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auntkagura · 3 years
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Fragmento de Dos Veces Junio.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀I El cuaderno de notas estaba abierto, en medio de la mesa. Había una sola frase escrita en esas dos páginas que quedaban a la vista. Decía: “¿A partir de qué edad se puede empesar a torturar a un niño?”.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀III
Descubrí que, al lado del cuaderno de notas, estaba la birome con la que esa nota había sido escrita. Una birome rota en el extremo, evidentemente porque alguien descargaba sus nervios mordiendo el plástico ingrato. Tomé esa birome, tratando de no tocar la parte rota: tal vez estuviera húmeda todavía. Mi pulso por entonces ya era bueno. Era capaz de enhebrar un hilo hasta en las agujas más pequeñas. Por eso pude agregar el trazo faltante a la letra ese, y que no se notara que había habido una corrección posterior. Desde siempre parecía haber sido una zeta, tal la gracia de la colita que yo adosé en la parte de abajo de la letra. Ahora la ese era una zeta, como corresponde.
Pocas cosas me contrarían tanto como las faltas de ortografía.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀VII
Tal vez yo había obrado mal, y por eso me sentía observado. Era la impresión que me daba el sentimiento de culpa. Cuando uno obra mal se siente mirado, no importa cuán solo se encuentre. Y yo acaso había obrado mal. La nota del cuaderno podía haberla escrito Torres, el sargento, o en todo caso Leiva, el cabo, que era lo que en verdad yo presentía, porque lo veía menos instruido y con menos luces. De cualquier modo, yo no tenía ningún derecho a corregir a un superior, fuese quien fuese, ni tampoco a otro soldado, porque yo no valía más que ese otro soldado, incluso cuando la razón estuviese de mi parte. Yo podía saber bien las reglas ortográficas, y el que había escrito la nota podía ignorarlas. De hecho, en una frase tan breve, en una frase tan simple, había cometido un error de consideración. Pero eso no me daba derecho a corregirlo, ni tenía por eso que sentirme superior, porque yo en ese lugar no era un superior, era un subordinado.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀I
En eso se abrió la puerta y entró el sargento Torres. Sin dar las buenas tardes, me preguntó si había alguna novedad. Le dije: “Sí, mi sargento”, y le señalé el cuaderno abierto en medio de la mesa. Mientras se sacaba el abrigo y lo colgaba del respaldo de la silla, el sargento Torres me preguntó de qué se trataba la comunicación. Le respondí que no sabía, porque no era yo quien la había recibido. Entonces él se acercó y, todavía de pie, apoyando las dos manos a los costados del cuaderno, leyó lo que estaba anotado. El sargento Torres era una de esas personas que no leen silenciosamente. Era una de esas personas que, cuando leen, incluso estando solas, murmuran lo que están leyendo, y esta vez permitió que yo lo oyera. Luego se quedó pensativo. Dio la vuelta en torno a la mesa y se sentó enfrente de mí. Después de un rato me dijo: “¿Usted qué piensa, soldado?”. “Qué pienso de qué, mi sargento”, dije yo. “Para usted, soldado”, dijo el sargento, “¿a partir de qué edad se puede comenzar a proceder con un niño?”. “Desconozco, mi sargento”, dije yo. “Ya sé que desconoce, soldado, pero yo le pregunto qué piensa”. Dejé pasar un instante y le propuse: “A partir del momento en que la Patria lo requiera”. Fue una respuesta acaso demasiado genérica; pero, a mi modo de ver, dejó conforme al sargento Torres.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀III
“Sin embargo”, reflexionó el sargento Torres, “habría que empezar con chicos que ya sepan hablar. Antes de que sepan hablar, sería un esfuerzo inútil”. Razonó que de un chico que todavía no habla no se puede obtener nada. Por mucho que se insista, no va a hablar, no va a hablar ni aunque quiera. “Porque todavía no sabe”.
Dicho esto, el sargento consultó mi opinión. Le dije que estaba en un todo de acuerdo con sus palabras. Entonces me preguntó a qué edad empiezan a hablar los chicos. “Frases bien hechas”, aclaró el sargento, “no ruidos con la boca”.
