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Poema XXX de «Aguas del Leteo».

¿Cuántas veces se nos han volado los sueños? A veces, como estrellas, nos ciegan y nos ilusionan hasta el punto de quemarnos los dedos, para luego, sin dar explicaciones, fugarse muy, muy lejos. Al final, solo nos queda un retrato de esos sueños, bolas de fuego que ciegan la cámara y emborronan la imagen. ¿Qué hacer entonces con todos esos pedazos? Formar un álbum de tal vez o de quizás, posibilidades rotas sumergidas en los charcos oscuros del pasado. 

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Casi las doce en punto. Casi en el blanco. Casi. Una vida plagada de constantes y excesivos casis. Un ave que observa desde lo alto, inexpresiva, el tropiezo ajeno y torpe que se camufla con el ritmo del corazón: casi –bum–, por casi –¡bum!–, ¡uy, por qué casi! –¡bum, bum!–.

Pareciera que la vida pida tregua a su amante oscura solo por el casi, generador de frustración, pero también de anhelos nuevos. Los dientes se sierran a sí mismos, los puños se consumen en su eje propio, pero se sigue esperando la oportunidad perfecta para acertar en la diana: las doce en punto, la campana que redobla, la paloma muerta ensangrentada a los pies de una farola. Ya felices, no casi felices; ya dichosos, no casi afortunados; ya plenos, no casi un pedazo de carne que convulsiona a cado latigazo de ilusión.

Pero no hoy. Hoy, por casi logro atrapar la dicha entre las manos, se ha sacudido el tiempo a menos cinco y ha seguido muda la campana, acumulando el polvo de mi vida. Pies que huyen de ojos animales; huellas que se alejan de una muerte insatisfecha.

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Poema XXXI de «Aguas del Leteo».

Con esta pieza se recrea esa amarga sensación de alienación que, en ocasiones, nos embarga. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez?

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Casi las doce en punto. Casi en el blanco. Casi. Una vida plagada de constantes y excesivos casis. Un ave que observa desde lo alto, inexpresiva, el tropiezo ajeno y torpe que se camufla con el ritmo del corazón: casi –bum–, por casi –¡bum!–, ¡uy, por qué casi! –¡bum, bum!–.

Pareciera que la vida pida tregua a su amante oscura solo por el casi, generador de frustración, pero también de anhelos nuevos. Los dientes se sierran a sí mismos, los puños se consumen en su eje propio, pero se sigue esperando la oportunidad perfecta para acertar en la diana: las doce en punto, la campana que redobla, la paloma muerta ensangrentada a los pies de una farola. Ya felices, no casi felices; ya dichosos, no casi afortunados; ya plenos, no casi un pedazo de carne que convulsiona a cado latigazo de ilusión.

Pero no hoy. Hoy, por casi logro atrapar la dicha entre las manos, se ha sacudido el tiempo a menos cinco y ha seguido muda la campana, acumulando el polvo de mi vida. Pies que huyen de ojos animales; huellas que se alejan de una muerte insatisfecha.

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Poema XXXI de «Aguas del Leteo».

Con esta pieza se recrea esa amarga sensación de alienación que, en ocasiones, nos embarga. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez?

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Poema XXXI de «Aguas del Leteo».

Con esta pieza se recrea esa amarga sensación de alienación que, en ocasiones, nos embarga. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez?

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Poema XXX de «Aguas del Leteo».

¿Cuántas veces se nos han volado los sueños? A veces, como estrellas, nos ciegan y nos ilusionan hasta el punto de quemarnos los dedos, para luego, sin dar explicaciones, fugarse muy, muy lejos. Al final, solo nos queda un retrato de esos sueños, bolas de fuego que ciegan la cámara y emborronan la imagen. ¿Qué hacer entonces con todos esos pedazos? Formar un álbum de tal vez o de quizás, posibilidades rotas sumergidas en los charcos oscuros del pasado. 

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Poema VII de «Aguas del Leteo».

¡Feliz cumpleaños, Fede! Espero que, allá donde estés, te lleguen también algunas de mis estrellas a clavársete en alma y a acompañarte por siempre.

Gracias por tus versos, por tu amistad y por existir. De aquí a la muerte y viceversa.

