oficiales de inteligencia entrenados por la CIA, y se promulgó una limitada ley de reforma agraria circunscrita a las haciendas del valle, que pretendía que los campesinos pagaran las tierras a los hacendados.
A finales de 1962 llegó a Chaupimayo Luis de la Puente Uceda para proponerme la lucha armada y la unidad de la izquierda. El jefe del Apra Rebelde, recientemente reconvertido en MIR, me habló de replicar la experiencia de la Sierra Maestra en el valle de la Convención y que para ello contaba con el apoyo de Cuba, de Vietnam y de China. Grandilocuente como era, lo tomé con cierto recelo, y al final no nos entendimos. No es que yo estuviera en desacuerdo, sino que consideraba más urgente robustecer el movimiento campesino, que estaba siendo golpeado por el nuevo gobierno. Ya habrá tiempo para la guerra, le dije, ¿Cómo puedo imponerle a un campesino que recién tiene la tierra, tomada con sus propias manos, que lo deje todo, y que se vaya a una guerra que no comprende? La conciencia demora en fermentar. No se puede pasar por sobre el movimiento de masas y quemar etapas, sustenté. Él me dijo que una gran ola revolucionaria nos esperaba tras el triunfo de la revolución cubana.
Yo creo que la realidad transitaba por otro lado mientras los teóricos de la revolución alimentaban esquemas que solo se alojaban en sus cabezas. Nuestra lucha era por la tierra, no por la revolución y por eso el campesinado nos apoyaba. Nuestro ejemplo había cundido. El movimiento ya no era solamente del valle de La Convención. Las tomas de tierras se sucedían también en las partes altas del Cuzco y el eco de nuestras movilizaciones llegaba desde Puno hasta Pasco. El movimiento cobraba prestigio, pronto comenzaron a llegar periodistas y se volvió noticia. Todavía recuerdo mi emoción cuando el 16 de diciembre de 1962 logramos reunir en la pequeña ciudad de Quillabamba a 15 mil campesinos, dispuestos a defender su tierra con las uñas, mientras la prensa limeña, de espaldas a la realidad, alertaba de guerrillas en el Cuzco.
Ya estaba fulminado. Solo me quedo darle un tincote a mi hidalgo rey blanco. ¿Otra? No hermano, sabes demasiado para mi nivel. Mejor háblame de ti, de tu vida. ¿Cómo comenzó todo? ¿Qué has hecho para estar en tantos lugares al mismo tiempo, justo allí donde estaba la convulsión? Yo no hice nada, allí me puso la historia y el azar. La vida es como el ajedrez, hermano. Algunas aperturas se predicen, pero uno nunca sabe cómo terminará la partida. Debo reconocer que me gusta jugar con las negras y he tenido que aprender a defenderme. He estado demasiadas veces al borde del jaque mate pero todavía me hallo aquí. Primero fue en Plaza de Mayo cuando una tempestad de fuego caía de los aviones sobre la multitud. Más tarde en La Convención, cuando todo un ejército me perseguía. Luego vino el juicio. Tengo que reconocer que cuando el fiscal del Consejo Militar pidió la pena de muerte, un poco que me derrumbé. Una serie de pensamientos se me agolparon en la cabeza: mi hija, mis amigos, el resplandor de un amanecer en Chaupimayo, un cafecito con una novela de Agatha Christie entre los dedos. Yo frente al pelotón de fusilamiento, revisando mi miedo y mi valentía. Felizmente esa tarde se me presentó en el locutorio de la cárcel de Tacna el doctor Alfredo Battilana, mi abogado, hombre trejo en la defensa de los presos políticos. No se atreverán a fusilarte, me dijo. Si te matan te convertirías en un mito y si no te matan también. Están jodidos. Ambos nos echamos a reír de su humor cáustico. Mas bien pretenderán que te pudras en la cárcel, añadió, pero haremos una campaña internacional. Ya le informé de tu situación jurídica a Nahuel Moreno. No claudiques, nada más.
Battilana me devolvió a la vida, me sacó de mis oscuros presentimientos y pronto me enteré que todos los días llegaban a Palacio de Gobierno una montaña de telegramas. Bertrand Russell, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, mi admirado Isaac Deutscher, y decenas de personalidades que yo ni conocía, pedían mi libertad y la de mis compañeros campesinos. Cientos de sindicatos y organizaciones populares acusaban al régimen peruano de sanguinario e inhumano, y exigían la anulación de ese juicio espurio. El drama de los campesinos de La Convención y Lares había dado la vuelta al mundo. De solo eso me vanaglorio.
Tras siete años de carcelería salí al exilio y aparecí de nuevo en la Argentina en 1972, justo cuando ocurrió la bárbara masacre del penal militar de Trelew. En represalia por la huida de los principales dirigentes de Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores, nueva nomenclatura del POR, los marinos asesinaron a 16 reclusos y dejaron heridos a otros tantos. Huí, me dijo Nahuel Moreno apenas nos enteramos de la noticia. Si te atrapan te matan en el acto, porque vos sos extranjero, che. Opté por asilarme en la embajada chilena y ya en Santiago en pleno gobierno de la Unidad Popular viví el tanquetazo y el golpe definitivo contra Allende. Yo por entonces hacía política en los cordones industriales de Santiago, criticando cómo se confiaba en la observancia democrática de las FFAA. Ay que armarse decía, los milicos nos van a hacer chichirimico, weón, pero la Unidad Popular seguía confiando en los generales constitucionalistas.
El 11 de setiembre me salvé con las justas. Ya conocíamos las noticias del Estadio Nacional y logré llegar a la embajada sueca en el maletero del carro de un amigo. Allí fui recibido por el embajador Harald Edelstram que me afeitó la barba, me calzó un terno azul y una gafas, y me dio un pasaporte a nombre de Hans Blum, ministro consejero de la legación. No tengo seguridad de poder llegar a Pudahuel, Pinochet es capaz de dispararnos, me advirtió.
Al día siguiente partimos en el carro de Edelstram hacia la embajada de México, en donde nos sumaríamos una larga caravana de vehículos. Diplomáticos de cinco países nos escoltaron para finalmente depositarnos en un avión del gobierno azteca. Pinochet no se atrevió a tanto. Cinco años más tarde y siendo candidato a la Asamblea Constituyente, fui deportado en un Hércules por el dictador Morales Bermúdez junto a una docena de izquierdistas peruanos. Esa historia la conoces. Terminamos en Jujuy en una base contrasubversiva de la dictadura de Videla y otro milagro giro del destino me salvó. Se generó tal despelote internacional que finalmente pude viajar a Suecia y luego al Perú como constituyente electo, con una inesperada votación que nunca imaginé. El tiempo corre rápido, carijo, como ráfaga. Parece que fue ayer… Como verás, soy un gato montés de muchas vidas.
Las luces del Cuzco se desperezan y en medio de una plúmbea neblina nos despedimos.
Primera carta de Hugo Blanco a José María Arguedas
El Frontón, 11 de noviembre, 1969
Taytay José María:
Casi me has hecho llorar este día, al saber lo que me contó tu esposa. Me dijo: “Esto te envía (Todas las sangres); escribió mucho en quechua y después, ‘puede tener vergüenza de mí’ diciendo, se arrepintió y no puso sino esas escuetas palabras en castellano”
Cuando me dijo eso, yo me dolí mucho; casi lloré: ¿Cómo es posible, taytáy, que entre nosotros podamos avergonzarnos de cuanto nos podemos decir en nuestra lengua tan dulce? Cuando nos pedimos ayuda, nunca lo hacemos con palabras escuetas en nuestra lengua. ¿Acaso alguna vez escuchamos decir:
“Mañana has de ayudarme a sembrar, porque yo te ayudé ayer”?
¡Aj! ¡Qué asco! ¡Qué podría ser eso! Únicamente los gamonales suelen hablarnos de esta forma. ¿Acaso entre nosotros, entre nuestra gente, nos hablamos de ese modo? Muy tiernamente nos decimos:
“Señor mío, vengo a pedirte que me valgas; no seas de otro modo: mañana hemos de sembrar en la quebrada de abajo; ayúdame pues caballerito, paloma mía, corazón”.
Con estas palabras solemos empezar a pedir que nos ayuden.
Y también cuando nos encontramos en los caminos de las punas, aun sin conocernos, nos saludamos el uno al otro; nos invitamos un trago, nos alcanzamos algún poco de coca; nos preguntamos hacia dónde vamos; y solemos charlar un rato
Y siendo así, ¿crees que puede haberme dolido cualquier cosa que hubieras escrito en nuestra dulce lengua para mí? ¿Acaso mi corazón no se enternece al leer cómo has traducido al castellano nuestra lengua para que todos la conozcan y alcancen a saber, aunque no sea sino una parte de lo tanto que esa lengua puede expresar? ¿Acaso cuando yo también traduzco algo de lo que hablamos en nuestra lengua, no me acuerdo de ti?
“Escribe como él, diciendo, van a hablar de mí los mistis (repito, únicamente para mí mismo, cuando intento traducir del quechua); eso lo han de repetir bien; han de decir la verdad; yo no puedo hablar de otro modo; digo exactamente lo que brota de mi corazón y de mi boca”,
diciendo esto, yo pienso.
Yo no puedo decir qué es lo que penetra en mí cuando te leo, por eso, lo que tú escribes no lo leo como las cosas comunes, ni tampoco tan constantemente, mi corazón podría romperse
Mis punas empiezan a llegar a mí con todo su silencio, con su dolor que no llora, apretándose al pecho, apretándolo. O bien cuando me recuerdas las pequeñas quebradas, empiezo a ver a los picaflores, escucho como si los pequeños manantiales cantaran. ¡Cuántas veces he pensado en ti, cuando me he sentido con estos recuerdos!
Cuánta alegría habrías tenido al vernos bajar de todas las punas y entrar al Cusco, sin agacharnos, sin humillarnos, y gritando calle por calle:
“¡Que mueran todos los gamonales! ¡Que vivan los hombres que trabajan!”.
Al oír nuestro grito, los “blanquitos”, como si hubieran visto fantasmas, se metían en sus huecos igual que pericotes. Desde la puesta misma de la Catedral, con un altoparlante, les hicimos oír todo cuanto hay, la verdad misma, lo que jamás oyeron en castellano; se lo dijimos en quechua. Se lo hicieron oír los propios maqt’as, esos que no saben leer, que no saben escribir, pero si saben luchar y saben trabajar. Y casi hicieron estallar la plaza de Armas esos maqt’as emponchados
Pero ha de volver el día, taytáy, y no solamente como aquel que te cuento, sino más grande. Días más grandes llegarán; tú has de verlos. Muy claramente están anunciados.
Aquí nomás, concluyo taytáy, porque si no, no he de terminar de escribir nunca. He de resentirme si no envías eso que escribiste para mí. Hasta que nos encontremos, tayta. No te olvides, pues, de mí. Hugo Blanco.
