Text
Comenzar
Mañana se cumplen once semanas sin él. Más bien once semanas de no verlo, desde que despedí once años junto a él con un “adiós, que estés bien” en la obscuridad y casi sin verlo a los ojos, e inmediatamente después saliendo por la puerta sin voltear, huyendo con miedo de que otra vez no me dejara ir. Siento que me hizo falta un abrazo de despedida, una última mirada a los ojos o un último beso, algo que cauterizara un poco el hueco que quedó en mi alma, algo que sellara el espacio de un miembro perdido. Siento un vacío en el estómago cuando pienso que ese hueco siempre va a estar ahí y que siempre me va a doler irme sin ese abrazo.
Son once semanas sin verlo en persona, pero meses, incluso años de no tenerlo realmente junto a mí. De estar juntos pero fragmentados sin creer en un futuro real para los dos. Cuánto dolor al saber que la persona que más has amado no es con la que terminarás estando por el resto de tus días.
Pero ando. Poco a poco. Incluso con los pequeños retrocesos, los breves momentos de tristeza y nostalgia, avanzo lentamente y me funciona. Es mejor que no avanzar para nada y estancarme en la desolación. Tengo una pequeña rutina en la que me despierto, trato de sonreír apenas abro los ojos, me hago desayuno, hago ejercicio, me lavo la cara y me pongo cremas de cuidado para la piel. Y eso me nutre poquito a poquito y me hace sentir mejor. Pienso en ti y deseo siempre que estés en un lugar similar al mío, en el que te has podido resignar y avanzar hasta sentirte en paz. Cuando me escribes veo que no es así y se me rompe el corazón, pero no pierdo la esperanza de que un día puedas ver bien dentro de ti y sanar por completo, y ser feliz como te mereces.
Comienzo a incorporar nuevos hábitos a mi pequeña rutina de sanación. El ejercicio, yoga y buena alimentación me han ayudado montones. Volví a cocinar para mí, y encuentro reconfortante saber cocinar para una sola persona, aprovechar las compras y no desperdiciar nada, al tiempo en el que me alimento bien. Se siente bien quererse a sí mismo. Me gusta también soñar, planear y vislumbrar en mi futuro comodidad plena estando conmigo misma: viajando por el mundo en bicicleta, caminar por la montaña, leer libros, aprender nuevas cosas y, por qué no, algún día perder miedo a atender mis asuntos profesionales pendientes sin auto sabotearme más nunca. Poco a poco. Ese es el mantra. Poco a poco. Y funciona.
También de a poquito me voy apropiando de mi nuevo espacio. Me está gustando mucho mi nueva habitación. Un día de estos pienso pintarla de blanco, llenarla de plantas y poner cuadros bonitos en las paredes. También vestir bonita la cama y tal vez moverla de lugar. Eso está en la lista. También salir del cuarto más a menudo y por fin instalar la TV en la sala, para cuando llegue cansada del trabajo o me quiera relajar el domingo.
Muero a veces por contarle cada detalle de mi proceso, desde cómo arruiné las persianas de papel cortándolas mal (puedo imaginarlo clarito riéndose de mi al mismo tiempo que compra unas nuevas y las pone él mismo) hasta cada vez que extraño dormir con él, ser su “jet pack” o darle besitos en los ojos para despertarlo. Respiro profundo y me determino a aceptar que ya no lo podré hacer más, que eso no es parte del plan y que debo cambiar ese anhelo por otro lo más rápido posible.
De eso se trata, no destruir el pasado sino más bien ir incorporando nuevas cosas que sustituyan a las que terminaron haciéndome daño mientras pensaba que me hacían bien. Aún no sé cómo me hace sentir el estar escribiendo sobre esto, pero me planteo incorporar también este hábito a la lista. De alguna manera poner en papel estos sentimientos me da la sensación de descansar un rato de ellos. No quiero reprimir el sentirlos, pero descansar un rato y parar un poco de tener todas estas ideas atrapadas en mi cabeza me hará bien. No sé si pueda hacerlo diario. Pero no pensaré en eso, lo abordaré desde dejar que esto fluya naturalmente.
A pesar de que me lastimó enormemente hablar contigo la última vez, no dejo de querer con todas mis fuerzas que seas feliz y que finalmente sanes, tanto de las heridas que causé yo como las que te infligiste a tí mismo.
Te abrazo fuerte siempre y desde el alma. Pero te abrazo para dejarte ir y reencontrarme conmigo misma. Comienzo con la idea de avanzar y dejarte atrás. Poco a poco.
0 notes
Text
El silencio, la parquedad y la frialdad que me has visto manifestar en estas últimas semanas nada tienen que ver con ningún sentimiento negativo hacia ti. Me atormenta a veces que avances en tu nuevo camino con la idea de que mis últimas interacciones contigo estuvieron llenas de desprecio, de odio o resentimiento hacia ti.
Es exactamente todo lo contrario. Estoy llena de incertidumbre y en un limbo en el que no sé dónde pisar o de dónde agarrarme, pero lo único que tengo absolutamente claro es que, para que ambos podamos avanzar, para poder curarnos estas heridas tan grandes y encontrar paz, no debemos estar cerca el uno del otro. Y esa premisa ha sido mi religión desde esa última conversación que tuve contigo estando sentados en el comedor.
Te doy infinitas gracias por respetar este espacio que ambos necesitamos. Me quedo con ese último mensaje de texto que me enviaste. Me lo guardo en el corazón y te agradezco por amarme tanto, y también te aseguro que siempre te voy a amar. Nunca, ni en el momento más turbio de nuestra relación dejé de hacerlo ni un poco. Gracias por todos estos once años a mi lado. Con todas mis fuerzas y con todo mi corazón deseo que seas feliz siempre y, que además de encontrar el amor que quieres y mereces, puedas encontrarte de nuevo a ti mismo.
Te abrazo grande.
1 note
·
View note