- Reflexiones sobre diferentes ficciones y canciones, tales como similitudes y relaciones que quizás a nadie se le ocurrieron antes. No pretendan seriedad en esto. - Experiencias que marcaron mi vida y creo que podrían ayudar a otros. - Auto-críticas de mis propias escrituras. No es que pretenda que ustedes las conozcan (o sí), sino más bien comentarlas y generar posiblemente interés en que las lean ya sea por sentirse identificados o porque les diga algo nuevo. - Canciones inventadas que esperan que alguien les ponga música. - Tips de maquillaje y recetas de cocina (¡ahrre!). Sí, sé que algunos admiran mi cocina consistente en dos o tres recetas que elaboro alternativamente. - Suspiros, lágrimas de tristeza o felicidad para que me consuelen…
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¿Mis posts les parecen muy largos? Si es así,me lo pueden decir. En sí, me preocupa que al cortarlos pierdan su esencia, pero también es una buena práctica intentar recortar sin que pierda el sentido.
Me gustaría interactuar más con ustedes. Respondan en los comentarios si les gustaría conocernos mejor y si les parecen muy largos mis posts.
Saludos
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El post de hoy se llamará: duelo por eliminación.
Cuando era niña, tuve un sueño que fue muy feo y siento que nunca olvidaré, aunque sospecho que de alguna manera me marcó hasta el día de hoy. Estaba cenando con mi familia y mis padres se enojaron conmigo y me mandaron a mi habitación como penitencia. Me levanté, me fui llorando y entonces caí en que mi casa era un enorme caserón tenebroso como la mansión de la familia Adams. Frente a mí se cernía un pasillo oscuro que tendría que recorrer entre asustada y dolida por la expulsión mientras me preguntaba por qué mis padres permitían que pasara por algo así si mi falta no podía haber sido tan grave. De pronto, vi que sobre mí caía una enorme cuchilla dispuesta a cortarme por la mitad y allí me desperté.
Este sueño, de alguna forma, inspiró mi novela Toltucam. No es que, en sí, lo haya hecho concretamente, pero el elemento de la cuchilla, la familia y la oscuridad fueron trasladados directamente. En mí, permaneció un temor funesto, una idea espantosa de que, si pudieran, mis padres me eliminarían. Una idea de que yo era la que allí no brindaba tantas satisfacciones como decepciones y que solo servía si los complacía. Ese temor fue trasladado a mis demás vínculos no tanto como una expectativa premeditada sino como una amenaza latente ante ciertas actitudes de ellos… amenaza que siempre acababa cumpliéndose sin importar lo que hiciese.
Muchas veces en mi vida y hasta hoy he escuchado los famosos dichos sobre dejar ir, sobre alejarse de quien no te valora, sobre recuperar a un ex y sobre el duelo. De momento, siento que es necesario hacer una distinción que es importante ya que hasta hoy no comprendía por qué tanta terapia sobre el duelo me resultaba ineficaz.
No es lo mismo el duelo por una persona que parte que el duelo por eliminación. El duelo de una persona que parte te deja la paz de que esa persona te amaba y no decidió sobre vos. En general, no decidió. Fue su cuerpo quien no resistió el peso del daño y le falló. No hubo culpables ni falta de amor. Entre nosotros, el amor hubiese seguido y seguirá así la persona ya no exista en este plano. Aunque nos cueste la idea de no volver a cruzárnosla, de no esperar encontrarla en la cocina o en su habitación, ella dejó en nosotros esa sensación de calidez que nos ayudará el día de mañana a saber que fuimos amados.
El duelo por una ruptura es el duelo por un desgaste mutuo entre una persona y yo. Ambas trabajamos por la relación (o, tal vez, solo una) y la cosa no funcionó. O, tal vez, funcionó al principio, pero luego las cosas se fueron poniendo cada vez más difíciles hasta que acabaron siendo insostenibles o hasta que descubrimos que éramos oficialmente incompatibles. El duelo aquí consiste en aceptar el hecho, perdonarnos, perdonar al otro, recargar energías y seguir adelante sabiendo que es lo más sano. Se siente como un aborto ya que el proyecto no acabó de concretarse pero nuestro cuerpo sí sufrió y soportó los cambios para que después tuviésemos que vernos obligados a volver a nuestra forma original.
El duelo por rechazo tiene que ver con idealizar a una persona por mucho tiempo hasta querer más de ella de lo que esta persona quiere de nosotros. Es un impedimento de entrada que nos deja en el estado actual. Son puertas que nos cierran en la cara e ilusiones que se rompen. Aquí, el duelo consiste en no seguir golpeando esa puerta y buscar otro camino creyendo que en otro lado sí recibiremos aquella oportunidad ansiada.
El duelo por eliminación consiste en un exilio. Como ser exiliada de la mesa donde cenaba y por las personas que uno más quiere y en las que más confía. Consiste en ser erradicada de ese lugar que uno conoció, donde fue feliz, donde fue uno mismo y dio lo mejor de sí (o no, pero era donde se sentía aceptado). La eliminación es que, al regresar a tu casa luego de un paseo, te encuentres con que te cambiaron la cerradura de la puerta o que tus padres salgan, digan que ya regresan y nunca regresen. De pronto, descubras que sus cosas no están, que viven en otro lado y nunca volvieron por ti. Es que las personas, luego de hacerte sentir amada y aceptada, consideren que tus defectos pesan más que tus virtudes, y que eres una molestia demasiado grande para seguir soportándola. No importa cuánto de bueno haya en vos ni cuánto amor hayas dado, eso ya no tiene ningún valor y amerita el exilio de todo cuando aprendiste a amar para afrontar la vergüenza de una expulsión del edén.
