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Las diosas de Celtri
5—Charla
—Buen tiro, princesa.
—Ni siquiera le di a la diana esta vez.
—Sigue siendo un progreso, su postura y su fuerza fueron buenas. —Sedrick, contrastando con su imagen agresiva, le dio una sonrisa de ánimo a la joven, quien veía su trabajo con frustración—. Tome otra flecha.
Eileen hizo lo que se le pidió, y disparó nuevamente, siendo observada a lo lejos por tres pares de ojos, preocupados por su extraño comportamiento.
La princesa sabía que estaba actuando bastante desanimada esa mañana, pero no es como si fuera la mejor persona fingiendo cómo para saber disimularlo. Kalen, Linnette y Dagda, quién la vigilaba nuevamente, podían notarlo.
Eileen lanzó otra flecha. Le dio a la diana, pero bastante lejos del centro. El ser mala para la arquería tampoco ayudaba mucho a su humor.
—Bien princesa, pero necesita mejorar su postura. —le dijo Sedrick, antes de ladear su barbudo rostro y frunciendo su ceño con preocupación—. ¿Está bien?, parece no estar del todo concentrada.
—Lo estoy —mintió—, solo no dormí bien anoche.
Los ojos de Sedrick aun mostraron inquietud después de aquella respuesta, y Dagda frunció el ceño antes de dirigirse al castillo.
—Tomemos un descanso.
Eileen suspiró aliviada y fue hacia donde estaba Linnette y Kalen, entregándole el arco al pelirrojo.
—Eileen, ¿todo bien? —cuestionó Kalen.
—Sí. —La princesa ya se estaba hartando de esa pregunta.
—¿Segura?, puedes decirnos lo que sea —le dijo Linnette, antes de abrir mucho los ojos—. ¡Oh!, ¿ya iniciaste tu primer ciclo?, te puedo preparar un…
Ante ese comentario, Kalen desvió la mirada, y se alejó unos pasos, en un intento de darles algo de privacidad a las doncellas.
—No es eso —dijo rápidamente Eileen, causando que su amiga alzara una ceja mientras que Kalen volvía a posar sus ojos en ella.
—¿Has limpiado bien tus piedras? Tal vez tu cuarzo negro no está cargado.
—Siempre limpio mis piedras, incluyendo esta, y también las dejo al sol el tiempo debido.
—¿Entonces qué sucede?
Eileen apretó sus labios.
—No lo sé.
Linnette la observó desconcertada mientras que Kalen fruncía el ceño.
—¡Amigos!
Eileen reprimió un suspiro de alivio al escuchar la voz de Saira a lo lejos.
—¿Es qué estarás aquí todos los días? —cuestionó Linnette con un falso tono de molestia, cuando Saira se acercó lo suficiente a ellos.
—Justamente esa es una de mis razones para venir hoy. —Saira se miraba contenta—. Mañana podemos ir al mercado todos juntos ¿qué les parece?, incluso podemos pasear cerca del río…
—Perdona, Saira. —Linnette la interrumpió con una mueca de disculpa mientras que Eileen desviaba su mirada al suelo—. El rey ordenó a Eileen que no saliera de los terrenos del castillo.
—Lo más lejos que puedo ir es al Enyd —murmuró la princesa, confirmando lo dicho por la mayor.
Los ojos de Saira se llenaron de incredulidad
—¿Qué…? pero… ¡el rey nunca te había puesto tantas restricciones!
—Lo sé. —Eileen sintió un retorcijón en el estómago al recordar las cartas del día anterior, comparando, nuevamente, la actitud que su padre tuvo con su tía y la que tenía ahora con ella.
—Eileen, sigamos.
La llamada de Sedrick le hizo dar un suspiro de resignación, y Kalen le devolvió el arco mientras que Saira seguía quejándose.
—¡Es que no tiene sentido!, ¿por qué no podrías andar por tu propio reino?, ¡este lugar es lo más seguro que hay!, ¡te lo digo por experiencia…!
—Pienso exactamente igual que tú —expresó la princesa—, pero no puedo cambiar lo que dijo mi padre.
Eileen se acercó a su lugar de entrenamiento y se puso en posición, intentando ignorar la frustración que sentía.
—Suficiente entrenamiento por hoy —dijo de repente Sedrick, desconcertando a la princesa.
—Pero no he disparado.
—Mire sus manos— ordenó Sedrick con paciencia y Eileen le obedeció.
—Oh
Había estado sosteniendo la flecha al revés.
—Princesa, despeje su mente y descanse. —le dijo Sedrick con voz suave pero con semblante firme—. Cuando se está practicando arquería, todo lo demás queda atrás, ¿de acuerdo?
Eileen asintió, sintiendo cómo su cara se tornaba roja por la vergüenza. Ahora era más que evidente que no se encontraba del todo tranquila.
Sedrick comenzó a recoger todo su material y Eileen caminó hacia sus amigos.
—Terminó la lección —anunció ella.
—Algo pronto, ¿no es así? —Kalen alzó una ceja hacia su amiga.
—Supongo. —La hija del rey se encogió de hombros, ignorando la mirada inquisitiva de su amigo.
—Bueno, tengo algo de tiempo —dijo Saira, auto invitándose al castillo como acostumbraba—, ¿por qué no leemos un poco hoy?
—Claro.
Eileen dijo la respuesta sin el ánimo que su amiga de tez oscura esperaba.
—¿Todo en orden?
—Sí, solo tengo sueño —balbuceó, causando que Linnette la observara preocupada y Kalen con impaciencia—. Vamos.
Los cuatro entraron al castillo y, cuando comenzaban a subir las escaleras, se encontraron con Dagda.
—Princesa, justo iba a buscarla. Iba a informarle que estoy preparando un té en el tercer piso para cuando terminara su lección. Le ayudará a dormir y eliminar el estrés.
Eileen se acaloró por la vergüenza.
—No tenía que hacerlo, un té así puedo prepararlo en la cocina…
El aprendiz de druida le interrumpió.
—Lo sé, princesa, pero este té tiene las proporciones adecuadas de manzanilla y romero para que pueda dormir sin permanecer exhausta aún después de despertar —explicó él, antes de cambiar abruptamente de tema—. Dígame, ¿ya se retiró el guardián Sedrick?
—Creo que está retirando la diana del terreno —respondió ella.
El rostro de Dagda se iluminó.
—¡Bien!, en un rato más puede alguien recoger el té por usted, ahora, si me disculpan…
El hombre hizo una reverencia que todos devolvieron, y siguió su camino, mientras que ellos subieron a la habitación de la chica. Saira, como de costumbre, se acostó en la cama mientras que Kalen y Linnette se las ingeniaban para estar en el poco espacio que quedaba.
Eileen tomó el siguiente pergamino, y sin más, comenzó a leerlo.
—«Hablar, por Talis.
»El rezo de Galván, lo que pedía y el sentimiento con el que lo hacía no era algo que ninguna de las cuatro esperábamos».
—¿Cuál rezo?
Eileen no respondió, sino que maldijo para sus adentros, estaba tan enfocada en simplemente leer que no pensó en mirar la carta primero para ver si podía obviar ciertos detalles.
—Eh… ayer leí un par de pergaminos— admitió ella, notando por un momento cómo los ojos de Kalen brillaban con cierto entendimiento. La princesa decidió ignorar eso—. Básicamente a mi tía ya la hicieron reina, tiene una actitud algo egocéntrica y mi papá rezó por ella.
Linnette y Kalen cruzaron miradas antes de que Saira hablara.
—Oh, de acuerdo. Si eso lo resume todo, supongo que está bien.
La extraña y casual calma con la que hablaba su amiga, le daba a entender a Eileen que ella intuía que algo no andaba bien, pero que no iba a indagar. En cambio, la forma inquisitiva con la que el pelirrojo le observaba, le gritaba que en cuanto tuviera la oportunidad, la obligaría a hablar de sus problemas. Eso era algo que a Eileen, honestamente, no le gustaba mucho de su amigo.
La princesa siguió leyendo, ignorando la mirada de Kalen sobre ella.
—«El escuchar un rezo es algo que no puedo describir con claridad, no los solemos escuchar en cuanto empiezan o durante ellos (a menos que sean muy largos), pues eso complicaría nuestro trabajo, ya que muchas veces los fieles rezan al mismo tiempo. Los rezos llegan inmediatamente después de que se hicieron en el orden en el que se dijeron, y los escuchamos en menos de un segundo, simplemente las palabras y los sentimientos que vienen con ellas llegan a nuestra cabeza.
»En muchas ocasiones, cómo está, pueden llegar a ser abrumadores.
»La mayoría de las veces, tenemos rezos de situaciones que se arreglan a largo plazo con nuestra ayuda, así que calmadamente podemos encargarnos de ellas. Luego están las emergencias.
»Cuando hay algo que nosotras consideramos urgente, somos capaces de utilizar todo nuestra energía para aparecer en el lugar en el que se nos necesita e intentar encargarnos de la situación; una vez Mave y Dana tuvieron que hacerlo, en su caso, cuando tienen emergencias, utilizan todo su poder y hacen aparecer un arco y una flecha en quién lo necesitara. Dana usaba esto con más frecuencia.
»El rezo de Galván no era realmente una emergencia y yo lo sabía. Pero, demonios, al parecer en ese momento decidí que sí.
»Enseguida aparecí, con mi vestimenta de mortal, un vestido turquesa de lino, a unos metros cerca del monte, donde Galván se encontraba. Él iba caminando, lentamente y cabizbajo, hacia el pueblo. Debido a la poca iluminación que ofrecía la luna y las estrellas, solamente podía ver su silueta, eso era bueno, realmente no quería imaginar su rostro en esos momentos.
»¿Yo, como humana, tenía alguna razón para estar ahí? No
»¿Había algo que pudiera hacer por él en ese momento? No
»¿Fue estúpido aparecerme y llamarlo? Sí
»¿Merezco el título de la diosa de la sabiduría? Lo dudo, he llegado a pensar que “diosa del conocimiento” es un nombre más apropiado que podrían darme los mortales, pero en ese momento estuve segura de tener el don de la idiotez.
»Enseguida él dio un pequeño salto y volteó rápidamente su cabeza hacia mí, me acerqué, idiotamente, a él y conforme avanzaba, la expresión de sorpresa en su rostro se hacía más evidente.
» “¿Sofía?, ¿qué haces aquí?” preguntó, pero ni yo sabía la respuesta, y simplemente dije:
»“¿Tú que haces aquí?”
»Quiero decir, era una pregunta razonable de mi parte, aunque tal vez no debí sonar tan a la defensiva.
»El me contestó con simpleza, contestó que necesitaba un lugar para pensar. No me dijo toda la verdad, pero era comprensible, dudo mucho que cualquiera quisiera admitir abiertamente los pensamientos que acababa de poner en sus oraciones.
»Decidí responder a su pregunta, diciéndole que tenía ganas de caminar, por la agradable brisa de la noche y la belleza del cielo estrellado.
»El pareció satisfecho con mi respuesta, pero me pidió regresar al pueblo con él, pues creía que era peligroso para mí el estar tan lejos de la aldea de noche.
»Caminamos, en silencio. No había mucho de qué hablar y no es cómo si supiera que decir.
»Un rato después, decidí mencionar la coronación, le hice saber que había escuchado de lo ocurrido en el pueblo y lo felicité, pero el simplemente musitó un pequeño “gracias” y regresamos al silencio, solo que esta vez, el ambiente era algo tenso.
»Una brisa fresca llegó a nosotros, y él se giró hacia mí. Me preguntó si tenía frío y, antes de que pudiera contestarle, me rodeó con un brazo y me acercó a él, diciendo: “No tengo una prenda para prestarte, pero espero que esto ayude”.
»Di un leve “gracias” y continuamos nuestro camino, aunque noté, que avanzábamos un poco más lento.
» “A mí también me gusta la noche” dijo cuando le cuestioné sobre esto, “si no te importa, tomemos nuestro tiempo”.
»”No me molesta” contesté con honestidad, antes de preguntarle: “¿Está todo en orden?” pues si me había tomado la molestia de aparecerme en su ubicación, debía al menos mencionar el estado de ánimo que me trajo aquí.
»Me respondió con un pequeño “no”, pero después volteó hacia a mí, permitiéndome ver levemente el reflejo de sus ojos. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y me dijo: “Caminar ayuda”.
»Él me acercó más hacia él, sin que yo me lo esperara, pero no me molestó. El camino hacia el pueblo estuvo sumido en un cómodo silencio, cuando llegó el momento de separarnos, él se dirigió hacia mí:
» “Espero verte más seguido, Sofía”.
» “No puedo prometer nada” le dije, a modo de broma, a pesar de decirlo en serio. Nada podía salir bien de acercarme tanto a un mortal.
»Él alzó una ceja ante mi comentario, y me dijo: “En ese caso, déjame despedirme apropiadamente”.
»Sorprendiéndome, tomó una de mis manos y depositó un beso en ella, haciéndome sonrojar y, haciéndome olvidar por un momento, que Deu podía ponerse furioso debido a esto».
—Oye Eileen. —Saira entrecerró sus ojos—. Esto sonará extraño pero… creo que es posible que el rey y Talis tuvieran… algo.
Eileen frunció sus labios ante el comentario, pero no pudo negar las palabras de su amiga.
—Sí, también lo he pensado.
Y es que ya no podía fingir demencia ante lo que era evidente, pues de por sí lo que había leído en voz alta ya era cuestionable, en realidad esto era lo que decía la carta:
«Sorprendiéndome, puso una de sus manos en mi cintura, otra en mi mejilla y depósito un dulce beso en mis labios, haciéndome sonrojar y, haciéndome olvidar por un momento, que Deu podía ponerse furioso debido a esto».
—Bueno, yo me voy. —Saira suspiró—. Si pudieran insistir e ir mañana al mercado, se los agradeceré, estaré ahí al mediodía.
—Veré que puedo hacer.
Eileen no se esperaba que Linnette contestara eso. Cuando la princesa la miró confundida, ella solo sonrió.
Los cuatro salieron de la habitación y Linnette acompañó a Saira a la entrada, mientras que Eileen fue camino a la cocina. Quizás un poco de queso o pan la animarían antes de tener que tomar el té de Dagda.
Kalen arruinó sus planes al impedirle el paso.
—¿Qué había en esas cartas que te tiene tan mal?
Si bien sabía que el pelirrojo le interrogaría, no esperaba que lo hiciera en ese momento. Eileen lo miró, sus ojos marrones estaban fijos y firmes sobre ella, tenía sus rojas cejas arqueadas y sus brazos firmemente cruzados sobre su pecho.
—No decían nada importante, Kalen —contestó Eileen secamente, girándose para abrir la puerta que la llevaría al comedor.
Kalen bloqueó el paso con su cuerpo en un rápido movimiento.
—Eileen, incluso Saira pudo notar que algo te pasa.
La chica tragó saliva fuertemente, no quería que le preguntaran eso en ese momento, ni siquiera sabía si podía dar una respuesta coherente.
—Por favor, deja de preguntarme —le pidió con voz temblorosa.
La expresión y cuerpo del pelirrojo se relajaron considerablemente, pero no hizo caso a sus palabras.
—Eileen, ¿qué sucede?
Ella se rindió, y lágrimas llenaron sus ojos.
—¡No lo sé! —sollozó, sin poder evitarlo
El guardián abrió mucho los ojos, no esperaba que la princesa se expresara de tal manera, pero había abierto una puerta que no se podía cerrar.
—No me gustaron las cartas —balbuceó, desconsolada—. No debí leerlas, son privadas, fui una estúpida. —Eileen soltó otro sollozó, alarmando a un impactado Kalen—. ¡Soy una princesa estúpida!
El pelirrojo al fin reaccionó.
—¿Qué?, ¡No!, princesa, ¿por qué pensarías eso?, deja de llorar… —Era obvio que Kalen no se había preparado para tal afirmación, y su pánico incrementó cuando notó lo mucho que Eileen temblaba
—Solo me la paso estudiando, no hago mucho, he estado muy cansada son razón y soy un asco en arquería. —un hipido interrumpió las palabras que tartamudeaba.
Kalen, mirando al techo y rogando por una solución, hizo lo primero que se le vino a la mente.
Confundiendo y sorprendiendo a una triste Eileen, el chico la tomó en brazos y se rápidamente fue a la habitación de la princesa.
El pelirrojo cerró la puerta y la puso sobre la cama, Kalen acercó el asiento del escritorio para poder sentarse frente a ella.
—¿Qué… fue eso?— preguntó ella, entrecortadamente.
—Era obvio que no ibas a parar pronto, lo mejor era llevarte lejos de los otros sirvientes, ¿cierto? —Kalen le ofreció una gentil sonrisa—. Tal vez la señora Mer que estaba limpiando el piso nos notó, pero parecía lo suficientemente concentrada cómo para ignorarnos.
Eileen dio un suspiro tembloroso, antes de que pequeñas lágrimas volvieran a rodar por sus mejillas. Kalen, instintivamente, se acercó a ella y secó la humedad de su rostro con sus pulgares.
—No sé de donde sacaste la idea de que fueras estúpida— dijo él con suavidad—, pero no lo eres.
Eileen frunció el ceño.
—Pero…
—Calla. Si nosotros hacemos otras tareas más laboriosas es porque es nuestro trabajo, tú estás trabajando en convertirte en una futura reina. De hecho, agradece que es así. —Kalen soltó una pequeña risa—. Estoy seguro que es el deber más entretenido con el que se puede nacer.
—Pero mi padre no me da más tareas. —El labio inferior de Eileen comenzó a temblar—, me trata cómo a una niña pequeña.
—Estoy seguro que tiene sus razones, pero sé que no es porque te considere una tonta. Una vez que vuelva, podrás hablar de esto con él.
Eileen bajó la mirada.
—Pero él está haciendo exactamente lo mismo que hacía con mi tía.
Kalen arqueó las cejas, claramente confundido.
—Me perdiste.
Eileen dio un ligero suspiro antes de dirigirse a su escritorio y abrir el cajón en el que guardó los pergaminos que la habían hecho sentir mal.
—Aquí mi papá, y Mirna discuten porque él no la cree capaz de nada —explicó ella—, y la verdad puedo entenderla. —Eileen le dio al pelirrojo la carta de Dana—. Comprendo su molestia por sentirse subestimada y su frustración con las diosas.
Kalen comenzó a leer, sus ojos estaban fijos en la carta, moviéndose rápidamente al pasar por el texto, pero, confundiendo a Eileen, no lo terminó, y lo dejó de lado.
—No leeré algo tan personal —murmuró al notar la mirada inquisitiva de la rubia.
Eileen sintió un revoltijo en el estómago por segunda vez en ese día.
—¡Eso también me hizo sentir culpable! —exclamó, obteniendo la atención de Kalen—, son pensamientos demasiado personales que no debí leer sin permiso y además…— La chica frunció los labios—. Está más que claro que mi padre no mencionará a mi madre en un buen rato. — Suspiró—. Cambié lo que acabamos de leer. Mi padre no besó a Talis en su mano, si no en los labios, y ya no sé qué pensar sobre ella y las otras diosas.
Kalen se quedó viendo el rostro de la rubia, y Eileen no supo cómo interpretar su expresión. Sus ojos marrones estaban ligeramente entrecerrados, cómo si intentará descifrar la solución a una complicada pregunta, pero sus labios estaban entreabiertos cómo si a Eileen de repente le hubieran salido otras dos cabezas.
Después de unos segundos extremadamente largos para la princesa, el chico habló.
—¿Estas cartas realmente te hicieron pensar todo lo que me acabas de decir?
La rubia simplemente asintió.
Kalen dio un fuerte suspiro antes de levantarse y, para sorpresa de Eileen, cargarla nuevamente.
—¡Oye!
Eileen tuvo que sostenerse fuertemente del blanco cuello para soportar su peso, ya que el chico comenzó a mover las sábanas de la cama.
—¿Eh?
Su guardián, confundiéndola aún más, la recostó.
—No podrás resolver todos tus pensamientos en un día, Eileen. —le dijo mientras la cobijaba, causando un ligero sonrojo de vergüenza en el rostro de la princesa, por ser tratada con tanta delicadeza—. Todo esto es algo que tendrás que hablar con el rey, pero no será hoy, así que no le des más vueltas.
