Tumgik
#y acabamos como en unas calles de un pueblo buscando a esa persona
losjavis · 2 years
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últimamente tenemos tan poco contenido de los javis con el rodaje que ahora ya aparecen hasta en mis sueños porque mi cabeza necesita algo con lo que agarrarse lmao
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a-snow-decahedron · 3 years
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Guía de Una Flor Para Finales Felices
English version: Read on Tumblr / Read on AO3
Resumen:
Flowey presencia las consecuencias del viaje del humano a través del subsuelo, y trata de darle sentido a su vida ahora que perdió el control sobre la línea de tiempo. ¿Durarán sus intentos?¿O tomará medidas desesperadas?
En otras palabras, ¿qué eventos llevan a Flowey a apuntar hacia el final Pacifista Verdadero?
Nota: Cada personaje que usa "they/them" en la versión original usa elle/le y palabras neutrales en este contexto. Si no quieres leer un fic así, no lo hagas.
Palabras: 3963
Enlace a AO3: https://archiveofourown.org/works/32457637
Flowey aún estaba procesando los últimos momentos de su vida mientras se alejaba del lado del humano y le veía cruzar la Barrera, dejando atrás el Subsuelo. El niñe había optado por darle piedad, una y otra vez. El sinsentido de esta acción fue tan abrumador que huyó. No prestó atención a su entorno mientras avanzaba por los pasillos del Castillo del Rey en Nuevo Hogar. Se limitó a seguir adelante, emergiendo a veces para mirar un determinado giro o esperar el momento adecuado para mover sus raíces hacia otra superficie. Era casi una cuestión de reflejos para él. Después de tantos reinicios, le parecía que podía deambular por el Subsuelo con los ojos vendados y sabría exactamente dónde estaba. Los entornos eran algo que no podía cambiar, al menos no por sí mismo. Tampoco le resultaba atractiva la idea. Era mucho más interesante interactuar con la gente... Hasta que incluso eso terminó por aburrirlo.
Había una gran variedad de cosas que podían ocurrir en un determinado periodo de tiempo en el Subsuelo, y él había hecho prácticamente de todo. Sin embargo, algunas cosas nunca cambiaban. Las Amalgamas nunca fueron liberadas; era más probable que Alphys se rindiera, a que la verdad dentro del Laboratorio saliera a la luz. Toriel nunca salió de las Ruinas, sin importar lo que le dijeran, o lo que sucediera fuera de las puertas cerradas. Asgore nunca le dejó ver las almas humanas, por mucho que insistiera. Todos sus esfuerzos eran inútiles en cierto modo, ya que nada tenía importancia. Todo podía deshacerse con su voluntad, pero ni siquiera las cosas que él hacía tenían mucho sentido después de un tiempo. Era como ver la misma simulación una y otra vez.
Flowey solía pasarse uno o dos meses como máximo haciendo de las suyas antes de reiniciar. En esta línea de tiempo se había conformado con esperar y no intervenir lo más posible, hasta que llegaran nuevos días. Era increíblemente aburrido, por desgracia. Así que decidió hacer cosas sin sentido para pasar el tiempo. Nada del otro mundo... no es que molestar a algunos Moldsmals haya logrado algo. No mató, ya que eso solía significar problemas, y el objetivo de esto era ver un mundo sin él. También observaba a la gente que conocía. Toriel seguía con su día; a veces se quedaba dormida en su sillón de lectura, con una copa de vino de más. Puede que Flowey le diera un poco de agua una vez, sin razón, simplemente para hacer una diferencia insignificante. Papyrus, un esqueleto en Snowdin que había encontrado tras espiar a la Guardia Real, también era un monstruo interesante de visitar. Siempre tenía un comentario o una anécdota para cada lugar. Estaba lleno de tantas tonterías y contradicciones que Flowey siempre sacaba una o dos risas de sus conversaciones. Era imposible no gastarle alguna broma. De vez en cuando dejaba caer predicciones en sus conversaciones, que el esqueleto parecía tomarse muy en serio a veces.
