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#tatuajes de cuervos
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Extractos de La Familia de Pascual Duarte Por Camilo José Cela
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.
La cuadra era lo peor; era lóbrega y oscura, y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia muerta que desprendía el despeñadero cuando allá por el mes de mayo comenzaban los animales a criar la carroña que los cuervos habíanse de comer.
¡Los habitantes de las ciudades viven vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de mimbre con seis o siete anguilas dentro! Sin embargo, la pesca siempre me pareció pasatiempo poco de hombres, y las más de las veces dedicaba mis ocios a la caza; en el pueblo me dieron fama de no hacerlo mal del todo y, modestia aparte, he de decir con sinceridad que no iba descaminado quien me la dio.
La perra volvió a echarse frente a mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que tenía la mirada de los confesores, escrutadora y fría, como dicen que es la de los linces... un temblor recorrió todo mi cuerpo; parecía como una corriente que forzaba por salirme por los brazos, el pitillo se me había apagado; la escopeta, de un solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis piernas. La perra seguía mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal. Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra.
blasfemaba las peores cosas a cada momento y por los más débiles motivos. Vestía siempre de luto y era poco amiga del agua, tan poco que si he de decir la verdad, en todos los años de su vida que yo conocí, no la vi lavarse más que en una ocasión en que mi padre la llamó borracha y ella quiso como demostrarle que no le daba miedo el agua. El vino en cambio ya no le disgustaba tanto y siempre que apañaba algunas perras, o que le rebuscaba el chaleco al marido, me mandaba a la taberna por una frasca que escondía, porque no se la encontrase mi padre, debajo de la cama.
Mi madre, por ofenderlo, le decía que el papel no decía nada de lo que leía y que todo lo que decía se lo sacaba mi padre de la cabeza, y a éste, el oírla esa opinión le sacaba de quicio; gritaba como si estuviera loco, la llamaba ignorante y bruja y acababa siempre diciendo a grandes voces que si él supiera decir esas cosas de los papeles a buena hora se le hubiera ocurrido casarse con ella. Ya estaba armada. Ella le llamaba desgraciado y peludo, lo tachaba de hambriento y portugués, y él, como si esperara a oír esa palabra para golpearla, se sacaba el cinturón y la corría todo alrededor de la cocina hasta que se hartaba.
decía mi padre que la lucha por la vida era muy dura y que había que irse preparando para hacerla frente con las únicas armas con las que podíamos dominarla, con las armas de la inteligencia…. Mi padre, que, como digo, tenía un carácter violento y autoritario para algunas cosas, era débil y pusilánime para otras: en general tengo observado que el carácter de mi padre sólo lo ejercitaba en asuntillos triviales, porque en las cosas de trascendencia, no sé si por temor o por qué, rara vez hacía hincapié.
Ya lo dice el refrán: mujer de parto lento y con bigote... (la segunda parte no la escribo en atención a la muy alta persona a quien estas líneas van dirigidas).
Mi padre se sentaba en el suelo, a la vera del cajón, y mirando para la hija se le pasaban las horas, con una cara de enamorado como decía la señora Engracia, que a mí casi me hacía olvidar su verdadero sistema. Después se levantaba, se iba a dar una vuelta por el pueblo, y cuando menos lo pensábamos, a la hora a que menos costumbre teníamos de verlo venir allí lo teníamos, otra vez al lado del cajón, con la cara blanda y la mirada tan humilde que cualquiera que lo hubiera visto, de no conocerlo, se hubiera creído ante el mismísimo san Roque.
pronto la niña se hizo la reina de la casa y nos hacía andar a todos más derechos que varas. Si el bien hubiera sido su natural instinto, grandes cosas hubiera podido hacer, pero como Dios se conoce que no quiso que ninguno de nosotros nos distinguiésemos por las buenas inclinaciones, encarriló su discurrir hacia otros menesteres y pronto nos fue dado el conocer que si bien no era tonta, más hubiera valido que lo fuese; servía para todo y para nada bueno: robaba con igual gracia y donaire que una gitana vieja, se aficionó a la bebida de bien joven, servía de alcahueta para los devaneos de la vieja, y como nadie se ocupó de enderezarla —y de aplicar al bien tan claro discurrir— fue de mal en peor hasta que un día, teniendo la muchacha catorce años, arrambló con lo poco de valor que en nuestra choza había, y se marchó a Trujillo, a casa de la Elvira. El efecto que su marcha produjo en mi casa ya se puede figurar usted cuál fue; mi padre culpaba a mi madre, mi madre culpaba a mi padre... Es curioso pensar que mi padre, que a bruto y cabezón ganaban muy pocos, era a ella la única persona que escuchaba; bastaba una mirada de Rosario para calmar sus iras, y en más de una ocasión buenos golpes se ahorraron con su sola presencia. ¡Quién iba a suponer que a aquel hombrón lo había de dominar una tierna criatura!
Usted sabrá disculpar el poco orden que llevo en el relato, que por eso de seguir por la persona y no por el tiempo me hace andar saltando del principio al fin y del fin a los principios como langosta vareada, pero resulta que de manera alguna, que ésta no sea, podría llevarlo, ya que lo suelto como me sale y a las mientes me viene, sin pararme a construirlo como una novela, ya que, a más de que probablemente no me saldría, siempre estarla a pique del peligro que me daría el empezar a hablar y a hablar para quedarme de pronto tan ahogado y tan parado que no supiera por dónde salir.
El nacer del pobre Mario —que así hubimos de llamar al nuevo hermano— más tuvo de accidentado y de molesto que de otra cosa, porque, para colmo y por si fuera poca la escandalera de mi madre al parir, fue todo a coincidir con la muerte de mi padre, que si no hubiera sido tan trágica, a buen seguro movería a risa así pensada en frío. Dos días hacía que a mi padre lo teníamos encerrado en la alacena cuando Mario vino al mundo; le había mordido un perro rabioso, y aunque al principio parecía que libraba de rabiar, más tarde hubieron de acometerle unos tembleques que nos pusieron a todos sobre aviso…. ¡Dios, y qué fuerza hubimos de hacer todos para reducirlo! Pateaba como un león, juraba que nos había de matar a todos, y tal fuego había en su mirar, que por seguro lo tengo que lo hubiera hecho si Dios lo hubiera permitido… Cuando tocó a enterrarlo, don Manuel, el cura, me echó un sermoncete en cuanto me vio…. Desde aquel día siempre que veía a don Manuel lo saludaba y le besaba la mano, pero cuando me casé hubo de decirme mi mujer que parecía marica haciendo tales cosas y, claro es, ya no pude saludarlo más; después me enteré que don Manuel había dicho de mí que era talmente como una rosa en un estercolero y bien sabe Dios qué ganas me entraron de ahogarlo en aquel momento; después se me fue pasando y, como soy de natural violento, pero pronto, acabé por olvidarlo, porque además, y pensándolo bien, nunca estuve muy seguro de haber entendido a derechas
la suerte se volvió tan de su contra que, sin haberlo buscado ni deseado, sin a nadie haber molestado y sin haber tentado a Dios, un guarro (con perdón) le comió las dos orejas.
al señor Rafael que en casa estaba porque, desde la muerte de mi padre, por ella entraba y salía como por terreno conquistado; no se le ocurriera peor cosa al pobre que morderle en una pierna al viejo, y nunca lo hubiera hecho, porque éste con la otra pierna le arreó tal patada en una de las cicatrices que lo dejó como muerto y sin sentido, manándole una agüilla que me dio por pensar que agotara la sangre.
dejó de ser una madre en mi corazón y hacia qué tiempo llegó después a convertírseme en un enemigo. En un enemigo rabioso, que no hay peor odio que el de la misma sangre; en un enemigo que me gastó toda la bilis, porque a nada se odia con más intensos bríos que a aquello a que uno se parece y uno llega a aborrecer el parecido…Odiarla, lo que se dice llegar a odiarla, tardé algún tiempo —que ni el amor ni el odio fueran cosa de un día—
es gracioso —y triste también, ¡bien lo sabe Dios!— pararse a considerar que si el esfuerzo de memoria que por estos días estoy haciendo se me hubiera ocurrido años atrás, a estas horas, en lugar de estar escribiendo en una celda, estaría tomando el sol en el corral, o pescando anguilas en el regato, o persiguiendo conejos por el monte. Estaría haciendo otra cosa cualquiera de esas que hacen —sin fijarse— la mayor parte de los hombres; estaría libre, como libres están —sin fijarse tampoco— la mayor parte de los hombres; tendría por delante Dios sabe cuántos años de vida, como tienen —sin darse cuenta de que pueden gastarlos lentamente— la mayor parte de los hombres...
Yo andaba preocupado y como pensativo, como temeroso del paso que iba a dar —¡casarse es una cosa muy seria, qué caramba!— y momentos de flaqueza y desfallecimiento tuve, en los que le aseguro que no me faltó nada para volverme atrás y mandarlo todo a tomar vientos, cosa que si no llegué a hacer fue por pensar que como la campanada iba a ser muy gorda y, en realidad, no me había de quitar más miedo, lo mejor sería estarme quieto y dejar que los acontecimientos salieran por donde quisieran: los corderos quizás piensen lo mismo al verse llevados al degolladero... De mí puedo decir que lo que se avecinaba momento hubo en que pensé que me había de hacer loquear. No sé si sería el olfato que me avisaba de la desgracia que me esperaba.
Mala cosa es la desgracia, créame. La felicidad de aquellos dos días llegaba ya a extrañarme por lo completa que parecía.
Al tercer día, el sábado, se conoce que señalados por los familiares de la atropellada, nos fuimos a encontrar de manos a bruces con la pareja. Una turbamulta de chiquillos se agolpó a la puerta al saber que por allí andaba la guardia civil, y nos dio una cencerrada que hubimos de tener un mes entero clavada en los oídos. ¿Qué maligna crueldad despertará en los niños el olor de los presos?; nos miran como bichos raros con los ojos todos encendidos, con una sonrisilla viciosa por la boca, como miran a la oveja que apuñalan en el matadero —esa oveja en cuya sangre caliente mojan las alpargatas—, o al perro que dejó quebrado el carro que pasó —ese perro que tocan con la varita por ver si está vivo todavía—, o a los cinco gatitos recién nacidos que se ahogan en el pilón, esos cinco gatitos a los que apedrean, esos cinco gatitos a los que sacan de vez en cuando por jugar, por prolongarles un poco la vida — ¡tan mal los quieren!—, por evitar que dejen de sufrir demasiado pronto...
En la taberna, como había una guitarra, mucho vino y suficiente buen humor, estábamos todos como radiantes y alborozados, dedicados a lo nuestro y tan ajenos al mundo que, entre el cantar y el beber, se nos iban pasando los tiempos como sin sentirlos. Zacarías, el del señor Julián, se arrancó por seguidillas. ¡Daba gusto oírlo con su voz tan suave como la de un jilguero! Cuando él cantaba, los demás —mientras anduvimos serenos— nos callábamos a escuchar como embobados, pero cuando tuvimos más arranque, por el vino y la conversación, nos liamos a cantar en rueda y, aunque nuestras voces no eran demasiado templadas, como llegaron a decirse cosas divertidas, todo se nos era perdonado.Es una pena que las alegrías de los hombres nunca se sepa dónde nos han de llevar, porque de saberlo no hay duda que algún disgusto que otros nos habríamos de ahorrar; lo digo porque la velada en casa del Gallo acabó como el rosario de la aurora por eso de no sabernos ninguno parar a tiempo. La cosa fue bien sencilla, tan sencilla como siempre resultan ser las cosas que más vienen a complicarnos la vida.