—Pero…
Kalen no la dejó terminar, pues posó sus labios suavemente sobre su frente, aumentando su confusión.
—Ahora, iré por tu té y dormirás un buen rato.
Un gruñido se pudo escuchar, y Eileen estaba segura que su cara no podía volverse más escarlata.
—También te traeré algo de comer —dijo él en tono burlón, antes de salir de la habitación, esquivando la almohada que la chica le aventó.
Eileen hizo una mueca al no darle a su objetivo, y cuando la puerta de su alcoba se cerró, dio un largo suspiro, y agradeció mentalmente al pelirrojo por calmar un poco su mente, sin notar al gato negro que se escabulló por su ventana.
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Estoy escribiendo una historia en wattpad por diversión y una amiga mía hizo un dibujo basado en ella. La adoroooooo 💖
Sus páginas: Fb: Pocket Dragon Art Artstation: https://www.artstation.com/dafcamlo
Historia en wattpad:https://www.wattpad.com/998269905-las-diosas-de-celtri-1-algo-escondido
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Un mismo asiento
Otro viernes, otra tarde, otro pasaje.
El camino a casa no era tan malo, pensaba siempre la joven mujer mientras se sentaba en la parte trasera del autobús. A esa hora, en esa ruta, había muchos asientos libres, y el trayecto era de lo más tranquilo.
Su nuevo trabajo era fascinante, lo único malo es que quedaba bastante lejos de su hogar y necesitaba tomar ese camión para llegar a él. No podía permitirse comprar un auto en ese momento, así que un asiento en ese autobús sería su único medio de transportarse por algunos años.
Todos los días a esa hora de la tarde se encontraban las mismas ocho personas: Dos señoras ya jubiladas, un hombre que siempre hablaba enfadado por su celular, un par de adolescentes sucios y sudados con un balón entre sus manos, una mujer con un bebé, el chofer y ella.
En ocasiones, había más gente.
Un par de jóvenes, hombre y mujer, de unos 16 o 17 años, subieron al autobús una tarde. Ambos se notaban nerviosos y se sentaron en la parte delantera del autobús.
Extrañamente, la semana siguiente a esa, ambos adolescentes volvieron a subir a la ruta. Parecían más tranquilos, más acostumbrados a la presencia del otro.
La tercera semana que ambos aparecieron, la mujer supo que verlos iba a ser parte de su rutina de los viernes.
No es que a ella le gustara observar a los demás en sus asuntos, pero debía admitir que ver a ambos jóvenes le causaba ternura. La chica, pequeña y menuda, tenía largo cabello castaño, grandes ojos cafés y una cara redonda bastante tierna. El chico era alto, un poco fornido, con una cara más madura, enmarcada por mechones de cabello negro que resaltaban sus ojos color miel.
Cada semana que pasaba, podía notar más y más que ambos eran un par de tortolos enamorados que no tenían ni idea de qué hacer. Él usualmente titubeaba en sus palabras y ella reía ante su timidez, poniéndolo aún más nervioso.
A las ocho semanas aproximadamente, ambos subieron a la ruta con una gran sonrisa. La chica llevaba un sencillo pero lindo ramo de flores en sus brazos. Esa imagen hizo reír a la mujer de felicidad, y tuvo que disimular su propia emoción con una tos falsa.
Había una extraña belleza en las escenas que le brindaban esos dos.
En ocasiones, la mujer terminaba exhausta por el trabajo y el ver a la joven pareja riendo le brindaba relajación. También, durante las pocas veces en las no se encontraba nada bien, los dos adolescentes enamorados le daban un poco de... no sabía como llamarlo, ¿esperanza, tal vez?
La mujer suponía que subían a esa ruta después de estudiar, pues siempre subían con sus ropas de escuela y bajaban en una parada frente a un centro comercial o cercana a una estación del metro.
Sea como sea, se podía sentir a kilómetros la ternura que una relación a esa edad podía ofrecer.
No importaba si era un día lluvioso, soleado, ventoso o si estaba helando, ambos adolescentes subían cada viernes.
En los demás pasajeros, se podía apreciar cambio en sus vidas. El chofer, comenzó a adelgazar; el hombre que siempre parecía enfadado, comenzó a sonreír después de varios meses y se mostraba especialmente amable con la mujer que subía con su, ahora, niña pequeña; los dos chicos que subían al camión, sucios y lodosos estaban creciendo y, un día, en lugar de haber dos señoras jubiladas en el autobús, solo había una.
Los dos adolescentes, sin embargo, no sufrían cambios. Claro, un día la joven apareció con su cabello corto, y el chico se notaba un poco más robusto, pero su actitud seguía siendo la misma: tierna, divertida y jovial.
La mujer, aunque no podía admitirlo en voz alta, amaba sus escenas rutinarias.
Pero una vida sin cambios, no es vida.
Una semana, ella parecía estar molesta con él; la siguiente, el chico se veía más serio de lo usual; tres semanas después, la niña tenía los ojos y nariz extrañamente rojos.
La mujer no entendía lo que sucedía, y cada vez que parecía que algo andaba mal, reprimía el impulso de preguntarle a los dos qué era lo que les ocurría.
No podía hacer nada más que ver cómo las escenas de los dos jóvenes se volvían menos dulces, menos alegres. Ella simplemente los observaba, un día a la semana, desde el asiento de un viejo autobús.
Y de repente, una tarde de un viernes cómo cualquier otro, ninguno de los dos apareció.
Pasaron las semanas, y a veces subía el chico, ignorando al mundo con un par de audífonos en sus oídos. En ocasiones subía la chica, jugando con sus llaves durante su viaje.
Pasaron los días, pero ya no subían juntos.
Pasaron las semanas, y la mujer seguía en el mismo asiento de un viejo autobús.
Pasaron los meses, y la mujer tuvo el dinero suficiente para tener su propio auto.
Pasaron los años y la mujer, subía al camión cada semana, y se sentaba en el mismo asiento, en el viejo autobús, buscando en vano una historia que ya no existía.
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Las diosas de Celtri.
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4—Tiempo a solas
—¡Solo yo puedo hacer eso!
—¡Mentira!
Era un nuevo día, y un empapado Kalen perseguía por su pequeña habitación a una risueña Eileen.
—¡Hoy es el día del año en el que te despierto, tenía que aprovecharlo! —exclamó ella cuando el pelirrojo la había atrapado
—Bueno, me sorprende que te hayas podido levantar —comentó Kalen, todavía algo molesto, pero soltando a la rubia.
—Me dormí muchísimo más temprano ayer para poder despertar antes, ¡funcionó! —Eileen rio contenta—. Iré a prepararles el desayuno a todos.
La adolescente salió de la habitación de su amigo y se fue de la pequeña casa, sonriéndole a Leonor, quien la había dejado pasar tan temprano.
Algunos sirvientes vivían en la zona norte, más cercana al castillo, otros sin embargo, habían optado por construir una pequeña casa en la parte trasera de los terrenos del rey para estar cerca del lugar en el que pasaban la mayor parte del día.
Eileen preparó el desayuno, algo sencillo y que fuera fácil para los sirvientes que se encontraban en el castillo: pan horneado con un poco de queso y huevos; ella no era una experta preparando comida, pero se podía defender, y quería hacer lo mejor posible para todos quiénes la habían criado.
—¿Eileen?
La princesa se giró a la entrada de la cocina y saludó alegremente a su amiga, quién iba acompañada de Eli, una robusta sirvienta castaña. Ella había adoptado a Linnette cuando era una niña pequeña.
—¿Señorita?, este año no tenía qué servirnos —dijo la mujer.
—Tonterías Eli, este día es una tradición y hay que seguirla pase lo que pase.
Una vez al año, Eileen, junto con el rey, preparaba todas las comidas de los sirvientes cómo una forma extra de agradecerles por su arduo trabajo en el castillo y en el reino.
Eileen mandó a Kalen a llamar a todos los sirvientes para el desayuno en el comedor. Claro que, se encontró con una sorpresa en los terrenos del castillo.
—¡Eileen!, ¿te importa si me uno?
Saira, como de costumbre, entró como si fuera su propia casa, ganando que Linnette moviera la cabeza de un lado a otro, resignada con la actitud despreocupada que caracterizaba a la invitada.
—¡Claro!
El desayuno fue animado y, para opinión de Eileen, todo un éxito. La princesa no pudo evitar soltar un suspiro de alivio, pues había temido que la comida no fuera del agrado de todos.
Ese día no tendría ni una clase, lo que significaba que podría leer los pergaminos en paz. Ella sugirió a sus amigos leer al aire libre y, tras mucho insistir, Linnette y Kalen aceptaron que fueran al monte, cerca del Enyd.
Saira y Eileen chillaron de felicidad.
—¡Podemos hacer un picnic! —sugirió Saira, casi gritando.
—¡Oh!, ¡gran idea!
Linnette y Kalen solo se miraron, intentando ser pacientes con Saira y Eileen, quiénes tomaron todo lo que pudieron de las cocinas.
Los cuatro salieron con los pergaminos bien guardados en un bolso y subieron al monte, el cual siempre tenía algunos creyentes reunidos. Todos cantaban o tocaban un instrumento cerca de él, o incluso danzaban para mostrar adoración a las diosas del reino y a los otros dioses en los que confiaban.
Divisaron un árbol cercano al Enyd y se sentaron bajo él
—Esto es lindo —canturreó felizmente Saira, cuando una brisa fresca acarició su oscura piel y sus bellos cabellos azabaches.
—Concuerdo. —Eileen notó que el viento jugueteaba con su cabello de sol. La chica disfrutó de la calma un momento, antes de sacar los pergaminos y buscar el siguiente—. Veamos que más nos contarán las diosas —dijo, antes de comenzar la lectura—. «Nueva líder, hablado por Mave y redactado por Dana».
—Pero bueno, ¿Mave nunca redactará nada? —Kalen, alzó una ceja.
—Parece que no.
—«Mirna se colocó en el centro de una concurrida y pequeña calle. Había una especia de bazar ahí. Parecía un ambiente agradable y era perfecto para dar nuestro anuncio, pero la mortal se encontraba bastante nerviosa y necesitaba que Erea la tranquilizara a cada rato.
»Puse un banquillo frente a Mirna y ella se subió con cuidado, ganando la atención de unos cuantos curiosos. Ella inhaló varias veces antes de atreverse a hablar, pero su voz fue tan baja que solo podíamos escucharla nosotras cuatro.
»Le insistí a Mirna, algo malhumorada (¿solo algo?), que hablara con fuerza. Dana me regañó por ser tan exigente y yo le rezongué, causando que Mirna me mirara desconcertada y me preguntara que con quién hablaba.
—Con estas cartas a veces olvido que a Dana nadie la conoce. — comentó el pelirrojo.
—Me comienza a pasar lo mismo —comentó Linnette— debe ser un poco frustrante.
Ni Eileen ni Saira entendieron el comentario de la castaña.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, ella también tiene un papel, pero nadie sabe lo que hace ni porqué. —Linnette hizo una mueca—. Debe ser triste.
Eileen continuó leyendo, sintiendo ahora un poco de pena por Dana, sin poder evitarlo.
— «Di a Dana una discreta mirada de frustración antes de restarle importancia a la pregunta de la mortal.
»Un breve rato después, conseguimos que Mirna pidiera, con un grito, la atención de la gente, y comenzó a presentarse, pero fue interrumpida por una mujer.
» “¿No eres la chica que ayudó a Daila el otro día?” cuestionó ella, a lo que Mirna asintió, y la mujer le hizo saber lo linda que había sido Mirna por su acto.
» Mirna se sonrojó ante el cumplido y enseguida dijo a la gente que quería proponer el hacer mejores viviendas para todos.
»La gente comenzó a murmurar entre sí. Algunos se veían todavía confundidos, otros curiosos y, unos cuantos, parecían bastante incrédulos ante la idea de la niña. Era obvio que varios de la audiencia iban a ser bastante escépticos con cualquier cosa que Mirna dijera. No pude evitar compartir una mirada de preocupación con mis compañeras.
» Mirna, notando las diferentes reacciones del pueblo, dijo que tenía los diseños de las viviendas consigo. Un joven en el público pidió ver los planos y pronto el pergamino estuvo en manos de todos. Talis se encargó de transmitirles la comprensión básica necesaria para que pudieran entender lo que ella había trazado, pero aun cuando muchos mostraban sonrisas de emoción, otros se mostraban dudosos.
»Erea, al notar el desánimo del público, posó sus manos sobre Mirna y le pidió que hablará de forma alentadora, pero alguien del tumulto de gente, habló:
»“¿Por qué hemos de confiar en ti?” preguntó un hombre “¿qué no son tú y tu hermano los que no tienen dioses?”
» Mirna frunció el ceño cuando todos comenzaron a cuchillear en acuerdo con el desconocido, sin embargo, con algo de ánimo de Erea, enseguida se recompuso y dijo:
»“Se equivocan, pues yo si tengo dioses. La diosa de la sabiduría, a quién yo llamo Talis, me inspiró para esto”.
»Algunos le miraron mal, pero otros expresaron su aprobación al reconocer el nombre y don de quién ella había nombrado.
»El pueblo, entre dudas y convencimiento, aceptaron la propuesta de a joven, y muchos fueron a avisar a sus conocidos que no se encontraban ahí acerca del proyecto.
»Mirna volvió con nosotras a su casa y comentábamos la reacción de los habitantes. Pronto empezamos a sugerir otras cosas que podríamos cambiar (agricultura, hacer más efectiva la ganadería, algo de comercio, etc.), dejando en claro, que solo apareceríamos ante ella cuando fuera necesario.
»Escuchamos la puerta de la entrada abrirse, por lo que ocultamos nuestra presencia, sorprendiendo un poco a Mirna, quién pronto puso en su cara una expresión de confusión cuando vio a su hermano entrar a casa. El hombre no perdió el tiempo, y habló:
»Estaba cuidando el ganado cuando el viejo Senes vino hacia mí a avisarme que cierta joven del pueblo tiene un gran proyecto que se desarrollará en nuestra comunidad. Al parecer, esa doncella eras tú.”
»Oh, drama familiar (no sé cómo interpretar este comentario).
»Mirna aceptó que ella era la que había mostrado el proyecto, causando que Galván, con firmeza, dijera:
» “¿Qué rayos estás pensando?, ¿cómo piensas realizar todo eso?, ¿qué sabes de construcción? No puedes simplemente proponer algo y ya. Tú no sabes nada de construir viviendas”.
» “Claro que sé” dijo Mirna, levantando el pergamino con el diseño de las viviendas.
»Talis abrió los ojos asustada ante esto, Dana y yo la miramos preocupadas y Erea se confundió por nuestra reacción.”
—Oh, es cierto —murmuró Linnette, con preocupación, mientras que Eileen se mordía los labios con nerviosismo ante lo leído—, Talis había fingido ser mortal con esos planos.
— «“Esto que tengo en mi mano son los planos para as nuevas viviendas. Los hice yo misma aunque no lo creas, con esto podré ayudar guiar perfectamente a los pueblerinos”
»Galván alzó una ceja ante las palabras de su hermana menor, Talis se tapó la boca con sus manos, Dana se golpeó la frente con la palma de su mano y yo simplemente me quedé mirando la escena impactada por todo el drama. Erea estaba completamente confundida.
»Galván se quedó un momento en silencio antes de balbucear algo sobre conseguir algo de comer y salir de casa.
—Esperaba que mostrara… algo de emoción —dijo Kalen con confusión.
—Bueno, al parecer desde joven era reservado… solo en algunos aspectos — comentó Eileen encogiéndose de hombros, antes de fruncir el ceño a su amigo—. Ahora, déjame seguir. —La princesa posó su mirada sobre el pergamino—. «Talis, Erea y yo nos volvimos visibles de nuevo, y Mirna nos preguntó a donde habíamos ido, por lo que le explicamos cómo funcionaba nuestra presencia frente a los mortales.
»Al aire libre, es fácil ocultar nuestra presencia de ciertas personas, pero por regla general, si estamos en un lugar cerrado nos haremos visibles a todos los parientes que vivan ahí. Así hay testigos confiables de nuestra presencia y toda la familia puede enviar un mensaje que nosotras demos en caso de nosotras tener que llevar un mensaje de Deu a algún mortal.
»“Vaya, no sabía que los dioses tuvieran tantas limitaciones” dijo Mirna, ofendiéndonos, antes de pedir que la dejáramos sola. Probablemente se encontraba malhumorada por la discusión con su hermano.
» Nos fuimos y, después, le explicamos a Erea lo que había pasado con Galván en la mañana: Talis había llegado al hogar de Mirna y encontró ahí al hombre, por lo que tuvo que inventar que era amiga de Mirna y que los pergaminos que llevaba eran diseños de vestidos cómo el que ella portaba.
»Erea parecía un poco preocupada después de nuestro relato, pues temía que Galván nos diera problemas en el futuro, pero pronto la tranquilizamos.
»Las siguientes semanas, la población se encargó de conseguir lo necesario para las viviendas y comenzaban a delimitar sus territorios para su construcción, pronto, los hombres comenzaron a pasar todo su día realizando sus nuevas viviendas, mientras que las mujeres se quedaban a cargo de la agricultura y la ganadería en su lugar.
»Las semanas se convirtieron en meses, en donde nosotras le dejábamos mensajes a Mirna con instrucciones sobre qué hacer.
»Los meses se convirtieron en años, durante los cuales, le hablamos a Mirna de nosotras y de nuestros compañeros, así, ella compartía lo que le decíamos con el resto de la gente.
»Llamamos, con ayuda de nuestros hermanos, a un druida de las tribus del norte llamado Lugh, junto con un vate llamado Idris, haciendo que se asentaran aquí, y que trajeran consigo a un gran número de creyentes.
»Galván seguía con sus tareas de siempre, sin embargo, decidió construir su nueva vivienda encima de una pequeña colina algo lejana de las demás casas por la vista que daba.
»Mirna iba junto con otras mujeres y hombres jóvenes y ancianos a darles comida y agua a quienes estaban todo el día en construcción. También vigilaba los sembradíos que había enseñado a hacer a las mujeres gracias a Talis, y constantemente era elogiada por todos los del pueblo.
»Así continuó todo hasta que las viviendas fueron terminadas.
»Cinco años pasaron, y todo comenzó a cambiar”
—¿Cinco años? —Saira se sorprendió—. ¡No escribieron nada sobre lo que pasó en un lapso de cinco años!
—Supongo que no lo vieron necesario —señaló Linnette—, si el reino simplemente estuvo en desarrollo ese tiempo, no hay porque escribir algo acerca de ello.
—¿Podemos leer otro? —cuestionó Saira, estirándose un poco, pero antes de que Eileen aceptara, algo llamó su atención a lo lejos— ¡Miren!, ¡es el chico de ayer!
Saira tenía razón. Allen se encontraba a unos metros del árbol, elevando su cabeza con curiosidad, cómo si esperara encontrar en las largas ramas algún tipo de respuesta a una incógnita.
—¡Vamos con él! —exclamó Eileen.
Linnette y Kalen solo se miraron entre sí, pero accedieron a la petición de las dos más jóvenes.
Los cuatro se pusieron de pie y se acercaron al rubio, quién se giró hacia ellos en cuanto escuchó que lo llamaban.
—¡Allen! —Eileen fue quién lo llamó—. ¡Hola!
Recordando los modales que se suponía que tenía, la princesa hizo una ligera reverencia junto a sus cuatro amigos, la cual él regresó.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con curiosidad Saira, ladeando ligeramente la cabeza hacia el pálido rubio.
—Bueno, decidí conocer el lugar en el que rinden culto a los dioses —respondió él, encogiéndose de hombros.
—¡Oh!, ¿entonces ayer no venías para rezar?
—No realmente, ayer solo quería caminar por todo el reino —el rubio le dio una sonrisa a la princesa—, es bastante bello.
—¡Sí que lo es! —A Eileen comenzaba agradarle el chico nuevo—. Ya que estamos aquí, ¿quieres orar con nosotros?
Allen se puso nervioso.
—Eh, no lo sé… prefiero rezar en soledad.
—¡Oh!, ¿por qué?
—Me ayuda a concentrarme mejor —murmuró él.