De José María Arguedas a Hugo Blanco
Hermano Hugo, querido, corazón de piedra y de paloma:
Quizá habrás leído mi novela Los Ríos Profundos. Recuerda, hermano, el más fuerte, recuerda. En ese libro no hablo únicamente de cómo lloré lágrimas ardientes; con más lágrimas y con más arrebato hablo de los pongos, de los colonos de hacienda, de su escondida e inmensa fuerza, de la rabia que en la semilla de su corazón arde, fuego que no se apaga. Esos piojosos, diariamente flagelados, obligados a lamer tierra con sus lenguas, hombres despreciados por las mismas comunidades, esos, en la novela, invaden la ciudad de Abancay sin temer a la metralla y a las balas, venciéndolas. Así obligaban al gran predicador de la ciudad, al cura que los miraba como si fueran pulgas; venciendo balas, los siervos obligan al cura a que diga misa, a que cante en la Iglesia: le imponen a la fuerza. En la novela imaginé esta invasión con un presentimiento: los hombres que estudian los tiempos que vendrán, los que entienden de luchas sociales y de la política, los que comprendan lo que significa esta sublevación de la toma de la ciudad que he imaginado. ¡Cómo, con cuánto más hirviente sangre se alzarían estos hombres si no persiguieran únicamente la muerte de la madre de la peste, del tifus, sino la de los gamonales, el día que alcancen a vencer el miedo, el horror que les tienen! “¿Quién ha de conseguir que venzan ese terror en siglos formado y alimentado, quién? ¿En algún lugar del mundo está ese hombre que los ilumine y los salve? ¿Existe o no existe?, ¡carajo, mierda!”, diciendo, como tú, lloraba fuego, esperando, a solas. Los críticos de literatura, los muy ilustrados, no pudieron descubrir al principio la intención final de la novela, la que puse en su meollo, en el medio mismo de su corriente. Felizmente uno, uno sólo, lo descubrió y lo proclamó, muy claramente.
¿Y después hermano? ¿No fuiste tú, tú mismo quien encabezó a esos “pulguientos” indios de hacienda, de los pisoteados el más pisoteado hombre de nuestro pueblo; de los asnos y los perros el más azotado, el escupido con el más sucio escupitajo? Convirtiendo a ésos en el más valeroso de los valientes, ¿no los fortaleciste, no acercaste su alma? Alzándoles el alma, el alma de piedra y de paloma que tenían, que estaba aguardando en lo más puro de la semilla del corazón de esos hombres, ¿no tomaste el Cusco como me dices en tu carta, y desde la misma puerta de la Catedral, clamando y apostrofando en quechua, no espantaste a los gamonales, no hiciste que se escondieran en sus huecos como si fueran pericotes muy enfermos en las tripas? Hiciste correr a esos hijos y protegidos del antiguo Cristo, del Cristo de plomo. Hermano, querido hermano, como yo, de rostro algo blanco, del más intenso corazón indio, lágrima, canto, baile, odio.
Yo hermano, sólo sé bien llorar lágrimas de fuego; pero con ese fuego he purificado algo la cabeza y el corazón de Lima, la gran ciudad que negaba, que no conocía bien a su padre y a su madre; le abrí un poco los ojos, los propios ojos de los hombres de nuestro pueblo, les limpié un poco para que nos vean mejor. Y en los pueblos que llaman extranjeros creo que levanté nuestra imagen verdadera, su valer, su muy valer verdadero, creo que lo levanté alto y con luz suficiente para que nos estimen, para que sepan y puedan esperar nuestra compañía y fuerza; para que se apiaden de nosotros como del más huérfano de los huérfanos; para que no sientan vergüenza de nosotros, nadie.
Esas cosas, hermano, a quien esperaron los más escarnecidos de nuestras gentes, esas cosas hemos hecho; tú lo uno y yo lo otro, hermano Hugo, hombre de hierro que llora sin lágrimas; tú, tan semejante, tan igual a un comunero, lágrima y acero. Yo vi tu retrato en una librería del barrio latino de París; me erguí de alegría, viéndote junto a Camilo Cienfuegos y al “Che” Guevara. Oye, voy a confesarte algo en nombre de nuestra amistad personal recién empezada: oye, hermano, sólo al leer tu carta sentí, supe que tu corazón era tierno, es flor, tanto como el de un comunero de Puquio, mis más semejantes. Ayer recibí tu carta: pasé la noche entera, andando primero, luego inquietándome con la fuerza de la alegría y de la revelación.
Yo no estoy bien, no estoy bien; mis fuerzas anochecen. Pero si ahora muero, moriré más tranquilo. Ese hermoso día que vendrá y del que hablas, aquél en que nuestros pueblos volverán a nacer, viene, lo siento, siento en la niña de mis ojos su aurora, en esa luz cayendo gota por gota tu dolor ardiente, gota por gota sin acabarse jamás. Temo que ese amanecer cueste sangre, tanta sangre. Tú sabes y por eso apostrofas, clamas desde la cárcel, aconsejas, creces. Como en el corazón de los runas que me cuidaron cuando era niño, que me criaron, hay odio y fuego en ti contra los gamonales de toda laya; y para los que sufren, para los que no tienen casa ni tierra, los wakchas, tienes pecho de calandria; y como el agua de algunos manantiales muy puros, amor que fortalece hasta regocijar los cielos. Y toda tu sangre ha sabido llorar, hermano. Quien no sabe llorar, y más en nuestros tiempos, no sabe del amor, no lo conoce. Tu sangre ya está en la mía, como la sangre de don Victo Pusa, de don Felipe Maywa, don Victo y don Felipe me hablan día y noche, sin cesar lloran dentro de mi alma, me reconvienen en su lengua, con su sabiduría grande, con su llanto que alcanza distancias que no podemos calcular, que llega más lejos que la luz del sol. Ellos, oye Hugo, me criaron, amándome mucho, porque viéndome que era hijo de misti, veían que me trataban con menosprecio, como a indio. En nombre de ellos, recordándolos en mi propia carne, escribí lo que he escrito, aprendí todo lo que he aprendido y hecho, venciendo barreras que a veces parecían invencibles. Conocí el mundo. Y tú también, creo que en nombre de runas semejantes a ellos dos, sabes ser hermano del que sabe ser hermano, semejante a tu semejante, el que sabe amar.
¿Hasta cuándo y hasta dónde he de escribirte? Ya no podrás olvidarme, aunque la muerte me agarre, oye, hombre peruano, fuerte como nuestras montañas donde la nieve no se derrite, a quien la cárcel fortalece como a piedra y como a paloma. He aquí que te he escrito, feliz, en medio de la gran sombra de mis mortales dolencias. A nosotros no nos alcanza la tristeza de los mistis, de los egoístas; nos llega la tristeza fuerte del pueblo, del mundo, de quienes conocen y sienten el amanecer. Así la muerte y la tristeza no son ni morir ni sufrir. ¿No es verdad hermano?
Recibe mi corazón. José María
De Hugo Blanco a José María Arguedas
El Frontón, 25 de noviembre de 1969
¡Padre mío! Padre mío José María:
Cada vez que me hablan de ti hacen llorar mi corazón, con una u otra cosa. La vez pasada, porque creíste que criticaría tu actitud y ahora, porque estando enfermo quieres venir. ¡Padre mío! ¡Cuánto está queriendo encontrarse contigo mi corazón! ¡Cuánto desean mirar mis ojos a mi gran padre! Encontrarme contigo, padre mío, ¡qué sería!
Desde mucho antes sabía que éramos un solo corazón, no solamente leyendo Los ríos profundos; sino que, leyendo cualquier cosa que escribes, mirando cualquier cosa que haces, se trasluce tu ser indio. ¿Iba a esperar yo a escuchar lo que dijeran los críticos?
Que hablen lo que quieran esos mistis; mi corazón, está mirando al tuyo en lo que escribes, allí apareces como en agua clara. Por eso, padre, encontrarme contigo ¡qué sería! Ni en todo el año terminaríamos de relatarnos. Y eso no se puede en la visita. No dura ni dos horas. No alcanza para conversar nada. Mucha gente trajina, como en los mercados de nuestros pueblos. Y contigo, padre mío, no podríamos hablar sólo diez minutos. Nuestro corazón reventaría. ¡Habiendo tanto que relatarnos, habiendo tanto que conversar! Contigo tenemos que hablar calmadamente, como hombres serios; sentándonos tranquilos, el corazón plácido, hallpando nuestra coquita, fumando de un solo cigarrillo, perdiendo la vista en los cerros lejanos. Acá no sería así, padre. Así como no puedo leer comúnmente tus escritos, por esa misma razón no podría encontrarme contigo comúnmente. A pesar de eso, te haré llamar un día, padre; cuando haya algo de calma; por lo menos para contemplar tu venerado rostro, por lo menos para apretar tu corazón al mío. Mientras llegue ese día, así te escribiré cada vez, volcando mi corazón al tuyo. Como si en la era del trigo, dentro del aliento del rastrojo, mirando las estrellas, nos estuviéramos relatando lo que hemos vivido, lo que pensamos; así igual va a ser padre, no te apenes, no llores. Cuán lejos estemos, somos el mismo corazón.
Conozco bien tu corazón, padre, aún antes de que me escribieras. Como te digo, al igual que en agua cristalina se ve tu corazón a través de tus escritos. No sé qué verán los mistis en ellos; y para que les digan: “Ése es un buen crítico” hablan una u otra cosa. Es imposible que ellos vean tu corazón aunque se los estés mostrando. El misti es misti, padre. En cuanto a ser buenas personas, algunas son realmente buenas personas, no les estoy insultando. Pero tu corazón, sólo tus congéneres indios lo vemos bien. Los mistis, aun siendo buenas personas, para eso, son ciegos que miran. Ellos no sollozan temblorosos como nosotros al leer tus escritos. Imposible, padre, el misti es misti.
Padre mío, algo tenía que decirte; quizá cuando hablé de los poetas habrás dicho: “¡Inclusive a nosotros se está refiriendo este cholo!”. No, padre, de ninguna manera. ¿Acaso en tu novela Los Ríos Profundos no relatas de forma encantadora lo de nuestra madre chichera? ¿Acaso leyendo esas cosas no llegué a llorar en silencio en mi rincón de la cárcel de Arequipa? ¿Y así iba a decir de ti: “No habla de la lucha del hombre común”? Y no sólo eso, padre. A ti, ya estando en la cárcel de Arequipa, te conocí bien. Y al conocerte dije: “¡Ya está carajo, ahora el mismo indio está hablando!” Así te miré. Pero desde antes, desde mi infancia respeté a los señores mistis cuando escribían a favor del indio. Por eso, aunque son mistis, mucho respeto a esos señores: Clorinda Matto, Ciro Alegría, Jorge Icaza, Enrique López Albújar. Esos señores pusieron la semilla en mi corazón cuando sólo era un muchacho, ellos también ayudaron para que mi sangre hirviera, me hicieron ver lo que no veía. Además, por eso respeto a mi hermano, él me hizo conocer lo que escribieron esos señores, él mismo escribió un poco en su juventud.