—¿Quieres que salgamos al campo?
—¡No hace falta!
—¡Muy bravo te sientes!
Los amigos se echaron a un lado, que nunca fuera cosa de hombres meterse a evitar las puñaladas. Yo abrí la navaja con parsimonia; en esos momentos una precipitación, un fallo, puede sernos de unas consecuencias funestas. Se hubiera podido oír el vuelo de una mosca, tal era el silencio. Me fui hacia él y, antes de darle tiempo a ponerse en facha, le arreé tres navajazos que lo dejé como temblando. Cuando se lo llevaban, camino de la botica de don Raimundo, le iba manando la sangre como de un manantial...
Pasábamos por el cementerio.
—¡Qué mal se debe estar ahí dentro!
—¡Hombre! ¿Por qué dices eso? ¡Qué pensamientos más raros se te ocurren!
—¡Ya ves!
El ciprés parecía un fantasma alto y seco, un centinela de los muertos.
—Feo está el ciprés...
—Feo.
En el ciprés una lechuza, un pájaro de mal agüero, dejaba oír su silbo misterioso.
—Mal pájaro ese.
—Malo...
—Y que todas las noches está ahí.
—Todas...
—Parece como si gustase de acompañar a los muertos.
—Porque no puede ser, hijo. ¡Tu mujer está mala! —¿Mala?
—Sí.
—¿Qué le pasa?
—Nada; que abortó.
—Sí; la descabalgó la yegua...
La rabia que llevaba dentro no me dejó ver claro; tan obcecado estaba que ni me percaté de lo que oía.
—¿Dónde está la yegua?
—En la cuadra.
La puerta de la cuadra que daba al corral era baja de quicio. Me agaché para entrar; no se veía nada.
—¡To, yegua!
La yegua se arrimó contra el pesebre; yo abrí la navaja con cuidado; en esos momentos, el poner un pie en falso puede sernos de unas consecuencias funestas. —¡To, yegua! Volvió a cantar el gallo en la mañana.
—¡To, yegua!
La yegua se movía hacia el rincón. Me arrimé; llegué hasta poder darle una palmada en las ancas. El animal estaba despierto, como impaciente.
—¡To, yegua!
Fue cosa de un momento. Me eché sobre ella y la clavé; la clavé lo menos veinte veces...
Tenía la piel dura; mucho más dura que la de Zacarías... Cuando de allí salí saqué el brazo dolido; la sangre me llegaba hasta el codo. El animalito no dijo ni pío; se limitaba a respirar más hondo y más de prisa, como cuando la echaban al macho
Al año, o poco menos, de haberse malogrado lo que hubiera de venir, quedó Lola de nuevo encinta y pude ver con alegría que idénticas ansias y los mismos desasosiegos que la vez primera me acometían: el tiempo pasaba demasiado despacio para lo de prisa que quisiera yo verlo pasar, y un humor endiablado me acompañaba como una sombra dondequiera que fuese. Me torné huraño y montaraz, aprensivo y hosco, y como ni mi mujer ni mi madre entendieran gran cosa de caracteres, estábamos todos en un constante vilo por ver dónde saltaba la bronca. Era una tensión que nos destrozaba, pero que parecía como si la cultivásemos gozosos; todo nos parecía alusivo, todo malintencionado, todo de segunda intención. ¡Fueron unos meses de un agobio como no puede usted ni figurarse!…de prisa, casi gimiendo y poniéndome unos ojos que destrozaban el corazón. A ella también se le habían ahogado las crías en el vientre. En su inocencia, ¡quién sabe si no conocería la mucha pena que su desgracia me produjera!, eran tres los perrillos que vivos no llegaron a nacer; los tres igualitos, los tres pegajosos como el almíbar, los tres grises y medio sarnosos como ratas. Abrió un hoyo entre los cantuesos y allí los metió. Cuando al salir al monte detrás de los conejos parábamos un rato por templar el aliento, ella, con ese aire doliente de las hembras sin hijos, se acercaba hasta el hoyo por olerlo.
Ahora hay que tener cuidado con él.
—Sí, ahora es cuando hay que tener cuidado. —De los cerdos...
El recuerdo de mi pobre hermano Mario me asaltaba; si yo tuviera un hijo con la desgracia de Mario, lo ahogaría para privarle de sufrir.
—Sí; de los cerdos...
—Y de las fiebres también.
—Sí.
—Y de las insolaciones...
—Sí; también de las insolaciones...
El pensar que aquel tierno pedazo de carne que era mi hijo, a tales peligros había de estar sujeto, me ponía las carnes de gallina.
—Le pondremos vacuna.
—Cuando sea mayorcito...
—Y lo llevaremos siempre calzado, porque no se corte los pies. —Y cuando tenga siete añitos lo mandaremos a la escuela... —Y yo le enseñaré a cazar...
Lola se reía, ¡era feliz! Yo también me sentía feliz, ¿por qué no decirlo?, viéndola a ella, hermosa como pocas, con un hijo en el brazo como una santa María.
—¡Haremos de él un hombre de provecho!
¡Qué ajenos estábamos los dos a que Dios —que todo lo dispone para la buena marcha de los universos— nos lo había de quitar! Nuestra ilusión, todo nuestro bien, nuestra fortuna entera, que era nuestro hijo, habíamos de acabar perdiéndolo aun antes de poder probar a encarrilarlo. ¡Misterios de los afectos, que se nos van cuando más falta nos hacen!
Sin encontrar una causa que lo justificase, aquel gozar en la contemplación del niño me daba muy mala espina. Siempre tuve muy buen ojo para la desgracia —no sé si para mi bien o si para mi mal— y aquel presentimiento, como todos, fue a confirmarse al rodar de los meses como para seguir redondeando mi desdicha, esa desdicha que nunca parecía acabar de redondearse.
Mi mujer seguía hablándome del hijo.
—Bien se nos cría..., parece un rollito de manteca.
Y aquel hablar y más hablar de la criatura hacía que poco a poco se me fuera volviendo odiosa; nos iba a abandonar, a dejar hundidos en la desesperanza más ruin, a deshabitarnos como esos cortijos arruinados de los que se apoderan las zarzas y las ortigas, los sapos y los lagartos, y yo lo sabía, estaba seguro de ello, sugestionado de su fatalidad, cierto de que más tarde o más temprano tenía que suceder, y esa certeza de no poder oponerme a lo que el instinto me decía, me ponía los genios en una tensión que me los forzaba.
A la desgracia no se acostumbra uno, créame, porque siempre nos hacemos la ilusión de que la que estamos soportando la última ha de ser, aunque después, al pasar de los tiempos, nos vayamos empezando a convencer —¡y con cuánta tristeza!— que lo peor aún está por pasar...
Se me ocurren estos pensamientos porque si cuando el aborto de Lola y las cuchilladas de Zacarías creí desfallecer de la nostalgia, no por otra cosa era — ¡bien es cierto!— sino porque aún no sospechaba en lo que había de parar.
Tres mujeres hubieron de rodearme cuando Pascualillo nos abandonó; tres mujeres a las que por algún vínculo estaba unido, aunque a veces me encontrase tan extraño a ellas como al primer desconocido que pasase, tan desligado de ellas como del resto del mundo, y de esas tres mujeres, ninguna, créame usted, ninguna, supo con su cariño o con sus modales hacerme más llevadera la pena de la muerte del hijo; al contrario, parecía como si se hubiesen puesto de acuerdo para amargarme la vida. Esas tres mujeres eran mi mujer, mi madre y mi hermana.
¡Quién lo hubiera de decir, con las esperanzas que en su compañía llegué a tener puestas!
Las mujeres son como los grajos, de ingratas y malignas. Siempre estaban diciendo:
—¡El angelito que un mal aire se llevó!
—¡Para los limbos por librarlo de nosotros!
—¡La criatura que era mismamente un sol!
—¡Y la agonía!
—¡Que ahogadito en los brazos lo hube de tener!
Parecía una letanía, agobiadora y lenta como las noches de vino, despaciosa y cargante como las andaduras de los asnos.
Y así un día, y otro día, y una semana, y otra... ¡Aquello era horrible, era un castigo de los cielos, a buen seguro, una maldición de Dios!
Y yo me contenía.
Es el cariño —pensaba— que las hace ser crueles sin querer.» Y trataba de no oír, de no hacer caso, de verlas accionar sin tenerlas más en cuenta que si fueran fantoches, de no poner cuidado en sus palabras... Dejaba que la pena muriese con el tiempo, como las rosas cortadas, guardando mi silencio como una joya por intentar sufrir lo menos que pudiera. ¡Vanas ilusiones que no habían de servirme para otra cosa que para hacerme extrañar más cada día la dicha de los que nacen para la senda fácil, y cómo Dios permitía que tomarais cuerpo en mi imaginación!
Temía la puesta del sol como al fuego o como a la rabia; el encender el candil de la cocina, a eso de las siete de la tarde, era lo que más me dolía hacer en toda la jornada. Todas las sombras me recordaban al hijo muerto, todas las subidas y bajadas de la llama, todos los ruidos de la noche, esos ruidos de la noche que casi no se oyen, pero que suenan en nuestros oídos como los golpes del hierro contra el yunque.
Allí estaban, enlutadas como cuervos, las tres mujeres, calladas como muertos, hurañas, serias como carabineros. Algunas veces yo les hablaba por tratar de romper el hielo.
—Duro está el tiempo.
—Sí...
Y volvíamos todos al silencio.
Yo insistía.
—Parece que el señor Gregorio ya no vende la mula. ¡Para algo la necesitará!
—Sí...
—¿Habéis estado en el río? —No...
—¿Y en el cementerio? —Tampoco...
—Sí. El silencio con su larga campana volvió a llenar el cuarto.
—¿Dónde andará aquel aire?
—¡Aquel mal aire traidor! Lola tardó algún tiempo en contestar.
—No sé...
—¡Habrá llegado al mar! Atravesando criaturas... Una leona atacada no tuviera aquel gesto que puso mi mujer.
—¡Para que una se raje como una granada! ¡Parir para que el aire se lleve lo parido, mal castigo te espere!
—¡Si la vena de agua que mana gota a gota sobre el charco pudiera haber ahogado aquel mal aire!
—¡Para esto te di yo dos hijos, que ni el andar de la caballería ni el mal aire en la noche supieron aguantar!
Estaba como loca, como poseída por todos los demonios, alborotada y fiera como un gato montés... Yo aguantaba callado la gran verdad.
—¡Eres como tu hermano!
...la puñalada a traición que mi mujer gozaba en asestarme...
—¿Qué es lo que quieres ver?
—Que tenemos los hombres un corazón muy recio.
—Que para nada os sirve...
—¡Nos sirve para todo!
No entendía; mi madre no entendía. Me miraba, me hablaba... ¡Ay, si no me mirara!