—Bueno… —La princesa parecía desilusionada por la respuesta del chico, pero en seguida se contentó—. Al menos acompáñanos al castillo para el almuerzo, ¡hoy yo cocino!
Kalen frunció el ceño hacia la princesa, pero ella lo ignoró mientras esperaba pacientemente la respuesta de Allen, quién estaba indeciso.
—No creo que deba. —El rubio, nervioso, desvió su mirada—. Solo estorbaría.
—¡No digas tonterías! —exclamó Saira—, no le temas a la cocina de la princesa, es algo boba, sí, pero su sazón es…
La más joven no pudo terminar su frase, pues Eileen le había dado un golpe en la nuca, ocasionando que la joven de ojos más oscuros se quejara de dolor.
—¡Oye!
—¿Y bien? —Eileen sonrió al rubio, como si nada hubiera pasado—. ¿Nos acompañas?
Allen miró con timidez a Kalen por un segundo, antes de contestar:
—Seguro.
—¡Excelente! —Eileen estaba más que satisfecha con la respuesta de Allen—. ¡Vamos!
El grupo de cinco comenzó a dirigirse hacia el castillo. Linnette y Kalen iban detrás de los tres más jóvenes.
—Cuéntanos sobre ti —pidió Saira. Allen no tendría ningún respiro con las doncellas más jóvenes—, ¿por qué llegaste al reino?
—Oh, pues, vine a coleccionar algunos frutos que son más fáciles de obtener por esta región que en la mía.
—Oh, ¿tú haces pócimas? —cuestionó Eileen.
—No, pero mi madre sí. En mi comunidad las mujeres se encargan de ellas —respondió, y enseguida añadió—: Aunque me gustaría aprender a realizarlas.
—¿Por qué?
Los ojos grises de Allen brillaron ante la pregunta de la princesa, y comenzó a hablar con tanta facilidad que parecía otra persona.
—Bueno, es fascinante todo lo que podemos lograr con lo que nos ofrece la naturaleza —dijo con una amplia sonrisa que Eileen devolvió—. Lo mejor es que siempre podemos utilizar cosas nuevas y descubrir nuevas curas o mejoras para diferentes personas.
—Interesante. —Eileen no pudo evitar reír al ver cómo Allen se explayaba al contarles cosas del área de conocimiento que más le atraía, a pesar de a veces tropezar con sus palabras.
Saira tomó el lugar de Eileen para realizar preguntas al joven rubio, y Kalen aprovechó para adelantarse y ponerse al lado de la princesa.
—Eileen —le susurró con seriedad—, no puedes simplemente invitar desconocidos al castillo, sobre todo cuando tu padre no está.
A la doncella no le gustó lo dicho por su guardián.
—¿No ves lo nervioso que está?, no debe ser fácil viajar lejos de casa a un lugar nuevo, hay que ayudarle, solo quiero ser amable con él.
Kalen parecía listo para rebatirle sus palabras, pero cambio de parecer y simplemente optó por dar un suspiro de resignación.
—Como tú digas, princesa.
Llegaron al castillo y Eileen enseguida sentó a un nervioso Allen en el comedor. Saira se sentó al lado del joven rubio y Linnette a la derecha de la carpintera, con el ceño ligeramente fruncido. La princesa se encogió de hombros al notar esto último, sospechaba que Linnette no quería que Allen estuviera ahí por las mismas razones que Kalen.
Eileen enseguida preparó algunos trozos de carne y una sencilla crema de nuez, claro que, comenzó a tardar un poco y Kalen se ofreció a darle una mano. La princesa rechazó la ayuda al inicio, pero unos minutos después, la aceptó con frustración.
—Eres una sola persona cocinando para otras veinte personas —le recordó Kalen—, y eso que no están los guardianes de tu padre.
—Igual, esperaba poder hacerlo sola —murmuró Eileen, algo molesta consigo misma, antes de ver al chico con seriedad—. No me ayudarás en la cena.
Kalen puso los ojos en blanco ante la actitud infantil de su amiga.
Ambos entregaron los platillos, y el ambiente enseguida mejoró. Todos comenzaron a charlar con Allen, quién poco a poco se abría a las preguntas de todos los sirvientes. Algunos le quitaban las palabras de la boca, mientras que otros, como Leonor, simplemente escuchaba con atención a las respuestas del muchacho.
Un par de horas más tarde, Allen se despidió.
—Gracias por tan delicioso almuerzo —dijo él, haciendo una pequeña reverencia.
En cuánto salió del castillo, Eileen se giró a los demás.
—Supongo que podemos leer otra carta en mi habitación —dijo ella, con una sonrisa que Saira devolvió con energía.
Los cuatro rápidamente fueron a la alcoba de la princesa. Saira enseguida se tumbó en la cama y Linnette tuvo que empujarla ligeramente para que Kalen y ella tuvieran algo de espacio.
—Sigamos leyendo —canturreó Eileen, acomodando los pergaminos que habían llevado consigo dentro del cofre, y tomando el siguiente, para después, mirar seriamente a sus amigos—. Nada de interrupciones —ordenó—, siempre hablan a media lectura.
Los otros tres jóvenes aceptaron la orden de Eileen, (Kalen poniendo los ojos en blanco) y la lectura comenzó.
—«Cambios, por Dana.
»Cinco años, el pueblo cambió mucho. Sencillas pero lindas cabañas de barro y piedra adornaban la zona, algunas eran más grandes, otras estaban algo alejadas de la comunidad, más cercanas al prado, pero en todas ellas, la gente vivía felizmente.
»El pueblo aprendió varios oficios. Algunos se dedicaron a hacer ropa o zapatos, otros practicaban la carpintería y hacían bellos muebles para los habitantes. El crecimiento era rápido, y los pueblos cercanos a este comenzaban a imitar y verse influenciados por el lugar.
»Mave se había encargado de darle a la gente interés por trabajar en cosas diferentes; si bien, ella se encargaba de las relaciones personales, ella había descubierto que podía hacer que la gente se viera atraída por ciertos trabajos. Talis les ayudaba a mantener su curiosidad para que estuvieran dispuestos a aprender cómo trabajar y Erea les daba la paciencia y perseverancia que necesitaban para hacerlo.
»Las tres hacían todo esto sin ser vistas aunque, en ocasiones, Talis y Erea necesitaban aparecerse y fingir ser pueblerinas para prestar su ayuda, causando que tuvieran que cambiar sus ropas por vestidos de telas más sencillas.
»Yo no tenía mucho que hacer.
»No había nada que romper. La gente se mostraba feliz trabajando, no había mucha población como para separar a las pocas parejas que había y no existía ningún mal ambiente familiar que tuviera que terminar, todo lo contrario, Mave se encargaba de mantener a las pequeñas familias unidas, aunque una de ellas era algo difícil de manejar.”
—Vaya, cinco años sin hacer nada —Saira hizo una mueca al leer lo escrito por Dana—, debe ser muy aburrido.
—Y frustrante —agregó Eileen, antes de mirar mal a su amiga— El “sin interrupciones” es para todos— señaló, y continuó:
—«Mirna y Galván tenían la no muy bonita costumbre de discutir cada vez que se veían. El mayor le decía a su hermana que cada vez se volvía menos altruista y ella le respondía que no era verdad.
»En mi opinión, Galván tenía la razón. Mirna seguía siendo una joven de buen corazón, pero ya se había acostumbrado a que los habitantes la trataran como una líder y solía tener problemas en aceptar un trato diferente. Supuse que ese cambio era normal, pero eso no significaba que no me preocupara.
»Mave le restó importancia a esto cuando le conté de mis pensamientos, parecía más preocupada por mi desanimada actitud.
»Le dije la verdad, simplemente me encontraba aburrida. El tener un solo trabajo y no tener como realizarlo se estaba volviendo muy frustrante y monótono para mí. Ella intentó consolarme (creo), diciéndome que el reino era muy pequeño, y que ni siquiera podía llamarse “reino” todavía, por lo que yo no podía hacer nada al respecto y debía ser paciente.
»Un rato después, Talis y Erea se dirigían hacia nosotras. Habían estado observando al pueblo y no había mucho que hacer, pues grandes nubes grises se encontraban cubriendo el cielo de toda la región y una brisa fresca movía las hojas de los árboles, causando que algunas cayeran. Los mortales no solían trabajar en días así.
» A mí me gusta la lluvia, y no dudé en expresar esto a mis hermanas. A Talis, en cambio, no le agradaba, pues la gente no suele ser productiva en los días lluviosos, y Erea concordó con ella, como siempre lo hacía.
»Conformé pasó el tiempo, Talis y Erea habían creado una amistad muy cercana. Sus personalidades, tranquilas y llenas de ideas para resolver los conflictos las había unido mucho. Talis se encargaba de calmar a Erea cuando perdía su paciencia y Erea animaba a su compañera cuando se hartaba de tener que dar conocimientos.
»Mave y yo… nuestra amistad era algo diferente. No teníamos casi nada en común, y eso podía causar muchos conflictos entre nosotras.
» Mave tenía un carácter fuerte, y yo era un poco más pasiva con lo que pasaba a su alrededor, simplemente ignoraba las cosas que me molestaban.
»También teníamos formas muy diferentes de mostrar afecto, Mave, harta a veces de los romances y cariños que veía en los habitantes, le gustaba tener su espacio personal intacto y simplemente le gustaba hablar, pero yo, siendo mayor fan del contacto físico y no estando cansada del cariño como mi opuesto, inconscientemente abrazaba a mis compañeras cuando podía.
»Las cuatro habíamos cambiado con el trabajo que tuvimos durante esos cinco años, pero eso nos ayudó a ser más cercanas a nuestra manera, y al mismo tiempo nos volvimos más responsables.
»Pero eso no quitaba que a veces tuviéramos momentos de inmadurez, cómo Mave demostró ese día con Talis, pues para molestarla, dijo:
»“Es una lástima que no te guste la lluvia, por lo que sé, Galván ama este clima”.
»Sonreí y Erea puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar dar una pequeña sonrisa a su amiga.
»Todas sabíamos que nuestra, desde el día que se encontró con Galván, estaba más atenta a él que a Mirna. Mave lo notaba más que las demás, pues decía que los ojos de Talis siempre se desviaban hacia el hermano de la futura soberana.”
»Era cierto que Galván gustaba de la lluvia, lo había comentado él en un día lluvioso cuando las cuatro visitamos a Mirna en su vieja casa. La chica se había quejado de la lluvia mientras que su hermano sonreía a la pequeña ventana.
Eileen hizo una mueca al leer esto, antes de continuar cuando nadie hizo ningún comentario (aunque todos miraban suspicaces el pergamino en sus delgadas manos)
—»Mave sugirió que vigiláramos a las parejas del lugar, así que volé junto con ella a donde estaban los habitantes, o eso creí. En realidad, mi opuesto decidió animarme con una travesura digna de ella». —Eileen terminó la lectura—. No me gustó mucho esta carta.
Esto último, la princesa lo había dicho debido a la actitud de los dos opuestos con Talis, ¿a qué estaban jugando?
—Fue algo corta—concedió Saira—, y extraña, por lo que decían del rey.
Alguien tocó a la habitación, y los jóvenes ocultaron, rápidamente, el cofre con las sábanas, antes de que el visitante abriera la puerta.
—Disculpen la interrupción —Era Eli, su voz era serena, mas su rostro mostraba seriedad— Linnette, cariño, te necesitamos abajo, ya has pasado mucho tiempo con la princesa. Kalen, Eileen no irá a ningún lado, creo que puedes ir a ayudar un poco fuera del castillo.
Los dos mayores se encogieron ante la mirada de la mujer, y rápidamente se pusieron de pie.
—Enseguida vamos, mamá— dijo Linnette.
La mujer salió, cerrando la puerta tras ella.
—Lo siento —murmuró la princesa, con culpa—, no esperaba que les llamaran la atención.
—No te preocupes, cómo estábamos contigo, no pueden regañarnos mucho. —Linnette le ofreció una pequeña sonrisa.
—Bueno, supongo que también es hora de que me vaya.—Saira se puso de pie de un salto—. Debo ayudar a mis padres en casa.
—Te acompaño a la salida…
Saira detuvo a la princesa. .
—No es cómo si no supiera donde está —dijo sin importancia—. ¡Nos vemos luego!
Y en tan solo unos segundos, le dejaron sola en la habitación.
Eileen se quedó en su lugar, con el último pergamino leído todavía en sus manos, sin saber qué hacer. Todavía faltaba mucho para comenzar a preparar la cena y no tenía mucho por estudiar.
La rubia hizo una mueca, a veces sentía que no tenía nada importante por hacer, y por un momento pudo entender lo que había dicho Dana en la carta.
Las cartas. Eileen tomó la siguiente, con la esperanza de poder distraerse un poco y sentirse más animada.
«Encuentro en el bosque, por Talis (Agregado por Mave y Dana)
Honestamente, no esperaba encontrarme con Galván después de mi encuentro con él el día del anuncio de su hermana, pero Mave y Dana creyeron que sería buena idea el mandarme con él.
“Un joven tiene problemas para talar un árbol”, eso fue lo que me dijo Mave, y me pidió que fuera a ayudarlo, cómo si ese fuera un problema mayor.
Lo que no me dijo es que ese joven era Galván.
No sé porque, pero sospecho que el hacha del mortal no perdió su filo por si sola.
Después de estúpidamente hacer caso a lo que me dijo Mave, aproveché y me dirigí al lugar en mi forma de dragón, esa era una de mis maneras favoritas de pasar el tiempo, simplemente debía cuidar que ningún humano me viera.
En cuanto vi a lo lejos una figura humana, descendí y me escondí detrás de unos árboles en una pequeña pendiente cercana. Lo primero que noté fue que el mortal tocaba una bella melodía con una flauta, confundiéndome un poco, pues nadie en ese pueblo tocaba algún instrumento, ¿cómo la había conseguido?
Le reste importancia por el momento y me acerqué, cautelosa, para observar la situación, y ahí fue cuando noté que Galván era el joven en cuestión.
Se encontraba sentado, recargado bajo el árbol que probablemente había intentado cortar y, a su lado en la tierra, había un hacha con la hoja de metal extrañamente dañada.
Honestamente, no quería aparecerme frente a él en mi forma natural y vestida como campesina, él me reconocería y tendría que dar demasiadas explicaciones falsas, así que decidí simplemente no ser visible y poder transmitirle mi sabiduría para resolver el problema.
Decidí hacer eso… después de escucharlo tocar la flauta un rato más. El mortal no se veía agobiado o molesto por el hacha, en realidad, parecía estar disfrutando su momento a solas, por lo que sencillamente me recosté en el pasto, todavía en mi forma de dragón, y disfrute la música en silencio.
Era una melodía suave, serena, tranquila…, casi parecía una canción de cuna, te relajaba tanto que ponía tu mente en blanco. Me dispuse a disfrutar del olor a pasto y el ver a Galván un mortal disfrutando del bello arte de la música.
Sin embargo, de repente sentí una gota de agua golpear mi cabeza, seguida de otra, y otra… hasta que de repente se vino una tormenta.
Frustrada, me levanté y me disponía a irme… cuando un trueno resonó por el bosque, haciéndome brincar de la sorpresa… y resbalar hasta topar con otro árbol.
“¿Quién anda ahí?” escuché a Galván preguntar. Fantástico.
Pude oír pisadas aproximándose a mí, ningún mortal podía verme en mi forma de dragón, por lo que, en mi momento de pánico, me transformé a mi forma natural con un vestido de lino color turquesa, justo cuando él llegaba a mi lugar.
Como era de esperarse, me había reconocido, y le saludé con un leve “hola”, que se escuchó como un quejido, pues el golpe en mi cabeza me había dejado un poco adolorida.
“¿Qué haces aquí?” me preguntó, pero la suerte estaba de mi lado en ese momento, pues un trueno impidió que tuviera que pensar en una mentira para darle.
Él gruñó por su mala suerte y me ofreció ir con él a donde no nos pudiéramos mojar. Me hubiera negado a su proposición si no fuera porque, desde su punto de vista, no tenía a donde ir y el decir que no sería demasiado estúpido.
Galván me llevó debajo de una pequeña colina, en donde pude ver una pequeña cavidad en donde ambos cabíamos perfectamente.
El mortal me dejó pasar primero, no era el lugar más acogedor del mundo, pero era bastante mejor que quedarse en la lluvia. Galván entró detrás de mí, había poco espacio, pero los dos podíamos estar ahí sin estar pegados uno con el otro.”
Me preguntó qué hacía yo en el pueblo y yo le contesté que solo iba a visitarlo porque había escuchado del crecimiento del lugar, y del árbol que utilizaban para adorar a sus dioses.
Él me creyó, y me preguntó si era uno de los pueblos cercanos de la región. Yo respondí afirmativamente, creyendo que ese sería el fin del interrogatorio. Sin embargo, luego me cuestionó por el origen de mi extraño nombre, y tuve que decirle que era de la cultura de mi padre.
Decidí que ya me habían interrogado lo suficiente, así que le pregunté qué era lo que hacía el en ese lugar, a lo que contestó:
“Necesitaba cortar algo de madera, pero no sé cómo es que la hoja de mi hacha se dañó de repente. Creo que necesitaré otra”.
Bien hecho Mave, bien hecho Dana, arruinaron una perfecta herramienta solo para molestar. (Ups)
“Supongo que tendré que talar el árbol mañana” dijo desanimado “Esperaba poder hacerlo antes de que comenzara a llover”, añadió, y yo dije:
“Creí que te gustaba la lluvia”.
Para tener el don de la sabiduría, tenía momentos bastantes torpes.
Galván me preguntó cómo es que sabía eso de él y grité internamente, ¡se suponía que yo no sabía ese detalle!, ¿por qué cometía tantas idioteces cuando se trataba de este mortal?
“Pareces del tipo de los que les gusta la lluvia” balbuceé, intentando arreglar mi error.
“Tu suposición es correcta” dijo él, aunque su ceño seguía fruncido.
No dije nada, no quería decir alguna otra bobada, simplemente contemplé como las gotas de lluvia caían en la tierra, causando algunos charcos de lodo y brindando una imagen pintoresca en mi mente.
“No soy una gran admiradora de la lluvia” dije para romper el silencio, “pero admito que se ve linda en ocasiones”.
El concordó conmigo, y nos quedamos conversando.
Aproveché para preguntarle si visitaba el Enyd a menudo, a pesar de yo saber que la respuesta era negativa. Ya habían pasado cinco años desde que su hermana había cambiado al pueblo, esperaba que al menos fuera en ocasiones a rezar. No es cómo si me importara aun así, mientras no se fuera a una tribu peligrosa.
Como esperaba, me dijo que no, y cuando le pregunté el por qué, me dijo que había perdido la costumbre de rezar hace mucho.
No dije nada, pues no sabía que palabras ayudarían a hacer de esa conversación una no incómoda. Podría decirse que era mi territorio, siendo yo una a la que su pueblo adoraba, pero su respuesta sonó tan personal, que dudé seriamente en seguir el hilo de lo ya dicho por él.
Finalmente, pregunté si él creía que rezar no servía de nada.
Galván asintió lentamente, causando que sintiera una ligera molestia en el pecho ante tal afirmación. Tenía una extraña sensación de frustración al saber que un mortal no valoraba mi trabajo, y pude comprender mejor a Deu.
El, sintiéndose más cómodo conmigo, me contó el porqué pensaba esto.
“Cuando era pequeño y me quedé solo con mi hermana, recé mucho a los dioses para que me dieran paciencia y perseverancia. Yo pude seguir con mi día a día pero, aún y cuando recé por la perseverancia de mi hermana, nada cambiaba con ella”.
Yo, tratando de reconfortarlo, le sugerí que intentara rezar nuevamente. Erea pudo haber recibido el rezo de Galván cuando era pequeño, pero cuando alguien reza por alguien más el asunto se vuelve más complicado, la otra persona también necesita fe para que todo tenga efecto.
Para mí sorpresa, Galván rio forzadamente ante mis palabras, antes de decir: “Mi hermana ya está satisfecha con su vida, no hay razón para rezar”.
Eso no me gustó, así que le pregunté: “¿Tú estás satisfecho con tu vida?”
