Publicando cositas de mi fanfic sobre Reese Wilkerson: Shy Girl. Lo pueden encontrar en Wattpad
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“Just ‘cause a girl speaks her mind, doesn’t mean she’s psycho.”
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Shy Girl -Reese Wilkerson. Capítulo 32: Addicted to you
¡Hola! Por las nuevas políticas de Wattpad tuve que censurar este capítulo, así que lo publico acá integro.
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꧁ღ⊱ I'm addicted to you porque es un vicio tu piel, baby I'm addicted to you quiero que te dejes querer ⊱ღ꧂
—Sigo creyendo que Reese es un idiota y no merece tu perdón —dijo Madison North con desaprobación.
Sentada en su cama mientras pintaba las uñas de sus pies de negro, Regina escuchaba a su amiga quejarse de su decisión desde el altavoz del teléfono. Madison tenía que gritar para que pudiera oírla ya que, a diferencia de ella, si había asistido al baile esa noche. Regina podía percibir la música a todo volumen que les impedía una fluida comunicación, sin contar las pequeñas interrupciones de Talía o Danny coincidiendo con Madison. Si bien ella lo había perdonado, la mayoría de sus amigas parecían odiar a Reese desde que la llamó sofocante.
—Lo sé, Mad. Te oí las primeras diez veces —dijo Regina como un quejido. Comenzaba a cansarse de que cuestionaran su relación.
—Regina, no estás en el baile con nosotras por su culpa —insistió Madison con tono de impotencia, la desesperaba que no viera lo mismo que ella.
—Ya no quise ir... —respondió Regina tratando de quitarle importancia.
—¡Por su culpa! —repitió Madison con indignación. —Y tú estabas muy emocionada por venir. Incluso tenías un vestido bellísimo.
—Lo sé, pero él no quería y yo solo estaba emocionada por ir con él. De otra forma hubiera ido con ustedes... —respondió Regina haciendo una mueca que Madison no pudo ver. —Y el vestido... no lo sé, mi abuelo y Gloria se casarán en algún momento, ya podré usarlo.
—Entonces estás muy feliz de estar en pijama en tu cama cuando podrías estar divirtiéndote con nosotras en el lindo vestido que se llena de polvo en tu armario —dijo Madison sarcásticamente.
—Técnicamente no está en mi armario, está colgado en la puerta de mi cuarto y no estoy en pijama, tengo el buzo de Reese y un short —respondió Regina mientras cerraba el esmalte negro, sonriendo al oír el quejido de su amiga del otro lado del teléfono. —Maddie, sé que crees que Reese no es bueno...
—No, no creo que no es bueno —la interrumpió Madison. —Creo que es maligno.
—Maligno —repitió Regina rodando los ojos mientras dejaba el esmalte en un estuche sobre su mesita de luz. —Pero siempre fue muy dulce conmigo...
—Oh, sí, qué dulce que fue cuando dijo que estabas GORDÍSIMA —dijo Madison exasperándose al recordar lo que Reese había hecho el día anterior.
—¡¿Dijo que Reese era dulce?! —escuchó decir a Talía desde el teléfono.
—¡Sí, está delirando! —exclamó Madison en respuesta.
—Sigo escuchándote, Madison... —dijo Regina tomando el teléfono que descansaba sobre su cama para quitar el altavoz y llevárselo a la oreja.
—¡No, no me escuchas! —replicó Madison. En efecto, no la estaba escuchando. En cambio, alejó un poco el teléfono de su oreja para oír lo que ocurría en su casa, lo que la llevó a fruncir el ceño confundida. Le pareció escuchar ruidos provenientes de la planta baja, pero sus padres estaban en casa de su tío Mitchell. —Si me escucharas habrías terminado con él y no estaríamos en...
—Espera... —la interrumpió Regina. —Creo que Alec rompió algo en la sala. —Sin cortar la comunicación, abrió la puerta de su cuarto y comenzó el camino hacia las escaleras. —¿No tienes que bailar con Anthony o algo? —Del otro lado del teléfono, Madison continuó con sus quejas haciendo caso omiso a los pedidos de silencio.
—¡No inventes excusas! Estamos en un intermedio para cenar —aclaró. Regina frunció el ceño confundida, no estaba muy segura de que eso fuera verdad. —¡Y ni se te ocurra cortarme, me vas a escuchar! —dijo Madison con tono de enojo.
—Sí, mamá —respondió Regina con tono burlón a la vez que bajaba las escaleras.
—En serio, Reg. No puedes dejar de hacer cosas que quieres hacer por un chico... —continuó reprendiéndola Madison.
—No dejo de hacer cosas por un chico —repitió Regina pisando el último escalón de la escalera. Apenas llegó a la sala, se percató de los ruidos provenían de la cocina. Era extraño, parecía como si Alec estuviera cocinando.
—Sí, sí lo haces —replicó Madison.
—No. Y no es "un chico", es Reese. Mi Reese —dijo Regina, cruzando la sala en dirección hacia la cocina. Aunque debería estar entrando en pánico por el desastre que probablemente estaría haciendo Alec, estaba caminando lo más lento posible para evitarlo.
Había llorado tanto hasta que pudo solucionar las cosas con Reese que necesitaba unos días de tranquilidad. Por supuesto, el universo no quería que estuviera tranquila. Al llegar a la puerta que separaba la sala de la cocina, Regina pegó un fuerte grito de terror. Acababa de ver la sombra de una persona detrás del vidrio esmerilado de la puerta y estaba segura de que no se trataba de Alec. Claramente era un hombre, pero mucho más grande que su hermano.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Alec está bien?! —escuchó a Madison gritar del otro lado del teléfono, ella también se había asustado.
—Hay alguien en mi casa —susurró Regina asustada. Comenzó a caminar lentamente hacia atrás por el pasillo, algo muy tonto considerando que acababa de dejar sus pulmones en un grito.
—¡¿Reg?! ¡¿Qué pasó?! —repitió Madison, la música le impedía escucharla al hablar en un tono tan bajo. No obtuvo respuesta. Lo siguiente que oyó fue otro gran grito de Regina al ver que la puerta de la cocina se abría.
—¡AHHH! —gritó Regina. Estaba paralizada en su lugar con la vista fija en la mano del hombre que abría la puerta. Siempre exagerada, podía verse a sí misma muerta en medio de la sala.
—Eres una miedosa —Regina dejó de gritar en el acto al oír el tono burlón de su novio seguido por una gran carcajada.
—¡¿Cómo entraste?! —exclamó Regina, dándole un empujón suave con su mano libre para que parara de reír.
—¡¿Quién entró?! —dijo Madison desde el teléfono, aun alarmada al no saber que ocurría.
—¡Ah! Lo siento, Maddie. Es Reese... —aclaró para su amiga, observando con los ojos entrecerrados como su novio se sostenía del marco de la puerta mientras trataba de parar de reír. Pero no pudo sostener por mucho tiempo el estar ofendida. Al mirarlo mejor, se percató de que Reese tenía un aspecto peculiar. Llevaba un mandil de cocinero, por lo que podía imaginar de dónde provenían los sonidos que había oído, pero lo que más llamaba su atención era el esmoquin debajo de este. —...y está usando un traje... —dijo relajando su expresión a medida que aumentaba su confusión.
—¿Qué? —preguntó Maddie igual de confundida.
—Lo siento tengo que irme —dijo Regina rápidamente al ver que Reese comenzaba a calmar su risa.
—¿Qué? No, espera... —trató de detenerla Madison, pero Regina ya había alejado el celular de su oreja para cortar la comunicación.
—¿Qué se supone que haces? —preguntó Regina alzando las cejas y cruzándose de brazos.
—Compenso al amor de mi vida por ser un idiota —respondió Reese entre pequeñas risas, enderezándose mejor para poder acercarse a ella.
—¿Matándome del susto? —preguntó Regina sin poder evitar sonreír por la forma en la que se había dirigido hacia ella.
—Para tu información, iba a hacerte una sorpresa muy romántica —dijo Reese dando un paso hacia ella para poder estirar la mano detrás de él y entrecerrar la puerta de la cocina.
—¿Eso estás escondiendo? ¿Una sorpresa para mí? —preguntó Regina con emoción. En un parpadeo, Reese tenía a Regina tratando de ver por encima de sus hombros hacia dentro de la cocina.
—¡La estás arruinando! —se quejó Reese, soltando la puerta para poder sostener a Regina de la cintura y evitar que continuara inclinándose sobre su hombro.
—¡Te metiste en mi casa de alguna forma ilegal, al menos déjame ver la sorpresa! —insistió Regina entre risas. Para continuar tratando de espiar, se aferró al cuello de su novio
—¡No me metí de forma ilegal! —replicó Reese, haciendo fuerza con sus manos en su cintura para alejarla de la puerta.
—¡Sí lo hiciste, eso hacen los delincuentes juveniles! —dijo Regina con dificultad, Reese tenía mucha más fuerza que ella y la estaba empujando hacia atrás mientras ella trataba de mantenerse pegada a él.
—¡Claro que no! Alec me dejó entrar, prometió quedarse en su cuarto —informó Reese sin dejar de luchar con ella para moverla hacia la sala.
—¡Genial! Y tú me dejarás echar un vistazo a mi cocina —insistió Regina antes de sorprender a Reese al dar un pequeño saltito aprovechando el agarre en sus hombros para rodear su cadera con sus piernas, lo que le permitió inclinarse más para ver por fin el interior de la cocina. Instintivamente, Reese retiró las manos de cintura para colocarlas debajo de sus muslos para evitar que cayera.
Entre tanto, Regina tomó aire por la sorpresa. No podía apreciar todo el lugar desde ese ángulo, pero lo poco que veía le encantaba. Con ayuda de Alec, Reese había ambientado el comedor de su casa de forma tal que pareciera una cena íntima en un lindo restaurante.
—¿Sabes que me facilitas el trabajo, verdad? —dijo Reese con tono burlón, sin percatarse de que ya no tenía sentido continuar impidiéndole entrar. Antes de que pudiera dar un paso hacia la sala, sintió que el agarre de los brazos de Regina detrás de su nuca se convertía en un abrazo y comenzaba a dejar una serie de besos en su mejilla. —¿Qué? —preguntó confundido. No es que se quejara, pero le parecía extraño que pasara de forcejear con él a llenarlo de besos.
—Nada... —respondió Regina, alejándose de su mejilla para llevar sus labios a su oreja. —Solo me encanta tu sorpresa —susurró en su oído antes de dejar un besito en el lóbulo de su oreja.
—¡¿Cómo lo...?! —exclamó Reese frunciendo el ceño, pero fue interrumpido por el impacto de los labios de Regina sobre los suyos. La expresión de su rostro comenzó a relajarse por el beso, correspondiéndolo sin dudarlo. Apenas se separaron, Regina redirigió los besos a su cuello, haciéndolo estremecer. Lentamente, Reese apoyó la espalda de Regina contra la pared del pasillo sin dejar de sostenerla con sus manos. —Oh, sabes que me encanta la dirección hacia la que va esto... —dijo cerrando los ojos con una sonrisa de satisfacción.
—Pero... —murmuró Regina dejando un último beso en su cuello antes de morderlo suavemente para luego apoyar la barbilla sobre su hombro y observarlo expectante.
—Pero dejé un soufflé de chocolate en el horno, la salsa de champiñones estaba casi lista cuando gritaste y todavía tengo que terminar de rellenar los sorrentinos —enumeró Reese con una sonrisa de disculpa. En respuesta, Regina volvió a besar su mejilla conteniendo una sonrisa.
—Termina con todo eso, nuestra primera vez puede esperar un poco más—dijo Regina con una pequeña risa al final. Luego, retiró sus piernas de su cadera con ayuda de él para no caer, lo que le permitió volver a pisar el suelo.
—Puede esperar, pero no tanto —aclaró Reese con tono de advertencia, haciéndola reír aún más.
—Entonces apresúrate —respondió Regina entre risas para luego ponerse de puntitas de pie y volver a besar sus labios. —Voy a cambiarme. Estás muy elegante y yo estoy en pijama —agregó arrugando la nariz y dando unos pasos hacia la sala.
—¡Espera! —exclamó Reese, tomando su muñeca para detenerla. —Quiero que te pongas el vestido de las fotos.
—¿Quieres que me ponga el vestido con el que me veo gordísima? —preguntó Regina alzando las cejas. Sabía que le había mentido, pero le había dolido y merecía que lo molestara.
—El vestido con el que te ves bellísima —aclaró Reese antes de deslizar la mano por su muñeca hacia su mano, levantándola hacia sus labios para dejar un besito sobre ella. Al ver que las mejillas de Regina se sonrojaban, Reese esbozó una linda sonrisa. —Por favor, no solo quería compensarte, también deseaba verte usando ese vestido... —agregó con tono de súplica. Luego, tiró suavemente de su mano, haciéndola chocar con su pecho nuevamente. Una vez que acortó la distancia, se inclinó hacia su oreja para poder susurrarle al oído. —...y me encantaría quitártelo más tarde.
Al instante, las mejillas de Regina enrojecieron aún más. Una sonrisa burlona apareció en el rostro de Reese al ver la expresión de su rostro, la había dejado sin palabras.
Luego de unos segundos de estupefacción, Regina asintió lentamente con la cabeza. —Usaré el vestido para ti... —murmuró avergonzada. La sonrisa de Reese se ensanchó, le gustaba como sonaba eso.
•••
Por supuesto, ambos sabían que esa noche no podrían hacer nada más que cenar. Reese se había metido a su casa sin que sus padres supieran aprovechando que no estaban. Si volvían y lo encontraban allí su madre la castigaría por un mes, probablemente prohibiéndole verlo. Así, disfrutaron la cena y luego se apresuraron a dejar todo impecable antes de que Reese tuviera que huir.
Aún así, la tentación de volver a su casa para entrar a su cuarto por la ventana en mitad de la noche era muy fuerte. No lo hizo, pero realmente quería hacerlo. Mientras miraba el techo de su cuarto con sus hermanos durmiendo en la cama de al lado, Reese pensaba en lo mucho que deseaba estar con Regina en ese momento.
Quería entrar por su ventana y besarla abruptamente como en las telenovelas que veía en secreto con su mamá. Quería obligarla a volver a ponerse el vestido color borgoña para poder quitárselo lentamente, besando cada parte de su cuerpo en el proceso. Quería volver a tener el placer de jugar con sus senos, estrujarlos, llevárselos a la boca, oírla jadear al rozar sus pezones con la lengua... En fin, la quería a ella.
Y no es que no hubiera tratado de escabullirse para hacer todo eso y más. Al menos tres veces lo había intentado, pero era imposible. Todas las veces que se había escapado para ver a Regina en medio la noche sus padres estaban profundamente dormidos. Este no era el caso. Aunque no sabía que Hal y Lois discutían por su testamento, podía oírlos gritar en la cocina.
No era un buen momento para salir, pero lo habría hecho de todas formas si hubiera sabido lo que su madre diría a la mañana siguiente...
•••
—Solo nos iremos dos días —informó Lois. Sentada en el asiento del copiloto del auto, hablaba con sus hijos parados junto a la ventanilla mientras su esposo terminaba de guardar el equipaje. —Antes de que nazca el bebé tendremos un fin de semana de paz y silencio.
—¡¿Sin nosotros?! —exclamó Reese, sosteniendo una cuchara en una mano y un tazón de cereales en la otra.
—¿Recuerdas el plan? —preguntó Hal a Craig, el responsable de los niños hasta que volvieran.
—En cuanto se vayan... subo a Reese a un autobus a ver a su abuela en Canadá... —comenzó a repetir el plan Craig señalado a Reese antes de pasar a Malcolm. —... después de clases dejo a Malcolm en clase de Stevie... —Con una gran sonrisa, Craig bajó sus manos a los hombros de Dewey. —...y Dewey se queda conmigo. ¡Te ganaste el premio gordooo! —dijo inclinándose a un lado de Dewey, quien le dedicó una sonrisa sin dientes.
—¿Canadá? ¡Genial! —exclamó Reese, masticando un puñado de serial. —¿Puedo decirle a Reg que vaya conmigo? —preguntó luego de tragar, sonriendo con emoción. Sería divertido ir a esquiar con Regina, pero en verdad la quería allí por otra razón. La noche anterior estuvo a punto de trepar por las paredes de las ganas que tenía de estar con ella, no soportaría dos días sin poder verla.
—¿Enviar a Regina dos días con mi madre? ¡Claro que no! ¡Pobre niña! ¡Por qué la castigarías así! —exclamó Lois frunciendo el ceño.