Y justo cuando la línea de tiempo empezaba a ser demasiado monótona, escuchó un fuerte ruido en las Ruinas, poco después de haber salido a visitar la cama de flores. Ese lugar.... siempre le recordaba a su hermane. Las flores doradas eran sus favoritas. Ese día, en las Ruinas, la vida dio un giro inesperado: un humano había caído al Subsuelo, y con este, su control del tiempo. No hace falta decir que se asustó. No sólo esta criatura era un humano caído, sino que se parecía tanto a elle... pero no podían ser la misma persona, ¿verdad? Al final. Flowey hizo lo que mejor sabía hacer: conoció a este humano, se hizo el simpático, y luego probó su reacción cuando le traicionó. El estúpido infante cayó en sus trucos, pero Toriel detuvo sus movimientos, y se le llevó con ella. La flor sin alma, frustrada, intentó volver a su punto de guardado, pero fracasó: otra fuerza estaba sobrescribiendo su marca en el espacio-tiempo. A partir de entonces, decidió seguir al humano y ver qué hacía. Pronto descubrió que elle era quien controlaba la línea temporal, utilizándola para salirse con la suya. A través de las Ruinas, el frío de Snowdin, el oscuro Waterfall y la humeante Hotland, Flowey le siguió, siendo testigo de su viaje.
Lo que vino después de que el humano le perdonara la vida al rey Asgore fue un borrón. Su determinación fluyó de forma caótica cuando trató de rememorar su intento de tomar las almas humanas. Se sintió tan bien al tener algo dentro de sí que no fuera puro combustible de voluntad. Se sentía tan bien, tan intenso, tan vivo. Esa criatura humana estaba a punto de enfrentarse a su verdadero poder, de ver lo que él era capaz de hacer. Nunca había conocido a alguien que pudiera recordar líneas temporales sobreescritas como él, y no iba a desperdiciar su oportunidad de sacarle provecho a eso. Pero las almas humanas tienen determinación y eso incluye a las seis que llevaba dentro. Se volvieron contra él, y lo llevaron de vuelta a cero en instantes. Y entonces... bueno. Él simplemente no podía entender nada. Su control se perdió de nuevo. El humano sólo necesitaba un golpe para acabar con él, pero se negó y cruzó la Barrera. ¿Por qué no intentarlo siquiera? ¿Por qué no devolverle el mismo dolor? ¿Por qué importa si él vive o no, de todos modos?
Para cuando su monólogo interior había completado el círculo, todo ello causado por el humano que había ido y venido en lo que parecía un mero parpadeo, estaba de vuelta en el pueblo de Snowdin. Cuando llegó a la ciudad era temprano en la noche, la hora en que muchos monstruos cenaban. Snowdin tenía un sistema de farolas que solía estar demasiado alto para que los monstruos no voladores pudieran alcanzarlo. Estaban abastecidas con energía del Núcleo, y para diferenciar el día de la noche, habían establecido un modo gradual de ahorro de energía que reducía la cantidad de luces durante la noche, sincronizado con la hora en la Superficie. Se decía que las luces se asemejaban a las estrellas. Flowey sabía que as estrellas de verdad eran mucho más bonitas, pero hacían el trabajo lo suficientemente bien para los miles de monstruos que nunca las habían visto.
Flowey erguido en una calle residencial, todavía murmurando para sí mismo, mirando las ventanas de las casas llenas de luz y sintiendo el olor a comida casera que emanaba de ellas. No fue lo suficientemente rápido para esconderse después de oír una voz amortiguada y una puerta que se abría de golpe. Un infante de con un poncho de rayas amarillas, que sostenía una bolsa de basura con la boca y se dirigía al basurero, jadeó ante Flowey y dejó caer la bolsa sobre la nieve.
—¿¡La flor parlante es real!? —Abrió mucho los ojos, como si hubieran visto la Superficie. Mientras Flowey intentaba acurrucarse bajo tierra para marcharse, el niño monstruo habló—. ¡Hey, no te vayas! Papyrus me habló de ti.
Ante la mención del nombre, la flor sin alma dudó, y luego se dio la vuelta
—¡Hola! Soy Flowey la flor. —Forzó una sonrisa—. ¿Y, qué te ha contado?, —preguntó, entrecerrando ligeramente los ojos.
—Bueno... —El monstruo miró fijamente a un punto más allá de Flowey, pensando en su respuesta—. ¡Acabamos de conocernos hoy! Es decir, lo he visto antes, pero nunca hemos hablado. Iba de vuelta a Snowdin después de dejar al humano en Water... hey, ¿has oído que un humano ha aparecido hoy en la ciudad? Es una locura. —Saltó emocionade, agitando la cola alegremente.
