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#sobre todo porque lo ví hoy y otra vez el sábado y el otro martes y es más de la dósis normal
ysitecueentoque · 6 months
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DÍA DE MÉDICOS
No estaba acostumbrado a ver a la gente por la calle a mediodía, siempre me quedaba en el cole a la hora de comer, por eso, en días que me tocaba ir a que me visitaran, como hoy, mi ciudad me parecía completamente distinta.
Porque una ciudad a mediodía un martes no es la misma ciudad que un sábado, ni siquiera un miércoles. Ahora que ya soy mayor, podría presumir de un superpoder, que es saber qué día de la semana es según el movimiento y el aspecto de la ciudad. Quizá fallara algunas veces, porque un jueves es bastante similar a un miércoles, pero hasta la persona más tonta sabe diferenciar un lunes de cualquier otro día de la semana.
Ese día era mi abuela Emilia la que me tenía que acompañar a ver a la Dra. Sánchez, la que fue mi pediatra. Esa mujer olía a mezcla de agua de rosas con tabaco negro. No solía fumar conmigo dentro de la consulta, pero alguna vez la ví desde la calle fumar por la ventana. Era bastante mayor, con un rubio de tinte, que probablemente se aplicaba ella en casa, y tenía bigote, un bigote negro, que recortaba con muy mal resultado, se dejaba algunas partes más largas que otras, así que en el mismo cm2 de piel podías ver pelos baby de bigote, y otros largos de dos meses de vida, al menos.
La consulta  iba a ser rápida, en teoría, la pediatra sólo tenía que revisar la pisada del pie derecho, para ver si había mejorado con la plantilla y la fijación externa de la rodilla. Yo nací con un pie zambo, mi pie izquierdo miraba con demasiado entusiasmo a su hermano el pie derecho. Mi madre me decía que esto me pasó porque ella durante el embarazo pensaba con mucho ahínco que no quería tener un hijo normal, regular al uso, quería un hijo especial. Y así era yo, especial. Pero no en el buen sentido como había planeado mi madre, si no especial del que se burlan de tí por ser “especial”. A mi corta edad, ya sabía que no lo iba a tener fácil. Tenía un hierro en la pierna desde que nací. No me salieron los dientes de leche, así que estuve comiendo papillas hasta los seis años, que me empezó a salir el primer diente verdadero, con tan mala suerte que fue el colmillo, y como yo, este no era un colmillo al uso, era un colmillo gigante, que cada vez que cerraba la boca, el no quería quedarse atrapado tras mis labios, tenía que asomar la punta para poder ver el mundo. El segundo diente tardó al menos 4 meses más en salir, y fue una muela, así que yo seguía comiendo purés, los dientes que tenía no me podían ayudar a nada más que a quitarme la pena de la época que no tuve ningún diente. Ahora ya tengo 12 años, y tengo todos los dientes, incluso el colmillo gigante que sigue con ganas de ver mundo desde el balcón que es mi boca. Aunque ya puedo deborar una pechuga de pollo a mordiscos, sigo deleitándome de vez en cuando con un buen puré de cardos y acelgas, para mantenerme conectado con el niño anciano que fui.
Como siempre la doctora Sánchez me preguntó como me iba con la fijación, si tenía dolores, si me había planteado iniciarme en algún deporte y si era buen niño y comía verduras. Si, si, si y si. Lo del deporte, me lo planteaba a diario, soñaba con encestar una pelota de baloncesto o meter un gol y sobre todo soñaba con celebrarlo después, que mis compañeros me levantasen y me jaleasen y que dijeran de mí que soy la hostia, que hasta lisiado como estaba era capaz de hacer cosas así. Pero la realidad era que, si daba un paso más largo que otro o intentaba meter velocidad, un dolor punzante me subía desde el tobillo hasta la coronilla, y me dejaba allí paralizado durante al menos medio minuto, y eso me acojonaba, claro.
Después del interrogatorio, al que también sometía a mi abuela, la doctora siempre pedía que viniese Juan, el camillero que trabajaba en el centro de salud, ya nos conocíamos, y Juan me llevaba a rayos, para que me hicieran una fotografía a los huesos de mi maltrecha piernecita. Me gustaba ver esas fotos que sacaban. Ya me habían explicado lo que era mi rótula, mi tibia y mi peroné y me enseñaban todo el montón de huesecillos que se agolpaban en el saco de piel que era mi pie aunque mantenían cierto orden allí dentro. De estos el nombre no conseguía aprendérmelo, sobre todo porque la Dra. Sánchez tampoco recordaba el nombre de algunos de ellos, ella creía que yo no me daba cuenta pero siempre se saltaba algunos a la hora de explicármelos. Yo ya los veía a través de mi piel, en esa piernecita extremadamente delgada, pero me reconfortaba saber que estaban ahí debajo en buen estado, deformados, pero bien.
Cuando vino Juan yo ya estaba esperando fuera de la consulta, con mi abuela sentada al lado leyendo un ejemplar de Rojo y negro de Stendhal, mi abuela siempre había sido ávida lectora de los clásicos de la literatura. Como yo ya era mayor, me dijo que ella me esperaba allí, que Juan me llevaría y me traería, así que me senté en la silla de ruedas que empujaba Juan y pusimos rumbo hacia el sótano, donde estaba la sala de rayos. En el trayecto Juan hizo, como siempre, su broma más recurrente que hacía alusión a que mi pierna se pusiera buena para poder casarme con su nieta Marina, que al parecer, tenía 2 años menos que yo. Él bromeaba con eso, yo tenía entre curiosidad y hastío, quería saber quien era Marina y si quizá nos pudiésemos hacer pareja, pero me jodía que su abuelo ya conociéndome esperase a que mi mayor defecto físico se solucionara para así acceder a presentármela, no estaba convencido de querer pertenecer a una família así de superficial.