Reese hizo una mueca de disgusto. —La llamaré para que vaya a despedirme... —dijo con desgano.
—¿Por qué nos están separando? —preguntó Dewey justo cuando Reese se dirigía hacia la casa.
—Porque solo así el juez nos dejó salir de la ciudad —dijo Hal antes de arrancar el auto a toda velocidad, dejando a dos de sus hijos observándolo confundidos.
Entre tanto, Reese prácticamente corrió hasta la cocina en busca del teléfono. Apresuradamente marcó el número de celular de Regina. Esperaba que no hubiera salido hacia la escuela aún. Era muy temprano, cualquier estudiante seguiría durmiendo, pero con la familia de su novia nunca se sabía.
El tono de espera sonó por varios minutos hasta que... —Espero que tengas una buena razón para despertarme diez minutos antes de que suene mi alarma —oyó decir a Regina del otro lado del teléfono. Se notaba en su voz soñolienta que acababa de despertar. Conociéndola, podía imaginar que le hablaba con los ojos cerrados acurrucada en su cama.
—Te extraño. ¿Es razón suficiente? —respondió Reese en tono burlón. No pudo evitar sonreír al hablar con ella, le había alegrado el día.
—No mientas —murmuró Regina con voz soñolienta, claramente luchaba por no volver a dormirse. —Si me extrañaras no me llamarías, encontrarías la forma de entrar en mi habitación y despertaría contigo al lado —replicó con tono soñoliento, haciéndolo reír.
—Créeme, lo intenté anoche —respondió Reese entre risas. Regina murmuró un pequeño "mmm" como respuesta. —¡Reg, no te duermas! Tengo que decirte algo importante.
—Estoy despierta —murmuró Regina. Reese apretó los labios, no estaba muy convencido. —Estoy despierta. Te escucho.
—Me voy por dos días —informó sin más preámbulos para confirmar si realmente lo estaba escuchando.
—¡¿Qué?! —exclamó Regina. Reese esbozó una pequeña sonrisa, definitivamente la había terminado de despertar. —¿Por qué? ¿A dónde?
—A ver a mi abuela en Canadá —explicó Reese.
—Ah... entonces podrás esquiar —dijo Regina. Reese podía notar que trataba de verle el lado positivo, pero percibía en su voz la decepción. —¿Cuándo te vas?
—En media hora saldremos a la parada del autobús. ¿Puedes venir para despedirme? —preguntó Reese. Al instante la escuchó levantarse de su cama y dirigirse a su armario.
—Estaré ahí en diez minutos —confirmó Regina mientras buscaba qué ponerse en su armario.
•••
—Te extrañaré tanto tanto tanto tanto —repetía Regina mientras abrazaba fuertemente a Reese en la estación de autobuses. Por su parte, Reese sonreía encantado mientras se inclinaba lo suficiente como para apoyar la barbilla en su hombro. A ninguno de los dos le importaba que estuviera lloviendo a cántaros y se estuvieran empapando, solo querían pasar esos últimos minutos juntos.
—Volverás a verlo en dos días, Regina —dijo Malcolm junto a ellos con su típico tono exasperado.
—Malcolm, si eres alérgico al amor no es mi culpa —respondió Regina a la vez que Reese estiraba la mano que no rodeaba su cintura para golpear a Malcolm en el hombro.
—Cuando regrese te cocinaré lo que quieras y luego... —prometió Reese, pero antes de continuar hablando bajo el tono de voz de forma que solo ella pudiera oírlo. —...espérame en la ventana de tu cuarto... —susurró en su oído, provocando que Regina se alejara unos centímetros para conectar sus ojos. —....porque estaré allí para terminar lo que empezamos ayer —concluyó sonriendo al ver que sus mejillas se sonrojaban.
Como respuesta, Regina retiró las manos de su cuello para llevarlas a sus mejillas, atrayéndolo hacia ella y dejando un beso en sus labios. Reese lo correspondió sin dudarlo, reforzando el agarre en su cintura para que volviera a pegarse a su pecho. A su lado, Malcolm rodó los ojos con fastidio antes de girarse a hablar con el lector. —Lo sé, son insoportables... —Volvió a mirarlos por unos segundos, luego volteó nuevamente para hablar con el lector. —Regina tiene razón, necesito una novia...
—Muy bien, tortolitos, el autobús tiene que irse —dijo Craig interponiéndose entre ellos para que se separaran. Entre quejidos, Reese se alejó de Regina para subir por fin. No tardaron mucho en verlo inclinarse sobre la ventanilla de la planta alta del autobús.
—Que se diviertan en la escuela, tontos. Les enviaré una postal desde Whitehorse —dijo Reese mirando a sus hermanos con una sonrisa burlona. En la vereda, Dewey, Craig y Regina lo observaban con una sonrisa mientras que Malcolm lo miraba como si fuera tonto.
—Reese, piénsalo... tardas veintiséis horas en llegar y veintiséis horas en volver... —comenzó a explicar Malcolm con las manos en los bolsillos. Al igual que Reese, Regina volteó a verlo confundida. No se había parado a pensar en eso... en realidad, ni siquiera sabía cuánto tiempo de viaje había desde allí hasta Canadá. —Tu mochila está llena de comida y nadie le avisó a la abuela...
Reese se tomó un minuto para pensarlo frunciendo el ceño boquiabierto antes de volver a dirigir su vista hacia Malcolm. —Un momento... ¡¿Estaré todo el fin de semana en el autobús?! —exclamó alarmado justo antes de que el autobús se pusiera en marcha. Como respuesta, tanto Malcolm como Dewey y Craig lo despidieron con una gran sonrisa saludándolo con la mano mientras que Regina observó apenada a su novio alejarse.
—Ah... ¡Reg! ¡Te llamaré cuando consiga un teléfono público! —fue lo último que alcanzó a gritar antes de que el autobús se perdiera por la esquina de la calle.
•••
—Voy a volver a casa —informó Reese apenas Regina respondió el teléfono. Tal como había prometido, había conseguido un teléfono público en la primera parada del autobús para hablar con ella. Por suerte, había coincidido con el horario del almuerzo en la escuela.
—Amor, pasaron cuatro horas desde que el autobús partió. Estás demasiado lejos para volver... —dijo Regina con delicadeza. Sentada a su lado mientras almorzaban, Madison rodó los ojos al oír la palabra "amor", aún no soportaba a Reese.
—Buscaré la manera de volver, no te preocupes —respondió Reese sin darle importancia a sus preocupaciones. —Lo único que tienes que saber es que cuando vuelva haré una gran fiesta en mi casa —dijo con una media sonrisa. Del otro lado de la línea, Regina alzó las cejas.
—¿Una fiesta? —repitió Regina extrañada. —¿Por qué?
—Para que tengas una excusa para ponerte un lindo vestido que esta vez sí podré quitarte —respondió Reese. Sonrió al oírla reír del otro lado del teléfono.
—Estás muy obsesionado con eso —dijo entre risas. —Pero está bien, será divertido.
—Genial. Invita a tus amigas —agregó. Regina no podía verlo, pero tenía una sonrisa burlona en su rostro. Por supuesto que ella le había contado que actualmente era persona no grata entre sus amigas, pero a él le hacía gracia que se hubieran tardado tanto en definirlo con Madison North liderando el grupo.
Notando su tono de burla, Regina rodó los ojos antes de dirigirse a sus amigas sin despegar el celular de su oreja. —Reese hará una fiesta en su casa y quiere que las invite. —Antes de que hubiera terminado de hablar, todo el grupo ya estaba quejándose.
—¡Já! Que siga soñando —exclamó Madison con indignación.
—Ni en un millón de años —dijo Talía a la vez.
—¡¿Por qué sigues saliendo con él?! —exclamó Carly arrugando la nariz como si le repugnara la idea.
—Tal vez podríamos pasar un ratito... —sugirió Danny, pero se encogió en su lugar al recibir miradas fulminantes del resto del grupo. Por su parte, Regina le dedicó una pequeña sonrisa por el intento antes de volver a la conversación con Reese.
—Dicen que lo pensarán —mintió conteniendo la risa, pero no pudo evitar soltar una pequeña carcajada al oír a Reese reír y a sus amigas refunfuñar.
—Sí, eso escuché —dijo Reese entre risas. —Tengo que irme. ¿Te veo en mi casa dos horas después de la escuela?
—Claro, te veré allí —respondió Regina. A su alrededor, sus amigas se burlaron silenciosamente de su sonrisa de enamorada.
—Genial. Te quiero —dijo Reese a modo de despedida, esperando su respuesta antes de colgar.
—Yo más —respondió Regina, llevándose aún más burlas de sus amigas.
•••
Tal como había prometido, Regina apareció en casa de su novio usando vestido y sandalias de taco bajo. De hecho, era un conjunto del que ya le había hablado a Reese. Meses atrás, cuando Lois la había invitado al cumpleaños del padre de Hal, le había pedido a él que decidiera que vestido llevaría. En ese entonces él se había decidido por el vestido celeste de tirantes con una falda cruzada que daba la ilusión de estar atada con un moño en la cintura. Lo había elegido por el color en una llamada telefónica, no porque no le gustara al otra opción. Así que Regina se había decantado por el vestido que él aún no había visto. Era rosa pastel, la falda era ajustada y la parte superior tenía mangas abombadas con pequeñas margaritas bordadas.
Sabía que Reese había llegado a su casa luego de escapar del autobús. La había llamado media hora antes para avisar que dejaría la puerta abierta para que entrara. Así lo hizo. Cruzó la sala de estar y, al no ver a Reese sentado en el sofá, caminó hacia la cocina. Lo encontró parado detrás de la mesa sosteniendo el teléfono en su oreja. Mientras escuchaba a quien le estuviera hablando, le sonrió a Regina cuando la vio acercarse a él.
Al llegar a su lado, Regina dejó un besito en su mejilla. La cara de Reese estaba bastante sucia y sudada, pero no le importó. Se alegraba de que estuviera allí con ella y no a miles de kilómetros. Para esperar a que terminara de hablar por teléfono, Regina pegó un pequeño saltito y se sentó sobre la mesa justo junto a él. Luego de unos segundos de aburrimiento en los que Reese no había dicho ni una palabra, Regina comenzó a jugar con los agujeros de la campera marrón que su novio llevaba puesta. No sabía cómo había escapado del autobús, pero estaba claro por la suciedad que había hecho algo muy estúpido y peligroso.
—¡¿Qué?! —Regina se sobresaltó al oír el grito de Reese, sobre todo porque no había sido un grito normal. Su novio había fingido un tono mucho más agudo. —¡¿Cómo pudo hacerle eso al hijo que más quiero?! ¡El único hijo que he amado está tirado en una zanja en alguna parte! —exclamó Reese con ese extraño tono de voz que buscaba sonar entre horrorizado y compungido. Regina levantó la vista a su rostro con incredulidad. —Bueno... —dijo de pronto, fingiendo que trataba de serenarse. —...llamaré a la tienda de ataúdes... adiós... —dijo antes de colgar el teléfono. Inmediatamente después, le dedicó una sonrisa victoriosa a su novia.
—¿Y eso qué fue? —preguntó Regina alzando las cejas.
—Nada —respondió Reese volviendo su sonrisa más inocente antes de dar un paso a un lado para colocarse frente a ella. Regina lo observó colocar una mano en su rodilla para moverla levemente, lo que le permitió hacerse un espacio entre sus piernas. —Solo me aseguro de que mis padres no lleguen antes de tiempo —aclaró pasando las manos por su cintura y empujándola suavemente hacia él para deslizarla hacia el borde de la mesa.
—Y ahora arrugas y ensucias mi vestido —dijo Regina conteniendo una sonrisa y pasando los brazos alrededor de su nuca.
—Así estaremos en igualdad de condiciones —respondió Reese con una sonrisa de picardía antes de romper la distancia entre ellos con un beso.
Regina sonrió sobre sus labios por unos segundos antes de devolverle el beso. Lentamente comenzó a tirar de su agarre en el cuello de Reese para atraerlo más hacia ella, haciendo que se incline aún más sobre ella para profundizar el beso. Eventualmente, el peso del cuerpo de su novio cayó tanto sobre el suyo que su espalda terminó tocando la mesa. Él estaba completamente sobre ella. Sin despegar los labios de los suyos, Reese deslizó una de sus manos en dirección a su muslo. Tenía la clara intención de introducirla en su vestido, pero no llegó muy lejos.
El fuerte sonido de una bolsa de papel madera cayendo junto a sus cabezas los hizo separarse con un pequeño sobresalto. Ambos giraron el rostro a su derecha con temor de encontrar a Lois. Por suerte para ellos, solo era un enojado Malcolm. Reese se incorporó rápidamente y le tendió una mano a Regina para que hiciera lo mismo. Ella aceptó su ayuda para bajar de la mesa con la mejilla enrojecidas. Si bien solo era Malcolm, no dejaba de ser una situación comprometedora.
—¡Lo sabía! —exclamó Malcolm observando con el ceño fruncido a Regina esconderse detrás de Reese para acomodar la falda de su vestido antes de redirigir la vista hacia su hermano. —¡Sabía que si volvía te vería aquí! —exclamó con enojo, lo que alarmó a Reese. —¡No se puede confiar en ti por cinco segundos! ¡Deja un fin de semana!
—¡No, escucha! No le digas... —comenzó a decir Reese juntando las cejas con preocupación y soltando la mano de Regina para extenderlas entre ellos en señal de alto. De pronto, su ceño se relajó y bajó las manos al tiempo que dejó de hablar. Aún alisando su vestido, Regina lo observó con curiosidad. —Un momento... ¿Qué haces tú aquí? —preguntó volviendo a fruncir el ceño.
—Yo... vine a... —balbuceó Malcolm moviéndose en su lugar con incomodidad. Entre tanto, Regina se inclinó sobre la mesa para husmear en la bolsa de madera que los había interrumpid. —a... a cuidar la casa de las cosas malas que harías...
—Aww, mira, amor: Flores lilas —dijo Regina sonriendo mientras sacaba el ramo de flores lilas, amarillas y rojas de la bolsa. Malcolm abrió mucho los ojos al ver que Regina llamaba la atención de Reese a la bolsa, definitivamente no quería eso.
—¿Flores? —repitió Reese viendo a su novia oler el ramo de flores. Inmediatamente después se giró hacia Malcolm, quien tenía una expresión de pánico en su rostro. —¿Qué hay en la bolsa? —preguntó antes de arrebatarle la bolsa de un tirón. —Velas... fresas cubiertas de chocolate... —dijo Reese revisando la bolsa y mirando a Malcolm boquiabierto con cada cosa que mencionaba.
—Qué asco... —murmuró Regina, no le gustaban las fresas.
—Flores... —continuó enumerando Reese lo que encontraba en la bolsa. Luego, sacó un video casette de la bolsa y lo sostuvo frente a su hermano. —¿Sinfonía de amor? —preguntó con incredulidad. Regina apoyó la barbilla sobre su hombro para leer la contratapa de la caja que Reese sostenía. Parecía música muy cursi. —¡Por dios, eres gay! —exclamó Reese negando con la cabeza.
—No lo es. Está planeando una cena romántica como la que tú me hiciste anoche —intervino Regina con una sonrisa de diversión. Aún sostenía las flores entre sus manos y no parecía que planeara soltarlas.
—Sí y esas flores no son para ti —dijo Malcolm quitándole las flores de las manos con rapidez.
Regina juntó las cejas de forma que su expresión pasó a transmitir algo de tristeza. Sabía que las flores no eran para ella, pero podría haberle pedido que las devuelva amablemente.
Al ver su rostro, Malcolm sintió pena por la brusquedad con la que había actuado. El ramo no era para Regina, pero no debería ser un problema tener un gesto lindo con ella. Con delicadeza, sacó una flor lila del ramo y se la extendió a Regina. Sabía que querría esa más que las amarillas o las rojas, el lila era su color favorito. Regina le sonrió en agradecimiento y aceptó la flor silenciosamente mientras él seguía discutiendo con Reese.
—Mira, no sé cómo lo hice, pero convencí a Kathy McCulskey de que viniera esta noche —explicó Malcolm mientras le pasaba la flor a Regina.
—¿Kathy McCulskey? —repitió Reese sorprendido. Mientras colocaba la flor en su cabello, Regina miró a su novio con las cejas alzadas. No le había gustado el tono que habías usado. —Estoy impresionado. No sale de su casa por nada menor a segunda base —dijo con una gran sonrisa hasta que recibió una pequeña palmada en su antebrazo por parte de Regina.