Flowey levantó una ceja e hizo un gesto con una de las raíces que sacó del suelo, indicándole que siguiera hablando. Suponía que escuchar algunos chismes era suficiente por ahora, hasta que descubriera qué hacer, o encontrara una manera de volver a controlar la línea de tiempo.
—Al principio no sabía que era humano, pero, ¡fue muy genial conmigo! Le mostré unas bonitas cavernas en Waterfall en nuestro camino. ¡Estaba tan emocionade por ver a Undyne luchar contra los malos! Pero resulta que elle, ehm, era el malo que Undyne perseguía, —se interrumpió, buscando una forma de seguir su historia—. Ella me dijo que el humano era malo, que podía salir heride. Y trató de atacarle. ¡Pero me salvó la vida, así que no puede ser mala persona! ¡Tenía que demostrárselo a Undyne! No sé qué me pasó, sentí que el corazón se me salía del pecho. Pero le dije que no dejaría que le lastimase. Tenía mucho miedo, pero creo que funcionó. Y luego... le dejé ir para volver a mi casa porque mis padres se preocuparían si salía hasta tarde.
Flowey le lanzó una mirada impaciente.
—Vale, te sigo. Pero, ¿cuándo aparece Papyrus en todo esto?
—¡Oh, sí! Cierto. Nos conocimos cuando iba de camino a Snowdin. Dijo algunas cosas sobre el uso de la amistad para sus deberes como futuro guardia real, y luego hablamos de Undyne. Dijo que ella lo está entrenando para ser parte de la guardia… ¡suena tan genial! Quiero ser como él de grande. —Se puso a dar saltos en un pie—. Entonces... Le pregunté algo sobre los amigos que dijo, y me contó que no tenía muchos, pero que Undyne era muy cercana. Y luego habló de una flor parlante, que tenía unos poderes de predicción. Dijo que daba ánimos, consejos y demás. No creí que fueras real, pero hombre, estaba equivocado.
—¿Eso es todo? —Flowey levantó una ceja, cansándose de la cháchara del niñe. Quizá a otra persona le gustarían las personas parlanchinas, pero él ya tenía suficiente por ese día y, francamente, sólo quería curar sus heridas. Tanto hablar le estaba mareando.
—¡Sí! Tienes que ser tú, ¿no? Hombre, si nos hacemos amigos batiría mi récord de hacer amigos. ¡Tres personas en un día! Esto es genial. —Su cola se movió de lado a lado.
Flowey bostezó, fingiendo somnolencia.
—Oye, es agradable hablar, pero ¿no tienes nada mejor que hacer? —Señaló la bolsa de basura con su cuerpo.
—¡Oh, claro! Se me olvidaba. Gracias! —dijo, recogiendo la bolsa con los dientes y caminando hacia el basurero en la vereda.
—Sí, no quieres meterte en problemas, ¿verdad? No creo que a tus padres les haga mucha gracia si les digo que te has metido en Waterfall por tu cuenta con un desconocido.
Flowey se encogió un poco para parecer más pequeño mientras el infante caminaba hacia él.
—Antes de que te vayas, necesito algo. Hazlo por tu nuevo amigo, ¿quieres? ¿Puedes traerme un bocadillo? Me metí en una pelea amistosa y mis PS no son muchos ahora mismo. Me vendría bien algo de ayuda. —Sacó la sonrisa más inocente que pudo, que siempre era convincente.
—¡Bien! ¡Ya vuelvo! —Corrió hacia su casa y salió un minuto después, sacando dos conejitos de canela de su inventario y casi dejándolos caer al suelo.
Flowey los recogió con sus raíces y los guardó en su propio inventario con un puf.
—¡Gracias!
—¡Sí, no hay problema Flowey! —Hizo una pausa y luego añadió —Oye, se me olvidó decirte mi nombre, es M... —pero antes de que terminaran la frase, la flor había desaparecido, como si nunca hubiera estado allí.
Mientras Flowey se movía bajo la nieve, no se dio cuenta de las recientes pisadas ni del monstruo peludo que las hacía mientras se dirigía hacia el puesto del monstruo del río.
Flowey salió al lado de la casa de los hermanos esqueletos, con cuidado de no ser visto. Tomó un conejito de canela, le dio un mordisco y luego trató de descansar. Dormir como una flor no era fácil. No era como acostarse en una cama. Técnicamente no necesitaba dormir, siempre que tuviera energía de las luces que le rodeaban o de la comida. Como planta, lo máximo que podía hacer era doblar sus pétalos sobre su cara y encontrar un lugar donde el viento no le molestara y nadie le pisara por accidente. A pesar de esto, si quería recuperarse de sus heridas, necesitaba descansar para restaurar sus PS.