—¿Ves los lobos que tiran por el monte, el gavilán que vuela hasta las nubes, la víbora que espera entre las piedras?
—¡Pues peor que todos juntos es el hombre! —¿Por qué me dices esto?
—¡Por nada! Pensé decirle:
—¡Porque os he de matar!
Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo. Es de noche, pero por la ventana entra el claror de la luna; se ve bien. Sobre la cama está echado el muerto, el que va a ser el muerto. Uno lo mira; lo oye respirar; no se mueve, está quieto como si nada fuera a pasar. Como la alcoba es vieja, los muebles nos asustan con su crujir que puede despertarlo, que a lo mejor había de precipitar las puñaladas. El enemigo levanta un poco el embozo y se da la vuelta: sigue dormido. Su cuerpo abulta mucho; la ropa engaña. Uno se acerca cautelosamente; lo toca con la mano con cuidado. Está dormido, bien dormido; ni se había de enterar...Pero no se puede matar así; es de asesinos. Y uno piensa volver sobre sus pasos, desandar lo ya andado... No; no es posible. Todo está muy pensado; es un instante, un corto instante y después... Pero tampoco es posible volverse atrás. El día llegará y en el día no podríamos aguantar su mirada, esa mirada que en nosotros se clavará aún sin creerlo.Habrá que huir; que huir lejos del pueblo, donde nadie nos conozca, donde podamos empezar a odiar con odios nuevos. El odio tarda años en incubar; uno ya no es un niño y cuando el odio crezca y nos ahogue los pulsos, nuestra vida se irá. El corazón no albergará más hiel y ya estos brazos, sin fuerza, caerán...
Cuando la paz invade las almas pecadoras es como cuando el agua cae sobre los barbechos, que fecunda lo seco y hace fructificar al erial. Lo digo porque, si bien más tiempo, mucho más tiempo del debido tardé en averiguar que la tranquilidad es como una bendición de los cielos, como la más preciada bendición que a los pobres y a los sobresaltados nos es dado esperar, ahora que ya lo sé, ahora que la tranquilidad con su amor ya me acompaña, disfruto de ella con un frenesí y un regocijo que mucho me temo que, por poco que me reste de respirar —¡y bien poco me resta!—, la agote antes de tiempo. Es probable que si la paz a mí me hubiera llegado algunos años antes, a estas alturas fuera, cuando menos, cartujo, porque tal luz vi en ella y tal bienestar, que dudo mucho que entonces no hubiera sido fascinado como ahora lo soy. Pero no quiso Dios que esto ocurriera y hoy me encuentro encerrado y con una condena sobre la cabeza que no sé qué sería mejor, si que cayera de una buena vez o que siguiera alargando esta agonía, a la que sin embargo me aferro con más cariño, si aún cupiese, que el que para aferrarme emplearía de ser suave mi vivir. Usted sabe muy bien lo que quiero decir... Envidio al ermitaño con la bondad en la cara, al pájaro del cielo, al pez del agua, incluso a la alimaña de entre los matorrales, porque tienen tranquila la memoria. ¡Mala cosa es el tiempo pasado en el pecado!
—La fe es como la luz que guía nuestras almas a través de las tinieblas de la vida.
—Sí...
—Como un bálsamo milagroso para las almas dolidas...
Estas cosas en las que tanta parte tiene la memoria hay que cuidarlas con el mayor cariño porque de trastocar los acontecimientos no otro arreglo tendría el asunto sino romper los papeles para reanudar la escritura, solución de la que escapo como del peligro por eso de que nunca segundas partes fueran buenas. Quizás encuentre usted presumido este afán mío de que las cosas secundarias me salgan bien cuando las principales tan mal andan, y quizás piense usted con la sonrisa en la boca que es mucha pretensión por parte mía tratar de no apurarme, porque salga mejor, en esto que cualquier persona instruida haría con tanta naturalidad y como a la pata la llana, pero si tiene en cuenta que el esfuerzo que para mí supone llevar escribiendo casi sin parar desde hace cuatro meses, a nada que haya hecho en mi vida es comparable, es posible que encuentre una disculpa para mi razonar. Las cosas nunca son como a primera vista las figuramos, y así ocurre que cuando empezamos a verlas de cerca, cuando empezamos a trabajar sobre ellas, nos presentan tan raros y hasta tan desconocidos aspectos, que de la primera idea no nos dejan a veces ni el recuerdo; tal pasa con las caras que nos imaginamos, con los pueblos que vamos a conocer, que nos los hacemos de tal o de cual forma en la cabeza, para olvidarnos repentinamente ante la vista de lo verdadero. Esto es lo que me ocurrió con este papeleo, que si al principio creí que en ocho días lo despacharía, hoy —al cabo de ciento veinte— me sonrío no más que de pensar en mi inocencia. No creo que sea pecado contar barbaridades de las que uno está arrepentido. Don Santiago me dijo que lo hiciese si me traía consuelo, y como me lo trae, y don Santiago es de esperar que sepa por dónde anda en materia de mandamientos, no veo que haya de ofenderse Dios porque con ello siga. Hay ocasiones en las que me duele contar punto por punto los detalles, grandes o pequeños, de mi triste vivir, pero, y como para compensar, momentos hay también en que con ello gozo con el más honesto de los gozares, quizá por eso de que al contarlo tan alejado me encuentre de todo lo pasado como si lo contase de oídas y de algún desconocido.
ese vuelco en el pecho que el corazón siempre da cuando encontramos lo cierto, lo que ya no tiene remedio, demasiado cercano para tan alejado como nos lo habíamos imaginado.
Pensaba que había de ser bien recibido por mi familia —el tiempo todo lo cura— y el deseo crecía en mí como crecen los hongos en la humedad. Pedí dinero prestado que me costó algún trabajo obtener, pero que, como todo, encontré insistiendo un poco, y un buen día, después de despedirme de todos mis protectores, con la Apacha a la cabeza, emprendí el viaje de vuelta, el viaje que tan feliz término le señalaba si el diablo —cosa que yo entonces no sabía— no se hubiera empeñado en hacer de las suyas en mi casa y en mi mujer durante mi ausencia. En realidad no deja de ser natural que mi mujer, joven y hermosa por entonces, notase demasiado, para lo poco instruida que era, la falta del marido: mi huida, mi mayor pecado, el que nunca debí cometer y el que Dios quiso castigar quién sabe si hasta con crueldad...
—Voy a tener un hijo.
—¿Otro hijo?
—Sí.
Yo me quedé como asustado.
—¿De quién?
—¡No preguntes!
—¿Que no pregunte? ¡Yo quiero preguntar! ¡Soy tu marido! Ella soltó la voz.
—¡Mi marido que me quiere matar! ¡Mi marido que me tiene dos largos años abandonada! ¡Mi marido que me huye como si fuera una leprosa! Mi marido...
—¡No sigas!
Sí; mejor era no seguir, me lo decía la conciencia. Mejor era dejar que el tiempo pasara, que el niño naciera... Los vecinos empezarían a hablar de las andanzas de mi mujer, me mirarían de reojo, se pondrían a cuchichear en voz baja al verme pasar...
—¡No, por Dios! ¿Otro aborto? ¿Estar siempre pariendo por parir, criando estiércol?
¡da pena pensar que para andar en paz haya que usar del miedo!
—¡No hablemos de eso! ¿Con quién fue?
—¡No lo preguntes!
—Prefiero saberlo, Lola.
—Pero a mí me da miedo decírtelo.
—¿Miedo?
—Sí; de que lo mates.
—¿Tanto lo quieres?
—No lo quiero.
—¿Entonces?
—Es que la sangre parece como el abono de tu vida...
Aquellas palabras se me quedaron grabadas en la cabeza como con fuego, y como con fuego grabadas conmigo morirán.
—¿Y si te jurase que nada pasará?
—No te creería.
—¿Por qué?
—Porque no puede ser, Pascual, ¡eres muy hombre! —Gracias a Dios; pero aún tengo palabra.
Lola se echó en mis brazos.
—Daría años de mi vida porque nada hubiera pasado. —Te creo.
—¡Y porque tú me perdonases!
—Te perdono, Lola. Pero me vas a decir...
—Sí.
Estaba pálida como nunca, desencajada; su cara daba miedo, un miedo horrible de que la desgracia llegara con mi retorno; la cogí la cabeza, la acaricié, la hablé con más cariño que el que usara jamás el esposo más fiel; la mimé contra mi hombro, comprensivo de lo mucho que sufría, como temeroso de verla desfallecer a mi pregunta.
—¿Quién fue?
—¡El Estirao! —¿El Estirao? Lola no contestó.
Estaba muerta, con la cabeza caída sobre el pecho y el pelo sobre la cara... Quedó un momento en equilibrio, sentada donde estaba, para caer al pronto contra el suelo de la cocina, todo de guijarrillos muy pisados...
Salí a buscar al asesino de mi mujer, al deshonrador de mi hermana, al hombre que más hiel llevó a mis pechos; me costó trabajo encontrarlo de huido como andaba. El bribón tuvo noticia de mi llegada, puso tierra por medio y en cuatro meses no volvió a aparecer por Almendralejo; yo salí en su captura, fui a casa de la Nieves, vi a la Rosario... ¡Cómo había cambiado! Estaba aviejada, con la cara llena de arrugas prematuras, con las ojeras negras y el pelo lacio; daba pena mirarla, con lo hermosa que fuera.
—¿Qué vienes a buscar?
—¡Vengo a buscar un hombre!
—Poco hombre es quien escapa del enemigo.
—Poco...
—Y poco hombre es quien no aguarda una visita que se espera.
—Estirao, has matado a mi mujer...
—¡Que era una zorra!
—Que sería lo que fuese, pero tú la has matado. Has deshonrado a mi hermana...
—¡Bien deshonrada estaba cuando yo la cogí!
—¡Deshonrada estaría, pero tú la has hundido! ¿Quieres callarte ya? Me has buscado las vueltas hasta que me encontraste; yo no he querido herirte, yo no quise quebrarte el costillar...
—¡Que sanará algún día, y ese día!
—¿Ese día, qué? —¡Te pegaré dos tiros igual que a un perro rabioso!
—¡Repara en que te tengo a mi voluntad!
—¡No sabrás tú matarme!
—¿Que no sabré matarte?
—No.
—¿Por qué lo dices? ¡Muy seguro te sientes!
—¡Porque aún no nació el hombre!
Estaba bravo el mozo.
—¿Te quieres marchar ya?
—¡Ya me iré cuando quiera!
—¡Que va a ser ahora mismo!
—¡Devuélveme a la Rosario!
—¡No quiero!
—¡Devuélvemela, que te mato!
—¡Menos matar! ¡Ya vas bien con lo que llevas!
—¿No me la quieres dar?
—¡No!
El Estirao, haciendo un esfuerzo supremo, intentó echarme a un lado. Lo sujeté del cuello y lo hundí contra el suelo.
—¡Échate fuera!
—¡No quiero!
Forcejeamos, lo derribé, y con una rodilla en el pecho le hice la confesión: —No te mato porque se lo prometí...
—¿A quién?
—A Lola.
—¿Entonces, me quería?