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Quién me iba a mí a decir, años atrás, que podría llegar a celebrar el Día del Libro con un retoño publicado... Puedo visualizar perfectamente a la Alba del pasado habiendo asimilado la imposibilidad de llegar a cumplir un sueño, en apariencia tan inalcanzable, como la publicación. No obstante, ¡aquí estamos! «Aguas del Leteo» (Cuadranta, 2021) es una realidad. Este poemario, nacido de las aguas más profundas, ha logrado llegar a la superficie y ser acogido por mucha más gente de la que nunca imaginé.

El camino, por descontado, no ha sido fácil, pero tampoco tan escabroso como imaginé. Por eso, sea quien sea que me esté leyendo, animo a todos a perseguir sus ilusiones y, aún más, a disfrutar del camino que hay que recorrer para alcanzarlas. Al contrario de lo que pueda parecer, no tengo pretensiones de sonar a vendehúmos: cualquier objetivo es complicado de alcanzar, y, en muchas ocasiones, el hecho de sobrepasar la línea de meta no significa nada. Ahora bien, en un mundo pleno de dificultades, en muchas ocasiones, es posible que se tache de utopía todos y cada uno de nuestros anhelos sin poner en consideración el potencial que tenemos para materializarlos. A mi yo del pasado, del presente, y del futuro, le diría que crea en sí misma y que no se deje vencer por la falacia que supone el pesimismo que impera en su entorno.

Al final, la literatura, tan infravalorada por muchos, es la que logró salvarme de mil formas distintas y la que terminó, con el paso del tiempo, haciéndome un hueco en su seno. A día de hoy he devuelto un pedacito de lo que me otorgó: he colocado una pieza de mi obra entre sus estantes tan inmensos.

¡Feliz Día del Libro a todos!

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Poema XXX de «Aguas del Leteo».

¿Cuántas veces se nos han volado los sueños? A veces, como estrellas, nos ciegan y nos ilusionan hasta el punto de quemarnos los dedos, para luego, sin dar explicaciones, fugarse muy, muy lejos. Al final, solo nos queda un retrato de esos sueños, bolas de fuego que ciegan la cámara y emborronan la imagen. ¿Qué hacer entonces con todos esos pedazos? Formar un álbum de tal vez o de quizás, posibilidades rotas sumergidas en los charcos oscuros del pasado. 

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Poema XXX de «Aguas del Leteo».

¿Cuántas veces se nos han volado los sueños? A veces, como estrellas, nos ciegan y nos ilusionan hasta el punto de quemarnos los dedos, para luego, sin dar explicaciones, fugarse muy, muy lejos. Al final, solo nos queda un retrato de esos sueños, bolas de fuego que ciegan la cámara y emborronan la imagen. ¿Qué hacer entonces con todos esos pedazos? Formar un álbum de tal vez o de quizás, posibilidades rotas sumergidas en los charcos oscuros del pasado. 

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Poema XXX de «Aguas del Leteo».

¿Cuántas veces se nos han volado los sueños? A veces, como estrellas, nos ciegan y nos ilusionan hasta el punto de quemarnos los dedos, para luego, sin dar explicaciones, fugarse muy, muy lejos. Al final, solo nos queda un retrato de esos sueños, bolas de fuego que ciegan la cámara y emborronan la imagen. ¿Qué hacer entonces con todos esos pedazos? Formar un álbum de tal vez o de quizás, posibilidades rotas sumergidas en los charcos oscuros del pasado. 

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Poema XV de «Aguas del Leteo», dedicado a la memoria de la infancia al seno de los abuelos.

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Poema XXXI de «Aguas del Leteo».

Con esta pieza se recrea esa amarga sensación de alienación que, en ocasiones, nos embarga. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez?

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Poema XV de «Aguas del Leteo», dedicado a la memoria de la infancia al seno de los abuelos.

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Aguas del Leteo

Hoy «Aguas del Leteo», el que es, hasta la fecha, mi único poemario publicado, ha viajado para repartir poesía por el parque de la Rambleta. Se rumorea que sus versos se han esparcido, trepado por los árboles e invadido el plumaje de los pájaros salvajes. Quién sabe a qué calles irán a aterrizar...