Encontrar unos brazos que te rodeen y te den ese cariño
Ella se me acercó esa noche buscando un espacio entre mis brazos; pero no, no necesitaba sexo, necesitaba otra cosa.
Necesitaba a alguien que la escuchara y le hiciera sentir que no estaba sola.
Necesitaba sentirse apoyada y que alguien se identificara con las preocupaciones que tenía.
Necesitaba un hombro que le ayudara a llevar su carga emocional, una mano que le acariciara su cabello y una voz suave que al oído le dijera que todo iba a estar bien.
Y es que la intimidad no es solo desvestirse y tener contacto piel a piel y acoplamiento sexual. Es saber que hay un lugar donde puedes hallar aliento; un nido de amor donde puedes recargar energía cuando te sientes abatido. Es encontrar unos brazos que te rodeen y te den ese cariño que es como un bálsamo para el alma.
Y es que el amor se creó para eso, para compartirse mutuamente, para dar alivio a esos malestares que no se quitan con un analgésico. Para reparar partes rotas y ser la miel que endulce las amarguras de la vida.
Ella se quedó dormida... Escucharla y darle atención, apoyo y cariño sincero fueron un eficaz remedio para devolverle un poco de tranquilidad a su vida.
Esa noche no hicimos el amor, o sí, sí lo hicimos, pero de otra forma. Porque nos dormimos en una sola pieza y le transmití un poco de mi energía para devolverle mucho de su brillo... Mi dulzura fue el antídoto que la libró del veneno de la tristeza que la torturaba.
ℜ𝔬𝔰𝔞🖤
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