El duelo por eliminación, señoras y señores, no es idéntico a los demás duelos ni puede transitarse de la misma manera. Consiste en vivir la oscuridad sabiendo que hubo luz, en vivir en la indiferencia definitiva habiendo conocido el amor, en vagar en soledad habiendo disfrutado de la compañía… pero con un agregado que no tienen los anteriores: la vergüenza, la indignidad, el resentimiento, el deber recuperar el valor perdido, la imposibilidad de redención y la desprotección con la que no contábamos. Es que no siempre construimos una coraza “por si nos expulsan o nos dejan de querer”. El temor existe, pero nada nos prepara realmente para ese momento sino la repentina y progresiva distancia y silencio de quienes una vez supieron brindarnos todo lo que hoy es nuestro sostén. Este duelo debe transitarse con una cuota alta de perdón, sanación de la autoestima, resignación de lo que ya no es y del deseo de comprender las razones o reparar lo que hayamos hecho, propósito de enmienda y esperanza de… ¿qué? ¿Existirá otro lugar del que no seremos eliminados? ¿Iniciaremos nuestro propio refugio del cual no podremos eliminarnos a nosotros mismos? ¿Y si no soportamos nuestra propia presencia? Por algo nos eliminaron, ¿no? Pero no, gente, no es lo mismo. Cuando alguien perece o parte, ellos se van pero nosotros seguimos. Cuando nos eliminan, ellos siguen, pero nosotros no. Somos como fantasmas que sí existimos, pero ellos ya no ven. Podemos recorrer la casa, tal vez, pero ellos pasarán a través de nosotros sin reparar en que alguna vez fuimos un cuerpo al que desearon encontrarse en la cocina o en la habitación.
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"El beljunje literario"
Debía escribir sobre esto, aunque muchos se reirán en el futuro. De todos modos, ya que me pidieron que hablara de mi proceso de escritura, ahí va.
Antes que nada, debo empezar por contar los inicios de la forma más sencilla posible. Cuando era chica y mi mamá dejó de leerme cuentos, descubrí que la lectura no era mi actividad favorita. Tal vez, porque era tan lenta para escribir y para entender que me daba mucha vagancia. De hecho, si hoy me pongo a leer los cuentos que ella me leía, me doy cuenta de que no recuerdo absolutamente nada de eso… como que ella leía y yo entendía cualquier otra cosa.
Sí miraba televisión, había películas o episodios de mis series favoritas que me tocaban el corazón, me conmovían o me emocionaban. Tanto era así que yo empecé a escribir mis propias versiones de dichos episodios, o bien mis propios personajes basados en los que veía en la tele. Uno de mis grandes orgullos de la niñez fue un cuento basado en un episodio de digimon que miraba hasta el hartazgo pero mezclado con la película de Chucky. ¡Sí! Así como lo ven. Uno de los personajes, previo al inicio de la trama, muere y es revivido en el cuerpo de una tierna muñeca de porcelana. Lo que complica un poco su presencia en sociedad. Bueno, en fin. No les contaré cómo va la historia porque no viene al caso, lo cierto es que lo que pasa entre esta tierna muñequita y su mejor amiga (la que la revive) es lo que pasa en la serie.
Poco después, mi hermana empezó a leer Heidi. Ella les preguntaba a mis papás el significado de algunas palabras y, como yo era culo veo culo quiero, dije: “¿qué la tiene tan atrapada en un libro de páginas amarillas?” así que me dio curiosidad y empecé a leer. Al principio, me aburría mucho el capítulo donde la tía Dete lleva a Heidi a casa del abuelo, pero mi perseverancia me llevó a continuar hasta que se puso interesante. Entonces, me dije: “¡es como mirar una serie, pero leyendo e imaginando todo! ¡Genial!”
Así fue como mi identidad como escritora se reafirmó. Leer era como ver una película. Escribir era como producirla, dirigirla, hacer el casting, elaborar el guión, elegir la escenografía, etc. Había que hacer ver al otro lo que yo iba creando. Creo que mi ojo de escritora tenía más de cinematográfico que de escritor, pero mi mente iba más rápido que mis dedos, y mis dedos, más que toda una sesión de rodaje.
Con el tiempo, seguí escribiendo, pero mi estilo ya estaba más o menos marcado: era un hermoso menjunje de cosas que había visto o leído pero pasados por mi propia subjetividad. Allí, yo mezclaba, adaptaba, cambiaba nombres y, bueno, obviamente elegía lo que pasaba. Ah, ¿se murió? ¡No necesariamente! Hagamos que, en vez de tirarse al volcán de lava, venga su mejor amiga y la lleve en otra dirección. Mmm… tal vez un gato no sea la mejor forma de expresar a este mi personaje. Lo haremos humano. ¿Y este? ¿Por qué tiene el pelo gris como un viejo? A ella le podemos soltar el pelo y este… podría ser mujer. Ranma se convierte en mujer cuando se moja con agua fría… pero podría convertirse a voluntad. O podría ser mujer originalmente y convertirse en hombre. Y quedarse con Shampoo, que es más misteriosa que la loca de Akane. Em… sí, esa serie me hacía confundir algunos conceptos, pero bueno. Qué sé yo. No me preguntaba esas cosas jamás. Tenía entre siete y trece años… ¿qué me importaba si no eran yo?
Por supuesto, llena de orgullo yo iba a presentar mis hermosos y tan ingeniosamente hilados escritos a mi seño de lengua, y a mi profe de lengua y a mi profe de literatura. Ellos, para mi decepción, decían “meh, que lea otro.” Y ahí quedaba yo con mi obra de arte sin aplauso alguno. En esa época, por suerte, nunca se me ocurrió pensar que un maestro pudiese alentarte a seguir escribiendo y a explorar géneros, puntos de vista, estilos. Yo lo que leía, me gustaba y lo aplicaba a mi manera.
A los doce descubrí el género novela. Primero, era una sucesión de episodios sin guión donde todo podía suceder y donde no había un fin definido. Cada episodio era unitario y la novela podía tener infinidad de episodios. Luego, alguien me dijo que sería más interesante si se continuaran entre sí. Yo, para entonces, venía leyendo con avidez toda la saga de Harry Potter así que pensé: claro, dejar episodios en suspenso llevan al lector a tener que seguir leyendo infinitamente. Así que los cortaba en cualquier parte, pero dejando la intriga, claro.
A los catorce, descubrí la importancia del guión. Fue así como escribí la obra que hoy comparto con ustedes. Mi guión era un cuento en sí mismo, pero con un detalle: estaba dividido en eventos que luego serían expandidos en episodios enteros. Sí, ahora la historia tenía un inicio, un desarrollo, un clímax, y un final. Los protagonistas eran niños, el personaje principal era un ser peludito y tierno pero con una historia desgarradora, estaba yo en la figura de una chica que no se llamaba Maritza (como la de Rebelde Way) sino Marisa (y se parecía a Nadia di Cello) y había una niña enigmática con esposas capaz de divertir a todos con sus payasadas pero también asombrarlos con su astucia… y que era una mezcla de Kari de Digimon y Sakura Kinomoto.