Por esa experiencia mía, te digo padre: lo que escribes no es sólo para mostrar a los no-indios de todas las naciones que nosotros somos gentes; no es sólo eso, padre. Ablanda el corazón de nuestro propio pueblo, lo despierta. Claro que tú todavía no ves a dónde llega la semilla que derramas. Quién sabe en qué jóvenes corazones se está regando hermosamente esta semilla. Así como Ciro Alegría, Icaza, no supieron que en mi corazón yo regaba su semilla. Ellos, siendo mistis, sembraron bien para que madure así en lucha. ¿Y así no iba a madurar en forma preciosa lo que como indio siembras?
Para que veas que tengo la raíz del propio hombre, la raíz brotada de nuestra propia tierra, te envío este relato que hago de mi padre Lorenzo. Eso no es cuento, padre; ahí estoy relatando lo realmente sucedido, también los nombres son verdaderos.
Desde hace tiempo quería relatar acerca de ese gran hombre, para que todos vieran la fuerza de nuestra raíz india. Sólo tiempo me faltaba para hacer eso. Pero ahora, al enterarme que estás enfermo, dije: “De una vez lo haré, para enviarlo a mi padre José María; para que por lo menos con eso se alegre en su enfermedad, para que se alegre con nuestra triste alegría”. Diciendo esto, padre, lo hice rápido, y ahora te lo estoy enviando con todo mi corazón.
Hasta otro día padre, sangre de mi sangre, pena de mi pena, alegría de mi alegría. Si sólo fuese por mí, jamás acabaría esta carta, cuando tantas cosas tengo que decirte.
Hasta otro día padre,
Hugo Blanco
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A JBS ⎼dona das marcas Friboi, Seara e Swift⎼ é a maior produtora de carne do mundo e deveria ter o compromisso de encerrar imediatamente a compra de gado triangulado por desmatadores, parando de comprar de criminosos que fazem parte de sua cadeia de fornecimento imediatamente. Todos os anos, criadores criminosos de gado derrubam cerca de 600 campos de futebol de floresta nativa para transformá-la em pasto.
O mundo todo tem acompanhado o retrocesso da proteção ambiental e avanço do desmatamento na Amazônia nos últimos três anos. No ano passado, 800 milhões de árvores foram derrubadas em mais de 13.235 km2 de vegetação desmatada (PRODES). Em 2020, foram derrubados 10.851 km2 de floresta no Brasil, o que equivale à derrubada de 24 árvores por segundo. O INPE mostra que a maior parte do desmatamento na Amazônia foi em áreas protegidas e estava diretamente relacionado ao avanço da pecuária na região. 
A JBS ignora a responsabilidade que tem nisso. Em seu plano "net zero", anuncia que trabalhará com fornecedores que desmatam na Amazônia até 2025 (mais 3 anos), nos outros biomas do país diz que tem a meta de encerrar a compra de gado ligado ao desmatamento em 2030 e diz que pretende zerar o desmatamento de sua cadeia de fornecimento global em 2035. Em outras palavras, a empresa alardeia um plano de responsabilidade ambiental que lhe dá o prazo para estar envolvida com desmatamento por mais 14 anos.
 Sem demora, suas promessas estão sendo questionadas internacionalmente, como no relatório "A Grande Trapaça: Como grandes poluidores estão promovendo uma agenda climática 'net zero' para atrasar, enganar e negar”. 
No ano passado, a revista inglesa The Economist dedicou duas páginas da edição de 11 de junho para falar mal do agronegócio brasileiro e sua vergonhosa ligação com o desmatamento na Amazônia e no Cerrado. A revista inglesa trouxe à tona dados da plataforma europeia TRASE (https://trase.earth/), instituto que promove transparência e sinaliza ações criminosas de cadeias produtivas, para mostrar que a carne bovina brasileira causa 6 vezes mais desmatamento que a soja. 
Em 2020, reportagem do jornal The Guardian flagrou gado criado em área embargada sendo adquirido pela empresa. Em 2017, a operação CARNE FRACA, já tinha deflagrado dezenas de frigoríficos e fazendas que vendiam gado criados em áreas desmatadas para a JBS.
Saiba mais:
Relatório "A Grande Trapaça": https://bit.ly/3gMtrV6
A study names firms that buy products from areas with deforestation - The Economist: https://econ.st/2Y77F4T
JBS mantém compra de gado de desmatadores da Amazônia mesmo após multa de R$ 25 milhões- Repórter Brasil: https://bit.ly/3xaQMoW
JBS compra gado de área desmatada ilegalmente e leva multa de R$ 24 milhões - UOL: https://bit.ly/361r0HQ
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profesorpereyra · 5 years
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Cuando las Obreras tomaron el Parque
Cuando las Obreras tomaron el Parque. Acerca de la muestra "Obreras. Trabajo en el frigorífico y el barrio Saladillo"
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Obreras. Trabajo en el frigorífico y el barrio Saladillo – Archivo Museo de la Ciudad Wladimir Mikielievich
La llamada “marea verde” o cuarta ola de la lucha feminista desborda todos los espacios, lugares e instituciones, por eso el mote de “marea”, porque si bien la marea sube y baja, cuando sube arrastra con todo, y hasta las rocas más duras, tarde o temprano, terminan sucumbiendo ante ella.…
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ortoysangre · 4 years
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La fotografía más conocida lo muestra de medio cuerpo, con saco gris y corbata. Juan Ingallinella trasluce serenidad. Pero hay algo fundamental de su carácter que agregan los testimonios de quienes lo conocieron y no se aprecia en la imagen: la dedicación a las ideas por las que entendió justo luchar, el buen humor, la escucha sensible de los demás. Ingallinella nació en Rosario el 10 de octubre de 1912, hijo de inmigrantes sicilianos radicados en el barrio Tablada. En 1931 comenzó a estudiar Medicina, pero tardó más de 15 años en recibirse. La militancia política fue su prioridad. Eran tiempos de agitación. La Reforma Universitaria estaba amenazada por la intervención de la Universidad Nacional del Litoral. Ingallinella integraba Insurrexit, una agrupación vinculada con la juventud comunista. Leía a Romain Rolland, José Ingenieros y Aníbal Ponce, y se destacaba como orador en las asambleas. En agosto de 1934 cayó detenido durante las protestas que los estudiantes organizaron contra la designación del decano de la Facultad de Medicina. Fue el primer registro de una persecución que se extendió por el resto de su vida. Dos años después conoció a Rosa Trumper, una maestra de Moisés Ville. Se casaron en 1938, y fueron a vivir a Saavedra 667, donde hoy funciona un centro cultural que lleva el nombre del médico y militante. Jaskel Shapiro lo conoció a mediados de la década de 1940. «Era una figura estimulante para la juventud, porque era muy combativo. Y resultaba atrayente por lo cordial, por estimular en cada uno los rasgos positivos. Eso se trasladaba a la atención a los pacientes, con sus bromas, su trato afectuoso», recuerda. En 1942, Ingallinella se incorporó a la dirección provincial del Partido Comunista. En junio de 1943 pasó a la clandestinidad después de que la policía allanara su casa. Montó una pequeña imprenta de incógnito y organizó la propaganda del partido, para lo cual redactaba los originales, los componía en tipografía y corregía las pruebas. Así, a principios de 1944 Ingallinella acusó a los policías Francisco Lozón, Félix Monzón y Santos Barrera, quienes en adelante se convirtieron en sus perseguidores más encarnizados, por las torturas que habían recibido los militantes Luis Liborio Trella, Antonio Propat y Atilio Faca. A pesar de que usaba anteojos negros y bigotes postizos, fue reconocido en la calle y detenido cuando echaba propaganda partidaria en un buzón. Tuvo que festejar en la cárcel el primer año de su hija, Ana María, nacida en 1943. Con Enrique Rulo Dratman, conocido por su habilidad para improvisar discursos en actos relámpago, y otros compañeros, organizó prácticas de gimnasia y estudios de marxismo-leninismo, y se las ingenió para editar un periódico manuscrito. También escribía resúmenes de libros de economía política y materialismo histórico y los hacía circular entre los presos. En 1945 salió en libertad. Terminó la carrera dos años después, en Córdoba. Según el testimonio de Rina Bertaccini, «su imagen era la de un hombre de barrio, con un consultorio modesto y abierto a todo el mundo. No le faltaba trabajo, lo que le faltaban eran pacientes que le pudieran pagar. Pero él irradiaba optimismo, pese a toda la vida dura». La persecución política tenía muchas formas. Ingallinella fue despedido del Hospital de Niños, después de fundar la sección rosarina del Movimiento de Partidarios de la Paz, en 1949, y en 1950 Rosa Trumper quedó cesante como docente, luego de que la policía se negó a otorgarle un certificado de buena conducta. La noticia de su viaje por Europa, entre julio y setiembre de 1953, tuvo amplia repercusión. Invitado al Congreso Mundial Médico que se realizaba en Viena, recorrió también institutos científicos de la Unión Soviética y Checoslovaquia. El 16 de junio de 1955 una conspiración cívico-militar intentó derrocar al presidente Juan Domingo Perón. Durante la tarde, en los alrededores del frigorífico Swift, de Rosario, circuló un volante donde el Partido Comunista llamaba a resistir «el golpe reaccionario dirigido fundamentalmente contra la clase obrera y el pueblo». Fue la excusa para que el jefe de policía, Emilio Gazcón, ordenara una razzia. Ingallinella fue detenido al día siguiente, cuando volvía a su casa para ver a una paciente, y conducido a la División de Investigaciones de la policía. Los interrogatorios con picana eléctrica comenzaron a la madrugada, dirigidos por Francisco Lozón. La mayoría de los detenidos quedó en libertad entre el 18 y el 19 de junio. La policía informó que entre ellos estaba Ingallinella. Pero el dirigente no aparecía por ningún lado y el 21 de junio el abogado Guillermo Kehoe, que también había sido torturado, presentó un hábeas corpus. Los reclamos se multiplicaron de inmediato. Las calles de Rosario comenzaron a ser escenario de marchas y actos relámpago de estudiantes universitarios y secundarios. El 13 de julio los abogados hicieron un paro en reclamo de la investigación, y el 2 de agosto hubo otro de médicos. Finalmente, el 27 de julio el gobierno provincial admitió que Ingallinella había muerto en la mesa de torturas. Pero las defensas pidieron la absolución de los policías invocando la falta del cuerpo del delito. Argumentaban que no podía probarse el asesinato de Ingallinella. El concepto jurídico de «desaparición forzada de personas» era desconocido en la época. Fue un juez correccional, Juan Antonio Vitullo, el encargado de dictar sentencia, después de que se excusaran los jueces del fuero penal de Rosario. No era necesario el hallazgo del cadáver, sostuvo, ya que sobraban pruebas del hecho: la admisión de la muerte por parte de los principales responsables; las contradicciones entre los acusados; las pericias; los testimonios sobre las torturas. El 30 de mayo de 1961 condenó a 5 policías –entre ellos Lozón– a prisión perpetua por homicidio calificado por alevosía y privación ilegal de la libertad, entre otros cargos. La Cámara del Crimen rebajó las penas a 20 años de prisión. El caso tuvo otras sanciones. Desde noviembre de 1955, cuando un funeral cívico convocó a una multitud en el Teatro El Círculo, de Rosario, hasta el 24 de julio de 2010, en que a partir de una propuesta del abogado Adolfo Trumper fue declarado «Ciudadano Ilustre Post Mortem», el crimen de Juan Ingallinella persistió como un episodio insoslayable de la historia política argentina.
