Nana
Conmemoro mi arraigo a tu presencia
aún tú con hambre de vida
y es curioso que la Muerte no siempre
sea quien imponga la ausencia,
me di por satisfecho con un Tiempo
que no daba señas de retroceso,
arrastrada nunca más por dos bueyes cansados,
la memoria es un suceder de
saltos vertiginosos, donde nunca se sabrá
si detrás de uno
habrá otro.
Analizo las señas del Tiempo, bien con
mala Fortuna o bien con poca certeza:
aún no diferencio el lenguaje del presente
con el de un recuerdo. Las sílabas sometidas
por cada verso no ajustician el valor de
nuestro Tiempo: viniste tú como yo lo hice,
con un nombre como lo hicieron cientos.
Un llanto ofrecimos al venir, quien dirá
si otro vendrá otro antes del largo sueño;
aunque Tiempo lleves no distinguiendo
un sueño de un suceso, ni a un desconocido
de un nieto, te recuerdo
que me llamo por el mismo nombre,
aunque venzan ya los delirios sobre cualquier
esfuerzo.
Sé que esas manos que anhela el preso,
que quebrarían las fauces de la celda,
no tienen fuerza si lo comparas con quien
se aferra a los resquicios de
lo que permanece aún cierto
y tú, anfitriona de tradición,
con el cariño generacional del buen hacer,
ofreces alimento al intruso juvenil que llevas dentro
que arbitrariamente desdibuja a quién dijo
tu nombre, que tuerce el calor de cualquier gesto,
que emborrona la voz que un día
concebiste emanar de tu cuerpo.
No preguntes por el lugar
ni por un día concreto,
me temo que desconocemos todos la respuesta:
quien te escucha porque anhela perder
la noción del Tiempo;
tú, porque estás aprendiendo a contar
con los dedos de nuevo.
Debe ser que el Tiempo
a veces tiene voluntad de retroceso.
Con suerte dirás mi nombre
cuando diga yo el tuyo primero
y podremos fingir con burla
que lo que se nos ha robado
nos ha sido fugazmente devuelto,
aunque sea un amago,
aunque sea un momento.
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