En resumidas cuentas, mi estilo fue adquiriendo la característica de ser un menjunje que luego fue tomando forma hasta llegar a obras tan originales que nadie es capaz de identificar los ingredientes que la componían. Si no cocinan ni saben de ciencia ¿cómo saben que la torta lleva huevo? Bueno, eso es. Por desgracia, por mucho tiempo nunca mis escritos se ganaron el aplauso de mis referentes literarios: profesores o escritores con cierto prestigio (o sea, que escribían desde niños y sí conocían el aplauso).
He de decir que mi estilo “cinematográfico” y “culinario” de escritura se transformó en mi marca. Muchas veces me dijeron que leyera (leo, sí, mucho) y viera cómo escriben aquellos a los que les va bien. Y he ahí el problema: ¿cómo escriben aquellos a los que les va bien? ¿No usan intertexto? ¿No expresan opinión crítica? ¿No observan la realidad y la procesan en una obra? ¿No utilizan imágenes ni figuras literarias? ¿No escriben poemas ni se inspiran en personas para crear a sus personajes? O en personajes para crear otros personajes. ¿No miran a la gente y se imaginan cómo serán sus historias? ¿No toman historias harto conocidas y les dan una nueva interpretación? Entonces… ¿qué las hace más dignas? Ojo, no digo que las mías sean mejores, pero ¿por qué valorar unas sobre otras como si fuera más válido mirar desde una perspectiva que desde otra?
Entonces, ahora, hablando con una amiga, ella me dijo que muchos artistas son conocidos recién después de muertos. A lo que le dije: “tal vez, mi estilo llegue a ser modelo para futuros escritores”. Y, como mis obras son ese menjunje sobre el que me expandí, mi estilo se llamará “el beljunje”. Hay una frase bíblica que habla de Jesús y dice “la piedra que rechazaron los albañiles es ahora la piedra angular”. Y, como buena creadora del beljunje, le di mi interpretación: “la piedra que rechazaron los giles será un día la piedra angular” y ella me dijo lo siguiente: “ese debe ser el eslogan”. Así que ahí lo tienen:
“El beljunje: la piedra que rechazaron los giles será un día la piedra angular”
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Carta para mis hijos en esas etapas de la vida donde no se entiende nada:
Quiero decirles que en la vida les ha tocado una mamá que no es común. Algunos dirían que no soy normal, pero yo relaciono lo anormal como lo enfermo y fuera de lugar y si bien he estado fuera de lugar muchas veces, me considero una persona que solo hizo siempre lo mejor que pudo por sobrevivir a este mundo que a veces da miedo.
Mamá tiene un jardín en su mente donde crecen las flores más raras y que siempre anheló la visita de algún guardián o jardinero que supiese tanto o más que yo, o que estuviese dispuesto a aprender por amor. En fin, ese lugar tal vez se parezca a ese rincón dentro de ustedes donde las reglas son distintas de las del mundo que los rodea. Los caminos no son los que todos dicen sino los que fui haciendo, a base de perderme, pero querer marcarlos porque pensaban que era por ahí.
Mamá jugó desde que tiene memoria a todo. Muchas veces se cayó y se lastimó las rodillas… sí, eso duele mucho y tarda más en sanar de lo que uno quisiera. Es molesto, porque cuesta todo: agacharse, arrodillarse en misa, dormir boca abajo, andar y explicarle a la gente que duele más de lo que ellos creen. Sí, de grande mamá se siguió lastimando las rodillas y esperando días que parecían infinitos para sanarse y volver a caminar como antes… solo para caerse al cabo de unas horas de descubrir que ya solo tenía cicatrices.
Era una cinéfila, y no porque se la pasara analizando los clásicos sino porque vivía los clásicos en su vida y en su cabeza. Sí, se dio muchos, muchos golpes por eso. Ella se creyó Joe Fox de tienes un email cuando se hizo pasar por una tal Daniela para conquistar al chico de sus sueños porque él no le daba bola (desde los 15 a los 17 años), Julieta cuando le dijeron que su noviecito no le convenía y trataba de estar con él pese a que sus amigas se oponían. También pensó que era Eva de Wall E o Kiara de El rey león cuando se enamoró de un chico tierno y fantasioso que resultó ser un tipo bastante conflictivo. Antes de eso, se había creído Sherazade y que su amor era Onur de “Las mil y una noches” porque él la trataba como una reina pero la presionaba a casarse con él. Se creyó Hilary Swan en los escritores de la libertad cuando tuvo un curso lleno de chicos que solo deseaban que alguien los escuchara, José Olaya cuando encontró a Vidal y dijo de él “ya es como un hermano” cuando entre ellos vi a uno que se parecía a mí. A veces, se sentía como Manuel Darío, de Les Luthiers, cuando se la pasaba escribiendo como si no pudiera dejar de hacerlo y uno se preguntaba ¿no podría dejar de escribir?
Mamá tiene tantas historias de cuán errática puede ser cuando no entiende las reglas del juego y las cambia para poder jugar igualmente porque si algo no se puede es salir. También escribió una novela donde ella dedicaba estados en la red social a un chico y jugaba a que él los captaba y le brindaba respuestas también indirectas. Él armaba carpas en su casa para jugar a que eran su refugio sin saber que ella hacía lo mismo; como esos hermanos separados en algún momento que se podrían haber reconocido porque eran como dos gotas de agua. Pero mamá se terminaba creyendo el cuento y acababa enredada en un brete donde terminaba con el corazón roto.
Aun así, por momentos vivirlo era algo hermoso y hasta divertido. Claro, antes de eso, y mientras también, escuchaba música con los auriculares y esta la transportaba a múltiples mundos paralelos. En uno, su nene andaba en su cabeza a todas horas. En otro, la oscuridad la rodeaba y ella sentía cómo quien debía amarla solo la contemplaba hasta ganarse su desprecio. En otro, ella tenía una pulga pequeña en su corazón y solo lo podía decir en alemán. A veces, se confundía en italiano y pensaba “será porque te amo”. Y tenía un tanguero que le decía que ella era azúcar, pimienta, y sal y que la quería porque era así con un corazón de grillo y le gustaba lo mismo que a él y por su mundo diferente. También estaba su persona favorita que de locura estaba casi igual que ella, que era muy ocurrente y siempre decía cosas que le volaban la mente.
