Niña del '95 con algunos problemas sociales, políticos y filosóficos.
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Sueño fugaz #1: Pesadilla en Mérida.
24/10/2018
Soñé que había viajado al Estado Mérida con mi novio y un grupo pequeño de amigos, claramente emocionados ya que somos todos de Maracaibo. Eran al rededor de las 4:00 o 5:00 de la tarde, aún no nos habíamos instalado en la ciudad, sin embargo, decidimos divertirnos antes y luego de un rato nos encontrábamos tripeando bien chévere en un edificio como de tres pisos, estábamos en el último. Era pequeño, pero se notaba que había sido construido hacía tiempo.
Mientras conversábamos y tomábamos algunas cervezas, unas personas nos vieron desde el edificio de al lado y nos preguntaron si no teníamos miedo de estar allí. Nosotros respondíamos “no, para nada.” aunque algo extrañados por la pregunta. Uno de ellos, quien nos miraba con mucha lástima, nos dijo: “desconozco cómo hayan llegado al último piso sin darse cuenta, pero ese edificio hace años fue abandonado porque un día encontraron a una hondureña en su oficina de trabajo desnuda, bañada en sangre, haciendo un sacrificio y pacto al mismo tiempo, escribió en las paredes un conjuro para maldecir a todos los trabajadores del sitio y al ser descubierta, todos la tomaron, la amarraron a un árbol que estaba en frente y la quemaron viva. Luego desalojaron como locos asustados y dejaron todo cómo estaba, los portones tienen candados enormes. Suerte.”
Yo, como buena mujer cobarde que soy, sufrí de un ataque de pánico al terminar la historia, y los demás sólo se reían, comentaban que los gochos son locos o que las leyendas de los pueblos siempre salían a relucir con las visitas. Ellos seguían muy relajados, y yo quería irme. Pedí a varios acompañarme, les dije que me sentía mal del estómago ya que sabía que si les decía que la razón de mi ansiedad era esa historia, se iban a burlar y me ignorarían, pero una de mis amigas al verme tan mortificada me haló de un brazo y me llevó a una esquina, me aseguró que me acompañaría porque sentía mucho el peso del ambiente y la mala vibra del sitio. Sentía malestar, estrés y demás. “Capaz y los demás no lo sienten porque ya llevan rato tomando.”
Mientras bajábamos las escaleras, notamos que el edificio era de una empresa, tenía varias oficinas y los pasillos estaban desordenado, como si una turba espontánea hubiese sucedido. Un nudo se formó en mi estómago, las ganas de vomitar empezaron a dominarme cuando vi las que en las paredes habían papeles bon (papeles muy grandes) que llevaban escrito con marcador negro en ellos:
“El día X del mes X, decidimos desalojar éste edificio ahora maldito, por una hondureña que resultaba ser una bruja practicante de magia negra. Ella se desnudó y trató de realizar un ritual demoníaco en una de las oficinas, así que la amarramos y la quemamos.
Dios nos proteja.”
¿A mi? Me iba a dar una verga.
Seguí bajando las escaleras con mi compañía y en todas las paredes habían copias del papel bon hechas a mano, todas eran advertencias. Algunas paredes llevaban señales de los rituales que se habían hecho después del acontecimiento, como pentagramas hechos en sangre, círculos en el suelo, velas gastadas, muchas blasfemias, como imágenes con sangre, algunos Jesucristos con dibujos de cachos o penes en ellos. Yo me preguntaba cómo coño había llegado al tercer piso sin darme cuenta de todo eso, cómo coño lo habíamos hecho todos. Mis nervios eran que algo extraño o paranormal apareciera, con tanta energía negativa arropando el sitio, los entes eran ley. Mi amiga también moría de miedo, sus rodillas temblaban y varias veces se había tropezado con objetos del suelo.
Yo intente llamar a los que quedaron arriba para avisarles que debían bajar e irse conmigo por todo lo que había visto pero ellos me decían que en un rato, después o que dejara la intensidad.
Empecé a llorar al llegar a la planta baja por toda la energía negativa tan palpable y así, como bien repentino... El candado que daba a la salida estaba cerrado, casi oxidado. Algo imposible tomando en cuenta de que nosotros habíamos entrado, aunque no recortaba por donde. El piso en el que estábamos instalados estaba ordenado, limpio, nada comparado al resto del edificio.
Tratamos de llamar a los transeúntes para que nos ayudaran con el candado pero todos nos ignoraban. Ellos miraban atónitos y lo que leía en sus expresiones era “Pobres niñas, ya no hay nada qué hacer.” antes de acelerar sus pasos y huir. Todavía era de día y se sentía de noche. Era loco.
Entre los intentos de buscar salida, yo no quería aventurarme adentro y separarme del portón porque pensaba que en las películas hacer eso era una muerte segura.
Mientras tratábamos de encontrar un hueco allí en el que cupiéramos cada una para zafarnos, se nos acercó una niña de ojos negros y sangre seca por detrás a preguntarnos qué hacíamos allí.