A la entrada de la sala donde hacían las radiografías había una sala de espera minúscula, con dos sillas, que estaban vacías, allí me aparcaba Juan mientras iba a avisar a las personas que trabajaban dentro, para ver si podíamos pasar. Eso solía ser rápido, yo oía a Juan como entraba chillando “os traigo un lisiadooooo”, así, alargando la o, imagino que era una broma interna, de la que me querían hacer partícipe, porque se oía todo desde donde yo estaba.
Pero aquel día no oí a Juan hacer esa broma, no lo oí siquiera anunciar la llegada de nadie. Estuve allí esperando, lo que calculo serían trece minutos, y nadie salía a por mí. Al principio pensé que quizá habían tenido una urgencia y que por eso al entrar Juan no hizo ninguna broma, pero tampoco se oía ningún ruido ni a gente hablando nerviosa, ni nigún pitido de ninguna máquina, ni tan siquiera un “cargando, todo el mundo fuera”, como los que se oyen en las películas de hospitales.
Estuve esperando bastante, al menos trece minutos más y nada. Por un momento pensé que mi abuela bajaría a buscarme porque estaría preocupada pero cuando la abuela Emilia leía a Stendhal todos sabíamos que el resto del mundo desaparecía para ella, incluído su nieto lisiado.
Así que tras valorarlo durante al menos trece minutos más me impulsé hacia delante, empunjanto la silla de ruedas con mis propias manos, no es que no pudiese caminar, podía, pero le ubiese restado épica. Traspase las puertas batientes que separaban la salita de espera con la salita del personal, donde había una gran ventana que daba a la sala donde estaba esa máquina gigante que disparaba rayos invisibles que fotografiaban tus huesos.
En la salita no había nadie, ni ratro del personal ni de Juan. Tímidamente dije “ ¿hola?¿Juan? Sigo aquí fuera esperando...¿hola?”. Nadie me respondió, ni oí ningún ruido, así que seguí empujando las ruedas de mi silla, y me metí en la sala de la máquina. Allí había una camilla fijada al suelo, metálica, y un armatoste de color blanco con una druz en el medio, colgado de la pared. En la pared opuesta a la del armatoste habían tres tipos de tablas amarillas semirrígidas colgadas de unos ganchos, y justo al lado una puerta. Nunca había reparado en esa puerta. Tampoco había tenido oportunidad, cuando Juan me entraba dentro de esa sala el mismo me cargaba en brazos y me colocaba en la camilla, momento que aprovechaba para hacer otra broma muy celebrada sobre cuánto pesaba el hierro de mi pierna.
La puerta era una puerta normal, con un picaporte normal y una cerradura normal, estaba pintada como el resto de la estancia, pero se adivinaba por la rendija que quedaba en la parte de abajo una luz de color violeta, también parecía llegar de la otra parte un olor irreconocible para mí, muy intenso, olía como a descomposición.
Ojalá te haya gustado hasta ahora...CONTINUARÁ
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#oh por diooooooooooooos#esto de estar tan enculada de mi maestro de japonés no es bueno#@vida párale ya plixo#osea por qué no podía ser sólo un crush normal casual chill por qué tenía que llegar a este nivel de enculamiento#es como que ya tenía más de una semana de no verlo pero volverlo a ver me llenó de energía#sobre todo porque lo ví hoy y otra vez el sábado y el otro martes y es más de la dósis normal#lo cual es bueno supongo pero estot consternada por mis niveles de obsesión#pero es que ahhhhh no quiero distraerme de la clase por estar pensando en otras cosas aka the d#dios mío me siento tan patética ¿por qué me estoy comportando como una adolescente hormonal?#y tengo que recordarme a mí misma cada 5 segundos que estoy casi 100% segura de que tiene novia#lo cual hace que cada 5 segundos me quiera tirar de un puente porque la vida#y es que ahhhhhh es demasiado cute y simpático siento que sería tan buen boyfriend material#creo que su novia ha de pensar lo mismo shit#en serio siento que si ya me cae bien así en plan profe ha de ser aún más nice y simpático fuera de la escuela#me choca que se supone que ags es pequeño pero nunca me lo he podido topar en la calle#pero probablemente si me lo encuentro sería incómodo y no podría ni saludarlo porque otra vez adoleacente hormonal#así como hace rato en el estacionamientooooooooooo#fueron unos minutos de alta tensión desde que me despedí de él en el salón hasta que me fuí del estacionamiento#no es ciertooooooo desde lo de la pluma#en fin pero desde que ví que ya iba saliendo atrás de mí ya estaba en pánico#luego al salir con el señor tocando la vie en rose y mamá preguntándome si ya había oído que canción era pero yo sin poderme concentrar#porque sabía que el man estaba allá atrás y luego ver que ya iba caminando pero perderlo de vista hasta que... ahhhhh#hasta que pensé que podía estar en el mismo estacionamiento que mis papás y obviamente si estaba ahí porque la vida#y obviamente sí me di cuenta de que estaba ahí porque la vida#así que mejor me hice pato y ahhhh que buena soy para eso actriz digna del oscar para pretender indiferencia esa soy yo#pero no sabía si ser nice y voltear y despedirme así super cute super kawaii super gansito recuérdame porque la pena con mis papás ahí lmao#así que mejor me quedé viendo para otro lado hasta que mi mamá me dijo ¿ese no era tu maestro?#y yo así de ¿de qué me hablas? cuando por supuesto si era y si sabía#y luego dijo que se había quedado viendo para donde estaba y ahhhhhhhhh sé que eso no significa nada pero no me importa porque igual ahhhhhh#talking to the wall
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