A veces, se acordaba de que el mundo real era confuso y se amargaba porque las reglas eran distintas y a ella los controles no le funcionaban… sentía que, de seguro iba a estar muerta para cuando llegara el alba y colgada de algún gancho del que tendrían que salvarla… si querían o si podían. Entonces, deseaba morir porque sentía que nunca aprendería y que la gente solo la miraba desde afuera y le daba consejos que ni ellos seguían. A veces, les cantaba a los juguetes en su cuarto y les decía que estaba loca o se creía Pink Floyd y les decía a los maestros que dejaran a los niños en paz porque estaba harta del sarcasmo oscuro en las clases.
Mamá tenía una gata a la que llamaba Gipsy Rose como la gitanita que se escapó de su familia y llevaba anillos en las manos y campanillas en los tobillos. Parecía que Gipsy sabía cuándo mamá debía volver a la realidad y se sentía tan mal que la gatita se recostaba a su lado y fregaba su rostro contra su mejilla. A veces, la baboseaba (Gipsy a mamá, no al revés).
Lo que quiero decir es que cuando se sientan perdidos y al borde del abismo, piensen que mamá conoció eso a su modo y aprendió a danzar en ese borde. Ella no era perfecta ni mucho menos. Solo vivía como le salía, yendo un poco contra la corriente como el pez Koi, un personaje que me hizo apreciar el reggaetón y, aunque había sangre en mis ojos de tanto llorar (no es literal creo), creía que me esperaba una nueva vida. Y aquí está… la vida a su lado para abrazarlos.
Si se encuentran con sus “hermanos”, los que mamá adoptó en su corazón a los 31, antes de que llegaran ustedes, pregúntenles si no digo la verdad. Si no se habrá llevado un susto más de uno cuando los invité a bailar al lado del abismo para que no lo vieran con terror. Uy, salieron corriendo. Por muchos años no los vi, pero de seguro que hoy deben pensar que fue una anécdota muy graciosa.
Quiero que sepan que los amo. Que no le teman a la vida. Que yo siempre estaré para que sepan que no son bichos raros, que nunca los miraré como si estuviesen equivocados. Sí, me toca guiarlos, pero siempre los cuidaré mientras me toque hacerlo, y les creeré cuando me digan que están cansados para que puedan avanzar con energía después. Les creeré como a mí no me creían. Puede que igual me equivoque con ustedes, porque sigo siendo yo, pero luego de leer esto entenderán que no hay intención de herirlos, sino que este comportamiento errático nos acompaña desde la cuna hasta la tumba.
Los amo,
Perdonen las referencias musicales. Los desafío si se atreven a identificar algunas de las letras o personajes mencionados.
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De pronto, no sé qué pasó
Me había recostado en la cama a recuperar las horas de sueño perdidas esa madrugada
No paraba de pensar, pensar, pensar
Me tapé hasta el cuello porque tenía frío a pesar de que hacía calor…
Hasta que le dije a Dios todas las cosas de él que extrañaba e iba a extrañar
Sentía tanto dolor que le dije que no sabía qué hacer, que quería que volviera…
Y me dormí.
Al despertar, ese lugar de mi mente había sido bloqueado.
No recordaba nada de lo que le había enumerado
Me pregunto si será peligroso hacer esa lista otra vez
O si mi mente mañana se volverá a resetear y recordaré.
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La entrada de hoy se llamará: “Tributo a la casa de Hufflepuff”
Por muchos años, leí Harry Potter de principio a fin y me hice la misma pregunta: ¿por qué Hufflepuff no tenía protagonismo durante las batallas más importantes? ¿Por qué Rowling la había rezagado?
La casa fundada por un fraile gordo es la que junta a las personas que se destacan por su bondad y compañerismo. Sin embargo, el único representante que vale la pena nombrar, murió con honor en el libro 4. Cedric Diggory y su caballerosidad y buena disposición a compartir la copa con uno de los suyos no fue héroe digno para su autora. Los demás personajes que representaban esta casa tampoco se destacaban por, la que se suponía, era su mejor cualidad. De hecho, los del año al que pertenecía Harry eran un tanto soberbios y hasta resentidos. Nunca hablaron sino para chismosear o para despreciarlo por creer que él había puesto su nombre en el cáliz de fuego. ¿No debieron ser los primeros en dar el brazo a torcer y recibirlo cuando los de su propia casa lo despreciaban y los de Slytherin lo acosaban? Pues no.
Al parecer, el Sombrero Seleccionador no se puso muy agudo en su juicio al mandar a estos pibes a esa casa. Más bien, no sabía dónde meterlos y, para disimular, gritó: “¡Hufflepuff!” y chau. Pobre fraile gordo. Su casa estaba llena de inútiles que no se destacaban ni por ser buena gente. Solo Cedric se rescataba.
Los bandos estaban organizados del siguiente modo: Gryffindor a la cabeza, mezclado con Ravenclaw (quien aportaba su agudeza de mente y conocimiento) contra Slytherin (los malos por excelencia).
Paréntesis: creo que Slytherin también estaba bastante manchada de prejuicio. Al parecer, todos los que van a esa casa empiezan a creerse los mejores, marchar por la soberanía de la raza aria y hacerse sirviente de Voldemort. Casi no existe otro modo de manifestar su ambición y astucia. Solo un profesor sabe vivir como un Slytherin sin aspirar a servir a Voldemort. ¡Y lo hace de maravilla! Sin embargo, todos los demás están destinados a ser simplemente “los malos”. Es decir, ¿acaso Fred y George no tenían ambición cuando crearon su propia tienda de artículos de bromas? ¿Y Percy, quien deseaba a toda costa ser miembro del ministerio? No. Para ser de esta casa, hay que ser malvado.
Volviendo a Hufflepuff, yo creo que unos buenos representantes de esa casa habrían sido la mejor retaguardia para el ejército de Hogwarts: los sanadores, los ocultadores, los protectores, los amigos incondicionales. El mismo Hagrid podría haber sido un buen representante: tierno, compasivo, fuerte y capaz de ofrecer su oído a quien lo necesite. Realmente, no se sabe a qué casa pertenecía, pero no hubiese estado mal que fuese de esta y pudiese decirlo con orgullo.