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notiregional · 2 years
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Conflicto en Frigorífico SWITF: Impás hasta el Martes Próximo
Conflicto en Frigorífico SWITF: Impás hasta el Martes Próximo
Unos 60 trabajadores pelean por la continuidad laboral. Se trata del personal de seguridad privada que presta servicios en la planta del frigorífico Swift de Villa Gobernador Gálvez. Los vigiladores temen por sus puestos de trabajo ante un llamativo e inesperado cambio de empresa de seguridad. Acompañados por el gremio UPSRA de Rosario, los trabajadores se manifestaron este miércoles frente al…
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ivanrosadx · 2 years
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La Tablada. Pinturas y dibujos de Orlando Belloni
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Por Juan Manuel Alonso
Orlando Belloni nació en 1933 en Pérez, localidad pegada a Rosario. Tres años antes había nacido su hermano Alberto, al que estará indisolublemente unido toda la vida. El padre de ambos, inmigrante italiano y peón en los talleres del Ferrocarril Central Argentino, falleció cuando Orlando tenía un año. Su madre tuvo que ir a Rosario, a buscar trabajo. Alberto y Orlando quedaron en Pérez al cuidado de sus abuelos maternos, también inmigrantes italianos, que vivían en las afueras del pueblo, casi zona rural, en una casa humilde, sin luz eléctrica, donde se cocinaba a brasero. Luego de unos años la madre volvió a casarse y se reunió con sus hijos. La nueva familia se trasladó a Puerto General San Martín. El padrastro se ganaba la vida como chofer de colectivos y de vez en cuando hacía changas como pintor de brocha gorda.
En 1947, Orlando ingresó a la escuela de aprendices del Ministerio de Obras Públicas (MOP) que funcionaba en avenida 27 de febrero y el puerto. Hizo la secundaria y, ya egresado, se incorporó a los talleres del MOP, donde su hermano era operario, como mecánico ajustador de motores diesel. Todavía vivían en Puerto San Martín y el trayecto entre su casa y los galpones del puerto era enorme, por lo que los hermanos se mudaron a una pensión de Rosario. Vivieron durante toda la década del 50 en esas pensiones oscuras, con lugar apenas para las camas. Iban a trabajar de madrugada. Por las noches Orlando empezó a concurrir a la Escuela Provincial de Artes Visuales Manuel Belgrano. Tenía entre sus profesores a Luis Ouvrard, que lo alentaba a asociarse con otros pintores. Con un compañero, del que se hizo amigo, salían todas las tardes cargando caballetes, paletas y cajas con materiales para pintar al aire libre por la zona de barrancas del centro que todavía no eran parques. Pero Orlando no siguió mucho tiempo en la escuela.
En 1958, cuando tenía 25 años, otro muchacho que trabajaba de dibujante en la sección cartográfica del Ministerio, por entonces a cargo de Leónidas Gambartes, se retiró seducido por la oferta de un empleo mejor remunerado en el frigorífico Swift. Sabiendo que Belloni era loco del dibujo lo fue a buscar para que se candidateara a reemplazarlo. Le tomaron una prueba y quedó. Gambartes, de casi cincuenta años y ya un pintor reconocido en el medio nacional, lo tomó bajo su protección. Le enseñó la técnica del dibujo a plumín y tinta china con que se confeccionaban los mapas y Orlando comenzó a frecuentar su casa, comía allí los fines de semana y aprendió a preparar las complicadas bases de cromo al yeso que Gambartes usaba en sus pinturas. Trabajó tres años en esas oficinas y en 1962, casi al mismo tiempo que Gambartes se jubilaba, Orlando abandonó su puesto en el MOP. ¿Por qué dejó ese trabajo seguro? Fue tal vez la atracción por la vida afuera, las calles, una vida voluntariamente precaria.
Entre tanto, su hermano Alberto se había volcado a diversos estudios de historia, vinculándose con intelectuales marxistas y dirigentes socialistas como Enrique Dickmann, Abelardo Ramos y Jorge Enea Spilimbergo, que ordenaron sus lecturas. Desde la caída de Perón, Alberto comenzó a tomar notas para la redacción de una historia del movimiento obrero; viajó seguido a Buenos Aires para reunirse con Spilimbergo, sobrino del pintor, en bodegones donde comían fideos con pesto y repasaban los textos. Del anarquismo al peronismo fue finalmente publicado por Peña Lillo Editor en 1960. Dos años más tarde salió su segundo libro, Peronismo y socialismo nacional, por la Editorial Coyoacán. Su actividad gremial fue incesante durante toda la década. Seguía trabajando en los astilleros, ingresó en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) a principios de los años 60 y participó de las luchas sindicales marcadas por las revueltas contra la burocracia vandorista. Perseguido por la misma, dejó Rosario y, con su reciente compañera, Estela Weisberg, fueron a vivir a Buenos Aires, en lo que él llamó su primer exilio. Dio clases en la carrera de Sociología de la Universidad de La Plata durante la primera mitad de la década del 70. Se convirtió en el profesor obrero. En 1975 la triple A les requisó la casa. Ellos, que llegaron tarde esa noche, escaparon por un pelo. Vivieron escondidos casi un año hasta que consiguieron abandonar el país y radicarse en París. En el exilio denunciaron la dictadura. Alberto siguió leyendo y estudiando, pero ya no volvió a escribir. Se convirtió en una leyenda para argentinos de visita o franceses de izquierda y curiosos. Fraternal, erudito, conversador apasionado y fanático de la salida humorística, de los bruscos aflojes de tensión; siguió analizando los sucesos políticos que ocurrían al otro lado del Atlántico y escribió largas cartas acompaña-das de tickets de metro, entradas de cine, caracterizaciones político-afectivas y sobrecitos de azúcar de bares parisinos. Cada vez que viajó a la Argentina, visitó en Rosario a su hermano Orlando.
Después del MOP, para Orlando comenzó una época azarosa de empleos diversos. Fue pintor de letras en oro, un oficio delicado que conoció en los años sesenta su última floración y cuyo objetivo era dibujar sobre vidrio escrituras publicitarias. Luego fue contratado como pintor de cartelones de ruta. Al final se hizo carpintero. Nunca dejó de dibujar. Cuando los trabajos le dejaban poco tiempo hacía aguadas y acuarelas. A fines de los 60, concurrió al taller de Grela en el barrio de Alberdi. En 1978, Dante Bonaldi, aquel viejo compañero de la Escuela de Artes Visuales, lo llamó para trabajar en su carpintería. El taller estaba (y está) sobre calle Chacabuco, apenas pasando Ayolas, en la zona sur de Rosario. En esa época La Tablada era todavía un suburbio tranquilo, con muchos baldíos. Orlando se trasladó con sus cosas, se asentó un poco. Como el predio que incluía galpón y vivienda tenía un patio grande, Orlando le pidió a su amigo permiso para construir su taller en una esquina. Lo armó en las horas libres que le dejaba el trabajo de carpintero. Hizo un piso de portland y un techo de machimbre. Tuvo por primera vez un lugar para desplegar chapadures y caballetes. Comenzó a pintar con regularidad. Y se hizo del barrio. Un barrio que, en los 80, se densificaba poblacionalmente al ritmo de la hiperinflación y la desocupación creciente.
Orlando se transformó en un pintor cada vez más urbano. Los tipos humanos que poblaron las villas que crecían lentamente en torno a la casa, carpintería y taller, se volvieron habituales en su obra. En los 90 realizó una larga serie de acuarelas sobre temas portuarios. Es la última vez que pinta directamente el motivo. Va hasta la zona de carga de granos ubicada en el bajo Ayolas, a pocas cuadras de su casa. Grúas, tanques, chimangos de lata, depósitos de granos y los puentes de chapa tendidos desde los silos de material hacia las dársenas interiores de la terminal 6 pueblan las hojas más o menos gruesas que Orlando sujeta a su caballete. Son las últimas postales del puerto estatal donde transcurrió su juventud, ya sitiado por la privatización menemista. En esas andadas Orlando baja al sur, llega al Mangrullo, incorpora el Saladillo a sus temas: puentes sobre el arroyo, chimeneas del Swift, botes en la orilla y puestos de pescadores. Sin embargo, el leitmotiv central de su obra son los personajes de las barriadas de ese sur rosarino. A Orlando, que vive en el medio, le alcanza con espiar un rato la cuadra y meterse de nuevo al taller para recomponer la escena. Se suceden los retratos.
En 2005, su hermano Alberto estaba muy enfermo y Orlando viajó a París con su hermano menor para pasar un tiempo junto a él. Una tarde visitó el Musée d’Orsay y mientras recorría las salas se encontró de repente la tela de su amado Puvis de Chavannes. Su corazón dio un vuelco. ¡Es “El pobre pescador”!, gritó. La gente lo miraba. Toda su vida había visto la obra en malas reproducciones, o muy pequeñas, o en blanco y negro. Ahora la tenía enfrente y no iba a olvidarla. Cada pescador que figura en sus óleos está conectado a la pintura de Puvis. Alberto murió poco después. La intensa conexión que tuvieron le restó peso al dolor.
La Argentina posterior al 2001 acentuó la miseria de las calles de La Tablada. Se llenaron de casas de lata los pocos terrenos baldíos que quedaban y la vieja casona donde Orlando reside quedó completamente rodeada por la villa. Pero él no tuvo nunca problemas. Las chicas y chicos del barrio fueron sus modelos y las ásperas o amables escenas callejeras pasaron a sus chapadures. Toda la iconografía del vecindario se volvió una presencia constante en su obra reciente.
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santacruzuno · 3 years
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Se realizó una Muestra sobre el Frigorífico Swift
(Gallegos) Frigorífico Swift
En la Casa Parisi se exhibieron diferentes elementos utilizados por la empresa y una galería fotográfica que narra la historia del Frigorífico que funcionó muchos años en la ciudad. a Municipalidad de Río Gallegos, a través del Museo de los Pioneros que depende de la Secretaría de Desarrollo Comunitario,  llevó a cabo de 13 al 15 de agosto la Muestra sobre el Frigorífico Swift. En esta…
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elarea · 3 years
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El olímpico cumple 97 años
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El Estadio Olímpico Pedro Arispe, ubicado en la Villa del Cerro y escenario de Rampla Juniors Fútbol Club, cumple hoy 97 flamantes años. Con unas inmejorables vistas hacia la bahía de Montevideo, es un estadio como no hay otro.
A continuación, un poco de historia, aderezada por el aporte del ramplense Gustavo Piñeiro y muchas fotos de este histórico field montevideano.