El silencio reinó por un momento después de eso. Galván miraba a la lluvia, sin moverse, mientras que yo lo miraba a él, expectante, ¿acaso había sido una pregunta muy personal?, ¿había ido demasiado lejos?, sé cómo arreglar con problemas todo el tiempo, ¿por qué me sentía tan perdida sobre qué hacer en este caso?
Iba disculparme y decirle que olvidara el asunto cuando Galván respondió:
“No, realmente no”.
Y yo, simplemente volteé a ver el paisaje, sin saber que más decir.
“Tal vez tengas razón y deba intentarlo” dijo él, después de unos minutos, y yo asentí, aprobando sus palabras, y noté que la lluvia ya no era muy fuerte. Poco a poco la tormenta fue disminuyendo hasta que después de un rato, cesó completamente.
“Iré a talar ese árbol antes que la lluvia comience de nuevo” dijo Galván, saliendo del refugio "Nos vemos, Sofía. No has cambiado nada”, comentó con una linda sonrisa.
Me despedí con un “adiós”, viendo cómo se iba entre las últimas gotas de lluvia...
Salí del pequeño escondite y me dirigí a la montaña con la linda fantasía de poner en su lugar a mis dos queridas compañeras, aunque ya no estaba realmente enojada con ellas.»
Eileen guardó los pergaminos y dejó la caja en el escritorio, recorriendo suavemente con sus dedos los símbolos tallados perfectamente en la firme madera.
No le había gustado mucho esa carta, no solo por la obvia razón por la cual Talis no había querido agregar esa carta a la compilación, sino por la extraña sensación de culpa que le brindaba leer tales palabras de su padre.
Alguien tocando la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Corazón, ¿voy a prepararte un baño, de acuerdo?
Era Leonor.
—Claro. ¿Te ayudo a ir por las cubetas…?
—No te preocupes, corazón. —Leonor rio—. Yo ya estoy acostumbrada a hacerlo, y no creo que puedas cargarlas tan fácilmente.
Eileen se sonrojó ante el comentario, pero no dijo nada.
Se quedó en su escritorio, fingiendo leer anotaciones suyas sobre las últimas clases con su profesor mientras escuchaba cómo Leonor entraba y salía de la habitación.
—Ya puedes venir, corazón.
Eileen, con lentitud, se puso de pie y fue al cuarto de baño, y sin decir mucho, se metió en la bañera.
—¿Por qué tan callada? —cuestionó Leonor, con la confusión siendo evidente en su voz—. Durante el almuerzo estabas radiante de alegría, incluso trajiste un nuevo amigo al castillo.
A Eileen realmente no le había gustado que sus amigos tuvieran que irse hace rato, no deseaba estar sola, pero después de escuchar esa pregunta, quería un poco de espacio.
—Oh, probablemente estoy cansada—mintió. No es cómo si pudiera decirle lo que le preocupaba, y aunque pudiera, no sabría decirle exactamente que le molestaba—. ¿No hay esencia de flores hoy?— cuestionó, cambiando de tema.
Leonor rio.
—Te gustaron, ¿eh?, lo siento corazón, pero hoy olvidé ponerla. Otro día la agregaré de nuevo.
El baño pasó rápido, y enseguida, Eileen puso todo su empeño en hacer una rica cena con los trozos de carne y quesos que tenían con ellos. Inicio a cocinar bastante temprano tanto para terminar a tiempo la cena, cómo para distraerse un poco de sus pensamientos.
La cena comenzó con normalidad, pero Kalen pudo notar que Eileen actuaba un poco diferente de lo usual.
—¿Pasa algo? —preguntó él, con sus ojo castaños llenos de preocupación—, estás muy callada.
Eileen se preguntó cuánto hablaba usualmente todos los días para que ese fuera el motivo por el que había recibido la misma pregunta en dos ocasiones.
—Sí, estoy bien, solo no hay mucho de qué hablar —dijo ella—, a menos que quieras escuchar todo lo que leí de los frutos y hierbas de la región.
Su truco funcionó, Kalen enseguida se negó, haciéndola reír un poco.
Eileen alzó la vista al cielo, recordando al joven de cabellos dorados, seguramente a él si le interesaba ese tema. Hizo una nota mental de prestarle sus apuntes en el futuro.
Eileen enseguida quiso ir a su habitación, ganándose ahora la preocupación de su castaña.
—¿Te sientes bien, Eileen? —La castaña, sin dejarla responder, puso una de sus blancas manos en la perlada frente de la princesa—. Parece que no tienes fiebre.
—Cielos, ¿tan ruidosa soy normalmente? —preguntó en voz alta, más para sí que para sus dos amigos, quiénes se miraron entre ellos, confundidos—. Estoy bien. —La princesa ahora se sentía abochornada por su reacción—, solo quiero dormir.
Esto hizo sonar señales de alarma en la cabeza de ambos, pero antes de que alguno pudiera decir otra cosa, Eileen entró a su habitación y cerró la puerta.
La chica soltó un suspiro de alivio y con cuidado encendió la vela de su mesita de noche, antes de que su mirada se posara sobre el cofre encima de su escritorio.
Eileen se mordió el labio. ¿Debería seguir leyendo?, no se había esperado encontrar pensamientos tan personales de su padre en esas cartas, pero ahora también se las había mostrado a sus amigos.
Y definitivamente no quería que sus amigos leyeran esa carta en particular.
La princesa se acercó a su escritorio y rebuscó en el cofre la carta que había leído anteriormente, para guardarla bajo llave en uno de sus cajones.
La chica iba a colocar los pergaminos anteriores a ese en la caja cuando, nerviosa, vio el pergamino siguiente.
Realmente no sabía que relataría pero presentía que no lo compartiría con alguien más. Eileen tomó la siguiente carta y se sentó en su cama mientras comenzaba a leerla.
«La oración de Galván, por Dana
Una vez que Talis se hubo calmado por la broma mía y de Mave, y que Erea nos regañara, Talis nos contó sobre la conversación que tuvo con Galván.
“A veces me frustra el que Deu no nos hubiera dado más poder” expresó Mave, sorprendiéndonos a todas por el repentino comentario. Naturalmente, le preguntamos a que se referí con eso, y ella contestó:
“Piénsalo, si pudiéramos saber lo que sucede con las personas sin oraciones, como Deu lo hace, todo sería mucho más sencillo y efectivo”.
En esos momentos, no quería ponerme a discutir por tal tema, no solo por mi falta de ánimo, sino también porque, en secreto, yo opinaba exactamente lo mismo que mi opuesto.
Les pregunté si querían hablar de otro tema, pero ninguna sugirió ningún otro.
“El pueblo está tan tranquilo hoy, que no tengo ganas de hacer mucho” comentó Erea, sentándose en el húmedo césped. Mave se unió a ella diciendo “tampoco yo” y recostándose completamente bajo nuestro árbol.
Yo simplemente me recargué sobre el tronco, tocando, por accidente, uno de los símbolos tallados en la madera, simbolizando la presencia de una de tres supuestas diosas.
No quería estar ahí, por lo que avisé a mis hermanas que iría a pasear al pueblo. Las tres me miraron desconcertadas, pero no dijeron nada.
Comencé a bajar el monte caminando, sin mucho ánimo para volar. Mave me había animado mucho con la broma que habíamos hecho a Talis, pero ahora estaba de nuevo en la realidad.
Yo siempre había considerado los celos como un sentimiento innecesario y sin sentido. Una persona no podía simplemente vivir deseando las cosa del otro, todos podían ser felices si se lo proponían, pensaba yo. Claro, muchos son increíblemente afortunados desde su nacimiento, pero eso no significaba que quienes no lo eran debían resignarse con lo poco que tenían.
Pero, en mi caso, no me quedaba de otra.
Amaba mi trabajo. Era buena en ello y muchas veces, aunque no lo pareciera, al romper las relaciones lograba que las personas fueran más felices.
Pero los humanos jamás lo verían así, ellos no solían darse cuenta de lo mucho que podía mejorar su vida sin alguien hasta que pasa un tiempo, por lo que su existencia no debía saberse. Le causaría a Deu muchos problemas y los humanos no tendrían completa confianza en los nosotros.
Yo entendía por qué debía permanecer oculta, sin embargo, eso no significaba que no quisiera un poco de crédito por lo que hacía.
Yo nunca tendría una estatua, ni alguien que me orara, tampoco nadie me daría las gracias por mejorar su vida. Yo jamás tendría a nadie que me adorara.
“Que estupidez” murmuré para sí misma.
Estaba enfadándome por tonterías, además de blasfemias, no podía permitir tales sentimientos ni pensamientos.
Yo jamás tendría reconocimiento, ¿y qué?, Deu tenía bastantes opositores y a él no parecía molestarle eso.
“Pero él siempre tendrá seguidores” murmuró una vocecilla dentro de mi cabeza “Él siempre tendrá gente que le quiera”».
Eileen dio un suspiro, dejando la carta de lado por un momento, sintiendo una gran simpatía por Dana en ese momento. La mujer de la carta expresaba mucho de lo que la princesa sentía.
No hacía mucho, más que tener lecciones tras lecciones, ¿realmente eso era suficiente?, ella iba a ser reina un día, ¿no era un poco… inútil, para ello?
Eileen pudo sentir un nudo en su garganta, por lo que continuó leyendo antes de que sus pensamientos pudieran seguir.
«Estaba tan sumida en mi propia mente, que no me di cuenta que ya había llegado al pueblo hasta que noté a un par de niños corriendo frente a mí.
Pude ver a lo lejos una multitud de gente que se dirigía hacia una colina que yo conocía bastante bien.
Preguntándome por qué todos iban a casa de Mirna y Galván, seguí a la multitud, para echar un vistazo.
Hacía ya varias semanas que no visitábamos a quién planeábamos que fuera la futura reina, ya no lo veíamos necesario, pues desde hace aproximadamente un año la chica parecía tener todo bajo control. Solamente la visitábamos para ver cómo estaba y por si necesitaba algún consejo.
Cuando todos se arremolinaron frente al hogar de los dos hermanos, Mirna abrió la puerta de dicho lugar, con Galván asomándose detrás de ella.
Ella le preguntó a la gente por la razón de su visita, y no me esperaba todo lo que siguió después.
“Han hecho bastante para ayudarnos, esa es nuestra razón de venir” dijo una mujer, confundiendo a ambos hermanos, y a mí.
Mirna, confundida, le preguntó a qué se refería, y entonces, un hombre habló en nombre de todos:
“Hace cinco años, bella doncella, usted inició lo que sería el mayor y mejor cambio que el pueblo ha tenido. Por eso, hoy venimos a invitarla a su fiesta.”
Mirna alzó las cejas ante esto, sorprendida.
“En nombre de todos los habitantes del pueblo le informo que, mañana en la noche, queremos coronarla y convertirla en nuestra reina”.
Las palabras del hombre fueron seguidas de grandes aplausos gritos de alegría, pero yo estaba en shock.
¿La harían reina?, ¿tan pronto?, no era una queja, eso era lo que sus compañeras y yo queríamos que sucediera, pero me sorprendía de sobremanera que tan solo después de ese tiempo la coronarían.
Mirna estaba sin palabras, parecía no saber cómo responder al anuncio que el pueblo le había dado.
“¡Sólo acepte!”, “ ¡Usted será nuestra reina!”, “¡Viva la reina Mirna!”
Todo esto eran lo que exclamaban todos, y el último grito fue seguido de varios iguales, dirigidos por el hombre que había anunciado la coronación de la joven.
“ ¡Viva la reina Mirna!” gritaron nuevamente, “¡Viva el príncipe Galván!”
No pude evitar reír al ver la cara de vergüenza del nuevo príncipe ante su nuevo título.
“¡Viva la diosa Talis!, ¡viva la diosa Erea!, ¡viva la diosa Mave!, ¡vivan todos los dioses y Bile, el dios supremo!”
Alguien, después de todos los gritos y chillidos de emoción, sugirió que fueran al Enyd a celebrar la futura coronación, y todos aceptaron.
El público sonreía y reía abiertamente y se alejaban del pequeño hogar, mientras que Galván miraba todo con sorpresa y Mirna sonreía con los labios.
Toda la gente se fue y yo, sin perder el tiempo, entré a la casa de la futura reina para ver sus reacciones ante lo ocurrido.
“No… esperaba eso” dijo Mirna con una sonrisa, “¡Seré una reina!”
Galván seguía en shock, y mascullaba cosas como: “No puedo creerlo” y “¿Seré príncipe?”
Me senté en otra silla, mientras veía con humor la interacción entre los dos hermanos.
Mirna dijo a Galván: “Deberías estar feliz. Gracias a mí es que ahora tendrás ese título”.
Su hermano, al escuchar eso, salió de su estupefacción y alzó una ceja a la joven.
“Sí… realmente dudo que hayas logrado esto sola” dijo Galván sin dudarlo, causando que Mirna lo viera ofendida».
Eileen juraba que pudo sentir los sentimientos de Mirna en ese momento. ¿No estaba su padre subestimando demasiado a su hermana?
La doncella sintió cómo si le hubieran dado una patada en el estómago con su siguiente pensamiento: ¿su padre también la subestimaba a ella?
Con manos ligeramente temblorosas, la princesa siguió leyendo, tratando de eliminar la última idea que se había formado en su mente.
«“Aunque no lo creas, todo lo hice por mi cuenta”
Galván resopló ante lo dicho por su hermana, y dijo: “Claro, después me dirás que las diosas son mortales”
“Podrían serlo, no sabemos nada sobre ellas, podrían incluso ser más inútiles de lo que pensamos”.
Si no hubiera visto los labios de la mujer moverse, no hubiera creído que ella dijo eso. Me quedé quieta en mi lugar, con los ojos muy abiertos ante el comentario.
¿Eso lo había dicho para quitar la atención de su hermano sobre el tema?, en realidad no lo pensaba, ¿verdad?
Sea cual fuera la razón, no me habían gustado nada sus palabras, y al parecer a su hermano tampoco.
“Solo fue un comentario”, Mirna frunció el ceño al ver la reacción de su hermano mientras tomaba una fruta del pequeño tazón que tenían en su mesa de madera “Ni que fueras tan devoto a ellas”.
Galván se quedó mirando a su hermana, pensativo por unos minutos hasta que de repente se levantó de su lugar, murmuró un rápido “voy a dar un paseo” y salió de la casa. Decidí seguirlo.»
Eileen no pudo evitar estar ligeramente de acuerdo con su tía, después de pensar que las diosas eran seres completamente superiores, ¿no sería una gran decepción verlas actuar cómo las cartas daban a entender?
«Con todo el revuelo que había ocurrido me sorprendí al notar que estaba anocheciendo. El cielo ya no era del tono grisáceo que había tenido ese día sino que cada vez se veía más y más negro.
En el camino, encontramos a una vieja mujer; la reconocí era la mujer que Mirna había ayudado el día en que comenzamos el plan para convertirla en reina.
“Señora Daila, ¿qué hace fuera de su casa?” preguntó preocupado Galván.
La mujer respondió, con voz débil, que simplemente quería dar un paseo. Ella apenas estaba a unos metros de su casa, y se recargaba en un viejo árbol.
Galván reprendió a la mujer por imprudente y la dirigió a su casa.
Cuando la mujer estuvo en su vieja e improvisada cama, dio una pequeña sonrisa al joven hombre y le agradeció con completa dulzura.
La mujer sonrió antes de voltear al techo y sumirse en un profundo sueño. Sus lentas respiraciones eran lo único que podían escucharse en la habitación.
Galván salió de la casa, y siguió su camino. Casi una hora después, en medio de la oscura noche, noté el lugar al que se dirigía el hombre.
Subió el monte con algo de dificultad, mientras que yo lo veía curiosa. Al llegar a su destino, pudo ver a un montón de gente danzando y cantando, mientras que el druida del, ahora, reino, los dirigía en oración.
El joven volvió por sus pasos y, al pie del monte, miró al cielo. Las nubes se alejaban, dejando ver de vez en cuando la resplandeciente luna y las brillantes estrellas que iluminaban la noche.
Galván, con duda, se puso de rodillas, dándome una idea de lo que haría. Curiosa, lo imité; me puse frente a él y me arrodillé frente a él, escuchando perfectamente lo que el joven tenía para decir.
“Queridas diosas” comenzó a decir “Hace… mucho tiempo que no hago esto”.
No pude evitar soltar una pequeña risita ante esto. Galván había charlado hace apenas unas horas con Talis y él no tenía idea.
“Es extraño hacerlo después de tanto tiempo, no sé si antes me escucharon, pero… siento que lo necesito” el chico se removió en su lugar antes de continuar “yo… quería darles las gracias, por bendecirnos a mi hermana y a mí.”
No podía dejar de sentirme extraña estando ahí. El hombre miraba al cielo sin saber que las diosas con quienes quería hablar estaban a tan solo unos pocos minutos de distancia.
“Pero tengo miedo” dijo él, mirando al suelo, como si el pensamiento lo abatiera demasiado. Me incliné para escucharlo mejor, “no creo que Mirna esté lista para tener un reino y no quiero que lo haga mal, por eso… les quiero pedir varias cosas”.
“Talis, diosa de la sabiduría y el arte, por favor, dale a ella lo que necesita saber para gobernar con inteligencia y madurez. Erea, diosa de la paciencia y perseverancia, por favor te pido que la llenes de tus virtudes para que pueda siempre gobernar sin perder los estribos. Mave, diosa del amor, por favor… por favor ayúdame a quererla más, y que ella me quiera más a mí.”
Di un suspiro de sorpresa al escuchar la última petición de Galván, ¿tan mal estaba su relación familiar que sentía la necesidad de pedir por ella?
“Dudo que yo le importe mucho, y en ocasiones siento que ella no importa más para mí. Talis, diosa de la sabiduría, ayúdame a saber qué hacer con ella, y ayúdame a descubrir más de ella y su amiga, Sofía. Ella es esencial para conocer realmente a mi hermana, por favor”.
Lágrimas silenciosas corrían por el rostro de Galván sin parar, causando que yo tuviera que controlarme para evitar secarlas, para evitar aparecer y hacerle saber que al menos alguien lo estaba escuchando.
Pero no podía hacer nada.
Yo no tenía el don de la sabiduría, ni la perseverancia, ni tampoco del amor. Tenía el don de la ruptura.
Y en ese momento, era inservible».
Eileen lentamente se paró de su cama y guardó el pergamino junto al otro bajo llave.
La princesa se tumbó en su cama y llevó sus mantas hasta su cabeza, dejando solo espacio para poder mirar la imagen de su madre, y deseando que su padre estuviera tocando la flauta cómo solía hacer todas las noches antes de su viaje.
Había muchas cosas en las que no podía evitar pensar, aunque no quería hacerlo. Sus emociones encontradas hacia las diosas, el extraño sentimiento de no ser gran cosa y la culpa de haber leído momentos tan personales.
Quizás Bile tenía razón y su corazón se hallaba corrompido
La princesa se levantó para apagar la vela que la iluminaba y se recostó nuevamente, mirando hacia la ventana.
Viendo la noche estrellada y pudiendo escuchar el sonar de las hojas de los árboles, sus pensamientos comenzaron a vagar hacia sus deidades. ¿Es que acaso valía la pena rezarles? Si Talis era la diosa de la sabiduría, ¿no debería ser capaz de dar respuestas más concretas que las que contaban las cartas?, ¿no debería ser perfecta, al igual que las otras diosas del reino?, ¿al igual que todos los dioses?
Eileen cerró sus ojos con fuerza, deseando nunca haber encontrado las cartas. Antes de quedarse completamente dormida, ella podía jurar que escuchó una flauta de pan tocar una bella melodía, cómo siempre ocurría antes del viaje de su padre.
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Las diosas de Celtri
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3—Saira y Linnette
—Sabía que esto pasaría —murmuró Kalen para sí, viendo con frustración a la princesa, quién se encontraba profundamente dormida—. Eileen, debes despertar —le dijo él, sacudiéndola.
—Ya voy —musitó ella, adormilada, con su cara sobre la almohada.
Kalen chasqueó la lengua con impaciencia.
—¿Debo ir por la cubeta de nuevo?
—No —susurró la joven antes de, lentamente, sentarse en la cama… solo para volver a desplomarse de nuevo.