Y hablando de orgullo… jamás oí a la casa de Hufflepuff alzarse con orgullo sino cuando Cedric (otra vez, Cedric) le ganó a Harry un partido de Quidditch porque Harry se cayó de la escoba. Tal vez sea por lo dicho anteriormente: el sombrero no ponía en Hufflepuff a los verdaderos honrados y compañeros sino a los que no iban bien con ninguna de las otras casas. Es decir, eran los que quedaban colgados. Eso también justificaría por qué esta casa era famosa por albergar a los inútiles.
Para concluir, no me atrevo a reclamar a J.K. Rowling que escriba una continuación que los redima, ni mucho menos a intentarlo yo. Esto quedó cerrado… claro, a no ser que ella le pegue una editada a algunas partes y así los redima sin destruir su obra maestra o agregar nada que no necesite ser agregado. Simplemente, deseo expresar mi disconformidad con su opinión sobre una casa que debió tener a los miembros que esa sociedad mágica necesita más: la gente compasiva, abierta, colaboradora, y por qué no redentora. ¿No tenían estos una gran lección que enseñar a una sociedad en la que una niña murió sin que nadie lo registrara, donde un niño fue expulsado sin que nadie se preocupara por probar su inocencia y reincorporarlo?
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El post de hoy se llama “Estaré muerta para cuando despunte el alba”
Hace unos meses, se me ocurrió por varias razones preguntarles a mis ex alumnos qué juegos jugaban. La idea era probar un poco de cada uno, pero al final solo probé dos. Con el segundo, debo decir que me ensañé. Se llama Dead by Daylight, y jugarlo tenía sus ventajas y desventajas. La traducción que puse arriba es una versión en broma (aviso).
Las ventajas: volver a conectar con el mundo de los videojuegos, tener más experiencia por si alguna vez logro traducir un juego así y superarme a mí misma.
Las desventajas: es un juego muy difícil, mi computadora no responde demasiado, mis reflejos dan asco y eso resulta frustrante.
Y tantas veces he intentado que acabé ensañándome. En vez de dejarlo por causa de la frustración, me dije: voy a ganar una partida, maldita sea. Me dije: no voy a dejarlo por ser difícil. En algún momento, le tengo que encontrar la vuelta.
Y ustedes dirán ¿por qué no dejarlo y hacer algo que te genere menos frustración? La respuesta les sorprenderá. Bah, de mí. En sí, siempre fui una persona que, salvo para las cosas que de verdad me importan en la vida, siempre me incliné hacia el facilismo. Sin embargo, aquí está la triste verdad.
El juego tiene la característica de no proveer un mapa, de estar a oscuras, tiene muchos obstáculos para que un sobreviviente pueda huir o engañar al asesino y nunca lo ves al tipo hasta que lo tenés encima. Además de eso, por alguna razón que desconozco, no me da ni pelota cuando toco las teclas que me indica para hacer algunas acciones. Quiero saltar, nada; quiero abrir el armario para esconderme, ponele; quiero correr en una misma dirección y salir por la ventana, la cámara me hace desviar y termino contra la pared; debo apretar una tecla en el momento oportuno, ¡suerte con eso! Y uno de afuera que me ve, además de pensar que doy asco se preguntará por qué progreso tan lentamente y no puedo seguir ninguno de los consejos que me dan… ¡probá con mis manos, mi cerebro y mi teclado y contame! De seguro, un buen número abandonaría a la segunda.
En mi vida, la cosa es bastante similar. Todo lo que intento presenta obstáculos impensados para quien no está en mis zapatos. ¿Por qué me resulta tan difícil poner orden en un aula y no hago esto, eso o lo otro? Adivinen qué ¡lo hago! Pero es como la bendita tecla que no funciona. Ah, pero hay que hacerlo en el momento justo. ¿No entendiste? ¡No funciona! Ah, ¿y por qué a los demás y a mí sí? ¡Probá con mi cerebro, mi cuerpo y avísame!
En fin, este juego es como mi vida. Bien dicen: “no te tomes la vida en serio; al fin y al cabo, no saldrás vivo de ella”. Si debo transitarla sabiendo que lo que hago no funciona como al resto sin saber por qué, no hay otra escapatoria que la muerte. Y, aunque ese es el final… dejarme morir o suicidarme no es una opción. Solo me queda jugar. A veces, me va bien y otras, me va mal. Pero cierto es que, aunque no me persigue un asesino, jugar es descubrir por mi cuenta cuáles son los controles, las medidas justas y qué hacer cuando nada funciona. Hasta que no lo descubro, solo fracaso. Cuando lo descubro, la cosa se pone más interesante. Tan interesante como pasar de un caos áulico a terminar jugando un juego propuesto por este compañerito.
El plus de todo esto fue cuando conseguí que él me guiara (no sé si lo conseguí yo o lo consiguió él, o solo se dio, pero bueno) durante el juego. Me iba diciendo cómo hacer esto o lo otro, lo cual me ayudó un montón aunque no logré casi nada de lo que me dijo. Y si digo casi nada, es mucho. Peeero al menos me orientó. Como dije, no es que él me explicara mal sino que… no tenía mi teclado. O, tal vez, todos empezamos así y yo, como buena adulta, ya no estoy tan dotada de esa paciencia. El plus era la capacidad de ponerle humor a la situación, un poco de payaseo y tratar de hacerlo reír para que no me odiara. Yo flasheo que me podía estar odiando. Sinceramente, no sé qué hubiera hecho en su lugar. Lo cierto es que es lo que hago en mi vida también: ponerle el humor que se pueda para mitigar el odio que me causa que no me salga algo por intentar hacerlas como me dicen.
Alguien podría asociar esto con esa guía divina que te va mostrando un camino en la oscuridad. Sin mencionar la poética nube de la duda dolinesca que invade todo el ambiente del juego. Es decir, creo que es la nube de la duda. La primera asociación sería una representación acertada. Alguien que me guía en el juego y me va mostrando qué hacer; alguien que me guía en la vida en plena oscuridad. Donde el sentido de la perspectiva está, pero se pierde… en medio de la nube de la duda. Donde el otro ve lo que vos no ves, donde con paciencia infinita te indica un camino a riesgo de que lo pierdas de vista, pero entonces te busca y te encuentra para que puedas volver a seguirle la pista. Y, aunque no te salga, no te dice: “¿y cómo yo sí puedo?”