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En los primeros años de vida, estando en el Cerro, Rampla disputaba sus partidos oficiales en la cancha del Frigorífico Swift (de ahí el primitivo mote de "friyis"), siendo ese el escenario en donde conquistaría el campeonato de Intermedia de 1921, que le permitió acceder a la Primera División.
En 1923 el equipo se mudó a su actual campo de juego gracias a la donación del Sr. John Miller, propietario del Varadero del Cerro y gran ramplense, que luego seria presidente honorario de la Institución. Se le bautizó con el nombre de Parque Nelson a solicitud del Sr. Miller, en homenaje al famoso marino británico, el Almirante Nelson. La gran laboriosidad de toda la hinchada para acondicionar el pedregoso terreno y la constante cooperación del Sr. Miller, hizo posible terminar el campo de juego con una gradería de madera.
El primer partido oficial disputado allí se jugó el 30 de diciembre de 1923 ante el desaparecido Charley y se saldó con un empate a dos, temporada brillante para el equipo de la Villa, que terminaría a segundo a cuatro puntos del campeón, Nacional. 
El estadio fue también el escenario de grandes consagraciones, ya que el 5 de febrero de 1928 y en partido correspondiente a la temporada 1927, el picapiedra venció a Olimpia por 3-0 ante 2.000 espectadores coronándose campeón uruguayo y, dos años después, el 7 de diciembre de 1930 y por el Campeonato Uruguayo de 1929, consiguió su mayor goleada, doblegando al mismo rival, Olimpia, por un apabullante 10-0.
Si de goleadas hablamos, es muy recordada la del 10 de septiembre de 1944 también, cuando estando el picapiedra sorpresivamente en la Divisional B, vence al también desaparecido San Carlos por 9-0. Esa temporada Rampla fue campeón invicto de la Divisional, ganó trece partidos y empató uno, convirtiendo 66 goles y recibiendo solo 12. Cabe destacar que goleó 8-0 a Colón, 8-1 a Fénix y Danubio y 6-2 a Cerro en una campaña arrasadora.
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El Parque Nelson antes de la reforma con sus tribunas de madera.
Con el paso de tiempo las tribunas de madera fueron quedando obsoletas y comenzaron los trabajos para sustituir las viejas vigas de noble madera, testigo de grandes victorias y hazañas ramplenses, por el duro y resistente hormigón. Levantando piedras con barreta y marrón y en permanente lucha contra las rocas, la parcialidad ramplense recibió el mote de "Picapiedras". 
Tras un arduo trabajo el estadio fue reinaugurado el 6 de agosto de 1966, donde entre otros festejos se disputó un partido contra Peñarol y al día siguiente otro contra Nacional, ambos con las tribunas repletas.
El 24 de abril de 1980 se vuelve a reinaugurar el estadio con su actual denominación, realizada en reconocimiento al capitán griego Tsakos, socio honorario del club, quien sugirió el nombre del legendario monte de Grecia. Ese día venció a Liverpool 3-2 en un estadio repleto.
Finalmente el 29 de noviembre de 2019, la Asamblea de Socios del club decidió renombrar al estadio, como "Estadio Olímpico Pedro Arispe", en honor al histórico zaguero capitán del equipo en las décadas de 1920 y 1930 y capitán de la selección uruguaya en las históricas conquistas de los Juegos Olímpicos de París en 1924 y Ámsterdam en 1928.
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Fuentes I Gustavo Piñeiro, Wikipedia y Deportes rochenses
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visaopiaui · 3 years
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Preço do quilo de carne bovina chega a R $ 85,50 no Piauí
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  O site Portal Parnaíba noticiou que o preço do quilo da picanha alcançou o valor de R $ 85,50 em alguns frigoríficos da cidade de Parnaíba. O preço do produto disparou nas gondolas de supermercados em todo o Brasil e vem puxando os índices de inflamação. O preço do produto semelhante, em São Paulo, a  Picanha Prata Swift, é de R $  R $ 65,96  , por quilo.  from Notícias de Barras, do Piauí, do Brasil e do Mundo https://bit.ly/3ljnbmN via IFTTT
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18kronaldinhoblog · 4 years
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Vale a pena comprar ações JBS?
Um caminho muito praticado por investidores iniciantes é procurar os ativos mais relevantes do mercado. Geralmente, ações da JBS, Petrobrás, Vale, Ambev, etc. são procuradas por se tratarem de empresas já conhecidas e muito comentadas em debates e notícias sobre a economia e sobre o desempenho da Bolsa de Valores. 
No entanto, é necessário entender o cenário para fazer um bom investimento. Muitas vezes, esses papéis são considerados caros, justamente por serem tão importantes para o mercado. Para se ter uma ideia, as ações JBS representam cerca de 2,48% do desempenho do Ibovespa, um porcentagem considerada alta, afinal, essa carteira conta com mais de 70 ativos. 
Como já falamos em outros conteúdos sobre o que você deve analisar antes de investir em Petrobras, neste conteúdo você vai ver os principais critérios para fundamentar sua decisão sobre aplicar seu dinheiro nas ações JBS.  
O que é a JBS?
A JBS S.A. é uma multinacional brasileira que atua no setor de alimentos. Atualmente, é considerada uma das maiores empresas do setor em todo mundo, principalmente quando olhamos para a produção de proteínas. 
Sua atuação abrange tanto a produção de carnes bovina, suína, ovina e de frango e no processamento de couros. Além disso, também comercializa outros produtos, entre eles estão alguns itens de higiene e limpeza. 
A empresa foi fundada no ano de 1953 em Anápolis, município localizado no interior do estado de Goiás. Mas, atualmente, a sede da empresa está localizada na cidade de São Paulo. 
A empresa, que começou com uma pequena casa de carnes, adquiriu seu primeiro frigorífico em 1970. Nesse mesmo ano, foi criada a marca Friboi, que veio a se transformar em uma das principais referências do mercado de carnes. 
Entre outras marcas famosas e que pertencem à JBS, podemos destacar:
Swift;
Maturatta; 
Seara;
Big Frango;
Cabaña Las Lilas; 
 Pilgrim’s; 
Gold Kist Farms;
Pierce;
Doriana;
Massa Leve;
1953.
Desde então, a empresa ganhou o mercado tanto interno quanto externo, realizando exportações de seus produtos para diversos países do mundo. De acordo com os dados divulgados no site da própria empresa, possui escritórios em 15 países diferentes, contando com mais de 230 mil colaboradores. 
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Ações da JBS
Em 2007, realizou a abertura de capital na Bolsa de Valores do Brasil e tornou-se a primeira empresa do setor a ter ações na B3. 
Como falamos no início do texto, as ações JBS fazem parte do Ibovespa, a carteira teórica da B3 que atua como principal indicador do desempenho da casa. 
As ações JBS são comercializadas na B3 com o ticker JBSS3. Dessa forma, é um papel do tipo ordinárias, ou seja, que concede direito à participação em assembleias da empresa. Sempre lembrando que, embora essa participação seja um direito, grandes acionistas que são responsáveis por tomar decisões importantes. 
Além de encontrar ações JBS na Bolsa do Brasil, também é possível investir na empresa em Nova York. Na Bolsa de Valores de Nova York, a companhia negocia seus ativos em formato ADRs no mercado de balcão utilizando o ticker JBSAY. 
O que considerar antes de investir nas ações JBS?
Agora que já falamos sobre todo o contexto que envolve a JBS, tanto sua história quanto sua presença na Bolsa, agora vamos levantar alguns pontos que devem ser considerados antes de escolher ou não investir nesses papéis. 
Antes de qualquer coisa, é sempre bom lembrar que é necessário entender se esses ativos estão dentro do seu perfil de investidor e do seu planejamento. Por isso, indicamos que você conte com uma consultoria de investimentos para evitar escolhas erradas. 
Bom posicionamento de mercado
A JBS ocupa um ótimo lugar no mercado em que atua. Atualmente, é líder mundial em processamento de carne bovina, de frango e couros. Esse fato faz com que seja uma empresa com constantes resultados positivos. 
Para exemplificar, recentemente foi divulgado o balanço da empresa durante o último trimestre de 2019. O lucro líquido gerado alcançou a marca de R$ 2,4 bilhões no período, enquanto a receita líquida chegou a R$ 57,1 milhões, superando em mais de 20% o resultado da mesma data do ano de 2019. 
Resistência à crise
Uma das maiores preocupações dos acionistas e investidores eram os efeitos do novo coronavírus na atuação da JBS. No entanto, enquanto outros setores sofrem com prejuízos maiores, o setor de alimentos consegue apresentar uma certa resiliência. 
No cenário interno, temos a alimentação como atividade essencial, o que contribui para que a redução não seja demasiada. E quando olhamos para o cenário externo, os principais importadores de produtos da JBS não reduziram a demanda, como é o caso da China. 
Preocupação com o mercado norte-americano
Calcula-se que cerca de 75% do resultado da JBS venha da sua atuação no mercado norte-americano. Dessa forma, uma eventual queda desse mercado, que é prevista em decorrência da crise causada pelo novo coronavírus, afetaria significativamente os lucros da empresa. 
Entretanto, iniciativas governamentais para contribuição de renda à população, podem amenizar esse efeito e fazer que, mesmo durante a crise, a JBS consiga alcançar seus objetivos. 
Vale a pena investir nas ações JBS?
Analisando esses critérios, é possível chegar à conclusão se vale a pena comprar ações da JBS. 
Antes de finalizarmos, é necessário falar que esses ativos costumam apresentar grande volatilidade no mercado. Dessa forma, é preciso que, ao comprar, você se prepare para, eventualmente, ver os preços das ações caindo. Pelo menos foi esse o caminho traçado por esses ativos nos últimos anos. 
A JBS é uma empresa mundialmente conhecida, assim ela está constantemente presente em situações que envolvem o setor que atua, a economia e mesmo política. Por isso, esses acontecimentos impactam suas ações e causam certo alvoroço no mercado. 
Dito isso, podemos dizer que, olhando para o longo prazo, é possível dizer que há grande potencial para crescimento da empresa e valorização das suas ações. Afinal, já conta com um mercado consolidado. 
Além de tudo isso, é possível dizer também que as ações JBS são ótimas alternativas para diversificar sua carteira. Quer saber mais sobre esse processo? Baixe grátis o nosso Guia Completo sobre Consultoria de Investimentos e veja como fazer isso de um jeito simples e seguro.
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elcorreografico · 4 years
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🌎 #Cultura | #Colectividades | #Sociedad 📬 Avanza el registro del documental “#Inmigrantes en #Berisso, #MosaicoMulticultural” 💻 Se está llevando a cabo el registro de la producción audiovisual “Inmigrantes en Berisso, Mosaico Multicultural”, documental que consiste en recopilar la historia y relatos de vida de los inmigrantes que viven en la ciudad, donde marcan la identidad berissense como fenómeno sociocultural y construcción histórica.