Flowey se estaba poniendo cómodo —todo lo que podía en un pueblo como Snowdin—, cuando escuchó una puerta cerrarse con fuerza en el segundo piso de la casa. Parecía que había gente en casa. Se acercó para espiarlos, pero no fue necesario, ya que las voces tenían suficiente volumen por sí solas.
—Así que... me quedaré aquí esta noche, ¿verdad? Hasta que arregle mi casa.
—SIEMPRE ERES BIENVENIDA A ALOJARTE AQUÍ, PERO SÍ, ¡YA PENSAREMOS QUÉ HACER CON LA CASA MAÑANA!
—¿Cuándo crees que volverá el humano? ¿Crees que se quedarán en la posada?
—ES LO QUE ESPERO, ¿PERO TAL VEZ SE FUERON A NUEVO HOGAR Y ENCONTRARON OTRO LUGAR PARA DORMIR? NO HA LLAMADO DESDE QUE LLEGÓ AL NÚCLEO.
—Será mejor que no se quede fuera hasta tarde o se meterá en problemas conmigo.
—¿Y SI EL HUMANO ES NOCTURNO?"
—¿Quién sabe? Yo NO, al menos. El anime dice todo tipo de cosas que no tienen sentido cuando las pones juntas, como que en algunas de ellas, algunos humanos tienen orejas de gato, pero en otras eso no es posible. Al menos deberían tener algo más genial, ¡como aletas!
—¡O HUESOS! HMM, PERO SOLO PODEMOS ADIVINAR. TAL VEZ SÍ SEAN NOCTURNOS, HE OÍDO QUE LOS HUMANOS TIENEN ALGO LLAMADO ZONAS HORARIAS. MI HERMANO ME LO CONTÓ CUANDO HABLÁBAMOS DEL SOL UNA VEZ...
En ese momento Flowey dejó de escuchar. Aquellos dos repasaron varios temas, y siempre que no sabían algo se lo inventaban con sus teorías. Era divertido en la primera docena de reinicios, pero a estas alturas Flowey había agotado todos los temas posibles con cada uno de ellos...
De repente, escuchó algo que era nuevo para él.
—ENTONCES, UNDYNE, VEO QUE LLEVAS UNA CARTA... ¿ES PARA ALGUIEN ESPECIAL? —inquirió Papyrus, con un asomo de burla.
¿Una carta? Flowey había visto muchas cartas. Varias iban dirigidas a la doctora Alphys. Se preguntó por qué el monstruo pisciano también tendría una.
—¿QUÉ? Bueno, no quiero que se estropee si es que vuelvo a quemar la casa por accidente… PERO NO POR NINGÚN MOTIVO ESPECIAL, es sólo una tontería que llevo conmigo a todos lados, no es importante.
—¿A QUIÉN VA DIRIGIDA, ENTONCES?
—Eh...
—¿ME DEJAS LEERLA?
—¡Por supuesto que no! Es personal.
—ENTONCES ES PARA ALPHYS… —Una pausa—. NO LO HAS NEGADO. ASÍ QUE ¿POR QUÉ NO LA LLAMAS, SE LO ENTREGAS Y VES SU REACCIÓN? —Se escuchó el sonido de un teléfono siendo desbloqueado. —¡YO HARÉ LA LLAMADA!
—¡Papyrus, no! Tengo que reescribirla, ¡todavía no está lista! Dame el teléfono, ¡maldita sea! —Hubo una pausa—. Vale, gracias. Además, probablemente esté ocupada arreglando a Mettaton ahora mismo. ¿Has visto su nuevo cuerpo? Y ANTES de hacer cualquier comentario sobre lo bueno o guapo que está, NO te atrevas. —Se escucharon “ñe-je-jes” como respuesta—. Como sea, debe estar ocupada, y no creo que pueda enseñarle esta carta sin más. Me temo que las cosas podrían salir mal... ¡no sabría qué hacer!
—BIEN, PERO SI ALGUNA VEZ NECESITAS UN CONSEJO, ESCÚCHAME. NECESITAS ESE TIPO DE VALENTÍA EN TU VIDA. —Se escuchó un chasquido como un guiño.