Me iba a dar otra verga.
Yo le respondí bien relajada porque pensaba que si le demostraba miedo o que sabia que estaba muerta perdía. Nos dijo “Fue un error haber venido. Estar aquí es peligroso, se los digo yo que vivo en el sótano.” Yo le respondí “Ujum” sin mirarla y con la ansiedad a mil.
Nosotras la ignorábamos, pero ella seguía allí, levantada y sin hacer más que observarnos buscar una forma de salida. Ella empezó a tararear una canción de cuna que gradualmente se volvía más fuerte, mi amiga se puso más nerviosa y empezó a sollozar. Yo le apreté el brazo, recordándole que el espectro seguía detrás de nosotras, ella asintió.
Mientras el tarareo empezaba a sonar muy fuerte, unos gritos espeluznantes y desesperantes empezar a sonar desde muy lejos. Nosotras tratamos de apresurarnos ya que de lo contrario estábamos perdidas. Unos segundos más tarde, mi amiga tenía un martillo de tamaño comprometedor en sus manos y con él, abrió un hueco en la pared en el que ambas cabíamos.
Lo logramos. Salimos intactas.
Al fin, me sentía tranquila conmigo, pero los demás seguían arriba. Tomé mi teléfono para realizar una llamada de Emergencia pero me entró una llamada de uno de ellos. Estaba llorando, asustado, me explicaba todo lo que ya le había dicho como si hubiese olvidado que yo ya les había dicho todo. Le respondí que yo ya había salido y que debían apresurarse o algo malo podía pasar.
Yo no podía irme del frente, debíamos esperar por ellos.
El espectro de la niña seguía en la puerta, dentro, con sus manos llenas de sangre seca en los tubos del portón y con una risa muy macabra, como sabiendo que algo pasaría. Yo no decía nada, trataba de ignorarla pero su mirada se sentía como cuchillas atravesando mi torso.
Los gritos de fondo no eran de mis amigos. Eso me consolaba.
Al rato, la pequeña se apartó de la puerta y todos aparecieron con expresiones de miedo y desesperación. Los ayudamos a salir por el hueco y afuera, todos corrimos buscando un hotel donde pasar la noche.
Mientras eso ocurría, desperté.
Faltan 7 días para Halloween, buds. Tripéen.
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Pequeña reseña de mi experiencia como redactora
Recuerdo de que desde niña siempre había disfrutado tomar un lápiz, haya sido para dibujar o para escribir, lo disfrutaba quizá más que jugar videojuegos o al toqui-toqui. La primera vez que intenté crearme un diario tenía al rededor de 8 años, pero concluí que no quería escribir una y otra vez lo mismo: “Hoy me desperte, fui a la escuela y pase la tarde viendo televisión. A las 5:30pm empezó Dragon Ball Z y me gustó mucho el episodio, como siempre. A las 6:00pm hice mi tarea y después me fui a dormir” así que lo deje a los cinco días y empece a dibujar. Cuando dibujaba plasmaba las historias que imaginaba escritas en figuritas, personitas y fondos. Imaginaba historias de aventuras con mis amigos, de personajes parecidas a las caricaturas que veía en la televisión o incluso de mi familia siento superhéroes al estilo de Los Increíbles. Ese era mi estilo de desahogo para todo lo que revoloteaba en mi cabeza.
En bachillerato fui dejando a un lado el dibujar. Era bastante buena, pero poco a poco me di cuenta que no era lo mío por completo. En vez de eso empecea a escribir mis historias estilo “romance fanfiction” con músicos jóvenes que me gustaban. Tenía solo tres amigas, y a cada una le gustaba un Jonas Brother diferente, ¡era la sustancia perfecta para entretenerme y hacerlas felices! y si no hubiese sido por lo veleidosa e insegura que era sé que alguna de mis historias estaría publicada en alguna de esas páginas olvidadas de fandoms.
En la universidad me empece a interesar en temas humanisticos. Política, historia, filosofía son de los temas que más me encanta leer, y escuchar música al punto de obsesionarme también. Mi lado de niña fangirl sigue a medida que voy descubriendo más música y músicos o artistas que me encanten. Creo que realmente me costaría mucho dejarlo a un lado, incluso con los comentarios despectivos que he recibido. No podría avergonzarme de lo que me hace feliz.
¿Cómo me puedo avergonzar de tener la habilidad de escribir toda una reseña filosósica o política y al mismo tiempo historias de ficción del que brota mi más inocente imaginación?
Mis inseguridades han bajado desde que caí en cuenta que soy más inteligente de lo que pensaba. Sigo escribiendo sobre ficción porque me encanta y además, me decidí a tener un canal donde pudiese escribir sobre lo que me gusta y lo que pienso.
Cuando escribo me siento como una persona distinta a cuando hablo. Y eso me hace sentir increíble.
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