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cchiroque · 10 months
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RECUERDO DE UN INMORTAL: Hugo Blanco (1934-1923)
ACTO PRIMERO
Imposible entrevistarlo. Esta muy mayor, pronto cumplirá 88 años y hace veinte tuvo dos accidentes cerebro-vasculares que no lo postraron de milagro, argumenta su hija María, con una cortesía casi nórdica. Cuelgo el teléfono. Recuerdo habérmelo cruzado poco antes de aquel ictus, por el año dos mil uno en la calle Ruinas del Cuzco. Le sonreí, me sonrió y levantó su sombrero con una caballerosidad andina. El mechón blanco que le sombreaba la frente, se había expandido a toda su cabeza y barba, y estaba más delgado. A los pocos días me lo volví a encontrar en El Extra de la calle Espaderos, que por entonces era el café de los ajedrecistas Cuzqueños. Se sentó en la mesa de a lado, pidió un mate de coca y tropezó con mi mirada. Hola, me dijo, yo creo que te conozco, pero no sé de dónde. Fue hace mucho tiempo y ya no importa, señalé con ironía. Tu cara me parece conocida, añadió como si intentara remover el polvo del olvido. Juguemos una partidita, propuso. Unas chispas se encendieron en sus pupilas mientras pedía al dependiente que nos acercara un tablero y unas fichas incásicas. Pero soy malo en el ajedrez, añadí al tiempo que me concedió las piezas blancas. Eso lo comprobaremos sobre los escaques, sentenció. Hace años que no juego. Casi sin pensar saqué el peón de mi reina y lo adelanté dos casillas. Él respondió con el movimiento del peón de su rey, pero me sorprendió que solo lo avanzara un escaque.
A decir verdad, yo estaba en otra cosa. Trataba de recordar la trayectoria del hombre que tenía al frente, las viejas conversaciones que había mantenido con él, la vez que lo entrevisté en el Congreso cuando era un diputado díscolo y rebelde:
Me fui a la Argentina en plena dictadura de Odría con la idea de ser agrónomo, ya que por entonces el Cuzco estaba más cerca de Buenos Aires que de Lima, y me inscribí en la universidad de La Plata. La verdad es que me sentía un poco solo y comencé a ir a las reuniones del Centro de Estudiantes Peruanos donde me encontré con otros descosidos como yo. Creo que fue Carlos Owen el que me conectó con un pequeño partido llamado POR que tenía como principal dirigente a Hugo Bressano, más conocido como Nahuel Moreno. Debo decir que más parecía un intelectual que un hombre de pueblo, aunque tenía cierto aire legendario: había mantenido viva la llama de León Trotski desde los años cuarenta.
Por entonces se hablaba mucho de la dictadura del proletariado, pero casi todos los militantes del POR provenían de la clase media. Hay que ir en pos del movimiento obrero, exclamó Nahuel con énfasis en aquella primera reunión a la que me invitaron: ¡A las fábricas, para acabar con el fatal verbalismo de la pequeña burguesía! Así que decidimos convertirnos en obreros y hacer entrismo en el peronismo, sumergirnos en sus organizaciones de base, ganarnos a sus dirigencias intermedias. No había otra manera de actuar porque por entonces el vertical partido de Perón, tenía el monopolio de los sindicatos. Así, que de la noche a la mañana me vi trabajando en los frigoríficos Armour y Swift de Berisso.
Se han alzado los militares, oímos por radio Splendid. Inmediatamente hicimos una asamblea y el grito fue unánime: Vamos a defender a Perón. Fuimos de los primeros en llegar a Plaza de Mayo, a pie, en tren, en camiones, y allí estábamos cuando la fuerza aérea comenzó a bombardearnos. Corrimos. Conté más de cien cadáveres regados en las calles, los gritos de los heridos se ahogaban por el ruido de los proyectiles que caían de los cielos. Los peronistas enfurecidos y con sed de venganza, asaltaron las armerías, iglesias, lanzaron molotov contra los periódicos golpistas y hasta le prendieron fuego al arzobispado. Conjuramos la intentona, pero los militares argentinos aprendieron la lección. El siguiente golpe, en septiembre del mismo año, no se inició en Buenos Aires sino en Córdoba, en el interior del país. Perón entonces dijo por la misma radio Splendid: “la obligación de los obreros es ir a trabajar, no como esos comunistas que meses atrás quemaron templos y tomaron las armas”. Nos decepcionó a todos. A los minutos el presidente dimitió y huyó del país sin dar combate.
A continuación, trasladé mi peón de la reina dos posiciones mientras él movió el caballo de su rey. Me tocaba nuevamente e hice una jugada casi simétrica.
A principios de 1958 Nahuel Moreno me pidió que retornara para integrarme al POR peruano , que tenía sus raíces en el GOM, el primer grupo trotskista fundado allá por el lejano 1943. Cómo son las casualidades, justo cuando entré a laburar a una fábrica de fideos y me disponía a organizar mi primer sindicato, Pedro Candela me pasó la voz de que en el Parque Universitario había una protesta estudiantil. Es contra la visita de Nixon a San Marcos, me advirtió. Cuando llegamos la movilización ya se estaba saliendo de madre. Unas diez mil personas lo esperaban en los alrededores y ni bien avistamos el descapotable blanco del vicepresidente yanqui una lluvia de piedras y huevos inundó el cielo. Nixon insistió en recorrer a pie la distancia que lo separaba de la puerta de Letras, pero los estudiantes se plantaron y alguno le arrojó un escupitajo. Creo que el autor del suculento pollo fue Alfonso Barrantes, ríe. En ese momento el servicio secreto protegió y se lo llevaron chutando. Finalmente se refugió en el hotel Bolívar donde se alojaba, pero la noticia ya había saltado por el mundo. La imagen del gobierno de Prado había quedado por los suelos. Estas son maniobras del comunismo internacional, gritó en sus titulares Pedro Beltrán desde La Prensa, poco antes de que se desatase una feroz cacería, por lo que debí correr a esconderme.
Mi fotografía circulaba en los periódicos y ya estaba fichado por la dirección de gobierno como uno de los agitadores de la protesta, así que no se me ocurrió mejor idea que venirme al Cuzco. Aquí en mi tierra natal no perdí mi tiempo. Ayudé a organizarse a los canillitas y al tiempo me eligieron delegado ante la Federación de Trabajadores del Cuzco. Allí no me miraban bien porque habían averiguado que yo era trotskista y debemos recordar que la capital de los incas era el coto privado del Partido Comunista. Me acusaban de ser divisionista de la unidad obrera y cuando el director del periódico El Sol me hizo detener en la comisaría, la Federación dirigida por Emiliano Huamantica no movió un dedo. Tuve que hacer mi primera huelga de hambre para que me soltaran, y no sería la última.
El precoz enroque corto de mi oponente me desconcertó. Mejoró notablemente su posición y por arte de magia pasó a la ofensiva con las negras. ¿Qué has hecho? pregunté maravillado. Una defensa Nimzo-quechua, dijo parpadeando los ojos con malicia. ¿La defensa Nimzo-india, dirás? Claro, esa misma, pero estamos en el Cuzco, señaló con una sonrisa insistente. Lleva ese nombre en honor del maestro ruso Aron Nimzowitsch que la practicó allá por 1920, y desde entonces la han usado muchos. Hasta Bobby Fischer frente a Spassky durante el campeonato del siglo.
En el calabozo me encontré con un dirigente de Chaupimayo, al que conocía de vista, llamado Andrés Gonzáles. Ni hagas tanta huelga que a ti te van a soltar pronto porque no hay orden de juez, nosotros si estamos jodidos, me dijo en quechua. Efectivamente me liberaron a las pocas horas y antes de recoger un par de libros, mi ajedrez y mi poncho, le dije que me gustaría ayudarlo en Chaupimayo. Consultó con los otros dirigentes presos y agradeció mi gesto: Anda a la hacienda Santa Rosa y habla con mi gente que puede asustarse y retroceder, pues ese hacendado es bien salvaje.
No lo pensé mucho, puse una pocas pertenencias y una máquina de escribir en una bolsa de mercado y me tomé el tren a Quillabamba. En la estación de Chaullay me esperaba un campesino con una cabalgadura, que me condujo por unas endiabladas trochas en medio del monte. Cómo es el destino ¿no? Caí en la boca del lobo, más precisamente en la hacienda Santa Rosa, de Alfredo Romainville, famoso por su corpulencia y su trato despótico y feroz.
Lo primero que hice fue ponerme a estudiar la situación. Chaupimayo estaba en una zona casi inaccesible y el valle de La Convención era un caso peculiar. Aprovechando una ley que promovía los “denuncios de tierras de montaña”, los hacendados cuzqueños se hicieron de enormes extensiones que ancestralmente pertenecieron a piros y machiguengas. Pero como los nativos se adentraron en el bosque, desde los años treinta optaron por traer comuneros de las zonas altas con el sistema de enganche. Lo curioso es que dentro de su mentalidad medieval, no los asalariaron sino les “arrendaron” parcelas de dos o tres hectáreas, a cambio de trabajo gratuito o parte de la cosecha. De allí el nombre de arrendires. El resultado final fue que se reprodujeron las mismas relaciones feudales que se mantenían en los fundos de altura.
Solo en la provincia de La Convención había 140 haciendas, y en la de Paucartambo 169. La casta colonial encarnada por los La Torre, los Yábar, los Garmendia y los Romainville controlaba el 80 por ciento de las tierras cultivables del Cuzco, y sus propiedades no sólo eran desmesuradas sino sumamente improductivas. Habían concentrado la propiedad a través de la fuerza y la tinterillada, solo para resucitar el medievo.
Como ejemplo, las propiedades de los Romainville iban desde el río Vilcanota hasta el Apurímac, una superficie parecida a la extensión de toda Bélgica. Solamente Huadquiña tenía 140 mil hectáreas, y otro tanto Maranura, Santa Rosa y Chaullay, sin contar los fundos de la familia cerca del Cuzco como Angostura, y algunas propiedades más en la pampa de Anta.
Congeniamos rápido con los arrendires de Chaupimayo y hasta parcela me dieron. Me había convertido en allegado, y tenía un cafetal y un cocal ya productivos para trabajar, pero cada vez que tomaba mi corvo o mi lampa me decían: Anda nomás a escribir en la máquina tus documentos. Al final me la pasaba cuidando las chacras del puma y el majaz, con la máquina remington entre las piernas y redactando oficios o reclamaciones. Yo tenía dos ventajas, pues. Era letrado y hablaba bien el quechua. Lo había bebido de la teta materna en Huanoquite, un pueblo de Paruro donde me crie, y eso hacía que confiaran más en mí.
Vamos a organizarnos bien en sindicato, es la única forma de tener fuerza y liberar a los dirigentes presos, y haremos nuestro pliego de reclamos, dije en quechua en asamblea. Días después nos reunimos en secreto, lejos de la mirada del patrón y dijimos: Primero, hay que exigir precios justos para nuestro café. También hay que erradicar el trabajo gratuito, y el pongaje, intervino otro campesino. El Romainville no me deja tiempo para mi chacra, quiere que trabaje veinte días en sus campos, señaló un hombre esquelético masticando su coca. Además, nos impone precio de su capricho, añadió. Nuestros hijos se nos mueren, dijo una mujer. Ni postas, ni botiquines tenemos. Nos trata con palo, nos azota cuando no le gusta lo que hacemos, dijo un anciano.