Me vi obligado a admitir que desconocía esa información, aunque la misma formara parte de la vida de todos los días, eso a lo que se le llama “cultura general”.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀VI
“El problema de la infancia”, postuló el sargento Torres, “es que se trata de una edad muy propensa a la fantasía”. No pude menos que estar de acuerdo con esta observación. Los chicos juegan inventando mundos irreales, que pronto se les mezclan con el mundo real. “Por más que se los quiera obligar a decir la verdad, la pura verdad”, siguió el sargento, “no se sabe nunca si lo que dicen no lo están inventando, lo inventan aunque no se lo propongan”.
Tuve que admitir que también ignoraba cuál era la edad precisa en la que un niño deja de fabular involuntariamente.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀X
El sargento Torres me explicó que el hecho, bastante obvio por otra parte, de que un niño contara con una capacidad de resistencia sensiblemente inferior a la de un adulto, en nada afectaba la calidad del procedimiento. Esta ciencia consistía en llevar a cada persona hasta el límite de su capacidad de resistencia, fuera cual fuese esa capacidad de resistencia. El trabajo podía resultar incluso más sencillo cuando se trataba de niños, porque los tiempos eran más cortos y los resultados se obtenían más rápidamente.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀XIII
Era una imagen en blanco y negro. Sólo si se prestaba atención al rostro se advertía que el de la foto era un chico que probablemente no pasaba de los diez años de edad. Y sólo si se prestaba atención a la boca se adivinaba el miedo. El resto de la imagen no correspondía a esa cara: el casco, las botas, el fusil que no pesaba, la prestancia erguida del soldado alemán. Era una foto que el sargento Torres guardaba entre sus papeles. Me la alcanzó desde el otro lado de la mesa, por encima del teléfono callado y del cuaderno abierto, y me pidió que la observara con cuidado. “¿Qué le sugiere?”, me preguntó por fin. “Mi sargento”, le dije, “entiendo que se trata de una foto tomada durante la Segunda Guerra Mundial”. “Exactamente, soldado”, aprobó el sargento Torres. “Y nos enseña que también los niños participan de las guerras.”
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lauacevedodam · 2 years
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"Me acuerdo" Hace tiempo leí "Me acuerdo", de Martín Kohan. Era lo primero que leía de él. Tardé en digerirlo, es raro, extraño; una especie de memoria individual que termina siendo y conformando memoria colectiva, pues todos y todas nos vamos a identificar con algo de lo que escribe Martín. El libro es una lista de recuerdos, anécdotas, nombres, momentos... todo aquello que hace a la identidad de un ser humano, cada detalle que nos conforma, que nos marca; Kohan va recorriendo tristezas, amores, odios, frases, datos... y yo fui escribiendo al lado de cada oración que leía, recordando mis propios momentos y re apropiándome de lo que creía no recordar. Hoy buscando algunas fotos viejas, se me vino Kohan a la cabeza. Releí de nuevo mis anotaciones, me senté a rememorar momentos de mi infancia, juegos, actos escolares, familia, amigos, viajes... tantas cosas que estaban en un rincón, y hoy me hicieron tan bien volver a tener a mano. Para mi la vida esta hecha de postales que vamos guardando en algún lugar, vaya uno a saber dónde, y que cuando las desempolvamos nos vamos reencontrando con nosotros mismos, y armamos el rompecabezas que es nuestra vida... rompecabezas de millones de piezas que nunca se encuentran todas. Hoy volví a leer a Martín Kohan y a mis anotaciones y entendí al instante porque "Me acuerdo" fue elegido y premiado por la crítica como mejor libro 2020. Lean a Martín, les prometo que lo van a disfrutar. #martinkohan #meacuerdo #godot #edicionesgodot #recuerdos #lecturasrecomendadas #lecturas #kohan #momentos #anecdotas #instabook #book #leoyrecomiendo #leoycomparto #lectura #recomiendo #recomiendoleer #lectores #memoria (en Bariloche) https://www.instagram.com/p/CdWrq9SshVC/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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patosdetemporada · 4 years
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#covid19 #autoretrato . Ya habían sido osados. Ya habían sido audaces. Ya habían sido subrepticios. Ya habían sido intrépidos, rigurosos, perseverantes. Ahora tenían que ser pacientes. . El mapa aplasta al territorio. La omnipresencia es la ausencia. . #confesion #martinkohan https://www.instagram.com/p/CFCtrIYJMNm/?igshid=1bt010m7usc6f
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auntkagura · 3 years
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Fragmento de Dos Veces Junio 2º.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀IV
El sargento silabeó: “A-par-tir-de-qué-dad-se-pue-dem-pe-zar-a-tor-turar-aun-ni-ño”.