Reese giró levemente su rostro hacia ella con una expresión de confusión. Regina posó una mano en su hombro y se puso de puntitas para llegar a su oído. —Tú estás a punto de quedarte en primera base —susurró.
— ¡Es un hecho objetivo! —se justificó Reese poniéndole su mejor cara de cachorro desamparado, a lo que Regina rodó los ojos.
—¡Exactamente por eso necesito la casa sola! —exclamó Malcolm, llamando la atención de ambos para que abandonaran su pequeña discusión.
—Lo siento, Malcolm. Ya estoy comprometido con la fiesta —dijo Reese encogiéndose de hombros y volviendo a girarse hacia él. —Las amigas de Reg están muy entusiasmadas por venir —agregó asintiendo con la cabeza como si lo dijera seriamente, Regina apretó los labios en un intento por contener la risa. En cambio, Malcolm pasó la vista entre ellos sin comprender el chiste interno.
—Muy emocionadas —confirmó Regina compartiendo una mirada de diversión con su novio.
—Entonces diles que vengan otro día —replicó Malcolm exasperado. —Reese, has visto suficientes películas de adolescentes para saber que no resultará.
—No solo las he visto, las he estudiado y encontré su equivocación fatal... —dijo Reese levantando su dedo índice para apuntar a Malcolm. Regina lo miró con las cejas alzadas, eso prometía mucho. —En todas las películas, la fiesta era el sábado por la noche. ¿La mía? ¡El viernes! —exclamó muy orgulloso de su plan. Malcolm pasó su vista entre Reese y Regina con incredulidad. En respuesta ella se encogió de hombros, Reese tenía un punto. —Eso me da un día extra para rellenar la piscina, reemplazar las cosas de cristal, regresar el odómetro y regresar los cadáveres a la tierra.
—¿Qué es un odómetro? —preguntó Regina confundida.
—¿En serio esa es la parte que te llama la atención? —dijo Malcolm lanzándole una mirada de fastidio mientras Reese se giraba hacia ella para encogerse de hombros con un pequeño puchero en sus labios. Casi un instante después, Malcolm colocó una mano en el hombro de su hermano para obligarlo a volver a mirarlo. —¡No me hagas esto, por favor!
—Te haré un favor: trataré de mantener el armario del frente en privado todo lo que pueda —dijo Reese sin darle importancia a sus súplicas. Luego, volvió a girar hacia su novia para dejar un beso en su frente antes de caminar hacia el desayunar. Dándoles la espalda, comenzó a escribir carteles que anunciaban la fiesta.
Entre tanto, Malcolm decidió depositar todas sus esperanzas en la bondad de su cuñada. —Reg, por favor, tienes que hacer lo que siempre haces con él —suplicó en un susurro desesperado, dando un paso hacia ella y tomando sus muñecas con sus manos.
Regina lo miró con el ceño fruncido, tratando de descifrar a qué se refería. —No sé de qué estás hablando —dijo luego de unos segundos de analizar el enunciado.
—Lo que siempre haces —repitió Malcolm en otro susurro, pero la expresión de Regina era de absoluta confusión. El krealboyne rodó los ojos con fastidio, sentía que hablaba con Reese. —¡Seducirlo, Regina! ¿Lo entiendes ahora o quieres que busque un programa infantil que te lo explique? —susurró Malcolm exasperado, ganándose un pequeño pellizco por parte de ella. —¡Auch!
—Puede que lo haya hecho una o dos veces —reconoció Regina manteniendo un tono de voz bajo. —Pero siempre para cosas divertidas como ver Harry Potter, no para arruinar su fiesta...
—Oh, vamos, Regina. Como si no fueran a terminar divirtiéndose en alguna habitación si haces lo que te pido. Reese estaba sobre ti cuando entré en la cocina, le encantará que interrumpas su fiesta —dijo Malcolm rodando los ojos con fastidio. Regina abrió la boca entre sorprendida e indignada, pero Malcolm continuó hablando sin darle importancia. —Solo llévatelo a tu casa hasta que Kathy se vaya.
—Mmm... déjame pensarlo —murmuró Regina levantando la vista hacia el techo como si lo estuviera considerando. Un segundo después volvió a conectar sus ojos con los de Malcolm, quien continuaba observándola con fastidio. —No —respondió simplemente, quitándose del cabello la flor que él le había entregado para lanzársela a la cara. Malcolm la atrapó en el aire, evitando que llegara a tocar su rostro.
—Por favor, Reg —insistió Malcolm en voz baja. Por unos segundos, llevó la vista hacia Reese con nerviosismo. Su hermano seguía dándoles la espalda mientras escribía carteles sobre la fiesta, ignorando por completo la discusión que mantenían entre susurros, pero eso no seguiría así por mucho tiempo. Necesitaba convencer a Regina con urgencia. —Te lo imploro, ayúdame a quedarme solo con Kathy —suplicó volviendo su tono menos exasperado. Al ver que Regina apretaba los labios antes de separarlos con la intención de negarse, Malcolm se apresuró a volver a hablar. —Solo necesito que no entren en la cocina por unas horas, no tienen que irse de la casa si no quieren. Pueden quedarse en nuestra habitación —propuso para cambiar su estrategia.
—¿Y a dónde irás con Kathy cuando termine la cena? ¿Al armario? —preguntó Regina con una sonrisa irónica, no creía que pudiera mantener su palabra durante toda la noche.
—Al sofá —la corrigió Malcolm, sacándole una pequeña risa. —Eso no importa. Ustedes tendrán la habitación, nosotros el sofá. Reese y tú salen beneficiados en este trato.
—Sí, solo que no habrá trato —replicó Regina arrebatándole la flor lila de la mano.
— Reg, piénsalo bien. Puedes compartir la casa Kathy y conmigo por una noche o... —Malcolm hizo una pausa dramática antes de continuar, como si fuera a decir algo terrible. Regina se cruzó de brazos y alzó las cejas esperando a que continuara. —...compartir la casa con al menos cien personas que la destrozarán, no les permitirán estar a solas más de cinco minutos y dejarán todo tan sucio que tendremos que pasar todo el fin de semana limpiando antes de que mis padres regresen —concluyó con una sonrisa socarrona.
Regina analizó sus palabras por un momento. Sería divertido tener una fiesta, pero no ayudaría a sus planes de pasar la noche solos. No tendría sentido posponerlo por una noche más, estaba claro que no solo sería una noche. Les tomaría al menos un día y medio limpiar toda la casa luego de la fiesta y cuando llegaran los padres de Reese volverían a sufrir el inconveniente de tener que escabullirse para conseguir tener su primera vez. Definitivamente ya no quería que esa fiesta se llevara a cabo. Solo había un problema: implicaba concederle a Malcolm la satisfacción de tener la razón.
—Para tu información... voy a hacerlo porque me gusta, no porque tengas razón —dijo mientras volvía a colocar la flor lila en su cabello bajo la mirada burlona de Malcolm, había demostrado tener la razón aunque ella no quisiera admitirlo.
—Sí, por supuesto —respondió Malcolm con un tono de sarcasmo.
Dando por finalizada la discusión, Regina le dio la espalda para caminar hacia su novio mientras Malcolm la observaba con una sonrisa triunfante. Cuando llegó junto a él, deslizó los brazos alrededor de su abdomen y apoyó la cabeza en su hombro. Esto llamó la atención de Reese que, con una gran sonrisa, levantó uno de los carteles que estaba escribiendo para que pudiera leerlos.
—Fiestón gigante esta noche —leyó Regina, sin poder evitar reír. —¿Fiestón?
—Así llamarán más la atención. Los estuve distribuyendo pero aún tengo muchos que pegar en el vecindario —explicó Reese con una sonrisa de orgullo.
—Suena bien, pero antes... —Regina levantó la cabeza de su hombro para poder inclinarse de puntitas de pie para llegar a su oreja. —... podríamos terminar lo que hacíamos antes de que Malcolm nos interrumpiera —susurró en su oído antes de dejar un besito en su mejilla.
No necesitó insistir. Apenas lo sugirió, Reese giró la cabeza hacia ella con los labios entreabiertos y los ojos brillosos. —¿Ahora? —preguntó sorprendido. Luego, esbozó una sonrisa sin dientes al sentir los labios de Regina recorrer su cuello.
—Ajá... —murmuró Regina tratando de separar los labios de su cuello lo menos posible. —¿Por qué te sorprende?
—Es que... —murmuró Reese interrumpiéndose para carraspear al notar una leve presión de los dientes de su novia en su cuello. —...no me dio tiempo a ducharme, no creí que quisieras estando lleno de tierra —explicó, aunque no era ninguna queja. Aún mantenía la sonrisa que indicaba que le gustaba el rumbo de la conversación.
—Lo sé, pero... creo que te ves extrañamente atrayente así —comentó separándose de su cuello para poder mirarlo a los ojos. No era ninguna mentira. A Regina siempre le había atraído la actitud ruda de Reese. De cierta forma, veía su frente sudorosa, sus mejillas llenas de tierra y su ropa hecha jirones como una prueba de esa rudeza que lo caracterizaba.
Reese la observó por unos segundos en silencio. Estaba aún más sorprendido por su pequeña confesión, pero no podía negar que estaba encantado con ella. —Malcolm —llamó elevando un poco el tono de voz sin despegar la vista en los ojos de su novia. Por supuesto, Malcolm ya tenía la vista fija en ellos desde antes de que lo mencionara. —Estaremos... terminando algunas cosas para la fiesta —dijo vagamente para luego tomar una de sus manos y guiarla hacia su habitación.
Por supuesto, Reese no pudo esperar a llegar a la habitación. Apenas estuvieron en el pasillo, la empujó bruscamente contra la pared y se abalanzó sobre ella para besarla. Aunque Reese había tenido la iniciativa, ambos movían sus labios desesperadamente. Y no era de extrañarse, habían esperado mucho para ese momento. Sin separarse, deslizó una de sus manos desde su mejilla hacia su cintura, tomándose el tiempo para acariciar su figura en el proceso.
Entre tanto, Malcolm observaba la escena inclinándose hacia un lado desde la cocina para tener una visión integral del pasillo. Cualquiera se sentiría incómodo, pero no era el caso. No, no era lo que Malcolm sentía. Al final y al cabo él había incentivado a Regina para que retomaran sus intenciones. En cambio, tenía una pequeña sensación de opresión en el estómago a la que equivocadamente llamó incomodidad.
Entre besos, Regina colocó sus manos en los hombros de Reese para moverlo suavemente hacia atrás, logrando quitar su espalda de la pared. Luego, deslizó sus manos hacia su pecho y tomó los extremos de su campera. Sin dejar de besarlo, lo obligó a caminar con ella hacia la habitación de los chicos.
La espalda de Reese chocó con la puerta de su cuarto, pero eso no le impidió romper el beso. Sin siquiera mirar, apartó una de sus manos de la cintura de Regina para tantear la puerta. Una vez que encontró el picaporte, la abrió para poder caminar de espaldas dentro de la habitación guiando a su novia con él.
Por fin, Regina interrumpió el beso para cerrar la puerta del cuarto. Aprovechando el momento, Reese se quitó la campera llena de agujeros y luego el sueter. Cuando Regina volteó nuevamente, lo encontró usando una musculosa que dejaba ver sus brazos. Pero lo que más llamó su atención fue la sonrisa burlona que Reese le dedicó al ver a conectar sus ojos.
Regina alzó las cejas esperando que explicara la expresión de su rostro. —¿Qué?
—Nada, solo me da gracia la cara que haces cada vez que ves mis brazos —explicó con tono burlón, sacándole una pequeña risa.
—¿Qué cara? —preguntó Regina entre risas, acercándose a él para volver a rodearle el cuello con los brazos.
—Bueno... —murmuró Reese deslizando las manos por su cintura y empujándola suavemente hacia él. —Siempre te muerdes el labio... —comenzó a explicar a la vez que la guiaba lentamente hacia su cama haciéndola caminar de espaldas. —...y abres mucho los ojos, como si vieras algo que te gusta mucho... —agregó cuando llegaron junto a la cama.
—Porque sí veo algo que me gusta mucho —confirmó con una pequeña risita. Antes de que Reese pudiera hacerlo, Regina lo empujó para que se recostara en la cama y, en un rápido movimiento, se posicionó a horcajadas de él. Reese hizo un pequeño gesto de sorpresa, pero al instante lo cambió por una sonrisa de satisfacción al verla dirigir sus labios a su brazo izquierdo. —Me gusta mucho la forma de tus brazos —murmuró dejando pequeños besitos en su brazo izquierdo, recorriendo la silueta de sus músculos.
Mientras Regina continuaba su camino de besos en su brazo, Reese dejó que una de sus manos vagaran hacia su trasero. Ella levantó la cabeza instintivamente, nunca la había tocado allí. Creyendo que había cometido un error, Reese volvió a subir su mano hacia su cintura, pero Regina la interceptó a medio camino. Podía ver en sus ojos la confusión, por lo que le sonrió dándole a entender que estaba bien antes de unir sus labios y volver a colocar la mano de Reese en su trasero.
Luego de unos segundos en los que sus labios se movían a la par, Reese decidió que era momento de tomar el control. Tomando confianza, le dio un fuerte apretón al trasero de su novia. Fue el turno de Regina de sorprenderse. Soltó un pequeño jadeo sobre sus labios, lo que permitió que Reese explorara su boca con la lengua. Cuando Regina comenzó a acostumbrarse a la mano de Reese estrujando su trasero con fuerza, se propuso disputar el control. Así, inicio una breve lucha entre sus lenguas. Muy breve ya que Regina se separó abruptamente a causa de una pequeña palmada en uno de su glúteos que la hizo enderezarse.
—¡Ey! —exclamó Regina al sentarse nuevamente sobre sus piernas. Tenía una expresión de sorpresa e indignación, pero no pudo evitar contagiarse de la risa de Reese. —¿Qué fue eso? —preguntó riendo mientras lo observaba sentarse en la cama entre risas a la vez que tiraba de sus piernas para acomodarla mejor sobre su regazo.
—¿Qué? ¿No te gusta? —preguntó con una sonrisa de diversión mientras pasaba las manos por su cintura para terminar de pegarla a él.
—No estoy muy segura, me sorprendió —respondió Regina con una pequeña risa, dejando descansar los brazos por detrás de su nuca. Ante su respuesta, Reese volvió a levantar una de sus manos para dejarla caer sin mucha fuerza sobre trasero, haciéndola pegar un pequeño saltito en su regazo. —¡Reese! —exclamó sin pensar, entreabriendo los labios sorprendida. En cambio, Reese rio tontamente antes de dejar un besito en su nariz.
—Solo te ayudo a comprobar si te gusta —aclaró Reese volviendo su sonrisa más inocente, logrando sacarle una pequeña risa. Antes de que pudiera darle la oportunidad de hablar, utilizó el agarre en su cintura para recostarla en la cama debajo de él. Aún más sorprendida, Regina lo observó esperando que explicara realmente lo que ocurría. —Quiero mantener el control... —explicó finalmente acercando sus rostros. Regina le sostuvo la mirada por un momento, la seriedad con la que le hablaba la hacía contener la respiración, pero esto empeoró cuando Reese deslizó una mano sobre las suyas para agarrar sus muñecas con firmeza y colocarlas sobre su cabeza. Por lo que le acababa de decir y hacer, estaba claro que la primera nalgada había sido a causa de su intento por recobrar el control de la situación. —...y me gustaría que tú me lo permitieras —murmuró con un tono de voz que la hizo jadear.
Era innegable, la actitud de Reese la estaba excitando. Siempre le había revolucionado las hormonas cuando actuaba agresivo, rudo o dominante con otras personas. Incluso aquella vez que amenazó a una anciana con iniciar una pelea, su postura corporal y su tono de voz le habían hecho mojar su ropa interior. Tenía muy en claro que le gustaba que su novio fuera rudo. Lo que nunca hubiera imaginado era que le gustaría tanto que lo fuera con ella en la cama. Luego de casi un año, tuvo que darle la razón a Carly mentalmente: sí quería un novio que tirara de su cabello.
—¿Reg? —la llamó Reese al no obtener respuesta. Por un momento creyó que había ido demasiado lejos, por lo que retiró su mano de sus muñecas para que pudiera bajar los brazos. Estaba lo suficientemente cerca de sus ojos como para notar que estaba perdida en sus pensamientos. Regina pestañeó dos veces, lo que él interpretó como una señal de que le prestaba atención. —¿Qué dices? —preguntó expectante.