Poco a poco nos fuimos organizando, vinieron más y más lugareños, así andrajosos, vestidos de harapos, humillados durante siglos. Los afiliados crecían como la espuma del río Urubamba, pero al regresar de un viaje a Lima caí nuevamente preso. Me había denunciado el tal Alfredo Romainville, y yo creí que era el fin de nuestra lucha. Así andaba meditabundo cuando me enteré que mismo día los campesinos de La Convención realizaron su primer paro, y sencillamente dejaron de aporcar las tierras del patrón. Mi carcelería se alargó dos meses, y tuve que recurrir otra vez a la huelga de hambre. Sería la segunda de mis inaniciones revolucionarias, ironiza.
Como Romainville no nos reconocía vino la huelga campesina. Los arrendires ya no íbamos a trabajar a las tierras del hacendado, y nos dedicábamos a nuestras propias chacras de ladera, donde el café y los cocales crecían mejor. La consecuencia fue que la mala hierba estropeaba los cultivos del hacendado, mientras nuestras economías florecían. Esta huelga era en la práctica una toma de tierras, una reforma agraria desde abajo, y esto lo entendimos desde el principio. Mas duraba la huelga, más se jodía el patrón.
Éramos un mal ejemplo. Los arrendires de las otras haciendas se comenzaron a pasar la voz: Hay que hacer como en Chaupimayo ¡Tierra o Muerte! Bajo un cobertizo de ramas y palmas, fueron llegando los delegados, los del sindicato de Masapata y Chancamayo siguieron nuestros pasos, y los de Maranura también. Al principio fuimos ocho sindicatos, luego se multiplicaron, veinte, treinta, al final pasaron de cincuenta. Necesitamos federación ahora, proclamaron todos.
Sólo muertos nos sacarán, gritábamos ante los policías de asalto que venían a resguardar las haciendas, pero más asustados estaban los patrones, antes señores de horca y cuchillo. Ya ni podían acudir a sus propias tierras. Hubo incluso casos curiosos. El hacendado de Paltaybamba viendo a las huestes campesinas desde el balcón de su desvencijado palacete, solo atinó a decir: “Me voy, me voy, la tierra es de ustedes. Solo quiero que me guarden en una habitación mis recuerdos familiares”. Los arrendires atrincherados accedieron. El hacendado se retiró acompañado de una banda de músicos, entre cohetes, cánticos y bailes.
De allí mi contrincante me obligó a cambiar su alfil por el caballo que defendía mi rey y me dobló los peones. En ocho jugadas había logrado conquistar el centro del tablero y tener el dominio absoluto del medio juego.
En enero de 1961 fundamos la Federación con casi 150 sindicatos afiliados, y me designaron secretario general. Los comunistas comenzaban a respetarme, aclara. Para el primero de mayo convocamos un mitin y el Cuzco de los gamonales tembló: Miles de labriegos con machetes en mano y portando antorchas ocuparon la ciudad y el 26 de julio se volvió a repetir el mismo escenario. El gobierno de Manuel Prado presionado por las circunstancias se vio obligado a abolir el trabajo gratuito, instaurar el salario mínimo, y cortar los juicios de desahucio contra sus arrendires. Pero ya era muy tarde. Miles de banderas peruanas bajaban de los cerros, izadas en largas cañas, y los ejércitos de huacchas que solo llevaban picos y azadas, ocuparon las haciendas fuera de los linderos del valle.
Paralelamente, un grupo de militantes del POR argentino de Nahuel Moreno llegó al Cuzco con la idea de apoyar al FIR, pues éramos partidos hermanos. Al frente de estos militantes gauchos estaba Daniel Pereyra, quien inconsultamente, y sin el aval de su jefe, planteó una estrategia de acciones armadas con el presunto objetivo de recaudar fondos para las luchas revolucionarias. De haberlo sabido yo me hubiera opuesto desde el principio, porque podía desencadenar una represión indiscriminada contra el movimiento de La Convención, pero ellos siguieron adelante. En diciembre de 1961 un comando asaltó el Banco Popular de Magdalena y en abril del año siguiente el mismo grupo tomó la sucursal del Banco de Crédito de Miraflores y obtuvo un millonario botín. Casi dos millones y medio de soles de la época, unos 100 mil dólares de los cuales no vimos un centavo. El comando fue capturado rápidamente y Pereyra detenido, junto con otros militantes, entre ellos el poeta y fundador del GOM, Leoncio Bueno y algunos estudiantes de la Universidad de Ingeniería. Errores de planeamiento, la impericia, y el azar complotaron contra ellos. De aquella aventura solo logró evadirse Pedro Candela, que llegó a Chaupimayo, flaco, hambriento y sin un chico en el bolsillo. Eran épocas difíciles, los terratenientes nos tenían amenazados con la policía, me había quedado aislado como consecuencia del funesto atraco a los bancos. Lo único que cabía era defenderse y esperar mejores tiempos, no quedaba de otra. Yo le estaba dando vueltas a unas brigadas de autodefensa y Candela vino en mi auxilio. Él además de obrero textil había sido militar y era diestro en el manejo de armas, de lo cual yo no tenía ni idea. Brigada Remigio Huamán se llamará, en honor de un compañero caído, propuso Andrés González. Todos asentimos.
La oligarquía retrocedió como un tigre herido, y llamó a sus mastines. Vino el golpe de 1962 y los militares optaron por el camino de dar palo y zanahoria. Se desató una feroz cacería policial contra nosotros los dirigentes, se extendió la presencia de oficiales de inteligencia entrenados por la CIA, y se promulgó una limitada ley de reforma agraria circunscrita a las haciendas del valle, que pretendía que los campesinos pagaran las tierras a los hacendados.
A finales de 1962 llegó a Chaupimayo Luis de la Puente Uceda para proponerme la lucha armada y la unidad de la izquierda. El jefe del Apra Rebelde, recientemente reconvertido en MIR, me habló de replicar la experiencia de la Sierra Maestra en el valle de la Convención y que para ello contaba con el apoyo de Cuba, de Vietnam y de China. Grandilocuente como era, lo tomé con cierto recelo, y al final no nos entendimos. No es que yo estuviera en desacuerdo, sino que consideraba más urgente robustecer el movimiento campesino, que estaba siendo golpeado por el nuevo gobierno. Ya habrá tiempo para la guerra, le dije, ¿Cómo puedo imponerle a un campesino que recién tiene la tierra, tomada con sus propias manos, que lo deje todo, y que se vaya a una guerra que no comprende? La conciencia demora en fermentar. No se puede pasar por sobre el movimiento de masas y quemar etapas, sustenté. Él me dijo que una gran ola revolucionaria nos esperaba tras el triunfo de la revolución cubana.
Yo creo que la realidad transitaba por otro lado mientras los teóricos de la revolución alimentaban esquemas que solo se alojaban en sus cabezas. Nuestra lucha era por la tierra, no por la revolución y por eso el campesinado nos apoyaba. Nuestro ejemplo había cundido. El movimiento ya no era solamente del valle de La Convención. Las tomas de tierras se sucedían también en las partes altas del Cuzco y el eco de nuestras movilizaciones llegaba desde Puno hasta Pasco. El movimiento cobraba prestigio, pronto comenzaron a llegar periodistas y se volvió noticia. Todavía recuerdo mi emoción cuando el 16 de diciembre de 1962 logramos reunir en la pequeña ciudad de Quillabamba a 15 mil campesinos, dispuestos a defender su tierra con las uñas, mientras la prensa limeña, de espaldas a la realidad, alertaba de guerrillas en el Cuzco.
Ya estaba fulminado. Solo me quedo darle un tincote a mi hidalgo rey blanco. ¿Otra? No hermano, sabes demasiado para mi nivel. Mejor háblame de ti, de tu vida. ¿Cómo comenzó todo? ¿Qué has hecho para estar en tantos lugares al mismo tiempo, justo allí donde estaba la convulsión? Yo no hice nada, allí me puso la historia y el azar. La vida es como el ajedrez, hermano. Algunas aperturas se predicen, pero uno nunca sabe cómo terminará la partida. Debo reconocer que me gusta jugar con las negras y he tenido que aprender a defenderme. He estado demasiadas veces al borde del jaque mate pero todavía me hallo aquí. Primero fue en Plaza de Mayo cuando una tempestad de fuego caía de los aviones sobre la multitud. Más tarde en La Convención, cuando todo un ejército me perseguía. Luego vino el juicio. Tengo que reconocer que cuando el fiscal del Consejo Militar pidió la pena de muerte, un poco que me derrumbé. Una serie de pensamientos se me agolparon en la cabeza: mi hija, mis amigos, el resplandor de un amanecer en Chaupimayo, un cafecito con una novela de Agatha Christie entre los dedos. Yo frente al pelotón de fusilamiento, revisando mi miedo y mi valentía. Felizmente esa tarde se me presentó en el locutorio de la cárcel de Tacna el doctor Alfredo Battilana, mi abogado, hombre trejo en la defensa de los presos políticos. No se atreverán a fusilarte, me dijo. Si te matan te convertirías en un mito y si no te matan también. Están jodidos. Ambos nos echamos a reír de su humor cáustico. Mas bien pretenderán que te pudras en la cárcel, añadió, pero haremos una campaña internacional. Ya le informé de tu situación jurídica a Nahuel Moreno. No claudiques, nada más.
Battilana me devolvió a la vida, me sacó de mis oscuros presentimientos y pronto me enteré que todos los días llegaban a Palacio de Gobierno una montaña de telegramas. Bertrand Russell, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, mi admirado Isaac Deutscher, y decenas de personalidades que yo ni conocía, pedían mi libertad y la de mis compañeros campesinos. Cientos de sindicatos y organizaciones populares acusaban al régimen peruano de sanguinario e inhumano, y exigían la anulación de ese juicio espurio. El drama de los campesinos de La Convención y Lares había dado la vuelta al mundo. De solo eso me vanaglorio.
Tras siete años de carcelería salí al exilio y aparecí de nuevo en la Argentina en 1972, justo cuando ocurrió la bárbara masacre del penal militar de Trelew. En represalia por la huida de los principales dirigentes de Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores, nueva nomenclatura del POR, los marinos asesinaron a 16 reclusos y dejaron heridos a otros tantos. Huí, me dijo Nahuel Moreno apenas nos enteramos de la noticia. Si te atrapan te matan en el acto, porque vos sos extranjero, che. Opté por asilarme en la embajada chilena y ya en Santiago en pleno gobierno de la Unidad Popular viví el tanquetazo y el golpe definitivo contra Allende. Yo por entonces hacía política en los cordones industriales de Santiago, criticando cómo se confiaba en la observancia democrática de las FFAA. Ay que armarse decía, los milicos nos van a hacer chichirimico, weón, pero la Unidad Popular seguía confiando en los generales constitucionalistas.
