Y en ocasiones me quedo mirándolos, con esa sensación de estar observando mi propia vida. Cada uno representa un momento en particular, ciclos, el ritual de comenzar y terminar una etapa tras otra. Dentro, cada uno sigue un orden, o caos según quien lo mire... escritos, ideas, experiencias, ilusiones, mis momentos mas sinceros, mis locuras, mis aciertos, mis errores.. poniendo mi alma y mi corazón.. convirtiendolo en un laboratorio organizado en cápsulas de tiempo. Tú sabes el sentimiento al ver tinta corrida por lágrimas? Eso lo pueden recrear las máquinas? Cada uno es único, guardando un encanto diferente. Algunos con toque académico, otros tan íntimos que solo puedo abrirlos en momentos determinados, cada x años. Casi todos tienen números. Números de teléfono sin nombre. Al día de hoy todavia me pregunto por qué hago esas cosas. Un día tendría que ponerme a llamar a todos esos numeros... que va, no creo que lo haga, aunque lo pienso, de quien será este número?, cuándo lo apunté?..Siempre llevando uno encima para que esas ideas no se me pierdan por el camino. Esa labor terapeutica, también de autentico fetichismo, de sentir el cuaderno, el tacto y sonido de las hojas, unas mas brillantes y suaves, otras mate y de tacto rugoso, ese olor, mientras materializas aquello que se crea dentro... siento especial placer en el ritual de escribir, ese momento íntimo e introspectivo, apartandome de ese mundo de ritmo frenético, introduciendome en mi atmósfera, en mi dialogo interno... escribir a mano se ha convertido en un ritual arcaico, alejado de los mensajes urgentes y el entretenimiento instantáneo de las redes sociales, ayudandome a canalizar mi mundo interno y permitiendome entender mejor la propia vida.