—Eileen. —Kalen gruñó al ver la actitud de la princesa—. Pareces incluso más cansada que ayer, hoy no quiero que te acuestes tarde.
Eileen simplemente dio un quejido mientras Kalen le ayudaba a enderezarse.
—Que cansancio —murmuró la princesa—, no es como si tuviera una razón para estar así.
—Simplemente no te quedes despierta hasta tan tarde —le dijo el pelirrojo con una mueca—. Date prisa, el desayuno se enfría.
Kalen esperó fuera de la habitación a que Eileen cambiase su atuendo para ir juntos a las cocinas.
—¿Te parece si leemos después de mi lección al igual que ayer? —sugirió ella, mientras bajaban los escalones.
—No lo sé, pareces algo cansada— señaló Kallen—, tal vez sea buena idea que tomes una siesta.
—No hago tantos esfuerzos físicos durante el día cómo para necesitar una siesta —le dijo Eileen con un puchero—. Con desayunar será suficiente. Además, también quiero mostrarle a Linnette el contenido del cofre. —Sonrió—. Quiero ver su reacción, por cierto, ¿dónde está?
—Probablemente ella ya desayunó. —Kalen la miró ceñudo—. Tardaste mucho en levantarte, así que come rápido, por favor.
Después de una ligera comida, ambos se dirigieron al cuarto piso para la lección del día, pero parecía que la joven princesa sí necesitaba descansar más, pues no podía mantener los ojos abiertos durante la lección de Lugh.
—Princesa, ¿podría decirme qué es lo que acabo de enseñarle?
Eileen, saliendo de su ensueño al ser llamada, se ruborizó, era obvio que no sabía la respuesta.
—Acabo de explicarte que en esta región abundan más los piñones y frutos secos que las flores. —Lugh resopló—. Princesa, debería vigilar más sus horas de sueño.
—Lo siento —Eileen se encogió levemente ante los estrictos ojos azules del druida.
—Espero que no vuelva a pasar —le regañó el druida con el ceño fruncido, mientras que Dagda, callado cómo siempre, miraba con empatía a la princesa.
El viejo hombre iba a hablar nuevamente, cuando alguien tocó la puerta, enfurruñando a Lugh mientras que Kalen dejaba pasar al visitante.
—Lamento interrumpir su lección —dijo el hombre apenas entró.
Sedrick, el comandante de los guardianes, era un hombre alto y fornido, con cara cuadrada que tenía una pronunciada barbilla. Su cabello y barba eran de color negro azabache y sus ojos parecían dos bellas esmeraldas. Su uniforme era igual al de Kalen, con la diferencia de llevar un gran casco y un grabado en su armadura con el símbolo que Celtri, Merihd y Natuhri usaban para representarse: un trisquel.
—¿Qué necesita? —cuestionó Lugh al guardián, con impaciencia.
—He venido a avisarle que mañana a esta hora, será el día en el que comenzaré a enseñarle el arte de la arquería a la princesa, por órdenes del rey.
—¿Arquería? —La doncella miró a Sedrick con confusión—. ¿Por qué mi padre quiere que practique tal cosa?
—Bueno, nunca está de más aprender una actividad física que le dé a uno disciplina y una manera de defensa al mismo tiempo —dijo Lugh, aprobando la decisión que había tomado Galván.
—Así es, y el rey me pidió que esta semana lo charlara con usted, para decidir qué tan seguido entrené la princesa.
Lugh, ante esto, dirigió sus ojos a Dagda, quién miraba de reojo al hombre en la puerta.
—Dagda, yo terminaré la lección, acompaña a este hombre a nuestra área en el tercer piso para llegar a un acuerdo.
—Entendido.
El discípulo de Lugh salió del estudio, seguido de Sedrick, quien cerró la puerta tras de sí.
Un rato después, el druida se dio por vencido de mantener la atención de Eileen y ella abandonó la sala de estudio.
Eileen y Kalen entraron a la cocina, donde Linnette terminaba de preparar un platillo junto con otro sirviente, Kevin, un hombre de mediana edad.
—La lección terminó pronto —dijo Linnette con sorpresa hacia la princesa.
—Digamos que tal vez tenías razón y debí dormir más temprano. —La princesa suspiró, frustrada consigo misma.
—Te lo dije —Kalen la miró con suficiencia, pero Eileen lo ignoró.
—¡Huele bien! —La princesa olfateó el guiso frente a ella—. ¡Amo la carne!
—Amas toda la comida. —Kalen sirvió dos platos: uno para él y otro para Eileen—. No necesitas recordárnoslo.
Eileen, con el ceño fruncido, sacó la lengua al pelirrojo, quien rio ante el gesto.
Los tres se sentaron en el pequeño comedor mientras que Kevin, para darles algo de tiempo de calidad, llevaba dos platos consigo a su hogar. Sin embargo, ese bonito gesto no sirvió de mucho, pues fueron interrumpidos en su tranquila charla por Dagda.
—Lamento molestarla, princesa —dijo él, haciendo un ligera reverencia—, pero mi maestro me pidió que le diera esto.
El hombre le tendió una pequeña botellita con un líquido rojo.
—¿Qué es esto?
—Es una pócima revitalizante. Tómelo y duerma el resto del día para tener energía el día de mañana.
Eileen se ruborizó, avergonzada por haberse mostrado débil en clase sin razón.
—No creo que esto sea necesario.
—Yo tampoco —admitió el discípulo de druida—, pero mi maestro es tan estricto con su educación cómo lo fue con la mía, y siempre que me encontraba extrañamente cansado, me preparaba uno de estos para llenarme de energía. Si funcionaba, significaba que no me alimentaba adecuadamente, si no, eso quería decir que no dormía lo suficiente.
La princesa pudo sentir la mirada de Kalen sobre ella, él sabía perfectamente cuál era su problema.
—Muchas gracias, Dagda.
El hombre se despidió con una ligera reverencia y se fue.
—Oh, Eileen, por favor no descuides tus horas de sueño —le pidió Linnette a su amiga, causando que su vergüenza aumentara.
—No te preocupes —dijo ella en un murmullo—, hoy dormiré más.
Los tres terminaron su comida y Kalen acompaño a la princesa a su habitación, cómo ya era costumbre. Al solo entrar a la alcoba, Eileen habló de los pergaminos.
—Leamos primero un poco —pidió—, no es necesario que duerma todavía.
—Estás muy cansada.
—Sin razón alguna—ella resopló—, tú dormiste después que yo y estás fresco como pasto después de la lluvia.
—Yo ya estoy acostumbrado, princesa —le recordó él —. Tú siempre has tenido mayores horas de sueño, es normal que te sientas cansada cuando esto cambia.
—En ese caso debo levantarme más temprano —expresó Eileen, sintiéndose ligeramente abochornada por lo que su amigo le decía. Le recordaba demasiado bien que siempre había sido algo mimada—, no es correcto que me sienta así solo por una noche de desvelo.
—Bueno, pero por hoy, duerme.
—No.
Kalen frunció el ceño ante la terquedad de Eileen.
—Solo leamos un pergamino —pidió ella nuevamente, mientras se sentaba en su cama—. Por favooor—rogó, sacando su labio inferior y poniendo una falsa mirada de tristeza en su rostro.
Kalen no pudo negarse.
—De acuerdo —suspiró con frustración, y Eileen sonrió, olvidándose de su reciente actuación.
—¿Buscamos a Linnette para que lea con nosotros?
Kalen frunció el ceño, mientras se acercaba al escritorio de la joven princesa.
—Mañana —decidió él, agarrando el cofre y buscando el siguiente pergamino que había leer—, no quiero que nos entretengamos tanto.
Kalen tomó asiento al lado de la joven de cabellos dorados y ella, tomando la carta de las manos del pelirrojo, comenzó a leer.
— «Conociendo a la reina, hablado brevemente por Mave, redactado por mí: Dana»
—Huh, me pregunto porque Mave no lo escribió.
—Ni idea. —Eileen se encogió de hombros— «Ni Erea ni yo pudimos encontrar a nadie útil el día que buscábamos opciones para un gobernante. De verdad, por un momento creí que era imposible que alguien fuera una opción decente, así que cuando Talis y Dana dijeron que habían conseguido una buena opción, decidimos darle una oportunidad, pero había un nuevo problema, ¿cómo la haríamos reina?
»Talis sugirió entonces que habláramos con la chica, lo que significaba que tendríamos que aparecernos frente a ella, lo cual nos hizo entrar a las demás en shock. ¡Eso no estaba permitido!
»“Ya otros lo han hecho antes”, dijo ella, defendiendo su idea, “Si nos aparecemos y le decimos de los planes que tenemos para ella, todo será más sencillo. Será cómo una revelación divina hacia ella.”
» Todas mis hermanas estaban de acuerdo con ella, ¿es qué yo era la única con sentido común? (Perdone usted, oh sabia Mave).
Eileen entrecerró sus ojos, mirando extrañada la carta.
—Creo que Dana agregó notas a esto —dijo ella, mostrándole el texto a Kalen, quien concordó con ella.
—Parece que siempre se corrigen la una a la otra —comentó él, extrañado por la actitud de las autoras.
— «Esperamos el amanecer para poner en marcha nuestro plan. Todas volamos sobre la ciudad y llegamos al hogar de la chica.
»Talis arrugó su nariz al ver la pequeña casa con justa razón, apenas era una habitación con una pequeña mesa de madera, algunas vasijas de barro y en un rincón dormían los hermanos. ¿Cómo alguien podía vivir así? (Dudo que tuvieran opción)
»Un rayo de sol entró por la ventana y le dio en la cara al joven, quién abrió los ojos y se levantó con dificultad, dejando ver que había dormido sin camisa, para mi suerte.
»Dana me llamó la atención al ver mi expresión, pero, ¿acaso ella podía culparme? ¡Él era lindo!, tenía una espalda ancha con una buena retaguardia, su cara era algo cuadrada, de nariz recta y ojos grises brillantes que contrastaban con su oscuro cabello, para ser un mortal era bastante sensual atractivo (Interesante descripción tan detallada)».
Eileen arrugó la nariz al leer el último párrafo, haciendo reír a Kalen.
—¡Es mi padre de quién habla!
—Bueno, supongo que desde su punto de vista, el rey simplemente era como cualquier joven con una buena apariencia —comentó Kalen, todavía un poco entretenido por la reacción de su amiga, quien, todavía disgustada, siguió con la lectura:
—«El chico se puso su camisa y se despidió lo suficientemente alto para que la joven lo escuchara. Ella simplemente murmuró adormilada.
»Dana se sentó en el suelo mientras las demás nos preparábamos para hablar con Mirna.
»“Solo despiértenla de una vez”, nos dijo con impaciencia. ¡Para ella era fácil decirlo! Ella no podía hablarle. (Lo sé, y me encantaba pasar desapercibida).
»Al ver que nosotras todavía no queríamos despertarla, Dana puso los ojos en blancos antes de hacer aparecer un arco y una flecha negra y dispararle a la joven dormida (Ups).
»“No le hice nada, solo la desperté” dijo ella antes de que pudiéramos reclamarle. —Eileen alzó una ceja ante lo leído—. Bueno, al menos no le lanzaron una cubeta de agua.
—Princesa, creo firmemente que lanzarle agua a alguien es una mejor manera de despertar a alguien que lanzándole una flecha.
—«Mirna sintió el flechazo y se levantó con molestia que no alcanzó a expresar, porque lanzó un grito agudo al notar la presencia de tres mujeres desconocidas en su casa. Reacción comprensible (En eso concordamos).
»“No tengas miedo” le pidió Erea, “venimos a decirte algo importante”.
»Mirna hizo caso a mi compañera y relajó un poco su cuerpo, aunque sin dejar de estar alerta.
» “Somos Mave, Talis y Erea” dije, presentando al grupo. “Nosotras hemos visto a este pueblo, con creencias en común pero bastante dispersas entre sí, y hemos venido a cambiar esto.”
»Talis siguió: “ Nosotras decidimos organizar este lugar, y te hemos escogido a ti cómo reina.”
»Mirna estaba en shock, pero se recuperó ligeramente. Con escepticismo, ella preguntó: “¿Cómo puedo creerles?”
»A Talis no pareció gustarle esta pregunta, pues sin que nadie se lo esperara, se transformó en su forma de dragón, causando que Mirna diera un gritito ahogado, y se arrinconaba en su lugar.
»”Ahora escúchanos” le pedí (exigí) a la mortal mientras Talis volvía a su forma normal, “tenemos un plan para ti”
»Mirna se puso de pie y comenzó a dar vueltas por el lugar, pensativa y se quedó callada un buen rato, como si fuera una difícil decisión (de hecho, sí lo es) y dio una gran bocanada de aire antes de preguntar: “¿Qué debo hacer?” y Erea le contestó con alegría “Tú harás lo que nosotras te digamos.”
»Nosotras ya habíamos decidido que llamaríamos la atención del pueblo con pequeños actos de bondad realizados por la mortal, por lo que salimos de la casa con Mirna.
»“Decir ‘buenos días’, no convierte a nadie en reina” comentó Dana, todavía con su presencia oculta después de un rato en el que Mirna simplemente saludaba a todos los que veía.
»“Esto ayuda a que la gente te identifique poco a poco” explicó Talis a la humana, lo suficientemente alto para que Dana también la escuchara, causando que dicha hermana pusiera los ojos en blanco (Pff, yo solo hice un comentario).
»Después de caminar entre el ancho sendero que dividía el pueblo, llegamos a una pequeña colina en donde vivía una anciana muy querida, pero que ya no podía hacer mucho por su edad, según nos informó Mirna.
»La mujer era bajita, delgada y tenía bastantes arrugas y manchas en su cara a causa de la vejez. Su cabello algo corto era completamente gris y al parecer era ciega, y a pesar de parecer algo distraaída por su vejez, se alegró mucho cuando vio a Mirna, alegando que no la visitaba desde hace mucho.
»Pronto, Mirna se encontraba limpiando con un trapo viejo el dañado piso de madera y regó los árboles que se encontraban en la entrada de la casa después de ir al río por agua; también, Mirna se encargó de hervir más agua para el uso de la vieja mujer.
»Mirna se despidió de la anciana y la acompañamos en el camino de vuelta, donde la joven recibía miradas curiosas de parte de los pueblerinos.
»“No suelo salir mucho” admitió, “supongo que les llamó la atención el que ayudara a la señora Daila”.
»Todavía no anochecía, y Mirna se encontró con su hermano quien, al parecer, trabajaba cuidando el ganado de algunos de los pueblerinos, quienes le daban comida a cambio.
»“¿Qué haces fuera de casa, Mirna?” preguntó él, sorprendido por verla fuera de casa.
»“Fui a visitar a la señora Daila” le respondió ella sin más.
»Ambos comenzaron a andar juntos en el camino de vuelta a casa y fue ahí cuando nos fuimos muy contentas de cómo estaban resultando las cosas, pero al llegar a la montaña, Deu unos habló.»
—Bueno, eso todo por hoy.
Eileen hizo un puchero
—No me mires así. —Kalen guardó los pergaminos y puso el cofre en su lugar—. Duerme un poco.
—No quiero pasarme el día aquí.
—Solo será por hoy, princesa.
Kalen salió de la habitación, dejando a una frustrada Eileen a solas.
El día pasó sin mayor importancia.
A la mañana siguiente, Eileen fue junto con Kalen a las afueras del castillo para encontrarse a Sedrick, quien tenía arco en mano y cargaba flechas en una aljaba colocada en su espalda. Frente a él, había una diana firmemente colocada sobre la tierra y, a su lado, se encontraba Dagda.
—Princesa. —Sedrick le dio una leve reverencia, la cual Eileen devolvió, antes de dirigirse al joven druida y preguntar:
—Dagda, ¿qué haces aquí?
—Mi maestro me pidió que vigilara su desempeño en esta clase. Quiere saber si la pócima funcionó.
—Esperemos que sí, quiero que nuestro entrenamiento rinda frutos, princesa. —Sedrick parecía entusiasmado—. Kalen, tú eres su guardián, tú me ayudarás en su lección.
Kalen asintió ante lo dicho por su jefe.
—Por favor, princesa, tome el arco y las flechas —dijo Sedrick, mientras le tendía dichos objetos.
Eileen hizo caso a Sedrick y se colocó a varios metros frente a la diana, tomó una flecha y dejó el resto sobre la tierra al lado de ella.
—Muy bien, ahora, ponga su espalda recta… separe sus piernas, no mucho…
El hombre le instruyó sobre como posicionarse para hacer un buen lanzamiento.
—Esto es extraño —comentó Eileen, visiblemente incómoda.
—Con práctica, se acostumbrará. —Sedrick le una pequeña sonrisa—. Ahora, vea como lo hago y trate de imitarme.
El instructor, rápidamente, se puso en la posición adecuada y lanzó una flecha a la diana posicionada a unos metros frente a ellos, dando en el centro.
«Lo hace ver muy sencillo», pensó la princesa con admiración.
—Ahora usted.
—¡Tú puedes Eileen!
La princesa se giró hacia atrás para notar cómo Linnette iba con rapidez al lado de Kalen, quién le sonrió a modo de saludo. La chica la miraba con bastante fe, y eso causó que Eileen se sintiera un poco menos nerviosa.
La joven tomó una gran bocanada de aire antes de apuntar y disparar a la diana, pero apenas y logró llegar a una orilla.
—Nada mal para alguien que acaba de comenzar —aprobó Sedrick—. Intente de nuevo.
Eileen tomó otra flecha e hizo lo mismo, pero de nuevo, no pudo llegar a la diana.
—Esto es difícil —expresó ella con frustración— Y aún no entiendo porqué necesito estas lecciones. Ya intentamos antes el uso de la espada y no salió nada bien.
—Su padre me lo pidió, señorita—le explicó Sedrick—, nunca está de más tener mejores habilidades físicas. —El hombre alzó la mirada hacia el pelirrojo—. ¡Hazlo tú, Kalen! —ordenó con fuerza, para que el joven guardián pudiera escucharlo—. Observe bien, princesa.
El pelirrojo se acercó hacia donde estaba Eileen y tomó su lugar, agarrando con firmeza el arco de las manos de la chica, antes de recoger una flecha y disparar.
Eileen se quedó boquiabierta, Kalen había logrado dar cerca del centro.
—Vaya. —El pelirrojo sonrió a Eileen con presunción—. Esto parece muy sencillo.
Eileen se puso roja, ¿su guardián se burlaba de ella?
—Ahora es mi turno.
La chica se puso en posición, pero Sedrick la detuvo antes de que pudiera usar el arco.
—Alto princesa, necesitas levantar más tus codos —indicó él—. Kalen, por favor, toma sus brazos mientras ella dispara.
El pelirrojo se acercó a ella y se puso detrás de su espalda. Con firmeza, pero sin usar mucha fuerza, Kalen mantuvo los femeninos brazos en una posición adecuada.
—Debes intentar acostumbrarte a tener esta postura —le dijo él con voz suave, cerca de su oído. Eileen, no pudo evitar sentir un cosquilleo ante el contacto del aliento con su piel, por lo que dio un asentimiento de cabeza para hacer saber que lo escuchaba.
La princesa disparó y, si bien, no había logrado dar en el centro, al menos había logrado dar a la orilla con más firmeza.
—¡Bien! — le felicitó Kalen, sin apartarse de ella.
—¡Excelente, princesa!, ¡Kalen, sigue ayudándole por el resto de la lección! — Sedrick parecía emocionado por el poco avance que tenía en su primer día, mientras que Dagda miraba al guardia con una mezcla de diversión y confusión por tan inusual actitud en un hombre adulto.
—¿Siempre es así de enérgico? —preguntó Eileen en un susurro.
—Sí, le gusta motivar al resto —contestó Kalen, riendo un poco— Vamos. —Le animó, mientras recogía una flecha del suelo—. Hazlo de nuevo.
Durante un buen rato, se dedicaron a lanzar flechas sin parar. Eileen parecía estar determinada en ser mejor que Kalen y el pelirrojo parecía estar divirtiéndose con la frustración de la chica, mientras que Linnette simplemente los veía, entretenida, desde lejos.
—Este será su último lanzamiento…
—¡Eileen!