Era demasiada chulería. Pisé un poco más fuerte... La carne del pecho hacía el mismo ruido que si estuviera en el asador... Empezó a arrojar sangre por la boca. Cuando me levanté, se le fue la cabeza —sin fuerza— para un lado...
en esta vida se me ocurrió no portarme demasiado mal, esa fatalidad, esa mala estrella que, como ya más atrás le dije, parece como complacerse en acompañarme, torció y dispuso las cosas de forma tal que la bondad no acabó para servir a mi alma para maldita la cosa. Peor aún: no sólo para nada sirvió, sino que a fuerza de desviarse y de degenerar siempre a algún mal peor me hubo de conducir…. A estas horas estaría quién sabe si viviendo tranquilo, en cualquier lugar, dedicado a algún trabajo que me diera para comer, tratando de olvidar lo pasado para no
mirar más que para lo por venir; a lo mejor lo había conseguido ya... Pero me porté lo mejor que pude, puse buena cara al mal tiempo, cumplí excediéndomelo que se me ordenaba, logré enternecer a la justicia, conseguí los buenos informes del director..., y me soltaron; me abrieron las puertas; me dejaron indefenso ante todo lo malo. Me dijeron:
—Has cumplido, Pascual; vuelve a la lucha, vuelve a la vida, vuelve a aguantar a todos, a hablar con todos, a rozarte otra vez con todos.
Y creyendo que me hacían un favor, me hundieron para siempre.
Me puso ante la vista la orden de libertad. Yo no creía lo que estaba viendo.
—¿Lo has leído?
—Sí, señor.
Abrió una carpeta y sacó dos papeles iguales, el licenciamiento.
—Toma, para ti; con eso puedes andar por donde quieras. Firma aquí; sin echar borrones.
Doblé el papel, lo metí en la cartera... ¡Estaba libre! Lo que pasó por mí en aquel momento ni lo sabría explicar. Don Contado se puso grave; me soltó un sermón sobre la honradez y las buenas costumbres, me dio cuatro consejos sobre los impulsos que si hubiera tenido presentes me hubieran ahorrado más de un disgusto gordo, y cuando terminó, y como fin de fiesta, me entregó veinticinco pesetas en nombre de la junta de Damas Regeneradoras de los Presos, institución benéfica que estaba formada en Madrid para acudir en nuestro auxilio.
La sombra de mi cuerpo iba siempre delante, larga, muy larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al suelo, siguiendo el terreno, ora tirando recta por el camino, ora subiéndose a la tapia del cementerio, como queriendo asomarse. Corrí un poco; la sombra corrió también. Me paré; la sombra también paró. Miré para el firmamento; no había una sola nube en todo su redor. La sombra había de acompañarme, paso a paso, hasta llegar.
La tierra por en medio se dice cuando dos se separan a dos pueblos distantes, pero, bien mirado, también se podría decir cuando entre el terreno en donde uno pisa y el otro duerme hay veinte pies de altura... Muchas vueltas me dio en la cabeza la idea de la emigración; pensaba en La Coruña, o en Madrid, o bien más cerca, hacia la capital, pero el caso es que —¡quién sabe si por cobardía, por falta de decisión!— la cosa la fui aplazando, aplazando, hasta que cuando me lancé a viajar, con nadie que no fuese con mis mismas carnes, o con mi mismo recuerdo, hubiera querido poner la tierra por en medio... La tierra que no fue bastante grande para huir de mi culpa... La tierra que no tuvo largura ni anchura suficiente para hacerse la mudó ante el clamor de mi propia conciencia... Quería poner tierra entre mi sombra y yo, entre mi nombre y mi recuerdo y yo, entre mis mismos cueros y mí mismo, este mí mismo del que, de quitarle la sombra y el recuerdo, los nombres y los cueros, tan poco quedaría. Hay ocasiones en las que más vale borrarse como un muerto, desaparecer de repente como tragado por la tierra, deshilarse en el aire como el copo de humo. Ocasiones que no se consiguen, pero que de conseguirse nos transformarían en ángeles, evitarían el que siguiéramos enfangados en el crimen y el pecado, nos liberarían de este lastre de carne contaminada del que, se lo aseguro, no volveríamos a acordarnos para nada —tal horror le tomamos — de no ser que constantemente alguien se encarga de que no nos olvidemos de él, alguien se preocupa de aventar sus escorias para herirnos los olfatos del alma. ¡Nada hiede tanto ni tan mal como la lepra que lo malo pasado deja por la conciencia, como el dolor de no salir del mal pudriéndonos ese osario de esperanzas muertas, al poco de nacer, que —¡desde hace tanto tiempo ya!— nuestra triste vida es! La idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares de culebra, como todas las peores imaginaciones. Nunca de repente llegan las ideas que nos trastornan; lo repentino ahoga unos momentos, pero nos deja, al marchar, largos años de vida por delante. Los pensamientos que nos enloquecen con la peor de las locuras, la de la tristeza, siempre llegan poco a poco y como sin sentir, como sin sentir invade la niebla los campos, o la tisis los pechos. Avanza, fatal, incansable, pero lenta, despaciosa, regular como el pulso. Hoy no la notamos; a lo mejor mañana tampoco, ni pasado mañana, ni en un mes entero. Pero pasa ese mes y empezamos a sentir amarga la comida, como doloroso el recordar; ya estamos picados. Al correr de los días y las noches nos vamos volviendo huraños, solitarios; en nuestra cabeza se cuecen las ideas, las ideas que han de ocasionar el que nos corten la cabeza donde se cocieron, quién sabe si para que no siga trabajando tan atrozmente. Pasamos a lo mejor hasta semanas enteras sin variar; los que nos rodean se acostumbraron ya a nuestra adustez y ya ni extrañan siquiera nuestro extraño ser. Pero un día el mal crece, como los árboles, y engorda, y ya no saludamos a la gente; y vuelven a sentirnos como raros y como enamorados. Vamos enflaqueciendo, enflaqueciendo, y nuestra barba hirsuta es cada vez más lacia. Empezamos a sentir el odio que nos mata; ya no aguantamos el mirar; nos duele la conciencia, pero, ¡no importa!, ¡más vale que duela! Nos escuecen los ojos, que se llenan de un agua venenosa cuando mirarnos fuerte. El enemigo nota nuestro anhelo, pero está confiado; el instinto no miente. La desgracia es alegre, acogedora, y el más tierno sentir gozamos en hacerlo arrastrar sobre la plaza inmensa de vidrios que va siendo ya nuestra alma. Cuando huimos como las corzas, cuando el oído sobresalta nuestros sueños, estamos ya minados por el mal; ya no hay solución, ya no hay arreglo posible. Empezamos a caer, vertiginosamente ya, para no volvernos a levantar en vida. Quizás para levantarnos un poco a última hora, antes de caer de cabeza hasta el infierno... Mala cosa….
La conciencia no me remordería; no habría motivo. La conciencia sólo remuerde de las injusticias cometidas: de apalear un niño, de derribar una golondrina... Pero de aquellos actos a los que nos conduce el odio, a los que vamos como adormecidos por una idea que nos obsesiona, no tenemos que arrepentirnos jamás, jamás nos remuerde la conciencia.
Mi madre dormiría también a buen seguro. Volví a la cocina; me descalcé; el suelo estaba frío y las piedras del suelo se me clavaban en la punta del pie. Desenvainé el cuchillo, que brillaba a la llama como un sol. Allí estaba, echada bajo las sábanas, con su cara muy pegada a la almohada. No tenía más que echarme sobre el cuerpo y acuchillarlo. No se movería, no daría ni un solo grito, no le daría tiempo... Estaba ya al alcance del brazo, profundamente dormida, ajena —¡Dios, qué ajenos están siempre los asesinados a su suerte!— a todo lo que le iba a pasar. Quería decidirme, pero no lo acababa de conseguir; vez hubo ya de tener el brazo levantado, para volver a dejarlo caer otra vez todo a lo largo del cuerpo.Pensé cerrar los ojos y herir. No podía ser; herir a ciegas es como no herir, es exponerse a herir en el vacío... Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe…. No; no podía perdonarla porque me hubiera parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno... No había tiempo que perder. Había que decidirse de una buena vez…. Me era completamente imposible matar; estaba como paralítico.
Dila vuelta para marchar. El suelo crujía. Mi madre se revolvió en la cama.
—¿Quién anda ahí?
Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella y la sujeté. Forcejeó, se escurrió... Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda
que usted se puede imaginar. Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, el pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un momento en que con la boca me cazó un pezón —el izquierdo— y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta...
La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
La solté y salí huyendo. Choqué con mi mujer a la salida; se le apagó el candil. Cogí el campo y corrí, corrí sin descanso, durante horas enteras. El campo estaba fresco y una sensación como de alivio me corrió las venas.
Podía respirar... (fin de las memorias)
Hasta aquí las cuartillas manuscritas de Pascual Duarte. Si lo agarrotaron a renglón seguido, o si todavía tuvo tiempo de escribir más hazañas, y éstas se perdieron, es una cosa que por más que hice no he podido esclarecer. …La carta de Pascual Duarte a don Joaquín Barrera debió escribirla al tiempo de los capítulos XII y XIII, los dos únicos en los que empleó tinta morada, idéntica a la de la carta al citado señor, lo que viene a demostrar que Pascual no suspendió definitivamente, como decía, su relato, sino que preparó la carta con todo cálculo para que surtiese su efecto a su tiempo debido, precaución que nos presenta a nuestro personaje no tan olvidadizo ni atontado como a primera vista pareciera…. Dispuso los negocios del alma con un aplomo y una serenidad que a mí me dejaron absorto y pronunció delante de todos, cuando llegó el momento de ser conducido al patio, un ¡Hágase la voluntad del Señor! que mismo nos dejara maravillados con su edificante humildad. ¡Lástima que el enemigo le robase sus últimos instantes, porque si no, a buen seguro que su muerte habría de haber sido tenida como santa!…Del tal Pascual Duarte de que me habla ya lo creo que me recuerdo, pues fue el preso más célebre que tuvimos que guardar en mucho tiempo; de la salud de su cabeza no daría yo fe aunque me ofreciesen Eldorado, porque tales cosas hacía que a las claras atestiguaba su enfermedad. Antes de que confesase ninguna vez, todo fue bien; pero en cuanto que lo hizo la primera se conoce que le entraron escrúpulos y remordimientos y quiso purgarlos con la penitencia; el caso es que los lunes, porque si había muerto su madre, y los martes, porque si martes había sido el día que matara al señor conde de Torremejía, y los miércoles, porque si había muerto no sé quién, el caso es que el desgraciado se pasaba las medias semanas voluntariamente sin probar bocado, que tan presto se le hubieron de ir las carnes que para mí que al verdugo no demasiado trabajo debiera costarle el hacer que los dos tornillos llegaran a encontrarse en el medio del gaznate. El muy desgraciado se pasaba los días escribiendo, como poseído de la fiebre, y como no molestaba y además el director era de tierno corazón y nos tenía ordenado le aprovisionásemos de lo que fuese necesitando para seguir escribiendo, el hombre se confiaba y no cejaba ni un instante.