Regina respiró profundo antes de responder, en un intento por tranquilizar el nerviosismo que le había generado la actitud de su novio. Luego de exhalar, sintió que un destello de serenidad volvía a su cuerpo, permitiéndole responder con normalidad. —Me gusta como suena eso —dijo por fin. El rostro de Reese se iluminó con una gran sonrisa, lo que envalentonó a Regina a ir más allá. Inclinándose un poco hacia arriba, acercó sus labios a su oreja. —Tienes el control, puedes hacer lo que quieras conmigo —susurró en su oído para luego dejar un besito en el lóbulo de su oreja.
Cuando Regina volvió a dejar caer su cabeza en la cama, se encontró con la mirada embobada de Reese. Definitivamente le había gustado su respuesta. —Eres la mejor novia del mundo —murmuró antes de enterrar su cara en su cuello, haciéndola reír por su entusiasmo y por las cosquillas que le provocaban tener sus labios en el cuello.
Eventualmente, comenzó a bajar sus besos hasta llegar a su clavícula, donde se detuvo para levante la vista hacia ella. Así, pudo ver en sus ojos el deseo de que bajara un poco más, lo que lo hizo sonreír con picardía. Lentamente, Reese deslizó la manga derecha del vestido de Regina hacia abajo, dejando entrever el encaje de su sostén rosado. Sonrió aún más al sentir su piel estremecerse ante su tacto, le agradaba lo que provocaba en ella. Una vez que su pecho derecho estuvo totalmente fuera del vestido, se dispuso a repetir su accionar con el izquierdo, tomándose su tiempo para hacerlo lo más tortuoso posible. Entre tanto, Regina mordió su labio inferior y se removió debajo de él con incomodidad. Necesitaba que le diera atención a sus senos, él lo sabía y estaba disfrutando el poder que tenía en ese momento.
Por fin, el escote del vestido estuvo debajo de su pecho, permitiéndole a Reese tener una vista completa de su sostén de encaje rosado. Sin quitárselo, dejó un beso casto sobre cada seno a la vez que jugaba con uno de los tirantes en su hombro. Esbozó una media sonrisa al oírla jadear de frustración, estaba demorando demasiado para el gusto de Regina.
—Reese, apresúrate —exigió Regina. Reese pudo notar la desesperación en su voz.
—¿Eso fue una orden? —preguntó Reese en tono burlón volviendo a posar una mano en su trasero para recordarle quién tenía el control en ese momento. Regina soltó un pequeño gemido por la pequeña amenaza que implicaba su mano allí, no contribuía a calmar su excitación. Luego, se mordió la lengua antes de responder. A pesar de que le gustaba, no le era fácil cederle el control a Reese por completo.
—Lo siento —murmuró entre dientes. En respuesta, Reese colocó su mano libre sobre su seno izquierdo con una sonrisa de picardía, haciéndola estremecerse al sentir su tacto sobre su pezón. —Por favor, amor —suplicó tratando de disimular un pequeño jadeo por el jugueteo de Reese en su pezón.
Mientras continuaba acariciando su seno sobre su sostén, Reese elevó su rostro hasta volver a unir sus labios. Regina tomó esto como una respuesta positiva... o al menos hasta que él rompió el beso.
—¿Por favor, qué? —preguntó Reese fingiendo no comprender lo que quería. Regina entreabrió los labios con incredulidad. Suponiendo que se quejaría, él lo evitó dejando otro beso suave en sus labios. Deslizó la mano que mantenía en su pecho hasta volver a toquetear su pezón de lado a lado con los dedos, sacándole un pequeño gemido en medio del beso. —¿Ibas a pedirme algo? —preguntó al terminar el beso con una media sonrisa.
Regina apretó los labios antes de responder, por lo que Reese apretó suavemente su pezón. —¡Ay! —exclamó al sentir el pequeño cosquilleo de dolor, pero Reese la interrumpió con otro beso. Luego de un momento, apartó sus labios de los de ella esperando su respuesta. Regina le sostuvo la mirada por unos segundos, Reese tenía una expresión burlona en su rostro, estaba disfrutando la situación. Finalmente, ella suspiró antes de darle lo que quería. —Por favor... —repitió, sacándole una sonrisa al oírla hacer énfasis en la súplica. —Por favor quítame el sostén —repitió nuevamente, sintiendo sus mejillas enrojecer al decirlo en voz alta.
Reese sonrió encantado antes de quitar la mano de su seno para reemplazarla por sus labios, dejando un beso rápido sobre su pezón erecto. A continuación, repitió el acto con el otro. —Solo tenías que pedirlo —dijo con diversión, sin poder evitar reír al verla arrugar la nariz.
Lentamente, se deslizó hacia arriba hasta volver a estar a la altura de su rostro, lo que le permitió unir sus labios nuevamente. Regina no pudo resistirse a romper su promesa. En un rápido movimiento, giró sobre su cuerpo hasta volver a dejarlo recostado en la cama con ella a horcajadas de él. Al dejar de estar acostada para sentarse sobre su regazo, la parte superior de su vestido que Reese había dejado de sus senos terminó de deslizarse hasta llegar a la mitad de su estómago. Apenas lo notó, estaba demasiado concentrada en los labios de su novio.
Reese no se quejó por el cambio de posición. De hecho, era muy útil. Mientras Regina abandonaba sus labios para iniciar un camino de besos desde su cuello hasta sus pectorales, Reese aprovechó la oportunidad para deslizar sus manos por detrás de su espalda. Al encontrar el broche de su sujetador, trató de desabrocharlo rápidamente, pero no lo logró. Entre tanto, Regina retiró sus labios de su pecho para poder quitarle la musculosa, aunque se detuvo por un momento al ver su rostro. Contuvo una pequeña risa, se notaba en su expresión que estaba batallando con el broche del sostén. Era su turno de burlarse de él.
—¿Necesitas un instructivo? —preguntó Regina con diversión, dejando la musculosa de Reese en la mitad de su pecho.
—Cierra la boca —respondió Reese conteniendo una sonrisa antes de quitar las manos de su sujetador, lo que permitió que ella misma lo desabrochara entre risas. Entre tanto, él se quitó por completo la musculosa y la lanzó a la cama de Malcolm y Dewey.
—Luego te dejo practicar —se burló Regina mientras se inclinaba hacia él para besarlo, sintiendo la sonrisa de Reese sobre sus labios. Aprovechando la cercanía, él deslizó los tirantes de su sujetador hasta quitarlo por completo. Sin despegarse de sus labios, lo dejó caer en alguna parte de la habitación. —¡Reese! —soltó un pequeño grito con una carcajada al volver a terminar debajo de él.
—¿Qué? Así es más cómodo —se excusó con una sonrisa de inocencia antes de bajar nuevamente su rostro hacia sus pechos desnudos. Esta vez introdujo uno de sus senos en su boca mientras que masajeaba el otro con su mano libre, haciéndola jadear y retorcerse al sentir su lengua formar círculos sobre su pezón. Al sentir un pequeño mordisco en su pecho, Regina contuvo la respiración y colocó instintivamente una mano en el cabello de Reese, lo que él tomó como una señal de que le agradaba. Así, repitió varias veces una rutina de lamer, succionar y morder antes de pasar al otro seno para hacer exactamente lo mismo. Sonrió al sentir los dedos de Regina despeinar su cabello. Disfrutaba verla retorcerse debajo de él por sus caricias, le encantaban los pequeños jadeos que soltaba con cada beso y se estremecía al sentir su respiración entrecortada cerca de su rostro.
Mientras dedicaba la atención de sus labios al seno derecho de su novia, Reese decidió que era momento de ir más allá. Sin quitarlo de su boca, retiró la otra mano de su pecho izquierdo para deslizarla por su cuerpo hasta comenzar a bajar su vestido por completo. Comprendiendo lo que pretendía, Regina movió sus piernas para ayudarlo a quitárselo. A su vez, Reese apartó el seno de su boca para terminar de deshacerse del vestido dejando suaves besos en sus muslos y sus piernas a medida que lo deslizaba por sus piernas. Luego, repitió el accionar de arrojar ropa por la habitación antes de inclinarse para quitarle las sandalias. En otro momento Regina lo hubiera reprendido al verlo arrugar su vestido, pero sentía demasiado placer como para pensar en ello.
Cuando los zapatos de ambos estuvieron en el suelo, Reese volvió a lanzarse sobre ella. No lo había hecho con delicadeza, por lo que los dos comenzaron a reír a carcajadas. Cuando el sonido de sus risas disminuyó, Reese se tomó un momento para analizar el rostro de su novia. Su respiración continuaba acelerada, su cabello despeinado y sus mejillas tenían una pequeña capa de sudor. Con delicadeza deslizó un mechón de su cabello detrás de su oreja, a pesar de todo eso, creía que se veía hermosa. Aunque no dijo nada, Regina lo notó. Podía ver en sus ojos el amor con el que la observaba y la sonrisa tonta que le dedicaba, exactamente la misma expresión que él veía en ella.
Sosteniéndose sobre sus codos para inclinarse hacia él, Regina rompió la distancia entre sus labios para plasmar todo el amor que compartían. Reese respondió el beso sin dudarlo, dejando caer el peso de su cuerpo sobre el de ella por unos segundos. Sin separar sus labios, volvió a despegar sus cuerpos con delicadeza para poder deslizar una de sus manos por su figura. Regina se estremeció al sentir los dedos de Reese bajar hasta tocarla sobre su ropa interior, aumentando aún más el cosquilleo que sentía en esa zona. Se sintió bien, pero no se comparó a la sensación que le provocó al mover sus dedos.
Por su parte, Reese estaba descubriendo nueva información sobre el cuerpo femenino. Para empezar, sus dedos ahora estaban mojados por tocar la parte baja de la ropa interior de su novia, lo que lo había sorprendido bastante. En segundo lugar, Regina había soltado el gemido más fuerte que le había oído cuando movió los dedos sobre su ropa interior. Estaba claro que le había gustado ese pequeño roce, quería ver que ocurría si iba más allá.
Cuando Reese dejó sus labios, Regina se percató de la fascinación con la que la observaba. —¿Qué...? —comenzó a preguntar confundida, hasta que los dedos de Reese presionando suavemente en círculos sobre su ropa interior la hicieron interrumpirse con un jadeo. Así, la pregunta quedó en el aire, Reese no se detuvo. Con su completa atención en la respiración entrecortada de Regina, sus labios entreabiertos y el movimiento de sus cejas, continuó moviendo su mano sobre su ropa interior. No tardó en sentir sus dedos aún más mojados, lo que indicaba que estaba haciendo un buen trabajo.
Tratando de contener sus propios gemidos, Regina rodeó el cuello de Reese con sus brazos para obligarlo a volver a dejar el peso de cuerpo sobre el suyo. De esta manera, fue sencillo para ella besarlo nuevamente sin que dejara de tocarla. Él no se quejó, le gustaba sentirla jadear sobre sus labios. Cuando estuvo segura de que Reese no se separaría de sus labios, Regina deslizó una de sus manos hacia sus pantalones, tanteando la hebilla de su cinturón con la clara intención de quitarla. No era una tarea fácil sin ver, con una sola mano y retorciéndose debajo de él. Al notarlo, Reese separó sus labios con una sonrisa de diversión.
—¿Necesitas un instructivo? —susurró Reese utilizando sus palabras en su contra con tono burlón, disminuyendo la velocidad de los movimientos de sus dedos.
—No hagas eso —murmuró Regina como una queja, ignorando por completo sus burlas. Abandonando la hebilla del pantalón de Reese, colocó la mano sobre la suya para que volviera a aumentar la velocidad de su movimiento. Él soltó una pequeña risa, pero apartó la mano para lamer sus dedos, haciendo caso omiso a sus quejas.
—Creo que así será mejor... —susurró en su oído cuando terminó de lamer el flujo que había quedado en sus dedos, colocando sus manos en la ropa interior de Regina para comenzar a bajarla con delicadeza. Ella alzó las cejas sorprendida, pero asintió con la cabeza. Mientras Reese terminaba de bajar su ropa interior, Regina se apresuró a desabrocharle por fin el cinturón para poder hacer lo mismo con sus pantalones. Así, cuando ella estuvo completamente desnuda, Reese solo mantenía su bóxer. Aún sin haberle quitado la ropa interior, podía sentir su erección tocando su estómago. Sin dudarlo, Regina se dispuso a repetir su accionar con el bóxer, pero Reese la detuvo.
—¿Qué pasa? —murmuró Regina confundida al ver las manos de Reese detener las suyas antes de que pudiera bajarle la ropa interior.
—¿No quieres que siga con mi mano antes? Lo estabas disfrutando mucho —preguntó Reese. Regina lo miró confundida, sonaba algo preocupado.
—La próxima vez. Ahora te necesito a ti, amor —dijo Regina con tono de súplica, pero él ladeó la cabeza como si lo estuviera meditando.
—¿Estás segura? —preguntó nuevamente, a lo que Regina asintió con la cabeza sin dudarlo. —¿Segura? —repitió, confundiéndola aún más.
—Muy segura —confirmó frunciendo levemente el ceño. —¿Por qué?
—Te va a doler... —murmuró Reese apretando los labios.
—No creo que sea para tanto —respondió Regina sin poder evitar sonreír por lo atento que era con ella. En cambio, Reese la miró con el ceño fruncido sin decir una palabra. —¿Qué...? —comenzó a preguntar sin comprender por qué se enojaba, pero se interrumpió a sí misma. Creía que estaba insinuando que su miembro no era tan grande como para que le doliera. —¡Oh, no, no! —exclamó rápidamente, abriendo mucho los ojos al comprender. —No me refería a eso —aclaró con una sonrisa de disculpa, pero él continuaba mirándola con enojo. —Quería decir que... —comenzó a explicar tomando la mano de Reese para volverla a colocar sobre su clítoris como si tratara de probar un punto. Y así lo hizo. —...creo que me dejaste lo suficientemente mojada para que no duela tanto —concluyó asegurándose de que sus dedos volvieran a empaparse con su flujo vaginal.
Reese analizó su rostro decidiendo si decía la verdad, por lo que Regina sonrió inocentemente antes de levantar su mano mojada para llevársela a la boca. Así, pudo lamer sus dedos con la vista fija en sus ojos. Al verla, Reese sonrió y asintió con la cabeza. —Está bien —dijo finalmente, apartando su mano de la boca de su novia para poder estirarse hacia su mesita de luz. Rápidamente, sacó un preservativo del primer cajón mientras Regina dejaba varios besitos en su mejilla. —Pero pararé si te duele —advirtió abriendo el sobre para sacar el condón. Entre tanto, Regina asintió con la cabeza varias veces.
—Sí, sí, te diré si duele —dijo sin darle mucho importancia mientras se apresuraba a bajarle la ropa interior, realmente necesitaba que continuara. Cuando logró quitar la ropa interior de Reese, Regina soltó un pequeño suspiro de sorpresa. —Sí me va a doler —admitió mientras él comenzaba a colocarse el preservativo, comprendiendo por fin su preocupación. Al instante, Reese se detuvo. —Pe-pero no lo sabremos hasta que lo hagas porque estoy muy segura de esto—agregó rápidamente, rodeándole la cadera con sus piernas para volver a acercarlo hacia él.
Reese esbozó una media sonrisa, en verdad creía que estaba lista para hacerlo. No tenía sentido posponerlo. Fue sencillo posicionarse entre sus piernas, prácticamente ya estaba allí. Suavemente, comenzó a introducirse en ella tratando de provocarle el menor dolor posible, pero notaba en la expresión de su rostro que no lo estaba consiguiendo.
—Amor, te duele... —murmuró Reese deteniéndose por un momento, esperando que le dijera que cambiaran los planes. En cambio, Regina negó con la cabeza conteniendo la respiración.
—No, no. Estoy bien —respondió Regina con la voz entrecortada, deslizando sus manos por sus hombros para obligarlo a pegar su cuerpo a ella. No fue una buena idea. Al hacerlo, el miembro de Reese se introdujo por completo en ella, por lo que tuvo que morderle el hombro para contener un pequeño grito de dolor. —Solo quédate quieto un ratito —suplicó conteniendo la respiración. Reese la miró con preocupación, pero finalmente terminó de recostarse sobre su cuerpo para cumplir su deseo.