Hay que admitirlo. Estas chances no se dan con la frecuencia que uno quisiera: poder ver y escuchar tan claramente a tu guía. La mayoría de las veces, uno siente que está a merced de su propio juicio y procura no desesperar.
Mi sueño en la vida es lograr escapar victoriosamente alguna vez en el juego… y, aunque en mi vida muera antes del amanecer, saber que al menos gané y me divertí.
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First of all, sorry about my English. It’s been a while since I last had really good practice. However, I hope you enjoy it.
I never watch things that leave me empty-handed… or, let’s just say empty minded. I consider the time I spend watching movies or series something valuable I should take advantage of. For this reason, if I am watching something, no matter what, I make sure I can reflect upon it later. Some might tell me: stop wasting your time! There are things you have to do! And, sometimes, it is true… but not always.
For example, I am watching an Argentine series called “Los simuladores” (the simulators). It’s about four men who solve people’s problems by creating simulations, which are so effective that they can even change the enemies’ attitudes towards life. Sometimes, they create a reality within the “victims’” minds that produces a structural change in their mindset improving their self-esteem and encouraging them to do things they had never dared to do. It doesn’t matter if what they lived was not real; what matters is that it was real for them. Of course, you might say facts take place in very convenient ways making the whole stories less realistic, but I’m sure the director was quite aware of that and the whole idea had a purpose in itself: the premise that simulations should never, ever fail.
Well, of course, I don’t think lies should solve people’s problems. Neither do I think you should get people to believe something about you that is untrue just to start respecting you. Or that a beautiful woman should pretend to be in love with you to make you feel more attractive and valuable. Let alone trust strangers who investigate you and pay in advance for doing… what exactly? They won’t say. However, that is not the point, and this is quite obvious.
Now, you can ask: why is this series worth your time? May be the stories are fictional, but the problems are real; this is, we might wish simulators existed to solve our problems too. Also, even if paying for a whole simulation seems too much, the solutions are quite logical and even creative. These people investigate their victims and also the people asking for help to see who they are going to work with, what their needs and stories are, their likes, their childhood traumas, their best achievements, their deepest desires, and then figure out logical solutions. They are humans working on and with humans.
For example, one of the episodes was about a young woman who was dating a young lawyer. His parents were elegant and kind people who wanted to invite her parents to the old man’s birthday. But her family was a bunch of losers stuck in structural poverty, so she was ashamed to introduce them. However, this family was not worthless at all. Each member (father, mother, little brother) had their own virtues, which had been hidden because of frustration. For this reason, the simulation consisted of bringing these virtues up to the surface in a way that they were pretty surprised of their own achievements.
Stories like these awakens reflection upon my own life and other people’s lives and attitudes. I still don’t know exactly what to do about the ideas I come up to, but thinking about why people act in one way or another helps me understand them a little better and find out how to treat them with respect and sympathy. You can always get to know a person and learn how to focus on their virtues, deal with their flaws but also figure out what to do with yourself. Are you like these people you see, with normal problems, who may just need a little push? Do you need to see your reality in a different way, one than enables you to fell more valuable? Or, may be, you are the evil guy who needs to learn a lesson… the one who wonders why you are suffering because of your victims and could think: if I just set them free, maybe I would be free too.
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Te amo
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El tema de hoy se llama “Te amo” y lo que voy a decir aquí es tan subjetivo que les pido que no se adelanten a intentar contradecirme hasta no haberme leído del todo.
Las palabras “te amo”, en mi historia de vida y, a través de otros, fueron perdiendo mucho del significado original que tenían en un inicio. Si es que alguna vez ese fue el significado. “Te amo” solía significar, según entiendo, eso verdadero e inmortal que vinculaba a dos personas para siempre en algo hermoso fruto de un milagro. Es posible que la palabra “amor” sí signifique eso, pero las palabras “te amo” significan para mí lo siguiente:
· Eres objeto de mi obsesión y jamás saldrás de mi cabeza.
· Nunca te dejaré a menos que dejes de complacerme.
· No puedo respirar si no das señales de vida.
· Amo tu sonrisa y muero porque sea por mí, pero si no es por mí, me conformo con que sonrías…
Y un montón de cosas más. Después de todo, uno o lo dice muy rápidamente o lo duda demasiado. Y es que uno lo escupe como para que el pretendido no se escape o espera que llegue ese sentimiento especial que confunde con obsesión. Que la persona le mueva el piso al cien por ciento; eso de no poder dormir ni respirar por causa de esa persona; eso de que el mundo solo cobre sentido por esa persona. Hasta entonces, mejor no decirle nada.
Mientras tanto, la vida real pasa y allí pasan y no pasan muchas cosas que dicen la verdad a gritos. Cosas como el touch and go, cosas como el hastío, cosas como la decepción por no entenderse, cosas como la falta de deseo, cosas como las mentiras, y más cosas. A la vez, tampoco faltan esas personas que te alegran el día con unos mates, que te dicen esas palabras que tanto necesitabas escuchar, que buscan distraerte con una salida o que te permiten descansar en ellos. Ellos son los que te aman de verdad. Los que no tienen pretensiones ni buscan poseerte sino que simplemente dejan caer gestos que les inspira tu presencia o la bondad de su corazón.
Por este motivo, a mí me gusta más decir “te quiero”. Suena menos pretencioso y más verdadero ya que uno se lo dice a sus mejores amigos, a sus hijos, a sus padres; en resumen, a quienes ama. Sí, supongo que es raro decirle “te quiero mucho” al amor de tu vida, pero creo que podrán estar de acuerdo conmigo con lo siguiente:
Para mí, “te amo” no es un sentimiento que se dice sino un verbo. El amor se demuestra, como todos sabemos, preguntando cómo está el amado, saludando, preocupándose por su salud, su felicidad, intentando pasar tiempo de calidad con él o ella, teniendo detalles grandes o pequeños, siendo sinceros, demostrando interés en su vida y en sus cosas, proyectándose con él o ella… Las palabras “te amo” pueden ser dos cosas: a) mentiras para retener a alguien o b) un recordatorio a modo de aviso como “te escucho”, “te espero”, “te llamo”… pero no una declaración de amor auténtico.