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agendaculturaldelima · 2 months
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#FeriasyFestivales
📣 “LIMA TATTOO CONVENTION”💀😈👽👻🦋👿👹👺☠️🎨🖌👀
💥 Convención internacional de tatuadores que reúne a los mejores exponentes del tatuaje en un evento imperdible, cuatroscientos artistas en un mismo lugar, ofreciéndonos su trabajo en Tatuajes en vivo, danzas típicas, sorteos, shows, música, concursos y mas.
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👥 Artistas Tatuadores: Dresx, Ana Artesana, Andrés Heredia, Adolfo Gutiérrez, Manuel Leal, Rulls, Pishtaka, Lionel Velna, Xang Daga, Diego Ruiz, Jorge Pomar, Rxvn, Lili Art, Juan Hoyos, Rubén Rock Art, Omar Garavia, Juan Pachanga, Nico Torres, Andrés Saavedra y Valentina Cuervo.✏🖍️
© Producción:  Big Fish Tattoo Studio.
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📌 JORNADAS:
📆 Viernes 02, Sábado 03 y Domingo 04 agosto
🕙 10:00am. a 11:00pm.
🏪 Centro de Exposiciones Jockey (av. El Derby s/n, altura av. Javier Prado y av. Panamericana Sur, Urbanización Monterrico - Surco)
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🎫 Entrada: S/.22
🖱 Reservas: https://www.joinnus.com/events/art-culture/lima-lima-tattoo-convention-2024-61178
🌐 Web: www.limatattooconvention.com
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innomineumbra-rp · 3 months
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La Orden Corax, es una especie de Hermandad organizada de asesinos, quiénes velan por el bien de los más débiles y su libertad, balanceando el poder de los regímenes más poderosos, protegiendo y dando refugio a quiénes lo merecen, alentando a los cobardes a la revolución y destrucción de regímenes controladores, asociados generalmente al despotismo vampírico, y control y terror que infunde la Inquisición. Por ende, también las clases altas de la sociedad.
—VOX VINDICTA
Todos los miembros de la Orden Corax, fueron tratados, en su otra vida, de una forma especialmente cruel e injusta; la gran mayoría fueron víctimas de intentos de asesinato, robos, violaciones, maltratos, etc. Estuvieron al borde de la muerte, pero tuvieron la suerte de ser rescatados por un miembro de la Orden Corax, y aquellos que sobrevivieron a sus heridas, se les dio la oportunidad de vengarse de aquellos quiénes convirtieron su vida en un infierno. A cambio de de dicha vendetta, forman un pacto de sangre para con la Orden Corax, convirtiéndose en miembros de la misma, de por vida. Cuando la venganza se ha efectuado, los miembros sellan finalmente su pacto a través del tatuaje de un cuervo en su cuerpo. Dicho tatuaje es realizado por un brujo de sangre, utilizando como tinta una mezcla de sangre de cuervo y corvus, la cual se sella mediante un ritual. Este es invisible a simple vista.
El mencionado pacto recibe el nombre de vox vindicta, y es irrevocable. Es decir, la única forma de deshacer dicho pacto, es la muerte.
—RAPAX LUPUS
Algunos corvus, bien por voluntad propia (aunque evaluados por el lupus vigil), bien elegidos por el lupus vigil, se les encarga la vigilancia de un licántropo asociado a la Orden. Tanto el compañero corvus, como el licántropo, forman un pacto de vida. Es decir, sus vidas se encuentran enlazadas por un código de honor inquebrantable, de forma que si uno muere, también deberá morir el otro (salvo conversión del corvus en vampiro, que simplemente, romperá el pacto). Dicho pacto recibe el nombre de rapax lupus. Ambos compañeros suelen acudir juntos a las misiones que les son encomendadas, y, en ocasiones, forman una conexión especial, casi inquebrantable.
—RANGOS
RECLUTA: Los conforman aquellos futuros corvus recién rescatados, quiénes aún no forman parte de la Orden Corax, al no haber aceptado aún el vox vindicta.
INICIADO: El primer rango de la Orden Corax, es formado por aquellos corvus quiénes no tienen un maestro específico asignado, sino que aprenden a desenvolverse a través de entrenamientos conjuntos con otros iniciados, guiados por un maestro. Los iniciados  esperan a demostrar sus habilidades para ser elegidos por un maestro.
APRENDIZ: Los aprendices tienen un maestro quiénes les entrenan de forma exclusiva e individual. Se encuentran muy ligados a ellos, dado que no sólo entrenan juntos, sino también, acuden a misiones.
MERCENARIO: Cuando un aprendiz ha demostrado ser capaz de desenvolverse por sí solo, y lidiar con los exigentes requisitos de la Orden Corax, son ascendidos a la categoría de “Mercenario”. Ya no necesitan de un maestro, y son capaces de realizar misiones complejas por sí solos.
MAESTRO Es el máximo rango que puede alcanzar un corvus, sin contar con los altos cargos. Es un título que se otorga a aquellos corvus que demostraron grandes habilidades y hazañas. Ser maestro es requisito indispensable para acceder a altos cargos de mando dentro de la Orden.
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entrehojas2023 · 1 year
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Vuelo
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El trato es simple: Cecelia Horner debe pasar un año en la pequeña localidad de Triple Falls, viviendo con su padre y trabajando en su fábrica. A cambio, el costeará sus estudios y, además, le dará una pequeña fortuna con la que Cecelia podrá ayudar a su madre. Pero todo cambia cuando conoce a Sean en su primer día de trabajo. Él le presenta a sus amigos, incluido el enigmático Dominic: un grupo de chicos que parece vivir según sus propias normas, unidos por un enorme secreto y el mismo tatuaje de un cuervo. Cecelia siempre ha sido responsable. Sin embargo, piensa vivir su último verano de libertad al máximo, pase lo que pase. "Toda la vida he estado enferma. Me explico. De pequeña estaba convencida de que las verdaderas historias de amor debían incluir un mártir o exigir un gran sacrificio para ser dignas. Mis novelas, canciones de amor y películas favoritas, aquellas con las que me identificaba, siempre hacían que mi tristeza persistiera mucho más allá de pasar la última página, de que las notas se desvanecieran o de que acabaran de pasar los títulos de crédito. Lo creía porque yo misma me obligaba a creerlo y así fue como gesté al corazón romántico más masoquista del mundo, lo que acabó dando lugar a mi enfermedad. Cuando viví esta historia, mi propio y retorcido cuento de hadas, no me di cuenta de que lo estaba haciendo porque era joven e ingenua. Cedí a la tentación y alimenté a esa bestia latente, que se volvía más voraz con cada puñalada, con cada golpe, con cada puñetazo. Esa es la diferencia entre la ficción y la realidad. Uno no puede revivir su propia historia de amor porque, cuando se da cuenta de que la está viviendo, ya ha terminado. Al menos ese fue mi caso. Años después, estoy convencida de que yo misma creé esa historia a causa de mi trastorno. Y todos recibimos nuestro castigo. Por eso estoy aquí, para alimentar, lamentar y quizá curar mi enfermedad. Aquí fue donde todo empezó y aquí es donde debo ponerle fin. Este lugar que me atormenta, que me hizo ser tal como soy, es un pueblo fantasma. A pocas semanas de cumplir los diecinueve años, mi madre me envió a vivir con mi padre, un hombre con el que solo había pasado algunos veranos cuando era mucho más joven. En cuanto llegué, me quedó claro de inmediato que su actitud no había cambiado en lo que a su obligación biológica se refería y me impuso las mismas reglas que cuando era pequeña: verme lo mínimo y no escucharme jamás. Debía mostrar una moral intachable y sobresalir en los estudios, además de adaptarme a su forma de vida. Durante los meses posteriores, prisionera en su reino, naturalmente hice lo contrario autodestruyéndome y mancillando todavía más su nombre. Por aquel entonces no tenía ningún tipo de remordimiento, al menos en lo que se refería a mi padre, hasta que me vi obligada a enfrentarme a las consecuencias. Ahora, a los veintiséis años, sigo sufriéndolas." Read the full article
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andrea-of-paper · 2 years
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2022
En enero todo parecia
 que iba estar bien
febrero,no me sorprendio 
pero todo estaba en calma
marzo comenzaba a entenderme 
y tener el habito de quererte .
en abril me volvi loca
por ti y aun asi 
estaba concentrada en mi.
las cairias de mayo parecian 
ser verdaderas
pero era hora de conocer 
at un cuervo intimmidante 
gracioso y taciturno
junio me enseño de licores
drogas y lugares impresionantes
por lo visto julio y el clima 
representaban las lluvias frias 
caoticas y sofocantes que sufrio 
por el extraño  sentimiento de extrañarte 
que entro a mi corazon 
asi de simple agosto 
fue donde empezo 
la mision de conocer  y aventurarme
a salir por mi cuenta 
a recorrer las calles entre sola
sobria y sombría
mis tardes se pasaban rapido 
con los lindos regalos 
que me recordaban 
la euphoria que sentia 
cuando el verano empezaba. 
del otoño no me hablen 
que no se que paso entre septiembre 
y una ultima caminata 
que llegamos a octubre
un frio y calido avistamiento.
los regalos no sesan 
 y las desgracias
de mi cumpleaños
 se llena  mas con  alcohol
pero solo una felicitacion me sonrojo 
otra oportunidad de verte  se sucito 
y ya no hubo mas.
asi cierrro el año...
con fiestas y aventuras 
con discursos ,tatuajes y viajes express
de una sola noche  me basto 
para saber que ya no te iba a volver a ver 
nunca mas 
o por lo menos lo que queda de este año. 
podrias portarte bien 
y promete seguir adelante 
que la musica te resucite 
y que la nariz no sangre 
aun que la vampira ya se fue 
seguira cuidando de el elixir 
que recorre tus venas 
solo tapa bien esos ojos 
que tu alma ya no parece estar 
ya no se que es esto 
pero gracias por este año. 
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El dolor de la tinta
El pescado no siempre huele mal. Comprendí esto cuando iba a la pequeña pescadería situada en la calle detrás de la que yo vivía. Un establecimiento de barrio al que daba el sol prácticamente todo el día. Desde la calle podías ver que había dentro a través de las paredes de cristal y la entrada delimitada con cortinas de hilos de plástico rojo y azul. Las paredes eran de baldosas similares a las que se encuentran en los baños o las cocinas. A partir de la mitad se convertían en fotografías en blanco y negro de escenas pesqueras o del mar. Al fondo se encontraba la zona donde se colocaba el pescado fresco. Una masa de hielo picado cubría toda esa barra, pero ya no quedaba nada. El pescadero siempre nos llamaba por la mañana a eso de las ocho para decirnos que había traído aquel día. Si no nos llevásemos bien con el y fuésemos a comprar a las nuevo o diez ya solo quedarían cuatro sardinas y algún calamar. Cada mañana Antonio iba a la lonja a comprar el pescado que se había cogido esa misma noche, por eso los lunes no abría, porque los domingos por la noche no se sale a la mar. Tenía nuestro pedido preparado en una de las neveras. Cuando llegué lo va en la puerta fumando un cigarrillo de liar. Como siempre hablaba conmigo de forma paternal, intentado aleccionarme sobre la vida y el futuro que me esperaba. Entramos a través de las cortinas y siguió fumando. ¿Qué podía decirle yo?, era su pescadería. Cuando fue a coger mi bolsa sacó una cajita metálica que había sido un paquete de puritos y metió el cigarrillo a medias dentro, y se la volvió a guardar en el bolsillo de su bata de pescadero. Miró lo que valía, escrito en un papel en el que envuelve el pescado con un plastidecor color azul. Veintidós y medio, me dijo, va dame veinte. Se lo di. Seguía hablándome a través de frases hechas y proverbios, sabiduría popular. Muchas veces no damos crédito a estas frases que oímos, pero el hecho de que lleven en circulación cientos de años dice algo sobre su veracidad. Ese día me hablaba sobre su mujer y las relaciones en general. Me dijo, no te cases nunca, no te juntes con nadie. Que cada cual tenga su vida. Quedáis echáis un kiki, y cada uno por su lado, pero no cometas el error de quedarte con alguien. Después tendrás hijos y ya sabes lo que dicen, “cría cuervos y te sacarán los ojos. Este era el tipo de enseñanzas que me ofrecía este hombre que llevaba toda su vida tratando con mujeres casadas y mayores y que a mi parecer tenía bastante experiencia en la vida.
