turboandrew - Tumblr blog

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—¿Y por qué decidiste hacerlo?

—Porque es hermoso.

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Experimenta y reinarás

De seguro te sabes todas esas canciones viejas que hablan de perros, playas, navajas y rosas. De seguro disfrutas que se te claven sus espinas, y recordar cuando se rasgó el telón y que se desencadenó la catástrofe.

Debe ser maravilloso vivir sin tener que pensar y sin la necesidad de regresar a ver a los demás. Qué importa si se ven tus moretones, qué importa si al final del día apestas a sudor. Qué importa, cuando lo único importante en la vida es regresar al arrozal, poner una carpa junto al río, y comer carne asada.

Se nota que su paraíso de dos por tres es lo que te mantiene vivo. De lunes a viernes en su mesita entran justamente dos; el resto de días, los que sean necesarios. Pues nadie estará saciado hasta que no te amarren las manos detrás del cuello, y te cuelguen de ahí, de donde se cuelga la ropa, y te halen del pelo, y te laman, de los pies a la cabeza.

Yo ya sabía que de la cabeza estaba enfermo así que no me sorprende, que entre tantas cosas hermosas de la vida, una de ellas sea comer arroz con mariscos de una funda que estuvo en el refrigerador por tres días.

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Solo queda ser uno mas

Y morir en el intento

Y morir en el intento

Y morir en el intento

Y morir en el intento

En el intento desesperado

En el intento de desaparecer

Y morir mientras no puedo

Y morir mientras te vas

Y morir intentando alcanzar

La cúspide de lo que eres

La cúspide de lo que son

Forrada en alcohol y en despreocupación

Y morir en la frustración

Deshacerme en la frustración

Desesperarme en la frustración

Desaparecer en la frustración

De no saber lo que es vivir

De estar equivocado en lo que es vivir

¿Por qué te alejas?

¿Por qué te rehusas a abrazarme?

¿Es por que de aqui solo queda olvidar?

¿Olvidar qué?

Si nada fue ni nada será

No me merezco nada y solo merezco morir

Y ver como te hundes mas y mas en el pasado

Sin el más mínimo intento de querer regresar

Y morir mientras me olvidas

Y morir mientras te olvido

Solo quiero morir

Solo quiero morir

Solo quiero morir

Solo quiero morir

Que se termine la existencia que me atormenta

Que se termine el castigo de la tangencialidad

¿Qué hago aquí?

¿En qué me he metido?

Debería regresar a donde pueda refundirme

Hacerme bolita y no morir del frío

Porque hace frío

Todos los dias

Todos las noches

Hace frío

Por ser mudo

Hace frío por ser mudo

Hace frío por ser quien no soy

Pero es que no hay palabras para decir

Lo que pasó hace diez años

No hay palabras para decir

Que me he equivocado

¿Qué hago aquí?

¿En qué me he metido?

¿En qué me he metido?

¿En qué me he metido?

¿En qué me he metido?

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La impresionante hazaña de jamás pertenecer

Quiero saberlo todo para poder dejar de ser esta cucaracha asquerosa, y así poder saber si vale la pena o no romperte la pared, y así saber cómo dejar de sentirme así, como una cucaracha asquerosa, muerta y con las patas recogidas, porque la pobre nunca aprendió a estirarse, nunca se le enseñó, nunca tuvo quien.

Mientras tanto he de treparme por las paredes, intentando escapar del rechazo; corriendo y trepando, huyendo del calor inmundo, del calor que no me pertenece, y como no me pertenece quema, quema mucho, me arrasa y me chamusca las patas; ya no se puede más, no se puede vivir así, no se puede vivir con el ácido goteando encima de mi, el ácido que emanan dos vientres separados por la colisión de dos galaxias, envueltos en sopor y hierba, traspasados por sentimientos compartidos, y registrados en los anales del no olvidar.