Así que, amor mío, no te asustes si no te digo que te amo (aunque te lo diré si necesitas oírlo). Asustate si no te lo demuestro. Si hago todo lo contrario a lo que te cause felicidad, si no tengo tiempo para ti, si todo en mí son excusas y si me veo más feliz sin vos que con vos… porque, entonces, aunque diga que te amo, quizás no será verdad.
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Patito feo
Como chica que supo lo que era ser una lechuza de ojos verdes y, por ende, blanco de bullying, no podría dejar de hablar del tema de la fealdad. Y es que crecí pensando que era fea por motivos obvios: ser rechazada por otras más lindas, que mis amigas tuvieran sus propios admiradores y yo ninguno, que los pocos que tenía fueran unos imbéciles que mostraban la hilacha muy pronto, etc. El tema de la sana autoestima era para mí un cuento de hadas y solo eso. Cosas que solo pasaban en las películas, pero no en la realidad, y mucho menos en la mía. Ni hablemos de la llamada “belleza rara” y que “la suerte de las feas las lindas la desean”. ¿Quién podía desear ser tratada como un montón de basura o como un bello rollo de papel higiénico? La belleza rara era un consuelo de tontos que uno se daba llorando frente al espejo porque fueron a una fiesta con su mejor look y ni siquiera fueron notados o hasta fueron humillados.
Quien haya visto “Patito Feo”, la novela, no habrá tardado en darse cuenta de que el supuesto mensaje de que la belleza interior es lo que cuenta era solo una excusa para hacer brillar a las actrices más lindas del momento y para contar el mismo cuento de hadas de la mujer pobre que se enamora del hombre rico que se casa con una mujer de su clase pero que en verdad ama a… etc. De hecho, era muy evidente cómo se olvidaban del hecho de la importancia de la belleza interior en hacer a la protagonista menos atractiva de lo que ya era con ese look: llorona, aburrida, tímida, opacada por sus compañeras hermosas y altas, miedosa… sí sabía cantar y sí era de naturaleza bondadosa, pero… ¿a quién le importaba? Solo hubiera faltado que, además, fuera mala y enferma de envidia. En fin, me hizo dudar mucho sobre qué era lo que quería mostrar a todas las niñas y adolescentes que miraban la serie admirando a la hermosa villana que decía “sea como sea, aquí no entran feas” y despreciando a la bondadosa protagonista. ¿Hubiese sido igualmente trillado hacerla como una persona segura de sí misma, orgullosa de sus atributos e indiferente a las humillaciones de Antonella?
Otro defecto de la novela es, para mí, que todos la mirábamos esperando el mágico momento en que la protagonista se soltara las trenzas, largara esos lentes de culo de botella y se sacara esos brackets mugrosos para verse linda por fuera de una vez. Es que hoy miro a Patito y digo: “cuántas chicas usan trenzas, lentes y brackets, y la gente se enamora de ellas igual”. De hecho, una chica como ella me inspira mil veces más confianza y cariño que una princesa estirada. Recuerdo a una amiga que se veía así y jamás se me ocurrió pensar que fuese “Betty la fea”, ni siquiera que fuese fea. Entonces, ¿por qué estigmatizar un look por defecto? Esto va a sonar trillado, pero no es el look lo que importa sino la actitud con la que lo lleva.
Yo misma me miro al espejo y me veo unos días fea y siento que hasta la ropa más elegante y a la moda me queda mal. Otros días, me veo bella y siento que hasta el pijama y el pelo revuelto me quedan bien. Hasta me siento tentada de salir así. Hasta las fotos delatan cómo yo llevaba la ropa un día u otro: las malas demostraban que yo me veía fea y me daba igual cómo estuviese vestida, o bien que no era ni consciente de la imagen que daba. Las buenas mostraban que sí era consciente, que me sentía cómoda y que sabía cómo hacer para verme bien… y sí, no soy modelo así que tengo días y días. Ni hablemos, igual, de los que te dicen todo el tiempo que sos fea y, por su posición social o su lugar en tu vida, logra que te lo creas… y viceversa. Si no me habrán faltado Antonellas cuando era chiquita.
No digo que esté mal trabajar en la belleza exterior ya que una cosa no implica necesariamente la otra. Es decir, ser “fea” por fuera no implica necesariamente ser linda por dentro. La personalidad se trabaja, se embellece, se perfecciona. Y tampoco está mal trabajar la imagen externa. Simplemente, creo que el mensaje de que la belleza está en el interior no solo debería haber sido para quien mira desde afuera sino también para ella. Que ella misma entendiera la importancia de trabajar su intelecto (pues nunca se la veía estudiar), tomar clases de canto, y trabajar su carácter para hacerse respetar.
Aquí termina la lección de hoy sobre la belleza y la fealdad. Quizás sean puras patrañas difíciles de seguir, pero al menos estoy segura de haber atinado en algo: son aprendizajes que viví en carne propia y me ayudaron a ser un poco más feliz. Tampoco la pavada. Pero sí un poquito más feliz. Espero que, mal que mal, les sirva de algo lo que leí ya que no me arrepiento de nada.
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Clavar el visto
El tema de hoy se llama “Clavar el visto”
“Clavar el visto”, ya de por sí, es una expresión que delata frustración. No es lo mismo que decir: “ya vio el mensaje” y mucho menos “ya sabe”. A veces, dejamos al otro en visto cuando damos por terminada una conversación en la que decir “besos, besos, besos, besos” se vuelve tedioso y estéril. Cuando preguntamos algo, nos contestan lo justo y necesario, y sabemos que nuestra respuesta no necesita ser verbalizada.
Clavar el visto es precisamente lo contrario al entendimiento mutuo. Se siente más como saludar a alguien y que este te haya visto pero siga de largo. Se siente como decir te quiero y que el otro haga como que no escuchó. Se siente como abrazar y que el otro se quede duro como estatua. Se siente como decir un cumplido y que el otro se quede en silencio absoluto. Se siente como que te dejan entregado a… ¿a qué? ¿Pretenden decir algo sin decir? ¿No les importa para nada? ¿Se quedan en silencio para hacerte ver que lo que dijiste está fuera de lugar y que sientas vergüenza? ¿Consideran que tu pregunta o expresión no amerita respuesta alguna? Quizás, y esto puede ser una reacción madura o un abandono obstinado a la negatividad, simplemente no tuvieron tiempo de responder; quizás, no sabían qué decir en el momento; quizás, tenían la intención pero luego se colgaron.