—NGAAAH ¡cállate! —bajó la voz—. Oye, si no te importa, ¿puedes irte mientras me cambio de ropa?
—POR SUPUESTO, TODAVÍA TENGO ALGUNAS PRENDAS TUYAS DE LA ÚLTIMA VEZ QUE SE QUEMÓ TU CASA. TE DARÉ PRIVACIDAD.
—Gracias, ahora vete. —La puerta se cerró. Se escucharon fuertes pasos durante unos minutos, antes de que la ventana se abriera con un movimiento brusco y pequeños pedazos de papel cayeran uno a uno, —Realmente no puedo hacerlo, —murmuró—. Es demasiado. Pronto haré una mejor. Esa será la definitiva.
La humedad de la nieve pronto se filtraría en los restos de la carta y borraría su mensaje, para que nunca fuera leído por nadie. Bueno, no por nadie que estuviera destinado a leerla. Flowey se acercó y utilizó una raíz para recoger una parte de la carta. Le bastaron cinco apodos cariñosos y tres usos del verbo amar para saber que se trataba de unas confesiones excesivamente cursis dirigidas a la Científica Real.
Parecía casi atípico para el monstruo de Waterfall. Sin embargo, Flowey sabía que no era así. Durante algunas de sus líneas de tiempo pasadas había experimentado con la Guardia Real, probando sus puntos fuertes y débiles. Undyne era un monstruo particularmente difícil de tratar. Una vez que te conviertes en su enemigo, te destruye sin dejarse doblegar. Su magia de alma verde obligaba a cualquier monstruo bajo su efecto a quedarse quieto y a utilizar sólo sus propias balas mágicas como protección. Flowey, al no tener alma, no se veía afectado por este tipo de magia, pero aun así, eso no facilitaba mucho la huida. La había matado la primera vez que se enfrentaron, después de morir ante ella varias veces. Esa había sido la primera línea de tiempo en la que decidió matar, lanzando balas a algunos de los monstruos más débiles conocidos. Undyne se había puesto furiosa al enterarse, y decidió encontrar al culpable y llevarlo ante la justicia. Sin embargo, cuando Flowey consiguió matarla, se resistió. Con su último aliento, siguió luchando, negándose a morir. Sus últimas palabras se las dedicó a todos los monstruos del Subsuelo que juró proteger, y mientras se derretía, lamentó no habérselo contado nunca a Alphys. Había averiguado a qué se refería lo último por otras fuentes. La carta era sólo una confirmación más.
Ningún otro monstruo había mostrado tanta determinación para seguir adelante, y esas palabras resonaban en la cabeza de Flowey. De alguna manera, la posibilidad de hacer que alguien se sincerara sobre sus sentimientos hacia algo —o alguien— le producía una especial curiosidad. Había intentado ayudarla, más de una vez, pero ningún intento había tenido éxito. Siguió intentándolo durante unas cuantas líneas más. La resiliencia de Undyne le recordaba a su propio hermane. Pensó que tal vez acercarse, ayudar y arreglar las cosas... podría hacer algo. Tal vez él solo necesitaba ser más como elle, más como Chara. Pero ahora había perdido esa fe. Nada de lo que hacía duraba, nada de lo que hacía lo hacía sentir bien.
—Duele, ¿verdad? Algunas cosas nunca cambian. Ella escribe cartas pero nunca hará nada con ellas. —Dejó caer la carta y volvió a descansar lo que quedaba de noche, esperando recuperar sus PS.
El “monstruo del río” nunca fue un solo monstruo. Eran tres. Su familia se había apasionado por la navegación durante siglos; algunos rumoreaban que tenían esa reputación incluso antes de la guerra, en la Superficie, y desde que los monstruos encontraron un arroyo que conectaba todas las zonas, la familia River se había dedicado a proporcionar un viaje rápido a todos los habitantes del Subsuelo. Cuando era de noche, y la mayoría de los monstruos del exterior eran criaturas nocturnas, sólo uno de ellos estaba cerca. Este contemplaba el puerto de Snowdin. Los tres monstruos hermanos tenían una gran intuición, y esa noche, concordaban, iba a ser interesante.
—Saludos. ¿Sería posible hacer uso de su servicio esta noche?, —preguntó una suave voz.