El 11 de setiembre me salvé con las justas. Ya conocíamos las noticias del Estadio Nacional y logré llegar a la embajada sueca en el maletero del carro de un amigo. Allí fui recibido por el embajador Harald Edelstram que me afeitó la barba, me calzó un terno azul y una gafas, y me dio un pasaporte a nombre de Hans Blum, ministro consejero de la legación. No tengo seguridad de poder llegar a Pudahuel, Pinochet es capaz de dispararnos, me advirtió.
Al día siguiente partimos en el carro de Edelstram hacia la embajada de México, en donde nos sumaríamos una larga caravana de vehículos. Diplomáticos de cinco países nos escoltaron para finalmente depositarnos en un avión del gobierno azteca. Pinochet no se atrevió a tanto. Cinco años más tarde y siendo candidato a la Asamblea Constituyente, fui deportado en un Hércules por el dictador Morales Bermúdez junto a una docena de izquierdistas peruanos. Esa historia la conoces. Terminamos en Jujuy en una base contrasubversiva de la dictadura de Videla y otro milagro giro del destino me salvó. Se generó tal despelote internacional que finalmente pude viajar a Suecia y luego al Perú como constituyente electo, con una inesperada votación que nunca imaginé. El tiempo corre rápido, carijo, como ráfaga. Parece que fue ayer… Como verás, soy un gato montés de muchas vidas.
Las luces del Cuzco se desperezan y en medio de una plúmbea neblina nos despedimos.
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ENGLISH
JBS, which owns the Friboi, Seara and Swift brands, is the world's largest meat producer. Itmust commit to immediately stop purchasing cattle from deforesters, criminals who are already part of its supply chain in 2021. The whole world has been following the decline in environmental protection and the advance of deforestation in the Amazon in the last two years. In 2020, 1,385,300 hectares of forest were cut down in Brazil (24 trees per second), and 99.4% of deforestation in the Amazon was in protected areas and linked to increased livestock farming in the region. JBS ignores its responsibility, and in its "net zero" plan it has the gall to promise that it will only engage with suppliers that deforest in the Amazon until 2025. (3 more years!) In other biomes of the country, it says it has the objective of ending the purchase of cattle linked to deforestation in 2030, and says it intends to reach zero deforestation in its global supply chain by 2035! In other words, the company’s “net zero” plan allows  it to deforest for another 14 years. How can this be? These promises are already being questioned internationally, as in the report "The Big Con: How Big Polluters are advancing a “net zero” climate agenda to delay, deceive, and deny." 
Last year, the British magazine The Economist dedicated two pages of its June 11 issue to exposing the Brazilian agribusiness and its shameful link to deforestation in the Amazon and the Cerrado. The magazine brought to light data from TRASE (https://trase.earth/), a European initiative that promotes transparency and exposes illegal activity in supply chains, to show that producing Brazilian beef leads to 6 times more deforestation than soy. Every year criminal ranchers cut down around 600 soccer fields of native forest to turn it into pasture. Also last year, an article in The Guardian newspaper exposed cattle raised in an embargoed area that the company was acquiring. In 2017, Operation Weak Meat had already discovered dozens of meat processing plants and farms selling cattle raised in deforested areas to JBS. 
 Learn more: "The Big Con" report: https://bit.ly/35ZxDdz "A study names firms that buy products from areas with deforestation" - The Economist: https://econ.st/2Y77F4T  "JBS continues to buy cattle from deforesters in the Amazon even after a fine of R$25 million" - Repórter Brasil: https://bit.ly/3xaQMoW  "JBS buys cattle from an illegally deforested area and receives a fine of R$24 million" - UOL: https://bit.ly/361r0HQ
ESPAÑOL
JBS, que posee las marcas Friboi, Seara y Swift, es el mayor productor de carne del mundo y debe comprometerse a poner fin de inmediato a la compra de ganado triangulado por parte de los deforestadores, dejando de comprar a los delincuentes que ya forman parte de su cadena de suministro en 2021. El mundo entero ha seguido el retroceso de la protección ambiental y el avance de la deforestación en la Amazonía en los últimos dos años. En 2020, se talaron 1.385.300 hectáreas de bosque en Brasil (24 árboles por segundo) y el 99,4% de la deforestación en la Amazonía fue en áreas protegidas y vinculada al avance de la ganadería en la región. JBS ignora su responsabilidad y en su plan "cero neto" tiene el descaro de prometer que solo se involucrará con proveedores que deforesten en la Amazonía hasta el 2025 (¡3 años más!), en otros biomas del país dice tener el objetivo de poner fin a la compra de ganado vinculado a la deforestación en 2030 y dice que tiene la intención de cero deforestación en su cadena de suministro global en 2035!. En otras palabras, la empresa cuenta con un plan de responsabilidad ambiental que le da el "plazo" para deforestar por otros 14 años. ¿Cómo puede ser? En poco tiempo, sus promesas ya están siendo cuestionadas internacionalmente, como en el informe "La gran estafa: cómo los grandes contaminadores están impulsando una agenda climática 'Cero Neto' para retrasar, engañar y negar". 
 El año pasado, la revista británica The Economist dedicó dos páginas de su edición del 11 de junio a exponer a la agroindustria brasileña y su vergonzoso vínculo con la deforestación en la Amazonía y en el Cerrado. La revista inglesa sacó a la luz datos de la plataforma europea TRASE (https://trase.earth/), un instituto que promueve la transparencia y señala acciones delictivas en las cadenas productivas, para mostrar que la carne de res brasileña provoca 6 veces más deforestación que la soja. Cada año, los ganaderos criminales talan alrededor de 600 canchas de fútbol de bosque nativo para convertirlo en pasto. También el año pasado, un artículo en el periódico The Guardian puso al descubierto ganado criado en un área embargada que la empresa estaba adquiriendo. En 2017, la operación CARNE DEBIL ya había descubierto decenas de frigoríficos y granjas que vendían ganado criado en áreas deforestadas a JBS. 
Conozca más: 
Informe "La gran estafa": https://bit.ly/3gMtrV6 "Un estudio nombra empresas que compran productos de áreas con deforestación" - The Economist, 11/06/2020: https://econ.st/2Y77F4T 
 "JBS sigue comprando ganado a los deforestadores del Amazonas incluso después de una multa de 25 millones de reales" - Repórter Brasil: https://bit.ly/3xaQMoW 
 "JBS compra ganado de un área deforestada ilegalmente y recibe una multa de R $ 24 millones" - UOL: https://bit.ly/361r0HQ
PORTUGUÊS
A JBS, dona das marcas Friboi, Seara e Swift, é a maior produtora de carne do mundo e deveria ter o compromisso de encerrar imediatamente a compra de gado triangulado por desmatadores, parando de comprar de criminosos que fazem parte de sua cadeia de fornecimento já em 2021. Afinal, o mundo todo tem acompanhado o retrocesso da proteção ambiental e avanço do desmatamento no Amazônia nos últimos dois anos. Em 2020, foram derrubados 1.385.300 hectares de floresta no Brasil (24 árvores por segundo) e 99,4% do desmatamento na Amazônia foi em áreas protegidas e ligadas ao avanço da pecuária na região. A JBS ignora sua responsabilidade e em seu plano "net zero" tem a cara de pau de prometer que só vai estar envolvida com fornecedores que desmatam na Amazônia até 2025 (mais 3 anos!), nos outros biomas do país diz que tem a meta de encerrar a compra de gado ligado ao desmatamento em 2030 e diz que pretende zerar o desmatamento de sua cadeia de fornecimento global em 2035! Ou seja, a empresa alardeia um plano de responsabilidade ambiental que lhe dá o "prazo" para desmatar por mais 14 anos! Como assim? Sem demora, suas promessas já estão sendo questionadas internacionalmente, como no relatório "A Grande Trapaça: Como grandes poluidores estão promovendo uma agenda climática 'net zero' para atrasar, enganar e negar”. 
 No ano passado, a revista inglesa The Economist dedicou duas páginas da edição de 11 de junho para falar mal do agronegócio brasileiro e sua vergonhosa ligação com o desmatamento na Amazônia e no Cerrado. A revista inglesa trouxe à tona dados da plataforma europeia TRASE (https://trase.earth/), instituto que promove transparência e sinaliza ações criminosas de cadeias produtivas, para mostrar que a carne bovina brasileira causa 6 vezes mais desmatamento que a soja. Todos os anos, criadores criminosos de gado derrubam cerca de 600 campos de futebol de floresta nativa para transformá-la em pasto. Também no ano passado, reportagem do jornal The Guardian flagrou gado criado em área embargada sendo adquirido pela empresa. Em 2017, a operação CARNE FRACA, já tinha deflagrado dezenas de frigoríficos e fazendas que vendiam gado criados em áreas desmatadas para a JBS. 
 Saiba mais: 
Relatório "A Grande Trapaça": https://bit.ly/3gMtrV6 "A study names firms that buy products from areas with deforestation" - The Economist, 11/06/2020: https://econ.st/2Y77F4T 
 "JBS mantém compra de gado de desmatadores da Amazônia mesmo após multa de R$ 25 milhões"- Repórter Brasil: https://bit.ly/3xaQMoW 
 "JBS compra gado de área desmatada ilegalmente e leva multa de R$ 24 milhões" - UOL: https://bit.ly/361r0HQ
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fmironpop · 4 years
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Hasta su expropiación en 1949, en este predio funcionaba el «Swift Golf Club», propiedad del frigorífico Compañía Swift de La Plata, radicado desde principios del Siglo XX en Berisso.
En 1949, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Cnel. Domingo Mercante, genera el proyecto de la «República de los Niños», La obra quedó a cargo del Instituto Inversor de la Provincia de Buenos Aires, creada por el propio Mercante, con fondos del Instituto de Previsión Social Bonaerense. La construcción comenzó en 1949, con el objetivo de realizarse en tiempo récord, para lo cual, los 1.600 obreros se alojaban en barracas dentro del predio. Luego de dos años de arduo trabajo, fue inaugurada el 26 de noviembre de 1951, encabezada por el entonces presidente Juan Domingo Perón.[6]​
Considerado el mayor emprendimiento infantil de Latinoamérica y primer parque temático de América, la República de los Niños fue fundada con un doble propósito: el de esparcimiento creativo en un mundo de sueños y cuentos ligados a la infancia y el de aprender a ejercer los derechos y obligaciones que en todo país democrático poseen los ciudadanos.[7]
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cazadora-libros · 4 years
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Pellegrini y Corrientes ; la Terminal de ómnibus ; frigorífico Swift ; Perón ; Evita ; el intendente Carballo ; los carnavales en el Parque Independencia, entre muchas otras... Joaquín Chiavazza y Blas Persia fotógrafos Los años de La Tribuna 1950-1964 Editorial Municipal de Rosario, 2011 240 páginas https://tinyurl.com/chiavazza2011
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