Se mantuvieron en esa posición por un par de minutos, el tiempo suficiente para que Regina decidiera que se había acostumbrado a Reese dentro de ella. Entre tanto, él se dedicó a dejar pequeños besito sobre su hombro intentando moverse lo menos posible.
—Creo que... está bien —murmuró Regina luego de unos minutos. No estaba muy convencida, pero creía que del dolor inicial solo había quedado la sensación de estar muy apretada.
Reese la miró por un momento, no sonaba segura. En respuesta, Regina le sonrió y asintió con la cabeza antes de besar sus labios para demostrarle mayor seguridad. Esperando que lo detuviera si el dolor volvía, Reese comenzó a moverse lentamente dentro de ella. Para sorpresa de Regina la sensación había cambiado, ya no había dolor. A los pocos minutos Reese sonrió sobre sus labios, la había oído gemir de placer.
Seguro de que no estaba sufriendo, Reese se permitió disfrutar también. En medio del beso, Regina pudo sentir que la respiración de su novio se volvía cada vez más pesada. De pronto, él profundizó el beso a la vez que volvía sus embestidas más rápidas. Al instante, Regina rompió el beso para volver a recostar su cabeza en la cama cerrando los ojos por unos segundos y soltando pequeños jadeos de placer. Reese aprovechó la oportunidad para enterrar el rostro en su cuello, dejando varios besos y, ocasionalmente, pequeños mordiscos. Al tenerlo tan cerca de su oído, Regina podía oírlo gemir con fuerza, lo que aumentaba aún más su excitación. Reese rio entre jadeos al notar la mano de Regina bajó hasta llegar a su clítoris para estimularse a sí misma.
Así estuvieron por al menos una hora. Entre besos apasionados, mordiscos, embestidas y toqueteos, ambos llegaron a su punto más alto jadeando de placer. —Eres un sueño —murmuró Reese al terminar antes de besarla, sacándole una pequeña risa sobre sus labios.
—Gracias por ser tan lindo y atento conmigo —respondió Regina entre besos. Reese sonrió dejando un último beso en sus labios para luego amagar a salir de entre sus piernas, pero ella lo detuvo colocando sus manos en sus hombros. —Por favor, quédate ahí un momento —pidió Regina, jadeando de cansancio. Sus piernas aún temblaban por el orgasmo reciente y sentía todo su cuerpo exhausto. Sabía que si Reese salía de dentro de ella tendría la necesidad de correr a limpiar sus fluidos, pero estaba demasiado cansada como para hacerlo. —Solo cinco minutos —murmuró, cerrando los ojos con cansancio.
Reese la miró por un momento con una pequeña sonrisa, pero accedió. Aunque no sabía por qué no quería que se recostara junto a ella y no dentro de ella, estaba lo suficientemente cansado como para no protestar. —¿Tu plan es dormir así? —preguntó con su típico tono burlón, viéndola sonreír con los ojos cerrados.
—Solo cinco minutos —repitió antes de empujar sus hombros hacia abajo para que se recostara sobre ella, pero no duró mucho tiempo.
—¡Reese! ¡Ven aquí! —oyeron a Malcolm gritar, sonaba enojado. Ambos soltaron pequeños jadeos de disgusto, no era muy oportuno. —¡Reese!
—Mejor ve a ver que quiere... —murmuró Regina abriendo los ojos sin mucho entusiasmo.
—¡Reese! ¡Ahora! —gritó Malcolm desde la cocina, claramente estaba evitando entrar en la habitación.
—Déjalo que siga gritando, se cansará —respondió Reese acurrucándose en su pecho. En respuesta, Regina dio una pequeña palmadita en su frente. —¡Auch!
—Si Malcolm entra y me ve así esta será tu primera y última vez —amenazó Regina. Su tono era de cansancio, pero aún así podía notar la severidad con la que lo decía. —Tú ve a ver que quiere y yo iré al baño.
Reese suspiró y asintió haciendo una mueca con los labios. —¡Ya voy, no entres! —gritó de mala gana. Lentamente, se retiró de ella para levantarse.
Antes de que pudiera dejar la cama, Regina se sentó rápidamente y lo sorprendió tomándolo del cuello para dejar un beso lleno de amor en sus labios. —Me encantó —susurró al separarse, dedicándole una sonrisa que indicaba que no sería la última vez que lo hicieran. Reese sonrió embobado, ya no le molestaba tanto tener que ir a ver a Malcolm.

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Shy Girl. Capítulo 29: I Can See You
¡Hola! voy a publicar el capítulo de mi fanfic sin censura. Tuve que censurarlo por las nuevas políticas de Wattpad. Espero que les guste <3
ミ★ '𝘊𝘢𝘶𝘴𝘦 𝘐 𝘤𝘢𝘯 𝘴𝘦𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘸𝘢𝘪𝘵𝘪𝘯' 𝘥𝘰𝘸𝘯 𝘵𝘩𝘦 𝘩𝘢𝘭𝘭 𝘧𝘳𝘰𝘮 𝘮𝘦
𝘈𝘯𝘥 𝘐 𝘤𝘰𝘶𝘭𝘥 𝘴𝘦𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘶𝘱 𝘢𝘨𝘢𝘪𝘯𝘴𝘵 𝘵𝘩𝘦 𝘸𝘢𝘭𝘭 𝘸𝘪𝘵𝘩 𝘮𝘦★彡
—Reg... —susurró Reese para comprobar si su novia seguía despierta.
Luego de fallida fiesta en casa de Carly, Hal los había enviado a dormir. Una hora más tarde, Reese se encontraba recostado en su cama con la cabeza de su novia en su pecho mientras Malcolm y Dewey dormían en la cama de dos plazas junto a ellos.
Al oírlo llamarla, Regina movió la cabeza del pecho de Reese para colocarla en la almohada, lo que le permitió conectar sus ojos con los suyos.
—¿Qué pasa? —susurró Regina con algo de cansancio.
—Estaba pensando en lo que dijiste... —dijo Reese misteriosamente.
—¿Qué dije? —murmuró Regina, cerrando los ojos con demasiado sueño como para recordar cualquier cosa.
—Que también quieres que lleguemos hasta el final —le recordó Reese con una sonrisa, llevando su mano a su mejilla para acariciarla.
—¿Qué hay con eso? —preguntó Regina sonriendo con los ojos cerrados al sentir la caricia de Reese.
—Bueno... estamos en una cama... —insinuó Reese. Sorprendida, Regina volvió a abrir los ojos para encontrarse con la sonrisa traviesa de su novio.
—No vamos a hacer eso ahora —susurró escandalizada. Al instante, Reese quitó la mano de su mejilla y la miró como si le hubiera mentido.
—Dijiste que no me detendrías si lo intentaba —respondió Reese en otro susurro.
—Pero en la situación adecuada, no en la habitación con tus hermanos en la cama de al lado —replicó Regina mirándolo como si estuviera loco. —Duérmete —susurró volviendo a cerrar los ojos.
—¿Cuándo es la situación adecuada? —preguntó Reese con impaciencia, ignorando su pedido.
—No lo sé... —murmuró Regina abriendo los ojos con un pequeño bostezo. —Mañana mis padres no estarán en casa...
—Tus padres nunca están en casa en la tarde —respondió Reese sin ver la novedad.
—Sí, pero siempre tengo que cuidar a Alec. Mañana tiene práctica de futbol, así que... —dijo Regina esperando que él complete la frase.
—Tendremos la casa solo para nosotros —comprendió Reese con una sonrisa de emoción. —Pero, ¿Tenemos que esperar hasta mañana? —preguntó Reese con tono de queja. —No voy a poder dormir pensando en eso —agregó mirándola con cara de perrito mojado. Luego de un momento en el analizó la expresión de su rostro, Regina suspiró.
—Ten —murmuró Regina finalmente, tomando una de sus manos y pasándola por debajo de la remera que Reese le había prestado para dormir para colocarla sobre uno de sus pechos. Al tocarlo, el rostro de Reese se iluminó. —Diviértete con eso —dijo volviendo a cerrar los ojos con la intención de continuar durmiendo.
Sonriendo como un niño con un nuevo juguete, Reese acomodó la palma de su mano de modo que cubriera el pecho izquierdo de Regina por completo. Al inicio se conformó con mantenerla allí, observándola tratar de dormir. Luego, comenzó a acariciarlo con el pulgar en círculos, sonriendo aún más al verla amagar una sonrisa sin dientes varias veces por la sensación que le provocaba. Eventualmente, decidió que era momento de estrujar suavemente su pecho. Fascinado por la sensación, Reese rio tontamente y repitió la acción riendo luego de cada pequeño apretón.
Sin poder dormir al oír su risa, Regina abrió los ojos y lo observó reír con una sonrisa de diversión. —¿Qué es tan gracioso? —preguntó.
—Es muy suave, es divertido tocarlo —explicó Reese en un susurro, riendo tontamente sin dejar de masajear su pecho, lo que la hizo reír también.
—Lo sé —respondió Regina susurrando entre risas. —A veces lo hago también—admitió.
—No te preocupes, yo lo haré por ti —susurró Reese guiñándole un ojo con una media sonrisa, por lo que Regina tuvo que taparse la boca para no despertar a Malcolm y Dewey con su risa. —¿Puedo? —preguntó posando su mano libre en el borde de su remera mientras continuaba masajeando su pecho con la otra.
—Sí —accedió Regina, permitiendo que Reese pase su mano por debajo de su camiseta. Sin quitar una mano de su pecho izquierdo, emprendió un camino lento con la otra deslizando sus dedos desde su muslo hacia su seno derecho. Regina se estremeció al sentir las caricias de Reese subiendo lentamente. —Reese... —murmuró. Tal vez no había sido tan buena idea dejar que Reese juegue con sus pechos si quería dormir.
—¿Si? —preguntó Reese con una sonrisa burlona al verla estremecerse al tacto, deteniendo su mano en su abdomen para dibujar círculos con su dedo índice a la vez que hacía lo mismo con su otra mano en su pecho.
—Deja eso para mañana —susurro Regina con una sonrisa de disculpa, colocando su mano sobre la de él para detener las caricias en su abdomen.
—Está bien, si es lo que quieres me detendré —respondió Reese riendo, dejando su mano reposar sobre su abdomen. —¿Pero puedo seguir haciendo esto? —preguntó apretando suavemente su pecho con la otra mano, volviendo a reír tontamente al hacerlo. Contagiada por su risa, Regina trató de responder que sí podía si la dejaba dormir, pero ambos se quedaron helados al oír una voz en medio de la penumbra.
—¿Quieren dejar de reírse? —escucharon a Malcolm quejarse en un susurro para no despertar a Dewey. Rápidamente Reese quitó ambas manos de debajo de su remera y se giró con cara de pánico hacia su hermano apoyándose sobre su codo, mientras Regina se escondía detrás de su espalda entre las sábanas sintiendo sus mejillas arder. —Son las... —continuó quejándose Malcolm, sentándose contra el respaldo de su cama y echándole un vistazo al reloj. —...dos de la madrugada, duerman y dejen dormir.
—¿Qué escuchaste? —preguntó Reese alarmado, ignorando todas las quejas de Malcolm.
—Solo me despertaron con sus risas, no oí más n... —explicó exasperado, pero se interrumpió abruptamente al percatarse de la expresión de preocupación de su hermano y la timidez repentina de Regina. —¿Por qué? —preguntó Malcolm con los ojos muy abiertos.
—Por nada —respondieron rápidamente Reese y Regina.
—Voy a dormir, estoy muy cansado... —agregó Reese, levantando un poco la espalda para volver a acomodarse junto a Regina bajo la mirada perpleja de Malcolm. —Buenas noches —concluyó la conversación dándole la espalda a su hermano y pasando sus manos por la cintura de Regina para dormir por fin.
Aún sorprendido, Malcolm volvió a recostarse mirando hacia el techo. Retorciendo las sábanas entre sus puños, no podía dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir. —Ellos no estaban... —trató de hablar con el lector para eliminar la extraña presión que sentía en el pecho. —No creo que ellos... —murmuró, pero volvió a dejar la frase en el aire. —¿Saben qué? No me importa —dijo finalmente en un intento por quitarle importancia, volviendo a recostarse de lado para dormir.
•••
—No te limpies las manos en tu remera —reprendió Regina a Reese durante el desayuno, levantándose de su asiento para mojar una servilleta y limpiar la mancha de jarabe de su camiseta. Apenas se dio la vuelta, Reese volvió a hacerlo observando de reojo que no lo notara.
—Hazle caso a Regina, hijo —dijo Hal, mientras Regina se paraba junto a Malcolm, que buscaba jugo en la heladera, para mojar la servilleta en la pileta de la cocina. —Siempre tienes que usar una servilleta —dijo asintiendo con la cabeza mientras se limpiaba los dedos en la servilleta que llevaba colgada en el cuello de su camisa para no mancharse.
Girando nuevamente con la servilleta mojada, Regina observó asqueada como Malcolm bebía jugo del pico de la botella para luego pasárselo a Reese, que prácticamente eructó sobre la botella antes de pasársela a Dewey.
—¿Puedo usar un vaso? —preguntó Dewey igual de asqueado que Regina, sin aceptar el jugo.
—No, nada que requiera lavarse —respondió Hal con seriedad.
Entre tanto, Regina volvió a sentarse entre Reese y Dewey para poder frotar la servilleta humedecida sobre la mancha de jarabe en la remera de Reese. Al ver que había una mancha que no estaba antes de que se levantara, Regina lo miró con fastidio, pero él fingió no notarlo.
—¿Quieres jugo, linda? —preguntó Reese ofreciéndole la botella de jugo.
—Mmm... no, gracias —respondió Regina arrugando la nariz con asco mientras continuaba limpiando su camiseta.
—¿Por qué te da asco? Compartimos saliva todo el tiempo —la cuestionó Reese, insistiendo en entregarle la botella de jugo.
—Pero no comparte saliva conmigo —replicó Malcolm, sentado frente a ellos.
—Le eructaste al pico de la botella —replicó Regina a la vez, dejando la servilleta a un lado al ver que la mancha ya no estaba. Al levantar la vista se percató de que Reese se acercaba a ella peligrosamente con una sonrisa de picardía. —¡Que ni se te ocurra! —exclamó asqueada, posando una mano en su mejilla para alejarlo de su rostro. Estaba segura de que pretendía eructar cerca de ella.
—Basta, niños —los reprendió Hal, quitándose la servilleta del cuello de la camisa para limpiarse las manos. —Limpiemos la mesa —propuso tirando la servilleta sobre la mesa con todos los platos descartables.
Al instante, Dewey y Reese se levantaron para buscar una bolsa de basura de un cajón de la cocina, mientras que Hal y Malcolm comenzaron a juntar los platos descartables. Sin conocer la nueva dinámica, Regina se levantó de su asiento para facilitarles el paso, viendo como Reese y Dewey sostenían la bolsa abierta para que Malcolm y Hal pudieran tirar allí todo lo que usaron. Cuando terminaron, Regina se acercó a los chicos para quitar todas las migas de la mesa, limpiándola realmente.
—Ah, hablé con su madre anoche —comentó Hal abriendo la heladera mientras ellos terminaban de limpiar la mesa. — A todos los extraña mucho y volverá pronto —dijo con una sonrisa. Al oírlo, sus tres hijos voltearon a verlo con expresiones de pánico, por lo que Regina contuvo una carcajada.
—¿Cuándo? —preguntó Reese alarmado.
—Unas semanas —aclaró Hal, por lo que sus hijos suspiraron aliviados mientras Regina se reía de ellos. Sonriendo más relajado, Reese tomó la mano de Regina con la intensión de caminar juntos a la escuela. —¡Ah, Reese! —exclamó Hal, haciendo que se detengan para voltear a verlo con Malcolm junto a ellos. —Quiere que limpies las hojas del techo de la cochera cuando regreses de la escuela.
—¡¿Qué?! —exclamó Reese abriendo mucho los ojos, a la vez que Regina juntaba las cejas y tiraba la cabeza levemente hacia atrás. —¡Pero hoy es el único día que los padres de Reg no están en casa al mismo tiempo que Alec! —replicó Reese. Sintiendo que sus mejillas enrojecer por la vergüenza, Regina apretó su mano levemente para llamar su atención. Al conseguir conectar sus ojos con los suyos, le lanzó una mirada de pánico para que notara lo que acababa de decir. —N-no podremos hacer la tarea —agregó Reese girándose nuevamente hacia su padre en un intento por arreglarlo, pero hasta Dewey lo miraba con incredulidad.