Una voz aguda y enérgica interrumpió a Sedrick, y Eileen se giró feliz hacia el llamado, notando que una hermosa joven, con piel oscura y bella cómo el ébano, iba corriendo hacia ella.
—¡Saira!
La joven se le acercaba con rapidez, y su negro y trenzado cabello a la medida que corría. Usaba un sencillo pero lindo vestido rojo que hacía juego con la piedra colgada alrededor de su cuello. Sus ojos oscuros cómo la noche brillaban de alegría en ese momento y su blanca sonrisa se asomó antes de abalanzarse sobre la princesa.
—¡Ah!, ¡te extrañé mucho! —exclamó la doncella, ignorando que acababa de sacarle el aire a su amiga.
—Yo también, Saira. Pero… no respiro —se quejó ahogadamente la rubia, causando que la otra riera.
—Recibí la carta de Linnette y decidí venir enseguida —dijo ella, antes de abrazar rápidamente a Kalen, quién se había alejado unos metros de ellas.
—Tan animada cómo siempre —le saludó el pelirrojo con una sonrisa.
—Bueno, nada se gana en esta vida con una mala actitud —dijo ella antes de que sus ojos se dirigieran a su favorita del grupo—. ¡Linnette!
Linnette rio feliz cuando la chica corrió hacia ella, abriendo sus brazos para recibirla con un fuerte abrazo.
—Antes de que me interrumpan de nuevo. —Sedrick parecía ofendido ante la falta de atención que la presencia de Saira supuso para la clase—. Princesa, lance una flecha por última vez.
—Entendido. —La rubia se colocó en posición, suspiró y disparó… con mucha fuerza—. ¡Oh no! —no podía creer que su último intento había sido el peor.
—No está mal para su primer día —le consoló Sedrick con una sonrisa comprensiva.
—A mi maestro le dará gusto saber de la clase de hoy —comentó el futuro druida con una sonrisa, dando una ligera reverencia hacia el grupo, la cual ellos devolvieron.
—Que los dioses te acompañen —dijo Sedrick, despidiéndose del hombre castaño.
El discípulo de druida se giró y se fue hacia su cabaña, situada detrás del castillo.
—Iré por la flecha —dijo Kalen segundos después, pero Eileen lo detuvo.
—Yo iré. —la doncella suspiró—. Tal vez así intente ser más cuidadosa la próxima vez.
La princesa trotó hacia la dirección en la que disparó. Tuvo que bajar una pendiente en donde terminaban los terrenos del castillo, antes de poder ver la flecha a lo lejos.
—¡Ahí estás! —exclamó felizmente al notarla a unos metros de ella, pero su alegría desapareció cuando vio a alguien recogerla—. ¡Disculpa!, ¡esa es mía!
Corrió hacia el desconocido y, al verlo de cerca, pudo notar que era un joven de su misma edad, con cabellos dorados y completamente rizados. El chico levantó la mirada y Eileen pudo ver con claridad sus ojos marrones que contrastaban con su blanca y pálida piel. Él tenía un mentón fuerte y nariz recta, dándole el aspecto de ser bastante maduro.
—Lo siento, princesa —le dijo el chico con una amable sonrisa, extendiendo su mano para devolverle la flecha.
—Gracias —dijo Eileen sin prestar mucha atención a las palabras del muchacho, e intentando localizar su rostro en su mente—. Nunca te había visto por aquí.
—No soy de aquí —le dijo el chico sin perder su sonrisa—, vivo en la región este, pero tuve que venir a petición de mi madre. Espero poder quedarme hasta la fiesta de su reino.
En tan solo unos días se celebrarían 26 años de la fundación del reino y 16 suyos. Era una fiesta enorme. Gracias a los pergaminos que había encontrado, la princesa se había olvidado por completo de esas fechas, y de otra muy importante para ella.
—¡Eileen! —La joven giró su cabeza para ver a Kalen, a Saira y a Linnette, quienes se acercaban a ella a paso veloz—. ¿Por qué tardas tanto?
—Lo siento, me encontré con un nuevo habitante del reino —respondió ella, con calma. El chico pelirrojo llegó a su lado y frunció el ceño al ver al rubio.
—Nunca te había visto, ¿cuál es tu nombre?
—Allen, hijo de Grefla. —El rubio dio una ligera reverencia.
—Kalen, hijo de Glen. —El pelirrojo correspondió al gesto.
Allen sonrió tímidamente, antes de dirigirse nuevamente a la princesa:
—No le quito más su tiempo.
Le dio una reverencia a Eileen, quién la devolvió, y se fue con lentitud.
—Parece ser un buen chico —comentó Saira, con dulzura en su voz. —Y es lindo también.
Linnette frunció el ceño ante esto.
—¿Tú crees?
—¿Tú no?, tiene bonito cabello.
—¿Qué hacía tan cerca de los terrenos del castillo? — cuestionó Kalen al aire, frunciendo levemente el ceño.
—Bueno, muchos caminan por aquí para dirigirse al Enyd—le recordó Eileen, confundida por la actitud de su amigo—, probablemente venía de allí.
El pelirrojo se relajó un poco.
—Eso tiene sentido.
—Oigan, ¿nos vamos? —sugirió Linnette—. No tenemos nada que hacer aquí.
Eileen sonrió de oreja a oreja.
—Tienes razón, no tenemos nada que hacer aquí, y yo tengo mucho que contar. —Los ojos de Eileen brillaban, desconcertando a las otras doncellas.
—¿De qué hablas? —Linnette no sabía cómo interpretar la evidente emoción de Eileen.
—Vayamos todos a mi habitación —dijo Eileen, risueña—, les contaré ahí.
Saira enseguida secundó la idea.
—¡Sí!, ¡tarde de chicas!— exclamó ella, causando que el pelirrojo la mirara con los ojos entrecerrados—. ¡Y Kalen!—añadió despreocupada.
Los cuatro jóvenes regresaron con Sedrick, se despidieron, y fueron dentro del castillo, donde ningún sirviente cuestionó la presencia de la carpintera, pues ella era una visitante frecuente desde que era pequeña.
En cuanto llegaron a la alcoba, Eileen tomó el cofre de su escritorio y se sentó en su pequeña silla, mientras que el resto se acomodaba en su cama. Saira se sintió cómo en su casa, pues enseguida se acostó boca abajo entre el pelirrojo y Linnette quienes, acostumbrados a su enérgico ser, no le reclamaron.
—Saira, Linnette, no van a creer esto. —La rubia miraba ansiosa a sus amigas, ganando una sonrisa por parte de Kalen y total desconcierto por parte de las doncellas.
—¿Qué cosa?— cuestionó la de ojos avellana.
Eileen, brevemente les explicó sobre cómo encontraron el cofre de madera. Claro que, el regaño de Linnette era de esperarse.
—¡Kalen!, ¡la dejé contigo para que le hicieras algo de compañía!, ¡no para que la sacaras del castillo! —exclamó, enojada.
El pelirrojo se encogió ante el reclamo.
—¡Estaba desanimada! —alegó—. Creí que salir esa noche le sentaría bien.
—¡Aun así!, ¡luego va a creer que puede escaparse con cualquier persona del castillo!
Eileen, claramente ofendida ante las palabras de su amiga, frunció el ceño, mientras que Saira comenzaba a reír fuertemente.
—¡Linnette!, ¡Eileen no tiene cinco años!, apenas y es dos años menor que tú.
—Gracias por tus sabias palabras, Saira. — La princesa alzó la barbilla para mostrar su indignación a lo dicho por Linnette—. En fin, dentro de este cofre hay pergaminos escritos por las diosas del reino.
La sonrisa de Saira se borró lentamente de su rostro para dar paso a una expresión de incredulidad y Linnette alzó una ceja. Probablemente ambas creían que Eileen se había vuelto loca.
—Dice la verdad —afirmó Kalen ante las expresiones de sus otras dos amigas—, escuchen…
El pelirrojo les contó a ambas sobre los animales que se encontraron en el Enyd. También, tomando el cofre de las manos de su amiga, les pasó las cartas que ya habían leído, para que pudieran verificar por si mismas el contenido de los pergaminos.
—No lo sé —dijo Linnette, después de leer la primera carta—, esta historia me parece difícil de leer.
—No quiero ser una aguafiestas, pero opinó lo mismo —confesó Saira, pasando sus ojos rápidamente sobre el pergamino que se hallaba en sus manos—. Además, ¿por qué estaría todo escrito en latín y no en nuestra lengua?, ¿no es esto algo que se le otorgaría solo a los druidas?
Eileen se sintió cómo un niño que no recibía una recompensa que sus padres le habían prometido. Claramente, estaba decepcionada por su nula reacción.
—Les juro que lo que decimos verdad. Además, ¿no creen que es demasiada coincidencia que hayamos visto a esos tres animales y que este texto hable sobre ellas transformándose precisamente en esas criaturas?
—Bueno… eso sí es un poco raro —admitió Linnette—, y no es cómo si solo uno de ustedes estuviera diciendo esto.
—Entonces… ¿se supone que ellas hablaron directamente con la antigua reina para, precisamente, hacer que gobernara Celtri? —cuestionó Saira, terminando de leer el último pergamino.
—Sí, se supone que ahora hablarán con Bile —respondió Eileen, todavía algo decaída. Kalen le dirigió una mirada triste ante esto—, quería comenzar a leer con ustedes el siguiente.
—Oh —Saira apoyó su cabeza entre sus manos con interés—, entonces comienza.
Eileen, algo vacilante, comenzó su lectura:
—«Haciendo el trabajo, por Erea.
»Después de haber conocido a nuestra elección de monarca, Deu se manifestó inesperadamente ante nosotras, sorprendiéndonos, pues creímos que no se comunicaría con nosotras hasta dentro de un largo tiempo.
»“¡¿Qué tienen en la cabeza?!” exclamó, furioso “¡No deben ser cercanos a los mortales!”
»Nosotras no esperábamos esa reacción. Enseguida, alegamos que el mostrarnos ante Mirna nos había ayudado mucho a progresar, pero eso no lo convenció.
» “Yo me estoy preparando para estar ante ellos y eso me tomará varias décadas humanas más. ¿Por qué entonces ustedes estarían listas para ello?”»
Kalen no pudo evitar hacer un comentario.
—¿A qué se refiere Bile con «estar ante ellos»?
—No lo sé, y dudo que sea algo que nos vayan a explicar —murmuró Eileen, y siguió—: «El silencio reinó en el lugar por un momento, pues no podíamos defendernos ante eso.
»”Solo queremos ganarnos su confianza” repliqué sin poder evitarlo “En sus creencias, nosotras debemos tener mayor contacto con ellos, si no lo tienen, hay riesgo de que vayan a una tribu dañina”.
»”Gánense su confianza, pero no convivan con ellos más de lo necesario.” nos dijo él “No quiero que sus corazones se corrompan cómo los corazones humanos. Sientan compasión por ellos, pero no sean cómo ellos”.
Linnette se llevó una mano al pecho, herida ante lo leído.
—¿Corrompidos?, ¿Bile cree que estamos corrompidos?, ¿en qué sentido?
Eileen no tenía respuestas a las palabras que acababa de leer.
—Eso no tiene sentido —dijo Saira con el ceño fruncido—, ¿qué hemos hecho que esté mal?
—No tengo idea —contestó Kalen, en un murmullo.
Eileen no supo que agregar, por lo que siguió leyendo.
—«Habiendo dicho esto, Deu se esfumó, dejándonos heladas en nuestro lugar.
»El nerviosismo que sentí ante su regaño pronto se convirtió en frustración. Deu, SOMOS NOVATAS, nuestro plan no es perfecto… ¡pero no es horrible!
—Es un buen punto —dijo Kalen, sobresaltando un poco a Eileen al romper tan tenso ambiente—, si él es el que sabe más, debería instruirlas mejor.
—Pero me imagino que Bile quiere que ellas sean capaces de resolver este problema, para que en el futuro puedan hacer mejor sus deberes sin ayuda —comentó Linnette, pensativa—. Desde ese punto de vista, puedo entender porque él hace lo que hace.
—«Nos sentimos algo decaídas por las palabras de Deu, y rato después, decidimos visitar a Mirna al día siguiente y seguir con el plan, pero diciéndole que no nos contactaríamos tan frecuentemente con ella, sino solo cuando nosotras lo viéramos necesario.
»Rato después, decidimos hacer que Mirna diera una propuesta, diciendo al pueblo que juntos comiencen a mejorar el lugar. Nosotras ayudaríamos a convencer a la gente usando nuestros dones. Yo con el don de la perseverancia podía hacer que Mirna no se cansara de insistir, mientras que Talis podía darle ideas a la gente sobre qué hacer con el pueblo
»A la mañana siguiente, nos dirigíamos a la casa de Mirna cuando nos dimos cuenta de un problema, gracias a Dana, quien preguntó: “¿Cuál será la propuesta que daremos?”
»Detuvimos el vuelo en seco. ¡No teníamos un plan! ¡DEU, ES POR ESTO QUE NO DEBES DEJAR SOLAS A UNAS NOVATAS!
»Talis se quedó pensativa un momento, antes de decidir por nosotras: construcción de mejores casas. Una idea simple pero útil.
»La diosa del arte, entonces, regresó a nuestro lugar para trabajar en unos diseños mientras que nosotras llegamos a la casa de Mirna justo cuando Galván salía del pequeño hogar.
»Las tres salimos a dar un paseo con Mirna, dejando la casa sola para poner en marcha nuestro plan.”
—Cielos. —Eileen no sabía que decir—. Al parecer las diosas tienen las cosas más difíciles de lo que creíamos.
—Lo cual no tiene mucho sentido —expresó Kalen—, son diosas.
—Bueno, pero… algo deben de tener para poder haber hecho a mi padre rey.
—Después de fracasar al intentar hacer a tu tía una reina. —comentó Saira sin pensar, aunque por la expresión de incomodidad de Eileen, enseguida se arrepintió.
Parecía que la fe que la princesa había adquirido hace poco se acababa de esfumar.
—Hay que seguir leyendo —dijo Eileen—. El pergamino— pidió a Kalen, quién seguía sosteniendo el cofre.
El pelirrojo le pasó el siguiente texto a leer.
— «Impresiones del primer soberano de Celtri, por Talis (agregado por Mave y Dana)».
—¿Eh? –Saira alzó una ceja ante lo leído—, ¿por qué Talis no querría que alguien lea esto?
—Ni idea. — dijo Linnette, poniendo en su rostro una expresión familiar a la de su amiga.
— «El actual rey no estaba contemplado para ocupar el cargo (nuestra primera opción fue su hermana).
»Nosotras no teníamos contacto directo con él y lo único relevante que sabíamos de él para nuestro plan era que vivía con Mirna.
»El día en que presentamos el plan de construir mejores viviendas junto con su hermana, fue también el día que lo conocí. Tras decidir el lugar apropiado para el discurso que presentaría Mirna, regresé a su casa. Mis dones vigilaban los rezos y peticiones de los humanos, pero no la localización de mis hermanas.
»No creí que ocultar mi presencia fuera necesario bajo ese techo, pues se suponía que solo Mirna y mis hermanas estarían ahí. Por desgracia (o fortuna)…» —Eileen entrecerró sus ojos intentando, en vano, leer lo tachado— «Galván regresó a su hogar después de mi llegada.
»Nos miramos, sorprendidos y sin mover un músculo, hasta que él preguntó: “¿Quién eres tú?”
»Una pregunta entendible y razonable. Si encuentras a una intrusa vestida muy elegantemente en tu hogar, obviamente demandarás respuestas.
»Respuestas que me eran imposibles dar.
»Mi gran elocuencia solo me alcanzó para preguntar: “¿Qué haces aquí?”
—Para ser la diosa de la sabiduría, no me parece muy brillante— comentó Kalen en modo de burla.
—Vamos, ¿es que acaso tu sabrías que hacer en una situación así?— cuestionó Saira al pelirrojo, quién no pudo contestar.
»Frunció el ceño, alzó una ceja y respondió:
» “Esta es MI casa, puedo venir cuando se me antoja, y sobre todo cuando olvido lo que almorzaré”.
»Bueno, ese era un buen punto.
»Preguntó, nuevamente, por mi identidad, a lo que yo contesté que era amiga de Mirna, pues fue lo primero que se me vino a la mente.
»“No sabía que ella tenía amigas” dijo. Su mirada y tono de voz eran los de alguien que no se cree nada de lo que le estás diciendo.
»También me preguntó por mi nombre, a lo que yo respondí que me llama Sofía, nombre que me pareció adecuado por su significado, pero claro, olvidé un pequeño detalle: ese era un nombre de una cultura diferente.
»El hombre no creía nada de lo que yo le decía. “¿Qué clase de ropa es esa?”, cuestionó, pues mi vestido no era nada sencillo.
»“La hice yo” respondí, y su siguiente comentario hirió mi orgullo:
»“Dudo mucho que hayas podido hacer los adornos de tu vestido”
»¡Maldita sea! No solo un mortal me estaba cuestionando sin parar, si no que no se tragaba ninguna de mis excusas y, probablemente, no me iba a dejar ir así cómo así.
»Mi primer instinto fue correr a la ventana e intentar salir por ahí. Pero todo fue muy rápido, en un segundo, él ya me había agarrado de la cintura y me apartaba de la salida. Era bastante fuerte, así que intenté razonar con él, gritando: “¡Soy amiga de Mirna!, ¡lo juro!”
»Consiguió cargarme en su hombro como a un costal de harina y decidí que lo mejor era dejar de forcejear. Después, me puso en el suelo y me exigió una explicación.
»Solté un suspiro e intenté crear una historia convencible en poco tiempo. Le dije que había conocido a Mirna en el pueblo y le ofrecí enseñarle a hacer ropa cómo la que traía puesta.
»Después de mi corta historia, se hizo un silencio algo incómodo en el cual el hombre decidía que hacer y en el que yo rogaba a Deu que él me creyera.
» “Fingiré por un momento que creo en lo que dices, solamente por tu vestido y esa tela que llevas en mano .Además, si tienes eso accesorios, dudo que tengas la necesidad de robar aquí”.
»Todo esto lo dijo con un tono fatigado, parecía estar bastante cansado.
»” Si lo que dices es cierto… bueno, al menos ella está logrando hacer algo de provecho”.
»Esas palabras no las esperaba. Galván debió haber notado mi confusión, pues prosiguió: “Ella no sabe hacer mucho, y yo nos he tenido que mantener durante bastante tiempo, pero no quiero obligarla a trabajar en algo que no es de su interés. Hemos tenido tempos difíciles”.
»Nos quedamos en silencio, el cual se rompió cuando Galván anunció que debía ir a su trabajo. Para mi sorpresa, me dijo que podía quedarme a esperar a Mirna.
»Estaba segura que si yo fuera una mortal, no dejaría a un desconocido andar por mi hogar como si nada. Pero tenía sentido, pues mi presencia, por su naturaleza, no emanaba algo que alerte a los mortales, sino al contrario, los relajaba un poco (probablemente debí recordar eso antes de intentar huir por la ventana).
»Le cuestioné porque me dejaba quedarme y esta fue su respuesta:
» “Pareces una dulce persona”.
»Dicho esto, salió del pequeño intento de casa, dejándome congelada en mi lugar, para después maldecir a mí misma, pues en esta cultura yo era la diosa de la sabiduría, y aun así había tenido la más extraña interacción del mundo a causa de mi torpeza.
»Unos momentos después recordé a mis compañeras y enfurecí, maldiciendo en voz alta. Me vi interrumpida cuando me topé a Dana y Mave en la entrada de la casa, ambas con miradas inquisitivas.
» “Dana quiso volver por si venías aquí” explicó Mave, mirándome con ojos brillantes.
»Nos fuimos del lugar, y no fue hasta tiempo después que comprendí la reacción de mi hermana».
—No… entendí eso último —comentó Kalen con una ceja alzada.
—Yo tampoco —admitió Eileen.
—Esto no aporta nada a la historia, quizás por eso Talis no quería agregarlo. —comentó Saira, causando que Eileen levantara la mirada hacia ella.
—¿Entonces sí me creen?
—Todavía tengo mis dudas —dijo esta vez Linnette, con total sinceridad—, pero por la historia de ustedes dos—la castaña la señalo a ella y a Kalen—, no parece tan descabellado.