El fuego me quema, el ácido me desintegra, pero así has de aprender, cucaracha asquerosa, que por ahí no es de andar, que te estas extraviando, que por querer saberlo todo es que no sabes nada, y que algo más debe haber porque si no nada tendría sentido; que así no se vive, sino que se vive viviendo, se vive yendo ahí a donde se estiran, a que te estiren, a que te amarren, a que te claven los dedos en la base del cráneo y en la planta de los pies, a que te expriman los cuatro días que llevas dentro, a que te mezclen la meta en el yogurt para que no la sientas, a que transformen tu bondad en indiferencia, a que te atiborren las fosas nasales con la paternidad que tanto añoras, a que te hagan tronar los huesos y así finalmente a que te hagan subir, flotar y ascender y rozar las estrellas, pero jamás tocarlas porque antes de eso te abrazarán para evitar decirte que no, y te estrellarás contra el suelo, como una cucaracha asquerosa, a la que ni siquiera se tomaron la molestia de matarla bien, sino que la dejaron agonizando en un basural lleno de pañuelos sucios y vino sin alcohol, en el que te retorcerás hasta se te recojan las patas, porque nunca aprendiste a estirarte, nunca se te enseñó, nunca tuviste quien.

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Recordando un instante

Lo que es realmente hermoso no se lo dice, no se lo recalca, no se lo menciona. Algo tan obvio a los sentidos no se lo pregunta ni cuestiona. Solo se lo vive. Es por eso que no existe ninguna foto juntos ni ningún escrito dedicado a ti. Nunca me preocupé por recordarte porque pensé que serías para siempre. Nunca me preocupé por el futuro porque estaba ocupado exprimiendo cada segundo del presente. Mas aún lo recuerdo todo. Lo maravilloso que fue, que entre tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio hayamos podido coincidir.

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Pastel de luna

Después de exprimir toda la masculinidad que había en ti, logré entender lo que intentabas decirme con la mirada. Tú, cargándome a mono, yéndonos juntos, por la playa de cristal.

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El apego

Sentado en una cama que sabe todos tus secretos, en una edad que hace preguntarme ¿quién eres?, maldita sea. Tú, que destrozas sueños, ¿dónde estás?, maldita sea. Con tu gorro apeluchado y lento tambalear. Lento pero preciso. Un poco para adelante, y luego un poco para atrás. Haciendo que susurre el aire. ¿Sabías que podríamos hacerlo susurrar juntos? Pues tengo unas orejeras que combinan con tu gorro, y unos dedos que se sincronizan con los tuyos. Primero re, luego mi bemol. Luego re de nuevo y de ahí si bemol. Porque necesito saber lo que sientes, así sea escrito en un papel, que me encuentre por ahí, que escribiste un día después de despertar, de una noche en la que el aire suspiró tanto, que nunca supimos cuando terminó.

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Amándote en mi automóvil

Quiero ver cosas, quiero entrar en trance. Quiero que mi cuerpo se eleve y empiece la transfiguración. ¿Que te he dicho que no le hago a las drogas? La verdad es porque una vez que empiezo, no puedo parar. Me frustra que nadie pueda entender este orgasmo, este placer que me recorre el cuerpo y hace que se me retuerzan los dedos. Y sentir que la vida nos acontece a cien kilómetros por hora y a setecientos kilopascales. ¿Por qué no nos puede acontecer juntos? Después de incendiar el futuro inexistente, me miraste con unos ojos que no eran los tuyos. Infinitamente negros, como un pozo profundo. Más profundo que cualquier mar.

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Muchacha

Acostados sobre la arena y revueltos aún entre sueños, él deslizó su dedo sobre el vientre de la joven, haciéndolo patinar sobre su piel dorada. Empezaba en la miel y bajaba al ombligo, daba varias vueltas a su alrededor y regresaba hacia arriba. Una, y otra, y otra vez.

Ella despertó y preguntó - ¿Qué haces?-, despertándolo a él también de su profunda fantasía. Una fantasía en la que los dos se encontraban en otro mundo, un mundo donde ambos recordarían la misma canción.

-Un castillo.- respondió él.

Ella se apoyó con sus codos sobre la arena para ver dicho castillo, pero se encontró con algo más hermoso aún. El sol quebrando el horizonte, la luz rayando el mar, iluminando la madrugada, iluminando el castillo y llegando finalmente a su rostro. Podía sentir los rayos quemar su piel, podía sentir ese amanecer estamparse en su memoria.

Ese alba sería el epítome de su juventud pues, sin que ellos lo supiesen, cada ola que los bañaba los iba despojando poquito a poco de todos sus sueños, revolviéndolos entre risas y lágrimas y mezclándolo todo entre la espuma, arrastrando los restos por la orilla hasta quedar estancados sobre la arena.