—Reese, tu madre... —comenzó a sermonearlo Hal, haciendo la vista gorda ante lo evidente, pero fue interrumpido por las quejas de Reese.
—¡Esto no es justo! —gritó Reese. —¡Mamá no puede controlarnos si ni siquiera está aquí!
—Nadie está siendo "controlado" por tu madre —dijo Hal levantando las manos como si lo que acabara de oír fuera una ridiculez. —Por ejemplo, yo invité a un viejo amigo esta noche y aunque no le diremos nada a su madre, ¡No significa que nos controle! —aclaró Hal riendo nerviosamente. —Repito, su madre jamás debe saber esto y eso te incluye, Reg —dijo Hal con tono de advertencia. —Y a ustedes les caerá muy bien Larry, éramos inseparables en la preparatoria. Pero en serio, su madre no debe averiguar que estuvo en la casa —repitió con más enojo.
Sin responder, Reese abandonó la cocina con fastidio tirando de la mano de Regina a su paso. Aún desconcertada y avergonzada porque Reese prácticamente había gritado frente a la mitad de su familia que pretendían intimar esa tarde, ella dejó que la arrastre con él sin protestar con Malcolm a unos pasos por detrás.
Los tres salieron de la casa y caminaron en silencio por lo menos tres cuadras. Reese estaba demasiado irritado como para hablar. Había fantaseado con mantener relaciones sexuales con Regina desde antes de que iniciaran su noviazgo y su madre se las arreglaba para arruinarlo aún a la distancia. Caminando de la mano con él, Regina mantenía la vista fija en el piso mientras se carcomía internamente por la vergüenza que sentía. En cambio, Malcolm los observaba con diversión.
—Reg, pareces un tomate —se burló Malcolm, ganándose una mala mirada de la pareja.
—Cállate, Malcolm —dijeron ambos entre dientes.
•••
—Hola, tomatito —se burló Madison al ver a Regina entrar en la clase de Literatura junto a Reese con las mejillas coloradas.
—Cierra el pico, North —dijo Reese caminando hacia ella con enojo. Sabía que Regina empeoraría si seguían mencionándolo, solo quería que estuviera bien e iba a pelear con cualquiera que se lo impidiera. Pero Regina lo tomó de la muñeca para detenerlo.
—Está bien, amor, es un chiste —sonriendo levemente para que no le diera tanta importancia.
—Sí, Puercoespín, no saques las púas —se burló Madison para hacerlo enojar más, por lo que Regina le lanzó una mirada de fastidio.
—No ayudas, Maddie —se quejó Regina, empujando a Reese hacia el fondo del aula para que se siente en su lugar, muy alejado de Madison. —Volveré contigo en un momento —dijo besando su mejilla al llegar junto a sus asientos. —¿Si?
—Está bien... —respondió Reese a regañadientes, sentándose en su banco escolar. Seguía de muy mal humor luego del pedido de su madre, así que simplemente se quedó mirando hacia la ventana con el ceño fruncido mientras su novia se alejaba de él.
—¿Qué le pasa al Puercoespín? —preguntó Madison cuando Regina se sentó provisoriamente en el asiento detrás de ella. —No discutíamos desde esa vez que te tiró del cabello.
—Está enojado porque no podremos vernos en la tarde, su mamá le pidió que limpie el techo de la cochera —explicó Regina haciendo una mueca.
—¿Eso es todo? —preguntó Madison, inconforme con la respuesta. —Ayúdalo a limpiar, problema resuelto.
—Es que íbamos a ir a casa... —trató de que entendiera sin dar muchos detalles, pero Madison seguía mirándola como si ella y Reese hicieran un drama por nada.
—¿Y? Cambien el plan —respondió Madison como si fuera obvio.
—No estás entendiendo —dijo Regina negando con la cabeza suavemente antes de inclinarse hacia ella. Intrigada, Madison imitó la acción. —Mis padres y Alec no estarán en casa esta tarde, así que queríamos... —explicó bajando el tono de voz, pero dejó la frase en el aire asumiendo que su amiga entendería.
Al ver que el rubor volvía a aparecer en las mejillas de Regina, Madison la miró boquiabierta, acababa de comprender la situación. —¡Ah! ¡Hubieras empezado por ahí! —exclamó Maddie, riendo por lo mucho que le costaba a Regina hablar de eso. —O sea que les arruinaron el primer se...—comenzó a decir en un tono demasiado alto a criterio de Regina, por lo que la interrumpió rápidamente.
—¡Shhhh! —exclamó Regina moviendo sus manos delante de ella para que guardara silencio. Madison volvió a reír. —No quiero que todo el mundo se entere —susurró escandalizada, haciéndola reír aún más.
—¿De qué? —preguntó Carly, sentándose en su lugar habitual al entrar al aula, justo al lado del asiento que ocupaba Regina en ese momento.
—Luego te cuento —respondió Regina sin querer hacer tanto escándalo al respecto allí, pero ya era tarde.
—Reg y el Puercoespín quieren hacer ñiqui ñiqui —respondió Madison a la vez bajando el tono de voz para no se molestara, pero aún así recibió una mala mirada de Regina. —¿Qué?
—¿Tienes que decirlo así? —murmuró Regina jugando con el anillo de su mano sintiendo cada vez más calor en sus mejillas. Entre tanto, Carly soltó un suspiro de sorpresa y cubrió su boca para evitar gritar de emoción.
—¡Yo lo predije! —exclamó alegremente Carly, por lo que Regina y Madison la observaron confundidas. —Cuando Reese trataba de llamar tu atención tirando de tu cabello el año pasado. ¡Yo lo dije! ¡Sabía que cuando fueran novios no te quejarías cuando tirara de tu cabello!
—¿De qué estás hablando? Nadie dijo nada de eso —replicó Regina extrañada. —Ni siquiera lo hicimos aún, mucho menos tiró de mi cabello —agregó bajando el tono de voz nuevamente.
—Aún no, pero cuando lo haga, te gustará —respondió Carly guiñándole un ojo.
—Pero si tú no lo has hecho, no lo sabes —respondió Regina dejando salir una pequeña sonrisa.
—Pero yo sí y sí, te gustará —dijo Madison riendo al final.
—¿Anthony te...? No, espera, no quiero saberlo —dijo Regina arrugando la nariz y negando levemente con la cabeza, haciendo reír a sus amigas.
•••
—Pimpón es un muñeco muy ¡Au! —gritó Dewey cuando otra piedra cayó sobre su pie. Mientras era obligado a cantar y bailar vergonzosamente, Reese le lanzaba piedras a su hermanito con una resortera gracias a la falta de supervisión paterna. —... muy guapo y de cartón ¡Au! —continuó cantando, pero otra piedra impactó contra sus pies. —...se lava la ¡Au! ...la carita con ¡Au! ...con agua y con... —esta vez fue interrumpido por el sonido del teléfono sonando.
—Te toca —dijo Reese para que respondiera mientras él colocaba una piedra sobre la resortera.
—¿Hola? —dijo Dewey al responder el teléfono, pero su expresión se tornó preocupada al levantar la vista. Frente a él, Reese apuntaba con la resortera directo en su cara.
—¡Hola, Dewey! —dijo alegremente Regina del otro lado del teléfono. —Podrías decirle a Re...
—¡Mamá! —gritó Dewey, interrumpiendo a Regina. Al instante, Reese escondió la resortera detrás de su espalda, asustado como si su madre pudiera percibir a distancia lo que le hacía a su hermano.
—¿Me acabas de llamar "mamá"? —preguntó Regina confundida en el teléfono.
—Estamos bien. —dijo Dewey, fingiendo hablar con su madre ante la mirada preocupada de Reese.
—¿Qué? —preguntó Regina cada vez más confundida.
—Sí, le preguntaré —continuó fingiendo Dewey —Mamá quiere saber si ya barriste la cochera —preguntó a Reese.
—¡¿Me canceló por eso y no lo está haciendo?! —exclamó Regina indignada.
—¡Ya voy! —escuchó gritar a Reese del otro lado del teléfono mientras Dewey sonreía complacido, acababa de encontrar la forma de defenderse de su hermano mayor.
—¿Quieres decirme qué ocurre? —preguntó Regina a Dewey asumiendo que su novio había corrido a limpiar las hojas del techo de la cochera.
—Mamá no está y papá trabaja. La casa es una anarquía y soy el eslabón más débil, tengo que defenderme —respondió Dewey, observando a Reese salir corriendo de la casa para ir a la cochera.
—Entiendo... —dijo Regina con un pequeño suspiro. —¿Qué te hizo Reese?
—Me lanzó piedras con una resortera —explicó Dewey entre dientes.
—¡¿Qué?! —exclamó Regina entre sorprendida y enojada. —Lo voy a matar —murmuró para sí misma. Al oírla, Dewey abrió mucho los ojos asustado.
—¡No le digas nada! —dijo Dewey desesperado.
—¿No quieres que le diga que no te haga daño? —preguntó Regina sorprendida, eso no se lo esperaba.
—Si le dices sabrá que tú llamaste y perderé la única forma que tengo de defenderme. Por favor no le digas —insistió Dewey con tono de súplica. Regina lo pensó por un momento, pero finalmente cedió.
—Está bien, no te mencionaré. Dile que llamé luego de tu mamá y que iré en dos horas —pidió Regina
—¡Gracias, Reg! —dijo Dewey alegremente antes de colgar.
•••
—No olvides limpiar las hojas de mi techo sin importar los planes que tengas con tu novia porque soy una vieja mala —se quejaba Reese dos horas más tarde sentado en su cama, imitando a su madre con enojo mientras Regina limpiaba la herida de su codo conteniendo una pequeña risa. Acostado en su propia cama, Dewey observaba a Reese con una sonrisa regodeándose de su sufrimiento discretamente. —¿Qué importa si está mojado y resbaloso? El techo tiene que estar limpio porque soy mala...
—Reese, te resbalaste por pelear con un gato —dijo Regina sin poder evitar reír, ganándose una muy mala mirada de su novio.
—¿Te burlas de mí? —preguntó Reese alzando una ceja con una media sonrisa.
—¿Yo? ¡Jamás! —exclamó Regina fingiendo inocencia justo en el momento en el que oyeron el sonido del teléfono proveniente de la cocina. —Solo te estoy cuidando... —agregó levantando el codo de Reese y dejando un besito suave sobre la curita que le acababa de poner, para luego dedicarle una sonrisa de inocencia.
—¡Yo contesto! —gritó Dewey antes de salir corriendo hacia la cocina, entrecerrando la puerta a su paso. Apenas cruzó la puerta, Reese inclinó levemente su cuello para comprobar que Dewey no estuviera cerca. Luego de comprobarlo, tomó una de las piernas de Regina para atraerla más hacia él y la colocó sobre su regazo mientras que la otra se mantenía detrás de su espalda, por lo que sus piernas rodeaban la cadera de Reese.
—No... yo sí creo que te burlas de mí —dijo Reese con tono divertido, deslizando su mano derecha por la pierna de Regina que mantenía en su regazo desde la rodilla hasta el muslo.
—Mmm... no sé qué te hace pensar eso... —respondió Regina juguetonamente, pasando sus brazos alrededor de su cuello y cruzando sus piernas alrededor de su cadera. —Simplemente mencioné que el gatito parecía el chico malo entre los dos —agregó manteniendo su tono inocente, pero con una sonrisa burlona en su rostro.
—Ah, ¿Eso crees? —preguntó Reese con una sonrisa traviesa, lo había tomado como un desafío. —Veremos si sigues pensando que el gato es más malo que yo luego de que haga esto —en un instante, Reese hundió su rostro en el cuello de Regina para comenzar un camino de besos hasta su clavícula mientras continuaba acariciando el muslo de su pierna derecha. Sabía que sentía muchas cosquillas en esa zona y había conseguido el efecto deseado. Sin poder evitarlo, ella rio a carcajadas al sentir los labios de Reese recorrer su cuello.
En un intento por evitar que continúe torturándola, Regina posó las manos sobre sus hombros y trató de alejarse de él tirando la espalda hacia atrás, pero no fue suficiente. Debido a la fuerza que Reese aplicó para mantener los labios en su cuello, Regina cayó de espaldas en la cama riendo cada vez más fuerte con su novio sobre ella dejando suaves besitos en su cuello y dibujando círculos en su muslo izquierdo.
Lentamente, Reese comenzó a llevar sus besos desde su cuello a su mandíbula, luego de su mandíbula a su mejilla y, finalmente, unió sus labios en un beso desesperado. Sin dudarlo, Regina correspondió el beso acercándolo más a ella por el cuello. En medio del beso, Reese deslizó su mano por su pierna hacia el borde de su blusa. Aún sobre la tela, Reese acarició su abdomen como pidiendo permiso en silencio para meter una mano debajo de su blusa, lo que la hizo volver a la realidad. Rápidamente, separó sus labios y colocó una mano sobre la de Reese, evitando que continuara su camino hacia sus senos.
—¡Espera, espera! —dijo Regina bajando el tono de voz a pesar de que no había nadie en la habitación. Sin comprender por qué lo detenía, Reese alejó un poco su rostro del de Regina esperando su explicación. —Dewey volverá en cualquier momento...
—¿Quieres que vayamos al armario? —preguntó Reese en broma, sonriendo burlonamente. Riendo, Regina le dio una pequeña palmadita en el hombro, lo que también lo hizo reír. Justo cuando Dewey entraba en la habitación, Reese se levantaba de encima de Regina para sentarse y le ofrecía una mano para que hiciera lo mismo.
—Sí, mamá, aquí está Reese —dijo Dewey parándose en la puerta de la habitación con el teléfono en la oreja. Al oírlo mencionar a su madre, Reese volteó a verlo preocupado y se levantó de la cama apenas Regina estuvo sentada. —Sí, se lo diré. ¿De verdad tiene que desvelarse toda la noche? ¿No puede reparar mi bici mañana? —preguntó Dewey al teléfono. Comprendiendo lo que hacía, Regina miró al niño con el ceño fruncido. —Bueno, tienes razón. El sábado en la mañana es el mejor día para salir —respondió al teléfono. Derrotado, Reese suspiró con fastidio antes de volver a girarse hacia Regina.
—Lo siento, amor, tengo que reparar la bici de Dewey —murmuró Reese, haciendo una mueca de fastidio.
—No es nada, entiendo —respondió Regina apretando los labios en una sonrisa sin dientes. —Voy a volver a casa, mis padres ya deben haber llegado —agregó, levantándose de la cama de su novio.
—Te acompaño —dijo Reese rápidamente. — Y prometo que iré a verte mañana por la tarde —agregó antes de colocar las manos en sus mejillas para volver a besar sus labios.
—Te estaré esperando entonces —respondió Regina con una sonrisa, dejando un último beso rápido en sus labios antes de separarse definitivamente.
Luego de mirarla embobado por unos segundos, Reese entrelazó sus manos para guiarla hacia la puerta con él. Antes de cruzar la puerta, Regina soltó su mano para darle a Dewey un abrazo de despedida mientras él la esperaba en el pasillo.
—Adiós, Dewey —dijo Regina, inclinándose para abrazar al niño que pasó sus brazos por detrás de su espalda en respuesta. —No dije nada porque lo merece por la resortera, pero no te pases con él —le advirtió en un susurro antes de soltarlo.
•••
—Gracias por acompañarme —dijo Regina con una sonrisa cuando estuvieron en la puerta de su casa, jugando con la mano de Reese.
—No iba a dejar que volvieras sola de noche —respondió Reese levantando sus manos unidas para dejar un besito en sus nudillos. Regina rió por el gesto y dejó un beso en su mejilla antes de soltar su mano para introducir la llave en la puerta. —Y mañana... —agregó Reese, posando una mano sobre la suya para evitar que girara la llave. —...podríamos terminar lo que empezamos —concluyó con picardía, por lo que Regina giró nuevamente hacia él sin soltar la llave.
—Claro, será muy divertido que mi mamá entre de golpe —respondió Regina irónicamente, sacándole una carcajada. —Creo que tendrá que ser el próximo viernes, cuando Alec vuelva a tener práctica de fútbol —dijo con una sonrisa de disculpa.
—¿El viernes? —dijo Reese como un quejido, quitando la mano para que pudiera hacer girar la llave. —¿No podemos encerrar a Alec en su cuarto el lunes hasta que lleguen tus padres? —preguntó tirando la cabeza hacia atrás. Regina rió creyendo que estaba bromeando, pero Reese hablaba muy en serio.