El monstruo del río se giró para mirar el origen de la voz y vio a un alto monstruo blanco y peludo. Se parecía a la mayoría de los habitantes de la pequeña ciudad, con una gruesa capa de pelo que cubría sus rasgos. Pero algo en su presencia irradiaba una sensación de gracia. Un buen monstruo del río no hacía distinciones entre sus viajeros, por lo que se limitó a señalar el espacio vacío de su barco.
—Tri li li, ¿a dónde le gustaría ir?
—Lléveme a Hotland, por favor, —dijo el monstruo con calma.
El monstruo del Río emprendió su viaje con su único pasajero.
Era tarde, pero a pesar de la hora, siempre se podía encontrar algún monstruo nocturno deambulando por las calles, entre las luces tenues. La aparición de un nuevo monstruo desató inmediatamente los rumores. Este caso era diferente y llamó inmediatamente la atención de los pocos despiertos. Desde el bosque, un Whimsun voló, llevando noticias de las Ruinas. La gran puerta de las profundidades del bosque de Snowdin se había abierto, y su cuidadora se dirigía a la capital. Los jóvenes monstruos estaban perplejos por la historia, pero los más viejos y sabios sabían que esto significaba un gran cambio para todo el reino. Nadie sabía con certeza qué había sido de la reina Toriel tras la muerte de sus hijos, pero parecía que las palabras que portaba el pequeño monstruo volador podían ser la solución al misterio del siglo. Pronto se corrió la voz en el pueblo nevado entre los ancianos. Pero fueron cuidadosos y cautelosos, sin hacer suposiciones rápidas, pero manteniéndose alerta.
El viaje a través del sistema de cuevas no había sido largo, pero ciertamente se sentía como una eternidad, incluso para un monstruo con una vida tan larga como Toriel. Estaba muy preocupada, preguntándose si el pequeño humano había recibido heridas. Cuando puso el pie en Hotland y se despidió de la persona del río, la sensación de inquietud aumentó. No sabía dónde había ido el niño. Todos los monstruos con los que había hablado tenían poca o ninguna información, ya que no estaban despiertos durante el día y, por lo tanto, no habían visto nada digno de mención. Sin embargo, mientras Toriel caminaba por los caminos secos, se fijó en unos folletos, todos relacionados con un niño humano que había sido visto en Hotland, como invitado en los programas de la celebridad más prominentes del Subsuelo. Caminó más rápido, esperando llegar pronto a Nuevo Hogar. El tiempo se sentía tan lento, cada paso duraba una pequeña eternidad en su ansiosa mente.
Cuando llegó al catillo, las luces artificiales empezaban a ser más brillantes. Estaba decidida a llegar a su destino. No podía permitir que Asgore se llevara otra alma, y ella misma iba a detenerlo si era necesario. No permitiría que otro infante fuera herido por él. Sus pasos cubrían distancias más largas, mientras caminaba por los pasillos familiares. Su respiración era agitada, y sus manos se sentían acaloradas por la ansiedad, con pequeñas balas de fuego bailando alrededor de sus dedos. No prestó atención a los monstruos que caminaban a su alrededor, excepto para preguntar por el rey una vez: un monstruo gatuno alto le indicó que el rey había sido visto por última vez en la sala del trono la noche anterior, pero que no se le había visto salir del lugar desde entonces. Al acercarse a la sala del trono, una extraña sensación hizo temblar su magia. No se veía al rey.
Entró con cuidado de no pisar las flores doradas que decoraban la sala. En cierto modo, ambos habían recordado a sus hijos usando esas flores. Se sacudió el pensamiento de su mente, y atravesó la habitación hasta una entrada más pequeña. Esa habitación tenía un único orificio en el techo, que dejaba pasar los primeros rayos del sol de la mañana. Tampoco había rastro del rey.
Ella temió lo peor.
Preparó sus ataques de fuego.
Respiró profundamente.
Entró en la sala que conducía a la Barrera.
Dejó caer sus ataques mágicos, que desaparecieron en un instante.
Ante ella había una corona y una armadura cubierta por una capa púrpura. Polvo en el suelo, y un silencio que llenaba sus tímpanos. Un cuchillo de jardinería a pocos metros.
Este fue el día en que el Rey del Subsuelo había perecido.
Este fue el día en que un humano salió vivo del mundo de los monstruos.
Este fue el día en que las cosas cambiarían para siempre para su especie.
La Reina tomó la corona. Su expresión era solemne, y se preparó para dar a conocer la noticia a todos los habitantes del Subsuelo.
—El rey Asgore ha muerto.
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