Si alguien de esa edad te da ese consejo no lo seguirás, la juventud tiene otra dirección otro impulso, otro destino. Pero el simple hecho de que estas ideas me las transmitiese el pescadero, en forma de sabiduría ancestral, de mensaje al iniciado en la vida, me hicieron replantearme unos segundos mi vida. Rápidamente pensé, este hombre está amargado, tiene cincuenta años y su mujer también, los dos son viejos y feos, sus cuerpos están ya decrépitos y arrugados por el tiempo, el deseo a desaparecido de ellos, al igual que el amor, solo les queda la rutina diaria, el cariño por el tiempo juntos, nada ya de ese fuego que despierta una persona amada en nosotros cuando aún somos jóvenes.
Un día trabajando ella me dijo algo. No sé que era porque como siempre yo estaba absorto en mis pensamientos. No podía estar ahí, no podía coger esa sucia fregona y limpiar todo el suelo de la cocina del restaurante en el que trabajaba conscientemente. Mi única manera de sobrevivir era no estar ahí, no saber quien era, convertirme en un robot, en un esclavo, en mano de obra. Lo único que era libre era mi mente. Pese a esto sabía quien era, al fin y al cabo, trabajábamos juntos. Nunca habíamos hablado. Mejor dicho, nunca habíamos hablado de algo que no fuese estrictamente laboral, pásame estas patatas, que bebida lleva este pedido, etc. etc… Me dijo algo referente a los tatuajes que tengo (no podemos hablar en pasado, por lo general, cuando hablamos de nuestros tatuajes). Yo ya me había fijado en ella, o mejor dicho en sus tatuajes, que al fin y al cabo no dejan de ser su propio cuerpo. Normalmente una chica atractiva siempre me llama la atención, pero si esta, tiene el cuerpo lleno de tatuajes el interés se multiplica. No se porque razón sucede esto. Quizá porque hemos superado ya el neoclasicismo, porque unos cuerpos bellos sin más ya no nos llaman la atención. Cuantos miles de ellos veremos en Instagram, por no hablar ya de las webs porno. Seamos sinceros, el cuerpo ya no es algo secreto, que solo puede ver el espeso, y solo desde la noche de bodas en adelante. El cuerpo ha pasado a ser algo de propiedad compartida, lo queramos o no. Desde el momento en el que compartimos una foto de nosotros eso ya no nos pertenece. Es cierto que forma parte de nuestra identidad, pero si nos ponemos hippies todos tenemos culo, piernas y brazos. Pero no todos tienen tatuajes y quien los tiene por lo general no son iguales que los de nadie. Un cuerpo tatuado ya no es solo un cuerpo, un elemento biológico y animal, es un cuerpo llevado a expresión artística[1]. Ella no tenía el cuerpo recubierto con grandes mandalas ni grandes tatuajes que cubriesen toda su piel, sino que había decorado su cuerpo con diferentes dibujos y escenas que realzan la propia belleza de su forma física. De igual forma la ropa puede embellecer nuestra forma física y nuestra apariencia, los pendientes, la barba incluso. Pero los tatuajes son algo diferente, que cumplen la misma función, por lo general, pero de naturaleza metafísica.
Hablamos un rato sobre los tatuajes, sobre lo que nos gustaba, si nos había dolido o no y demás. En cierto momento me dijo que ella tatuaba. Claramente no se dedicaba a ello, sino no estaríamos trabajando en el mismo restaurante de mierda, pero decía que de vez en cuando hacia algunos a amigos suyos a gente. La desconfianza de este tipo de tatuadores es siempre fundada. Aun así, al decírmelo, no me lo pensé dos veces y le dije que cuando me hacia uno, me dijo cuando tú quieras. Después de esto yo estaba emocionado una chica en la que me había fijado me iba a tatuar, me iba a invitar a su casa e iba a clavarme agujas llenas de tinta en mi piel para formar un dibujo. Es el sueño de toda persona tatuada, que alguien en quien te hayas fijado por sus tatuajes te tatúe finalmente a ti.
Pasaron varios días y semanas, no nos hablábamos en el trabajo ni en ningún lugar. A veces la miraba en el trabajo, observaba sus tatuajes y su cuerpo, pero en el momento en el que ella me iba a mirar, anticipándolo yo miraba hacia otro lugar, escapando de un cruce de miradas que nada implicaría. Pensé que el tema del tatuaje se había olvidado. Ella me había invitado y yo no iba a ser quien se lo recordase. Esta actitud orgullosa nunca es la más adecuada pero así me comporté y no hay más remedio que aceptarlo. Por otro lado, el que no hablásemos, el que ella no me dijese nunca nada, acrecentó el tiempo que empezó a ocupar en mis pensamientos. Cuanto más alejados físicamente estábamos, más dentro de mí la tenía. Esto es lo más normal del mundo. Yo solo sabía su nombre, los tatuajes que tenía (y ni siquiera todos porque no la había visto más que con el uniforme del trabajo) y que a veces tatuaba. En estas situaciones nuestra mente en vez de envalentonarse y obligarnos a dirigirnos a la persona en cuestión, empieza a fabular diferentes detalles sobre su personalidad. Cuando más pensaba en ella era cuando no le hablaba, o cuando no la veía, lejos de ella. Porque en el momento de estar frente a ella, me congelaba, me convertía en una piedra, en un objeto inerte, o en un robot, que responde mecánicamente a todos los estímulos que recibe a través de acciones guardadas en su memoria, siguiendo protocolos inventados. Imaginé tantísimas cosas. Tantísimas historias diferentes. Tantísimas personalidades. Tantísimos gustos musicales. Empecé a sobre analizar todo lo que la rodeaba. A pensar en el significado de sus tatuajes, cosa que siempre he odiado. El arte siempre llega a través de los sentimientos y cualquier tipo de elucubración interpretativa siempre es válida, pero desacertada a la hora de explicar porqué nos afecta de esa forma, determinada expresión. A partir de su ropa deduje diferentes personalidades, e intenté crearme una idea de ella en la mente. Claro esta que esto siempre va a ser equivocado y el día en que alguien acierte puede dejar de comprar lotería porque nunca más le tocará un premio tan gordo. Esto no me importaba, para empezar porque no lo hacia conscientemente. Mi mente deambulaba por su imagen. Quería descifrar que hacía antes de dormir. Como eran sus amigas. Que música escuchaba. Que deporte practicaba. Que películas le gustaban. Sobre todo, le daba vueltas a cómo sería su cuerpo desnudo y tatuado. Porque, aunque se dice que los tatuajes cubren la piel eso no es así. Lo que hacen es convertirse en piel, como un pellejo nuevo, una nueva skin, que en inglés expresa mejor el sentido que quiero dar. Su cuerpo joven, más joven que el mío, estaba en el momento de máxima belleza. Los tatuajes que yo había visto siempre realzaban sus formas[2]. ¿Cómo sería su cuerpo desnudo, y cómo serían los dibujos que lo decoran?
Un día después del trabajo vi que estaba en la terraza y decidí fumarme un cigarro en vez de irme directamente para casa como solía hacer. Dije, qué a ver cuando quedamos para que me tatúes, ella me dijo cuando quieras. ¿Sabes lo que quieres? Me preguntó. Claro, le dije, quiero algo grande y negro en la costilla, con mucho relleno y sin muchos detalles. Ella dijo que tampoco era una experta pero que, si era algo sencillo, aunque grande me lo haría sin problema. Pues perfecto, le dije. Acabamos quedando la semana siguiente. No hablamos más de las cuatro imágenes que le pasé del tatuaje y de donde iría colocado, el tamaño…
Al cabo de poco me presenté en su casa quince minutos antes de la hora que habíamos quedado. Siempre llego antes de tiempo a los sitios. Me gusta fumar un cigarrillo para mentalizarme de lo que va a venir. Y ese día sabía que iba a sufrir, que lo iba a pasar mal. Siempre que me hago un tatuaje lo odio y me digo a mi mismo y a la persona que me esta tatuando que no me voy a hacer más tatuajes que duele mucho. Pero por suerte el dolor es un sentimiento que solo lo sufres en el momento, y que no puedes recordar después. Puede acordarte de lo mal que lo pasaste, pero nunca experimentas el dolor de la misma forma si no es en el momento de sufrirlo. Ella me dijo que estaba loco queriéndome hacer aquello, que me iba a doler mucho, que la iba a odiar. Pero yo la tranquilice le dije que ya sabía lo que era el dolor que, aunque en el momento tuviese ganas de matarla, a ella y a mi mismo, coger la maquina y clavársela en el ojo, ella no tenía la culpa de ese dolor, aunque es quien sostiene el arma del crimen que deja la huella imborrable en la piel. Pero eso no se lo dije. Estuvimos un rato charlando y tomando un café, o mejor dicho, me tomé un café mientras charlábamos y ella preparaba todos los materiales. Si hubiese llegado a la hora ya estaría todo listo para recibir la tortura, pero como siempre llego antes, pude robarle esos diez minutos de conversación, de verla con una ropa que no era la del trabajo, de estar con ella en su casa, de compartir un espacio íntimo, que después no sería tan intimo como en el momento en el que clavó las primeras agujas en mi piel.