No sé si hay una respuesta cien por ciento apropiada a esta serie de actitudes. A veces, es uno el que está tan perseguido que piensa que todos lo odian y que lo hacen a propósito. A veces, acaba de decir algo que lo deja en una situación vulnerable y el no recibir respuesta alguna le duele demasiado como para tener una reacción coherente. A veces, uno cree conocer a las personas lo suficiente como para suponer (o hasta saber) que eso es lo que hacen precisamente con uno. A veces, la situación se da para entender claramente la intención del otro. Sin embargo, a veces el otro no da pista alguna y no queda más que esperar infinitamente hasta tener más contexto del hecho.
Creo que la reacción apropiada solo puede provenir de: a) quedarse en el molde hasta obtener más información, o b) actuar acorde a toda la información que ya se posee. Sabemos que hay personas que clavan el visto sistemáticamente sin tener una mala intención; solo que la tecnología no es lo suyo… y, a veces, tomarse el tiempo responder cara a cara tampoco. Y ni hablar si te dejaron en visto por dos semanas, te volvieron a saludar y lo que dijiste antes no es apropiado abordarlo en un saludo amistoso.
Finalmente, creo que todos tenemos más o menos claro por qué clavamos el visto cuando lo hacemos y creemos que tenemos una buena razón para hacerlo que no amerita ser cuestionada. ¿Podemos estar a cada rato preguntándonos cómo se siente el otro cuando no le contestamos? ¿Podemos pararnos a pensar cada vez en si estamos siendo justos? ¿Podemos preguntarnos cada vez si tenemos del todo claro los motivos para dejar en visto? Sinceramente, no. Sí creo que es bueno ser un poco más empáticos a veces, ser menos receptivos con aquellos que procuran manipularnos, y tratar de ser maduros ante la situación de que nos claven el visto.
Personalmente, con algunas personas, lo que hago es tratar de no pensar mucho e intentar concretar un encuentro para ver cómo se comporta conmigo teniéndome al frente. Descarto la hipocresía como una pista ya que no creo darme cuenta, si una persona sonríe como si todo estuviera bien, que todo está mal. Si la persona se comporta distante, algo anda mal. Si la persona parece abrumada por sus preocupaciones, está muy claro el motivo de su silencio. Si me ofrece disculpas acompañadas de excusas sin sentido, es claro que no le importo mucho. Si me dice demasiadas buenas razones, dudo de si escucharlas a todas ya que con una basta o si prestar atención porque está intentando contarme que la está pasando mal.
Y bueno, me fui de las ramas. ¿Ustedes qué piensan? ¿Son de darle mil vueltas al asunto? ¿Leen sus chats hasta muy atrás para ver qué pudo molestar al otro tanto como para clavarles el visto? ¿Cierran el chat y pasan fácilmente a otra cosa? ¿Llaman por teléfono para asegurarse de que todo está bien? Sí, es la reacción más incómoda y a veces la más apropiada. ¿Bloquean al otro y lo borran de su lista de amigos?
https://www.youtube.com/watch?v=B7fF5WPIk8k (Esto es “No Reply” de Los Beatles pero no sé cómo hacer para que se vea la imagen y alguien sepa para qué lo pongo)
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Hoy es el día
Creo que es momento de iniciar algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo. Noto que reflexiono mucho dentro de mi cabeza y siempre quise poner esas reflexiones en vídeo como los Youtubers e Instagramers, pero el trabajo de ordenar ideas, encontrar el ángulo y la luz correcta, saber qué decir, editar, etc no son una opción muy viable en este tiempo donde todos me corren. Sin embargo, ¿por qué dejar que todo se vaya así como vino? Las mejores ideas llegan, se quedan como algo recurrente y se esfuman antes de llegar a la lente sin ser plasmadas como lo merecen. Pero yo soy escritora… ¿por qué tardé tanto en darme cuenta de que puedo poner en letras tanta inspiración y lecciones de vida aprendidas?
Hoy leía una columna en una revista que me dio a pensar en que, en verdad, compartir lo que pasa en mi interior puede de pronto interesar a alguien o ser lo que alguien necesita escuchar.
Comentaré algunas de mis ideas que, de seguro, saldrán así como un buen popurrí de todo hasta ganarse un lugar particular ya que por esta cabecita pasa mucha sabiduría, pensamientos, ideas, dudas, experiencia… por ejemplo:
· Personajes de series, novelas, películas que me generan algo ya que ellos mismos fueron inspirados en vivencias humanas reales.
· Comportamientos que me agradan o molestan en particular de personas o grupos, el intentar comprenderlos (aunque, de seguro, sea inútil) y propuestas sobre cómo reaccionar (como si supiera realmente… se aceptan sugerencias interesantes).
· Reflexiones sobre diferentes ficciones y canciones, tales como similitudes y relaciones que quizás a nadie se le ocurrieron antes. No pretendan seriedad en esto.
· Experiencias que marcaron mi vida y creo que podrían ayudar a otros.
· Auto-críticas de mis propias escrituras. No es que pretenda que ustedes las conozcan (o sí), sino más bien comentarlas y generar posiblemente interés en que las lean ya sea por sentirse identificados o porque les diga algo nuevo.
· Canciones inventadas que esperan que alguien les ponga música.
· Tips de maquillaje y recetas de cocina (¡ahrre!). Sí, sé que algunos admiran mi cocina consistente en dos o tres recetas que elaboro alternativamente.
· Suspiros, lágrimas de tristeza o felicidad para que me consuelen…
En fin, por ahora es todo lo que se me ocurre, aunque quizás algo pueda surgir más adelante. Se aceptan sugerencias y, sobre todo, sus comentarios ya que me ayudan a crecer y, principalmente, a lograr mi principal objetivo que es compartir eso que nace y muere en mí sin haber obtenido siquiera una mirada.
PD: Me gustaría iniciar un blog del cielo y uno de la tierra, aunque tendría que investigar si se puede hacer eso aquí y cómo...
https://www.youtube.com/watch?v=21o4ZM2wdIY
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