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Un abrazo de rompecabezas

Cualquiera puede abrir la boca y decir algo lindo. Cualquiera puede abrir los brazos y ofrecer calor humano. Puede que sean los gestos más hipócritas del universo; personas que solo por una formalidad exterminan el verdadero significado del cariño.

Pero que alguien te de un abrazo y que sientas una conexión tan profunda y una calidez que llena el corazón, es algo hermoso. Percatarse de que las palabras no son necesarias, y que dos cuerpos envueltos entre sí y rodeados en silencio se comunican más que de cualquier otra forma. Un abrazo de esos, que se siente como dos piezas de rompecabezas que calzan a la perfección, y que le rompe la cabeza a uno de alegría y regocijo. 

Que así pasen los años sean tus brazos los que nos lleven de vuelta a nadar bajo la luz de la luna, porque años ya no quedan para construir algo así con alguien más.

Maldita sea, cómo te extraño.

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No los detengas

Déjalos, deja que los sentimientos se desborden, deja que te enloquezcan, lánzate al desenfreno y pierde la cabeza.

Al fin y al cabo, darse cuenta que uno estuvo mal será siempre para bien. 

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Un ramo de flores rebosante de amor

Antes de quemar la última mariposa de cariño que dejaste en mi habitación y antes de refundir el último recuerdo en el fondo del closet, necesito gritarle al mundo los sentimientos que terminaron desbordándose y llevándome al quiebre, que me hicieron dudar de mi capacidad humana y que me hicieron cuestionar toda base y fundamento.

Porque cada vez que estuve entre tus brazos me destajé y me derretí, me desmoronaba en palabras y pensamientos confusos e indescifrables; y los veía hermosos, cayendo, formando círculos en el aire, como serpentinas de papel que se desenrollan y se estancan cuando llegan al suelo. Heme ahí yo, el ganador del premio más grande, el que la brújula de tu vida haya vuelto a apuntar en mi dirección. Oh querida María, las cosas que llegué a sentir; no me hubiese importado morir si tan solo moría en tus brazos.  

Pero en esta tierra donde tan evolucionados están, han logrado ya destilar, separar y satisfacer toda necesidad humana. Y uno pobre, al que la evolución lo dejó atrás y sin la capacidad de entender este desmenuce del amor, me sentí como un simio por recurrir aún al vulgar y vergonzoso deseo de ser amado. Tarado yo, pensando que los besos, los abrazos y las caricias aún significaban algo. ¿Acaso ahora solo son el preámbulo justo y necesario antes de recurrir al complicado acto? Palabras y actos vacíos, partes de un guión que todos se memorizaron, como un disco rayado que se repite y otra vez.

O quizás solo fueron las serpentinas desparramadas que me hicieron ver una fiesta que nunca hubo, una pasión desesperada que me rostizó las neuronas. Después de la fiesta quedaron las serpentinas abandonadas debajo de los muebles, transformándose con el tiempo en ácido, amargura y tristeza.

Porque de otra forma no puedo explicar como era posible que tu existencia me perturbara cada segundo del tiempo y cada metro cuadrado del espacio. Intenté huir de tu pensamiento, intenté buscar la vida que hay más allá de ti, intenté disolverme entre esta gente aún que, me cuesta creer tanto, no siente igual que yo.

Pero no hallé lugar en esta tierra donde pudiera escapar porque dejé de tener los pies sobre la tierra desde el instante en el que te conocí. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Pero debajo del cielo no estuve; yo estuve más arriba de las nubes, yo pude casi tocar las estrellas. Allí donde ya no existe el tiempo, donde sólo existíamos los dos.

Siendo tus brazos agua floté, mar de luz, en el más dulce de los desvelos, acurrucándome en las olas del vaivén de tu respirar, desvaneciéndome en tu calidez y hundiéndome en tu cuerpo. Preguntándome si quizás ha llegado el día en el que la realidad supera a los sueños, si quizás ha llegado la noche en la que los sueños ya no solo sueños son. Sobre la lengua de Leviatán dormimos, aprovechándonos del espontáneo desvarío de la bestia, espontáneo desvarío mío en el que por escasos segundos lograba asimilar tu presencia. Pues hermosos fueron aquellos momentos de extravío y amnesia en los que me olvidaba que existes. Gloriosos fueron cuando sucedían estando junto a ti.