¿Empezamos?, me dijo. Si, si, cuando tu quieras. Ahí estaba yo sin camiseta y recostado sobre mi lado derecho para que me tatuase las costillas izquierdas. Al primer contacto sentí dolor, y al segundo, y al tercero y durante las dos horas o tres o cuatro que duro ese suplicio. Por suerte algo que siempre me alivia cuando me tatúan es el calor de los brazos del verdugo. Notas que alguien te esta tocando y ese calor, esa calidez que irradia la piel y que notas cuando las dos están en contacto me hace volver a poner los pies en la tierra. Dejar de estar sumido en una nube oscura y repleta de lluvia, rayos y relámpagos que sientes mientras varias agujas perforan tu piel miles de veces por segundo, ese dolor, deja de prefigurarse como un sentimiento abstracto pero real, para convertirse en algo físico que esta ocurriendo en un espacio determinado y bajo unas manos determinadas. Durante toda la sesión estuvimos hablando y escuchando música. Es extraño como normalmente no nos decíamos nada, pero en ese momento no podíamos parar de hablar o yo no podía parar de hablar. En realidad, no hablamos tanto ya que mientras te tatúan las costillas tienes que mantener la respiración para no moverte. Escuchas un, brrrrr, la maquina pasa de un zumbido descubierto a enmudecerse en el momento en el que las agujas entran en tu piel. Escuchas un cambio de frecuencia continuo como cuando el vecino pone música y abres la ventana o la cierras y todo se enmudece pese a seguir escuchándolo, saber que sigue ahí, y tan ahí porque esta dentro de la piel. Unas cuantas veces paramos para descansar, salía a su balcón me fumaba un cigarrillo sin camiseta y con la herida descubierta y lleno de tinta y ella miraba Instagram durante esos minutos. A veces sacaba una coca cola y se la bebía conmigo mientras me miraba fumar y me decía, que bien está quedando, túmbate otra vez que esto hay que acabarlo. Y yo volvía resignado, pero voluntariamente a tumbarme, sabiendo que iba a sufrir, sabiendo que lo iba a pasar mal, pero también consciente de que tenía razón debíamos acabarlo. No puedes dejar un tatuaje a medias, puedes hacerlo por partes, pero no dejarlo a medias. Al cabo de un rato indeterminado, para mi fue una sesión de tortura de las peores de mi vida, pese a que fuese ella quien había actuado de verdugo, me levanté mareado, como si estuviese enfermo totalmente desubicado y con la tensión por los suelos. No se me ocurrió mejor idea que salir a fumar una vez más. Sin camiseta, pero ahora si envuelto en film como un chóped de carnicería ya abierto, viendo que empezaba a llover. Me preguntó si tenía que hacer algo esa tarde, aun era pronto, y le dije que no. Me dijo si quería quedarme un rato más con ella, hasta que estuviese mejor. Es peligroso que cojas la moto ahora me dijo. Acepté.
Después de comer guarrerías de chocolate varias me dijo si fumaba, le dije sí claro. Dijo que ahora volvía que iba a coger unas cosas de su habitación. Apareció en el balcón con un paquete de Camel industrial y un pequeño botecito donde guardaba el chocolate. También traía bajo sus brazos dos latas de Nestea, como sabrán los fumadores la mejor bebida para acompañar un buen porro. Yo seguía mirando por la ventana, temblando aún por el dolor que había sufrido media hora antes, pero durante mas de dos horas. Estaba como resacoso, enfermo, tenía el cuerpo débil, pero mi estado de ánimo era inmejorable, estaba contento rebosante de alegría, tenia un nuevo tatuaje hecho por ella, y valga la redundancia, estaba muy bien hecho y los dos estábamos muy contentos con el resultado. La tarde se podría decir que fue inmejorable. Si tenemos obviamos el pequeño hecho de que me desgarraron la piel del costillar izquierdo. Por suerte su balcón era amplio y tenía un pequeño sofá de exterior que nos vino de perlas para sentarnos a ver la lluvia mientras fumábamos. Yo ya estaba sentado y ella se puso a mi lado, muy cerca de mí, tanto, que le dije cuidado no te acuerdas que me acabas de torturar. Ella se rio, pero si has sido tu quien ha querido sufrir, me dijo. Es cierto, perdona, siéntate en el otro lado, dije. Ella me hizo caso, qué iba a hacer, en ese momento yo era un herido, me sentía como un soldado tirado en una trinchera temblando mientras los demás pasan corriendo delante de ti pero ni siquiera se giran a mirarte porque te dan ya por muerto, o porque prefieren salvar su vida antes que arriesgarla por la tuya. Encendió el porro.
Las gotas de lluvia se mezclaban con el frio, tocando mis manos a la vez que el humo del hachís envolvía mis dedos. Estuvimos reclinados tranquilamente, sin decirnos nada, fumando, primero uno después otro. Estábamos sentado muy cerca. Notaba como mis muslos tocaban con sus muslos. Por desgracia eché de menos el momento en el que me estaba tatuando, porque, aunque había sufrido muchísimo, al menos, el calor de sus antebrazos me hacía sentirme bien. Ahora estábamos sentados juntos, pero no había ese contacto tan íntimo. Yo estaba muy cómodo y ella también ya que se apoyó sobre mi y nos reclinamos aún más. Cuando acabamos de fumar me dijo, si quieres hacemos otro que este ha sido muy corto. Estaba claro que no había sido muy corto, que llevábamos ahí por lo menos media hora sentados y apoyados el uno contra el otro, pero lo tome como una indirecta para pasar más tiempo conmigo. ¿Qué podía ser sino? De nuevo repitió el ritual. Trajo dos nuevas latas de Nestea y yo aproveché para ir al baño. Me miré en el espejo, seguía sin camiseta, envuelto en papel film como un chóped, pero estaba allí con ella, bastante ciegos los dos, pero muy a gusto, apalancados que se dice. De nuevo se repitió el proceso. Esta vez ella directamente se apoyó en mí, como dando a entender que estaba muy cómoda conmigo, que ahora pertenecía a su propiedad igual que el sofá en el que estábamos medio tumbados medio sentados. Esta vez me preguntó como lo había pasado, si me había hecho mucho daño. Que va, se ha podido soportar. Obviamente que se ha podido soportar, sigo vivo, y no me desmayé, pero vamos daño me hico muchísimo, pero no podía confesárselo. Bien porque no quería que se sintiese mal por tatuar de esa forma, que no era culpa suya, ni por haberme causado ese dolor, bien porque tenía que mantener mi orgullo de nuevo bien alto, sobreponerme a las circunstancias y mantenerme siempre impasible ante la adversidad, una forma intelectualoide de hablar de mi frágil masculinidad. Seguimos otra media hora más fumando. Ya estábamos los dos bastante tocados, y después de acabar, permanecimos por lo menos otra media hora más apoyados el uno en el otro viendo llover.
Ambos sabíamos que eso no era casual, que no llevábamos otras dos horas más juntos por pasar la tarde, sino que realmente había algo allí. El estar sentado junto a alguien mucho rato, sin ni siquiera hablar, pero simplemente sintiendo el calor que se desprende del otro cuerpo es una sensación difícil de explicar, pero que cuando la vives lo comprendes perfectamente. Al cabo de un rato le dije que me tenía que ir. Al contrario de lo que se podía esperar a ella no le importó demasiado. Ni a mi tampoco separarme de ella. Habíamos pasado una tarde fantástica. No habíamos hablado demasiado, porque tampoco había demasiado que decir. Simplemente nos dedicamos a pasar un buen rato en compañía del otro, a parte de por mi parte sufrir una tortura totalmente descabellada, que a día de hoy aún no se si merece la pena.
Después de todo esto seguimos sin hablarnos demasiado en el trabajo. No quedamos más veces A parte de ir comentando el estado del tatuaje y de pasarle varias fotos de como iba curando no teníamos mucha comunicación más. Después de un tiempo yo seguía reflexionando sobre el tiempo que habíamos pasado aquel día. El balcón, el sofá, pero sobre todo el calor que yo sentía cuando sus antebrazos tocaban mi piel mientras por otro lado, y a la vez, las agujas de su máquina me perforaban la piel miles de veces por minuto. El tatuaje siempre lo tendré porque me lo hizo ella, y porque francamente quedo muy bien. Y a lo largo de los años, de seguir viéndome el tatuaje, de ya ni si quiera saber donde esta ella, lo que siempre he recordado y recordaré es que a través del dolor que sufrí bajo sus manos se creó un vínculo entre nosotros por el dolor de la tinta.
[1] Entiéndanme, con esto no me refiero al tipo de gente que se tatúa una palabra en el antebrazo, o su propia fecha de nacimiento. A esto lo podríamos denominar el hippismo del tatuaje.
[2] Por otro lado, siempre he desdeñado un cuerpo vacío. Igual que la mayoría de personas trabaja su cuerpo en el gimnasio y le da forma, los tatuajes también lo hacen. Me parecería totalmente absurdo criticar los tatuajes porque te modifican el cuerpo, y eso que solo lo hacen cromáticamente, mientras que el ejercicio físico lo deforma.
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castle-blue · 2 years
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Un capitulo perdido: Némesis.
Un capitulo perdido: Némesis.
Hubo una noche en que en la ciudad de las lagrimas, sabaneta, dejó de llover. Sin embargo durante toda esa eterna noche ni un alma humana estaba despierta. todos desaparecieron bajo las sabanas y los gatos mandaron supremos. Nemesis, como era llamada por los otros gatos que temerosos la veían pasearse por el muro del balcón; Dedalo, el gato que era sombra y tatuaje al mismo tiempo; y Cuervo, el…
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tatuajeshombres · 4 years
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Por L'oiseau · Franck Soler, hecho en Colliure. http://ttoo.co/p/246012
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pequenostatuajes · 7 years
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Por Dino Nemec, hecho en Lone Wolf Private Tattooing Studio, Columbus. http://ttoo.co/p/23028
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tatuajespequenos · 7 years
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Por Andrea Morales, hecho en Edu Tattoo, Granada. http://ttoo.co/p/27470
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tattoofilteres · 6 years
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Por Shio, hecho en Blessed Tattoo, Zaragoza. http://ttoo.co/p/27849
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agendaculturaldelima · 4 months
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#FeriasyFestivales
📣 Festival Cultural: “NODRIZAS DE LECHE [Lima siglo XIX]” 🌹👶👩🤰🔥
💥 En el mes de las madres, sean parte del festival donde se conjugan el arte, la pasión, cultura y el folclore.🎭💋🎶🕺✂️💀
© Producción: Los Cuervos de Lilith @loscuervosdelilith
🎉 Auspicia: @asiribrew
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📜 Programa:
🕔 5:00pm.
🎤 Conversatorios: “Herejía, posesión, demencia María Pizarro siglo XVI” a cargo de Wilmer Mejía Carrión (antropólogo cultural del Instituto Ruricancho) @wilmermejiacarrion / “Nodrizas de Leche” a cargo de Enroque Mori @enriquemori2 / “Curiosidades, mitos y leyendas del Presbítero Matías Maestro” a cargo de Miguel Marrufo @miguelangelmarruffobambaren / “Entre el amor y el lamento. La Llorona” a cargo de @entelequiaperu ☠️
🧠 Exposición y muestra: “Cerebro Humano y malformaciones"☠📸
💃🕺 Danzantes Tunantaros
🎭 Teatro de Marionetas
📚 Presentaciones Literarias: Editorial Madre Muerta @editorialmadremuerte
📜✒ Poesía
🖼 Exposición de Pinturas 👹
🎴 Lectura del Tarot y su significado
👗 Pasarela de Indumentaria Gótica Vanguardista 🎩
🎶 Música en vivo
🥃 Cerveza Artesanal
🎨🖌️Tatuaje
🎁 Feria de Marcas Independientes
💋💄 Make up 👑
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📌 JORNADAS:
📆 Sábado 18 y Domingo 19 de Mayo
🕛 12:00m. a 9:00pm.