Después aplastó el cuaderno con un manotazo.
“¿Qué es esto?”, exclamó. “¿Una adivinanza?”
“No, mi sargento”, decía el cabo.
“¿Una prueba de ingenio?”
“No, mi sargento.”
“¿Una pregunta filosófica?”
“No, mi sargento.”
“¿O acaso está preparando el examen de ingreso para la Facultad de Medicina?”
“No, mi sargento.”
Recién entonces el sargento se aplacó. Le dijo al cabo Leiva que en lo sucesivo nunca dejara de registrar las comunicaciones en la forma debida: aclarando quién tomaba la comunicación, quién la dirigía y a quién la dirigía; y en el caso de que el mensaje tuviese cierta urgencia, como parecía suceder con este mensaje, era su obligación destacarlo con el simple trámite de escribir debajo la palabra “urgente”, preferentemente en letra de imprenta, y en lo posible subrayándola dos o tres veces, hasta cuatro de ser necesario.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀III
Se obligó a no creer que en ese lugar podía haber alguien que cuidara de ella: ni el médico que pasó a verla porque sangraba de más, ni ninguno de los otros. Tampoco ese de voz más suave que aparecía en las mañanas, que a veces hasta le acariciaba la cabeza, ese que le hablaba de su chiquito y de la lista de nombres, ese que le decía que en la vida todo es dar y recibir. Tampoco ése, ése menos que ninguno.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀IX
¿Y si de repente caía sobre la trinchera, en plena noche, un disparo de mortero? En las noches todo pasa de repente. ¿Y si el disparo malhería a un compañero en la trinchera? Así son las cosas de arbitrarias: juntos dos soldados, pegados uno al lado del otro; uno queda ileso y el otro malherido. ¿Y si el disparo le dio de lleno en las piernas, por ejemplo, y le arrancó de cuajo las partes que van de la rodilla al pie? Así es de frágil el cuerpo humano: donde había pierna y pie, o la mano con sus dedos, donde había un muslo, un codo, un hombro, de pronto no hay nada. ¿Y si justo en ese momento la orden era replegarse? Una orden jamás se desacata, pero tampoco se la piensa, ni se la pone en duda. ¿Y si justo en ese momento la orden era replegarse, y al compañero le estaban faltando las piernas? Dejarlo en la trinchera es entregarlo a manos del enemigo. ¿Y si el enemigo conocía la forma de interrogar a un prisionero? Arrastrarlo en el repliegue es poner en peligro a la compañía en su conjunto. ¿Y si por moverse con paso lento el grupo quedaba bajo la línea de fuego? No se trata de una fuga, se trata de un repliegue estratégico, pero los repliegues estratégicos deben efectuarse igualmente con la mayor celeridad, amén del mayor orden. ¿Y si el compañero de trinchera fuese, además de eso, un amigo muy querido? El tiempo largo y la inquietud promueven tales afectos. ¿Y si el pulso temblara en el momento exacto de darle un tiro en la nuca al amigo muy querido? Es preciso tener siempre, al igual que los cirujanos, el pulso bien firme. “No hay guerra sin crueldades”, decía siempre el doctor Mesiano.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀XIII
En otro tiempo podía considerarse que un tanque era prácticamente invulnerable. Pero después dejó de serlo: si se daba en el blanco del modo adecuado y en el momento exacto, un determinado proyectil podía llegar a dar vuelta un tanque, incendiarlo, hacerle un boquete, inutilizarlo para siempre. Sin duda era ese progreso tecnológico lo que había inducido a la búsqueda de nuevos métodos defensivos. El más sencillo, pero también el más práctico, consistía en tomar a algún prisionero que perteneciera a la fuerza enemiga, y atarlo de pies y manos en la parte más expuesta del tanque, esto es, en su parte frontal. La idea era que los agresores del tanque se sintieran inhibidos de hacer fuego, puesto que si bien había una posibilidad eventual de ocasionar daños al tanque, la muerte del prisionero, a manos de sus propios camaradas, era en cambio un hecho indudable.