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Y a buscar dónde desayunar

Así de simple es como se supone que debería ser la vida. Asombrándonos con las cosas simples como la valerosa conquista de la Antártida, comiendo cosas simples como la carne y como el arroz. Asustándonos con cosas simples como el miedo a la pandemia, riéndonos por cosas simples como alguien resbalándose mientras baila.

Sucumbiendo ante los deseos simples que me causan el tocarte y el olerte, sucumbiendo ante el sueño simple que da después de terminar al mismo tiempo.

Es la paz que acontece una fría tarde de domingo que se extiende, con películas, cobijas y galletas, hasta la mañana del lunes. Esa paz que en su debido momento jamás llegué a sentir, pero que por alguna razón cósmica se ha decidido que a estas alturas de la vida es el momento adecuado para hacerlo.

Al parecer el secreto para encontrar la felicidad ha estado donde siempre me negué a buscar: en los vínculos sin ataduras y en las despedidas indoloras. Pues al fin y al cabo al día siguiente siempre estaré yo esperando el tren, completamente sólo, comiendo reverendos kilos de naranjas amanzanadas, viendo mujeres estrellarse y explotar y expandirse para siempre, en mi fantasía color cereza.

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Las diminutas partículas invisibles que atraviesan el aire, que nos atraviesan a ti y a mí, mientras nos escondemos detrás de la pared de metal, pintada de blanco pero ya oxidada y desgastada, se las siente por infinitas capas, cada una más densa que la anterior, cada una más gruesa que la anterior, y nos hacen pensar cómo quisiéramos no estar aquí, cómo quisiéramos desaparecer, cómo quisiéramos desvanecernos y elevarnos, pues lo hemos vivido todo y aquí nada queda ya.

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Junto a mi ventana, tus cabellos dorados

Haces que me acontezca la vida, que el viento frio se sienta real, que los árboles desprendan su verde radiante, que las nubes brillen y deslumbren con el reflejo del sol.

Porque a pesar de las décadas que han pasado tu esencia sigue siendo la misma, esa que me enamoró y que hace que me eleve y me desvanezca en el aire.

Me devuelves a mi yo, en el frío del páramo, pasto húmedo y dope en las manos, sintiendo cada célula de mi cuerpo reverberar en la soledad, aquella majestuosa soledad en la que jamás he deseado tanto no estar tan solo.

[turboandrew]

Dislexia y daltonismo

No te preguntes por qué no nos conocimos antes. No digas que fue extraño, no digas que fue una coincidencia.

Fue así porque tenía que ser así.

De otra forma nada hubiese sido igual. En nuestro hábitat natural nos hubiésemos ignorado, hubiésemos sido solo uno más del montón. Con desprecio y altanería, nos hubiésemos repelido como dos polos magnéticos iguales.

Y a pesar de que sí éramos iguales, en este nuevo lugar nos encontramos solos y perdidos. Eso que nos hacía iguales nos soldó en la selva nueva, levemente familiar pero con mucho por descubrir. Derramando humanidad con cada paso que dábamos. Derramando humanidad uno en frente del otro. Derramándonos, deshaciéndonos, regresando a lo terrenal, olvidando lo efímero, entregándonos al mundano instinto de únicamente sobrevivir.

Tuvo que ser así, porque de otra forma no nos hubiésemos desnudado el espíritu.

Y aquí en el fondo del mar me pregunto, si algún día te volveré a ver.

[turboandrew]

El desperdicio.

Cómo quisiera hacerte sentir esto que siento, Que sientas lo que me quema y consume, lo que me roe y desgasta, Lo que me deshace, me derrite, me desvanece, Lo que me hace abandonar este mundo. Cómo quisiera que me acompañes en este viaje, Que en este desparrame se junten nuestras esencias, Y desaparecer entre las anaranjadas nubes y las brillantes estrellas. Que nuestro canto resuene en perfecta armonía, Que nuestras palabras sean distinguibles pero inseparables, Y con cada paso subir de tono un poco más, Hasta que o se acabe el mundo o ya nadie nos pueda escuchar.