🏡 Asociación Cultural El Averno (jr. Lampa 208, frente a la Iglesia de Las Catacumbas / Convento de San Francisco - Centro de Lima)
🚶‍♀️🚶‍♂️ Ingreso libre
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tinumiel · 2 years
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If they had a child
Nina Zenik & Matthias Helvar.
Name: Frejdyr Helvar
Gender: Masculino
General Appearance: Es Nina en versión masculina y con la contextura de Matthias. Tiene los ojos, el cabello y los labios de Nina. Su nariz se parece un poco más a la de Matthias, igual que en estatura y forma. Lleva el cabello largo a la usanza de Fjerda y tiene varias argollas en una de sus orejas. También tiene un tatuaje en el dorso de su mano y que sube por su antebrazo hasta su codo; es un diseño de raíces y ramas en tinta blanca representando el árbol sagrado de Djel.
Personality: Frejdyr es alegre y jovial, alguien que prefiere disfrutar y divertirse por sobre los conflictos. Aunque sea un excelente guerrero y tenga una apariencia intimidante, normalmente su primera respuesta siempre será intentar evitar el conflicto ya sea negociando o intentando calmar los ánimos. Irónicamente, muchas veces los ánimos que tiene que calmar son los suyos, porque se ofende con facilidad, ya que es extremadamente orgulloso y bastante obtuso. Frejdyr puede darse varias veces con la misma pared antes de intentar rodearla, por así decirlo. Pero dentro de todo, es una persona que siempre sube el ánimo con su risa (la cual es especialmente escandalosa cuando ha bebido alcohol).
Special Talents: Obviamente, es un corporalki igual que Nina. Aunque su poder es generalmente como el de cualquier otro corporalki (osea, como el de Nina antes de consumir parem) si tiene cierto control sobre los muertos, no tan fuerte como el de su madre, pero lo suficientemente para distinguirlo de los demás. Pero también fue entrenado por Matthias bajo el rigor del entrenamiento drüskelle, pero obviamente sin filosofía política incluida (de hecho, Matthias es quien más lo apoya a desarrollar sus habilidades de grisha, es muy importante para él que su hijo se sienta aceptado). Por lo tanto, Frejdyr es un excelente guerrero tanto como grisha como soldado (lo mejor de dos mundos, Primer y Segundo Ejército, quién te conoce). 
Who they like better: Se lleva muy bien tanto con Nina como con Matthias. Es como la culminación de todo lo que ellos tuvieron que enfrentar: druskellë y grisha, Fjerda y Ravka, razón y corazón. La manera en que él se lleva perfectamente con ambos refleja la forma en que ellos lograron superar las diferencias de sus mundos para llegar a tener a un hijo como Frejdyr, que es lo mejor de ambos, y por lo tanto, se siente a gusto con cualquiera de ellos. Es el perfecto punto medio.
Who they take after more: Si Matthias tuviera mejor sentido del humor, Frejdyr sería pintado a él. Tienen el mismo espíritu obstinado, orgulloso, ferozmente leal y voluntarioso. Como su padre, es práctico y racional, pero tiene esa veta de humor juguetón y sugerente que es puro Helnik. Es extremadamente coqueto como Nina, de hecho ella solía decirle “mi bebito rompecorazones”. A veces aún lo hace, por más que Frejdyr le suplica que deje de hacerlo.
Personal Head canon: Es un excelente cocinero. Desde que era pequeñito que aprendió a hacer waffles para llevarle a su madre a la cama para el desayuno. Cocinar es algo que lo relaja, especialmente cuando se trata de cosas dulces (su especialidad). Puesto a que está tan acostumbrado a usar sus talentos para combatir, le gusta la idea de que posee un talento especial que solamente usa para hacer algo que él y otros puedan disfrutar. Tiene un perro lobo llamado Kråke
Face Claim: Alexander Dreymon (es un FC adulto mucho mayor que los de los Cuervos…peeeero dime que no tiene toda la estética de un hijo Helnik. So, básicamente, es el fc adulto del hijo porque no iba a dejar pasar estas vibes)
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@p3ach3snplums​
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luthetitan · 3 years
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Dia 7
Dia 7: Almas Gemelas / Boda / Luna de Miel.
Leve mención a los ships de: Robstar (Dick y Kory), Joy (Jason y Roy) y TimKon (Tim y Conner).
Cada persona tiene un alma gemela, su otra mitad, esa persona que lo completa, cuando tu alma gemela nace, en tu cuerpo se crea un tipo de marca o tatuaje, algo relacionado a tu otra mitad. Pero esto al no ser tan específico como un nombre, muchos no encuentran a su alma gemela. Son la minoría la que la encuentran por eso, estar con tu alma gemela es lo más maravilloso, y Raven quería experimentarlo. Por eso atrapo a su padre en una gema para ser libre.
Apareció en la ciudad de San Francisco y fue acogida por los Jóvenes Titanes, los que se convirtieron en sus compañeros, amigos, en su familia. Fue ahí donde conoció a Robin, su alma gemela, o eso pensaba antes de que él renunciara a ser este y se convirtiera en Nightwing.
Raven tenía el tatuaje de un petirrojo en su muñeca derecha.
Fue cuando ella entendió, quien el que usaba el manto de Robin no tenía que ser específicamente su alma gemela.
Al final el alma gemela de Richard (Dick) Grayson, el primer Robin fue su compañera de equipo y amiga, Koriand’r (Kori) Anders, la del segundo Robin, Jason Tood fue Roy Harper, claro que su relación fue algo complicada ya que Jason murió y luego revivió, se dice que si tu alma gemela muere, entras en una profunda depresión, en el tiempo que Jason estuvo muerto parecía que Roy igual, el chico empezó a consumir drogas para calmar y desaparecer el dolor, luego Jason volvió regresándole la vitalidad a Roy, pero Jason regresó como Red Hood, lo la llevo al tercer Robin, Timothy Drake.
Raven creyó en el dicho de la tercera es la vencida, y lo parecía, solo por un detalle, Tim no tenía marca, pero eso no desalentó a la chica, ya que el chico la cuidaba y protegía, aunque sabía que ella era muy capaz de eso, Raven estaba decidida a mostrarle su marca a Tim, cuando pasó lo impensable, a Tim se le apareció su marca en su hombro derecho, una S, el signo de Superman o mejor dicho el símbolo de la casa de El. Y apareció Superboy o Conner Kent (Kon El) el alma gemela de Tim.
Raven suspiro mirando su muñeca, y si era como la mayoría de las personas que nunca encontraban a su alma gemela.
—Lo lamento —escucho a alguien decir a su lado. —¿Por qué?, no es tu culpa —dijo mirando esos ojos azules. —Estoy seguro de que ahí afuera está tu alma gemela Raven —hablo Tim y agarro su mano —Y yo te voy ayudar a encontrarla.
Raven le sonrió.
—Gracias.
Fue cuando sucedió, el cuarto Robin apareció. Pero Raven ya no quería hacerse ilusiones y más al enterarse que era Damian Wayne, el hijo biológico de Bruce Wayne también conocido como Batman.
Pero el destino es impredecible, porque Damian fue herido después de desafiar a Blue Beetle, que lo sintió y más al curarlo.
Raven estaba en el jardín luego de despertarse, ya que se desmayó luego de curar a Damian, su alma gemela.
—Eres tú —dijo Damian y se descubrió el antebrazo.
Y ahí estaba, la marca de un cuervo, su símbolo. Raven se quitó su guante mostrando su muñeca derecha donde estaba el petirrojo.
(...)
Damian caminaba de un lado a otro nervioso.
—¿Quieres por favor parar? —hablo Jason. —Tranquilo Dami, veraz que todo saldrá bien —dijo Dick alentado a su hermano. —A menos de que ella decida darse a la fuga.
Un cuchillo fue lanzado en dirección al de mechón blanco.
Mientras en otra habitación.
—Te ves muy hermosa Raven —dijo Kori. —Creo que al final no necesitaste de mi ayuda para encontrarlo —hablo Tim que estaba sentado en uno de los sillones de la estancia. —Gracias por hacer esto, enserio se los agradezco —dijo la chica mientras terminaba de arreglar su vestido. —No hay nada que agradecer —hablo Kori —Es hora. —¿Lista? —preguntó Tim mientras le ofrecía su brazo. —Lista.
El patio de la mansión Wayne estaba perfectamente decorado, todo en su lugar (cortesía de Alfred) para celebrar la boda de Damian y Raven. Los invitados se pusieron de pie al escuchar la clásica música que anunciaba la entrada de la novia.
Raven aparece en el pasillo que se había hecho siendo llevada por Tim hasta donde estaba Damian esperándola. Ambos se sonrieron cuando se encontraron enfrente.
—Yo, Damian Wayne, te toma a ti Rachel Roth, como mi legítima esposa, para unirme a ti, desde este día en adelante, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y enfermedad, para amarte, respetarte hasta que la muerte nos separe.
—Yo, Rachel Roth, te tomo a ti, Damian Wayne, como legítimo esposo, para unirme a ti, desde este día en adelante, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y enfermedad, para amarte, respetarte hasta que la muerte nos separe.
—Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia —dijo el juez.
Damian tomó la cara de Raven entre sus manos para darle un suave beso, mientras los invitados empezaron a aplaudir.
—Te amo Raven.
—Te amo Damian.
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Créditos del fanart a: Maru Davalos
Y terminamos la semana DamiRae, siendo sincera no creí que terminaría los siete escritos, anyway espero que les haya gustado, nos escribió así super bárbaro, pero se hizo con amor. Gracias por leer mis escritos, no saben lo feliz que me hacen cuando le dan corazoncito y lo rebloguean.
Si gustan también me pueden seguir en Wattpad, me encuentran como luthetitan.
Como dije, amé a esta pareja desde que vi las películas animadas que empezaron con Flaspoint y terminaron con Apokalips War. Digan lo que digan el DamiRae es canon aun si Flash hizo otro Flaspoint y el que no esté de acuerdo nos agarramos.
Espero vernos el próximo año. Cuídense y que viva el #DAMIRAE.
Bye.
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davidsaavedratattoo · 3 years
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Primera sesion de este cover para @andresbuitrago , gracias por la confianza 🙌🏻🙌🏻✨, espero les guste, para citas y consultas DM o whatsapp 3114955762 ,buena noche para todos. #neotraditionaltattoo #neotradicionaltattoo #neotraditional #neotrad #neotradsub #neotradicional #coverup #cuervo #tattoo #tatuajes #tatuaje #bogota #colombia #bogotá #truefellas #neotradstyle (en Bogotá, Colombia) https://www.instagram.com/p/CRnD9aJrulq/?utm_medium=tumblr
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gamezdi · 4 years
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Trabajo de líneas 🦅 5rlb El diseño del Cuervo me lo trajo mi cliente yo solo modifiqué el texto . La verdad me gusto mucho y neta que aguante, se sufrió pero valió la pena jajaja . Sin miedo pueden darle zoom 🤭 Gracias por la preferencia 🙏🏻 #tattoo #tats #ink #inkedinktattoo #tattooink #tatuajes #tattoos #tatuaje #cuervo #cuervotattoo #lineworktattoo #linework #ciudadvictoria #tattooartist #art #tattooart https://www.instagram.com/p/CLuXXgjLVCd/?igshid=122p4vz4u338m
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