Un rato después, Eileen, Kalen y Linnette despidieron a Saira.
—Mañana volveré —aseguró la chica de cabello negro azabache a la princesa en la entrada del castillo—. ¡Hay que recuperar el tiempo perdido!
Eileen rio ante la actitud de su amiga, pero aun así, no se pudo quitar ese mal sabor de boca que le había provocado el leer las cartas.
Descansaría de ellas el resto del día.
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Las diosas de Celtri
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2-Cuatro diosas
En cuanto llegaron al castillo, Kalen rápidamente acompañó a Eileen a su habitación.
—Recuerda levantarme al amanecer.
—Lo sé, no leas eso hoy—dijo Kalen con seriedad a la princesa—, tienes un sueño muy pesado y si no duermes ahora, no despertarás hasta mediodía.
Eileen miró con frustración a su amigo, sin poder refutar sus palabras, pues sabía que tenía razón.
Kalen se despidió y Eileen cerró la puerta, antes de ponerse su camisón.
La joven observó con intriga el cofre. Tenía figuras de madera finamente talladas cómo decoración: una flauta, un ave, y dos flechas entrecruzándose. Era muy linda, pero, ¿dónde esconderla?, Leonor siempre limpiaba con mucho cuidado su habitación y podría inspeccionarla si la encontraba.
Eileen miró su escritorio, donde tenía múltiples rollos de pergaminos, quizá podía hacer pasar el cofre como una forma de organizar los documentos que utilizaba a diario. Decidida, la princesa puso varios pergaminos suyos dentro y lo puso debajo de su escritorio. Si alguien lo encontraba, creerían que era su material de estudio.
La joven se recostó en su cama y, cómo siempre hacía, se giró para poder ver el pequeño retrato que estaba situado al lado de una vela en su mesita de noche.
Lo había pintado ella, cuando era pequeña. Su padre siempre le había dicho que era muy parecida a su madre, por lo que simplemente había plasmado como imaginaba sería ella al ser mayor. Se sintió tan satisfecha con su trabajo, que decidió ponerlo al lado de su cama.
Eileen no sabía si su madre realmente lucía así, sospechaba que no, pero eso no le impedía relatar su día todas las noches a la imagen del pequeño buró, como si de alguna manera, la mujer pudiera escucharla.
La princesa comenzó a hablar, en voz baja, relatando su día. Minutos después, dio un bostezo, notando que lo único diferente de esa noche a las demás, era que no podía escuchar a su padre tocar una bella melodía de flauta cómo siempre solía hacer. Probablemente el rey no tenía tiempo para la música debido a su pronto viaje.
Antes de siquiera describir su visita al Enyd, la princesa se quedó profundamente dormida.
Claro que, después de tan larga noche, al día siguiente Kalen no podía levantar a la princesa.
—Despierta —decía el joven, agitando a Eileen—, vas a llegar tarde a tu clase, y sabes lo estricto que Lugh puede ser.
—No importa —musitó, somnolienta, la princesa.
—Llevo demasiado tiempo intentando levantarte —expresó con frustración el pelirrojo—, no me hagas ir por el agua.
—No eres capaz —susurró la joven antes de dar un largo bostezo y reacomodarse en la cama.
Kalen alzó una ceja ante esto y se fue, solo para regresar minutos después con un balde de agua para derramarlo sobre la adolescente, quién se levantó de un salto.
—¡¿Qué demonios?! ¡Kalen, eres hombre muerto!
Estaba más que claro que Eileen estaba furiosa, pero eso poco le importo a Kalen.
—Princesa, es mi trabajo complacerla, pero también lo es el vigilar que cumpla con sus obligaciones —dijo él, en tono burlón y con una exagerada reverencia, para después enderezare y caminar hacia la salida—. Debes bajar rápido a desayunar.
Kalen se fue y Eileen, enfurruñada, se quitó su ropa húmeda y escogió de su armario un cómodo vestido gris para el día. La chica cepilló su húmedo cabello, se colocó su diadema, sus pulseras, un cuarzo morado y salió de la habitación.
Ella solamente utilizaba el comedor para comer con su padre o en ocasiones especiales, por lo que, al llegar, enseguida se giró a la derecha para ir a la cocina y desayunar junto con los sirvientes.
Eileen entró al pequeño lugar, el cual emanaba un delicioso aroma a pan recién horneado. Un par de cocineros la saludaron afectuosamente y ella devolvió el gesto.
Linnette ya se encontraba desayunando un poco de fruta y trozos de pan con mantequilla en la pequeña mesa del centro. Al notar su presencia, la castaña le sonrió.
Eileen se sentó al lado de su amiga y frente a Kalen, a quién le dirigió una mirada de molestia mientras este le servía alimento.
—No vuelvas a hacer eso —le ordenó con el ceño fruncido—, no fue gracioso.
—Para mí si lo fue, majestad —le dijo Kalen con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿De qué hablan? —cuestionó Linnette, antes de darle otro mordisco a su desayuno.
—Kalen pensó que sería buena idea lanzarme agua para despertarme esta mañana —explicó Eileen, notablemente irritada.
Linnette le dio una mirada de desaprobación al pelirrojo.
—No debiste hacer eso, Kalen.
—Linnette, la princesa, con todo respeto, tiene el sueño más pesado que un oso —se defendió él, cruzándose de brazos en su lugar.
—Da igual, esa no es forma de despertarla, además. —Linnette alzó una ceja hacia el pelirrojo—. Creí que ya no debías tratarla así al ser su guardia.
Eileen le sonrió con aire de suficiencia a Kalen, quién simplemente soltó un bufido. No podía luchar contra ello.
—Tienes que decidir Kalen, o me tratas cómo la dulce princesa que soy, o cómo siempre lo has hecho.
Eileen dijo todo esto acercando un plato de pan hacia ella, antes de escuchar una risotada de Kalen. La rubia frunció el ceño hacia el pecoso.
—¿Qué es tan gracioso?
—Que te describas a ti misma cómo una dulce princesa, princesa.
Eileen decidió ignorarlo y comer su desayuno. Una vez que terminó, se encaminó junto con Kalen a la escalinata de piedra.
El segundo piso se encontraba su alcoba, la del rey, y algunas habitaciones extras. Los siguiente dos pisos, estaban destinados a su estudio, al trabajo de los druidas del reino, al vate y al bardo.
Esa mañana, Eileen se dirigió junto con Kalen al cuarto piso, que constaba prácticamente de una gran habitación llena de documentos escritos en distintos idiomas cómo el griego, latín, armenio, y el dialecto de su reino y de los reinos cercanos. Este último, sin embargo, solo era utilizado por los druidas, pues creían que les permitía recibir conocimientos directos de los dioses.
Su profesor, el druida Lugh, se había asentado en Celtri un par de años antes de que su padre se convirtiera el rey. Él decía que había sido llamado por las tres diosas. Era un hombre mayor, alto, delgado, de barba y cabello canosos que contrastaban con sus celestiales ojos azules y que hacían resaltar su pálida piel. Su arrugado rostro y su alargada nariz aguileña hacían justicia a su estricta enseñanza y siempre vestía una túnica plateada con adornos del mismo color, lo que causaba que Eileen se preguntara si tenía otras ropas.
El hombre tenía un aprendiz: Dagda, hijo del bardo Kerman y hermano de la bardo Evelyn. Era un hombre de veintitantos años de edad con relucientes ojos azules, piel oliva y cabello castaño. Él siempre vestía una túnica similar a la de su maestro, solo que de color marrón. Su rostro era ligeramente cuadrado con una nariz recta y pobladas cejas que le hacían ver atractivo (o al menos eso comentaban algunas doncellas del reino).
—Buen día, princesa —saludó Lugh, dando él junto con Dagda una pequeña reverencia hacia la doncella.
Eileen devolvió el gesto antes de tomar asiento frente al escritorio y Kalen simplemente se quedó de pie en la puerta de entrada.
—Hoy hablaremos de los árboles y hierbas que crecen en nuestro reino y de la utilidad de ellos en nuestros ritos de curación —informó el viejo druida mientras tomaba asiento del otro lado del mueble y desenrollaba un largo pergamino con múltiples anotaciones.
Eileen se quejó para sus adentros. No es que fuera mala para aprender, al contrario, era una buena estudiante, pero la lección de ese día no era de su particular interés.
La joven estudió con el profesor hasta antes del mediodía. La posición del reluciente sol desde la ventana les avisó que era hora de terminar la lección, y Eileen se despidió de ambos druidas con una ligera reverencia antes de bajar las escaleras junto con su amigo de cabellos rojizos.
—Después de comer, acompáñame a mi habitación —le pidió ella, en voz baja—. Quiero leer lo que encontramos.
—¿No deberías estudiar la lección de hoy?
—Kalen, si leo más de hierbas me volveré loca —dijo Eileen con hartazgo—. ¿Me acompañarás o lo leeré sola?
—Te acompaño —aceptó Kalen—. Honestamente, también tengo algo de curiosidad por ello… alto. —Él paró en seco, y Eileen lo miró confundida—. ¿Deberíamos decirle a Linnette que lo lea con nosotros?
Eileen se mordió el labio, pensativa. Si bien, tenía un gran cariño a Linnette por ser una de sus dos mejores amigas, ella era más seria en lo que respecta a seguir las reglas, y probablemente no aprobaría el que se hubieran escabullido al Enyd de noche, pero no la princesa no se sentiría tranquila si la dejaba de lado.
—Depende de lo que contenga el cofre —decidió Eileen—, no quiero recibir un sermón por algo que tal vez no valga la pena.
Así, ambos adolescentes fueron a las cocinas, almorzaron rápidamente, y fueron a la alcoba de la joven. Eileen, enseguida, se dirigió a su escritorio y tomó el cofre entre sus manos.
—Ahora que recuerdo. —Eileen tomó asiento en su cama, antes de continuar hablando—: Ya no volvimos a ver a esos animales después de encontrar el hoyo en el árbol.
—Tienes razón —murmuró Kalen, sentándose junto a su amiga—, se comportaron de una manera bastante extraña.
—Especialmente el ave —le recordó Eileen a su sirviente—, ¿crees que tengan algo que ver con esto?
—Son solo animales —dijo Kalen, escéptico a la sugerencia de la princesa—, probablemente solo halló el hueco y quería hacer un nido ahí.
—Lo dudo —replicó la princesa—, jamás había visto a un pájaro actuar así.
—Bueno, no es como si fuera un ave común, jamás había visto a esa especie. Tampoco me había topado con gatos negros o perros tan pequeños
—Exacto, ¿qué hacían esos tres extraños animales en el Enyd?
—Princesa, seguramente simplemente quisieron dormir ahí, eso es todo.
Eileen hizo una mueca, en señal de desacuerdo a las palabras de su guardián, pero no quiso discutir más.
—Comencemos de una vez —sugirió ella—, la tapa no tiene ningún nombre —señaló.
Eileen abrió el pequeño cofre y vio cómo cada rollo de pergamino estaba enumerado. La chica buscó el primero y lo desenrolló, descubriendo un dibujo de cuatro figuras.
—¡Cuánto talento! —exclamó Kalen con admiración.
La ilustración representaba a cuatro mujeres, cada una con un nombre escrito con letras latinas encima de sus cabezas.
—¿Las diosas? —Eileen alzó una ceja al ver los nombres—. ¿Alguien las dibujó?
—Las diosas y alguien más —señaló Kalen, al ver la cuarta etiqueta.
En el dibujo, Talis tenía su cabello oscuro y rizado adornado con una bella diadema. Su pequeño rostro oliva tenía grandes ojos marrones y una curva nariz. Ella usaba un vestido corto de enfrente y con cola larga, de un elegante color turquesa.
Erea usaba un vestido largo rosa pálido con elegante encaje y un cuarzo rojo alrededor de su cuello. Su piel blanca contrastaba con su brillante cabello castaño, el cual, Eileen notó, tenía pequeños detalles rojizos.
Mave tenía la piel más morena de las cuatro; su largo vestido era completamente blanco y su cabello era corto, liso y completamente negro, cargaba un arco y flechas en su espalda. Su muñeca izquierda era adornada con varias pulseras plateadas.
La cuarta era desconocida para ellos, según la ilustración, su piel era clara, su cabello castaño y ondulado, y su vestido era completamente negro. Ella, al igual que Mave, también tenía un arco, flechas y pulseras plateadas, solo que estas últimas estaban en su muñeca derecha.
—¿«Dana»?, ¿quién se supone que es ella? —preguntó Eileen al aire, viendo la imagen de la última mujer y leyendo su aparente nombre.
—Ni idea.
Eileen, con cuidado, puso ese pergamino detrás del montón y desenrolló el siguiente.
—Los textos están escritos en latín. —Hizo saber ella—. Me extraña, ¿por qué alguien que habla de nuestras diosas usa una lengua que los romanos utilizan?
—Bueno, si estuvieran en nuestro dialecto, solo los druidas podrían entenderlo —le recordó Kalen, tamborileando los dedos sobre el borde de la cama, reflexionando sobre lo encontrado—. Supongo que, quien sea que lo escribió, esperaba que el texto llegara a más personas.
Eileen asintió a lo dicho por su amigo al hallar sentido a sus palabras para, después, comenzar a leer.
—«El reino de Celtri, por Talis, Erea, Mave y Dana» —murmuró, lo suficientemente alto para que Kalen pudiera escucharla.
—Suena como si ellas hubieran hecho esto —dijo el pelirrojo, mirando con confusión el pergamino—, pero eso es imposible.
Eileen siguió leyendo.
—«Este texto muestra la historia de este reino desde nuestro punto de vista, uno que solo unos pocos conocerán» —Eileen frunció el ceño ante esto, pero continuó leyendo—. «Hemos escrito esto para todos los futuros soberanos de Celtri, pero sobre todo para…» ¡¿Qué!?
Eileen se puso de pie de un salto, sin poder dar crédito a sus ojos.
—Princesa, ¿qué ocurre? —preguntó Kalen, levantándose y mirando con preocupado a la joven.
—«Pero sobre todo para el actual rey, Galván, quién merece saber con claridad los sucesos que lo llevaron al trono. Él, si gusta, podrá agregar su propia experiencia a estos textos, y así lo podrán hacer las futuras generaciones de reyes, quiénes necesitan comprender lo que podemos y no podemos hacer para ayudar a su reino».
Kalen abrió mucho los ojos, comprendiendo la sorpresa de Eileen.
—¿Esto quiere decir que su padre recibió este cofre directamente de las diosas?
—Tal parece. —Eileen releyó el último párrafo, incrédula—. ¿Por eso ocultó esto?, ¿solo pueden leer esto él y los futuros reyes? Si es así, ¿por qué no me lo ha mostrado?, ¿esto realmente será lo que dice ser?
—No tengo respuesta para tus preguntas. —Kalen hizo una mueca—. Todo eso se lo tendrás que preguntar al rey.
—Claro… después de terminar todo esto. —Decidida, Eileen volvió a sentarse—. Si mi padre se entera que descubrí estos pergaminos, no sé cómo reaccionaría, quiero decir, por algo estaban ocultos.
La joven comenzó a leer el siguiente pergamino en voz alta:
—«Como ya se sabe, hubo una vez, hace bastante tiempo, un dios que decidió crear la tierra todo lo que existe en ella.
»Este dios, tiene distintos nombres en todas las comunidades y ciudades de este mundo, incluso existe un pueblo que ni siquiera se atreve a pronunciar su nombre. Ustedes lo llaman Bile.
»De todos los seres que él creó, el ser humano, pensaba, era su mejor creación.
»Pero los humanos pronto mostraron su rebeldía. Su inteligencia no la usaban siempre para el bien; podían llegar a ser muy violentos, crédulos, y no ayudaba en nada el que se reprodujeran tan rápido. Él creyó que podría contenerlos y admirarlos desde lejos, pero se equivocó, pues los mortales comenzaron, a veces sin darse cuenta, a enaltecer a quién Bile tuvo que desprestigiar hace mucho tiempo.
»Bile no quiso destruir a los humanos, pues los amaba, y varios que siguieron guardando bondad en su corazón.
»Decidió, entonces, crear ayudantes que se encargarían de guiar y proteger a todos los pueblos, mientras que él trabaja en la manera de unirlos a todos.
»A estos seres, les dio características humanas, y, ellos lograron sentir empatía por los humanos, y aprendieron a expresar sus emociones cómo mortales, sin perder su papel de servidores.
»Nuestra existencia ha sido revelada a los humanos de distintas maneras. En su caso, Bile nos dio a tres la tarea de protegerlos y formar el reino de Celtri, apoyándonos en los dones de otros en caso de ser necesario.
»Él nos dio este trabajo junto con otra hermana: Dana, con el don de la ruptura. Ella debe trabajar junto con Mave, pero su tarea consiste en separar las relaciones de las personas, y los humanos jamás aceptarían un don así, por lo que su existir jamás se ha revelado. Su nombre fue elegido por Bile».
—Así que, ¿en realidad hay cuatro diosas que cuidan Celtri?
—La verdad, no le encuentro sentido a eso —admitió Eileen con una mueca—, ¿por qué separar a la gente?
Al no recibir comentario por parte de Kalen, Eileen tomó el siguiente pergamino.
—«Primer trabajo, por Erea».
—¿Cada una relatará algo?
—Eso parece —dijo Eileen, antes de mirar mal a su amigo—. No me interrumpas —le regañó, antes de continuar:
—«En cuanto se nos fue asignado este lugar para trabajar, nos entusiasmamos mucho. Deu, o como ustedes los mortales de este reino le conocen, Bile, nos dijo que debíamos solucionar la falta de organización de la región y vigilarla.
»Mi compañera Dana preguntó a Deu cómo haríamos tal cosa. Una pregunta coherente, tomando en cuenta que nunca habíamos tenido un trabajo así.
»Deu simplemente dijo: “Ustedes solucionaran eso, confío en ustedes”. Es decir, una respuesta INUTIL.
»Él nos dijo que quería darnos algo de autonomía en nuestra tarea, para que supiéramos aprovechar nuestros dones, y yo podía entender eso… ¡Pero mínimo quería que nos explicara que hacer!
»Mave, expresó todo lo que yo estaba pensando, diciéndole a Deu que, al ser él el más experimentado en esto, debía orientarnos más. Sin embargo, Deu solo dijo lo siguiente:
» “No las voy a abandonar, Mave. Si cometen algún error o hacen algo que no me parezca adecuado, las corregiré. Ahora, comiencen, este pueblo necesita una organización desde hace mucho tiempo, y recuerden, lo más importante es evitar que hagan prácticas oscuras. No quiero que esta gente se separe más de mí”.
»Y con esas palabras, Deu guardó silencio. Así sin más. ERA NUESTRO PRIMER DIA, YA ESTABAMOS ATRASADAS Y EL SE QUEDÓ SIN DECIR NADA MÁS».
Ambos jóvenes estaban extrañados ante la forma de expresarse de Erea.
—Ella parece ser algo… explosiva —comentó Eileen con sorpresa—. No me lo esperaba.
—Yo tampoco, ¿qué no es la diosa de la paciencia?
—«Talis, con el don de la sabiduría, comenzó a darnos ideas para comenzar a organizar el lugar, como era de esperarse. Ella sugirió que pensáramos en como podíamos utilizar nuestros dones para usarlos efectivamente en esta situación.
»Pero primero que todo, necesitábamos que el lugar tuviera un buen sistema de gobierno.
»Después de un rato de discusión, decidimos implementar una monarquía, entonces propusimos buscar a alguien que tuviera cuatro cualidades para ser un buen monarca: Liderazgo, humildad, paciencia e inteligencia.
»Y solo digamos que… nos equivocamos de persona.»
—¿Hablan de tu tía?
—Probablemente.
Algo que todo el pueblo sabía, era que la hermana del rey, Mirna, había sido elegida por el pueblo como reina, pero todo eso cambio debido a unas malas decisiones que había tomado. Fue reemplazada por Galván y ella se fue del reino.
—Solo lo sabremos si seguimos leyendo —dijo Eileen, pero antes de poder pasar al siguiente pergamino, alguien tocó la puerta.
Eileen y Kalen se miraron por un momento, antes de guardar rápidamente todas las cartas en el cofre, incluyendo los pergaminos extras que había añadido la princesa para esconder los textos de las diosas.