—No creo que se deje encerrar —respondió Regina riendo mientras giraba la llave por fin. —Aunque tal vez si tú lo convences... —dijo pensándolo mejor, sin llegar a abrir la puerta. Al oírla, a Reese se le iluminó el rostro.
—Cierto, soy su héroe. Me hará caso —dijo Reese con orgullo, haciéndola reír.
—Sí, lo eres —respondió Regina entre risas. —Y justamente por eso dudo que te haga caso —agregó abriendo la puerta por fin.
—No sé qué estás insinuando —respondió Reese, fingiendo no comprender con diversión mientras se acercaba a ella para recibir un beso de despedida. Regina volvió a reír y se acercó a él para rodear su cuello con las manos, de espaldas la puerta abierta de su casa, mientras Reese pasaba sus manos por su cintura. Poniéndose de puntitas de pie, Regina estaba a punto de cumplir su deseo cuando la voz de su madre detrás de ella la detuvo.
—¿Necesitas otra cosa para tu operación? —escucharon preguntar a Caroline. Confundida, Regina volvió a estabilizar sus pies en el suelo y soltó el cuello de su novio para dar unos pasos dentro de la casa, ignorando el quejido de Reese al darle la espalda. Justo frente a la puerta, Caroline y Phineas bajaban las escaleras lentamente conversando con la vista fija en los escalones, por lo que no notaron a su hija y su novio en la entrada.
—Mmm... creo que debo comer helado —respondió Phineas pisando el segundo escalón, lo que hizo su esposa se detuviera un escalón por debajo de él para observarlo confundida. Entre tanto, Regina escuchaba desde la puerta sin entender de qué operación hablaban con Reese tratando de llamar su atención.
—En realidad no creo que se coma helado para... —comenzó a decir Caroline arrugando la nariz, pero Phineas la interrumpió.
—Perdón, ¿Es una vasecto-tuya o una vasecto-mía? —preguntó Phineas posando una mano en su hombro e inclinando la cabeza. Desde la puerta, tanto Reese como Regina abrieron los ojos sorprendidos.
—...iré a pedir helado —respondió Caroline luego de un pequeño momento de silencio, a lo que Phineas sonrió complacido.
—¿Papá va a hacerse una vasectomía? —preguntó Regina sorprendida, logrando que sus padres levanten la vista hacia ellos.
—¿Le van a cortar su...? —preguntó Reese con expresión de horror, dejando la frase a la mitad.
—Ay por dios, mira la cara de horror del chico —susurró Phineas a su esposa, el terror que le generaba la operación comenzaba a reaparecer. A su lado, Caroline trataba de calmarlo haciéndole señas para que respire profundo. —Me arrepentí. No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, ¡No puedo hacerlo! —murmuró entrando en pánico antes de salir corriendo por las escaleras hacia su cuarto.
—¡Cariño...! —exclamó Caroline tratando de detenerlo, pero Phineas ya estaba en mitad del pasillo que daba a la habitación matrimonial. Al ver que tendría que calmar sus nervios otra vez, Caroline suspiró con cansancio antes de voltear nuevamente hacia los adolescentes. —No se asusten, solo es una pequeña intervención quirúrgica que tu padre se hará mañana... —dijo Caroline con tono tranquilizador, dando pequeños vistazos en la dirección en la que se había ido su esposo. —Tendrás que cuidar a Alec mañana por la tarde, me quedaré con él hasta que le den el alta —agregó sin prestarles mucha atención. Si lo hubiera hecho, probablemente habría notado las miradas cómplices compartieron Reese y Regina, pero estaba demasiado ocupada pensando en su esposo. —Reese, ¿Te quedas a cenar? —preguntó volviendo su atención hacia ellos justo cuando despegaban la mirada uno del otro.
—Gracias, señora Langdon, pero tengo que volver a arreglar la bicicleta de Dewey —respondió Reese, usando el tono educado que solo sacaba a relucir con la madre de su novia.
—Oh, será la próxima vez. ¡Envíale saludos a Hal! —exclamó Caroline mientras subía las escaleras para consolar a su esposo.
—Bueno... —dijo Reese con una sonrisa apenas Caroline desapareció por las escaleras, acercándose nuevamente hacia Regina para pasar sus manos por su cintura. — Tendremos que adelantar nuestros planes para el lunes...
—Sí, se te ve muy triste por eso —respondió Regina con una pequeña risa antes de dejar un beso rápido en sus labios como despedida. —Hasta mañana.
•••
—¡Hecho! Alec no saldrá del patio hasta que lleguen tus padres —dijo Reese muy orgulloso de sí mismo entrando por la puerta que conectaba el jardín a la sala de la casa de los Langdon el sábado en la tarde.
—¿En serio? ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Regina sorprendida, observándolo caminar hacia ella desde el sofá.
—Le prometí un par de secretos de Dewey si se quedaba en el patio —respondió Reese mientras se sentaba a su lado.
—El mejor hermano del mundo —dijo Regina irónicamente, haciéndolo reír.
—No te vi muy en contra de la idea de encerrar a tu hermano con llave en una habitación—replicó Reese entre risas.
—Shhh —dijo Regina riendo a la vez que se deslizaba más cerca de él, pasando las piernas por encima de su regazo y abrazándolo por el cuello para acercar sus rostros. Con una gran sonrisa, Reese se dejó atraer pasando la vista embobado entre sus ojos y sus labios hasta Regina rompió por fin la distancia entre ellos.
El beso era lento y dulce en un inicio, incluso podían sentir la sonrisa del otro sobre sus labios. Mientras Regina acariciaba la parte baja de su nuca, Reese deslizó sus manos por su cintura y, a medida que los besos se hacían más intensos, comenzó a acercarla más hacia él al punto de sentir su pecho pegado a su torso.
Totalmente perdida entre sus besos, Regina ni siquiera notó que Reese colocaba una mano por debajo de sus rodillas y otra sobre su cintura para levantarla suavemente hasta que se vio a sí misma sentada por completo en su regazo. Lentamente, Regina acomodó sus piernas a cada lado de las de Reese tratando de separar sus labios la menor cantidad de tiempo posible.
Entre tanto, él deslizó una de las manos por debajo de su remera. Regina se estremeció ante el tacto frío recorrer su abdomen hasta llegar a su pecho derecho. Al sentir que comenzaba a masajear su seno, ella movió las manos de sus hombros a sus mejillas para profundizar los besos, volviéndolos más desesperados. Para Reese esto fue una súplica de atención al pecho izquierdo, por lo que repitió la acción con la otra mano.
Casi sin quererlo, Reese descubrió algo nuevo sobre los senos. Mientras jugaba con ellos, rozó por accidente el pezón derecho de su novia. Fascinado, rompió el beso para observarla con un brillo en los ojos. La había oído jadear sobre sobre sus labios.
Sin notar el motivo de la expresión de Reese, Regina aprovechó la oportunidad para recorrer el camino desde la comisura de sus labios hasta su cuello con pequeños besitos. A la vez, Reese continuó jugando con sus pechos, pero esta vez no solo los masajeaba. Con delicadeza, comenzó a apretarlos desde la base hasta los pezones, sorprendiéndose al sentir que se endurecían debajo de sus dedos. Pero lo que más le gustaba era oír a Regina soltar pequeños jadeos cada vez que los tocaba.
—¿Subimos... a mi cuarto? —murmuró Regina haciendo una pequeña pausa al estremecerse por la atención de Reese en sus pezones.
—Por supuesto —respondió Reese con una sonrisa de picardía, volviendo a conectar sus labios sin dejar de jugar con sus pechos. Entre besos y pequeños jadeos, Regina comenzó a incorporarse con la intención de caminar hacia las escaleras, pero Reese se lo impidió. Rápidamente, alejó las manos de sus senos para volver a colocarlas en su cintura, sentándola en su regazo a horcajadas de un tirón. Confundida, Regina detuvo los besos para esperar una explicación. —Así no —respondió simplemente.
—¿Entonces cómo...? ¡Ay! —exclamó Regina riendo. En un segundo, Reese deslizó sus manos por debajo de sus piernas y se levantó del sofá con Regina aferrada a él. Para no caer, rodeo su cuello con los brazos y su cadera con las piernas mientras él subía las escaleras casi trotando.
En menos de un minuto llegaron a la habitación. Cerrando la puerta con el pie, Reese se arrojó sobre la cama con Regina riendo debajo de él. —¿Te parece divertido? —dijo Reese con una sonrisa burlona, quitando las manos de sus muslos para sostenerse sobre ella con los antebrazos apoyados a sus lados.
—Muy divertido —respondió Regina riendo antes de volver a dejar besitos cortos en sus labios. Colocando las manos detrás de su nuca para profundizar el beso, hizo caer su peso por completo sobre ella.
—A mí me parece divertido que no te hayas puesto sujetador —dijo Reese entre besos, aprovechando que ya no necesitaba sostenerse con sus brazos para volver a deslizar sus manos por debajo de su remera. —Aunque no puedo quitártelo si no lo llevas puesto...
—Oh, lo siento. ¿Quieres que me ponga uno? —preguntó Regina con diversión. —Porque están en ese cajón, podría... —dijo señalando hacia el armario, pero Reese la interrumpió.
—¡No! —exclamó Reese rápidamente antes de volver a unir sus labios, haciéndola reír en medio del beso. —Así estás perfecta... —agregó con una sonrisa traviesa mientras se alejaba unos centímetros para empezar a levantar su remera lentamente. Con una pequeña sonrisa, Regina permitió que quite la camiseta por completo mientras jugaba con el cinturón del pantalón de Reese.
Una vez que arrojó la remera de Regina en alguna parte de la habitación, Reese observó fascinado sus propias manos caer con delicadeza sobre los pechos desnudos de su novia. Riendo por su expresión de embobado, Regina bajó los besos hacia su cuello, viendo de reojo la sonrisa de disfrute de Reese. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo ya que él puso el rostro a la altura de su pecho izquierdo para poder dejar pequeños besitos sobre él a la vez que continuaba masajeando el otro con la mano. Luego de unos minutos, lo introdujo por completo en su boca. Regina contuvo la respiración por unos segundos sorprendida antes de las manos al cabello de Reese.
—Reese... —murmuró Regina, aunque sonó más bien como un jadeo al sentir la lengua de Reese hacer círculos sobre su pezón. Con una media sonrisa, Reese levantó la vista hacia ella mientras continuaba con su tarea, disfrutando hacerla retorcerse debajo de él. —Reese... —repitió tratando de calmar su respiración y deslizando sus manos a sus mejillas para apartar su boca de su pecho. A pesar de que lo estaba disfrutando, quería que le prestara atención antes de seguir. Suponiendo que tenía otra idea en mente, él se dejó guiar hasta que volvió a enfrentar sus rostros. —Trajiste protección, ¿Verdad? —preguntó Regina entre pequeños besos, mucho más cuerda al no tener la lengua de su novio sobre su pecho.
—¿De qué hablas? —preguntó Reese sin dejar de besarla, manteniendo sus ojos cerrados con una sonrisa placentera sin dientes.
—Ya sabes... un condón —respondió Regina rompiendo los besos y alejándose unos centímetros para verlo mejor. Como respuesta, Reese juntó sus cejas confundido. —¿Esa cosa que tienes que ponerte para no dejarme embarazada? —explicó, aunque sonó como una pregunta al ver que ni siquiera sabía qué era.
—Ah, sí, claro. Sé lo que es —respondió Reese asintiendo con la cabeza, cosa que era claramente una mentira.
—¿Entonces tienes uno? —preguntó Regina. Sabía que estaba mintiendo, pero a la vez se aferraba a la posibilidad de que en verdad tuviera uno para continuar. Al ver que Reese le dedicaba una sonrisa de disculpa, Regina suspiró frustrada.
—Relájate —dijo Reese sin darle importancia, volviendo a unir sus labios en pequeños besos para poder seguir hablando. —Podemos arriesgarnos —agregó, comenzando a bajar sus besos para volver a poner su atención en sus pechos.
—¿Arriesgarnos? —repitió Regina pestañeando varias veces mientras él continuaba con su camino de besos hacia sus senos.
—Ajá... —murmuró Reese llegando por fin a su pecho derecho para dejar pequeño besitos en él, repitiendo su accionar previo con el izquierdo. Antes de que pudiera meterlo en su boca, Regina salió de su estupefacción y lo alejó de un tirón, empujándolo a un lado de la cama para dejara de estar sobre ella. —¡Oye! ¿Cuál es el problema? Te gustó cuando lo hice en el otro—se quejó mirándola con el ceño fruncido.
—¿Arriesgarnos? ¡¿Arriesgarnos?! —repitió Regina indignada levantándose de su cama. Una vez de pie, comenzó a buscar su remera por el suelo mientras cubría sus senos con un brazo. —¡Ni loca me arriesgo a tener un bebé! ¡¿Estás demente?! —exclamó encontrando por fin la remera y volviendo a ponérsela.
—Pero nos estábamos divirtiendo —replicó Reese con tono de queja.
—Y nos seguiremos divirtiendo cuando consigas protección —respondió Regina tomando su mano y tirando de él para obligarlo a levantarse, ignorando sus quejas.
—Estás enojada, no vas a querer cuando vuelva —protestó Reese mientras era arrastrado por su novia fuera de la habitación.
—No estoy enojada, solo... ¡¿Arriesgarnos?! —repitió, aún sin poder creer que haya dicho eso.
—Eso solo prueba mi punto —dijo Reese bajando las escaleras detrás de ella.
—No porque mientras tú vas a una farmacia yo... —comenzó a hablar una vez que llegaron al final de las escaleras, pero se detuvo por unos segundos a pensar cómo seguiría la frase. —...voy a darme una ducha para relajarme —concluyó finalmente.
—Está bien... —respondió Reese haciendo una mueca. —Compraré condones —concluyó.
—Genial —dijo Regina dejando un beso en su mejilla antes de abrir la puerta, pero Reese no tuvo tiempo de salir de la casa.
—¡Ah! ¡Hola! Estábamos por tocar el timbre —exclamó Mitchell, el tío de Regina, terminando de cerrar la puerta de su auto mientras su esposo sacaba a Lily del asiento trasero.
Olvidando lo que acababa de ocurrir, Reese y Regina compartieron miradas de preocupación. Una de las cosas que dejó bien en claro Caroline cuando abandonó la casa esa mañana era que Reese no podía entrar. Aunque no era su madre, los habían descubierto.
—Hola... —dijo Regina volviendo su vista hacia sus tíos, tratando de mantener la calma con una sonrisa forzada. Entre tanto, Mitch y Cam se acercaron a ellos con Lily en brazos.
—Phineas nos dijo que Alec y tú estarían solos durante su operación. Así que pensamos que necesitarían compañía, pero veo que ya la consiguieron —comentó Cameron lanzándole una mirada cómplice a los adolescentes, por lo que Regina se ruborizó y Reese sonrió con incomodidad.
—¿Entonces van a quedarse? —preguntó Regina para cambiar casualmente el tema, aunque le interesaba mucho que se fueran.
—¡Ay, no! Lily es la compañía —respondió Mitch antes de volver al auto para sacar un bolso con algunas pertenencias de la bebé. Desde la entrada, Reese y Regina lo miraron con impotencia.
—No tenemos mucho tiempo, pero estará con ustedes por un par de horas —dijo Cam entregándole a la bebé a Regina.
—P-pero no podemos cuidar a Lily —respondió Regina con nerviosismo, aunque sostenía a su prima en brazos, observando a su tío Mitch dejar un bolso de bebé junto a ella.
—Sí, estamos haciendo tarea —concordó Reese tratando de sonar convincente, utilizando la misma excusa que le había dado a su padre.
—Sí, claro. Díselo a tu cabello despeinado y a sus pezones erectos —respondió Cam con una sonrisa que indicaba que no iban a engañarlo, haciendo que el rostro de Regina enrojeciera aún más y que Reese hiciera una mueca de fastidio.
—Cam, deja de molestarlos y vámonos, se hace tarde —dijo Mitchell haciéndole señas para que volviera al auto con él.
—Tienes razón vámonos. Recuerda que debe tomar una siesta en una hora, pero no más de media hora o no dormirá en la noche —advirtió Cam a Regina antes de seguir a su esposo hacia el auto.
—¡Y no le diremos a Caro que Reese estaba aquí! —agregó Mitchell abriendo la puerta del auto.