“Hay que pensar que un prisionero ya es un muerto”, decía el doctor Mesiano, y de esa manera se evitaba sucumbir a la extorsión psicológica que ejerce el que se vale de un escudo humano. “Hay que pensar que ya está muerto desde el momento en que cayó en poder del enemigo”, decía el doctor Mesiano. Esa disposición era la más efectiva, tanto con los prisioneros que se tomaban como con los prisioneros que tomaban los otros. Así tiene que pensar el que ata a un hombre en la parte delantera de un tanque para cruzarlo en la línea de fuego. Y así tiene que pensar el que está apuntando hacia ese objetivo y sobre él distingue a un hombre que chilla espantado sin poder moverse ni protegerse ni escapar: incluso cuando alcance a detectar el pánico en sus ojos, incluso cuando crea reconocer ese rostro distante y recordar su manera de fumar en una noche de insomnio en el cuartel, tiene que apretar los dientes y disparar, con la misma indiferencia con que se le dispara a un cadáver.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀XV
“Las guerrilleras se hacen preñar a propósito”, dijo el doctor Mesiano, “porque piensan que si están preñadas no las vamos a tocar”. Bajó la ventanilla y escupió con energía sobre el empedrado: no tenía esa costumbre, pero las personas no siempre actúan de acuerdo con sus costumbres. Estaba fastidiado. Le parecían más dignas las pobres putas de Vietnam, que se infestaban a propósito para después contagiar a los soldados enemigos. En eso al menos se apreciaba alguna forma de entrega, un sacrificio, incluso, si se quiere, una inmolación. “Estas cretinas, en cambio”, decía el doctor Mesiano, “se hacen preñar por pura cobardía, y nos obligan a nosotros a combatir en condiciones tremendas”.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀XVIII
Las sifilíticas voluntarias al menos ofrendaban su vida: cumplían, a su modo, el juramento sagrado de dar la vida por la patria. Nadie ignoraba, y mucho menos las putas, que después de pasarles pestes y chancros a los enemigos, a ellas mismas les aguardaba una misma muerte, la rociadura con cal y la fosa común. Pero lo hacían y morían con la conciencia en paz por el deber cumplido. “Estas conchudas, en cambio”, decía el doctor Mesiano, “se hacen preñar por cualquier pelotudo, porque una vez preñadas se sienten fuertes, invulnerables. Preñadas o madres, se creen el soldado perfecto, pretenden que nadie las pueda tocar”. Claro que el arte de la guerra consiste justamente en eso: en detectar la mayor fuerza con que cuenta el enemigo, para convertirla en su mayor debilidad.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀XX
¿Qué puta no sabe que su cuerpo no es suyo? Así razonaba el doctor Mesiano. Una puta entiende que su propio cuerpo no le pertenece, o por lo menos, que no le pertenece del todo. El enfermo terminal consigue, aunque muy por otro camino, arribar a esa misma certeza. Hay algo en su cuerpo que ya no tiene nada que ver con él. Por eso estas personas se entregan tan dócilmente, a los clientes en un caso y a los médicos en el otro: porque dan su cuerpo sin darse ellos. Así razonaba el doctor Mesiano, y sostenía que al llegar a ese estado las personas adquirían, paradójicamente, un poder muy particular. De alguna manera lograban una prodigiosa afinidad con lo que pasa en una guerra. Porque en una guerra los cuerpos ya tampoco son de nadie: son pura entrega, son puro darse a una bandera y a una causa. Así razonaba el doctor Mesiano: cuando en la guerra se acciona sobre un cuerpo, se está accionando sobre algo que ya no le pertenece a nadie. De ahí su interés por las putas de Vietnam, que habían llegado a ser, a un mismo tiempo, y maravillosamente, prostitutas, enfermas terminales, instrumentos de guerra.
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