La joven puso el cofre en su lugar mientras Kalen abría la puerta. Eileen enseguida reconoció los cabellos rojos y rizados de quien la visitaba.
—¡Madre! —exclamó el joven como saludo.
—Hijo, sé que les encanta pasar tiempo juntos, pero debes dejar a la princesa estudiar —le regañó suavemente la mujer—. Ayuda a otros con sus deberes, debo preparar el baño de Eileen y después limpiar su habitación.
Kalen asintió y vio cómo su madre se dirigía al cuarto de baño. El guardián se acercó a la doncella y le habló en un susurro.
—Creo que tendremos que continuar leyendo en otro momento.
—Lo sé, no te preocupes, podemos continuar al anochecer —le dijo ella, a lo que Kalen parpadeó, confundido.
—¿Quieres leerlo todo conmigo?
—¡Claro!, ya comenzamos a leer juntos, sería injusto que yo me adelantase.
Kalen simplemente asintió a lo dicho por la princesa y salió de la habitación, con una pequeña sonrisa en el rostro.
Eileen suspiró y se sentó en su escritorio. Sin entusiasmo, sacó sus anotaciones sobre la lección que había tenido.
—Las lecciones sobre la fauna del lugar eran más entretenidas que esto —masculló con frustración.
Estudió un breve periodo de tiempo, intentando, para hacer todo más divertido, dibujar los tipos de árboles y hierbas de los que hablaba el texto.
—Listo, Eileen.
La voz de Leonor causó que la princesa se sobresaltara, pero enseguida recobró la compostura y se dirigió al cuarto de baño. La princesa, al entrar en el pequeño lugar, pudo percibir una agradable esencia.
—Ayer también había un olor extraño en el agua, ¿qué es?
—¿Lo notaste? —Leonor le sonrió—. Añadí al agua una esencia de flores que encontré, ¿te gusta?
—Me encanta.
Eileen se desvistió y se metió en la bañera, recibiendo gustosa la sensación relajante que producía el agua caliente; Leonor se sentó cerca de ella y lavó su cabello tarareando una dulce melodía.
—¿De dónde conoces esa música? —cuestionó la rubia.
—Oh, la escuché cuando era más joven, en mi antigua comunidad al norte —respondió Leonor con simpleza.
—Ah, ¿te gustaba mucho vivir ahí?
—Sí, pero la vida es más fácil aquí —respondió la mujer antes de tararear de nuevo.
—¿Segura?, creo que molesto mucho con los baños diarios —dijo con timidez la rubia, pues era bastante extraño que una persona quisiera lavar su cuerpo tan seguido. Sin embargo, desde pequeña, a la rubia le había fascinado el agua cuando su padre la había llevado al río, y desde entonces el rey pidió que le prepararan una bañera a diario.
—Ah, no hay problema— dijo Leonor con una pequeña risa—, lavar tu cabello me calma.
—Oh, pero puedo hacerlo sola —dijo la rubia. Si bien, amaba la compañía de Leonor, a veces quería tener algo de tiempo a solas—. ¿Te parece si me dejas aquí un rato?
—Como gustes, preciosa.
Leonor sin más, se levantó y se fue del cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de ella.
Eileen simplemente cerró sus ojos, inhalando fuertemente ante el aroma de flores que la pelirroja había preparado para ella. Era un buen lugar para relajarse, y por un momento sintió pesar al no poder leer los pergaminos encontrados cerca de la bañera, pues en ese momento creía ser capaz de imaginar vívidamente todo lo que había leído hasta ese día
En cuanto el agua comenzó a enfriarse, la princesa salió de la bañera y secó su cuerpo con una suave toalla, antes de colocarse el mismo vestido que había usado durante el día.
Llegó el anochecer y, cómo el rey no se encontraba, la princesa cenó junto con Kalen y Linnette, quién se encontraba escribiendo una carta con su bella caligrafía.
—¿A quién escribes? —preguntó la princesa, mirando sobre el hombro de la castaña para después sonreír. ¡El latín de su amiga había mejorado mucho!
—A Saira —respondió la doncella con una tímida sonrisa—, dijiste que hace mucho no la veíamos, y pensé que cómo no puedes salir, no hay nada de malo en que ella venga a visitarnos, ¿cierto?
Eileen abrazó con entusiasmo a la mayor.
—¡Esa es una gran idea! —exclamó contenta—. Oh, lo bueno es que vive en el centro del reino, recibirá la carta pronto. Le agradará saber del avance que tuviste en el latín que te enseñó.
Linnette se sonrojó levemente— Sí, bueno, iré a enviarla — La castaña se levantó de su asiento y se despidió con una pequeña reverencia de ambos.
En cuanto salió de la habitación, la rubia se giró hacia Kalen.
—Si los pergaminos resultan ser verdaderos, tendremos que decirle todo a Linnette —dijo decidida la princesa, a lo que Kalen se angustió.
—No lo sé, se supone que solo los miembros de tu familia pueden leerla.
—Bueno, no es que yo tenga tanta familia que digamos, ¿cierto? —Sonrió—. Además, leer esto será mucho más divertido con ustedes.
Kalen sonrió con ternura ante las palabras de Eileen.
—De acuerdo. Cómo tú digas, princesa.
Ambos terminaron su cena y enseguida subieron a la habitación de la rubia, quien tomó la caja de su escritorio.
—Solo leeremos un pergamino —le dijo Kalen, decidido—, no quiero que mañana sea tan difícil despertarte cómo lo fue hoy.
Eileen hizo una mueca.
—Bien. —No discutiría, ella estaba muy consciente de su sueño pesado—. Solo un pergamino.
La doncella tomó asiento en el borde de su cama, con el pelirrojo a su lado, y Eileen comenzó a leer en voz alta:
—«Buscando al líder, por Dana.
»Nosotras teníamos la responsabilidad de buscar al monarca perfecto para la gente de lo que hoy es Celtri, pero el hacerlo con nuestra forma común no resultaba tan emocionante, así que adoptamos nuestra forma animal para hacerlo divertido».
—¿Forma animal? —Kalen alzó una ceja ante lo leído—. No estoy muy familiarizado con las diosas, ¿pueden transformarse?
Eileen leyó la respuesta:
—«Sí, podemos transformarnos y sí, buscamos cualquier oportunidad para hacerlo».
—Si no supiera que son diosas, diría que quienes escriben esto son unas niñas —comentó Kalen, frunciendo el ceño—, no creí que su actitud fuera así.
—Creo que exageras, todos necesitamos un poco de diversión en nuestra vida. —Eileen se encogió de hombros, restándole importancia al asunto—. Supongo que las diosas no son una excepción. —Continuó—: «Erea, se transformó en un ave de color verde con un poco de rojo en su cabeza y su rostro, parecía una pequeña y tierna sandía.»
Eileen dejó de hablar, se había quedado mirando fijamente el pergamino, con la boca entreabierta.
—¿Eileen?, ¿todo bien?
—Escucha esto —dijo la chica, con sus ojos brillando y con una sonrisa de oreja a oreja, antes de seguir con la lectura—: «Mave era un pequeño gato negro y yo, como su opuesto, era un perro blanco. Talis se transformó en un pequeño dragón de color azul cobalto con turquesa, por lo que tenía que volar rápidamente para que la gente la confundiera con una especie extraña de ave (todavía puedo recordar la discusión entre Bile y Talis sobre su forma animal no real).
Eileen y Kalen permanecieron un momento en silencio, antes de comenzar a balbucear, en shock por lo leído.
—¡Eran ellas!
—¡No puedo creerlo!
—¡Por eso nos mostraron el cofre!
—Al menos Erea lo hizo, creo que Dana no quería que encontráramos esto. —Kalen frunció sus labios—. Perseguía mucho a Erea y a Mave.
—Y Talis no apareció porque su forma no puede ser mostrada —murmuró Eileen, emocionada por lo descubierto—, ¡todo concuerda!, ¡esta fue su forma de responder a mi rezo!
Kalen no dijo nada más, simplemente se sentó, conmocionado por la información.
—¡Debemos volver hoy! —exclamó Eileen, decidida—, ¿qué dices?
Kalen asintió lentamente, llamando la atención de la princesa.
—¿Estás bien?
—Sí, solo que…—Kalen parecía buscar en su mente las palabras adecuadas para expresar lo que sentía—. Nunca he sido fiel a los dioses, siempre me han parecido demasiado… falsos, no sé, demasiada magia, y no ayudaba el que las creencias de aquí sean diferentes a las primeras que conocí. Los pergaminos solo me parecían interesantes, pero leyendo esto… —Kalen dio un pequeño suspiro—. Creo que tengo mucho que pensar.
Eileen se sentó a su lado, y puso una mano en el hombro de su amigo— Oye sé que fue difícil en el pasado pero, creo que esto prueba que puedes confiar en ellas.
Kalen asintió a sus palabras, todavía algo perdido en sus pensamientos, por lo que Eileen se recargó en su hombro, creyendo que un poco de cercanía le ayudaría. El pelirrojo se relajó considerablemente, y ella siguió leyendo la carta.
— «El estar en esta forma animal me hizo darme cuenta que muchas personas no eran muy amables con los animales que digamos, los adultos que me perseguían con sus utensilios eran automáticamente descalificados.
»Una conversación captó mi atención: Un hombre joven y una adolescente discutían dentro de su hogar, que parecía una cabaña.
»“Hermano, ¿por qué no entiendes? este lugar es horrible. Es aburrido, es pobre… quiero irme de aquí” decía la chica, con buenas razones.
»Su hermano le respondió: “Tú debes entender que no puedes irte así como así, yo soy el mayor, yo soy el que pone las reglas y yo soy el que decide cuando nos vamos”.
»Vi a lo lejos a Talis, quien miraba por una ventana de la pequeña casa, por lo que me acerqué a ella y ambas escuchamos con atención.
» “¡Este lugar nunca prosperará!, ¡no sabes cómo desearía que todo fuera diferente!” gritaba la chica. Ni Talis ni yo habíamos escuchado a alguien del pueblo expresarse así de su hogar, todos parecían resignados a tener esa vida por el resto de sus días, excepto ella.
»Creímos que habíamos encontrado a nuestra reina».
—Creo que sí habla de mi tía—comentó Eileen, pensativa—. Y si hablan de mi tía, tal vez también hablen de mi madre —la esperanza al decir esto era evidente en su rostro.
—Tal vez. —Kalen le dio una ligera sonrisa—. ¿No sabes mucho de ella, cierto?
—No sé nada de ella —admitió Eileen, con tristeza en su voz—, mi padre no tiene nada que haya sido de su propiedad.
Kalen hizo una mueca ante las palabras de su amiga, antes de levantarse. Su rostro mostraba pura determinación.
—Bueno, supongo que pronto la conoceremos. Ahora, ¿quieres volver al Enyd?
Tal parecía que la preocupación del guardián por la poca habilidad de la princesa de levantarse por las mañanas se había esfumado, y Eileen no tenía planes de recordárselo.
—¡Claro que sí!, ¡vamos!
Ambos, como la noche anterior, se escabulleron y fueron rápidamente al corazón del reino. La noche de primavera era fresca y, para su suerte, nadie caminaba por los terrenos en ese momento, pues sus pasos eran demasiado rápidos y ruidosos cómo para pasar desapercibidos.
Llegaron al Enyd, y Eileen no perdió el tiempo
—¡Diosas!, ¡salgan!, ¡ya sabemos que ustedes nos dirigieron a las cartas! —vociferó, mirando hacia las ramas situadas sobre su cabeza y causando que Kalen volteara a su alrededor, paranoico por la posibilidad de que alguien los escuchara.
No hubo respuesta alguna, ni señal de vida, causando frustración en ambos jóvenes.
—¿Es que acaso actuarán como si nada? —preguntó Kalen al aire.
De nuevo, no hubo respuesta.
—Ya las vimos con su forma animal —insistió Eileen, con desánimo—, ¿por qué no contestan?
—¡Oye!
Eileen volteó a ver a su amigo, notando que un pequeño ave se había posado sobre su cabeza.
—¿Erea? —La princesa se dirigió al pájaro, recibiendo un silbido cómo respuesta—. ¿No puedes hablar directamente con nosotros?
La diosa dio dos silbidos.
—¿Eso es un no? —Un silbido—. ¿Por qué?
El pájaro permaneció en silencio y los dos amigos se miraron, confundidos y levemente decepcionados.
—Erea, tú nos mostraste el escondite del cofre, ¿no? —Ante la pregunta de Eileen, el ave dio un silbido—. ¿Entonces quieres que lea todo lo que hay ahí?
Otro silbido, más alegre, fue la respuesta del ave, antes de volar hacia la cima del Enyd.
Hubo un momento de silencio, en donde ninguno de los dos jóvenes dijo nada.
—Sospecho que no serán directas con nosotras.
—Supongo. —Eileen hizo una mueca—. Vámonos, Kalen.
Eileen comenzó a caminar, pero solo dio un par de pasos antes de notar que su amigo no la seguía. Se giró y notó que el joven guardián miraba pensativo el árbol, antes de arrodillarse frente a él.
La princesa guardó silencio, para no interrumpir la oración del guardián, sintiendo la extraña sensación de necesitar una flauta para acompañar los pensamientos ajenos. Le era extraño ver a alguien frente al árbol sin bailar o dedicar algún canto hacia las diosas.
Un momento después, el pelirrojo se puso de pie, y se giró hacia la princesa.
—¿Todo en orden? —cuestionó ella, con la preocupación evidente en sus ojos.
— Sí —respondió él con voz suave—. Vamos, Eileen.
Los dos se encaminaron hacia el castillo, ignorando que una mujer vestida de rosado y otra vestida de blanco los miraban con curiosidad.
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Cielo de luz
Ella asomó primero su cabeza, asegurándose que no hubiera ninguna persona desconocida en el pequeño jardín, antes de salir bajo la bella noche con dos mantas bajos sus brazos mientras que con sus manos sostenía con cuidado su bebida caliente.
La mujer dejó cuidadosamente su taza en el suelo para y extendió una manta en el corto pasto, para después, cubrirse con la otra, dando un ligero suspiro de alivio al verse confortada por la calidez que la tela le brindaba.
Tomó la taza nuevamente y bebió, lentamente, el cálido chocolate a la vez que mantenía su mirada en el despejado cielo.
La pequeña cabaña que había rentado junto con sus padres no estaba muy lejos de la ciudad, pero aun así, la noche en ese lugar era mucho más hermosa cualquiera que hubiera visto desde su pequeña casa.
El cielo no era totalmente oscuro, una gran cantidad de estrellas llenaban el gran espacio que era el cielo. La luna, si bien estaba en su fase menguante, no perdía su belleza por la cantidad de luces que la rodeaban, al contrario, parecía que todas estas existían para realzar su apariencia.
Una corriente de aire causó que se estremeciera ligeramente y que se abrazará más a sí misma con la manta, que en ese momento parecía ser más delgada de lo que ella creyó conveniente. La chica dio un sorbo a su bebida para recuperar un poco de calor, mientras que el viento soplaba nuevamente, sin embargo, esta vez pudo prestar más atención a la tranquilidad que producía el sonido del movimiento de las hojas de los árboles.
Terminó el contenido de su taza y la dejó a un lado para después recostarse completamente, permitiendo que su cuello descansara sin dejar de ver la iluminada oscuridad.
Dejó escapar un suspiro de dicha a la vez que sonreía levemente. Todo era silencio y no había nada que la pudiera molestar. En ese momento solo existían la luna, las estrellas, los árboles y ella.
Ladeó la cabeza, metida en sus pensamientos. ¿Alguien estaba viendo las mismas estrellas que ella?, ¿el mismo cielo?, ¿veía su misma belleza?, ¿la notaba diferente?, ¿el dulce manto le hacía tan feliz cómo a ella?, ¿o le ponía triste?, ¿nostálgico, tal vez?
Las risas de sus padres a lo lejos en la cabaña la sacaron de su ensimismamiento, pero la hicieron sonreír todavía más, su vida estaba llena de afecto y calidez, a pesar de los asuntos que a veces se pudieran presentar.
Ella cerró los ojos un momento, era inútil darle más pensamiento a las malas ideas y a los malos ratos, justamente esa había sido el propósito de su pequeño viaje: distraerse.
Claro que, mientras más pensaba en querer un olvidar un asunto, más lo recordaba, paradoja que siempre lograba exasperar a la joven, quién simplemente volvió a abrir sus ojos para contemplar las estrellas nuevamente.
Sonrió. Si existía algo tan hermoso cómo eran las estrellas, que podían causar miles de sensaciones en su ser, entonces cada momento de su vida valdría siempre la pena.
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youtube
Esta, esta es mi pieza de piano favorita, y creo que jamás me cansaré de escucharla.
Es lo mejor que se puede escuchar cuando uno esta molesto o estresado por algo.
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Un poco de polvo
Por Isari SC
Dio un gran suspiro al ver el gran trabajo que tenía frente a ella. Bueno, al menos pudo conseguir un buen lugar.
La chica, con la escoba en sus manos, no pudo evitar temblar levemente.
En tan solo una semana ese sería su hogar, viviría sola por primera vez en mucho tiempo.
Pero primero, tenía que deshacerse de todo el polvo y mugre que poblaba el lugar. Honestamente, no se sorprendería si descubría cucarachas o incluso ratas; pero la pequeña casa era la única que estaba disponible, entraba dentro de su presupuesto, y estaba en una zona segura de la ciudad.
Así que, sin más, decidió comenzar con una buena barrida… solo para detenerse.
La frunció el ceño mientras sacaba su celular, si tenía que hacer una tarea, al menos oven a disfrutaría todo lo que podía y a su manera.
Subió todo el volumen del celular y puso una canción al azar.
La música era alegre, movida, le daban a uno ganas de bailar, y eso fue lo que ella comenzó a hacer.
A pesar de seguir barriendo, sincronizaba los movimientos de sus brazos y piernas al ritmo de la música. Pronto, también movía ligeramente la cadera mientras tarareaba.
Parecía que no habían limpiado la casa en años, pues la cantidad de polvo que quedaba en el aire al intentar quitarlo, la obligó a cubrirse la boca y la nariz con uno de los trapos que había comprado.
La música cambiaba, y ella parecía ser capaz de acoparse a cualquier tono y ritmo que apareciera. No importaba si era una canción melancólica o para bailar en una discoteca, ella cantó a todo volumen las piezas que tenía memorizadas, y las que no, también, pues un ligero cambio de palabras no dañaba a nadie.
Tomó algo de tiempo, pero al fin la sala de estar estaba libre de polvo.
Ahora solo le faltaba barrer la cocina, las escaleras, el segundo piso…
Se permitió tomar un descanso, sentándose en el suelo con la espalda recargada en una de las paredes, no detuvo la música, no había necesidad.
Giró levemente su cabeza para ver un poco el paisaje que le ofrecía su hogar. No parecía ser mucho, simplemente se vislumbraban las casas frente a la suya y uno que otro auto pasando, y el hecho de que el vidrio estuviera sucio no hacía la vista más encantadora.
Sin embargo, ella sonrió.
Se encontraba en otro lugar, comenzando una vida que solo iba a ser suya, tal vez monótona, tal vez no, podía ser fácil o, lo que era más probable, muy complicada, al menos al principio.
Pero era suya.
Dio un leve suspiro antes de tomar nuevamente su escoba y ponerse de pie, limpiar un poco de polvo no era ninguna molestia cuando sabía que lo mejor llegaría en una semana.
Además, no era como si tuviera que limpiar toda la casa ese día, se tomaría su tiempo, poco a poco. Prefería asegurarse que todo estuviera en perfectas condiciones que dejar todo mal hecho por una prisa innecesaria.
Comenzó de nuevo, con una nueva canción, poco a poco.
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Acabo de actualizar la historia en la cual he trabajado durante la cuarentena. Si gustan leerla, ya sea por aburrimiento, para distraerse del mundo un rato, o simplemente por mera curiosidad, ¡espero que sea de su agrado!
“Las diosas de celtri”
En el reino de Celtri, se adora por sobre todo a tres diosas. Eileen, la princesa del lugar, encuentra unas antiguas cartas dirigidas a futuros soberanos y descubre que las diosas no son cómo siempre creyó.
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