Resignados, Reese y Regina se despidieron de ellos desde la entrada, observando el auto alejarse. Cuando ya no pudieron ver el auto, Regina entró en la casa con la bebé en sus brazos mientras Reese cerraba la puerta detrás de ella.
—Genial, tenemos el bebé sin la diversión —dijo Reese con fastidio, observando a Lily jugar con el cabello de Regina.
—¿Ves por qué no hay que arriesgarse? —respondió Regina igual de fastidiada que él, entregándole a la bebé mientras él hacía una mueca. —Voy a ponerme un sostén, dile a Alec que ya puede entrar.
•••
—Creo que Reese y yo tenemos una maldición de celibato o algo así —dijo Regina con hartazgo, tapándose el rostro con las manos.
El lunes durante el almuerzo, se encontraba sentada en la mesa que siempre ocupaba con sus amigas quejándose de su mala suerte. Habían pasado días desde que había comenzado a tratar de tener más intimidad con Reese, pero aún no habían conseguido avanzar más allá de segunda base.
—No seas exagerada, no puede ser tan malo —dijo Danny riendo, logrando que Regina quite las manos de su rostro para mirarla.
—La última vez que lo intentamos terminamos cuidando un bebé. ¡Un bebé! —repitió como si hubiera un mensaje encriptado en ese suceso.
—Uy, sí. El universo te está diciendo que no lo hagas o quedarás embarazada —se burló Maddie en broma, pero Regina pareció tomarlo en serio.
—¿Tú crees? —preguntó con tono de preocupación.
—Reg, si tienes miedo no es necesario que lo hagas —dijo Lorelai riendo.
—No, no, no. Sí que quiero hacerlo —dijo Regina muy segura de lo que decía. —Tengo muchas ganas de hacerlo, en realidad —admitió jugando con sus manos algo avergonzada. —El sábado Reese estuvo tan bien que... me dejó... —dejó la frase a medias demasiado avergonzada como para continuar.
—¿Mojada y con ganas de más? —supuso Danny con diversión.
—Sí —confirmó Regina volviendo a cubrirse el rostro con las manos mientras sus amigas se reían de ella.
—Ya encontrarán un lugar en donde hacerlo —dijo Talía para tranquilizarla, pero no surtió efecto.
—Es imposible... —murmuró Regina quitando sus manos de su rostro, acababa de sonar el timbre que indicaba el inicio de la siguiente clase. —Mi papá estará en casa toda la semana por la operación y su casa siempre está llena de gente. Perdimos nuestra oportunidad el sábado —explicó mientras las siete se levantaban y comenzaban a caminar hacia el aula.
—Entonces háganlo en la escuela —sugirió Carly.
—¿En la escuela? —repitió Regina arrugando la nariz. A unos metros de ellas pudo ver a Reese caminar de frente directamente hacia ellas.
—¡Sí! Bueno, no en un lugar en qué puedan verlos. Tal vez el armario de limpieza... —se explicó mejor Carly.
—¡Uh! Pueden escabullirse de una clase, es excitante —agregó Melody con emoción mientras se acercaban más a la puerta del aula.
Regina no respondió durante unos segundos, estaba demasiado distraída observando a Reese acercarse a ella. Se veía tan lindo y lo necesitaba tanto que sentía su estómago estrujarse. Cuando llegaron por fin frente al aula, la cantidad de gente que se acumuló provocó que Reese y Regina cruzaran por la puerta uno al lado del otro. Al rozar su brazo con el suyo Regina sintió que se le erizaba la piel.
—No lo sé... —respondió finalmente a sus amigas.
•••
Reese y Regina no llegaron al final de la clase. Luego de una hora de pequeños coqueteos desde sus asientos, él le había susurrado que buscara una excusa para salir del salón antes de levantarse y, luego de pedir permiso a la profesora, salir él mismo del aula. Diez minutos más tarde, Regina siguió sus pasos.
No tardó mucho en encontrar a Reese. Aún desde la puerta del aula pudo verlo esperándola al final del pasillo, recostado en la pared sonriéndole desde la distancia. Comprobando que no había nadie que pudiera verlos, Regina caminó hacia él a paso rápido. Al llegar, descubrió que no era casualidad que la esperara al final del pasillo. Reese estaba recostado justo junto a la puerta del cuarto de limpieza.
Sin perder el tiempo, Reese se abalanzó sobre sus labios apenas la tuvo enfrente, haciéndola chocar contra la pared. Mientras él sostenía sus mejillas con las manos para inclinar su rostro unos centímetros hacia arriba y así profundizar el beso, Regina tanteó la pared detrás de su espalda en busca de la manija de la puerta. Cuando la encontró, la abrió rápidamente y caminó de espaldas con Reese aún sobre sus labios. Dejando un último beso, Reese se separó para girarse a cerrar la puerta.
—Mira... —dijo Reese luego de cerrar la puerta con una sonrisa triunfante, sacando del bolsillo de su pantalón una tira de preservativos para enseñársela. Regina observó la tira de preservativos conteniendo una pequeña risa, había al menos cinco allí.
—Creo que solo necesitaremos uno —dijo Regina con diversión, tomando la tira de su mano para desprender uno.
—Eso ya lo veremos, nunca se sabe —respondió Reese encogiéndose de hombros con picardía, haciéndola reír, a la vez que dejaba la tira sobre la estantería que se encontraba detrás de su novia.
Siguiendo sus movimientos con los ojos, Regina no pudo contenerse más. Dando un pequeño saltito, volvió a unir sus labios en un beso desesperado mientras se sostenía de sus hombros para mantenerse a su altura. Rápidamente Reese llevó las manos a sus muslos, levantándolos levemente para que rodeara su cadera con sus piernas, cosa que Regina hizo al instante. Entre besos, Reese dio un par de pasos hacia delante, haciéndola chocar contra la estantería llena de artículos de limpieza para sentarla en el borde de uno de los estantes. Al hacerlo, la estantería de metal se movió tanto que hizo un gran estruendo. Rompieron el beso del susto, pero al instante comenzaron a reír.
—Tenemos que ser silenciosos —susurró Regina tratando de mantener su risa en un tono bajo.
—Lo sé, lo siento —respondió Reese entre risas en otro susurro.
Cuando ambos se calmaron, Reese volvió a besarla suavemente, pero de a poco comenzó a volverse más intenso. Abandonando sus muslos al ver que podía sostenerse por su cuenta, deslizó las manos por debajo de su blusa para jugar con las tiras de su sujetador, moviendo nuevamente la estantería por accidente, pero esta vez no le dio importancia. Entre tanto, Regina rompió el beso para mirar hacia arriba, se había percatado de que una caja se balanceaba peligrosamente sobre sus cabezas con el movimiento de la estantería metálica. Por su parte, Reese ni siquiera lo notó, estaba demasiado ocupado llevando los besos a su cuello y buscando el broche de su sujetador. Normalmente eso le hubiera causado cosquillas, pero estaba tan distraída con el ruido de la estantería y el movimiento de la caja sobre ellos que apenas sintió un cosquilleo.
—¿Me ayudas? No encuentro el broche —susurró Reese, despegando los labios de su cuello para volver a dejar pequeños besitos sobre sus labios.
—¿Ah? —preguntó Regina confundida, bajando la vista para prestarle atención. Había estado demasiado inmersa en los ruidos que podrían hacer que los descubrieran.
—El broche del sujetador —repitió Reese entre besos.
—Ah, sí —respondió ladeando un poco la cabeza. Al oír su tono de voz, Reese detuvo sus besos. La conocía lo suficientemente bien como para saber que algo no iba bien. —Es que este es distinto, no está ahí —explicó colocando sus manos encima de las de él detrás de su espalda para guiarlas hacia el espacio entre sus senos, dejándolas justo encima del broche.
—¿Qué pasa? —preguntó Reese un poco preocupado, quitan las manos de debajo de su blusa para colocarlas en su cintura. Imitando el gesto, Regina volvió a dejar las suyas sobre sus hombros.
—Nada, solo me distrae un poco el ruido. Siento que nos van a encontrar aquí y... —explicó apenada, pero dejó la frase en el aire.
—...y no quieres hacerlo aquí —concluyó Reese.
—No... lo siento —respondió Regina abrazándolo por el cuello apenada.
—No tienes que disculparte —respondió Reese dando unos pasos hacia atrás dentro de lo que podía en ese pequeño cuarto, permitiendo que Regina vuelva a colocar los pies en el piso. —Quiero que te sientas cómoda y que ambos lo disfrutemos —agregó, haciéndola sonreír enternecida y abrazarlo con más fuerza. En respuesta, Reese la abrazó por la cintura y dejó un beso en su frente antes de que Regina apoyara su cabeza en su hombro. Se mantuvieron en esa posición por varios minutos hasta que Regina rompió el silencio.
—Aunque admito que hubiera sido un poco romántico que nuestra primera vez fuera aquí —dijo Regina con una pequeña risa. Sin comprender a qué se refería, Reese la miró extrañado.
—¿Romántico? —repitió alzando las cejas.
—Sí... bueno... aquí fue donde nos escondimos del prefecto el año pasado, ¿Recuerdas? El día que me prestaste tu remera —explicó Regina, separándose de su hombro para mirarlo a los ojos.
—Es verdad —confirmó Reese dejando ver una sonrisa al recordarlo. —Estabas llorando —agregó deslizando un mechón de su cabello por detrás de su oreja.
—Sí, estaba llorando —recordó Regina con leve sonrisa. —Y tú fuiste muy dulce conmigo ese día...
—Ah, por eso sería romántico —comprendió Reese, acercándola más hacia él.
—Bueno, mas bien porque... creo que ese fue el momento en el que empecé a enamorarme de ti —explicó Regina sintiendo una timidez repentina, por lo que bajó la vista mordiéndose el labio inferior al terminar de hablar. Al volver a mirarlo a los ojos, se encontró con la gran sonrisa de alegría de Reese justo antes de que volviera a inclinarse para besarla con ternura, quitándole la timidez por completo.
•••
—Sí, mamá. Mi cama ya está donde da el sol y la cama de Reese está en el armario como querías —dijo Dewey entrando en su habitación con el teléfono en su oreja, mirando con una sonrisa sin dientes a Reese empujando su cama en el armario.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Regina con hartazgo, parada detrás de Reese con los brazos cruzados. —Los padres de Talía llegarán en una hora y ya no podrá prestarnos su casa para... —comenzó a quejarse, pero se detuvo con nerviosismo al recordar que Dewey seguía ahí. —...hacer la tarea —agregó, maldiciéndose mentalmente por usar la misma excusa tonta de Reese.
—¡Voy tan rápido como puedo! —respondió Reese terminando de poner la cama en el armario y pasando junto a ella para agacharse a mover la cama grande.
—Lo está haciendo muy bien mamá, deberías dejarlo descansar —dijo Dewey al teléfono, sentándose en la cama grande mientras Reese la movía hacia la ventana.
—Gracias, Dewey. Eres un buen hermano —dijo Reese con una sonrisa. A su lado, Regina miró al niño con el ceño fruncido.
—Dijo que no —respondió Dewey.
—Amor, ¿No te parece un poco extraño que tu mamá solo llama para que arregles la bici de Dewey, que cambies los muebles de lugar de Dewey...? —trató de hacerlo razonar por cuarta vez en el día para que se diera cuenta por sí mismo de lo que ocurría, pero Reese solo la miró confundido desde el suelo.
—¿Qué insinúas? —preguntó Reese pasando la vista entre Dewey y ella.
—No lo sé, ¿Tú qué crees? —replicó Regina mirándolo como si fuera obvio.
—Oye, si quieres habla tú con ella —intervino Dewey al ver que estaba a punto de lograr hacer que Reese lo descubra, tendiéndole el teléfono.
—¡Ah! ¿Vas a desafiarme, duende maligno? —exclamó Regina indignada, colocando sus manos en su cintura. —Por supuesto que hablaré con ella —dijo con una sonrisa desafiante, por lo que Dewey abrió mucho los ojos. Sabía que estaba tirando demasiado de la paciencia de Regina para mantener su defensa contra Reese. De mala gana, dejó que Regina le quitara el teléfono de las manos. —Hola, señora Wilkerson —dijo Regina mirando fijamente a Dewey, mientras Reese escuchaba con preocupado detrás de ella. Por supuesto, no era Lois, solo era la contestadora. —Reese prometió que saldría conmigo esta tarde... Sí, ¡Gracias! —exclamó fingiendo que Lois le permitía llevarse a Reese, quien alzó los puños a modo de festejo a la vez que Dewey apretaba los labios. —Ah, ¿Quiere que Dewey regrese la cama de Reese a su lugar? Sí, le diré. Adiós —agregó Regina antes de colgar el teléfono y devolvérselo, por lo que el niño la miró con los ojos entrecerrados.
—¡Genial! —exclamó Reese, caminando hacia ella para tomar su mano. —No olvides poner las sábanas —advirtió a Dewey con tono amenazante antes de tirar de la mano de su novia para salir de la casa.
•••
Zafarse del engaño de Dewey no sirvió de mucho. Ni siquiera llegaron a entrar en casa de Talía, desde la ventana pudieron ver a sus padres mirando la televisión en el sofá.
Cinco horas más tarde, Regina leía en su habitación cuando oyó el sonido ya familiar de unos pequeños golpes en su ventana. Rápidamente dejó el libro a un lado de su cama y corrió a abrir la ventana, permitiendo que Reese entre en su habitación.
—Pudiste habérmelo dicho —dijo Reese apenas entró, parándose detrás de ella con el ceño fruncido mientras Regina cerraba la ventana.
—Ya sabes que Dewey mentía sobre las llamadas de tu mamá —supuso Regina volteando a verlo. A modo de respuesta, Reese emitió un pequeño gruñido. —Lo siento, pero le lanzaste piedras con una resortera y era la única forma de la que podía defenderse. Aunque se haya aprovechado de eso —dijo un poco apenada, pero a la vez convencida de lo que decía.
Sin poder pasar mucho tiempo enojado con ella, Reese asintió haciendo una mueca mientras pasaba sus manos por su cintura. Al instante, Regina correspondió el abrazo pasando sus brazos por detrás de su cuello, pegándose a su cuerpo.
—Lo siento —repitió Regina, abrazándolo con fuerza y apoyando la mejilla en su hombro.
—Está bien, me lo merecía —admitió Reese reforzando el agarre en su cintura y ladeando la cabeza para apoyarla sobre la suya. —Y ya me encargué de él —agregó con una media sonrisa.
—No quiero saber que hiciste, pero también se lo merecía —dijo Regina apretando los labios.
—¡Por supuesto! Intentó cortarme el cabello —comenzó Reese volviendo a fruncir el ceño. Al oírlo, Regina levantó la cabeza para verlo con los ojos muy abiertos.
—Nooo —dijo juntando las cejas y ladeando la cabeza mientras llevaba las manos al cabello de Reese para acariciarlo. Entre tanto, él cerró los ojos con una sonrisa sin dientes, disfrutando las caricias. —Me encanta tu cabello de puercoespín —agregó jugando con su cabello, haciendo que Reese abriera los ojos para lanzarle una mirada de fastidio.
—Vas a pagar por eso —dijo Reese con una sonrisa traviesa, empujándola suavemente hacia la cama hasta hacerla caer debajo de él. Tomándola desprevenida, comenzó a besar su cuello a sabiendas de que la haría reír a carcajadas por las cosquillas que le daba.
—Lo siento, pero no puedo hacerlo por ahora—dijo Regina entre risas, tratando de alejarlo de su cuello.
—¿Cómo que no puedes? —preguntó Reese con tono de queja, permitiéndole apartarlo de su cuello para poder mirarla a los ojos. —Son las dos de la madrugada, nadie nos molestará y estamos en un lugar cómodo...
—No es eso... —lo interrumpió Regina, mirándolo apenada con una sonrisa de disculpa. —Estoy menstruando, no podremos intentarlo por una semana —explicó haciendo una mueca con los labios. Apenas la oyó, Reese dejó caer la cabeza sobre su pecho casi como si se hubiera desmayado. Al instante, Regina colocó una mano en su cabello para acariciarlo, tampoco estaba muy feliz con eso.
—Voy a matar a Dewey... —murmuró Reese entre dientes.
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Holi
Capítulo 30mil de fingiendo demencia sobre todo lo que tengo que estudiar para los finales: Me cree un tumblr para compartir por acá más cositas de mi fic Shy Girl.
Es un fic sobre Reese Wilkerson de Malcolm in the middle, está en español. Regina, mi protagonista, es un amor así que las/los invito a conocerla 💞
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